See Endnotes For Warnings

A aquellos que han leído, seguido ❤ o comentado hasta ahora, ¡gracias!


"[…] So you were never a saint
And I've loved in shades of wrong
We learn to live with the pain
Mosaic broken hearts
But this love is brave and wild

And I never (never)
Saw you coming
And I'll never (never)
Be the same

This is a state of grace
This is the worthwhile fight
Love is a ruthless game
Unless you play it good and righ"

– State of Grace (Taylor Swift)

Capítulo 20. Boo, bitch!

Ewan se puso de pie con su bastón y dejó un viejo cuaderno sobre la mesa, uno de color gris con las puntas de las hojas dobladas. – Feliz cumpleaños, Vinnie.

Lavinia se dio la vuelta y sus manos sujetaron la libreta, mientras abría la tapa con cuidado. Su abuelo carraspeó detrás de ella.

– ¿Qué es? – preguntó.

– Los bocetos de un proyecto que tu abuela quería convencerme de llevar a cabo en el rancho… luego se puso enferma – dijo Ewan – También escribía… sobre sus cosas. He pensado que te gustaría tenerlo.

– Oh – se sorprendió – Claro.

Ewan Roy resopló. – Atesóralo. Sabes que quiero que el rancho sea tuyo algún día. Eso es si no te dejas arrastrar por esta locura por supuesto… Espero más de mi nieta pese a las enormes fallas de sus padres.

– Abuelo…

– Ve con cuidado. Te llamaré.

Intentó decir algo más.

Y se puso de pie ella misma. – Espera.

Ewan pareció estudiarla por unos instantes; para finalmente mover la cabeza hacia el lado y volverse. – De verdad, lo siento Vinnie, pero no puedo apoyar esa relación.

El silencio que siguió zumbó en sus oídos.

– Pero soy adulta, me hace feliz y no quiero terminar con él.

– Entonces es tu elección.

Miró con recelo a su abuelo mientras se iba.

Se bebió el café de un trago y suspiró.


Stewy se tropezó con Roman ese mediodía en el restaurante donde estaba a punto de reunirse para una larga comida con Sandi Furness y Joey Stuhlbarg de Maesbury Capital.

Iban a corregir el plan de ruta hasta la junta de accionistas.

Sandi llegaba tarde por un asunto de su padre y Joey acababa de dejarle solo en la barra para tomar una llamada de un co-inversor.

Ese es tu problema, Stone, nunca elaboras estrategias – le escuchó decir al teléfono al alejarse.

Dio un repaso al timeline de su Twitter con el ceño fruncido.

Kendall se estaba comportando como un maníaco.

Entonces fue interrumpido:

– Mira, quién está aquí – Roman le increpó socarrón. – Robin sin Batman. ¿Dónde está Sandy?

– Ocupado – zanjó.

– Ahá. ¿La sífilis no le ha hecho caer el pito aún?

Hizo un gesto al camarero para que le recargara la copa vacía y le miró con fingida diplomacia. – Si me disculpas…

Desafortunadamente el hermano de Kendall tenía ganas de gresca.

– ¿Estás con Kenny en esta locura?

– No.

Roman frunció el ceño.

– Eso no sé si me lo creo. Aunque Ken va a destruirse porque todos sabemos que es su pasatiempo favorito y tú eres una lagartija lista.

Puso los ojos en blanco.

– Mira Ro-Ro, discúlpame, pero estoy esperando a gente mayor, así que…

Roman le miró como si estuviera personalmente ofendido, frustrado, pero era todo parte del juego, ¿no?

Le insultaba un poco, él le respondía y cada cual seguía con su día.

Estaba a punto de quitar la empresa de manos de su familia, nada nuevo.

– Qué te den. Eres un imbécil – dijo Rome.

Redobló su sonrisa. – Lo sé.

– ¿Qué estás haciendo con Vinnie de todas formas?

Era un concepto ridículo que a Roman le importara pero aparentemente eso no le impidió preguntar.

Stewy le miró un momento. – ¿Y a ti qué más te da?

– Curiosidad. La última vez que te vi jugar a las casitas lo hiciste tan bien y fuiste tan buen amigo... Nadie acabó en rehabilitación en absoluto.

Stewy no respondió de inmediato sino que se tomó un momento para contemplar su copa.

Roman añadió: – Recuerdo tu voz en el teléfono esa vez. Cuando estabais en la universidad y decidisteis tomar todas esas mierdas en una fiesta en mitad de los parciales. ¿Intentaste hacerle vomitar antes de tener que llamar a una ambulancia y a papá, eh? Me apuesto algo a que no fue la última vez que acabó con la cabeza en el váter con tus dedos en la garganta… ¿Qué sois ahora? ¿"enamigos"?

Exhaló aire entre los dientes, con una mezcla de cansancio e impaciencia. – Vete a la mierda – le cortó.

– Con mucho gusto. No es personal, tío. Solo estaba recordando... Pero me alegro que tú y tu socio vayáis a fracasar. ¿No deberíais tener mucha más ventaja a estas alturas? Si algo no oliese raro ya tendrías todos los viejos accionistas que van con el cabrón de Layton vestidos de árbol de navidad para ti… ¿Qué es? ¿Nadie confía en un sifilítico? ¿Se han enterado de tu filia con esta familia?

– Roman – Stewy dijo, contra su mejor juicio – Escúchame…


Lavinia caminó tres manzanas en dirección al Empire State Building. Luego tomó un taxi hasta el apartamento de Rava.

Hojeó el cuaderno con cuidado. Era una vieja propuesta para el rancho de Canadá. Más caballos, ovejas, un pequeño viñedo para tener unas pocas botellas cada año de vino de hielo, un vino dulce que se hace con uvas que se han congelado en la viña. Había dibujos, planos de los terrenos que habían adquirido un color amarillento por el paso del tiempo… Ya casi había olvidado la letra perfecta, redonda de su abuela. Era solo una niña cuando ésta se puso muy enferma.

¿Por qué no la había echado de menos más a menudo?

Las primeras páginas estaban pintadas a carboncillo, pudo reconocer la silueta de la casa y junto a ella unos tilos que no recordaba. Diferentes esbozos de objetos y fragmentos de textos que parecían sacados de algún libro, palabras al azar.

Se paró en una esquina de la calle leyendo algunas de las hojas con anotaciones perfectamente inteligibles pero desordenadas. Un boceto, un plano, de repente una pegatina, una lista de la compra sin relación, un marca páginas artesano de flores naturales y hojas prensadas. Cerró el cuaderno y se mordió las uñas, cortas y sin pintar.

Ella era una chica de ciudad que difícilmente se veía en la posición de hacer algo con esto pero iba a guardarlo como un tesoro.

Fue prácticamente casualidad encontrarse a su hermano saliendo del edificio.

– Greg… ¿pensé que ibas a trabajar? – preguntó.

– Estaba… solo vine a recoger unas cosas y… me quedé hablando de relojes con Kendall – contestó inseguro. – Lavinia – dijo entonces – ¿Vas a trabajar de verdad para Ken?

Miró a su hermano.

– Unos días supongo.

Sabía que Greg estaba intentando sobrevivir, pero que también le gustaba sentirse importante e incluido en este mundo para súper ricos de puñaladas traperas y golpes bajos donde el dinero nunca duerme. Puede que hubiera desistido de convencerlo de lo contrario o que ya no tuviera el derecho…

– ¿Quería preguntarte si crees que… – dudó – si estoy haciendo bien?

Resultaba patente la impaciencia, el nerviosismo de Greg.

– Pensaba que el abogado del abuelo te había dejado más tranquilo.

Tenía una mirada de mala consciencia. – No, no lo sé. Supongo.

El chico le hizo una indicación torpe con la cabeza para que se moviera unos metros del portal porque no quería hablar allí.

Lavinia no había tenido un buen presentimiento cuando le habían descrito a Roger Pugh en la comida y su intención de exponer «las contradicciones estructurales» del capitalismo.

Pero Greg, ansioso como estaba, no había parecido demasiado alarmado.

¿Realmente quería aceptar al abogado del abuelo Ewan y dar una puñalada al sistema canceroso en el que operaba Royco?

Ella había tenido sus dudas.

Pero estaba distraída.

– ¿Ocurre algo?

Se dio cuenta que había sido todo una mera fachada para aparentar delante del abuelo.

– No, qué va. ¿Por qué? – le contestó de entrada Greg con una sonrisa forzada, dócil. Pero después bajó la voz soltando el botón del cuello de la camisa con una mano nerviosa. – Sólo es que… tengo el presentimiento que voy a ser, ehm, degradado en la empresa porque no he aceptado el abogado que me ofrecía Gerri y… luego… ¿te enfadarías mucho si potencialmente yo… reconsiderara mi posición?

Lavinia consideró la expresión de su hermano.

– ¿Con Kendall? Te refieres a… ¿a qué exactamente? ¿Unirte a la defensa conjunta?

– No lo sé. Solo sigo… considerando mis opciones. No quiero, ya sabes, que Logan me meta un millón de arañas venenosas por el pi... donde me sugirió Tom ayer.

Era fácil ver ahora que tenía los nervios de punta. Lavinia lo miró intentando descifrarle.

Sabía que su posición en el equipo de Kendall no era solo un acto de justicia sino de autopreservación, pero aun así… ¡solo hacía unas horas que había escogido esa posición!

– ¿No crees que Logan debería ir a la cárcel o pagar de alguna forma…? Quizás lo que está pasando es para bien – no era tan ingenua para creerse que alguien como su tío iba a ser otra cosa que inmune a las consecuencias de sus peores actos. ¿Y qué había del futuro de Greg? Pero...

No es como si él no pensara en eso último continuamente.

– Es solo... no va a ser... podría palmar otro, pero... bueno, ehm, están las virutas de Greg y eso – parafraseó a Roman – va a caer cualquiera... pero no el gran jefe, y yo... no sé qué hacer. Estoy dudando en si seguir adelante.

Ella asintió.

Stewy ni siquiera creía que Ken fuera a ganar...

Comprendió que no estaría resentida con su hermano si daba marcha atrás en esto de Ken, pero que no iba a seguirle.

Es decir, tenía su apoyo; pero se quedaría estos días ayudando mientras buscaba algo más.

No estaría cómoda saltando la cerca ahora.

La miró pálido, con los ojos tan abiertos, que supo que esperaba que dijera algo.

Lavinia dudó. – ¿Estás… hablando con Tom? ¿De esto?

Eso pareció tomarlo de improviso.

– No es que Tom no sea un buen tipo... Un poco, eh, advenedizo,... hemos tenido nuestras más y menos, pero no creo que yo esté en posición... uh, de... ahora mismo – dijo.

Ella entrecerró los ojos intentando seguir el hilo de la frase que formulaba. A veces soltaba expresiones que la desconcertaban como esos críos que cuando hablan parecen viejos de 80 años. ¿En posición de…?

– Mantenme al día si decides algo diferente – miró hacia el lugar de la calle donde estaba el edificio en el que vivía Rava. Pasaban personas por la acera de enfrente pero nadie que conocieran.

– Esto no… no me delates Vinnie, por favor. No le digas a Ken que estoy pensando qué hacer. Aún estoy dándole vueltas – suplicó.

– No – negó con la cabeza. La verdad es que debería decirle que Stewy creía que esto de Ken podía ser un suicidio.

Pero de alguna manera la opinión de Stewy sobre esto parecía demasiado personal como para ir divulgándola en voz alta.

Greg no era ajeno a esa posibilidad, ¿verdad?. ¡Oh va a salir adelante!

Empezaba a darse cuenta.

– Bueno, no quiero entretenerte. Voy a llamar a Tony luego – Greg desvió el tema – Ha venido unos días a Nueva York y quería que le recomendara garitos para salir alguna noche.

De pronto recordó el cuaderno que llevaba en las manos. – ¿Tony? – le interrogó forzosamente, cortándole.

– El jefe de cuadra del abuelo, ¿recuerdas? Estaba en Virginia visitando unos amigos por sus vacaciones y se ha ofrecido a llevar al abuelo de vuelta.

Escuchó a su hermano. – Ya veo.

– Voy a salir con él una noche y ya sabes, ahm, enseñarle la ciudad, ¿por qué no te apuntas?

– No, dudo que tenga tiempo. Pero… – pensó – Quizás te pida que le enseñes algo o me paso antes de la hora de las copas.


Comfrey tenía parte de razón.

¿Por qué perder tiempo y dinero consultando periódicos o yendo a actos de prensa cuando puedes llegar instantáneamente a millones de personas con solo hacer clic en un botón?

Si esta historia llegaba a los medios, habría muchos clics…

Intentó ordenar sus pensamientos al respecto; su mente dando vueltas. Separar su opinión profesional del rechazo visceral que le causaba esa historieta.

Se sentía enferma del estómago al pensarlo.

Probablemente todo el mundo ha hecho cosas estando borracho de las que se arrepienta o de las cuales desee que nunca aparezca una prueba gráfica.

¿Pero algo taan malo como tatuar nuestras iniciales en la frente de una persona sin hogar? ... ¡uff!

Si Kendall continuaba tratando de representarse a sí mismo en público como el miembro más concienciado socialmente de la familia Roy…, este era sin duda un argumento en contra muy potente.

Como ella tenía que ayudarle con su imagen… bueno, era un desastre de proporciones importantes…

Seguía sin querer pensar en el grado de participación del hombre del que estaba enamorada; y que consideraba muy por encima de algo como eso.

Sí, quizás le tenía idealizado.

El Stewy en su cabeza era inteligente, arrogante y también encantador – y absolutamente despiadado en los negocios.

Esto era otra cosa.

No exactamente una travesura de chicos.

¿No había leído una vez sobre ese círculo exclusivo en Oxford donde los hijos de los súper ricos destrozaban restaurantes porque podían pagarlo?

El Bullingdon Club.

Decidió centrarse por ahora en la faceta que le resultaba menos personal de ese desastre. …

Una de las personas del servicio de Rava le abrió la puerta cuando llegó al apartamento. Entró hasta el salón y saludó a Jess que estaba como siempre enfrascada en gestionar mil y una cosas en una tablet.

Miró alrededor y ahí estaba. Kendal se encontraba en la terraza de su exmujer. Contra la barandilla de mármol blanco.

– Voy un momento a hablar con él.

– Vale.

Este era uno de los pocos apartamentos del edificio que tenía balcón exterior. La vista de la ciudad era espectacular desde este punto pero Ken tenía la vista fija en uno de los muros.

Lavinia aún no sabía muy bien a qué atenerse.

– Vinnie, empezaba a pensar que te habías bajado del carro de la justicia – dijo sin acabar de mirarla a los ojos – ¿Has visto lo que dice de mí Sophie Iwobi? ¿El monologo? Estoy petándolo en su programa y en Twitter…

Daba sensación como de angustia física.

Kendall estaba centrado alrededor de cómo el público y los medios le percibían y era una obsesión que solo podía acabar mal…

Debería parecerte estupendo. ¿Qué clase de relaciones públicas eres?

Excepto por los retuits y los 50 segundos de declaraciones radiofónicas que había conseguido la WABC esta mañana sin pasar por Jess.

– Solo voy a estar unos días, si tu oferta sigue en la mesa – dijo con una mueca resignada – He enviado el clipping a Jess esta mañana y ella me ha rebotado unos emails de periodistas de varios medios. La PGM, la ABC, la MSNBC te quieren en directo pero estaría bien preparar escenarios. Hay más que insisten en una entrevista. En el Insider han asegurado que sería portada y doble página en la edición dominical. Y Sophie Iwobi… Es su estilo. Berry estará de acuerdo… pasa de eso, en serio. Si no, insistirá.

Estaba muy callado y entonces poco faltó para que se riera.

– Vinnie, Vinnie…

– Kendall.

– Necesito que te comprometas a llevar la prensa para mí y a trabajar con la jodida Schneider – Parecía que se obstinara, como con sadismo, en hacerla pasar por esto. – Eres de la familia. Hay cosas que entiendes mejor… Voy bien.

Suspiró.

– En ese caso tendrías que sentarte un momento y repasar conmigo qué clase de cosas pueden salir sobre ti mientras plantas cara al tío Logan. Sino todo esto serán horas agotadoras y perdidas… – explicó tranquila. O al menos pareciéndolo…

Se sentía más a gusto cuando la conversación era estrictamente sobre trabajo.

Ken se rió de forma apagada como si aceptara alguna fatalidad.

– Esa pregunta también me la ha hecho Lisa, mi abogada, la mejor de la ciudad. Y ha usado palabras parecidas… Jodida, Lisa.

Eso estaba bien sino fuera porque, entendió, era una negativa.

– Me alegro. Pero eso no significa que tu… oficina de prensa no deba saberlo… también.

– Karolina tenía razón – contestó pasando por alto su mirada grave.

Y ahora estaba siendo condescendiente. Por supuesto.

– ¿En?

– Eres buena. Pero te falta rodaje…

Frunció el ceño. – ¿Qué quiere decir esto?

– Lo dices… En fin, ¡es igual!… Quisiera que me hicieses un favor, queda con esa periodista del Insider en un restaurante que esté bien pero que sea moderno. Que tenga menú vegano, ¿eh?

– Ken… – repitió su nombre más en serio.

– Si hay algo, estudiaremos qué hacer. Hay mucho movimiento… No hay más que hablar – la miró de reojo. Ella se dio cuenta que estaba fumando un cigarrillo que apretó con los labios concienzudamente casi como si le molestara. – ¡Estoy en el lado bueno de la historia! Y estoy decidido a mantenerme firme en el timón. Que lancen rumores… son unos mierdicas, joder. Todo va a mi favor.

Lavinia murmuró, con algo de pausa: – Eso estaría bien si no hubiera ya oído hablar de un sin techo al que presuntamente pagaste para llevar tus iniciales…

– ¿Qué?

– Un fin de semana. ¿En Nueva Orleans? Antes de tu boda con Rava, con Roman y… otros amigos.

Hubo un peso en su mirada. Él lanzó una risa sin ganas – ¿Stewy te ha contado eso?

– ¡No! – frunció el ceño. – Por supuesto que no.

– Rome entonces.

Se pasó la mano por el cabello suelto. Después, tras dar unos pasos, añadió: – Le ha llegado a mi abuelo. Puedes apostar cómo…

Su primo se encogió de hombros. Por un segundo estuvo como ausente.

¿Había de suponer que él había comprendido lo que le decía…?

A ella todo esto solo le confirmaba que Stewy había estado ahí. Mierda, joder.

– Tiene poca importancia, Vi.

– Excepto si ese hombre elige contarlo en este momento.

Pareció rondarle otra cosa por la cabeza y entonces volvió a procesar lo que le decía. – ¿Estás segura que ha sido mi padre?

Por su expresión vacía fue como si solo sintiera la cruel necesidad de ratificar viejas noticias.

No había nada que Logan no supiera o pudiera manipular a su favor: solo se estaba tomando su tiempo eligiendo con qué iba a dispararle o si valía la pena.

"Voy a moler sus putos huesos para hacerme el pan". Habían sido las palabras de su padre.

Después, la caja de donuts.

– Sí, aunque no puedo decir que esa conversación fuera sobre ti – se encogió de hombros casi imperceptiblemente.

La miró un largo segundo y se rió. – Joder.

No se sintió resentida con su primo por eso o al menos quiso permanecer en una conversación civilizada.

– ¿Qué vas a hacer?

Kendall se veía como un icono rebelde contra el viejo mundo empresarial.

Pero en este balcón no tenía la apariencia de un justiciero feminista.

– Ya veremos. Hay esa entrevista que quiero que me ayudes a preparar a fondo… por supuesto esto queda fuera. Es algo idiota, cosas de críos, olvídalo.

Calló arrugando los labios, incómoda con esa asertación.

Había intuido que uno de ellos diría algo así. Pensaran que estás paranoica y te… distraes por algo que pasó hace mucho.

Oh, joder, no. Teníais 25 años, no 13.

Cuando le dejó solo le vio apagar el cigarrillo y volver a repasar las notificaciones de su móvil.


Tabitha le hizo prometer que se verían hoy.

Quedaron para tomar una copa antes de la hora que había pactado con Stewy en un bar atestado y bien iluminado. Tabitha pidió dos margaritas.

– Creo que voy a tomar una agua con gas, no quiero empezar a beber antes de la cena – aventuró Lavinia sentándose en el taburete y mirando a su amiga.

Había decidido que dejaría aquel tema del vagabundo para mañana porque no quería echar a perder esta noche y antes quería… bueno… tener la versión de Stewy en un lugar que le permitiera estudiar su expresión, tener una conversación, quizás por la mañana con un café. Además, el mensaje que le había enviado la había ablandado bastante. "¿A las 8? En algún momento se me pasó por la cabeza envolver una enorme caja en papel de regalo para meterme dentro, pero creo que he encontrado algo mejor".

Le quería, ¡joder!, le quería mucho.

De todas maneras, no es que se encontrara muy fina hoy y necesitaba tener la suficiente claridad mental para disfrutar de esta noche.

Tabitha llevaba un vestido corto de un rosa llamativo porque esta noche salía con unas amigas. Sus rizos rubios siempre perfectos – Como digas – sonrió pero le entregó la margarita antes de girarse para pedir el agua al camarero – ¿Estás segura que no quieres que te organice una fiesta el sábado o algo? No me puedo creer que no quieras algo grande, tu primer cumpleaños en Nueva York… – habló por encima del jaleo del local.

– Noo – Lavinia le aseguró divertida – Prefiero que no. Pero me alegra que nos hayamos visto un rato por mi cumpleaños. Has estado un montón de días desaparecida.

Tabitha se llevó su copa a la boca y lamió la sal que había en el borde del cristal. – Tú también has estado ocupada – comentó – Creo que tu cumpleaños al menos merece un brindis con una amiga, ¿no te parece? Este tequila es genial. Vale la pena probarlo.

La mano de Lavinia se movió hacia el agua pero luego dio un suspiro. – Vale – cogió el cóctel – Solo un brindis. ¿Por nosotras?

Tabitha alzó la copa. – Por nosotras. Porque estamos estupendas y no necesitamos a ningún hombre para molar aunque lo sé… lo sé… – la chinchó – Tú estás encantada con el tuyo y no quieres venir a quemar la noche conmigo porque te vas de cenita romántica.

Lavinia arrugó los labios al dar el primer trago, salado, dulce y muy fuerte. – ¿Qué es esto?

– ¡Una margarita! ¡Y está deliciosa! – contuvo la risa Tabitha.

– Una de muy cargada – se mordió el labio – Empiezo a creer que sí que quieres quemar algo…

– Bueno. Esta noche la voy a aprovechar al máximo… Me apetece, ¿cómo se lo diría a una canadiense?, boum, boum, boum, même les américains comprennent – puso un acento raro que, supuso, quería ser francés y rió – has dicho en los mensajes que habías comido con tu abuelo, ¿cómo te ha ido? Por lo que he escuchado es un señor duro de roer, ¿ehm? – arqueó una ceja.

– Pse… – dijo poco convencida – Es poco claro si va a retirarme la palabra, ¡y de golpe me ha echado como 10 años encima…! Ha decidido algo así como que ya tengo edad para "establecerme" – hizo el signo de las comillas en el aire –, lo que sea que signifique, ah, y por supuesto, odia a Stewy sin conocerlo.

– Bueno, lo último es normal… eres su nieta… ¿qué novio va a gustarle? – razonó.

– Ya. De todos modos es la monda… Tendrías que haberle oído – suspiró, mirando a su copa – Mi hermano es un crío pero yo… ¡ya tengo 34 años! – ironizó – ¿a dónde voy con esa edad?

– A muchos sitios – la cogió del brazo su amiga. – Por ejemplo, esta noche a tirarte ese hombre a base de bien – rió.

– ¡Tabs!

– ¿Cómo? ¿No le has dicho eso al tío Ewan? – bromeó.

Pasó un dedo por la sal del borde de su margarita. – ¡No! Debería haberle dicho algo más… Pero no quería discutir – sonrió resignada a su amiga.

– ¿Así que tu abuelo está preocupado por… ¿tu reloj biológico? – se rió.

– Oh, por favor – se quejó – ¡Que soy joven! ¿Y si quiero llegar a directora de una agencia de relaciones públicas o liarme la manta a la cabeza y cambiar de carrera? ¿No quiere que su nieta tenga primero algún tipo de plan que torcer?

Tabitha bebió con una sonrisa en la boca.

– No deberíamos dejar de pasar tanto tiempo sin vernos… ¡Tienes que darme detalles! A veces una tiene que recordar que hay tíos que no son absolutamente terribles ahí fuera… Este en particular, Dios, cariño, no me mates pero no creí que Hosseini fuera de los que caía coladito por nadie.

Eso le dio pausa.

– Podría estar demasiado ciega para…

Tabitha la interrumpió chasqueando sus dedos cerca de su cara. – No. Eso no me lo creo – dijo y le sonrió como si se estuviera callando un secreto.

Lavinia se encogió de hombros. – Tú también tienes que ponerme al día, ¿eh?

Su amiga la miró: – No hay mucho que decir.

– Pero está todo… ¿bien? – indagó.

Los ojos de la novia de Roman (¿o era exnovia? ninguno de los dos era muy claro al respeto) brillaron con una expresión particular y dijo: – Va todo genial. Al final creo que voy a hacerlo… ayudar a una pareja de amigos a concebir…

Esa afirmación le hizo aspirar más fuerte de lo normal y la bebida se le fue por mal sitio.

Tosió.

– ¿Cómo dices?

– Estoy pensando en hacer de vientre de alquiler. ¿No te lo había dicho?

Su primer impulso fue preguntarle si se había vuelto loca, pero se frenó. Miró su margarita. ¿Qué?. Esto necesitaba de mucho más tiempo que la media hora que tenían para tomar esas copas. – ¿Por qué? – abrió los ojos con sorpresa.

– Me apetece echarles una mano. Lo sé, lo sé. Es un poco loco… pero no sería enseguida… Son unos amigos cuyos planes de adopción no hay manera de que avancen. Tengo que hacerme unos análisis y si vamos a hacerlo está todo lo de la in vitro… En todo caso no quiero pasar lo peor de ello en verano así que habrá que calcularlo…

Lavinia parpadeó.

– ¿Y si te arrepientes? Es algo enorme, Tabs.

– Ya – le sonrió Tabitha – lo he pensado, pero me apetece hacer esto. Quiero vivir esa experiencia. Pero no quiero quedarme con el niño y ¡Dios! no tengo ansias de ser madre…

Tragó saliva intentando ponerse en la piel de su amiga.

Se quedó mirándola sin saber muy bien qué decir.

Al final preguntó –… son nueve meses… ¿por qué querrías pasar por todo eso… y correr los riesgos… si ni siquiera es tu… bebé? Quiero decir… Lo siento, no debería entrometerme – se disculpó bebiendo más de su margarita, mordiéndose el labio.

Tabitha no pareció ofendida. – ¡Créeme, no me apasiona la idea de tener náuseas todas las mañanas! ... He aprovechado el viaje con mis padres a Saint Barts para pensar en toda la parte negativa. Sé que te preocupas por mí, eres un cielo... ¡Aún no es seguro! Lo que me recuerda…, lo que hemos hablado este mediodía por teléfono – Metió la mano en su pequeño bolso y sacó un blíster de pastillas, se las enseñó un momento, cogió una entre dos dedos con uñas rojas de gel y luego buscó un número en su móvil. – Apunta. Esta doctora me recetó estas y siempre me da hora en un par de días, ve con ella para que no tengamos un susto contigo. Te he hecho palidecer. Estás gris – se rió.

La miró como se tragaba una con un sorbo de su copa.

– ¿Puedes tomarlas con alcohol?

– El único peligro es que me la olvide si me espero más – mostró una amplia sonrisa y la abrazó jugando.

Lavinia cerró los ojos y se obligó a recapitular un poco. – Gra-gracias por el número. Y Tabs, si necesitas que te acompañe a algún sitio o lo que sea, estoy aquí. Pero solo… piénsatelo bien – Estaba segura que sus hormonas simplemente enloquecerían y se encariñaría, y sería un desastre, pero Tabitha era una tía segura de sí misma y muy lógica y perfectamente capaz de saber qué quería. Si había decidido hacer esto es porque había analizado los pros y los contras. ¿Quién era ella para juzgarla?

Tabitha no necesitaba el dinero, esa pareja eran sus amigos… y de verdad le costaba mucho pensar que se dejara presionar si no estaba por ello al doscientos por ciento segura.

Tabitha la estudió.

– No te preocupes, cariño. ¿Tú quieres tener… hijos? Ya sabes… algún día – inquirió curiosa.

Frunció el ceño.

Se preguntaba si cuando ella pensaba en ese asunto en el pasado y se decía que sí, y una buena carrera, una casa, jardín, perro…, no estaba intentando demostrar algo a su madre. "Ves, no era tan difícil quererme".

A veces creemos que estamos persiguiendo una cosa, pero estamos persiguiendo otra. …

– Sí, no… No ahora.

– Claro.

Era gracioso que todo el mundo se hubiera vuelto loco hablando de niños cuando ella tenía la peor regla del siglo. Que era mejor que la alternativa… pero aun así, estaba segura que se la veía hecha un cuadro…


Quedaron cerca de Central Park.

Lavinia se miró en el pequeño espejo del baño del bar donde había estado tomando las margaritas con Tabitha.

Era una taberna no demasiado grande, chic pero llena hasta los topes, y el espejo del lavabo eran distintas piezas en formas geométricas donde una no podía verse de cuerpo entero. ¿Quién diablos había decidido ser creativo justamente en un baño de mujeres en Manhattan?

No podía verse como quería pero no importaba. Cuando se lo había probado en la tienda el vestido le quedaba bastante bien. Era corto de rombos negros y beige, con un volante en la falda, y adornado con un lazo negro en un costado. Había pensado en algo más atrevido pero… ¿había mencionado ya que tenía la peor regla del siglo?

Hurgó en el bolso para encontrar el brillo de labios y un poco de colorete. Se miró. Se veía medianamente aceptable después de repasar su maquillaje.

Distraídamente alisó su pelo con las manos.

Se pusiese lo que se pusiese hoy parecía que le hubiera pasado un camión por encima. Pero al menos era un conjunto mono…

Esperaba que a nadie del lugar a donde la quería llevar Stewy le importara que no fuera un vestido de diseñador y que por lo tanto no costara cinco de los grandes.

Había pagado mucho más de lo que podía pagar por él en una de esas tiendas de franquicia.

Llevaba un ritmo de vida que no podía permitirse. En este mismo bar los precios eran una locura. ¿26 dólares por una margarita? No me jodas…

No estaba en una posición objetiva de decir que no al sueldo que ofrecía Kendall. ¿Qué estaba haciendo?

Por cierto, Stewy había mantenido el secreto hasta ahora sobre el sitio de alto postín al que iban. …

Primero le había hablado de un restaurante muy reputado en Manhattan, pero luego no había querido darle la dirección para hacerse una idea de qué esperar. "Lo pasaremos bien, te lo prometo. Venga, di que confías en mí", le había asegurado en un mensaje poco después de que esta tarde ella empezara a dar vueltas a lo que ponerse e insistiera en tener una dirección.

"No sé, Stewy. ¿No podrías ser más específico, amor?".

No era del tipo de chicas que iba cada fin de semana a una fiesta diferente y a un restaurante caro. ¿Cómo adivinar si estaba cometiendo alguna transgresión al no ponerse toda… emperifollada? Iba arreglada pero muy a su estilo… Le dio la impresión que debería haberse hecho algo más pero ya no había tiempo de arrepentirse.

"Vas a agradecérmelo luego. Y será una noche que no vas a olvidar".

En ese punto lo seguiría al fin del mundo; especialmente si él se lo pedía con la sonrisa exacta con la que lo imaginaba mandándole estos mensajes.

Salió del local donde se había despedido ya hace unos diez minutos de Tabitha, y caminó un cuarto de hora hasta el lugar donde habían quedado.

Se sentía llena de anticipación, aunque cualquier cosa que hiciera con él esta noche le valdría.

Era su cumpleaños y estaba feliz de pasarlo junto al hombre del que estaba enamorada.

Había tiempo para charlar sobre el pobre tipo del tatuaje... ¡Era algo que había pasado 15 años atrás! Es algo horrible.

Se preguntó si se estaba perdiendo alguna cosa. Si esto debería ser una línea roja, o algo que debería presionar para discutir. Si es que estaba quedando desensibilizada completamente por los Roy… Entendía que la gente cambia pero no era ingenua y ya había visto la reacción de Kendall.

El jodido Bullingdon Club.

Cruzó la calle y allí estaba él.

La expresión de adoración masculina de sus ojos le indicó una vez más que tenía que confiar más en su instinto porque iba lo bastante guapa para esa noche. Eso la alivió.

Stewy se acercó con una amplia sonrisa.

Él también iba arreglado. Con un traje con una americana preciosa aterciopelada de color azul oscuro y una camisa blanca que le pareció elegantísima con botones negros. Sin corbata. Lavinia caminó a su encuentro todo lo rápida que le dejaron sus zapatos de tacón. La cara se le abrió en una inmensa sonrisa. ¿Por qué es tan guapo joder?

– Estás guapísima, nena – murmuró él, bañándola con la mirada cálida. ¿Cuándo había empezado a llamarla así?

Lavinia sintió aquel hormigueo conocido en la piel y dejó ir totalmente la inseguridad sobre su aspecto – Pensaba que de eso se trataba – repuso sonriendo.

Sus ojos oscuros la recorrieron con un destello. Había un reto allí y a él le gustaban los retos.

Estaba dispuesto a darle la mejor noche que habían tenido hasta entonces.

¿A quién quería engañar? Estaba dispuesto a darle mucho más que eso.

La conversación con Roman le había hecho pensar. Apartó eso de su mente.

Ken era como un tren que descarrila a cámara lenta y empezaba a tener un mal presentimiento sobre la junta de accionistas. …

Pero ahora estaba aquí. Con ella.

Y esto era jodidamente en serio. No podía quererla más.

Sostuvo la mirada de Lavinia por un momento.

Esbozó una lenta sonrisa antes de inclinarse para darle un beso. – ¿Vamos?

– ¿A dónde?

Stewy sonrió todavía más y le ofreció el brazo. – Esa es parte de la sorpresa.

Hacía una noche espectacular con el cielo plagado de estrellas, incluso en esta ciudad donde a veces se hacían difíciles de ver.

Cuando se acercaron por la Quinta Avenida a la fuente y la escalinata del MET, Lavinia empezó a fruncir el ceño con cariño. – Stewy, amor… ¿dónde me llevas? – presionó.

Con los labios casi en un oído, le dijo en un susurro. – A cenar.

Ella arrugó el labio y él la miró fingiendo inocencia, con una aura divertida y sexual.

– No me digas. ¿Y el restaurante? – bromeó Lavinia.

No perdió un solo instante cuando contestó. – Enfrente de ti.

Sonrió, satisfecho de sí mismo. Ella quiso besarle pero en vez de eso le cogió de la mano y entrelazó los dedos con los de él.

Después de que Stewy diera su nombre y apellido a un hombre, flanquearon las grandes columnas de la espectacular fachada neoclásica del museo, iluminada con luces cálidas.

– Hacen visitas con cena sensorial los viernes en los que después del postre te bajan al Templo de Dendur – explicó con una mano en la parte baja de su espalda mientras atravesaban una galería con cuadros donde a ella le pareció ver piezas de Nicolas Pousin y Rembrandt y otros pintores europeos.

– Hoy no es viernes… – le susurró observándolo, y dando una mirada a las pinturas y esculturas que iban pasando. Miró a su izquierda donde aún había un grupo que visitaba el museo. ¿Había perdido el juicio?

– Lo sé.

Una chica muy amable les condujo por un largo pasillo dando explicaciones generales sobre lo que veían. Era un lugar imposible de visitar en una hora ni en dos, Lavinia ya lo había intentado al principio de vivir en Nueva York.

A través de un ascensor, los llevaron a una sala privada con balcón con vistas a Central Park.

– Espero que lo disfruten. La terraza del tejado es el único espacio abierto al público a esta hora y se puede tomar un cóctel, por si les apetece luego asomarse a disfrutar de las vistas.

Stewy se dijo que era agradable llevarla del brazo aunque era cursi como el demonio. Eran ya una de esas parejas que uno acaba odiando un poco y ¡joder! no tenía ninguna queja al respecto.

Entonces, a ella se le ocurrió: – Stewy… ¿eres patrón del museo?

– Nop.

– ¿Y cómo estamos aquí?

¿Cuánto tiempo había tenido para hacer planes y cambiarlos? No llevaban ni 48 horas en la ciudad desde su vuelta.

La miró, entre divertido y ofendido. Por el dinero claro.

Lavinia parecía genuinamente interesada en oír la respuesta así que se la dio: – Tengo contactos, cariño, pero te diré que he tenido que hacer muchas promesas para que nos dieran un reservado para el mismo día…, cuando he tenido esta brillante idea por la mañana eso es.

Ella le interrogó por más detalles con la mirada. – Pero…

Sonrió levemente abrazándola por la cintura.

– Le pedí un favor a un chef que conozco. Iba a llevarte a su restaurante en el Midtown. Da esas cenas que te decía aquí dos viernes al mes no consecutivos, aunque la mayoría de cosas no las cocina él, porque tiene un ejército de aprendices que le lamen las botas – hizo una mueca entrecerrando los ojos – Con lo que me cobra esperemos que hoy sí se moleste. El tío es muy bueno. Estrellas Michelin y blablá.

– Oh, Dios… – intentó protestar.

– Feliz cumpleaños, cariño – le sonrió, arremolinándose contra ella, apartando su cabello con una mano y pegando su boca contra su nuca con un ronroneo, una mano tibia en su cintura. Era como si una suave corriente eléctrica le recorriera por debajo de la piel. Stewy.

Lavinia giró la cabeza para mirar a su alrededor, soltándose reluctantemente y sonriendo de lado cuando pudo rehacerse un poco de la sensación.

Era un reservado con vistas que estaba segura que era para patrones del museo, había más mesas cubiertas con arreglos florales pero no otros comensales. Parecía una sala recién reformada. Debería estar dando grititos de alegría y no pensando en reñirle...

Se perdió con los ojos puestos en la vista del parque y la ciudad de noche.

Deja de comportarte como una idiota.

– Impresionante, ¿verdad? – dijo él clavándole el codo suavemente en las costillas.

– Stewy, amor… – se giró para mirarle – ¿Puedo besarte?

Stewy sonrió con agudeza. – ¿Esperas realmente que diga que no? – juntó sus caras y dejó que ella presionará los labios contra los de él, con un mínimo de contacto.

Fue un beso tierno y dulce que se prolongó por un momento mientras respiraban el uno al otro. …

Se quedaron allí por más de lo que duró el beso, antes de separarse con una sonrisa. Lavinia pasó una mano por la mecha gris que destacaba en su cabello negro bajo las luces de la sala.

Fue en ese momento, después de quedar atrapada en sus ojos por un segundo, que se fijó en la bolsita de tela burdeos en el bolsillo de su pecho. – ¿Qué es eso? – Dijo mientras su dedo lo señalaba. Genuinamente intrigada. Stewy tenía una sonrisa bailándole los labios, pero se mantuvo firme bajo el escrutinio. Detuvo su mano con la suya en el aire. Sonrió más si cabe.

– Me temo que para eso tienes que esperar a después.

– No seas malo – y se le dibujó otra sonrisa.

Los ojos de Stewy se centraron en sus labios y la besó de nuevo.

Apoyó su frente en la de ella. – Pide lo que quieras – dijo. Su mano acarició suavemente un lado de su rostro y ella se derritió en su toque. Estaba flotando, como si nada más en este universo importara.

Lavinia supo de inmediato además que él no estaba hablando del menú.

Se mordió el labio. Esto era arriesgado; el corazón estaba a punto de reventarle en el pecho. El día que le rompiera el corazón no sabría cómo juntar ninguna pieza. – ¿Cualquier cosa?

Sintió sus labios en su mejilla.

– Cualquier cosa – dijo mientras subía su otra mano detrás de su oreja para acariciarla. Su pulgar trazó suavemente sobre su piel en un movimiento repetitivo.

Ella sonrió levemente, luego se inclinó y lo besó otra vez. Su mentón estaba áspero por la barba y cosquilleó en su piel. Sus manos se tocaron y trenzaron los dedos.

– ¿Comemos? Ya tengo unas ganas horribles de desnudarte… – murmuró sobre sus labios, incitador.

– Vaya, ya… No seas bruto. Además hoy no hago promesas, Stew – Ella dijo bajito, muy bajito.

Él mantuvo la sonrisa, con una familiaridad a flor de piel. – Entonces iremos a la cama y te besaré – prometió – o solo… para serte sincero duermo mejor contigo en la cama.

Cada cual veía las pupilas del otro y leía en ellas aquel maravilloso arrobamiento.

Lavinia se mordió la lengua para no estropear esa preciosa confesión suya con un comentario estúpido. Sintió los nervios metidos en el estómago.

Les sentaron junto a la ventana cuando vino alguien del catering.

Un camarero les sirvió el vino que Stewy había pedido y agua, mientras otro colocaba el pan en la mesa. Picaron algo antes del primer plato.

– ¿Vas a contarme como te ha ido con tu abuelo? – preguntó mirándola fugazmente y desviando su atención a su copa.

– No – dijo resuelta. – Déjame disfrutar de esta noche.

Stewy arrugó el ceño.

La miró con intensidad y, después de una mueca, supuso que preguntarle qué había decidido hacer con ese trabajo para Kendall no mejoraría las cosas.

Los dos se quedaron callados.

Tuvo la impresión que Lavinia se callaba algo más pero no quiso complicar esta conversación.

– ¿Cómo ha ido con Tabitha? ¿Habéis conspirado mucho? – bromeó.

– No creas…

Mientras untaba su pan con mantequilla decidió ponerlo al día de su amiga. Le había asegurado que no era un secreto, y que Roman y otros amigos lo sabían, así que pensó que podía contárselo.

Stewy sería discreto.

– Verás… Quiere ser madre de alquiler.

– Ehm… – sus cejas se juntaron mucho.

Ella sonrió apoyando la barbilla en su mano. – Creo que a ella le apetece mucho…

Arqueó una ceja. – Pero… ¿y Ro-Ro?

Le corrigió – Ro-Ro no participa, obviamente, y no sé qué pasa con ellos. Pero espero que salga exactamente como ella quiere… No sé qué habría hecho sin Tabitha cuando llegué a Nueva York – movió la cabeza suavemente de un lado a otro.

– Bueno… – sugirió con una sonrisa torcida. La mirada sexy y socarrona.

Oh, Stewy.

– Te recuerdo que nunca habría ido a esa fiesta sexual de Brooklyn si no fuera por ella – le dijo.

Él le dio la mano a través de la mesa y después cerró los dedos sobre los suyos: – Touché.

Lavinia se relajó mirando hacia la ventana otra vez. – Esto es precioso.

– Sí pensé que te gustarían las vistas desde aquí arriba. Y es solo la primera parte de lo que tengo para ti.

Ella sonrió. – Déjame adivinarlo, la segunda es eso que no quieres darme aún.

– No – Stewy soltó una risa – Eso también es la primera parte y tú y yo yéndonos de clubes.

– ¿Entonces… – preguntó aunque podía leer la respuesta en los ojos.

– Entonceees – alargó la entonación – Quiero follarte hasta que muera y quiero describirte mis más sucias fantasías con mucho detalle pero no tiene que ser hoy. Esperar solo lo hace más caliente… con cierta medida – sus labios curvándose en una sonrisa.

Miró a la puerta asegurándose que no viniera ningún camarero. – ¿Qué quieres que piensen? – Susurró riñéndole divertida.

Levantó una ceja. – Que estoy loco por ti.

Respiró hondo.

– Retrocede un poquito, haz el favor. Apenas estamos empezando a comer… – se mordió el labio.

Calidez y cariño en la expresión cuando desvió la mirada para no sonreír como una idiota.

– Livy…

– ¿Sí?

– Estaba un poco indeciso – la miró con intensidad y después de una mueca dijo – sobre esto. Es decir puedo pagar por muchas cosas pero mi idea en Grecia era jodidamente buena y luego el restaurante… de alguna manera no parecía suficiente.

No era habitual que confesara un punto débil.

Lavinia resistió el impulso de arrugar los labios en una sonrisa encariñada. – Stewy – buscó como decirlo sin parecer una idiota desagradecida. Solo te quiero a ti, habría sido probablemente no la muestra de amor que ella quería ahora – Es perfecto.

A veces el impulso de recular ante cualquier muestra de dispendio de riqueza era muy fuerte. Un tic heredado o esa chica que se había plantado en la boda de Siobhan Roy con un vestido de 40 euros resistiéndose.

Lavinia miró a Stewy cuando el chef apareció para explicarles los platos mientras estos llegaban a la mesa.

Charlaron de cosas sin importancia, se rieron. De música y cine, y de por qué lo más espectacular que había en este museo mastodóntico con 2 millones de cosas eran varias obras arquitectónicas enteras entre las cuales destacaba el Templo egipcio de Dendur que ocupaba una ala entera del mismo. – Hubo un espectáculo de danza en esa sala hace un par de meses lo leí cuando estábamos en Argestes.

Se podía encontrar también la reconstrucción de una villa noble romana sepultada bajo la lava del Vesubio.

Era una buena noche. Lavinia hizo bailar la copa entre sus dedos contemplándole cada vez que sus labios se entreabrían en una sonrisa.

Lo observó comiendo con cara de felicidad y eso la ensimismo de modo que durante un rato apenas mojó los labios en el blanco maravilloso que él había elegido.

Hubo espárragos de mar, focaccia, caviar, salmón ahumado y yemas, rissotto con trufa blanca. Gamba roja curada con texturas de avellanas y ravioli de wagyu y anguila glaseada.

Les entregaron unas tarjetitas que hablaban del sabor y las texturas de los ingredientes de cada plato.

Su favorito de toda la noche fue el postre, tempura de naranja y chocolate con helado de maracuyá y fruta de la pasión. El chocolate aparecía derretido en forma de volcán al hundir la cuchara en el plato y ella lo encontró encantador.

Jugueteó con los cubiertos mirándose los dedos.

Debería acostumbrarse a la manicura con el esmalte a la francesa porque era bonita.

Pero nunca encontraba tiempo.

Un pensamiento repentino la asaltó.

– ¿Cómo lo haces para celebrar tu cumpleaños?

Stewy alzó una ceja. – ¿Qué quieres decir?

– Es el 2 de enero. Todo el mundo tiene resaca – explicó como si fuera evidente.

Él puso cara de suficiencia. – No hay resaca si aún no has acabado la fiesta.

Se rió mordiéndose el labio.

– Yo habría muerto en una de esas juergas…

– Dice la chica que ya se ha bebido dos de esos cocteles con Scotch y azúcar de fruta de la pasión, más el vino. Nos estaban enfriando el champagne pero…

– ¡Oh! Stew, no. Hoy me he propuesto acabar la fiesta sobria. Ni siquiera me has dado eso que escondes aún y no hemos subido a la terraza o nos han llevado a ver el templo.

Él se rió. – Bueno hay maneras de hacer tabla rasa con el alcohol. Puedo conseguir luego y – ofreció jovial mordiéndose el labio.

Lavinia hizo una mueca. – Uh, no. No vas a drogarme, Stewy.

Era una broma, pero no salió como lo esperaba.

Quizás fue su voz o el gesto de contrariedad con sus ojos.

Él soltó la mano que había sujetado a través de la mesa unos momentos antes y su tono se volvió serio. – Livy, mírame, por favor. Era una broma. No te estoy… presionando para que consumas nada.

Parecía noqueado, como si ella acabara de golpearlo.

Le miró.

¿De dónde salía esto?

– Stewy…

– No importa.

– Nunca te acusaría de algo así – aseguró en un hilo de voz.

Él se irguió más derecho en la silla. De repente su mirada estaba muy seria, profunda. Dijo – Bien, Roman tiene la impresión que es a lo que me dedico y no puedo culparlo por usarlo contra mí, yo haría lo mismo. Aunque que le jodan.

Ella negó con la cabeza. – Stewy… … no…

Él no respondió y Lavinia no dijo nada por un momento porque sentía la garganta espesa. Pocas veces lo había visto tan serio.

Se diría que sus pensamientos lo alejaban de ella.

¿Qué te ha dicho?

– Stewy… habla conmigo.

La miró con intensidad hasta que movió los labios. – No de esto hoy no. Puto Rome – se quejó – Es tu noche. Quiero que sea memorable.

Quiso protestar pero se sintió en terreno inestable por un segundo, y luego la oportunidad había pasado.

Uno de los camareros que les había atendido se acercó a ofrecerles que se trasladaran a la terraza que daba a Central Park y donde prácticamente no quedaban más que dos o tres parejas haciendo cócteles porque iban a cerrar.

Sin embargo, a ellos nadie les dio prisa. Con su permiso, se apoyaron en uno de los muros bajos para contemplar las luces de la ciudad. Stewy pidió que les subieran el champagne allí y quiso brindar por ella. Se cogieron de la mano y se besaron.

Nadie trajo una cuenta en ningún momento aunque él había dejado una muy buena propina encima de la mesa lo que le hizo deducir que Stewy ya había pagado por esta noche.

Lavinia cerró los ojos disfrutando de la brisa de la noche. Pensó que no quería moverse de allí apoyando la espalda en su cuerpo y la cabeza en su hombro.

Stewy sostuvo su barbilla después de un tiempo y la besó.

Siguió acariciando su cara suavemente. La noche ahora se sentía mucho más fría que antes. Así que Lavinia dejó que sus brazos la rodearan y se mantuvo allí. Con la mano que no había dejado su rostro, volvió a guiar su boca sobre la suya.

Lavinia movió las manos a su espalda mientras sus labios seguían besándola.

No pasaron muchos minutos hasta que Stewy se apartó un poco para sacar algo de su bolsillo y lo puso en sus manos.

Era la bolsita de terciopelo de color burdeos que había visto antes. Tiró de un pequeño cordón mientras la abría con una sonrisa.

¡Esa cosa... eran unos pendientes! Con un diamante cada uno y oro blanco, eran simples, hermosos y perfectos.

No eran llamativos ni vanamente ostentosos.

No podía creer lo hermosos que eran. Pasó delicadamente un dedo por uno de sus bordes. – Es mi regalo de cumpleaños para ti – dijo Stewy, – así que por favor, déjame hacer el honor.

Le sonrió.

Él se inclinó y apartó un poco de cabello detrás de una de sus orejas como si aquel gesto fuera el mayor placer de su vida.

Los dedos de Lavinia se demoraron sobre los pendientes por un momento más antes de que él los tomara con su mano, y se los puso abriendo el cierre a presión cada vez y sonriéndole satisfecho una vez que los había colocado donde pertenecían.

Lavinia sintió una oleada de afecto que la hizo sonreír de forma más brillante. Stewy le besó el labio inferior tomándolo entre sus dientes con delicadeza, antes de retirarse un poco. – Sabía que te quedarían espectaculares.

– Gracias – Lo miró a los ojos de nuevo. La luz que brillaba a través de la terraza caía sobre él a la perfección, dando a todo lo que los rodeaba una sensación etérea. Se le aceleró el corazón y volvió a acercar una mano a su pecho. – Te quiero – susurró.

– Yo también te quiero, amor – respondió Stewy con ojos profundos, serios. Parecía más y más una expresión habitual. Después, la besó suavemente durante lo que parecieron años, como si estuviera tratando de grabar el momento. Cuando rompieron la conexión entre sus labios, se quedaron allí mirándose a los ojos. – Feliz cumpleaños, nena.

Le podría haber comprado cualquier cosa pero había decidido que tenía que ser algo para lo que no tuviera que extorsionarla cada vez que quisiera verla con ellos.

Eran insanamente caros para ser tan pequeños, pero lo suficientemente discretos y de buen gusto para que a Lavinia le gustaran.

Estuvieron un buen rato abrazados hasta que Stewy le propuso que se movieran y se acercó a alguien para que por favor les bajara al ala del museo que habían prometido enseñarles antes de su marcha.

La guió con una mano en el bajo de su espalda mientras alguien les llevaba a esa ala del museo por un nuevo ascensor. Una chica que Lavinia solo estaba convencida al cincuenta por ciento que no era la misma que les había dado la bienvenida les enseñó la espectacular estructura del antiguo Egipcio que había acabado en Nueva York como un regalo en reconocimiento por la ayuda prestada para salvar los monumentos de Nubia: después de la construcción de una presa en los sesenta por las crecidas del Nilo.

– Supongo que esto es una mucho mejor historia que ya sabes cualquiera en el Museo Británico… – susurró discretamente al oído a Stewy.

Él sonrió sarcástico. Después, propuso: – Dame algún detalle que veas como amante del arte, alguno que al resto se nos pase por alto.

Ella pareció insegura un segundo.

– Pues… ¿Ves los motivos esculpidos a lo largo de la parte baja? Probablemente represente la naturaleza del lugar donde lo construyeron.

– ¿Sí?

– No lo sé. Pero mi parte favorita es que el portal de entrada está decorado con una representación del sol – se rió.

Él la apretó contra sí y le pasó un dedo por el lazo de su vestido. – Salgamos de aquí. Tengo más planes para ti.

La chica del museo se giró hacia ellos con una mirada curiosa probablemente porque fue bastante evidente que estaban manteniendo su propia conversación.

No dijo nada, solo sonrió.

Pero Lavinia se disculpó igualmente – Perdónanos.

– No, está bien – les aseguró con una sonrisa cordial.

Luego cuando les acompañó a la puerta Stewy también le dio una propina.

– El coche que he pedido va a llegar en 2 minutos – anunció mirando al móvil.


Cuando el Uber los dejó enfrente del club a donde iban notó una mano de Stewy en su cintura. Sonrió por lo bajo – ¿Vamos?

– Espera un segundo. ¿Te he dicho ya que estás espectacular? – La levantó un poco del suelo como en broma para subir a la acera, estrechándola en un abrazo, y comenzó a besarla de nuevo. Se apartaron unos pasos del lugar donde varias personas hacían cola para entrar mientras la besaba.

No podía dejar de mirarle. Quería mirarle para toda la eternidad. No quería perderse ni un momento de lo que hiciera o dijera a continuación. Su sonrisa, su boca. Todo sobre él la hacía sentir adorada, guapa y infalible, nadie lo había conseguido antes que él.

No fueron más allá de unos besos pero hubo un momento en que estos ya no eran suaves sino casi hambrientos.

Lavinia pasó sus manos alrededor de su cuello y se apretó más contra él.

Él subió sus manos por su cintura, besando su cuello, sujetándola firmemente de la cadera. Le miró encariñada – Stewy… No voy a tener sexo en algún callejón.

– Nada de sexo – dijo resuelto.

Lavinia se mordió el labio. Sonrió aclarándoselo en voz baja – Peroo… quiero sexo. Llévame a casa.

Entonces Stewy abrió los ojos expresivamente y negó un poco frustrado con la cabeza. Pasó su lengua por su labio inferior como si considerara algo.

Él tenía esa cosa cuando mordía su labio y alzaba las cejas cuando estaba tratando de tomar una decisión que la hacía querer arrancarse el corazón del pecho y entregárselo para evitar mayores complicaciones.

– Lamentablemente me he parado mi propia trampa – se quejó él.

– ¿Por qué?


Al entrar en el local de dos plantas les recibió una fuerte música y un lugar lleno de gente bailando como si no hubiera mañana. Vélines servía, de muchas maneras, para exhibirse además de ser un lugar donde disfrutar de la noche, como se podía ver dando un vistazo a la clientela, joven, guapa, con atuendos casual, pero a la última.

Su margarita de 26 euros de antes aquí sería una ganga.

Stewy se acercó a ella por detrás después de mantenerse a unos pocos centímetros y tomando sus caderas posesivo le besó el cuello. – Te quiero – masculló.

Ella aún no le había contestado apropiadamente cuando alzando la cabeza, Stewy anunció por sorpresa. – Mira, aquí los tienes.

Lavinia parpadeó un poco fuera de juego cuando la sonrisa de Tabitha y la mueca de su primo Roman aparecieron a unos metros entre la gente.

– Stew – murmuró.

Roman fue el primero en hacer los honores.

– Boo, bitch! – le soltó.

– Hola – entrecerró los ojos – Ah… Rome.

– Feliz cumpleaños, reina – intercedió Tabitha abrazándola. Y dijo – Stewy me dijo que vendríais aquí y que nos pasáramos a hacer unas copas con vosotros. Tu hermano estaba en esta barra hasta hace un momento, no me preguntes donde se ha metido.

– No iba a venir – Roman hizo una mueca – Pero tu novio me ha insistido este mediodía. Somos todos amigos ahora – ironizó.

– Contra mi mejor sentido común – escuchó murmurar a su espalda a su exasperado novio.

Tabitha rodó los ojos. – No es verdad. Literalmente te había avisado antes y me habías pedido que te enviara la dirección.

– Porque estoy intrigado por estos dos – tarareó. – Que cumplas muchos más y todo eso – hizo un gesto con las manos.

– Gracias.

Stewy se movió con una mano en su cintura. – Esto merece otra botella de champagne, ¿no?

– Pues eso – estuvo de acuerdo su primo.

Lavinia estaba ahora intrigada.

Cuando Rome y Tabitha estuvieron un poco lejos indagó: – Antes he tenido la sensación que habíais tenido un encontronazo.

Stewy la observó un segundo. – Algo así.

– ¿Y entonces?

– ¿Qué quieres decir?

– Aun así le has dicho que viniera. Parecías genuinamente molesto.

Stewy se encogió de hombros. – Es tu primo. No conoces mucha gente en Nueva York. Quería que brindaras con amigos esta noche por eso conseguí el número de Tabitha y la llamé.

– Oh Stew – se acercó para besarle.


– ¿Cómo te va con Kenny? – dijo Roman cuando se sentaron en unos sofás violeta en la segunda planta del local.

– No voy a revelarte información – le siguió la veta alzando una ceja.

Stewy pareció determinado a ignorar cualquier conversación que no fuera sobre lo mucho que molaba este garito… y su chica. – Ven aquí – le dijo interrumpiéndolos y haciéndola sentar un momento sobre una rodilla para besarla. Después la dejó ir al asiento pero la mantuvo cerca, cruzando las piernas y pasando una mano por sus hombros.

– Buaj – escucharon decir a Roman.

Tabitha rió.

– ¿Ya os ha contado Tabs que va a protagonizar la semilla del diablo?

– ¡Roman!

– Déjalo – le dijo Tabitha – Es un idiota.

– No soy un idiota – se defendió este.

– Un poco sí.

Lavinia les contempló un momento.

Era una pena que lo suyo no pudiera ser porque le gustaba Roman cuando estaba alrededor de Tabitha.

Parecían tener el mismo sentido del humor y se reían de chistes parecidos.

Vio a Stewy poner los ojos en blanco mientras le acariciaba la rodilla con cariño. – No estás bebiendo – le ronroneó al oído – ¿Todo está bien?

– Sí, es solo… que ya he llegado a mi tope – Sonrió.

Le miró un momento apretando los labios, estudiándolo.

Stewy atrapó su labio superior y lo saboreó.

Su lengua buscando la suya y las manos firmes en su espalda. Casi al instante un calor placentero zumbó a través de ella.

– Ey, en serio. Buscaros una habitación – se quejó Roman con una mueca de asco.

Estaba feliz y de buen humor. – Te aguantas y miras – bromeó.

– Nunca entendí vuestra amistad y ahora no sé por qué – se burló Stewy fingiendo desesperación.

Lavinia suspiró hundiéndose en el asiento con una sonrisa.

– ¿Alguien sabe dónde están los baños – y después de una sonrisilla de burla de Roman – Voy a ir sola – movió la cabeza.

– Ya te acompaño yo – se ofreció Tabitha. – Vamos.

Bajaron por una escalera hacia la primera planta llena a reventar.

– No pensé que nunca diría esto pero ahora te tengo envidia… de la mala. Me llamó a media mañana para contarme esto. No lo tomes a malas pero hasta ahora pensaba que Hosseini era divertido, justo ese punto de mordaz que a una le pone y un poco un gilipollas, y estoy segura que folla bien, pero nuncaa… hubiera dicho que era tan mono – se burló.

Lavinia movió la cabeza un poco ruborizada.

– Está siendo increíble. Casi me da un poco de miedo…

La regañó – ¿Por qué?

– Porque… no hace tanto que estaba probándome ese vestido de Willa para ir a la ceremonia de Shiv y aquí estoy muy enamorada y él tiene un ritmo de vida muy alto y todo montado – dijo avergonzada. – A veces tengo que apagar la vocecita que me dice que no puede durar – cogió aire – ¿Además… dura nunca? Rome y tú hacéis una gran pareja y ya no vivís juntos, ¿no? Sé que evitáis el tema pero…

Tabitha sonrió.

– Oh, vamos. Rome está fascinado con esa abogada de la que hace coña todo el rato. ¿No te has dado cuenta?

Parpadeó. – ¿Qué abogada?

– Mira – anunció Tabitha en ese momento – Tu hermano, al fin. ¿Y qué hace él aquí? No ha venido con nosotros.

Greg estaba en la puerta del baño de hombres discutiendo algo con… Tom.

– Oh, la cumpleañera – dijo éste cuando se acercaron – Shiv ha ido a cenar con Logan. Nadie me dijo que había un cumpleaños.

– No es… solo estamos brindando. Fue idea de Stewy.

Tom abrió los ojos.

– ¿Stewy?

– Su novio – aclaró Tabitha que siempre parecía imponerle un poco.

Alzó una ceja – Interesante… ah, tenía la esperanza de alcanzar a Greg y dado que estaba cerca cenando con un amigo abogado… me he acercado. ¿Te vienes a tomar unas copas?

Greg se estremeció un poco.

– Ah, sí, bueno… tendría que… bueno… quería felicitar a mi hermana aunque ya lo he hecho por la mañana, ahm. Felicidades – le dio un abrazo inclinándose un montón.

– ¿Estás bien? – Lavinia le miró a él y después a Tom.

– Sí, solo… estaba diciendo a Tom que voy a atender mi trabajo como siempre. Y que Pugh me representa – sonrió forzadamente.

– Ya – alzó la cabeza hacia Greg. – Gracias por venir.

– No, no es nada. Te va a llegar un paquete a casa… es mi regalo. Ya me dirás que te parece.

Sonrió. – Greg no hacía falta nada. Gracias. ¿Te quedas entonces?

– Ah, un poco, tengo que levantarme mañana temprano pero… eh… voy a ir a la barra con Tom a por esas copas.

– Vale – asintió, juntando las cejas.

– ¿Qué era eso? – le preguntó después Tabitha cuando entraron al lavabo de mujeres.

La miró pensativa – Si quieres que te lo diga, nunca estoy del todo segura.

– Ah, hablando de regalos – dijo Tabs rebuscando en su bolso cuando estaban ya de salida. Le tendió una caja pequeña con un lazo de papel – Toma.

– Tabs…

Retiró la tapa de cartón y esbozó una sonrisa. Era una piedra sin pulir de cuarzo azul – El cuarzo azul simboliza la concentración, la tranquilidad y la calma, lo que vas a necesitar en cantidades industriales si trabajas con Kendall Roy.

Se rió dejando tapándose los ojos con la mano.

– Además – continuó Tabitha – Hace bonito en cualquier escritorio y puedes lanzarlo contra alguien.


Roman estaba dando conversación a un chico de su edad a quien parecía conocer cuando volvieron a los sofás. Tabitha se disculpó un segundo. – Voy a por una copa. ¿Queréis algo más?

– Oh, no, gracias.

Stewy mostró su copa. – Estoy servido.

Lavinia le sonrió y se sentó de nuevo en el sitio a su lado. Él volvió a pasarle un brazo por encima los hombros y con un dedo le acarició un punto sensible a tocar de su oreja. Sonrió como uno de esos gatos arrogantes de los dibujos. – ¿No estás teniendo un acalorado affair con Tabitha, no?

– ¡Stewy! – le riñó. – Solo estábamos conversando con Greg y el marido de Shiv.

Eso hizo que entrecerrara los ojos. – No creo que incluyera a Siobhan o a su marido en mi llamada. ¿Lo siento por eso? – tanteó.

– Oh, no, es... que estaba aquí por Greg. Ellos… se comportan raro el uno con el otro – dijo a falta de una explicación más lógica.

Stewy levantó un poco la comisura de los labios. – ¿Cómo de raro?

Lavinia quiso poner alguna excusa porque Stewy estaba ya probablemente pensando en lo peor, pero al final se rindió.

– Por las nubes de raro – resopló ella.

– Eso es… interesante – conspiró.

Lavinia le miró. – Bueno él sin duda piensa que la identidad de mi novio es también muy interesante – canturreó. Después, le besó en la comisura de los labios.

Eso le distrajo. …

– Oh, ¿y lo es? Tu novio. ¿Interesante?

– Y terrible… sobre todo terrible – se mofó.

– Y… – la mano de Stewy se deslizó a su cintura – ¿te apetece acompañar a tu terrible novio fuera para… ahm… a tomar el aire? He robado un paquete de cigarrillos a Roman. Copenhagen. – Hizo una mueca al decir la marca.

– ¿Roman lleva un paquete de cigarrillos encima? No recuerdo si nunca lo he visto fumar…

– Creo que solo lo finge – Stewy sonrió con su propio chascarrillo. Después, le dio la mano para levantarse y se dirigieron a la salida.

Cuando estuvieron fuera él pidió fuego a unas chicas con toda su labia y se sentaron en una pequeña plaza con bancos, cerca del local elegante y entre rascacielos. Vio a Stewy dar una larga calada al cigarrillo en silencio.

Se encontraban en ese momento de la noche en el que es fácil decir algo de lo que te vas a arrepentir.

Habían bebido aunque no tanto. Al menos Lavinia se sentía híper consciente de su entorno.

– A mi abuelo le ha llegado la anécdota de la despedida de soltero de Ken – murmuró.

Él se giró hacia ella cerrando un poco los ojos. – ¿Cuál?

– Whoa. ¿Hay muchas?

Stewy vaciló. – Estaba... bromeando.

– ¿Tú también…. participaste en pagar un hombre para que se tatuara la frente con las iniciales de Ken?

Lavinia lo dijo en tono casual pero Stewy pudo distinguir el pequeño gesto en su entrecejo.

¿Lo había hecho?

La miró con una mueca. – No puedo decir que recuerde mucho de esa noche.

– Oh.

– Probablemente Bourbon Street no vio lo mejor de nosotros... Pero genuinamente no tengo una recolección clara de esa parte.

Arrugó los labios, mirándolo.

De alguna manera que no tuviera el suficiente peso en su mente para que no hiciera clic de inmediato no la hizo sentir mejor.

Se quedaron en silencio y ella apoyó su cabeza en su hombro.

Él le dio una nueva calada al cigarrillo.

– Algo te preocupa – intentó adivinar Lavinia, aunque era muy muy sutil.

– Nop.

– Oh, Stewy… Soy yo, me lo puedes contar.

No era sano que pasaran de puntillas por ello cada vez.

No importa qué hubiera en el pasado entre ellos. Si era sobre Kendall y tenía la impresión que tenía que serlo… había una amistad allí que le importaba… no tenía por qué decírselo él... Ella también había estado en Paxos.

Al fin, Stewy suspiró y saliendo de su mutismo le dedicó una sonrisa comedida. – Podría tener razón. Roman. En lo que me ha dicho este mediodía. En ese entonces…, tal vez alenté que nos drogáramos como una mierda solo para que siguiéramos haciendo justamente aquello. Él… simplemente lo llevaba muy lejos cuando las cosas iban mal con su padre – chasqueó la lengua. – No me malinterpretes, nunca intenté pararle. Aunque rogué que vomitará en más de una ocasión con los putos dedos en su garganta para no llamar al 911… … Lo conseguí casi siempre. Como ves, soy un amigo de la hostia – dijo con una línea sombría en sus labios.

Lavinia alisó la falda de su vestido abstraídamente y inhaló aire serena: – Lo siento – aunque no sabía muy bien por qué. De algún modo parecía que era lo correcto que decir. Eso y, con mucho cuidado – No te enfades… pero creo que puedo entender a Rome… Porque si ahora le pasara algo grave a Greg probablemente iría y mataría a – retuvo un nombre entre los dientes –… quién le estuviera metiendo en un lío… Pero Greg es un adulto. Ken era un adulto. O no era más crío que tú…

Stewy echó la cabeza hacia atrás y masticó su labio inferior. Dejó escapar un suspiro y tiró el cigarrillo que tenía en las manos – No quiero estropear esta noche – sentenció y la miró a los ojos. – Es tuya. Te quiero con mi vida, mierda Lavinia.

Ella mantuvo su mirada con una sonrisa.

Esperó que dijese algo más, pero no lo hizo, así que le contestó de manera cariñosa. – Sé que te importa, cariño. Está bien.

No pudo evitar tener sentimientos encontrados.

Pero entonces él le beso el lóbulo de la oreja con delicadeza allí donde tenía uno de sus pendientes y Lavinia sintió como si la recorriera una energía indescriptiblemente cálida, protectora.

Se permitió cerrar los ojos y disfrutar de la sensación.

– Livy – se fijó en sus ojos y su expresión fue ilegible.

– Dime.

– No quiero que trabajes para él. Prefiero que estés lo más lejos posible de ese lío.

No estaba acostumbrada a escuchar ese tipo de demanda en Stewy. Le miró en silencio.


TW: Mención de drogas · mención de maternidad subrogada · Alcohol

Tabitha cita la canción "Boum, Boum, Boum" de Mika. El Bullingdon Club que menciona Vinnie es totalmente real.