"It's not easy to know
I'm not anything like I used to be
Although it's true
I was never attention sweet center
I still remember that girl

She's imperfect but she tries
She is good but she lies
She is hard on herself
She is broken and won't ask for help
She is messy but she's kind
She is lonely most of the time
She is all of this mixed up
And baked in a beautiful pie

She is gone but she used to be mine […]"

– Used to be mine (Sara Bareilles)

Capítulo 30. La princesa del guisante

No fue consciente de cuánto había bebido la noche anterior hasta que se dio cuenta de cómo de mala era la resaca de esa mañana.

Le costó varios minutos recordarlo todo.

– Mierda.

Se sentó y se frotó los ojos bruscamente con ambas manos, gimiendo un poco por el dolor agudo en su cráneo. La luz que entraba por la ventana la golpeó sin clemencia.

No, ¡pensó que no había bebido tanto!, pero puede que ese vino tinto italiano absurdamente caro le hubiera sentado como un tiro.

El edredón con el que se cubrió desprendía tanto calor como una hoguera, envolviéndola en calidez. El sol de mediodía que entraba por el ventanal la cegaba, pero durante unos segundos no se movió.

La ayudó a sentirse apartada del mundo, aislada.

En algún momento de la noche, sedienta y con la boca seca, se hizo con la botella de zumo de manzana en cristal elegante que había en un pequeño frigorífico en la habitación.

Quedaba un vaso en la mesita de noche, lo vació de un trago. Su víscera no tardó en transmitirle el correspondiente latigazo de bilis. No era resaca, ni jet lag

Los golpes de Greg en la puerta hicieron literalmente que su cabeza quisiera explotar.

Ella gimió, cayó de nuevo contra el cojín y se enterró debajo de las sábanas en un intento de ignorarlo. – ¡Vete! – gritó, la voz amortiguada por la ropa de cama.

Estaba hecha polvo en todos los sentidos.

Que sí, vale. Stewy se follaría a partir de ahora a todo lo que encontrara, pero ella hoy iba a ponerse la letra escarlata por idiota.

Lo que había pasado con Lukas Matsson la golpeó como una tonelada de ladrillos.

Oh, Dios.

Ya no estaba tan enfadada como ayer sino triste.

Si supieras donde estaba anoche, ¿te morirías tú también de celos? ¿Por qué, si eres libre?

Puedes estar segura de que sólo uno de vosotros está tirado en la cama a estas horas de la mañana lamentando sus decisiones de vida, se dijo.

Con los ojos cerrados, dejó ir un improperio.

¿Qué tipo de solución había pretendido que fuera la noche pasada…? Una mala idea es lo que había sido… aunque no algo premeditado.

Basta.

Estaba a gusto con Lukas, le gustaban sus conversaciones, nada más.

Ni siquiera estaba segura de que no fuera un papel. Había un nivel imprevisto de extrañeza en su carácter.

Joder, sí era un tiarrón también, y ella no era del todo de piedra. Aunque mierda, le había dejado una leve marca roja en la muñeca al sujetarla sobre la cabeza cuando la empezó a besar.

La sensación que tenía esta mañana era como si aquella de anoche no hubiera sido ella.

Mierda.

Stewy… maldita sea.

Stewy habría podido ser el líder de una secta y Lavinia le habría seguido a donde fuera. Sin preguntas. Siempre y cuando la tomara de la mano. Esos ojos marrones profundos suyos. La forma en que su cabello se veía desordenado entre sus dedos. Esa maldita sonrisa aguda en sus labios.

Todas esas modelos perfectas podían ir al infierno.

Sintió una opresión en el pecho.

No soy quien para juzgar tu forma de superarnos…, pero yo no sé hacer lo mismo.

No soy tú.

Lavinia volvió a coger aire y rodó en la cama.

Había otra cosa.

El gran elefante en la habitación.

¿Y sí…? No, no. Seguro que no.

Le rondaba esa idea por la cabeza desde ayer en la bañera, pero no hacía más que decirse a sí misma que no podía ser…, habían tomado precauciones.

Se mantuvo debajo la colcha, preguntándose si estaría embarazada. Dios.

No podía pensar otra cosa que no fuera que no, absoluta y rotundamente no, o no sería capaz de salir de esta cama.

Era lo último que había creído que pasaría.

Deseaba con todas sus fuerzas que alguien que la quisiera la envolviera con sus brazos y la consolara. Estiró la mano hacia el lado izquierdo, esperando que otra mano se entrelazara con la de ella, pero obviamente no hubo ningún contacto.

No iba a volver a dormirse pero quería seguir acostada porque no se le ocurría nada mejor que caer tranquilamente en la inconsciencia permanentemente.

La voz de Greg la sacó de su trance: – ¡Vinnie!

Lavinia se quejó interiormente sin moverse. – ¡Ahora no! – rogó a su hermano.

– Pero…

– ¡No!

Se sentía con el corazón maltrecho, confusa y triste, y realmente no sabía qué pensar de nada.

Estoy bien, se repitió.

De momento, intentó no hacer más leña del árbol caído tirando de un pedazo de su orgullo intacto.

Quería mucho a Stewy pero nunca estuvo destinado a quedarse para siempre.

Entonces, ¿por qué ella no había huido hace mucho? Le había permitido coger su corazón y hacerlo añicos.

Sintió clavarse su voz en la sien hablando de su polvo con aquella chica: "No significó nada…".

Los ojos se le llenaron de lágrimas.

Ya ni siquiera le quedaba energía para enfadarse con él o con sí misma.

Lavinia tragó saliva, presa de las náuseas.

Me siento una mierda.

¡Maldita sea, Stewy!

Lo odió durante un segundo.

Se sentía ridícula, sobrepasada.

Estaba hecha un desastre.

Todavía quiero llamarte y susurrar que te quiero.

Lavinia apretó el rostro en la almohada con más decisión, pero entonces se puso rígida pensando en que se había sentido estúpidamente consciente de sí misma, sofocada, de aquella manera, medio desnuda contra Lukas. ¿Por qué había hecho eso?

Se quedó en la cama mientras el grito que intentaba escapar de su garganta fracasaba en su intento.

Con Stewy era diferente, como una indecente delicia que al final siempre la llevaba de vuelta a casa. O a la sensación de estar en casa incluso en sus momentos más vulnerables.

Se limpió las lágrimas con dignidad y entonces se dio cuenta que había dejado un rastro de rímel en la almohada que no se fue anoche al ducharse.

Se había ilusionado como una cría, pero dolida, ya no confiaba lo suficiente en él, y no quería pensar en el daño que todavía podían hacerse tratándose de ellos dos. A su manera ambos eran tozudos y complicados.

Que pasa que te guardo luto dos días y medio, y ya está.

Se obligó a no sentir mucho, porque de lo contrario, se vendría abajo de nuevo y con un vuelo de vuelta a Nueva York por delante y el estómago revuelto no podía permitírselo.

Florencia tendría que haber bastado por unas horas. En su cabeza era una de sus ciudades favoritas.

Pero había tantas cosas perfectas en su mente y ella quería olvidarlas todas:

Stewy, sus manos, sus ojos, su sonrisa, su aroma, un día cualquiera de todos esos meses que dejaban atrás.

Se sobrepondría a esto… preferiblemente si su cuerpo no la traicionaba…, ¿pero cómo?

¿Centrándose en un trabajo que apenas se sostenía? ¿Cortándose el cabello? ¿Gritando? ¿Convirtiéndose en Elle Woods arrojando chocolate al televisor y gritando 'mentiroso' en cada escena cursi de todas esas pelis romanticonas malas de las plataformas?

No de GoJo claro. Mierda, joder.

Lo único que deseaba ahora era media hora más de paz antes de afrontar el mundo fuera de esta habitación.

– Tienes que levantarte, Vinnie – La voz de su hermano se escuchó entrecortada en el corredor. Obviamente estaba tratando de darle prisa porque serían las tantas, pero Lavinia se sentía demasiado desdichada como para que le importara.

Le escuchó hablar con alguien más.

– Acabo de dejar a Logan. Van a trabajar unas horas más aquí antes de trasladar todo el mundo a Nueva York. ¿Deberíamos brindar por el cambio en la marea? Vamos, ¿qué dices? ¿Qué dices, Greg? Despierta – Era ese tono a veces impostado de Tom.

De cuando hacía alarde de una falsa bravuconería.

– Ah, solo… un momento, un momento, ¿vale? Estoy intentando…

– No te habría contado lo que pasó en el pueblo el otro día si sé que te pones así, hombre. Algo le ha debido sentir mal. Déjala en paz. Ven, idiota. Bajemos – podía imaginar al marido de Shiv moviéndose detrás de Greg en la puerta, ese gesto entre una sonrisa y el ceño fruncido.

– Vale, un… segundo.

Tom se echó a reír de una manera un poco descocada que le hizo agradecer que al menos ella hubiera cerrado los ojos esa noche. ¿Había ese hombre dormido en absoluto?

– Claro, tómate tu tiempo. Yo voy a… – hubo una pausa larga – Está al tanto, ¿sabes? Shiv. No lo dijo pero… Pero tú quédate aquí, adelante. De canguro de tu hermana adulta en perfecta forma. ¡Espabila!

Greg volvió a golpear la puerta.

Lavinia se quejó.

– ¡No! ¡Vete!

El chico suspiró ruidosamente. – Tom ya se ha ido. Voy a entrar, ¿vale? – y entró en la habitación con la llave que había conseguido explicando a la chica del servicio una historia de indios y vaqueros.

No sin tener evidentes problemas para encontrar el giro correcto de la llave.

Lavinia recordó que tenías que empujar un poco la puerta para que cediera fácilmente.

Jesús.

Oyó un crujido y supuso que Greg estaba rebuscando en su armario. Cuando el ruido se desvaneció, se dio la vuelta y trató de bloquear toda la luz.

Se sintió algo molesta.

No tenía ni idea qué estaba haciendo con su vida pero quería estar a solas.

– Pff, no – protestó. – Vete con Tom, por favor.

– Oye...– dijo Greg después de un momento. Todavía sonaba inseguro, pero ahora había más emoción detrás de su voz que la prisa. – No… no estás enferma, ¿verdad?

– No realmente – admitió, aunque sabía que probablemente se veía peor de lo que se sentía. Lo último que necesitaba era parecer resacosa y levantar preguntas. Fue consciente por primera vez que era mala idea contar que había cenado con Matsson – Pero estoy agotada. Por favor…

– Está bien... – Greg no parecía convencido. – Ahm… pero tenemos que hablar. Willa me ha ayudado a tener la llave de tu habitación. Te he estado llamando durante horas. Roman mencionó en la iglesia que no vendrías y entonces Tom me dijo que el otro día te— te habías encontrado mal. ¿Necesitas uh, algo del armario?

– ¿Qué ha pasado? – Ella le miró entre las sábanas y frunció el ceño. – ¿Cuál es el problema de Tom?

Greg suspiró.

– Kendall, Shiv y Roman. Ellos se fueron ayer por la noche. Después de uh-huh, algo grande sucedió con Logan. Aparentemente le está vendiendo la compañía a ese tipo sueco – Había algo diferente en Greg esta mañana. Aunque tropezó con algunas palabras. – Qué mal he dormido. ¿Puedo subir café? ¿Quieres? – hizo una señal con la cabeza hacia la puerta.

Lavinia se quedó quieta. – ¿Él está vendiendo la compañía? – susurró volviéndose a sentar en la cama.

Greg asintió con seriedad. Debió haber visto algo en su rostro porque balbuceó: – Creo que los hermanos trataron de bloquearlo pero no funcionó, algunas cosas con Caroline y, eh, el documento de divorcio de Logan. Realmente no lo sé – le aseguró. – Después trataron de hablar con Stewy para que los ayudara pero los Sandis no están a bordo y no sé… bueno, se han marchado.

Lavinia no podía creer nada de eso.

– Lukas. Matsson… Él va a...– Parpadeó. ¿Comprar Waystar?

– Matsson, ¿qué? Tom, dice que es, ahm, sólido. ¿Qué piensas?

Lavinia miró a su hermano. – ¿Cómo puedo yo saber…? Un momento – se forzó a pensar – ¿… por qué Tom, no sé…, no se ha ido con Shiv? ¿Por qué parece un loco?

– Pues, ah… Él— Sé que te vas a enfadar conmigo.

– ¿Por… qué?

Sintió la necesidad de alzarse y correr al baño. Pero consiguió resistir esa urgencia, salió de la cama y se quedó sentada un momento con una mano en la frente.

– Whoah. ¿Estás bien? – Greg puso dos manos sobre sus hombros y apretó con fuerza. – ¿Qué tienes?

– Hace mucho calor.

– ¿Sí? Estás empapada en sudor frío… – hizo una mueca.

Lavinia cerró los ojos. ¿Qué es lo que había pasado anoche?

Y ella…, ¿cómo terminó sola, con su hermano pequeño deambulando por su habitación nervioso? ¿Y por qué se encontraba tan mal?

Lavinia solo quería recuperar el orden en su vida. No quería odiarle. No quería estar decepcionada y enfadada. Y Dios, no quería estar aquí, teniendo esta conversación en absoluto.

Su cabeza comenzaba a dolerle de nuevo. Pero luego escuchó un nuevo golpe suave a su lado y abrió los ojos. Greg se había sentado a su lado en la cama y la rodeaba con un brazo. – Greg, yo —

– Comfrey va a trabajar para la condesa en su marca en Instagram – dijo Greg. Se frotó la frente. No le quedó claro si todavía estaba hablando de lo mismo. ¿Qué demonios? – Tom advirtió a Logan… Bueno, es raro. Porque el tío Logan acaba de joder como… ¿a la mayoría de la familia? ¿Crees que si hay un enfrentamiento entre Logan y ahm ellos Ken, Shiv…? ¿Tú vas a seguir trabajando para Kendall? – bajó la voz – Porque creo que podría pedirle a Tom… Puedo intentarlo… Aunque… no sé si cumplirá con todo lo que dijo…

Demasiada información sin ningún contexto en absoluto.

Lavinia se mordió el labio. – Dios, no, no hagas eso. Y no lo sé la verdad. No he hablado con Ken desde que llegamos del hospital – hizo una pausa asimilando que se había perdido un montón de cosas. Se frotó los ojos – Ni siquiera sé si te sigo…

Eso pareció tirarlo para atrás. – Ya bueno…

– Greg… no hagas nada que vayas a lamentar – intentó advertir aunque probablemente ahora mismo no estaba en su estado más convincente.

Santa mierda.

– ¿Dónde estabas ayer? – La cuestionó su hermano. – Por qué, bueno, Roman dijo que te encontrabas mal pero creo que pensaban que estabas con Stewy. ¿Él no… está aquí no?

¿Dónde, Greg? ¿Debajo de la cama?

Ella negó con la cabeza.

–No... Estaba… sola aquí – Se sentía súper avergonzada, culpable, triste por lo que pasó ayer. Iba a volver a hundirse en la almohada. Lo que no sabía si antes o después de dejar de sentirse como si hubiera estado en un aparatoso descarrilamiento de tren.

– Como no respondías… el teléfono ni abrías la puerta… – Greg se puso de pie. – ¡De todos modos, hay panqueques abajo si tienes hambre! – Anunció – Tom dice que hay tiempo pero yo no contaría con eso. Por lo que sé el tío Logan está de un humor de mil demonios, en cualquier momento van a decir irse… Al parecer Matsson ha estado poniendo condiciones que le han enfadado más y más. Están preparando una sala de operaciones en el aeropuerto para seguir trabajando desde allí. Hasta que el piloto tenga preparado los aviones, ahm, ya sabes.

Lavinia se recostó en su almohada con un suspiro. Se obligó a preguntar antes de que cerrara la puerta: – ¿Qué sabes sobre Stewy?

Hizo una cara rara.

– Uhm-hu. Hay muchos rumores. Aparentemente, dicen, se reunió con Kendall y Shiv y Roman, a altas horas de la noche. ¿Estos eh, eh, vuestros problemas son sobre ya sabes... de alguna manera?

– ¿Sobre Kendall? – preguntó con una pequeña sonrisa a punto de desmoronarse. – No, realmente no lo creo. Pero se acabó – confesó.

– Ahm. No me gustaba mucho, creo ¿sabes? Le vi una vez, bueno, encerrarse en un lavabo de una cafetería con Ken. ¿Quién hace eso? – dijo a media voz en tono de camaradería – No sé si te lo había dicho.

Lavinia frunció el ceño. Ni siquiera tenía fuerzas para pestañear.

¿Era un intento malo de Greg de solidarizarse con ella?

– Oh, Greg. Para – rogó – Me gusta— Me gustaba lo suficiente para los dos.

Su hermano la miró.

Entonces, después de un segundo. – ¿Vienes con nosotros? ¿En el jet de Logan? ¿Cómo vas a volver a Nueva York? – Eso la hizo detenerse a reflexionar.

Ni siquiera le había dedicado un pensamiento. No había nada más para ella en Nueva York que el trabajo de Kendall y Greg. Pero ni siquiera había considerado cómo llegaría a casa. – Eh, ¿supongo que sí? – ella sugirió.

Greg sonrió ampliamente y recogió torpemente su bolso del suelo. – ¡Bien! Toma. Ehm. Empieza a empacar entonces – Greg salió de la habitación y Lavinia se recostó en su almohada, confundida.

Hostia, joder.


Lavinia no se dio cuenta de que se había quedado dormida hasta que Greg la despertó. – Vamos – instó. – Ya casi es hora de irse.

Se quedó pensativa en la cama sólo otros cinco minutos.

De repente se encontraba mucho mucho mejor.

Como si el malestar de hace unas horas fuera imaginado.

Excepto, porque no lo era.

Deslizó la mano a uno de sus pechos, apretándolo ligeramente debajo del tejido de la camisola. Los sentía insoportablemente tiernos.

Tragó saliva.

Estaba al final de la semana de descanso de la píldora. Entonces, ¿por qué no había tenido la regla…? Tomaba las anticonceptivas, se suponía que su período tenía que ser regular.

Debe ser normal tu cuerpo está adaptándose a las pastillas y…

No puedes haberte quedado embarazada. No eres una chiquilla irresponsable.

Pero el autoconvencimiento le valía cada vez de menos.

¿Y si esto estaba pasando en serio…?

Lavinia movió la cabeza en negación. Y acto seguido aparecieron las lágrimas de miedo, las de enfado y las de frustración. ¿Por qué te pasaría algo así?

Hemos estado locos el uno por el otro desde el principio…, pero nos hemos cuidado.

No podía permitirse quedarse paralizada si quería ser funcional hasta llegar a casa.

Se vistió con una blusa larga y unos pantalones de pitillo, respiró hondo cuando comprobó que no le quedaran diferentes a otras veces y salió con prisas por la puerta. Había mucho ruido abajo. Caroline y su novio se iban de luna de miel a algún lugar cuando ella llegó al jardín.

– Buen viaje – dijo a Peter Munion cuando estuvo más cerca y luego Caroline se volteó.

– Mira, quien está aquí. Dile a tus primos que no sean tan sensibles con su pobre madre, ¿puedes?

Ella no supo muy bien qué contestar.


A esta hora tendrían que estar en el hangar.

Pero seguía sin haber un borrador cerrado con Matsson y al parecer su tío seguía retrasando la salida.

Algunos portales online habían empezado a especular más ruidosamente sobre el asunto.

Ella se había dejado arrastrar por Greg porque era la forma más fácil de volver a casa.

Pero iba a ciegas y quizás no estaba pensando correctamente.

Se encontró arrepintiéndose del todo cuando vio a lo lejos a Logan y Tom en una de las salas VIP del aeropuerto. Frank, Karl y Gerri en los aledaños.

El sonido de llamadas y los gritos de su tío detrás de la puerta en la que se habían encerrado.

Dio por hecho que nadie había dicho nada de su presencia aquí. Porque bueno… ella no era tan importante.

Pero se suponía que debería haber hablado con Kendall como su empleada.

Necesitaba ser consciente de qué terreno estaba pisando.

Lo único que sabía de los tres hermanos era por Comfrey, con quien había hablado brevemente por teléfono antes de salir de la villa.

Ken había mandado un correo a Berry y ella diciendo que Jess se quedaba al cargo de todo desde Nueva York y dándoles indicaciones para no hablar con nadie hasta nueva orden.

Algo sutil que parecía más un repliegue que otra cosa. Esperar y ver.

A ella no le había mandado ningún correo.

Llamó a Roman y a Kendall pero lo único que sacó en claro por sus respectivos buzones de voz es que todavía se encontraban en Europa.

Le envió un mensaje a Roman: "¿Puedo saber qué está pasando, por favor?"

La respuesta llegó casi media hora después: "Sólo algunas cosas. ¿Estás con Tom y el idiota de tu hermano?"

Lavinia escribió con un suspiro: "¿Puedo preguntar dónde estás tú?"

Román mandó otro mensaje de texto: "Si estás con ellos obviamente no".

"Por Dios, Rome. Estaba enferma y me despierto hoy y el mundo se ha vuelto loco", mintió superficialmente, haciendo una mueca dolorosa al escribir. No podía mencionar que tuvo ese encuentro con Lukas. No ayudaría exactamente a su situación de todos modos.

De alguna manera era cierto.

Se sentía enferma y no sabía nada.

Lukas no le había dado ningún detalle de las cosas.

Era excéntrico pero parecía determinado a conseguir este negocio.

Lavinia atendió una nueva notificación de Roman: "¿Entonces estás bien? ¿A dónde fuiste? La otra minion de Ken parece tener la impresión que no te quedaste en tu habitación. Pero Stewy no sabía nada de ti anoche".

El corazón le subió a la garganta y allí se quedó, impidiéndole respirar.

Pero se obligó a responder rápidamente para evitar responder más preguntas sobre dónde había estado: "Solo me quedé dormida. ¿Por qué no me dices de qué se trata todo esto?"

Llegó otro mensaje de Roman. "Kendall pregunta si todavía estás dispuesta a trabajar con él. Te llamará cuando no estés con esos traidores".

Lavinia gimió. Realmente no podía tomar un descanso ahora. "Tengo que volver a Nueva York, preferiblemente sin un costo extra".

"Oh, ¿no te paga lo suficiente para el billete?".

Miró a través de un cristal más allá de los dos guardias de la entrada.

No se veía nada de interés. Pero subiendo por uno de los ascensores a esta zona exclusiva en el ala este del edificio de mármol y mucho vidrio había podido ver una pequeña parte de la terminal comercial. Había tiendas, cafeterías. Una farmacia.

Cerró los ojos, pensando en hacerse un test de embarazo.

Podía pedirles a los guardias si había alguna manera que ella pudiera bajar ahí.

Buscar un servicio.

Salir de dudas.

Pero no quiso que en este momento su vida se volviera más extraña todavía, haciéndose un predictor en el baño VIP de un aeropuerto.

Dios, ni siquiera podía pensar en ello.

Cogió de nuevo el móvil de su bolso y abrió el calendario tratando de recordar la fecha de la última vez que Stewy y ella habían… Las cosas ya iban mal y tuvieron sexo en la cama de una de las suites del hotel Mandarín Oriental.

Deberían haber cenado, pero él le había dicho que la necesitaba, y ella había querido no soltarse jamás consciente de que se perdían pese a intentar ponerle excusas.

Habían hecho todo lo que se suponía que debía hacer para evitar cagarla. Los anticonceptivos. No se había olvidado ninguna píldora.

Había habido un o dos pequeños desmarches con las horas pero siempre dentro de un rango de tiempo aceptable. No era una novata.

Lo único… vomitó de ansiedad esa vez en Richmond y no tomó otra pastilla de inmediato, pero sentía que esa no era una razón fuerte para explicar su preocupación.

Tal vez solo tuvo mala suerte. 1 entre 100 o lo que sea.

Su mente se desvió hacia esa posibilidad. Una endeble, pero... ¿y si?

Se le removió todo.

Se abrazó pasándose las manos por los brazos sintiendo un poco de frío por el aire acondicionado de la sala, cuestionándose por que habría de tener tan mala suerte.

No podía ser.

Aunque, ¿por qué su cuerpo estaba reaccionando como lo hacía?

Era una soberana tontería porque no cambiaría nada pero se sintió agradecida por no haber llegado más allá con Lukas.

Hoy se sentiría mucho peor.

Decidió que no estaba lista para ninguna respuesta real a sus dudas y volvió a enviarle un mensaje de texto a su primo Rome.

No iba a quedarse tirada en Italia para que Roman se quedara más tranquilo. No ahora.

"Estaré en Nueva York en menos de 9 horas. Tengo el perfil de esos periodistas de The Globe que estaba siguiendo Comfrey. Dile a Ken que me llame, ¿sí?"

Se había dedicado a ello la última hora para no pensar.

Entonces Roman le envió un mensaje de texto con un signo de interrogación.

Se pasó el vuelo lo más callada que pudo, ajena a todos.

Sintió alivio cuando, excepto su hermano, el resto ignoró su presencia.

Había dos aviones.

En este ni siquiera iba Logan.

Un par de horas después del despegue Willa se sentó a su lado mirándola.

Había estado muy abstraída ella misma. – ¿Todo bien? – murmuró.

– Sí. Solo… me siento distraída.

Le ofreció una copa de champagne pero Lavinia sólo la sujetó entre las manos fijándose en las burbujas.

Cuando acercó sus dedos al teléfono móvil que había dejado sobre la mesa que tenían enfrente se sorprendió a sí misma googleando.

Google, ¿qué pasa si he bebido en las primeras semanas de embarazo?, buscar.

Internet no siempre era una buena idea.

Había algunas entradas intentando tranquilizar a las pobres desventuradas que no habían podido sospecharlo antes, otras eran absolutamente brutales.

Una carcajada cruel resonó dentro de ella.

¿No querías sentirte peor? Pues aquí tienes.

Dejó el móvil en la mesa, la mano izquierda viajó hasta su vientre sin apenas darse cuenta.

No es como habría querido que pasara.

Además no podía hacerlo sola.

Se dijo que si la prueba era positiva todavía tendría que decidir.

Ni siquiera podía imaginárselo diciéndoselo a Stewy.

Sería encantador tener un bebé que se pareciera a él. Negó con la cabeza, angustiada. No sería en algún modo encantador tener un bebé sin padre.

¿Stewy con niños? Stewy aborrecería la idea.

¿Y si la acusaba de intentar atraparlo quedándose embarazada?

Era un pensamiento deprimente.

Durante un instante, una honda emoción la invadió. Aunque fue incapaz de ponerle nombre.

Ella sabía bien qué difícil era gestionar la sensación de ser un hijo no deseado. No sé cuántas veces mi madre me ha dicho que le arruiné la vida.

A veces, de pequeña, veía a sus amigos con sus padres, y no entendía por qué en casa no era de esa otra manera. Por ese entonces, Greg le había hecho preguntas que ni siquiera sabía contestar.

Había tenido esa fantasía de pensar que la familia que le tocó no fue perfecta, pero que la que ella tendría un día sí lo sería.

Que no le pasaría como a sus padres.

Su yo niña no se lo perdonaría.


En vez de volver a la villa donde Caroline había situado a sus invitados o ir a la que había alquilado Kendall; la noche en que todo había caído por su propio peso Ken, Roman y Shiv se trasladaron en coche a un hotel en Siena.

Acabaron en un salón privado que pidieron a la dirección para discutir qué iban a hacer. Si es que había algo que todavía estuviera en sus manos.

Colin los había invitado a irse mientras Roman todavía esperaba de Gerri alguna reacción a su súplica que desmintiera su primera respuesta.

Pero no sirve a mis intereses, ¿cómo va a servir a mis intereses esto?, le había preguntado.

Iverson y Sophie estaban en una de las habitaciones con la niñera.

– ¿Qué tenemos exactamente? – preguntó Roman tirado en uno de los sofás.

Kendall se aclaró la garganta. – Stewy está en Italia. Dice que Sandy no lo ve claro, pero podría escucharnos.

Shiv parecía pensativa. – ¿De qué manera nos ayudaría eso?

– Si probáramos otra moción de censura…

– Eso nunca funcionaría. No, no sin la ventaja adecuada.

Roman hizo una mueca. – Está Stewy… ya sabes… ¿solo en su hotel?

Shiv le miró: – ¿Qué quieres decir?

– Bueno, si escuchara a alguien que no fuera al viejo de Furness…, y no te miro a ti Kendall, es decir – aclaró – yo no te escucharía si fuera él. Ya me perdonarás y eso.

– No sé si está solo. No somos siameses…

Roman cambio de posición en el sofá, casi contorsionándose. – Ya, eso me temía…

Kendall insistió: – Es un amigo, Rome. Puedo convencerle.

– Lo que a estas alturas es normal de la hostia…

– Oh, cállate.

Su hermana, abstraída, sopesó la situación. – Tengamos la fiesta en paz, ¿queréis? Dile que venga. Hablemos con él. ¿Por qué no?

Roman chasqueó la lengua. – ¿Por qué no? – le imitó.

Estuvieron un rato más callados. – ¿Y qué hay de Datu, Dewi, Paul o el tío Ewan? – dijo Shiv en voz alta. – Vamos a estar aquí un día o dos más, ¿verdad? Así que usemos este tiempo para obtener algo de información.

Roman pareció escéptico. – ¿El tío Ewan en serio?

Kendall se miró las manos. – Bueno… no tenemos muy buena perspectiva si nos atenemos a los antecedentes… y no es suficiente.

– Ya, de alguna manera no creo que sea compatible, ya sabes – Rome alzó una ceja – el tío Ewan aliándose con Sandy y Stewy para darnos ventaja. Nah. Qué lástima que a Aaronson nadie le haya dado bola para estar en el consejo. Ese quizás…

– ¿No ha desheredado Ewan a Greg por trabajar con papá?

– Seh. ¿No te cuenta tu marido esas cosas? Greg está caput. Pero luego está el otro culebrón.

Shiv le miró interrogante, mientras Roman rodaba los ojos.

Ella bufó, ignorando a su hermano.

– ¿Y Paul?

Roman hizo una mueca.

– ¿Qué sabes de Tom? – preguntó Kendall, interrumpiéndolos.

Shiv mantuvo el tono neutro algo inestable debajo capas de acero en su voz.

– ¿Qué pasa con Tom?

Roman se quejo incrédulo:

– Total que Sandy y Stewy son nuestra única esperanza.

– ¿Alguien más?

– Nope.

Roman tiró la cabeza atrás.

Shiv rodó los ojos: – Entonces si descartamos a todos los parásitos como Frank y Karl…, y tenemos que Datu, Paul y Ewan van a ponerse del lado de papá…

– Los accionistas y la junta son los únicos que tienen suficiente poder para detener la venta.

– Ninguno de ellos importa.

– Ya, que va, Ken. No importan – fue sarcástico Roman.

Kendall les miró serio, una cierta tensión en sus hombros.

Luego se tiró adelante disipando esa tensión. – Todo eso no tiene mayor importancia porque si asegurásemos los cuatro asientos de Sandy y Stewy entonces…

Roman se quedó callado pero al final lo que quedó en su cabeza fue la voz de Gerri:

– ¿A cambio de qué? Al final del día es más dinero para todos ellos, ya sé que he sido yo quien ha preguntado pero… si Matsson les cayera como el culo… pero ¿qué posibilidad hay de eso? Querrán cobrar, se largaran y ya. Será mejor que vayamos mirando cómo hacemos nuestros montones de dólares como dijo papá – dio una mueca herida y doliente de incredulidad.

– Es igual. – Shiv concluyó – Llámale, a Stewy. Si está en Italia, no le cuesta nada escucharnos… Si vende, papá gana. ¿Por qué no querría Sandy impedirlo?


Stewy había llevado a cabo varias llamadas telefónicas esa tarde.

Una de ellas, muy desagradable, con Logan Roy; quien era evidente que iba a correr la distancia que hiciera falta para seguir tratándole como el colega de borracheras de su hijo.

No importa cuánto dinero hubiera hundido en la maldita empresa.

Hubo una pausa. Luego un suspiro apenas audible para su interlocutor.

– Si me permite, señor, al final del día es solo más dinero, ¿pero queremos saber qué está pasando? A Sandy no le gustan las sorpresas.

– ¿Oh, Sandy aún tiene el sentido del habla? Que le den. De mi parte, por favor, díselo.

Lamentó que Logan Roy no pudiera verle la cara para expresar su profundo tedio por esto.

Se apretó el puente de la nariz en un ejercicio de contención. Su tono creció más cortante: – Discúlpame, pero Sandy conoce perfectamente cuáles son sus prioridades, y eso no va a cambiar en el corto plazo... Quiero decir, estamos en posición de ser generosos, pero debemos estar informados... no ser emboscados repetidamente...

– Que os jodan. Si Sandy cree que puede tener alguna autoridad sobre cualquier decisión aquí… ¡Es más puto dinero! Stewart, vamos, ¿no vas a ser más rico después de esto? ¿No lo será Sandi junior? Dile a Furness que ponga orden a su mierda. – gritó Logan. – Tú dedícate a lo que sea que haces cuando no estás intentando joder.

Stewy exhaló aire. – Con todo el respeto, señor, solo he expuesto los hechos.

Oyó un bufido irritado antes de que Logan le interrumpiera de nuevo.

– No quiero saber los jodidos hechos. Dile a Sandy que deje de involucrarse en mis asuntos. Nos encargaremos de todo... a medida que suceda. El acuerdo con Matsson está encarado. Estamos esbozando un documento inicial y luego acabaremos de debatirlo en Nueva York y os informaremos – Hubo un problema de cobertura, pero luego la voz de Logan volvió alta y clara al auricular: – Ah y si te llama mi hijo, dile que se olvide de sus patéticos intentos de chapotear el barro en mi puta cara, que esto es bueno para él y sus hermanos. Eventualmente saldrán de su inopia y lo entenderán – el tono de Logan se volvió oscuro. – Y si mi hermano quiere decir algo sobre esto, dile que él también puede venir... – Colgó.

Por eso Stewy rebatió cínicamente a nadie en particular al otro lado del auricular: – Por supuesto.

Stewy dejó su teléfono y se estiró vestido en la cama de su hotel dejando caer la cabeza contra la almohada.

Había estado en la recepción brevemente.

No le había costado localizar a Gerri.

– ¡Qué sorpresa! ¿Por qué no me has dicho que estabas en Italia cuando hemos hablado antes?

– Guardo mis cartas para mí. ¿Está alguien dispuesto a explicarnos cómo va la, ¿era una fusión, no? – puso cara de inocente.

– Voy a conseguirte una llamada con Logan, ¿sí?

Vio a lo lejos a Shiv y Roman cuando Caroline le interrumpió y no pudo llegar a ellos – Tú eres Stewy, benditos ojos. Me pregunto que hace toda esa gente de la empresa en mi boda – y después estos parecieron haberse esfumado.

Hacía horas que llamaba a Ken.

No estaba muy seguro de si era una buena idea escanear el jardín en busca de Lavinia. Dale tiempo, joder.

Dale tiempo.

Sabía que ella no querría verle.

La idea de que ella lo odiaría por esto lo hizo sentir como si alguien le estuviera golpeando el estómago repetidamente.

Stewy se pasó la mano por la cara, agobiado.

La amaba.

Entre un billón de personas siempre la escogería a ella.

Lo último que quería hoy era hacerle más daño.

Luego, Sandi quiso hacer un Zoom con gente de su equipo legal y eso lo obligó a retirarse al coche.

Era tarde, medianoche en este instante, pero no podía pensar en dormir.

El hecho de saber que Logan Roy tenía razón sobre que esto era más dinero no lo hacía sentir mejor.

El jodido dinosaurio no necesitaba que le dijeran que esto era potencialmente un buen trato. Pero lo era, siempre que los números fueran los correctos.

Sabía los riesgos y también que Logan estaba jodiendo con sus hijos aquí. Desde la perspectiva de la familia, eso era increíblemente estúpido.

Pero no su problema. No si no se iba a un plano personal.

Deja que se muera con todo su jodido dinero y ninguno de sus hijos.

Miró las notificaciones en su teléfono y, efectivamente, había tres mil enlaces de Joey sobre la cobertura de los tabloides de los primeros rumores de compra de Waystar Royco... porque el maldito Jamie Lair o tal vez incluso alguien del equipo de Matsson habían filtrado parte de la información.

Tamborileó con el dedo en la pantalla con resignación.

Si hubiera estado de mejor humor se hubiera reído del puñetero desastre que era esta empresa. Sandi también le mandó un e-mail para decirle que había varios medios intentando comprobarlo con ellos. "¿No querrás que hable con la prensa?"

"No. Veamos cómo se desarrolla". Sandi estaba más relajada desde que había conseguido ese asiento de más en el consejo.

"Recibido".

Todo esto lo distrajo de otras cosas y lo agradeció. Maldita sea.

Estaba molesto y furioso consigo mismo, pero encontraba injusto que Lavinia no hubiera podido al menos escucharle.

Dejarle explicarse.

Ella era una Roy en esto incluso sin serlo.

¿Por qué no puedes pensar que podemos…?

No era la primera vez que ella sola decidía por él cómo se sentía sin darle la oportunidad de expresarlo él mismo.

Ella siempre elegía entre las peores opciones cuando se trataba de esto. Pensaba lo peor de él.

No salir corriendo detrás de ella había sido lo más difícil del mundo.

Lo único que hizo mientras ella se alejaba esta mañana fue sentarse en el borde de su cama con las manos en las rodillas.

Joder, había metido la pata hasta el fondo por no poder tener la maldita bragueta cerrada.

Lavinia se merecía algo mejor que alguien como él, pero era muy difícil dejarla ir. Él no era suficientemente generoso para eso. Era un idiota egoísta.

Tampoco era el tipo de hombre que podía darle una vida demasiado hogareña aunque quería ser sus alas y su escudo. Ella era fuerte, inteligente, divertida y apasionada.

No lo necesitaba a él.

Se merece el mundo entero, maldita sea.

Se había dedicado a centrarse a hacer esas llamadas para mantenerse con sus socios en la jodida conversación.

Estar brevemente en la recepción de Caroline para cazar alguno de los guardianes de la cueva de Alibaba.

Y a intentar localizar a Ken.

Joder.

Kendall le envió al fin una ubicación.

Habían hablado brevemente por teléfono cuando dijo que se dirigía a hablar con su padre y había quedado que estaría pendiente de su mensaje.

– Quiere una venta en lugar de una fusión. Sí, tendrías suficiente dinero para comprar una isla en el Pacífico, pero perderéis ángulo en el mercado de los media. ¿Estaríais con nosotros?

– ¿Qué puñetas, Ken? Tendrás que explicármelo bien antes.

– Espera mi llamada.

Se pasó una mano por la frente antes de incorporarse, tomándose un momento en respirar para estabilizarse.

¿Qué había pasado exactamente con esos tres en las dos horas que habían pasado desde esa llamada de teléfono?

No había tenido todavía la oportunidad de discutir el accidente de Ken en la piscina.


Entró en el salón donde le esperaban los hermanos en silencio, con la mano opuesta en su reloj de pulsera de cinco ceros. Luego, cruzó los brazos sobre su pecho mirándolos a los tres.

– Buenas noches…

– ¿Quieres una copa?

Arqueó una ceja.

– Espera, voy a calibrar la envergadura exacta del problema antes de decidir qué tipo de alcohol necesitamos. ¿Qué pasa?

Shiv tomó la iniciativa y empezó a explicarle cómo había ido su intento de «golpe en el Palacio» a Logan y el «regalo» envenenado de «mami», mientras él se mantenía callado mirando las reacciones de los tres, especialmente de Kendall.

– Vale, entonces al menos un whisky de treinta años – ironizó. Cogió sitio en una de las butacas libres, los tres hermanos delante. – No sé qué puedo hacer por vosotros.

– Es evidente, si votáis contra la compra, entonces todavía podemos hacer algo.

Stewy solo pudo contestar con una mueca. – Si queréis convencerle creo que tendréis que explicarle a Sandy algo más.

– ¿En serio, tío?

Se frotó el pantalón con una mano, irguiéndose un poco.

– Es una putada. Pero no podéis culparnos. Es un muy buen negocio, Ken.

– Vete a la mierda – murmuró Roman no por primera vez esa noche.

– Rome, por favor – puso paz Kendall que se había rasurado la cabeza desde la última vez que lo había visto. Estaba ojeroso pero parecía en sus cabales.

Stewy dejó la copa sobre la mesa, observándolos.

Conocía a estos chicos desde que era un niño él mismo.

– Si venís buscando un consejo, vais a tener que explicarme un poco más de toda esta historia. ¿Para empezar cómo de solida es esta alianza?

– Vamos a por papá – aseguró Shiv. – Los tres.

Miró a su amigo sin decir nada. Ken, tío, ¿confías en ellos?

Nadie había mencionado todavía el episodio de la piscina de Kendall ni si habían podido hablar con él de ello.

Respiró hondo.

Le dijo a su amigo: – ¿Podemos hablar a solas?

– Estamos todos juntos en esto – protestó Roman.

Pero Kendall asintió, pidiendo un minuto de margen a sus hermanos.

Stewy no apartó la vista de él, y cuando Roman y Shiv se hubieron apartado hacia el otro lado del salón, le preguntó en voz baja: – ¿Estás bien?

Kendall se encogió de hombros.

Parecía un "no tengo ni puta idea", pero Stewy lo conocía demasiado para no saber que era más bien un "no, mierda".

Le apretó el brazo de una manera un poco incómoda, aún pesaba esa escena en su cumpleaños y todas las cosas por decir.

Disparó sin contemplaciones pero en tono suave.

– ¿Qué pasó en la piscina?

– Un accidente.

Stewy no se creyó una palabra.

– Tío…

– No fue mi intención te lo juro.

Se puso todavía más jodidamente serio si era posible: – Ken, tienes una oportunidad para coger el dinero y largarte – explicó encontrando la evidencia dolorosamente obvia. – ¿Por qué no lo haces y ya?

Él también estaba cansado, exhausto.

– No lo entiendes.

– Creo que sí que lo hago.

Kendall asintió, y luego sólo dijo algo derrotado: – Nos hemos ido a la mierda… mis hermanos y yo. Papá y mamá nos han jodido. Tratamos de detenerlo. Juntos, los tres.

– Lo siento mucho, tío.

Kendall negó con la cabeza.

Entonces intentó sonreírle levemente. – Ha sido difícil para Shiv y Rome. Papá.

Stewy solo asintió.

Ken se aclaró la garganta no realmente seguro.

– Dile a Lavinia que lamentamos haberos interrumpido. Deberías volver y hablamos cuando estemos en Nueva York, todavía pienso que si razonas esto con Sandy y Sandi…, podríamos volver a tener esta conversación. Sois lo único que puede impedirlo.

– Ken, tío…, no lo creo. Me sabe mal pero esto quita la empresa de las manos de Logan y es todo lo que sueña Sandy aparte de muchísima más pasta – dijo. Se pasó la lengua por los dientes cuando Kendall asintió, pensativo. Al cabo de un momento añadió: – ¿Tú estás bien?

– Sí.

Stewy inspiró aire. – Vale. – Le dio unos golpecitos en la espalda y luego de una pausa, se mordió el interior del labio irritado – No me lo tengas en cuenta pero lo de Lavinia…, la he cagado tío. Me lo he cargado. Puede que tuvieras razón.

La voz de Roman les interrumpió en ese momento.

Hablaban bajo, pero no es que los otros dos hubieran salido del salón, así que cómo no.

– ¿No estaba contigo esta tarde?

– No.

– Vale, eso es… raro.

Ladeó la cabeza y le miró. – ¿Por qué?

– Por nada. Pero seguid… y habla con Sandy, joder. ¿No quería follarse a papá? ¿Cómo va a follarse a papá si ayuda a servirle en bandeja de plata el negocio con Matsson? Eso no tiene ningún sentido.

– Porque la empresa dejaría de estar en manos de la familia. Es el mejor trato para él.

– Gilipolleces. ¿Estás bromeando?

Rellenó la copa tomando una de las botellas que había sobre la mesa de centro.

Luego cuando la tensión se había disipado un poco, con el whisky en la mano, no pudo evitarlo:

– Ro-Ro – le cogió aparte mientras Kendall hacia un último intento de hablar con el puto Frank por teléfono.

– ¿Qué?

– ¿Qué te dijo Li— Vinnie? ¿Por qué pensabas que estaba conmigo?

– ¿Porque estáis insoportables los dos? Yo que sé. Dices que has estado en la recepción pero yo no te he visto. Ella no ha estado, supongo que parecía lo natural – puso los ojos en blanco.

– ¿No ha ido? Vamos… – pidió moviendo las palmas de las manos hacia arriba.

– Duh. Estaba indispuesta, debía tener la regla, yo que sé. Mandó a disculparse con mamá. ¿O es que le has hecho algo?

Stewy desvió la mirada un instante.

Shiv regresaba del servicio e intervino: – Le dijo a Roman que Matsson no se ha escondido en Milán sino en Florencia y era la puta verdad. El resto pensaba que después de hablar con sus abogados en Suiza habría vuelto al Lago Mayor.

– Lago de Como.

– Da igual.

Stewy alzó una ceja hacia Rome. – ¿Y eso?

Roman se zafó: – A mí no me mires. Matsson debió llamarla para sacarle información. Estaban a partir un piñón en el lago. Pse. No soy su jodida niñera – Hizo una pausa encogiéndose de hombros.

Le había quedado claro en el cumpleaños de Ken que Matsson tenía puestos sus ojos en ella.

Stewy flexionó los dedos a pesar de que tuvo un mal sentimiento arremolinándose en su pecho.

No había mucho más que decir en esta conversación sin dejar escapar algo idiota que les daría exactamente una idea de cómo de jodido estaba por su prima.

Caminaría sobre las brasas por Livy pero ninguno de ellos tenía por qué saberlo.

Además, estaba puñeteramente seguro de ella.

Mi excusa es que soy gilipollas, cariño.

Solo quería que le dejara intentar hacerla feliz, no pedía nada del otro mundo.

Y joder…

No.

Stewy tenía un límite y no podía operar a través de esto con celos de Matsson.

– Os dejo saber cuándo Sandi os puede ver en Nueva York pero yo no guardaría mi aliento – dijo con una inclinación de la cabeza.


– Eres una lista.

Lavinia suspiró al teléfono a escuchar la voz de Roman 48 horas después de llegar a Nueva York.

– ¿Por qué?

– Has estado confraternizando con el puto Lukas Matsson a espaldas de todos – la acusó.

Lavinia se congeló por un segundo, sin saber cómo reaccionar, luego hizo que no con la cabeza aunque esto no era una videollamada.

– Estás confundido.

– Y una polla. ¿Por qué te dijo que había trasladado a sus minions a Florencia?

Eso la hizo morderse el labio, harta, enfadada.

Aunque no necesariamente con Roman, solo estaba algo incomoda. – ¿Tengo que recordar que tú le diste mi teléfono? ¿Esperabas que no me llamara?

– ¿Te lo has tirado, pequeña traidora? Es decir ya has hecho equipo con Tom y Greg así que…

– ¡No! Además… – hizo una pausa un segundo – ¡Eso no es verdad! No quería hacer una gincana para volver a casa. Eso es todo. Perdonadme por no querer enlatarme en un avión comercial teniendo ganas de vomitar tres cuartas partes del día.

– ¿Por qué?

– ¿Por qué qué?

– Los vómitos.

Estuvo a punto de echarse a reír. Pues si quieres que te lo diga, llevo dos días en total negación así que…

En el vuelo se dijo que correría a la farmacia que había a dos calles de distancia de su piso. Hasta se convenció que al entrar pediría una prueba de embarazo con toda la calma del mundo, sin hundirse.

Esto no era el fin del mundo.

En cambio, se quedó en el sofá con Toffee.

Era partidaria de las opciones.

Pero para tenerlas antes tenía que salir de dudas.

Necesitaba a alguien que le diera una patada en el trasero, que le dijera que tenía que sacar la cabeza de debajo del ala y saber lo que había.

– Estoy hecha una mierda – dijo como explicación.

Roman la sorprendió por su tono. – ¿Necesitas algo? ¿Es por Hosseini…?

Suspiró. – Solo quiero dormir.

Su primo chasqueó la lengua. – Oh, vamos. ¿Crees que podrías venir más tarde al apartamento de Kendall? Tenemos una propuesta.

– ¿En serio?

– Bueno, Ken piensa que vas a querer quedarte sacándole los mocos a Greg que le saca los mocos a Tom. Y Shiv, bah. Pero les he dicho que te llamaría porque tienes alguna neurona más que esos dos gusanos y además Ken todavía te paga la nómina, así que ¿por qué dirías que no?

– Vale – aceptó rodando los ojos – Dime una hora y vendré.

– ¡Excelente! Te veré pronto.

Quedaron a las 3.

Cuando llegó al bloque de apartamentos de Kendall, llamó a la puerta. Roman estaba allí pero no Shiv.

Kendall le dio la bienvenida de inmediato. – Ey. Venga. – Hizo un gesto hacia el sofá. –¿Cómo estuvo el vuelo?

Sonrió medio en broma, casi para soltar algo de tensión. – Bien. Casi es mejor cuando las personas no se hablan las unas a las otras.

Kendall le devolvió la sonrisa naturalmente. – Sí, lo siento, supongo que no sería divertido. Perdón por el silencio, hemos estado teniendo reuniones... Acabamos de llegar de Italia – Lavinia podía decir que no habían sido reuniones satisfactorias sólo dada la cara de Roman – Verás, estamos valorando dejar nuestra posición actual. Y no tengo nada para ti todavía pero si estás dispuesta a esperar unas semanas estamos trabajando en un plan, hay varias opciones… nos gustaría que trabajes para nosotros. Todavía no sé en qué calidad pero...

Ella lo miró: – Bueno, aún soy relaciones públicas…

– Por supuesto, por supuesto.

– Todavía te pagaré por este mes, solo si puedes estar atenta al podcast infernal que mencionó Comfrey, en caso de que lo hagan antes de lo esperado, y hablamos después.

Ella asintió.

Dios.

No quería estar esperando lo que fuera.

Era como quedarse en el limbo laboralmente.

Otra vez.

Pero no iba a pedirle a Tom un trabajo en la ATN en el corto plazo.

Y podría necesitar ese dinero antes de lo que había pensado. Así que tal vez no tenía más remedio que lidiar con el hecho de que su jefe potencialmente podía estar poniéndola en el banquillo. Ella realmente esperaba que no fuera el caso.

Stewy sabría mejor si todas estas conversaciones tenían alguna sustancia.

Pero su próxima conversación seguramente sería más complicada que eso.

– Tómate unos días para ti – sugirió Ken.

– Claro.

Su primo mayor alzó la cabeza, para mirarla: – Sabes, creo que estás muy extraña. ¿Estás segura que todo anda bien?


Fue a la salida de esa reunión con Kendall cuando compró el dichoso predictor.

– ¿Necesita ayuda?

Pidió la prueba de embarazo y la farmacéutica le sonrió.

– Toma – le tendió la bolsa con el test y algo confiada le deseó – Suerte – al despedirse.

Esta vez el vértigo que la embargó no fue sólo una sensación física.

Como tenía el móvil en la mano decidió llamar a Monique mientras acababa de decidirse a haberse la prueba sentada al borde de la anticuada bañera.

Había escrito a Tabitha ayer al llegar a Nueva York.

Pero no había acabado diciéndole nada de su falta.

Su amiga le había contado que al final todo el proceso que había seguido para ser gestante para unos amigos no había funcionado a la primera y que de momento esperaría un tiempo más para una segunda ronda. "Puf. Lo miraron y no estaba", le informó.

Hicieron un Facetime aquel mismo día por la noche.

Un ciclo de inyecciones de hormonas. Extracciones de sangre y ecografías periódicas, días de ansiosa espera de resultados y llamadas telefónicas. Tabitha pareció casi hasta aliviada de que no hubiera ido bien a la primera y de esperar un par de meses para volver a intentarlo debido a que uno de sus amigos tenía que someterse a otro procedimiento médico que requerían y no podían estar por ella como habían planeado.

– El otro día uno de mis amigos hizo un ruidito en el restaurante porque pedí un plato de pollo de corral con salsa Alfredo y patatas frías. ¿Te lo puedes creer? Dijo que los fritos podían ser dañinos. Está obsesionado con la comida orgánica. Para mí, claro. Ellos se pidieron beicon. Estoy por volverme – se quejó.

Sonaba desesperante.

– ¿Y lo harás? ¿Volver a Nueva York?

– No lo sé.

La verdad era que no tuvo valor de decir nada. ¿Para qué? ¿Para que se sintiera en la obligación de escucharla entrar en pánico, mientras ella estaba lidiando con eso otro?

Solo le dijo que esperaba verla pronto aunque se quedara un tiempo por California.

– No hay mal que por bien no venga. Creo que he conocido a alguien en San Diego – le confesó Tabitha.

– Tienes que presentármelo o presentármela.

– Trato hecho. A ver si vienes pronto a Los Ángeles o vuelvo yo antes – rió sarcástica.

Después, con Monique, también estuvo a punto de tirarse para atrás.

Monique no quería niños.

Nunca.

Ni embarazos.

Había estado segura de ello desde que eran unas crías y no cambiaría de opinión.

Pero su mejor amiga no la juzgaría y siempre daba buenos consejos.

Miró la caja del test con el ceño fruncido.

Estaba muerta de miedo.

Se pasó las manos por el pelo desordenado, nerviosa.

Si lo estaba, ¿debía tenerlo?

No había forma adecuada de darle esa noticia a Stewy el-unico-motivo-por-el-que-no-me-hice-la-vasectomía-es-porque-no-me-gustan-las-agujas Hosseini.

No estás siendo justa.

Ni siquiera fue una conversación seria.

Ese pensamiento hizo que su corazón latiera más rápido mientras miraba la caja de nuevo. No estaba preparada para ser madre soltera.

La cara sonriente de Monique apareció en la videollamada. – ¿Cómo vas?

– Bueno… – se mordió el labio apoyando el teléfono en el pequeño estante entre la esponja y su botella de champú. Desde aquí se veía bastante bien el resto del baño.

– ¿Por qué me llamas desde la bañera? – preguntó Monique con una mueca interrogante. – Un momento, ¿qué tienes en la mano? ¡Lavinia! – gritó.

– Creo que podría estar embarazada.

– Oh, cariño… ¿cómo

Intentó bromear pese a hacer una mueca. – Pues hay una semillita y…

– ¡Tía, no me refiero a eso! ¿Joder, tú estás bien?

Lavinia aguantaba las lágrimas.

Hizo que no con la cabeza, bajando un poco la mirada. – Estoy hecha un flan. Hemos roto y yo…

– Será hijo de p…

Ya empapada en lágrimas, la ira de su amiga la sobresaltó. – ¡No! ¡No! Monique, no lo sabe, aún no lo sabe…

Su amiga suspiró.

– ¿Has comprado más de un test?

Lavinia se asustó un poco más. – ¿Más de uno?

– Para estar seguras.

Miró la imagen de su amiga que le daba la pantalla.

– No estoy muy segura que sea realmente necesario. Tengo una falta importante y todo el pack completo. Náuseas, vómitos, una angustia que me mata, tú nómbralo y yo lo estoy teniendo. Si quieres que después te compre un número de lotería, podría tocarte – se quejó.

– Yo te veo bien – dijo su amiga para intentar animarla.

– Dame un par de semanas.

La belga intentó entender a su amiga: – ¿Entonces estás segura que lo estás?

Tiró de un mechón de su cabello obsesionada en deshacer un pequeño nudo y frustrada antes de volver a mirar el móvil. – No. Es que no puedo estar embarazada. No solo porque se ha acabado… Un bebé nunca ha estado en los planes de Stewy.

– Sí, es evidente como de mal ha pasado evitándolo…

– ¡Monique!

– Perdón – la chica al otro lado de la videollamada se disculpó. – Perdón. Pero me revienta que los tíos nunca tengan la culpa. Tú te tomabas la pastilla, ¿qué hacía él?

Lavinia suspiró. – Lo decidimos juntos. Ahora da igual…

– Voy a torturarle de tu parte.

Después de un momento callada, frunció el ceño – ¡No quiero hacerme la estúpida prueba! – protestó.

Su amiga la intentó tranquilizar aunque podía hacer poco a toda esa distancia:

– Estoy aquí, Vinnie, ¿vale? Va, hazlo. Salgamos de dudas. ¿Hacemos una cosa? Si lo estás, haces la maleta y te vienes a pasar el mal trago conmigo.

Lavinia se tuvo que forzar a levantarse con el trasto en los dedos.

Encendió el grifo. Se bajó los pantalones y la ropa interior y se sentó en el wáter queriéndose morir un poco.

No le hacía falta ver el resultado, porque en el fondo no tenía otra explicación, pero necesitaba…, bueno, comprobarlo.

– Monique, estoy asustada – murmuró. Porque sabía que su amiga estaba dando por hecho que podía actuar normal sobre cualquier decisión que tomara.

No pasas la infancia con una madre que te confiesa que debería haberte abortado y te grita sin que te quede alguna cicatriz.

No quería admitir esto ni siquiera para sí misma. Y todavía...

Claro que entendía que para Marianne habría sido muy difícil a los 18 años. Imposible. Pero eso podía racionalizarlo ahora, no de niña.

De niña se había refugiado en todos esos grandes planes para su futuro.

Ella iba a tenerlo todo. Una gran carrera, hijos y una gran historia de amor feliz.

No había carrera.

Ella misma había temido, ahora finalmente podía reconocerlo, aunque ni siquiera había osado verbalizarlo hasta que tuvo este test en las manos, terminar perdiendo a Stewy como su madre perdió a su padre.

Por otro hombre.

Su primer amor.

Y estaba en pleno ataque de pánico por un posible embarazo no deseado.

– ¿Sí?

– Allá voy, no mires…

Se levantó, cerró los ojos y se volvió a sentar en la tapa del wáter adecentándose.

– Dos minutos…

– Pon una alarma para el tiempo.

Iban a ser los 120 segundos más largos de su vida.

Bufó. – No es mucho… cuánto ha pasado… ¿Treinta segundos? Venga ya.

Monique intentó que no se sintiera sola: – Está bien, cálmate. Respira.

– Sí. Me dan arcadas por los nervios que paso, tomo precauciones… La prueba es solo porque me he emparanoiado – musitó.

– Claro.

Respiró.

– ¿Lo miro?

– Sí. Cariño… ¿qué ha salido?

Las segunda línea rosa eran muy muy rosa casi como si no bastara figurando en sus manos.

Tiró el test al cubo de la basura del baño en un impulso por deshacerse de él.

¿Y ahora qué?

Dios, Stewy…

– Lavinia – probó su amiga. – Cielo…

Ella se puso las manos en la cara.

– Moni, no sé qué hacer… ¡¿Qué voy a hacer?!

– Todo irá bien, ¿vale?

– ¿Y ahora cómo se lo digo? – la pregunta era retórica.

– Venme a visitar primero.

– No… Te quiero, Moni. Pero…

– Espérate a saber qué harás. Decidas lo que decidas, me tienes aquí, ¿vale?

Lavinia volvió a mirar las rayas rosas en el trasto que recuperó del cubo con un suspiro.

¿Qué voy a hacer?, se preguntó a sí misma.

Ahora ya sabía por qué tenía siempre náuseas y por qué se sentía tan fatigada.

Tuvo sentimientos encontrados... Había dos ideas conflictivas en su cabeza… pero no sintió pánico.

Quizás era el shock.

No había cerrado la puerta y Toffee aprovechó para entrar y restregarse entre las piernas de su dueña.

Sonrió apenada. Lo cogió con cuidado pese a que el maullido del pobre felino casi parecía pedirle que le dejara en el suelo.

– Hey, ¿tú qué me dices? ¿qué haremos? – le preguntó con el gesto contrariado.

El gato se acomodó en su regazo ajeno a sus rumiaciones y ella lo acarició detrás de las orejas.

Vale, ahora sí.

Tenía un miedo horroroso.

No para tirarse directamente al Hudson, como vale no mentiría, no había parecido tan mala idea mientras vomitaba todo el contenido del estómago esta mañana, aunque no en serio.

Eso sería fácil y también bastante egoísta.

Pero aun así…

– Lavinia… – la voz de su amiga la sacó del ensimismamiento.

– Ya, Monique. No lo sé…

– Sé que ahora mismo estás aterrada. Pero recuerda que tienes alternativas, ¿sí?


Pese al test positivo, Lavinia decidió que tenía que dar otro paso más.

Al día siguiente se sentía bastante bien, así que tomó el camino largo hacia la parada del metro para aclarar su mente, disfrutar del buen clima.

Al final pasó de largo y decidió tomar el autobús porque pensó que ver el trajín de la ciudad la ayudaría más a mantener la mente en blanco que estar debajo de tierra. Tardaría más pero había salido con tiempo.

No tenía ni puñetera idea de qué hacer ahora.

Más que comprobar que todo estuviera… bien. Nerviosa, se apretó las manos en el regazo con una severidad que acrecentaba más y más sus temores.

Cuarenta minutos después estaba sentada en la sala de consulta de una clínica obstétrica de Manhattan.

– Lavinia Hirsch – la llamó la ginecólogo.

Se levantó y entró.

– Buenas tardes. – le indicó – Cuéntame, ¿cómo estás?

Le explicó que había tenido un test de embarazo positivo cómo había hecho ya con la enfermera con la que había rellenado un cuestionario con datos personales y a la que había entregado una muestra de orina 20 minutos antes.

– Todo está bien. Efectivamente estás embarazada – la mujer sonrió – Tienes unos niveles altos de HCG, la progesterona según lo previsto… Todas muy buenas noticias.

Esperaba un montón de cosas de información, cuidados, o qué sé yo, pero la doctora la sentó y fue al grano preguntándole sus datos, la fecha de la última regla, síntomas y abrió una agenda para darle fecha para la primera eco, ver que tal los análisis de sangre…

– Pasa y estírate en esa camilla, la verdad es que es muy pronto para poder oír algo pero vamos a comprobar que todo está tan bien como parece. ¿Quieres?

Apretó los labios en una línea firme.

– Ah, sí solo que – intentó sonar coherente – no sé todavía que voy a hacer y preferiría no ver u oír nada. Quería asegurarme… que todo iba correctamente antes de decidir – sintió un peso en el estómago.

Estuvo investigando unas cuantas horas en Google, buscando foros en Internet donde había otras experiencias.

Pero hasta que no vio la cara de la mujer no se le ocurrió que tendría que haber ido a una de las clínicas de planificación familiar que había en varios lugares de la ciudad en vez de a una consulta fina como esta.

Solo quería saber de cuánto estaba y asegurarse que estaba entrando en pánico por buenas razones.

– Entiendo. Ahora vendrá una enfermera – puso cara de póquer – Desnúdate de cintura para abajo y ponte en la camilla.

Hizo lo que le decía.

La doctora la dejó sola detrás de una pantalla lateral.

Dejó la ropa doblada en una silla para taparse con una especie de devantal azul de hospital.

Quizás toda esta tensión está solo en tu cabeza.

Suspiró. Pero apesta estar sola aquí.

Ojalá se lo hubiese dicho a Stewy y le hubiera pedido que la acompañara y la sujetara fuertemente de la mano; en vez de esperarse a hablar con él cuando se sintiera más valiente.

Tal vez solo tenía miedo de decírselo.

Su corazón se iba a romper aún más y ya estaba llorando por él y su estupidez.

Lo intentaba pero no conseguía imaginar una sola escena donde Stewy no decidiera que esto era demasiado para él.

Te pidió que os fuerais a vivir juntos.

Pero mudarte debería ser un paso para saber si quieres comprometerte. Y aquello… no era eso.

¿Podía permitirse un bebé si al final estaba sola?

Solo había decidido algo, si decidía ir adelante con ello, y él no iba a estar, no quería su dinero.

En ese caso, lo criaría sola.

Odió el dolor de estar aquí sola con su cabeza hecha un lío cuando la posible reacción del hombre que quería, el amor de su vida, la mitad de ese pequeño montón de células… le causaba ese horrible vacío en la boca del estómago.

Se pasaba el día imaginando lo qué diría.

Hasta había imaginado los diálogos con un realismo que la había tenido sin pegar ojo. Pero siempre veía esa conversación como si todavía fueran pareja y eso no era verdad.

– La regla se me ha retrasado – empezaría para no asustarle. Por la mañana, en la cama. Entre las sábanas. Quizás desnudos.

– ¿Mucho?

Ella asentiría.

– Bueno, ya lo veremos – que en el lenguaje de Stewy quería decir que pensaba que se preocupaba innecesariamente. Se agacharía para besarla con cariño; su mirada castaño oscuro muy seria cuando se incorporaría, notándola fría, puede que distante: – Livy… solo estás estresada, no va a pasar nada – le aseguraría como esperando quitarse un peso de encima tan pronto como ella misma aceptara que estaba exagerando.

– No, Stewy, estoy embarazada. Me he hecho el test.

¿Y si se pensaba que estaba tratando de cazarlo con un bebé?

Siempre habían evitado la conversación de los niños que ella había un tomado como un "No quiero tener hijos" porque creía conocerle lo suficiente.

Pero ya no sabía nada.

Un fallo de los anticonceptivos bastaba para poner su vida patas arriba.

De momento, solo la suya.

Hizo lo que pudo para poder mantener la mente en blanco durante el examen médico.

Pese a su primera reacción cuando la doctora volvió con una enfermera le habló de manera calmada, muy educada dando un paso al frente.

– ¿Me dijiste antes que no has tenido más embarazos, verdad? – preguntó la mujer.

Lavinia afirmó de manera rápida. – Es la primera vez.

– Bien, esta prueba permite comprobar que el embarazo se haya formado dentro de la cavidad uterina y confirmar la presencia del saco amniótico, también para ver si es un embarazo único o múltiple y si ya hay latido. Doy por hecho que sí que vas a querer saber la edad gestacional.

– Sí. Es lo único… y si todo va bien – respondió a punto de llorar sin saber muy bien por qué. Era una pregunta normal. A eso había venido. Mantén el tipo, por favor, Vinnie, pensó avergonzada.

– ¿Dime, querrías saberlo si fuera más de uno?

Parpadeó.

– Es por el protocolo. Ya que me has pedido que me limite a darte el tiempo gestacional y no quieres ver la imagen, tengo que saber que detalles quieres saber y cuáles no.

– No. Yo, ahm…

– ¿Has venido sola?

¿Había contestado a la anterior pregunta?

Lavinia abrió la boca y se le atascaron las palabras.

Tomó una respiración profunda haciendo que sí con la cabeza.

La doctora suspiró como si hiciera acopio de paciencia con ella.

– ¿Tu pareja se porta bien contigo? ¿Te sientes presionada de alguna manera?

Lavinia se sintió incomoda. ¿Hacía esas preguntadas a todas sus pacientes?

Dios, Lavinia, seguramente sólo si acaban llorando en esta camilla. Se secó los ojos húmedos con una mano.

– Él no ha hecho nada, bueno… – forzó una sonrisa lavada – Esto. Pero fuimos los dos.

La mujer le sonrió estirada y volvió la vista al monitor con un asentimiento.

– Vas a notar algo de presión, ¿vale? Puedes apretar un poco con la mano aquí sobre el ovario derecho. Después, al otro lado – le hizo una indicación.

Se volvió a mirarla como si estuviera sorprendida.

– ¿Hay algo mal?

– Está todo bien. Hay— latido, eso es muy bueno.

Lavinia estudió sus gestos.

– La edad gestacional es la que creíamos de acuerdo con tu última regla. Cinco semanas y media – dijo – Sé que has dicho que querías saber lo mínimo posible pero…

– Solo quiero saber si está todo bien – La cortó con demasiado énfasis. El proceso hormonal del embarazo la tenía descontrolada.

Un par de veces estuvo a punto de levantarse de la camilla y pedir irse.

Pero negar lo que estaba pasando no iba a cambiar nada.

– Está todo perfecto. Sobre el papel se trata de un embarazo muy viable – la doctora contestó como debatiéndose todavía por algo.

Lavinia asintió con una mano cerrada en un puño en la bata.

La reacción de la médica la impulsó a insistir:

– ¿No hay nada malo?

– No.

Se vistió aún un poco inquieta y respiró hondo antes de despedirse de la doctora.

La mujer que entró después de ella a consulta iba maquillada hasta las cejas. Mostraba una barriga de varios meses. Arrastraba otro niño de cuatro o cinco años de la mano.

De alguna manera pensó que a ella la trataría mejor.

Eso la hizo sentir mal.

Hubo un momento ahí dentro en que se había sentido como una adolescente en problemas.

Pero se sintió peor por otras chicas en otros lugares que tendrían mucha menos edad y estarían mucho más asustadas que ella.

– Querida – ofreció la enfermera de unos 60 y pocos cuando ya se iba con una amabilidad que no había mostrado la doctora – Espera aquí en la recepción. Voy a darte unos folletos.

Cinco minutos después, volvió: – Toma.

Había varios teléfonos, direcciones y páginas web en ellos.

Información sobre todas sus opciones.

Se sintió agradecida por esa mano amiga.

– Lo he tenido que imprimir. No tenemos de estos por aquí…

– Gracias.

– ¿Tú cómo te encuentras? – le preguntó dándole un golpecito en la mano con la que sujetaba los papeles.

– Pues me encuentro algo más mareada de lo normal – sonrió un poco tentada de ser sincera con la mujer amable solamente porque podía y era agradable – Pero voy tirando. Esto está pasando. De momento… sí – dejó ir aire – Es algo abrumador.

La mujer bajó la voz:

– Nadie debería apresurarte o presionarte para que tomes una decisión. Lamento si tienes que lidiar con esas cosas. Y espero que puedas obtener el espacio para tomar la decisión que sea mejor para ti, ¿sí?

La habría abrazado.

– Gra- Gracias. Muchas gracias.


Paró a comer algo en una cafetería con los folletos en la mano.

Los trípticos explicaban todas las alternativas. Los tiempos legales para la interrupción en el estado de Nueva York.

Mordió la muffin de limón con la que llevaba soñando desde esa mañana.

– Para ser un guisante eres muy exigente – murmuró. La vista puesta en un artículo médico de Internet en su móvil.

Tenía curiosidad por saber, claro, pero no había querido ver ninguna imagen del ultrasonido para no dar otra excusa a sus hormonas para traicionarla suciamente con "ideas".

Puesto que estas habían ya empezado a jugarle malas pasadas.

Se estaba poniendo increíblemente ansiosa.

Sabía que querer a esa criatura no sería un problema si decidía continuar con el embarazo, pero ¿estaba lista?

Era la decisión más difícil que había tenido que tomar nunca.

Poco después recibió un mensaje de Monique, que había estado preocupándose por ella.

"Te he reservado un vuelo de Nueva York a Bruselas. No te enfades. No les he dicho nada. Pero mis padres me han ayudado a pagarlo".

La llamó.

– ¡Monique! Podía pagarlo yo…

– No pasa nada. No te habrías decidido. Así que les dije que quería darte una sorpresa. No te hice un regalo para tu cumpleaños, lo que me hace una terrible amiga… ¡Vamos, di que sí! Mi sofá te echa de menos – le suplicó.

– Tengo que cuidar de Toffee.

Escuchó a su amiga suspirar: – Pídeselo a Greg.

– Dios, no.

– Entonces busquemos si puedes traerlo en cabina. Unas semanas, hasta que tengas la cabeza en su sitio.

Lavinia se tapó la cara. – Monique… – le dijo – dime que me entiendes.

– Claro que te entiendo… No te pienses que no he intentado coger una semana de vacaciones y plantarme aquí pero hay cambios en el periódico y no puedo marcharme ahora. Sé que te está costando mucho. Tía, ya lo sabes… para mí es muy diferente, la bruja de Hansel y Gretel tenía más instinto maternal que yo – Las dos rieron rebajando la tensión. Luego, Monique dijo: – Pero te juro que no voy a presionarte para que hagas lo que haría yo. Me toca las ovarios que estés sola, amigui. Te quiero mucho. Que no se te olvide.

Lavinia miró su perfil en uno de los espejos que había en la zona de mesas de la pastelería y luego hizo una mueca a la muffin.

Según el artículo que estaba leyendo ella debía haber ganado el Jackpot de síntomas del primer mes de embarazo.

Pero obviamente todavía no se le notaba.


– ¿Qué te pasa? ¿mm? – su hermano preguntó mordiendo un sándwich.

– Nada – forzó una sonrisa – ¿Así a tu amiga, la de la carrera de Derecho, no le importa vigilarme a Toffee mientras esté en Bruselas?

– ¡No! Con la inundación de su piso, le vendrá súper bien quedarse en tu casa. En serio. ¿A tu casero le da igual?

Se encogió de hombros.

– No se lo he preguntado. Me da igual… porque cuando vuelva puede que tenga que buscar otra cosa. Así que…

– Uh-hu ¿por qué está muy lejos?

Lavinia suspiró.

No podía decirle que era porque estaba embarazada.

Eso significaría que se acabaría enterando Marianne, lo que significaba… Cerró los ojos brevemente pensando en la cara de su madre cuando le dijera que estaba soltera y embarazada.

Su reacción sería aplastante y devastadora. Intentaría compararlas pese a la diferencia en las edades. Pero Lavinia no era tan joven como lo había sido ella. Podía manejarse sola. O al menos intentarlo.

Lavinia se sacudió esos pensamientos. De nada servía comerse la cabeza en esas cosas. Todavía no sabía si continuaría con este embarazo.

Le robó un bocado de la comida a Greg.

Otra cosa que no podía hacer era alimentarse solo en base a antojos y el resto del día apenas llevarse algo a la boca.

– ¿Cómo está Tom?

Greg pareció sorprendido.

– Uhh, es un hombre separado ahora. Hemos estado tomando unas copas – se mostró incluso orgulloso.

Lavinia cogió una servilleta de papel y empezó a limpiarse las migas de los dedos.

– Ya veo. ¿Vais mucho de fiesta?

Greg negó con la cabeza. Pero ella supo que era totalmente insincero al respecto.

– Bueno, todos necesitamos vivir la vida al máximo, ¿verdad? – dijo el muchacho.

Ella lo miró. – ¿Quién eres y qué has hecho con mi hermanito en... no sé... una semana, dos semanas?

Sonrió irónicamente – ¿Y por qué tengo una hermana tan buena, uh?

– No seas zalamero al respecto. ¿Qué quieres? – le preguntó. Porque, por supuesto, Greg quería algo. La comida había sido idea suya.

Intercambiaron miradas incómodas antes de que Greg continuara.

– Realmente no estás planeando regresar a Europa, ¿verdad? Como... ¿permanentemente?

Sus labios se curvaron ligeramente hacia abajo. – Ojalá. No, no para siempre. Unas pocas semanas, tal vez. Hasta que sepa de Rome. Bueno – puso los ojos en blanco – Técnicamente de Kendall. Pero incluso entonces definitivamente necesito un trabajo serio.

Ella pensó que iba a ser difícil en estado o al menos hasta que solucionara su situación. Ni siquiera sabía si potencialmente Kendall podría... bueno… sentir que ya no la necesitaba o que no quería entrometida la ex embarazada — de su amigo. Todo podría explotar dependiendo de cómo fuera su relación con Stewy después.

Tal vez Europa no era una mala idea.

En Europa no tendría que preocuparse por las facturas médicas desorbitadas. Aquí actualmente tenía un buen seguro, pero eso podía cambiar potencialmente si se quedaba sin trabajo.

Greg parecía querer decir más.

Sonrió de nuevo: – Supongo que no puedo ayudarte a decidirte…

– ¿Cómo quieres decir? ¿Quieres que me vaya? – abrió los ojos un poco alarmada.

– No. Pero si te quedas más tiempo en Europa… Me estaba preguntando si sabes qué traman los hermanos. Hay rumores – dijo con voz conspirativa.

Mantuvo los labios apretados, pero por dentro estaba aliviada de que se tratara solo de esto. – Ni idea. Pero no estoy segura de sí a la práctica podría decirte algo. Estoy empezando a estar encariñada de mi no-trabajo. No durara para siempre y al menos es un sueldo decente, ¿sabes? – arrugó la nariz.

– Claro. Sí, ¿de veras no quieres que hable con Tom? – sugirió Greg.


Era curioso como el otoño se había abierto paso en la ciudad en cosa de dos días.

Lavinia había acabado alargando de dos a tres semanas su visita a Monique.

Roman le había llamado poco después de llegar a Europa.

Estaban empezando algo.

Habían contratado a todo un equipo.

Kendall y Shiv no parecían ponerse de acuerdo en cómo incorporarla a su futuro equipo de comunicación.

Pero Roman le llamaba aquí y allá para pedirle cosas.

A estas alturas, aunque estaba en Europa, prácticamente había cambiado la noche por el día porque Roman la había añadido a un equipo de Teams que hacía brainstorming a veces en el horario de la costa este y a veces en el de la costa oeste.

En los primeros días se pasó más tiempo firmando cláusulas de confidencialidad que otra cosa.

Monique también hacía unos horarios raros en el periódico.

Así que salían a cenar tarde por las calles del centro histórico de Bruselas.

No le importaba porque por las mañanas no conseguía ser persona. Aunque ya le había cogido angustia al tomate y al huevo.

– Me sabe mal dejarte tantas horas sola, pero me está volviendo loca eso de que quieran que Jean Luc y yo seamos jefes de redacción los dos.

Lavinia sonrió. – No me voy a quejar encima que me adoptas…

Su amiga puso una cara divertida, pero después le hizo un gesto para que siguieran caminando.

– Escúchame – pidió disculpándose – Mañana tengo que cubrir una conferencia en la Comisión Europea sobre el peligro del monopoli de los gigantes americanos como Google… y ya sabes, la manzana de Blancanieves – rodó los ojos peculiarmente – Las tecnológicas europeas dicen que utilizan su posición dominante para "perjudicar deliberadamente" a otros desarrolladores de aplicaciones. Vamos, que algunos quieren más trozo de tarta y están llorando a mamá Europa. Tengo dos pases y uno es para el fotógrafo…, pero preferiría que vinieras tú. Yo sé hacer fotos y estará el fotógrafo de la Comisión... Y si pudiera conseguir una entrevista con el invitado del acto de cierre les demostraría que puedo ser tan todo terreno como Jean Luc.

Lavinia la miró extrañada: – No sé si te sigo… Pensaba que preferías las noticias sobre sociedad y política internacional que las de empresa.

Monique suspiró sonoramente.

– Sí claro, pero no quiero ser la segunda al mando. Quiero ser co-jefa de redacción después de mucho tiempo comiéndome mierda. Me dieron el tag chulo con las letritas para mi escritorio pero todo el mundo me trata como la asistente de Jean Luc. Solo piensan en mí en serio cuando necesitan enviar a alguien a Londres para verles agarrarse de los pelos por el Brexit. Mi libro fue muy bien y propuse un reportaje en el sur de Italia por la crisis migratoria, pero dicen que para eso tienen a las agencias y a los freelance, a los que por cierto pagan nada.

– Lo siento.

Sacó un libreto de su bolso con una leve sonrisa. – Toma. Spotify ha dado mucho por el saco para que la comisión escuchara a los tipos de las techs. Voy a ir a la conferencia de las 12. En el reverso.

Lavinia bajó la cabeza para leerlo.

Parpadeó. – Ese no es el fundador de Spotify.

– Oh, no, Ek habla en la apertura. Pero este está más de moda, creo que es más freak, y dicen que pronto tendrá mucha más influencia. No te lo crearás, – se rió – dicen dicen que va a comprar Waystar Royco, ¿te suenan? Oigo mucho ese nombre cuando mi amiga habla con su primo loco por Zoom a las tantas.

– Moni – dijo seria.

Le sonrió brillantemente. – ¡Lo siento!

Luego, Monique movió la cabeza: – No tienes que hacerlo si no quieres, pero a mí me van a parar sus gorilas si intento acercarme y realmente querría intentar hacer esa entrevista. Quiero contar qué clase de tío es, ni siquiera concede entrevistas a los medios suecos. ¿No podemos intentar que me de 10 minutos? Por favoor.

Lavinia se pasó una mano por la chaqueta de pana con forro de borrego que desde hace unos días le iba un poco justa.

Tuvo un mal presentimiento.

Pero no supo exactamente por qué.

Quizás solo era incomodidad por lo que había pasado en Florencia.

– Lo de Waystar no sabía que te interesaba para el periódico, no habría…

– ¡No!, tía, por supuesto. No voy a decir nada de eso que no haya salido ya en los tabloides, me interesa porque es otro sueco taciturno que todavía tiene la sede en Estolcomo, en vez de en Nueva York o Silicon Valley. Si dices que no, no vuelvo a repetirlo.

Lavinia se mordió el labio inferior.

Monique era la única razón por la que había mantenido la cordura estas semanas en vez de hundirse en una depresión en el sofá.

Si no fuera porque estos días cocinar según qué apestaba (literalmente) le estaría haciendo tuppers todo el día para llevarse a la redacción. Era su salvadora.

Llevaba unos días en que simplemente había dejado de querer pensar en nada.

No estaba tomando una decisión porque simplemente la estaba retrasando hasta volver de aquí unos días y hablar con Stewy.

Ya había estado a punto de irse el pasado domingo pero cambió la fecha del vuelo.

Unos días más.

Sí, o cuando cumpla dieciocho años.

¡El tiempo le iba en contra!

¿Por qué te cuesta tanto? ¿Qué está pasando contigo?

Salió de su trance mirando a su amiga como si le hubieran salido dos cabezas.

Volvió a leer ese nombre en el libreto. – No voy a decirte que no, ¡no puedo decirte que no! Pero él no me debe nada. Puede que ni…

Monique bromeó con culpa: – ¿Qué no se acuerde de ti? He conocido tíos de todos tipos, pero hombre, le está comprando la empresa a tu tío abuelo…

Lavinia miró al cielo – Vale. Me rindo. Después de la conferencia nos acercamos al escenario y cruzas los dedos.

– Hazle ojitos.

– ¡Moni!

– Por mí… Es broma – la abrazó disculpándose y le dio un beso en la mejilla – No tienes que hacer nada. Si dice que no, escribo mi crónica sin rechistar y nos vamos a comer. ¿Cómo quedamos?

Se quedó callada mirando al suelo un segundo.

Se pasó la mano por la frente antes de seguir caminando – Quedamos directamente allí. Me voy a quedar despierta hasta tarde corrigiendo un informe sobre los medios digitales americanos en Indonesia que hizo uno de esos asistentes de las Ivy League que han contratado pero que Rome odia a muerte.

– ¿Por qué siempre es "para Roman"? ¿No están tus tres primos metidos en el ajo?

Se encogió de hombros.

– Porque sospecho que es el único que me quiere allí. Ken hubiera llamado, ¿no? Tom y mi hermano son personas non gratas y creo que esos primeros días di la impresión equivocada pero bueno… ya sabes… – una de sus manos se movió instintivamente a uno de los botones de su chaqueta. – Sí que estaba un poco nerviosa esos días.

Lo cierto es que seguía recibiendo una nómina, pero nadie le había dado otro cargo que no fuera su puesto de jefa de prensa de Ken que, decía, prefería mantener un perfil más bajo estos días.

Estaba como en un limbo laboral.

Esta vez sí había empezado a tirar currículums en serio a empresas y agencias de Nueva York pero en su situación no se hacía ilusiones.


No fue extremadamente puntual.

Estos días le costaba mucho despertarse y luego la Comisión Europea no estaba exactamente cerca de donde vivían.

Recuperó el aliento mientras le devolvían el bolso en los controles de seguridad del edificio aunque apenas había corrido.

Era una sala anexa al final de un largo pasillo.

Estaba llena de prensa.

Vio a Monique en primera fila con un asiento vacío a su lado donde había dejado la mochila con la cámara.

Contempló la posibilidad de avanzar hacia ella pero se quedó apoyada en una pared cerca de la puerta.

Un hombre conversaba sobre la ley de competencia con Lukas Matsson en el escenario.

Llevaba una camiseta y unos tejanos oscuros como en Florencia.

Lavinia se sintió un poco inquieta.

No es que hubiera tenido mucho tiempo para pensar en esa noche.

Era un hecho simple: el hombre era guapo y ese día Lavinia se sentía enfadada y otras mil cosas. Pero la situación probablemente sería mejor si ella no hubiera dejado ir las cosas tan lejos.

El presentador dio la espalda al público y se inclinó más cerca de Matsson que parecía fastidiado. – No estoy tratando de hacerlo enfadar, pero creo que es mi mejor oportunidad para obtener una respuesta clara de su discurso, tengo que admitirlo –, dijo – Podríamos preguntar más sobre eso, si le parece bien, pero...

Matsson se encogió de hombros. – Claro, sí, adelante – dijo algo desganado.

– ¡Gracias! – respondió el otro – Entonces déjame aclarar esto... ¿toda esta preocupación se debe a que las grandes tecnológicas están preocupadas por los usuarios?

– Bueno, es bastante amplio.

– Ya. Entonces, ¿cree que la UE podría hacer más? – le preguntaron.

Lavinia descubrió que Monique la había visto y le hizo un gesto con la cabeza desde el otro lado de la gran sala.

Matsson sonrió al hombre con el que estaba hablando en el escenario como si pensara que fuera idiota y tomó un sorbo de su vaso de agua. – Vamos a ver...

La charla terminó poco después de su respuesta.

No lo escuchó bien porque alguien la hizo mover para entrar en la sala.

El presentador le estrechó las manos antes de que bajara del atril. Hubo fogonazos de flashes y tímidos aplausos. Matsson salió del escenario bajando dos escalones y pronto hubo seguridad caminando entre las filas para ir a su encuentro.

Fantástico.

Monique también caminó hacia ellos.

– Lo siento, señorita, hoy no aceptará preguntas – le dijo un hombre alto y barbudo. También sueco.

Lavinia se mordió la parte inferior del labio antes de acercarse.

Lukas Matsson estaba avanzando por el lateral del patio de butacas y se paró para tomar un sorbo de una botella de agua que le dio alguien de la organización.

Lavinia se aclaró la garganta cuando estuvo cerca. – Oye, ah…– hizo una pausa. – Lukas Matsson –.

La mirada de sorpresa en su cara se hizo evidente. De repente Lavinia pensó que esta era una muy mala idea. Matsson parecía genuinamente estupefacto. – ¿Lavinia? – finalmente preguntó. – Guau – Su acento era más marcado.

– Bueno... sí – respondió ella. – Hola.

Los ojos de él la escanearon de arriba a abajo y sonrió, soltando una pequeña risa desconcertada. – ¿Qué coño estás haciendo aquí?

Su mente estaba acelerada. Tendrías que haberle dicho a Monique que no podías hacer esto. – En la ciudad, con una amiga.

Lukas levantó las cejas. – Ahh…– asintió lentamente, todavía estudiándola. Su boca se curvó en una sonrisa de interés.

Alguien le pidió a ella que saliera del paso.

De repente la mano de él estaba sobre su brazo. – A Oskar le vamos a dar un infarto si no obedecemos – dijo. – Ven.

Podía ver que Monique, a unos metros de distancia, se estaba impacientando. –¿Puedo pedirte un favor?

Eso le hizo mover levemente las cejas y mirar a su alrededor. – No es uno de ellos tratando de tenderme una emboscada, ¿no?

– ¡No! No, no – intentó explicar ella, entrando un poco en pánico. Es una amiga. Ella es Monique – miró a su amiga pidiendo ayuda con los ojos, y señalando en su dirección con la mano – estaba cubriendo las conferencias de hoy. Y quisiera 10 minutos de tu tiempo. Para De Standard.

Pero al parecer, daba igual porque seguía mirándola como un gran pájaro observando a su presa y apenas si ladeó la cabeza hacia su amiga. Se sintió un poco incómoda.

– Mira, sé que las cosas parecen raras en este momento… ¿podemos ir a un sitio más apartado – se quejó un poco a la defensiva cuando alguien la empujó más para delante, la gente a su alrededor hacía imposible mantener la distancia.

Lukas la sujetó para no caerse.

Por alguna razón, esperaba que el hombre se riera o incluso dijera: – Oh, vamos–. En lugar de eso, dijo: – No deberías decirme cosas así. ¿Qué puedo darle? A tu amiga, digo.

Lavinia vaciló un segundo de más. – 15 minutos.

– ¿No eran 10 minutos?

– Depende.

Uno de los flashes la cegó y la tomó por sorpresa.

Lukas se encogió de hombros, ignorando el resto de la sala. – Está bien... 30, si ella quiere – Sonrió alzando una ceja – Si te quedas tú – buscó a una de las personas de su equipo con la mirada. – Oskar, ¿hay algo más programado en esta sala a continuación? Me gustaría quedarme con estas dos amigas brevemente – buscó la confirmación de Lavinia.

Su asociado o empleado pareció sobresaltarse. – Uhmm. Pero deberíamos consultárselo a Ebba.

– Nah.

El hombre, Oskar, se volvió hacia ella. – Él no habla sobre rumores.

– Oh, seguro que ella lo sabe. Lavinia Hirsch, él es Oskar, ella es Lavinia... Estuvo con su primo Ro-man, Roy, en mi villa, y... – miró a su amiga – mmm.

– Monique.

– Monique de De Standard – pareció burlarse.

Lavinia se impacientó. – Sí.

– 30 minutos – repitió. – Ni una palabra de Waystar.

– Bien – dijo Oskar.

El hombre parecía francamente confuso.

– Ahora se va a quejar con mi jefa de comunicaciones. Ella ya ha amenazado con irse varias veces – Lukas le confió.

Oskar se alejó como lo habían hecho otras personas.

– Seguidme – dijo Matsson.

Fueron detrás del escenario. – Está bien, Monique. Dispara. No sé si voy a responder– Parecía serio ahora. – pero lo intentaremos –.

– Gracias – Monique preparó la grabadora. – ¿Le molesta si grabo sus respuestas?

– Ya que tenemos la grabadora con nosotros y la acabas de encender.

Pudo ver a su amiga intentando no desesperarse por esa respuesta.

Lavinia les dejó un poco de espacio caminando por la sala. Más allá de las sillas de cuero, dos de las cuales estaban en el escenario.

– Su empresa es una de las más prometedoras de la industria. ¿A qué le debe tanto éxito?

Se giró para verle responder una variación del discurso que le había dado a Roman sobre el éxito. Algo como "últimamente el éxito me interesa menos. Estoy buscando algo nuevo".

Pero luego hubo algo más en lo que le dijo a Monique.

– Soy muy intenso y persistente. – Dijo – Pero a los 15 años cuando empecé aprender código, bueno a los 15 simplemente pensé que era genial tener un montón de servidores en el garaje de mi padrastro.

Levantó una ceja hacia Lavinia mientras hablaba.

– ¿En Estocolmo?

Él jugó con su móvil en la mano. – Lo sorprendente de Suecia es que obtuvimos banda ancha fija, como 10 megabits, creo, en 1998. ¿Cuándo llegó aquí? ¿Y a la región sur de los Estados Unidos?

A menudo parecía querer corregir las preguntas a su amiga.

Otras, se lo tomaba a broma.

Estuvo a punto de pararles y decir. "Hey, para, ella es muy buena periodista", pero se mordió el carrillo para no intervenir.

Monique no se achicó.

Hacia el final, intentó sonsacarle una historia sobre su madre.

– En varios artículos de sus inicios se dice que es hijo de madre soltera pero me ha hablado de un padre.

– No creas todo lo que dicen de mí. De hecho la gente debería aprender a olvidar lo que digo. Yo lo hago a menudo. Entre tú y yo – chasqueó la lengua.

– ¿Tiene intereses fuera de su trabajo?

– Los tengo – ahora hubo una media sonrisa. – Varios.

Lavinia no pudo evitar poner los ojos en blanco.

Se encogió de hombros, evasivo. – Puedo mostrarte alguno.

– No me veo yo…

Tamborileó el reposa brazos y miró el reloj.

Sus ojos azules arrugándose en las esquinas, ninguna atención en Monique. – Por cierto acabo de caer en algo que dijiste. Tú como que te conoces esto… Bruselas, has vivido aquí.

Vaciló. – En Flandes.

– Flandes – repitió como si estuviera nombrando un nombre inventado – Vas a recomendarme un restaurante y me vas… vais a dejar invitaros, ¿sí? – sonrió a Monique, dejándola un poco cortada – Pero dejaremos la grabadora al maître. ¿Qué os parece a las 2? Me temo que Oskar estará por aparecer.

Se levantó y tendió la mano a Monique. Luego, brindó una media sonrisa a Lavinia.


Monique hizo broma mientras esperaban. – Mi primera pregunta estuvo a punto de ser: – ¿Ha dormido usted con Lavinia Hirsch?

– Moni… – se quejó suavemente.

– Oh, vamos. El tipo te estaba… – bajó la voz – eso… con la mirada. Todo el rato – puso énfasis en las vocales. – Sé que no pasó. No del todo – dijo su amiga – Pero tú no te imaginas como tiemblas en los sueños locos de ese hombre.

– ¡Basta!

Monique frunció el ceño. – ¿Por qué?

Lavinia se tiró un poco hacia adelante en la mesa. – Porque… ya sabes porque...

Su amiga la interrogó con la mirada. – ¿Has tomado una decisión?

Negó con la cabeza.

– ¿Pero te has empezado a tomar vitaminas prenatales?

– Sí.

– Bueno, pero piénsalo. Pronto el embarazo será evidente y eso disminuirá tus oportunidades. ¿Te piensas pasar un año sin tener sexo?

Lavinia hizo una mueca.

– ¡Es por ÉL! ¿A que es por él? Lavinia...

– No voy a tener sexo nunca más – declaró.

Moniqué bufó.

Vinnie se humedeció los labios. – Me dejó un mensaje en el contestador pero no le he llamado porque la próxima conversación que tengamos tiene que ser cara a cara y no sé si estoy preparada.

Su mejor amiga pareció preocupada: – Cariño, no tienes control sobre él, pero toda tu vida está evolucionando en este momento. No dejes que lo que sea que pase en esa conversación…

Lavinia miró al infinito. – Lo sé.

Se pasó la mano por el cabello pero puso buena cara cuando Oskar apareció y detrás de él Lukas.

Oskar no se sentó con ellos.

Le dijo algo a Lukas en privado y desapareció.

– ¿Todo bien?

– Perfectamente. ¿Qué tendremos para comer? Esperemos que no mejillones. Esos no me gustan.

Los tres tomaron asiento y Lukas pidió lo más caro del menú: un plato de pescado en salsa de crema, algunas verduras en salsa de ajo, arroz y sopa de miso. Monique pidió la ensalada. Y Lavinia, la verdad, se forzó a comer una lasaña vegetal. Cuando la camarera se fue, Lukas inquirió: – Entonces. Vosotras dos habéis estado saliendo últimamente por aquí. ¿Qué habéis hecho? ¿Hay fiesta? – Lavinia sonrió y trató de parecer que había hecho algo más que deshojar los días.

– Monique trabajar, yo teletrabajar, disfrutar de la lluvia… Hace años había una zona de discotecas buena pero… – miró a su amiga.

– Sí, la hay. Pero son todos críos.

– Uhm…ya veo.

Tuvo un malestar a medio terminar su plato. – Si me disculpáis.

– ¿Estás bien? – Monique se alarmó.

– Vuelvo enseguida.

Había manchado de sangre roja la ropa interior y se sobresaltó pensando en un aborto espontáneo. Su corazón se detuvo por una fracción de segundo y luego siguió caminando con los brazos cruzados sobre su pecho como si estuviera protegiendo su cuerpo. Una vez en la mesa se disculpó ella misma. – Creo que tengo que irme. Justo...

Lukas parecía confundido.

Monique preocupada.

– Voy a tomar un taxi, tengo una cita que se me olvidó – se excusó. Él no parecía creerla pero en un primer momento no la detuvo – Ella ya estaba en la puerta esperando un coche cuando lo vio venir. – Espero que no estuvieras planeando abandonar a tu amiga conmigo. – bromeó.

– Nada como eso.

– Entonces confío en que no sea la única vez que coincidamos. Ya sabes... Y yo también estaba totalmente planeando proponerte una oferta.

Estaba nerviosa pero se detuvo en seco. – ¿Lo siento?

– Para trabajar conmigo. Primero en Estocolmo. Después ya veremos. Hay mal rollo con mi jefa de comunicación. Es una larga historia. Nada flagrante. – Pero ella no estuvo convencida por como la miró – Por supuesto tendrías que pasar un proceso. Una entrevista y un par de pruebas. Pan comido.

Su cabeza iba a toda velocidad.

– ¿Puedo pensarlo?

– Absolutamente.

– Pero – miró hacia la calle. ¿Por qué no llegaba su taxi? No pudo evitar una mano en el estómago: Bichito no me hagas esto, por favor. Creo que quiero que estés ahí, ¿ok?. – no sé si es buena idea. Tú y yo…

– Tú y yo tenemos buen rollo– Le tendió la mano para que la apretará como para cerrar un pacto con el fantasma de una sonrisa, ella lo hizo pero a duras penas – Despejamos el aire entre nosotros, quedamos como amigos, ¿qué me dices? Llámame.

Y su taxi llegó, por fin.


Esperó en la sala de emergencias temiendo estar sufriendo un aborto espontáneo. Pero eso nunca sucedió. Llegó el técnico de ecografías, la examinó y le dijo que estaba bien, que todo estaba bien y que ahora vendría un médico. Ella suspiró con alivio.

– Ahora viene la doctora a hablar contigo pero no te preocupes. – le dijo dándole un pañuelo de papel para retirar la substancia viscosa que había puesto en su vientre.

Ella lo hizo con cuidado y luego estiró el brazo para llegar a su bolso que estaba en una silla.

Cogió el móvil.

Y marcó el número de su contestador para escuchar el mensaje que le había dejado Stewy después de Italia.

Lo echaba de menos como una loca.

Sabía que habría estado batallando consigo mismo para no llamarla.

– Quiero dormir contigo esta noche, Livy, hacerte el amor… no hay nada en este mundo que quiera más. Yo... lo siento, cariño.

La primera vez que había escuchado el mensaje le enterró en un mar de lágrimas.

Él no sabía que estaba en Bélgica.

No estaba preparada para el tipo de rechazo que esperaba cuando descubriría lo que estaba pasando. Su corazón se rompió en pedacitos, quería vomitar.