"No, nothin' good starts in a getaway car
It was the best of times, the worst of crimes
I struck a match and blew your mind
But I didn't mean it, and you didn't see it
The ties were black, the lies were white
In shades of gray in candlelight
I wanted to leave him, I needed a reason
"X" marks the spot where we fell apart
He poisoned the well, I was lyin' to myself [...]"
– Getaway car (Taylor Swift)
Capítulo 32. Surströmming
Lavinia sabía lo que era perder, pero esto se sentía mucho peor.
Estaba embarazada y sola. Llevaba unas semanas así.
Estaba luchando con el duelo por la pérdida de esos momentos que parecía que nunca tendría: tener una pareja que está igual de emocionada por el embarazo, alguien que pusiera la mano templada en su vientre y la cuidara cuando tenía náuseas y vómitos y que se preocupara de este bebé con ella.
En el vuelo de vuelta de Los Ángeles a Nueva York tomó varias decisiones.
La primera era una resolución pasada.
No quería SU dinero ni su nombre en ningún papel si iba a ser un padre ausente.
Y no veía el punto de que se obligara a sí mismo a ser parte de la vida de esta criatura "porque era lo correcto" si eso lo hacía sentir miserable.
Justo lo que se merece un niño: Un tipo que tiene que ser obligado a ser padre.
Solo… no.
A veces se sentiría triste porque no tenía la "familia" que imaginó pero no volvería a estar sola.
Quizá aún estaba a tiempo de… ser fuerte.
Era importante que se concentrara en cuidarse a sí misma.
A pesar de todas las preocupaciones, mentalmente podía imaginarse sosteniendo a su bebé y no era justo que tuviera una madre menos que absolutamente emocionada por él.
Su corazón estaba peleando por ese futuro niño pero su mente se cuestionaba cada paso que había tomado hasta ese punto.
Ella que se las daba de valiente…
¿Y ahora qué iba a hacer con esa herida que dejaba Stewy?
No iba a mentir, hasta había reconsiderado por un momento su decisión de seguir adelante con esto. Tienes que estar cien por cien segura de que…
Esto era olvidarse de Stewy para siempre jamás.
Hacía semanas que no era ella. Se sentaba en el sofá y se sentía como una invitada en sus propias decisiones.
Hasta para tomar un café tenía discusiones consigo misma.
Madre mía, ¿y si le acababa dando una madre muy infeliz además de un padre ausente?
Las hormonas del embarazo ponían de su parte, haciéndole sentir como si estuviera en una montaña rusa emocional.
A veces la vida simplemente se cuela por una puerta trasera.
Se sentía culpable, se sentía herida y, sinceramente, no tenía la capacidad emocional en este momento para pasar por otra conversación con Stewy.
Eran ella y su bebé.
Había tiempo para meditar más a fondo qué iba a hacer una vez que hubiera nacido la criatura. Ahora mismo Lavinia se sentía incapaz de pensar hasta una fecha tan dilatada.
Así que decidió concentrarse en el presente.
Tomó una segunda resolución.
No iba a llamar a Ewan asustada rogando por un paracaídas, no antes de intentarlo por sí misma.
Quizás lo que en realidad necesitaba era un milagro…
Por alguna razón si se intentaba imaginar de aquí a unos meses no se veía en la posición que le habría ofrecido Roman en The Hundred.
"Redefinirá el periodismo del siglo XXI", "clickbait para gente inteligente".
Ella no encajaba en el esquema y tenía ganas de demostrarse que podía moverse aún hacia arriba en el mundo laboral.
En algún multiverso, era galerista en algún sitio.
Pero no era este.
Ni siquiera quería recordar por qué.
No había querido ser como papá.
Apreciaba el gesto de Ken. Teniendo en cuenta su situación era mejor que estar en la calle.
Pero la verdad era que ellos ya tenían a Shiv para dar un vistazo a la estrategia de RRPP si Mr Columbia no acertaba con algo.
Además, estaba la cuestión de si sus primos eran lo bastante serios en su proyecto. Aunque, ¿quién era ella para decirles nada?
Roman parecía convencido.
Los tres hermanos trabajando juntos, tenía que ser algo bueno.
Lo que ya no sabía es si duraría.
En retrospectiva, ¿de qué estaría más orgullosa?
Suspiró profundamente.
Estaba su maternidad. Pero ¿y su futuro? ¿sus aspiraciones? ¿su tiempo?
No solo necesitaba un trabajo para mañana sino un pie hacia algo más prometedor que un "vamos a dejar una muñeca de esas victorianas a la prima Vinnie mientras jugamos a los periodistas", "yo traigo un grabador y te hago preguntas sobre tu casa «rara» en Canadá, armamos un cuento y después lo repetimos y obligamos a Connor a verlo".
Era difícil sentirse parte del juego con los tres.
Su yo niña había preferido siempre mejor tener a Rome a sus anchas.
Lo que, vale, a menudo iba acompañado de los gritos de su tío en algún momento del final del día.
Apartó la mayoría de pensamientos de su cabeza aquí y ahora.
Llevaba un jersey porque necesitaba más capas entre ella y el aire frío del exterior.
El calendario de su móvil marcaba octubre.
También le indicaba que en la calle había 3 grados.
Miró por la ventana del coche.
Hace más de mil años Estocolmo era el paso de piratas y de mercaderes malvados. Antiguos vikingos. Hoy, bueno…, no estaba segura cómo se había dejado convencer para esta visita.
Sabía que era una mala idea en cuando cogió el avión.
Pero se sentía entumecida.
Necesitaba seguir en marcha.
Qué raro esto de echarse de menos a sí misma, cuando apenas...
Por supuesto, todavía podía hacer la prueba con Andreas y largarse.
No tenía que decir que sí aunque ellos le extendieran de verdad la oferta, ni siquiera le había nacido decirle a Roman que se marchaba unos días de la ciudad.
En el aeropuerto de Nueva York se había encontrado con el equipo de Lukas que acababan de tener una reunión en Manhattan.
Había un par de conductores, cuatro de sus abogados, dos asesores financieros. Un tipo muy alto que supuso que era un guardaespaldas aunque Lukas no estaba aquí y no le quedó claro qué hacía en la ciudad.
Hubo turbulencias en algún lugar encima del Atlántico pero nada a reseñar.
Cuando el coche paró enfrente de las oficinas de GoJo en Suecia después de 8 horas de vuelo en las que sorprendentemente había podido dormir, había una protesta en la calle por un recorte del número de empleados en sus oficinas centrales "para mantener la estructura saludable" — Eso recogía uno de los periódicos que después compró por 20 coronas en la acera de enfrente.
O era lo que interpretaba el traductor de Google que decía el periódico.
Oh, fenomenal.
Recordaba vagamente que con Roman en Italia había hablado de despidos.
– ¿Va a entrar? – le pidió el hombre-armario que se había quedado esperando al lado del coche.
– Han retrasado la cita. Es muy temprano… voy a buscar algo abierto para un café primero.
– Perfecto.
Se permitió una taza de leche con una mancha de café en una plaza cercana mientras la ciudad acababa de ponerse en marcha.
Necesitaba espabilarse.
Casi temió que el guardaespaldas la seguiría cuando se adentró caminando por calles adoquinadas pero se esfumó.
El edificio de GoJo era una torre de forma triangular, de 10 plantas, todas iguales, como un barco que surcase las aguas domesticadas del lago Mälaren.
Sorteó a los manifestantes para entrar.
Alguien había dejado su nombre dado en recepción.
Una mujer rubia, alta, le hizo esperar en una sala en la octava planta.
Por dentro todo era de vidrio con, diría, una absoluta falta de pudor, ni una cortinilla o tabique a la vista.
Solo mamparas de cristal por todos lados.
Hubo un estruendo y Lukas y Oskar salieron hablando muy alto de una habitación… en sueco.
– ¡La-vini-a! – la saludó. – ¿Has visto eso de ahí fuera? ¿Divertido, eh? – Lukas se giró hacia una chica con el cabello corto que venía por el pasillo y cuyo gesto no pudo interpretar. – Lavinia, esta es Ebba que ocupará el flamante nuevo puesto de directora principal de marca después de una cruda negociación. Es decir que cobrará más y me verá menos. Un win-win – ofreció en voz baja, con burla y algo más que no pudo captar. ¿Reproche? – Vamos a dejarte en las manos de Andreas, y entonces hablamos si te sientes cómoda por aquí – hizo clic con la lengua.
Lavinia sabía más o menos que no tenía ningún filtro pero esto la sorprendió, quizás porque como había dicho Monique, él parecía siempre actuar en su mejor comportamiento con ella.
Había nuevas capas aquí.
Puede que no hubiera más truco que el programador excéntrico de Goteburgo sin muchos límites personales que le había dicho a Roman eso de que se involucraba mucho con la gente y los exprimía como naranjas, y que luego había sido un absoluto grano en el culo para Monique.
– Bueno ya has conocido a Oskar y a la flamante Ebba. A Oskar le cuesta transigir un poco – dijo – Ven. Vamos a ver a Andreas. Él lo sabe todo de ti, perdónale porque está un poco deslumbrado en ese momento. Te he estado elogiando por aquí.
– Ya – puso en duda.
La imitó con una sonrisa de suficiencia en su boca. – Síi, mujer de poca fe…
Puso una mano en la parte alta de su espalda para instarle a ir con él.
– La verdad Lukas, solo he venido porque no cada día te ponen un jet privado cuando te hacen una oferta de trabajo. Pero… estoy un poco sorprendida y querría ser prudente. Vas a comprar a mi tío. Mi familia me aplastaría… – aclaró siguiéndolo por el pasillo.
Lukas no se inmutó.
– Podemos mantenerlo sin anunciar hasta que compre la empresa. Estamos empezando a hacer una lista negra de gente de la que voy a prescindir. Tú puedes ir al reverso – propuso casualmente.
Ella enarcó las cejas. – ¿Cómo es el reverso de una lista negra?
– Unos salen, otros se quedan, tú entras oficialmente.
Lavinia dudó.
Pero él ya estaba rebatiéndola: – Escucha mi propuesta… Vas cogiendo rodaje con Andreas, mantenéis contacto discretamente unas semanas, y te estrenas conmigo el día 1 DL. El día 1 después de Lukas en Waystar Royco. O mejor en el evento post junta con la firma del acuerdo. ¡Bam! ¡Sorpresa! – golpeó las palmas a modo de aplauso simulado.
– No quiero dejar ciego a nadie, pero… discretamente me gusta.
Lukas negó con la cabeza como si fuera una vieja broma.
– ¿Qué? – le preguntó ella.
– No es como si vas a tener que vender bien tu trabajo y mi empresa. Déjame adivinar, odias ir a sitios con gente.
Entrecerró los ojos.
– No. No necesariamente…
Él se burló.
Tenía una especie de encanto ahora que no había visto saliendo de ese despacho con Oskar.
Puede que fuera un extraño encantador de serpientes.
Lukas volvió a sonreír con cara de bendito.
– Entonces ya eres mi heroína.
– Ja, ja – fue sarcástica respondiendo a su mueca – Mírate.
– ¿Qué puedo decir? Mi vida está en juego – bromeó.
Lavinia se humedeció los labios cortados por el frío de esa mañana en el aeropuerto.
Él la observaba con unos ojos muy abiertos como si estuviera intentando memorizar todo lo que Lavinia decía.
Había hecho algo parecido en su villa en el lago Como y luego cuando se presentó de escondidas donde Caroline hacía la fiesta.
Hasta que ella empezó a soltarse, a cogerle confianza y a contarle cosas sobre sí misma.
Al llamarle por teléfono en Florencia quizás se había metido en un desaguisado que no había planeado.
Ahora necesitaba este trabajo pero ellos tenían un cierto raccord y esto se sentía incómodo e inapropiado.
No es que él pareciera darle ninguna importancia a sus reticencias.
Le seguía sonriendo como si fuera lo más divertido del mundo.
Se pasó la mano por la pelusilla de la barba de no haberse afeitado esta mañana.
Dos días. Era el tiempo que se estaría por aquí antes de ella tomar una decisión sobre ellos y viceversa.
Si le había resultado duro hacerse valer profesionalmente con su primo mayor, no quería hacerse a la idea como seria con este hombre.
¿Y qué iba a decirle a Roman?
¿Lo sabes o no? Te has convertido en ese reto que Lukas Matsson quiere ganar para desbloquear no sé qué nivel.
No puedes poner tu futuro profesional en riesgo si no te va a tomar en serio.
¿Cómo había llegado a esta situación?
No llegaste a… Oh, claro vosotros solo… Él solo alternó el desnudarte con eso… sus dedos follándote… y ahora te mira… así...
Lavinia levantó la vista y se tropezó con su mirada.
Se ruborizó a pesar de que le repateara lo que pasó.
Intentó hacer una balanza mental entre sus primos y GoJo profesionalmente.
Cuando le dijera que estaba en cinta iba literalmente a desdecirse de contratarla, o a olvidar cualquier idea rara que tuviera.
Al menos eso último es lo que haría cualquier hombre en sus cabales.
Oh, menudo consuelo.
– Bueno – anunció Lukas – vamos a entrar en esa habitación y te voy a presentar a Andreas. Él te hará preguntas sobre tus trabajos anteriores y todo el rollo, ¿mm? ¿Algo que añadir antes?
Lavinia le miró un momento más.
– ¿Cómo por ejemplo?
Él sonrió fingiendo inocencia.
– Dijiste que había algo que deberías decirme si te contrataba y tengo toda la intención de hacerlo. Acabo de reestructurar todo mi departamento de Comunicación allí dentro para ti.
No pudo evitar poner cara de: "¿Cómo dices eso?".
Él rió. – Está bien. Valdrá la pena, mujer.
Lavinia le contestó con la sensación que había hecho algo mal que debería deshacer: – ¿Y tu… proceso de selección?
– Ya lo hablamos. Hoy sigues a Andreas, mañana te entregamos los billetes y el plan del acto y el 18 trabajas con Ebba y él en Londres porque se trata del lanzamiento de una nueva función IA que elige contenido para el usuario. Estoy convencido que lo vas a hacer fenomenal. Sinceramente creo que tengo un don para ver eso. En coronas agobia un poco. Pero para que nos entendamos, 94.000 euros al año. En estos momentos la empresa es sueca, me obligan a dar un mes de vacaciones a la gente y unos 300 euros en bonos de transporte, gimnasio – recontó – Tienes todas las ventajas.
Ella contó mentalmente.
Cogió aire.
Habría un montón de facturas.
Cosas que comprar.
Hasta podría permitirse echar un poco la casa por la ventana.
Se sentiría menos culpable por pasar de súper rico a clase media (vale, media alta) la vida de ese niño.
Pese a lo que le había dicho a Stewy, no estaba tan segura de la ayuda de Ewan…, dado que, por lo que sabía, podía decidir que ella había perdido la cordura.
Se abstrajo de lo que siguió diciendo Lukas, no porque no le interesara, sino porque tenía un nudo en el estómago.
No era sólo por terquedad.
Creía que no implicando financieramente a Stewy estaba siendo amable consigo misma, estaba siendo amable con él y estaba siendo amable con su bebé.
Se preguntaba si una ausencia total era mejor, que lo que sea que sucediera si él estaba allí en alguna parte pero no en realidad.
Si dependía de ella no habría un niño dolido que se cansaría de esperar la llegada de su coche en su cumpleaños o en una función escolar.
No quería que fuera más doloroso de lo necesario para todos los involucrados.
Era un poco idiota porque la verdad es que seguía enamorada de él y eso la hacía oscilar entre la rabia y el desespero, el negociar su ausencia en esto como si no le rompiera el corazón y la tozudez.
– De acuerdo.
– ¿Sí? ¡Fantástico!
Lukas aplaudió de buen humor.
La cogió del brazo satisfecho y la condujo hacia adelante abriendo la puerta que tenían delante. – Y ahí está Andreas, nuestro rey olímpico que no sonríe nunca.
Andreas pareció guardarse algo que decir. – Hola. Buenos días.
– Te traigo a la futura jefa de Comunicación. Dale unos días y va a lidiar con la prensa como una jabata. ¿Tienes cura de ella?
– Entendido, sí. Como dijimos. ¿Qué vais a hacer con…? – señaló hacia la ventana.
– Dejar que protesten. Ulla hablara con el portavoz sindical en algún momento.
– ¿Habéis llamado a la policía?
– Nosotros no. Han venido solos. Son cuatro no va a pasar nada.
Andreas asintió. – Esperemos que no haya líos. ¿Me encargo de lo de Londres y Ebba hace cualquier comunicado que surja con…?
– Perfecto – dijo en sueco. Le guiñó un ojo a ella de salida: – Después hablamos y me cuentas ese secreto tuyo.
Se sentía como si estuviera frente a una montaña. Hacer el ascenso parecía imposible. La ansiedad y las preocupaciones le habían agotado las reservas.
Por casualidad esta mañana había recibido dos emails de agencias de comunicación de Manhattan que pedían hacerle una entrevista.
En una de ellas conocían a Kara.
Pero no eran las condiciones que ofrecía Lukas ni de lejos.
Ni siquiera las que había tenido con Ken.
Una de ellas era a media jornada.
Con otra mantendría su pequeño apartamento por mucho tiempo.
Lavinia miró a Andreas mientras acababa de dar un vistazo al dossier de prensa del evento de Londres. – Dime, qué quieres que haga cuando acabe…
Hacía apenas unas horas que se había instalado en la oficina de este.
– El acto inaugural del martes. Si puedes revisar que los amigos de protocolo no se hayan colado. Los británicos son quisquillosos con esas mierdas. ¿Sabes las cuatro cosas que…?
– Sí, claro.
Le sonrió. – Genial.
Tenía que reconocer que desde el lateral de su mesa tenía unas vistas impresionantes a través del ventanal por el cual veía el agua del lago.
El vidrio iba de suelo a techo en tres de las cuatro paredes de la habitación.
Había el espacio suficiente para dos mesas de acero y roble, un sofá marrón de piel y un par de sillones de una plaza, una pequeña mesa de reuniones con seis sillas y un cuarto de baño equipado. Si el despacho de Andreas era así no podía imaginar cómo sería el de Lukas.
Más tarde preparó los dosieres para la reunión que Andreas tenía con unos periodistas que iban a hacer un reportaje sobre la empresa para sus próximos números y luego con lobistas británicos porque estaban expandiendo los servicios que ofrecían en ese país.
También algo sobre un software de Israel.
– ¿Tu no sales a comer? – le preguntó Rasmus que trabajaba con Andreas tanto así que moraba en su despacho.
Lavinia se encogió de hombros: – Me temo que no. En cuanto me haya leído todos estos papeles.
Acompañó a Andreas a varios encuentros en el mismo edificio y escuchó hablar sobre los retos de GoJo en los próximos meses.
Al menos cuando la conversación no era en sueco.
No se le escapaba el lío que seguramente se le vendría encima con su tío…
Acabo descargándose un traductor.
Todo el mundo fue correcto.
Excepto por Oskar que la ignoró las dos veces que se cruzaron en un corredor.
Y las dos veces pasó refunfuñando alto en su idioma.
En un momento concreto Ebba entró al despacho a hablar con Andreas y aunque toda la conversación fue en sueco estaba casi segura que la habían nombrado un par de veces.
– ¿Cómo conociste al jefe? – musitó Rasmus enseñándole el programario del ordenador.
– En Nueva York mandándole un montón de invitaciones de cumpleaños para… bueno, la persona con la que he estado trabajando.
– ¡Uno de tus primos! Las noticias vuelan – Rasmus sonrió con retintín – No te preocupes. La mayoría solo tenemos curiosidad y Ebba – negó con la cabeza – A ver se larga en febrero – le guiñó un ojo – Solo ve con cuidado.
Se extrañó.
– ¿Con?
– Nada.
Por la tarde hubo una reunión para hablar cara a cara con Lukas sobre qué puesta en escena querían cuando se firmara la compra de Waystar.
Lo cual no era inmediato porque seguía haciendo nuevas peticiones a Logan.
No pareció que estuviera escuchando si no más pendiente del móvil.
Ebba le pidió atención. – Lukas.
Alzó una ceja. – Ibais diciendo… Ebba.
– El orden de los párrafos tercero y cuarto en el comunicado.
Movió la cabeza, aburrido. – Me da igual.
Pero luego se le debió ocurrir otra idea porque la buscó con la mirada: – Tú que dices Lavinia… Quiero escucharte.
Oskar se aclaró la garganta: – Ja. Eso sería interesante dado que estamos todos hablando inglés por ti, bueno y aquí el doble de Ricky Gervais – señaló a uno de los abogados que habían volado con ella esa madrugada – Pero a él le solemos dejar que interprete nuestros graznidos, ¿no?
A continuación, soltó una carcajada aunque no había resultado precisamente simpático.
Lavinia contó hasta seis.
– Yo presionaría para que haya un momento foto del apretón de manos. Es un enfoque más clásico pero… Seguro que lo habéis pensado pero no lo veo en el dosier.
– ¿Una foto? – mostró interés Ebba.
Era una chica muy mona, con el cabello corto; esta tarde tenía el ceño constantemente fruncido, especialmente cuando Lukas se dirigía a ella.
Estaba segura que algo se le escapaba.
A parte del hecho que la estaban a punto de contratar para su puesto.
Pero todo el mundo parecía estar de acuerdo de que su cambio de posición era un ascenso y de que que hubiera una distancia con Lukas era para mejor.
Fuera lo que fuera lo que hubiera pasado allí parecía malo.
Se repuso después de un segundo de duda.
Se dio cuenta que estaba mordiendo el bolígrafo y bajó las manos a la mesa.
– Sí, una foto con mi… con Logan Roy después de la firma. Una encajada de manos. Eso va a gustar a los periódicos y manda una imagen de cambio. Sangre joven al mando.
Lukas sonrió. – Me gusta pero ¿a ti te gusta? Me lo cuentas y me transmite duda. ¿Qué contras ves?
Dios.
Lavinia cogió aire.
– No, pero no para GoJo. Sinceramente es que no creo que a Logan le guste esa idea – respiró – No sé si podréis convencerle.
Lukas asintió todavía interesado.
– Creo que lo pillo. No vamos a decir que ha sido idea tuya… por esta vez – hizo un mohín – Ebba… No mejor, Andreas, ponte manos a la obra con eso. Cuando sea el momento lo propondremos. Es ese tal Hugo, ¿no?
– De hecho, su jefa se llama Karolina – repuso Andreas.
Se tiró hacia atrás en la silla. – Karolina. Quien sea, me da igual. ¿Hemos acabado?
Le sonó el móvil.
– Alguien sigue cabreado – dijo antes de cogerlo.
Ebba se giró hacia ella. Le habló bajo, pero con tono amable:
– Iba a hacer un comunicado más completo sobre las protestas de esta mañana. Avisé a Lukas que no era el momento de echar gente pero – negó con la cabeza como si fuera algo habitual – ¿Puedes encargarte tú con Rasmus y que lo apruebe Andreas cuando terminéis? Tienes el comunicado que hemos compartido en redes durante la mañana en la carpeta que lleva mi nombre del directorio. Si nunca tienes alguna duda mi nueva extensión es la 2148. Piso de arriba. Siento si antes no…
– No. Es… es correcto.
De pronto no solo le pareció todo lo contrario a sus compañeros más ruidosos sino alguien que no se tomaba su trabajo a la ligera.
– Gracias.
Ebba volvió a fruncir el ceño. Luego pareció debatir algo internamente:
– Voy a salir a… ¿fumas?
– No, no, está bien.
– Claro.
Lavinia deshizo las sabanas de la cama de ese cuqui-hostal en el centro de Estocolmo (o así lo había bautizado Monique cuando le envió una foto) y se permitió estirarse sobre el montón de almohadas.
Era la habitación más grande que tenían, le dijo el anciano de recepción en un inglés con un fuerte acento.
La parte donde estaban situadas las ventanas enfrente de las cuales descansaba una mesita baja y dos pequeños sillones monos, probablemente había sido un balcón antiguamente porque tenía forma hexagonal y otro papel en la pared.
La chimenea había sido inutilizada y en vez de eso había un radiador. Suspiró. Le dolía la espalda.
Cerró los ojos solo un segundo.
¿Esto era buena idea?
No…
Y su nuevo móvil sonó molestamente.
¡No ahora! ¿Por qué?
El número le extrañó.
Es decir, se habían visto hace un par de horas.
– ¿Sí? – No pudo evitar una pequeña nota de cansancio.
– Me han dicho que has buscado una habitación en la ciudad.
– Sí, Andreas no sabía nada de la vuelta y sinceramente no podría meterme en un avión ahora mismo. Esperaba dormir un poco hasta que supiera algo. Siento si…
Lukas no se inmutó. – ¿Ya quieres irte?
– Bueno, es decir… aunque me consideréis para el puesto, dijiste que no sería inmediato – razonó mirando al techo alto de la habitación, todavía estirada, con un brazo descansando en la mitad de su cuerpo.
– Oh, qué le den a dije, dijiste. Lavinia, estás contratada. El equipo está trabajando en los detalles de cuando formalicemos la compra de Waystar, Andreas te dará los detalles que hemos hablado a última hora. Dame más ideas como la de la foto. ¿Qué me dices?
– Bueno…
– ¿Tienes intención de cenar hoy?
– Lukas…
– ¿No serás de las que se va a dormir temprano?
– No. No normalmente… – Pensó en lo muy mala idea que era anunciar un embarazo a alguien que te quiere contratar. Mierda – Mi móvil dice que he hecho 15.000 pasos hoy con Andreas arriba y abajo, tengo agujetas hasta en el alma. Si eso es un problema… – dijo en cambio.
Alguien tocó en la puerta de su habitación en ese momento.
– Un momento – se disculpó.
Abrió la puerta e inmediatamente parpadeó colgando el móvil.
– Lukas – musitó.
Él alzó las palmas. – Vengo en son de paz.
Llevaba una bolsa blanca de papel en la mano izquierda.
– No hacía falta – cogió la comida rápida que traía.
– ¿Hablamos? – ofreció.
Aceptó.
– Tú dirás… – le indicó los sillones y la mesa baja que había en la ventana.
– Mi asistente te buscara un apartamento para unos días.
– No hace falta. Te prometo que estoy bien aquí, me gusta, el centro, la gente paseando, la plaza con baldosas es diferente a Nueva York.
Lukas sonrió. – Sí. Sinceramente, Nueva York no es tan guay.
Su tono le hizo rodar los ojos. – Pero vas a fusionarte con una gran empresa americana.
– Eso es verdad. ¿Comemos?
Eran hamburguesas y patatas fritas.
Hubo un pequeño silencio entre ellos.
Pero no fue incómodo.
– ¿Te vas a quedar con nosotros?
Ella le miró. – No lo sé. ¿Qué dice Oskar sobre mí? Hoy en la reunión…
– Oskar va a tener que aguantarse porque es mi decisión. Es un borde, no le hagas ni caso.
Sostuvo una de las patatas entre los dedos. – Es que necesito que funcione si digo que sí, ni siquiera se lo he comentado todavía a mis primos, ellos me han hecho otra oferta…
– Pero no es mejor que la mía.
– No.
Lukas mordió la hamburguesa y luego mirándola a través de la mesita que los separaba: – Cuéntame tu secreto.
Tuvo serias dudas.
Podía callarse un par de meses y soltarlo cuando hubiera demostrado algo.
Pero acabaría notándosele y no necesitaba que su experiencia en el trabajo también acabara siendo traumática.
No podía dar pasos que no estuvieran muy bien pensados, porque el personajillo que estaba creciendo en su vientre, necesitaría que su vida tuviera un poco de estabilidad.
Tienes que intentar ser positiva… Si es esto lo que te aparta de la empresa, es mejor que lo sepas ahora que no has perdido días trabajando para él.
– Estoy embarazada.
Lukas Matsson tosió mientras aún masticaba y ladeó la cabeza: – ¿En serio?
– Pero quiero trabajar hasta el último último minuto. No voy a dejaros tirados, si al final nos ponemos de acuerdo…
– Tú y yo no… Es imposible que…
Se puso roja como su carmín. – ¡No! ¡Claro!
La estudió.
Entonces, bromeó. – No sé si me siento aliviado. ¿Lo sabías? ¿Ese día?
Lavinia trató de ignorar la sensación de que algo se arrastraba bajo su piel.
¿Por qué no estaban hablando del trabajo?
– No exactamente. Creo que había tenido señales pero no… no había querido darme cuenta.
Él asintió con lentitud. – ¿Y quieres hacer esto? ¿Quedarte con nosotros después de la fusión?
– Creo que sí. Aunque mira, no te engañaré, Karolina es la mejor, tiene muchísima experiencia en Waystar Royco, es lo que te diran y tienen razón, y tú ya tienes a Ebba en la nueva posición y está Andreas.
– ¿Te verías haciendo equipo con ella? ¿Con esa Karolina?
Parpadeó. – Sí.
Chasqueó los dedos.
– Bien. Ahí lo tienes.
Ella apretó los labios. – Entonces sigues queriendo contratarme…
– Uhm… diría que la baja maternal americana es bastante peor que la sueca y nos vamos a americanizar un huevo – sonrió, maliciosamente.
Estaba hecho un troll.
Ella le devolvió la mirada escéptica.
– Mira, durante el embarazo te voy a dar cero jaquecas… pero después voy a ser una jodida buena madre… así que si es un problema…
Lukas volvió a curvar los labios hacia arriba, lentamente. – Lavinia… A veces pienso que es verdad que no quieres que te contrate y es mi motivo número uno para hacerlo…
– Uhm… Lukas…
La miró con las dos cejas arqueadas.
– ¿Qué significa «uhm, Lukas»?
– ¿Qué opciones tengo?
Estaba inquieta también con todo esto, pero no quería reconocerlo.
Matsson hizo otra mueca, divertido. – Me siento usado, Lavinia… me rompes el corazón.
Lavinia suspiró hondo.
Se sintió insegura sobre lo que estaba haciendo. ¿Y si se le iba de las manos, si no lo había hecho ya?
Se puso seria.
– Lukas… Es mi familia. Estoy segura que voy a meterme en un lío aceptando pero si hubiera querido acabar en la calle habría estudiado algo que me gustase más. Así que no planeo dejar mi carrera en siete meses.
– ¿Arte? Eso que te gustaba más… ¿no?
¿Qué decía…?
Al fin, eso la hizo sonreír intentando adivinar si es que la había escuchado hasta el final.
– ¿Cómo lo sabes?
– Tu obsesión por Florencia y RoRoy mencionó algo.
Siguieron turnándose las patatas del envase de cartón después de eso.
Matsson continuó de buen humor.
– Lavinia… Lavinia… Es una superwoman de cuidado la tía…
– No hagas broma…
Lukas se quedó un momento mirando por la ventana a un grupo de gente que pasaba por la calle.
Iban riendo y con latas de cerveza en la mano.
Seguramente estudiantes.
– ¿Y qué dice él? – aventuró de repente.
– ¿Él?
– ¿No le importa que trabajes con nosotros? Quiero decir… sé por varias fuentes que está intentando joderme con el precio. Tu novio no me gusta.
– ¿Stewy?
– ¿Ese es su nombre?
El tono de la pregunta no le gustó. – Sabes bien que sí…
Alzó las manos en su defensa.
– Ey, no conozco a todo el mundo en Nueva York. Pero me han informado que sus socios y él… fiu, buscan apretar más el precio y están intentando que otros se unan a su fiesta de mierda antes de la junta… Me pasó por la cabeza un o dos motivos por los que está intentando arrancarme la piel a tiras…
Se mordió el labio y dijo: – Te equivocas con él.
– ¿Seguro?
– Lo suyo es básicamente el dinero. Es inversor. No tiene que ver.
Ladeó la cabeza.
– Entiendo. Bueno… Todavía no me has dicho, ¿qué opina él de…? – la señaló dibujando en el aire una barriga como de siete meses – Esto tuyo.
Se le puso algo mal en el estómago.
Evitó el contacto visual un momento.
– Lo que opine no tiene importancia…
Al ver su cara, Lukas respondió quietamente:
– Eso lo lamento, Lavinia. En serio. ¿Pero sabes que si se pasan mucho conmigo y no vendo entonces seguiríamos trabajando mayormente desde aquí, no…? Me mola que la sede esté en Estocolmo aunque los americanos no lo apreciarían nada. Pero si no pasa… Bueno…, no serán tan idiotas, claro…
– No sería un problema.
– ¿Seguro?
Ella no respondió de buenas a primera.
Pero él dijo automáticamente, haciendo un movimiento repetido de cejas: – Me arriesgo a que le cuentes cosas que me perjudican. Generaremos un enorme y feo conflicto de intereses.
Lavinia miró la comida pensativa.
Eso era verdad.
Pero solo si en los próximos quince días o tres semanas, Stewy y ella… y eso no era posible.
Lukas se acabó su hamburguesa masticando un trozo de bollo y bebió su bebida.
Una marca sueca de sidra.
Sin despeinarse, resolvió: – Bah… Me encanta que estés en mi barco, Lavinia... Aunque si contara lo tuyo a mi equipo me matarían.
Ella se levantó para llenar un vaso de agua del grifo del baño todavía sin decir nada.
– Si lo hubiera sabido habría traído algo sin alcohol – sugirió Matsson aclarándose la voz.
– No, está bien…
No acabaron la conversación que habían empezado.
Poco después, Lukas se puso a hablarle del equipo de futbol que había comprado el año pasado.
– Es el único club escandinavo que ha ganado nunca en competiciones europeas. Estuvieron en las semifinales de la Champions el 86. Mi objetivo es ponerlos otra vez allí arriba. En el puto cielo.
– El club de tu ciudad.
– Sí…
Cuando después le acompañó a la puerta, le dio un beso de despedida, un beso raro, ambiguo, iba a la mejilla pero casi le rozó los labios.
Ella tardó un par de segundos en reaccionar.
Esto era un problema mayor que tener que plantearse en serio establecerse en Estocolmo.
Y no sólo porque entre octubre y noviembre a las tres y media ya oscureciera como había comprobado... Estaría deprimida a la semana o al mes. Ligó pensamientos. ¿A quién quiero engañar?
Se vio a sí misma sola en esta ciudad sintiéndose inadecuada… a decir verdad era peor que eso.
Es que estarías totalmente sola.
– Lukas…
– ¿Sí?
– ¿Qué pasa con Ebba?
Se miraron un momento. Luego, él negó con la cabeza para hablar: – Ya te lo he explicado. Está harta, nos irá bien un cambio de aires a los dos.
– No. Me refiero – dudó – Es…
– Es mi ex.
Lukas se pasó una mano por detrás del cuello, como si no acabara de soltar una bomba.
– ¿Tu ex?
Él se encogió de hombros. – Sí, al parecer todos aquí tenemos algo complicado con un ex, ¿no?
Lavinia le estudió allí en lo alto de las escaleras que conducían a la recepción del hostal, a unos pasos de ella.
Estaba apoyado en la barandilla, mirándola.
Era una casa bonita con moqueta y cuadros de bosques y paisajes pintorescos en las paredes.
Bajó la voz por si otros huéspedes ya dormían.
– No hagas broma… es muy serio…
– Hemos tenido algunos problemas pero está bajo control.
Ella asintió contrariada.
– ¿Hay algo más que tenga que saber? Si me quedo, como ya sabes, tu jefa de comunicación…
Él se encogió de hombros.
– Algunas cosas. Poco a poco, Lavinia… ya te dije que necesito a los mejores de mi lado.
Joder, Vinnie.
Lavinia supo que estaba cometiendo un error enorme mientras escuchaba las ruedas de un vehículo circular por una plaza que de día era peatonal.
Siguió durante un rato acostada allí, compadeciéndose de sí misma y deseando quedarse dormida.
Estaba desbordada por todas las cosas que había vivido tan intensamente durante esos meses.
Se lamentó en voz alta. – Aaahh, joder.
3.45 am en Suecia.
La pantalla de su móvil se iluminó.
Allí estaba.
Stew.
Se mordió el labio aunque acabó respondiendo la llamada.
– Hola…
– Livy.
Se puso de lado con el móvil en el colchón, mirando con nostalgia la foto que tenía en el contacto de Stewy en la pantalla.
Su corazón en un puño.
Toda ella un poco encogida.
Podía imaginar la cara de tonta que tenía al mirarlo cuando le hizo esa foto a la luz brillante del sol griego.
Perdidamente enamorada de él.
– Stewy…– murmuró.
– ¿Cómo estás?
Ella suspiró. – Muy cansada.
– Oh, Liv. Tienes que descansar, ¿vale? – dijo, y eso casi la irritó.
Quizás en parte porque se sentía el ruido de un local lleno de gente detrás de él.
Pero era mucho más temprano en Nueva York.
Cerró los ojos intentando no enfadarse.
– Perdóname, Stewy… pero estaba en la cama. ¿Podemos… hablar otro día?
– ¿Te sientes mal? – ahora su tono fue de preocupación.
– Estoy bien – ella repuso, aunque fue un poco tensa.
Se sintió bajo mucha presión.
Demasiada.
Dios, no sabía si quería contarle dónde estaba.
Él continuó hablándole con voz suave, conciliador: – Me preguntaba si vamos a hacer esa cena pronto. Liv…, creo que tenemos que hablar.
Lavinia tocó la pantalla de su móvil como si le acariciara a él… sus gafas de sol, la pequeña mancha gris en su cabello, la americana azul de verano, la camiseta estúpida de Paxos, su sonrisa.
En la foto sólo echaba de menos la calidez real de sus ojos marrón oscuro, ocultos bajo las gafas.
Se mantuvo con los brazos y las piernas recogidos hacia su pecho bajo la sábana.
– Stewy, me gustaría que estuvieras en nuestra vida…
– Liv—
– No, déjame acabar. Me gustaría, pero con esto no puedo dejarte que hagas promesas que no puedas cumplir. Ya te dije que…
– Quiero que lo hablemos, ¿vale? Sé que no es lo mismo, pero yo también tengo que digerirlo…
Lavinia cerró los ojos.
No era lo suficiente valiente para cenar con él en ningún momento cercano.
Dios, ¿por qué dolía tanto?
Stewy hizo chasquear la lengua contra el paladar: – Liv, es lo más aterrador que me ha pasado nunca.
Lavinia aguantó estoicamente la compostura.
– Es lo más aterrador que nos ha pasado a los dos.
– Joder, Livy, lo sé…
– No, no creo que te hagas una idea… – ella susurró.
Stewy sintió una oleada de impotencia que pensó que se lo tragaría.
Se desabrochó un par de botones de la camisa y se pasó una mano por el pelo con demasiada fuerza.
– No, lo sé. Claro que, es mucho peor para ti… Pero esto tampoco es fácil para mí, Livy…
– Stew.
Se sentía enfermo por los remordimientos.
– Escúchame…
Lavinia tardó unos segundos en reunir el coraje para interrumpirlo:
– Déjalo estar, Stewy…
– Yo solo quiero decir que no estoy listo para ser padre… La idea me asusta más que la mierda… Pero podríamos—
– No quiero hacerte infeliz y que te ahogues – se mordió el labio inferior y se lo retorció nerviosa – No estás preparado para ser padre, no pasa nada. Te he dado una salida, sobreviviré…
– Nena…
Se movió bruscamente, sentándose en la cama, desabrigándose.
La temperatura de la calefacción estaba muy alta.
– Creo que necesito que tomes esa salida…
Se sintió rara, muy rara.
Una sonrisa sarcástica, de castigo a sí mismo, cruzó los labios de Stewy.
Ella lo notó por el cambio en su voz.
– Livy, puedo irme al jodido Marte pero si tienes ese niño… mi jodido ADN va estar allí fuera en algún sitio y no sé qué se supone que tengo que hacer con ello…
Stewy hizo una pausa: – ¿Dime, qué piensas?
Ella abrió la boca, y después de dudar, confesó:
– Stewy… Yo… Estoy en Suecia— Quizás diga que sí a una oferta de GoJo para ser su jefa de Comunicación…
Hubo un nuevo silencio en la línea.
Stewy tomó una respiración profunda, empujado por la confusión. ¿Qué?
Le costó salir de su estupor.
Puede que fuera la edad, era más difícil que con casi 40 años pudiera refugiarse exclusivamente en la cocaína para sobrevivir a través de todo esto.
Necesitaba estar en forma en Maesbury.
Una máscara volvió lentamente a su voz.
– ¿Por qué harías eso? Joder, Livy… Matsson está chiflado… Tiene fama de puerco de mierda, es caprichoso, es frío. No necesitas… esa mierda. En tu estado…
Lavinia movió los labios pero enseguida los cerró. – No me "en mi estado" Stewy…
– ¿Qué es lo que piensas que quiere…
El pecho de Lavinia se tensó.
– Que te den, Stewy. ¿Qué insinuas que quiere…
– No lo sé… Liv… mierda.
Lavinia suspiró nerviosamente a través de su frustración, un sollozo estuvo a punto de escapársele de los labios.
Inhaló todo el aire que pudo como un nadador que se prepara para batir un record…
– Stewy… Quiero hacer esto, ¿vale? GoJo. Porque cuando de aquí un mes o dos la fusión haya sido bendecida por todo el mundo y vuelva a Nueva York, habrá pasado lo peor, quizás me volveré a sentir persona. Ahora mismo me siento… no sé cómo me siento… aturdida y sin aliento – bajó la voz – Parezco idiota. Una mierda. Fea—, estúpida y torpe. No consigo hacer nada bien… – Lavinia se pasó una mano por la cara sintiéndose fatal por la admisión casi pueril.
Sus palabras hicieron que a Stewy se le revolviera el estómago con más intensidad.
Mierda.
– Liv… Soy un maldito imbécil. No digas, no digas eso ni en broma – pidió. – Estás haciendo lo que puedes. Desearía… Joder. ¡A la mierda, Matsson! Sólo dime qué puedo hacer para que te sientas mejor, ¿de acuerdo?
Stewy tragó saliva tratando de alejar esos sentimientos de impotencia que con los años había conseguido no sentir.
Lo hacía por ella ahora.
Así que se mantuvo en silencio, dejando que sus pensamientos se arremolinaran, la mano en su Iphone.
La voz de Lavinia vino a través:
– ¿Cuál es tu plan, Stew? Es que no te entiendo. ¿Qué quieres exactamente que te pida…?
Por un instante ella deseó que le dijera algo a lo que poder agarrarse.
Lo que fuera.
Pero pronto se sintió débil y rendida.
Suspiró.
– Te lo suplico, Stew. No le demos más vueltas…
– Livy…
Ella permaneció inmóvil en la oscuridad.
– ¿Qué va a ser de nosotros si te ligo a un niño? Como personas, Stew. ¿Qué será de mí? Me dejé llevar por esto, nosotros. Pero no iba a funcionar, al menos ahora me llevo algo bueno de ello…
– Eso no es justo…
Lavinia se humedeció los labios en la oscuridad de su habitación de hostal en Suecia. Las luces de los coches que pasaban por la plaza iluminando el techo de vez en cuando.
– Bien, querías hablar, Stewy…
Ella no le vio, pero Stewy hizo una mueca de dolor.
La voz le sonó tensa, casi inaudible.
– No, pero no voy a… abandonarte – apretó el móvil en su mano – Encontraremos un apartamento donde estés cómoda… con el bebé. No me he criado entre hienas. Te contrataré un ejército de niñeras.
Oh.
Lavinia se enfadó.
Quizás más de la cuenta.
Se sintió humillada. Estuvo tentada de colgar. Pero eso significaría deber tener el valor de dejar esta conversación inacabada.
– Así voy a ser la fulana a la que le pones el piso y niñeras… Fenomenal, Hosseini. ¿Y te pasarás dos veces a la semana a follar oliendo a… o eso está fuera del plan?...
Para Stewy fue como si le hubiera dado un puñetazo en la boca del estómago.
– Podría ser diferente. Tú sabes eso. No hay opciones "correctas" aquí, Lavinia. No es culpa de nadie que fallara el anticonceptivo. No tenemos que pagar por ello como adolescentes irresponsables.
A Lavinia no se la quería así, se la quería de la hostia.
Ella era todo lo que un idiota como él no merecía. Dios, qué asco me doy.
La intención de Lavinia fue mostrarse enérgica; pero se dio cuenta de que su voz sonaba dolida:
– No creo que realmente quiera saber qué estás diciendo.
– Lavinia…
– Pero, ¿sabes? vete a la mierda, Stewy… No te haces una idea, hubo un poco de sangre y estaba tan asustada que… No sólo asustada, me sentí muy triste. Creo que ya le quiero… Es extraño.
La primera parte lo alarmó.
– ¿Sangre? Livy… Joder, ¿has visto un médico?
Lavinia quiso sacudirlo.
Quizás quitarle ese aspecto perfecto que se imaginaba al otro lado del teléfono.
– No fue nada. No me estás escuchando, no puedo escoger entre los dos. Desearía que pudiéramos arreglarlo y volver a empezar, pero es que tampoco sería lo mismo. Me hubiera gustado tener más tiempo para nosotros.
Stewy se rebeló contra eso.
– Livy…
– Quizás cometí un error. Ojalá nunca te hubiera contado lo del bebé…
Stewy respiró hondamente.
– Lamento que pienses eso.
– Me he sentido de veras feliz este año…– musitó.
Le faltó el aire en los pulmones.
Stewy no parecía dispuesto a rendirse.
– Si estás segura de hacer esto, Liv, no te faltara de nada. Solo… desearía que pudieras ver mi perspectiva. No se suponía que sucedería y ahora está todo del revés para siempre…
Se escuchó una voz femenina pidiéndole que volviera a la mesa. La risa alejada de un hombre.
– No me hagas más daño Stewy, olvídame. No tienes que hacer nada… y ve, que te llaman.
– Livy – dijo su nombre suplicando, intentando encontrar una razón para continuar la conversación.
Lavinia sonrió apenada.
– Quizás podemos cenar algún día en el futuro, hablar un rato. Si quieres saber cómo estamos… Pero hasta que llegue ese día y si no vas a hacer esto, necesito que nos mantengamos alejados…
– ¿Algún día? – preguntó él – Liv, estás hablando de mi hijo. Queda fuera de toda duda que yo me ocuparé de todo económicamente. Solo considéralo. Aún tenemos meses para planearlo todo bien…
– Pero no quieres ser padre… ¿No te das cuenta de lo confuso que sería para todos?
Stewy peleó consigo mismo por articular las palabras y dijo:
– Entiendo que estés enfadada, ¿vale? Lo siento, perdóname. Hostia, sé que no me escucharás, pero, por favor, Lavinia, no desaparezcas sin decírmelo. Es lo único que te pido. Ahora tengo responsabilidades contigo...
– No he desaparecido, solo pretendo mantenernos por mis medios. ¿Qué hay de malo en eso?
– Que no tienes que hacer eso tu sola. Mierda, Livy. Esto es un tormento.
– Oh, siento que no sea divertido para ti…
Ella sentía las lágrimas en sus ojos y le colgó. No iba a volver a llorar. Así que dejó el teléfono en silencio boca abajo sobre la mesita de noche. Se cubrió con el edredón.
Su vida no podía frenar ahora aunque él se quedará un paso atrás.
Lavinia lo imaginó con el ceño fruncido cuando lo colgó y se perdió un momento en ese pensamiento.
Esta noche le había mandado también varios mensajes a Ken.
Todos se resumían en "Tu padre ha aceptado su última propuesta precipitadamente", "Hay margen para sacar mucho más dinero", "Podemos exprimir más al sueco".
Kendall lo ignoró.
No es que él pudiera concentrarse apropiadamente en la cuestión a mano.
Mañana, quizás.
Una vez hubiera comparmentalizado con éxito al menos relativo todas las emociones que tenía ahora.
¿Debía considerar esto como el fin de su libertad y resignarse a envejecer como la mayoría?
Stewy sostuvo el móvil cerrando los ojos.
Dios, Livy.
Estaba en Las Vegas.
Por algún motivo Joey había insistido que le acompañara después de su reunión en Boston con Josh Aaronson.
Estaban intentando alborotar el avispero para que Logan Roy tuviera que pedir más dinero por acción en la venta a GoJo.
Mattie había estado en el Hermitage con los nuevazelandeses.
Así que suponía que Stuhlbarg había sacado de allí la idea.
No es que no fuera un desvío de varias horas de avión.
Le siguió el rollo porque necesitaba coger distancia, pensar.
Joey ha estado casado dos veces y folla con una distinta cada fin de semana.
Pero uno no puede estar con Lavinia sin bajarle el puto sol.
Ella no se merece nada menos.
Habría vuelto a Nueva York en el momento que ella le dijera que aceptaba esa cena.
Aunque no le habría podido decir nada distinto a esa llamada.
Ser padre no había sido nunca parte del plan.
No podía evitar sentirse resentido con esa idea, aunque obviamente lo que sea que había conducido a este desastre no era culpa del mocoso que estaba en camino.
Había sido un accidente.
Que iba a arruinar su relación con ella para siempre.
Es la puñetera consecuencia natural del comportamiento sexual. Los bebés vienen del sexo. Así es como los humanos procrean, idiota.
¿Qué tienes, cinco años?
Se apoyó en una mesa alta solo con un Scotch hasta que otra mujer se sentó en un taburete a su lado.
Buscó las palabras adecuadas para decirle que se fuera porque estaba superado por cosas que ni siquiera se había imaginado que ocuparían antes su cabeza.
– ¿Me invitas a una copa?
– Me temo que no soy buena compañía esta noche.
– Oh, ¿qué le pasa a un hombre tan guapo?
Era una prostituta, con los labios muy rojos y un vestido que no dejaba nada a la imaginación.
Iba de un lado a otro sonriendo esperanzada a los hombres de mediana edad, pero a aquella hora el ambiente no era receptivo.
Le puso una mano en el brazo, descarada.
Él se mofó, con tono amargo y sonrisa insufrible.
Una mezcla de confianza y actitud sin rodeos.
– Sintiéndolo mucho… – hizo una señal con la mano invitándola a otra mesa.
Pero la mujer no se rindió.
– ¿Por qué tan soso?
Stewy chasqueó la lengua, con cinismo: – Mi novia está embarazada. Estoy jodido, así que, respetuosamente…
¿Qué diablo te ha poseído ahora, Hosseini?
Ella soltó una carcajada sorprendida. – ¿Hablas en serio?
Lo había dicho casi como si quisiera comprobar si la frase podía salir de su lengua con tanta facilidad como lo hizo.
Pero no esperó una reacción.
No es como si tuviera a alguien para arrojar esa información al mundo.
Joey Stuhlbarg era un colega de trabajo y no quería que eso fuera tema de discusión en su oficina.
Kendall probablemente lo mataría por dejar embarazada a su prima y luego aparentemente abandonarla, así que...
Se puso enfermo al pensarlo, como si alguien hubiera hecho un agujero a través suyo.
Por otra parte, no habría fuerza humana que impidiera a su madre consentir a un nieto.
La desconocida prefirió una bofetada de realidad.
– Oh, dime, ¿y vas a ser un hombre o…?
La miró quedando fuera de juego.
¿Cómo?
– ¿Perdona,…
Ella sonrió ampliamente. – Me llamo Candy. ¿Podría darte un masaje, ayudarte a relajarte? O podría darte un consejo… ¿Te importa si te llamo… mm… – preguntó.
– Stewy.
– Stewy – La chica hizo una cara que le dijo que pensaba que acababa de inventarse totalmente ese nombre.
Levantó la mano para pedir dos copas más.
Stewy la miró.
Bueno, eso iba a su cuenta.
Ella se puso una mano en la barbilla interesada, el codo en la mesa. – Entonces Stewy… déjame adivinar, estás planeando ocultar tus activos y largarte donde tu chica no te encuentre…
Frunció el ceño.
– No quiero ser presuntuoso pero claramente no quieres perder el tiempo aquí. Buscas sexo, drogas. Quieres que follemos y seguramente me cobrarías una tarifa muy alta, lo cual es genial como la mierda. Pero no soy tu hombre esta noche, Candy. Lo siento.
Obvió el hecho que como norma no pagaba por sexo.
La chica no se inmutó.
Parecía decidida a sacarle al menos algunas copas.
– Oh, solo un gin-tonic. No seas tímido. ¿Tu novia está embarazada y tú que vas a hacer? Dime…
Le brillaron los ojos verdes con interés.
Cuando se inclinaba sobre el tablero el escote de su vestido se ahuecaba.
Stewy puso los ojos en blanco.
Se sintió terrible darse cuenta de que seguramente la terminología "novia" ni siquiera era la correcta.
Tío, la has perdido.
Pero no quiso animar a Candy en la que fuera que fuera su cruzada aquí.
Sacudió la cabeza.
Sacó su billetera y puso un billete de cincuenta dólares en la mesa. – Eso es para las bebidas. Después, me largo.
– ¿Puedo preguntarte por qué?
La miró fijamente un momento.
– Porque voy a ir por allí a buscar a mi amigo y sus colegas – señaló al fondo de la sala.
Necesito salir jodidamente de aquí y dejar de hablar de Lavinia con una desconocida.
Se le quedó la boca seca.
– ¿Por qué no intentas ser honesto?
Eso le pilló con las defensas bajas.
– He sido honesto.
Tomó la copa que había traído el camarero y dio un trago, Candy le imitó y ya estaba pidiendo otro cóctel.
– Pues no parece que tengas mucha elección. Lo mejor que puedes hacer es arreglar tu mierda rápido. De lo contrario, terminarás jodiendo a la chica y a tu hijo.
Él la miró de nuevo.
Parecía genuinamente interesada en su situación, y por un breve momento, la idea de que alguien le dijera que su vida estaba acabada por su jodida culpa le atrajo bastante más que ver como Joey perdía a la ruleta.
En los ojos llevaba una historia, la suya, que él no conocía... pero intuyó que había un hijo de puta que la había jodido en alguna parte…
Sintió pena por ella.
– La he cagado. No puedo ser responsable de un crío.
– Oh, Jesús. Nadie espera que hagas lo que ella hará por eso niño y si fuera así serías el héroe del año. Hazlo y ya está. ¿Qué os pasa a los tíos?
Arrugando la nariz, Candy deslizó las manos hasta su muñeca donde brillaba su reloj.
Él apartó el brazo en silencio.
Joey apareció y miró a su alrededor tratando de pensar en una forma de salir de esta conversación cuando Joey apareció. – ¿Interrumpo?
Candy evaluó un momento al nuevo hombre con la mirada.
Entonces dijo, girándose hacia Stewy: – Esa es mi salida, supongo. Felicidades, papá.
Su colega lo miró sorprendido: – ¿Qué cojones, tío?
Cerró el ordenador y se dispuso a irse al hostal.
Hoy por la tarde por fin volvería a Nueva York.
No les había dicho nada a sus primos pero tendría que hacerlo si empezaba a trabajar oficialmente para GoJo.
Todavía era todo en condicional.
Esta mañana el hombre amable de la recepción del hotel le entregó un sobre con el itinerario de Londres.
Un mensajero de GoJo lo había dejado para ella a primera hora.
En cuanto miró el reloj eran las once y media y todavía tenían pendiente una reunión.
La gente estaba nerviosa porque aquí las cosas iban temprano.
Al final la reunión se suspendió y se les dijo que se iba informar directamente a los jefes de departamento.
Pasó por delante de la sala de juntas donde lo vio al fondo.
Estaba frente a la enorme cristalera, mirando hacia la calle. No llevaba nada que se pareciera a un traje.
Tenía un montón de papeles encima de la mesa.
–Te voy a mandar por email los detalles de Londres pero es una tontería que vuelvas a Nueva York y regreses. ¿Por qué no te quedas a explorar la ciudad? ¿O eso que haces por tus primos te tiene muy ocupada? ¿Cuándo vas a decirles…
– En cuando empiece.
Lukas asintió serio, aun mirando a la calle.
Se giró. – Por mí puede ser ahora. Iba a decirle a mi asistente que imprima los billetes de avión y tenga todo preparado en los dosieres.
Salieron en dirección a los ascensores y Lukas se colocó a su lado mientras esperaban a que las puertas se abrieran.
Pero no le miró. Había algo importante que le tenía ofuscado.
– ¿Qué te ocurre?
– Nada. El sud-este asiático… Una montaña absurda de números. ¿Y a ti?
– Necesito irme a casa, al hostal, eso es todo.
– ¿Te encuentras mal?
– Solo necesito estar sola antes de ir al aeropuerto.
No podía quitarse de la cabeza la llamada de Stewy.
Pero estaba decidida a salir adelante.
Habría días en los que se derrumbaría al llegar a casa, que se daría pena a sí misma y las lágrimas borrarían todo el maquillaje que intentaba disimular su cansancio.
No podía ser bueno para el bebé sentir constantemente esta tristeza.
– ¿He tenido yo algo que ver?
Por primera vez Lavinia alzó la vista e identificó la cara contrariada de Matsson.
– No.
– ¿Entonces…
– Solo… no esperaba estar más de un día… si hubiera pensado que era algo más que ir y venir hubiera hablado antes con mis primos. No quiero problemas con ninguno de ellos. Definitivamente voy a volver a Nueva York.
Se frotó la cara.
Lukas frunció el ceño.
– Al final yo también voy a ir a Londres el 18 – anunció. – De lo contrario Oskar va a estar insoportable.
Ella sonrió. – Entonces vas a tener que dar tú el primer parlamento.
Chasqueó la lengua. – Eso dicen Oskar y Ebba.
– Ya veo…
– ¿Vas a comer algo de camino al hostal?
Ella estuvo tentada de mentir.
– No lo había pensado…
– Entonces te vienes conmigo a un sitio.
– No creo que…
Él alzó las cejas, conspirador: – Es importante… tenemos que hablar de ese discurso…
El propietario bienintencionado (o no se sabe, malintencionado) del restaurante al que fueron, les dio a probar algo llamado surströmming, arenque del Mar Báltico fermentado y enlatado.
Ella apenas se lo llevó a la boca, pero acabó escupiéndolo en una servilleta.
Los suecos lo consideraban una delicatessen, pero le resultó de un olor y sabor nauseabundos y no estaba segura de que fuera solo por el embarazo.
– Oh, joder…
Por supuesto a Lukas le pareció gracioso: – Espero que no me demandes por eso…
– Te has conchabado con ese hombre. Eres un troll…
Él solo sonrió. – Prometo que antes le he preguntado si podías tomarlo en tu estado. Las autoridades suecas dicen que una vez no pasa nada… Además, lo congela antes, lo he visto con mis ojos.
– Sí, claro…
Se repuso bebiendo agua.
– ¿Vamos a hablar de tu discurso…
– Soy todo oído.
Los días que estuvo en Nueva York entre un viaje y el otro apenas salió de casa.
Llamó a Monique al llegar para anunciarle que estaba sana y salva en casa y tras una conversación trivial, colgó y decidió desactivar su teléfono.
Se abstrajo.
En Suecia a las tres y media de la tarde ya era de noche y a la seis las calles parecían vacías aunque había ambiente en los bares.
Aquí era diferente.
Pero no le apeteció nada más que quedarse encerrada en su piso y revisar los correos que había recibido de Roman.
Le pedía que opinara sobre los logos que estaban probando y se sumará a una reunión de Zoom en unos días.
Le contestó con un escueto "Ok".
La sala de conferencias estaba repleta de gente.
Le habían explicado que Oskar normalmente se ponía de malhumor en Inglaterra. Pero hoy parecía bastante hablador.
– Van a proyectar un corto después de la presentación. Tiene que ver con… el tema… la Inteligencia Artificial, lo ha filmado un francés para nosotros. Participó en la producción de la película Irreversible y colabora a menudo con su director. No te olvides de ponerlo en la nota.
Le miró un segundo.
Lavinia asintió tomando nota.
– Oh, fantástico, la película por la que tengo fobia a los túneles. Me voy a saltar esa proyección por si acaso – comentó.
– Es para más de 12 años tranquila. Pero esa clase de movida, el público saliendo de la sala ofendido, habría sido la caña para un evento como este.
No sabía si lo decía en serio.
– Excepto para el publicista involucrado – concedió.
Oskar remugó: – Tengo entendido que por eso Lukas confía tanto en ti, Hirsch…
– Me limitaré a hacer los comunicados y las capsulas de video para las redes con Andreas – dijo mientras seguía con la mirada a Lukas de camino al atril.
Contempló cómo señalaba las imágenes desplegadas en la pantalla. La forma en la que su expresión autoritaria fue distinta a Bruselas o a su experiencia en Estocolmo.
Era un poco como un camaleón peligroso.
Se quedó escribiendo en el ordenador y actualizando las redes con fragmentos de esto y de aquello de esta mañana hasta que terminó el turno de preguntas y los asistentes se dispersaron para cenar.
Lukas se acercó con una amplia sonrisa cuando la sala se vacío.
– Estás muy guapa con jersey y minifalda –le susurró. – ¿Estás intentando volver locos a los ingleses?
– Intento no desencajar – repuso alzando una ceja – ¿No llegas tarde a la cena?
Él sonrió todavía más. – Antes voy a tomar algo en la barra de aquí. ¿Qué quieres que te traigan para beber?
– Agua mineral con gas, gracias.
– Oh, ya me olvidaba de nuestro secreto – rezongó, aunque algo le dijo que no lo hacía. – Por cierto, hay una mesa para la prensa en la cena.
– Prefiero acabar de mandar todo el material a los medios antes de que mi jefe me eche.
Lukas fijó la atención en la pantalla de su ordenador.
Una de las pestañas abiertas era la de WhatsApp web. Ella se mordió el labio porque había estado hablando con Greg del cumpleaños de su tío.
– ¿Ya has firmado el contrato? – murmuró él.
– Solo si supero el día de hoy… me han dicho.
– Oh, sí. Esos suecos que odian el nepotismo – dijo irónicamente.
Ella se quedó mirándolo.
– Cuando acabe se lo mando a Andreas y me paso por el restaurante.
– Eso está bien – pareció satisfecho. Le guiñó un ojo ya marchándose.
– ¿Dónde está Oskar?
– En el privado que hay arriba.
– ¿Aquí hay privados?
Ebba le hizo un hueco en uno de los sofás y le ofreció algo de beber.
El piso donde habían acabado se les había hecho pequeño durante la fiesta, había gente que bebía en el baño.
– Ha sido una gran inauguración – dijo – Yo odio estas cosas…
Parpadeó. – Gracias.
– Espero que cuando te contraten no me hagan venir nunca más – sugirió, pero se quedó seria, estudiando su copa.
La fiesta post presentación empezaba a estar bastante desmarchada y varias de las personas de la fiesta iban bastante al límite.
Había visto al menos una mesa llena de rayas de coca.
Era bastante reseñable que a estas alturas aún fuera una chica fácil de sorprender – pero lo disimulaba bien.
Había asistido a la cena pero había pedido una ensalada y una Coca-Cola zero.
La verdad es que todos estos días estaba comiendo fatal.
Había pasado el día a base de barritas enérgicas.
¿Dónde iría a parar el próximo kilo? ¿A la barriga? ¿A la cara? ¿A los muslos?
Había historial de bebés enormes en su familia.
Greg.
Había tenido complejo con el peso desde pequeña, la manía de Marianne de poner atención a ello no había sido de ayuda.
Sería un reto no odiar su cuerpo encima de todo lo demás.
Buscó a Lukas con la mirada. Quería despedirse ya que estaba cansada y se quería ir al hotel. Había estado muy pesado cuando habían llegado con algo que no entendió en sueco pero que claramente disgustó a Ebba.
Aunque después les había visto hablar francamente normal al fondo de la sala.
Lo que la dejó más tranquila.
Se encontró a Rasmus que también iba de retirada.
– ¿Cansada de esto?
– Lo bastante sí…
El hombre se quedó un momento estudiándola. – Me extraña que Ebba no se haya largado ya, ¿la has visto?
Lavinia asintió.
– Sí, en el sofá del fondo.
– ¿Con el jefe?
Entrecerró los ojos: – Ah, no, no.
Rasmus entonces se rió.
Iba un poco borracho.
– Pero sabes que…
– ¿Ellos? Sí. Algo…
Hizo un gesto sarcástico y dos comillas con los dedos para más énfasis: – Un pequeño jodido y feo romance tóxico que nos trae a todos de cabeza. Quizás está en el pasado ahora… Graacias a ti.
Se movió incomoda.
– Bueno… yo no diría…
Lukas localizó las escaleras y se dirigió hacia ellas. Estaba a punto de subir cuando la vio bajar acompañada de Rasmus.
– Te he estado buscando – anunció. – ¿A dónde vas?
– Al hotel, es muy tarde.
– Déjame ofrecerte mi coche – se ofreció. – ¿Rasmus?
– Yo me voy a quedar un poco más – se excusó su colega.
Lukas pensó que Lavinia era dura. Pero eso es lo que la hacía buena en el trabajo y lo que resultaba atractivo en ella.
Estaba especialmente guapa esta noche.
Cuidado aquí…
– Hemos llegado.
– Sí, gracias por traerme – hizo la intentona de bajar del coche pero su mano en su brazo la paró.
– Te acompañaré arriba.
– Ya está, de verdad, no es necesario…
Bajó del coche y se giró a él cuando salió del coche más que decidida a no dejarle subir.
– Solo te acompaño.
– Si claro, y me meterás en la cama – ironizó.
– ¿Es una invitación?
Se puso seria. – No, Lukas…
El azul de sus ojos se volvió más oscuro, la estudió un momento. Luego, le dedicó una sonrisa brillante.
Sus manos se deslizaron a su cintura mientras la apoyaba en la pared del portal.
– Mierda, me gustas, Lavinia.
Frunció el ceño.
– ¿Entonces me quieres contratar porque te gusto o porque crees que puedo hacer esto?
– ¿No pueden ser las dos cosas?
– No – respondió muy seria.
Podía sentir el calor de sus manos a través del jersey.
– Me gusta tu trabajo. Hasta a Oskar le ha gustado lo que has estado haciendo hoy. ¿Eso te sirve?
– Lukas…
– Escúchame, que nos atraemos no es una novedad. Pero podemos poner algunas condiciones para la tranquilidad de ambos.
Oyó una voz que no pudo saber qué decía. Pero que poco a poco se hizo más presente.
Rasmus había llegado en otro taxi justo detrás de ellos.
Logró moverse.
– Lo siento, tíos. Cambio de planes. No os había reconocido. Perdonadme – dijo aunque miró a Lavinia de una manera que le hizo intuir que no decía la verdad. – Yo voy entrando, ¿venís?
– Subo yo – se precipitó a decir Lavinia.
Luego en el ascensor Rasmus se preocupó. – ¿Estás bien? Él ha sido totalmente infame con Ebba, algo codependiente y tóxico.
Cruzó los brazos sobre su pecho.
– Estoy bien.
¿Lo estaba?
Ella volvió de nuevo a casa, a Nueva York, después de Londres.
– Al final te saldrán alas, ¿mm? – se dijo distraída con un dedo pasando por su vientre y la camiseta un poco subida mientras en la tele tenía un documental de leones que solo parecía llamar la atención de Toffee.
El trato eran 15 días y empezar el día en qué en Waystar había la junta para cerrar el acuerdo con GoJo.
Que estaba marcada el mismo día que la boda de Connor.
Los días pasaron lentamente.
Tenía que hablar con Rome y hacerle partícipe de su nueva situación.
Puede que a él no le gustara nada.
Pero tampoco podía hacer mucho al respecto.
Dudó sobre cuando sería el mejor momento.
Había tenido dudas sobre la decisión de aceptar la oferta de GoJo.
Pero también temía la reacción de su primo. No le sobraba gente de su lado.
Se repitió que era una buena oportunidad profesional.
Un buen sueldo.
Se negaba a pensar que no podía lograr sortear el estrés.
Sencillamente voy a tener un hijo, se dijo, es algo que pasa todos los días.
Pero no se le escapaba que Lukas… bueno, no parecía de los que sabía aceptar un no a la primera.
A medida que pasaban los días, se complicaba más hacerse atrás.
Entonces cuando se había dado cuenta se habían esfumado dos semanas.
Saltó un aviso en su móvil.
12 semanas y media de embarazo.
El final del tercer mes.
Pronto tenía programada una ecografía.
En Bruselas, con el susto en el cuerpo, apenas le habían dado la oportunidad de mirar al monitor.
La vez anterior en Nueva York había sido ella la que no había querido hacerlo.
Me pregunto qué serás, niño o niña, se dijo.
Lavinia había cedido a la insistencia de Greg y esta tarde asistiría a la fiesta de cumpleaños de su tío.
Pero antes tenía un par de llamadas pendientes.
Primero, Roman.
Porque había pendiente la discusión de los logos.
Tienes que decírselo.
Pero era una videoconferencia con más gente.
– Venga, vamos a seguir y esto lo activáis. ¿Me contáis lo que pensabais hacer para saber yo que idea había detrás?
Se escuchó a Kendall gritando de fondo en broma que quería hacer negocios con él.
Lavinia estaba en la pantalla pero apenas habló.
Había estado trabajando en línea con Ebba y Andreas, y tampoco había dormido mucho. Todavía estaban revisando cada detalle de lo que seguiría al anuncio de la fusión.
Ella no estaba incorporada al cien por cien.
Esperaría a hablar con Roman después del cumpleaños.
La prueba que no sería una gran perdida es que apenas si la habían llamado estos días.
Su agenda estaba ya completamente colmada de citas virtuales con el equipo de GoJo.
Entonces a veces vestía bonitos trajes, bailarinas y cinturones y se adornaba con brazaletes para bajar a conectarse desde una cafetería y que las paredes no le cayeran encima.
– Eso es un no.
– Es un no como una catedral.
Ken se metió. – Según lo exigido para el nuevo proyecto esto es basura. Basura.
– Para que andarnos con chorradas.
– Además que os pedimos icónico y os habéis ido por lo irónico.
Le pareció escuchar también la voz de Shiv.
Roman cortó la videollamada poco después.
A las cinco y media Lavinia se duchó. Secó la punta de su pelo y rizo las puntas con tenacillas.
Se puso la base de maquillaje, usó un eyeliner, y se metió en el vestido con cuidado por arriba para no mancharlo.
Lavinia se miró al espejo preocupada. Definitivamente esa carne que sobresalía de la cinturilla era más sospechosa que hace una semana.
Sólo dirán que te has engordado.
Tu bebé es tan grande como un champiñón…
Antes de ponerse los zapatos y salir respondió a una llamada de Oskar.
Había participado en el plan de presentación del trato intercambiando varias llamadas con el equipo de GoJo.
– 48 horas – dijo Oskar cuando cogió el teléfono.
– Lo sé.
– Mmm.
– Todo el esfuerzo hasta ese día y luego Ebba va a su puesto, 200.000 a su bolsillo, tú al tuyo, y Andreas y Rasmus a los líderes de opinión.
– Eso es lo que dijo Lukas.
– Sí, pero todos sabemos que Lukas tiene demasiadas cosas en la cabeza y, ehem, solo quería asegurarme. Felicidades por la idea de la foto de todos modos.
Ella no quería saber a qué se refería exactamente con 'ehem'.
Pero podía quitarse de encima la sensación de que podría tener razón.
– También fue idea de Ebba.
– Sí, sí, sé que te comunicarás con ella más tarde. Entonces, ¿estás lista para nuestro aterrizaje? Estás en camino a la famosa fiesta de cumpleaños, ¿verdad?
Lavinia no quería contestar, pero ya había visto que no la dejarían esquivar ese punto. Y además, trabajarían juntos cada hora sólo dentro de unos días.
– Sí lo haré. Todavía puedo verte mañana por la noche por Zoom. Está el ensayo de la boda de mi primo pero me voy a excusar hoy.
Oskar parecía satisfecho.
– Genial, bueno, supongo que te veré entonces. Disfruta tu reunión, diviértete. Ah, y aprovecha para llevar alguien a casa esta noche.
– No es ese tipo de fiesta…
Se burló. – Qué aburridos sois los estadounidenses.
Era rudo pero fuera como fuera algo bien tenía que haber hecho en Londres que su actitud con ella se había relajado.
Cuando colgó, cogió a Toffee en brazos para darle un buen achuchón (desde que había vuelto del último viaje el minino parecía tener la necesidad de estar encima suyo todo el rato) y se volvió a estudiar en el reflejo del espejo antes de salir.
Mandó dos mensajes a Greg mientras subía a su Uber.
"Greg… tenemos que hablar de esas historias que te llevas entre manos con Tom. Pórtate bien. Que el otro día que comimos en tu piso vi la botella de vodka en el congelador junto con el angelito de tu consciencia. Insistes para que venga y luego te pasas dos días perdido".
Insistió: "Ha sido solo para meterme a mí en el lío de comprarle algo de parte de los dos, ¿ehm? Cuento con que la gente va a dejar los regalos en la entrada o a Kerry o algo, si no se lo das tú. Estoy llegando, hermanito".
Como no, llegaba tarde a la celebración de cumpleaños de Logan.
Greg ya estaba allí con una chica de la que estuvo a tiempo de escuchar como Tom criticaba por su estúpidamente ridícula y enorme bolsa.
A decir verdad, no fue el único que hizo todo un espectáculo de mirarla mal.
Se sintió terrible por ello.
Pero Greg no parecía muy preocupado.
Veía un cambio que no le gustaba en su hermano.
Mucho mucho más claro que hasta ese momento.
Tom se le acercó.
– He visto que has dejado un libro con los regalos.
Oh, por el amor de Dios.
Forzó una sonrisa. – Sí.
– ¿Puedo preguntarte sobre qué?
El tono dejó claro que buscaba burlarse un poco.
Realmente no tenía nada en contra de Tom.
Excepto porque no le gustaba lo que había escuchado de cómo fueron las cosas esa noche en Italia.
Pero la verdad las cosas en su terreno no estaban como para aceptar ser la segunda Bridget de la noche.
Soltó un poco de aire.
– Es un libro sobre la observación de aves con una lista de todas las aves de Nueva York.
Tom pareció confuso.
– Algo tonto de sus sobrinos…
La extraña certeza de Lavinia lo sacó un poco de lugar.
Le vio parpadear. – ¿Aves? No lo entiendo.
Se encogió de hombros. – No te preocupes…
Sinceramente lo mejor de todo era que al parecer ninguno de ellos tenía que verle abrir los regalos.
Había algo peor.
Como el número con prefijo +46 que se reflejó de pronto en la pantalla de su número.
– ¿Cómo está mi chica?
Se apartó hacia un rincón.
– ¿Quieres que acabe asesinada?
– No será para tanto. ¿Se lo vas a contar o le vamos a dar la sorpresa en la firma?
Lavinia cogió aire.
– Lo voy a hacer.
– Eso es una pena.
– Mira, Lukas… sé que preferirías que no lo hiciera.
– Bueno, tenía la esperanza que espiaras hoy para mí y le sorprendieras más tarde.
– Es un cumpleaños… ¿Realmente crees que… va a decir algo aquí en medio?
Lukas no tenía dudas.
– Por supuesto. He dejado que se quede su joya de la corona, la ATN, lo que sea, pero sus accionistas, ahm tú sabes quién, van a pedirme más dinero. Si va a ceder a esos charlatanes, con perdón, quiero saberlo.
– Estás hablando con la persona equivocada. Ahora si quieres discutir la nota de prensa que liberaremos después…
Él chasqueó la lengua.
– Eres dura de roer, ¿ehm?
Sonrío a su pesar. – Lukas… Te tengo que colgar.
Él puso voz de súplica.
Pero había algo divertido detrás.
– Mantenme informado. Solo por hoy, vamos…
– Me va a echar en cuando se lo diga.
– Entonces no se lo digas. ¿Qué más da?
Suspiró. – Voy a colgarte, ¿vale? Hay como veinte personas charlando de pie a dos metros de mí y cuarenta más en la otra sala.
– Dime que estás en mi equipo.
Lavinia miró al techo. Era bonito, nunca se había fijado. – Estoy en tu equipo – repitió rodando los ojos.
– Buena chica.
– Por cierto en el retiro anual espero que me tengas preparado un dossier de bienvenida.
Él se rió allí donde estuviera. – ¿Un dossier? ¿Para ti?
– A Oskar se le escapó que hay problemas con el cómputo de subscritores en la India. No sé… esas cosas que tu futura jefa de Comunicación debería saber.
– Mi futura jefa de Comunicación está jugando a la buena sobrina hoy con el libro de pájaros y toda la historia… me voy a esperar un par de días si me lo permites. Oskar habla demasiado.
Arrugó los labios. – Genial.
– Genial.
– Lavinia…
– ¿Sí?
– Sigue habiendo bueno rollo entre nosotros, ¿verdad?
– Sí, claro. ¿Por qué…
– Solo quería comprobarlo. Nos lo pasaremos bien trabajando juntos, te doy mi palabra y bueno… no la doy a menudo. ¿Recibido?
– Alto y claro.
Colgó y miró a su alrededor.
Connor estaba hablando de su campaña con Willa a su lado.
– Tú debes ser Lavinia – dijo una mujer bajita.
– Sí, encantada.
– Soy Aurora. Oh, es una pena que no haya ninguno de tus primos hoy aquí.
Oh, fantástico. Una cotilla.
Se recordó a sí misma que lo adecuado en estas ocasiones era sonreír.
– Tienen mucho trabajo.
– Claro, claro…
– Si me disculpa – susurró.
Fue hacia Willa que le había lanzado una mirada de complicidad.
– No te había visto antes – le dio dos besos.
– Prácticamente acabo de llegar – se excusó.
Iba elegante pero la verdad muy a lo esposa de un político Republicano.
– Hombre, Lavinia – Connor se levantó del sofá para darle un abrazo ligero – ¿Estás preparada para el gran día?
– ¿Perdón?
Se rió. – Nuestra boda. Vas a venir mañana al ensayo, ¿no?
– Ah, pues – dijo excusándose – Me hubiera encantado pero… verás, supongo que ya da igual porque voy a llamar a Roman para decírselo esta noche. Pero voy a empezar pronto en un trabajo nuevo y tengo un par de reuniones virtuales pendientes mañana por la tarde-noche.
Se humedeció los labios.
– Oh, no puede ser… ¿Pero sí que vas a venir a la boda?
Lavinia asintió, y Connor le soltó el brazo dándole dos golpecitos. – Entonces no pasa nada. Yo estoy aquí viendo las encuestas, quedan 10 días para las elecciones de nuestra vida. Espero que me votes.
– Bueno…
Su primo le guiñó un ojo. – Eso espero que sea un sí…
Esta familia era de locos.
Vio de lejos a Logan solo después que Ray hubiera estado hablando con él y pensó que quizás esa era su oportunidad.
Por algún motivo Bridget salía despavorida de la sala.
¿Qué haces? ¿Estás mal de la cabeza?, se reprochó a ella misma mientras caminaba hacía allí.
– Disculpa…
Su tío alzó la vista con cara de pocos amigos. – Uhm.
Lavinia se rascó, nerviosa, un lateral del labio con tanta fuerza que se hizo daño con la uña.
– Muchas felicidades.
– Sí, sí, claro...
– ¿Puedo comentarte algo?
Solo emitió un gruñido que pareció de asentimiento.
– ¿Qué es lo que quieren esas ratas ahora?
– No… ahm… no lo sé. No me han dicho nada…
Estuvo cien por cien segura que acababa de empeorarlo.
– ¿Y?
– Quería comentarte… quería que supieras algo por mí…
Tendría que irse de esta casa después de esto.
Le vio fruncir el ceño, al límite de su paciencia.
– ¿Voy a tener que adivinarlo?
Bajó la cabeza en un deje inquieto.
Pero volvió a alzarla para mirarle. – He recibido una oferta de trabajo… de Lukas Matsson.
Hubo un silencio.
Uno de aterrador.
Pensó en solo salir de allí en ese momento.
Entonces su tío gritó.
Lo que al menos era terreno conocido.
– El puto vikingo. ¿Qué le pasa a todo el mundo?
– Lo siento… yo…
– No, anda ponte el jodido casco como todos, ¿has venido a espiarme? ¿Es esto lo que es?
– No… Solo… Habría preferido pero… las cosas parece que van a firmarse ya y…
– Oh, a la mierda.
No se lo iba a hacer decir dos veces.
Qué bien que ha ido…
Asintió. – Yo, será mejor que me vaya…
Se giró sobre sus talones.
Sintió los nervios en el estómago, fantástico. Se llevó la mano a uno de sus lados.
– No, espera.
Le miró desconfiando de su siguiente reacción.
Este hombre era terrorífico.
Cálmate, le has hablado de tú a tú otras veces…
– ¿Sí?
– Dale un mensaje de mi parte, ¿quieres?
– Claro…
– Que deje de joder conmigo. Dile que no me gusta que jodan conmigo. Y ahora, vete, vete…
Se dispuso a salir de la casa antes que Colin se lo pidiera.
Pero en realidad el mundo no se hundió después de su conversación con su tío.
Lo que francamente era de agradecer.
Ni siquiera tuvo la impresión de que él hubiera llamado al guardaespaldas.
Salió igualmente caminando por la puerta principal.
Estaba solo a unos pasos de Central Park.
Dio un paseo largo sin ganas de volver a encerrarse en casa.
Recibió un mensaje de Roman que hizo que sus remordimientos por las últimas decisiones que había tomado se redujeran drásticamente. "El proyecto está caput".
"¿The Hundred?"
"Hemos comprado Pierce"
"¿Qué?"
"Digamos que hay un acuerdo"
Un poco alejada de casa de su tío llamó a Roman.
– No creo que hagamos uso de ninguno de los dosieres de prensa. Ni de Max. Aunque seguiremos trabajando con el clúster de mamones y lameculos. A mí me gustaba The Hundred, pequeño, de primera línea.
– Ya…
– No pareces cabreada. Sinceramente pensaba que te cabrearías.
Inhaló aire: – Roman…
– ¿Sí?
– No iba a trabajar en The Hundred…
Pareció ofendido. – ¿Por qué no?
– Bueno… tú que dirías ahora mismo…
– Tú no sabías que compraríamos Pierce…
– No, pero da igual, mira… lo siento, ¿vale? Pero creo que me merezco intentarlo, profesionalmente… y voy a hacerlo. A intentarlo.
Su tono fue de incredulidad.
– ¿En qué agencia ridícula?
– Rome…
– ¿Qué…?
Apretó los labios.
Miró a Roman a través de la imagen de la cámara.
Había sido inicialmente una llamada pero después él había solicitado que encendiera la cámara con el dispositivo.
– Lukas. Matsson. Y la verdad creo que tengo que agradecértelo a ti. Porque me llevaste contigo ese día…
– Te estás burlando…
– No… No quiero que te enfades conmigo, Ro.
– No me enfado porque aún no me creo una palabra…
– Oh, vamos… Has comprado la PGM. ¿Qué más te da?
– Qué te den.
– Eso ha dicho tu padre.
Se formaron unas arrugas en su frente.
– Un momento, se lo has dicho, a papá y estás viva. ¿Entonces es verdad?
– ¿Por qué no crees que sea verdad?
– ¿O sea que tenemos a un sueco de la deep web que reparte puestos por mamada como papá? Qué cojonudo.
– ¡Roman!
Frunció el ceño.
– Vale, ya me callo…
– ¿Podemos hablar mañana?
– ¿Mañana?
– Sí, vas a estar en Nueva York, ¿no? Es el ensayo de Connor.
– Uh-hu, supongo que podemos hablar.
Lukas soltó una ruidosa carcajada cuando lo llamó.
– Qué casualidad, estaba pensando en ti.
– Al final me lo creeré…
– ¿No hay cotilleos para Lukas?
– Nope.
Bromeó. – Solo algo pequeño, va, di.
– Le conté a mi tío que voy a trabajar para ti y como entenderás no me quedé mucho más tiempo…
– Qué desperdicio…
– Mis primos han llegado a un acuerdo por la PGM.
– ¿Oh? Así Logan no hará esa compra…
– ¿Mi tío volvía a intentar… – dejo ir el tema – ¿Cuándo llegas? Llegáis…
– Depende. Estoy pensando en pedirle dos o tres cosas más a tu tío. Quién sabe, si se pone muy de culo, igual hasta podrás hacer un vermut con los novios antes de la boda porque me bajo del carro.
No le creyó una palabra.
– Te dejo, ¿vale? Hablamos.
Colgó tardando un momento en recobrarse.
Vale, era mucho estrés.
Pero podría con ello.
No estaba enferma.
Solo tenía que manejar mejor los nervios.
Tenía otro mensaje que contestar en el móvil.
"A decir verdad yo tengo algo que devolverte, pero no sé si vernos es buena idea. Seamos adultos, Stew. Te prometo que te lo diría si necesitamos algo".
Recibió una respuesta de Stewy en poco tiempo.
"Solo esta vez. Estoy cerca de casa de tu tío, alguien ha subido fotos a Instagram"
Estaba tan abrumada por todo que flaqueó.
Quizás era bueno que hubiera una especie de cierre.
Porque siempre que había rehusado encarar un adiós en persona, sin echar a correr, después había acabado siendo muy difícil mantenerse distanciados.
Le pidió que quedaran en la esquina de la calle de su tío.
No quería un lugar íntimo y no pretendía que la conversación durara más de 10 minutos, así que…
Como fue tan buena idea la última vez…
No, esta vez no iba a ser un drama a lo Falcon Crest.
Quince minutos después reconoció su limusina.
Él iba impecable como siempre.
Con abrigo y cuello alto.
Lavinia se sintió un poco como la chica del gran bolso que había traído Greg a la fiesta.
Cuando se giró y la miró se quedó allí plantada sin palabras.
Parecía derrotado.
Incluso más joven de lo que era.
Stewy mantuvo las manos en los bolsillos del abrigo unos segundos.
– Stewy…
– Lo hemos intentado – dijo dando un regusto amargo a su voz.
Intentó estar serena.
– Sí…
– Ha estado bien, Livy. Muy bien incluso.
Lavinia notó el corazón en un puño.
Ella fijó su vista en el suelo antes de volver a mirarle. – Yo creía que era más fuerte… – confesó.
– Yo que era menos gilipollas. Así que somos parecidos en eso. Ya sabes qué dicen, Dios los cría y…
Lavinia forzó una sonrisa.
– Qué tontería…
Entonces, vaciló:
– Si nunca quieres saber…
– Sí, por favor. Ponme al día de vez en cuando.
Stewy ya había predicho que dejar eso allí colgado entre ambos dolería como clavarse él mismo una puñalada.
No tiraba la toalla pero hoy solo había querido verla.
Todo lo que podía ofrecerle era la esperanza que se reconciliaría con la idea de que estaban esperando un hijo.
Pero aún no era algo que supiera si conseguiría.
– ¿Sabes? Cuando pensaba en venir hoy aquí yo…
Ella negó con la cabeza. Esta vez no iba a permitirse las lágrimas, pero le escocían los ojos.
– No, no quiero saberlo. Quiero centrarme en mi trabajo y hacer esto – se señaló.
Que ya será suficientemente doloroso teniendo en cuenta que estoy segura de que sacará muchas cosas de ti.
Él avanzó hacia ella, hasta cogerla de la muñeca. – Quería decirte lo siento en persona Lavinia.
Estaba tan triste que no podía estar furiosa.
Stewy tiró de ella hacia su pecho, puso los dedos debajo de su barbilla y presionó los labios sobre los de ella.
Ella se intentó aferrar a ello desesperada durante un segundo.
Por su cordura.
Pero su toque quemó todo lo demás como un reguero de pólvora. Sus labios eran cálidos con un regusto a cigarrillo.
Dejó que le quitara un poco el dolor.
– Basta, Stewy… por favor.
Él bajó los brazos.
Stewy inhaló con fuerza antes de exhalar lentamente y dejar que sus hombros se hundieran, sus brazos cruzados.
Lavinia miró al suelo, avergonzada.
Entonces, ella se acordó. Buscó algo en el bolso – Toma tus llaves…
No las cogió. – No puedo…
Ella solo las sospesó.
– Son solo unas llaves…
– Ya.
– Quédatelas.
Lavinia secó algunas lágrimas que escapaban de sus ojos con la manga de la chaqueta que no llevaba abrochada.
Le insistió ofreciendo el contenido de su mano. – Hagámoslo bien…
Stewy se fijó en su figura.
Era casi visible aunque sutil.
Lo hacía más real.
