"I used to shut my door while my mother screamed in the kitchen
I'd turn the music up, get high and try not to listen
To every little fight, 'cause neither one was right
I swore I'd never be like them
But I was just a kid back then [...]
And loving is hard, it don't always work
You just try your best not to get hurt [...]"
– Older (Sasha Alex Sloan)
Capítulo 35. Los estados luna de miel
Stewy se mantuvo al teléfono con Sandi.
Siguió hablando en un tono de sorpresa pero sosegado que hacía imposible adivinar la verdadera naturaleza de la conversación. Un tinte de formalidad expresándose en su rostro concentrado.
Su expresión se mantuvo neutral, pero había una rigidez reveladora en su forma de dar los pasos. Como un sutil signo de irritación.
Greg lo observó a distancia y hizo un gesto de despedida a Olivia, la periodista que había conocido en el barco hace un par de horas.
Desde lejos, la conversación entre Stewy y Sandi parecía seria.
– Está todo jodidamente— El cierre de mercados. Totalmente.
No comprendió una sola palabra, pero intentó escuchar a escondidas de cualquier manera.
Abrió los ojos como los de un trágico cervatillo cuando Stewy le atrapó observándole.
Entonces desvió su atención.
Se sintió un poco apurado por la intromisión pero quería hacer esto bien.
Stewy hablaba con una seguridad natural aunque al parecer su interlocutor no sentía lo mismo.
Greg se preguntó si alguna vez había tenido un momento de duda o incertidumbre.
Más allá de… esa vez que fue a su casa a preguntar por Vinnie.
Tal vez.
«– Mira, tío. Lo siento pero necesito saber cómo encontrar a tu hermana…».
Su papel en la empresa o la amistad con Kendall a solas justificaba su presencia aquí.
Pero…
¿Había venido también hoy a buscarla?
Parecía un tipo inteligente, determinado, todo eso, aunque no le gustaba que Vinnie… bueno, ella no lo había estado pasando tan bien cuando se… pelearon o algo en agosto.
No sabía mucho de eso ahora.
Pero alcanzaba a entender que tenerlo como cuñado era bueno.
Yo te rasco la espalda, tú… me tienes en cuenta… tipo de cosa.
No que Lavinia no fuera a matarle si lo expresaba así en voz alta.
Todavía tendría un montón de diversión siendo el tío Greg (probablemente)… pero todo lo demás no le hacía ningún daño.
De pronto, apareció Hugo por detrás.
El hombre sonrió forzadamente, mirando a su alrededor:
– ¿Te has ido del gaznaste, hombre gallina? ¿Para llevarte al catre a la periodista? Porque tenemos una fuga. Las acciones van a caer por los suelos por culpa del chivato – le acusó.
– Hugo, estoy triste. Estoy seguro que sabes que… nunca soltaría ni una palabra.
Hugo aparentó analizar la escena mejor, deteniéndose un poco bruscamente al girarse:
– Ya sabía que dirías eso… ¿No te bastaba con invitarla a un vodka con arándanos? Se te van a cargar. ¿Qué está haciendo él aquí? ¿Por qué está al teléfono?
– Uh, huh, creo que lo acaba de llamar Sandi con la noticia…
– Ahm.
Greg estudió al hombre y se envalentonó: – y de todos modos me dijiste que me encargara de avisar a mi parte de la familia. Así que… No me llames hombre gallina. Hombre pato.
Hugo le dedicó una sonrisa paternalista.
Pero con mala leche.
– ¿Por qué él y tu hermana son novios…? Oh, Greg, te van a crucificar si has tenido algo que ver. Las acciones de la compañía van a devaluarse y a ti te van a colgar de la pilila.
– No he sido yo, te digo… Igualmente, eh, ¿por qué Sandy, Sandi y Stewy harían caer las acciones?
Hugo levantó una ceja.
En eso el "primo bobo" tenía razón.
– Además, si hubiera ido como dices, que no, ahm, sería tu culpa... mi hermana y él van a ser padres y tú me dijiste que podía avisar a mi parte de la familia o sea que…
Toda esa información hizo olvidar a Hugo temporalmente su primera sospecha sobre el ligue de Greg.
Se quedó callado. Movió el móvil en su mano.
– Ya veo… – hizo un sonido con la garganta.
– ¿Algo que decir?
Arrugó la frente.
– Tu hermana está en todos lados últimamente.
Una mosquita muerta, pensó Hugo. Parecía tímida e inofensiva…
– No te pases. Nuestro tío acaba de morir, ya te he dicho que estoy triste. Todos lo estamos. Yo. Uhm… No voy a tomarme tus acusaciones a la ligera. Soy como sexto o el séptimo en el orden de sucesión.
Hugo le miró con condescendencia:
– Esto no es como esto funciona.
– Aún así…
Stewy sintió como sus cejas se enarcaban cuando Sandi colgó.
Trató de no mostrarse irritado.
No había seguido la conversación al completo…: aunque, en el mejor de los casos, se sintió medianamente molesto de cómo al parecer habían metido la pata y la noticia ya había llegado a las redacciones, pero el segundo de abordo de Novotney estaba aquí de cháchara. Tíos…
Su dinero al desagüe porque alguien no había cerrado la boca.
Lo dejó correr porque…
– ¿Está Ken cerca?
Hugo se tocó el cuello de la camisa y echó un vistazo a Greg de reojo.
– No, se han ido hacia Terterboro. Yo me dirijo hacia allí ahora— Iba a acompañarlos pero estoy solucionando un último percance.
Stewy levantó una ceja.
Miró a Greg. ¿Ahm, sí?
– Ya veo. ¿Y informaréis a la junta de los próximos pasos o el nuevo canal de comunicación será el Times? Sólo pregunto – alzó las manos con ironía.
– Frank será vuestro enlace.
Stewy fue sarcástico: – Oh, genial.
Lo sentía sinceramente por Kendall. Joder, sabía lo duro que le daría algo así.
Inspiró profundamente.
Había esperado que Ken se librara de ese hombre y exorcizara sus demonios pero temió que su muerte empezara una espiral descendente.
Pensó en lo que le habían dicho de ese episodio confuso en la piscina.
Kendall había intentado suicidarse y estaba bastante seguro de que antes lo había considerado más de una vez.
Nunca le había gustado la sensación de déja vu con aquello.
El diablo no llega a acuerdos.
Logan sólo le iba a seguir rompiendo el corazón, quizás hasta en la muerte.
Estaban tan distanciados estos días que no tenía idea si realmente estaba consumiendo después de todo. Podía arriesgarse a decir que sí, pero no le gustaba el molesto sentimiento de que podría haber sido mejor amigo en eso...
Tal vez era esa culpa escondida por los días de fiesta compartidos con Kendall en Harvard que una parte de él sabía que pudieron acabar mal.
No es que Ken necesitara una excusa.
Las viejas costumbres no mueren fácilmente.
Recordaba haber estado genuinamente preocupado en esa despedida de soltero en Rhomboid y luego en la boda antes de que todo implosionara.
Habían mantenido contacto desde Italia pero no demasiado.
Kendall apenas había estado interesado en contestarle los mensajes mientras tenía entre manos ese gig con sus hermanos.
Solías querer ser tú quien retorciera un cuchillo en el pecho de Logan Roy.
Ese hombre no había sido un buen progenitor, Stewy recordaba algunas instancias de su juventud en que definitivamente había llegado a casa y se había asegurado de dar un abrazo a su padre.
Como una vez que Logan hizo que Kendall les sirviera la mesa porque no adivinó, ¿qué era? ¿una capital de país?
Se había disgustado consigo mismo por no decir nada.
Pero tío, tenía 13 años.
El padre de Ken tenía algunas estrategias sacadas del libro de educativo del mismo Satán.
O del tío Noah.
Desearía que Kendall se quitara por fin de encima el peso que Logan suponía para él con su desaparición… pero no se consideraba un iluso.
Era más complicado que eso.
Todavía no estaba exactamente seguro de cómo sentirse al respecto por todo el asunto de la opa.
Stewy era egoísta, en su mayoría.
Estaba seguro que había un par de personas que tenían muñecos de vudú con su cara.
Pero no se sentía inclinado a guardar rencillas. Los negocios eran negocios.
Sí, bueno, no era un completo imbécil, ¿verdad?
Pensó que eso de Inglaterra sólo lo había golpeado diferente.
Eran amigos.
Sí, porque nos acordamos de cuando éramos unos críos.
Fuimos al colegio juntos y a la universidad, hubo todos esos momentos.
Cosas que sucedieron, que los demás saben o no, pero que están en nuestras jodidas cabezas.
La primera vez que compartieron un cigarrillo y tuvo que poner los ojos en blanco porque Ken no tenía ni idea como hacerlo y empezó a toser.
Y la vez que se emborracharon juntos por primera vez, no la bebida en sí, recordó cómo los hizo sentir eso. Y la segunda vez también.
Las juergas, su antiguo piso y la alargada sombra de Logan.
Tenía todo el derecho a estar resentido cuando su mejor amigo había arruinado la adquisición de la compañía de su padre que él mismo sugirió.
No es que no intuyera que había razones que no conocía.
Miró a su alrededor rápidamente, registró la expresión de Greg quien lo estaba mirando y luego sonrió con falsa benevolencia a Hugo.
– No puedo esperar a la llamada de Frank – fue sarcástico.
Fue consciente de la presencia de Jamie Laird a lo lejos con Gerri. Le dio la impresión que acababa de llegar, quizás alertado por las noticias, esperando encontrarse a alguien de la familia.
Al final del día, todos ellos tenían un trabajo que les daba un montón de dinero, no había poesía.
Pero Logan Roy les había convencido de que no se iba a morir nunca…, ni siquiera con las contingencias de salud que había vivido los últimos dos años; ni mil derrames cerebrales o infecciones urinarias parecían poder matarlo.
Cumpliría 100 años a cargo de su jodido imperio moribundo. Joder, algo así.
Como Rockefeller o Redstone.
Aunque ahora a él le parecía bastante joven para su desaparición. Ni siquiera 85.
Pensaría que era una treta… sino fuera que hasta para Logan sería ridículo.
Stewy no diría que se alegraba, porque estaba mejor educado que eso. Y sinceramente, pensar en la muerte siempre resultaba algo bastante escalofriante.
El hecho de que un día habría gente que quería que… dejaría de estar.
Sus padres no cumplirían ningún año menos.
No obstante…
No obstante, Stewy mentiría si decía que nunca había soñado con matar a Logan él mismo en un momento de mucha rabia.
Los constantes insultos velados a su hijo, el abuso emocional.
No podía fingir estar desconsolado.
Si es que los Roy restantes y el resto de No-Roys no lograban arruinar la empresa en las próximas 24 horas, algo que Wall Street parecía pensar por la reacción de los mercados…
Su padre era todo para Ken, una especie de primer amor, su ídolo, su verdugo, némesis.
Su mejor amigo había construido su mundo entero alrededor de su progenitor y no sabría qué hacer sin él.
¿Sigues pesando que podrías salvar su trasero de sí mismo?
No, sabes que no.
Quizás pudo una vez…
Pero había estado más allá de sus posibilidades por lo menos las dos últimas décadas.
Ken no había vuelto a ser tan libre como en Harvard.
Además, Stewy había perdido la capacidad para engañarse a sí mismo.
Miró esa torre humana que era el jodido Greg.
Hugo había desaparecido.
– ¿Has hablado con Lavinia… sobre lo que le ha pasado a Logan?
El chico asintió.
– Sí, está totalmente informada. De hecho, ella ha llamado al abuelo y eso – miró a su teléfono cuando hizo un ruido – Ahm, parece que están discutiendo si habrá una… vigilia… sin… sin el cuerpo… como para acompañar a sus seres queridos, Tom dice que… voy poniéndola al día. Tendría que haberme ido ya, lo siento es que…
– No, claro. Ve.
– Vale.
– Greg...
Lo llamó cuando se giró.
No le gustaba Tom.
– ¿Sí?
– Sé prudente, ¿ehm? Si has sido tú quien ha hablado, cualquiera que sea la estrategia que alguien te ha dado, ha sido muy mala, colega.
– Oh, no, yo…
Ignoró su vacilación.
– Esperar a que cerraran los mercados, era jodidamente mejor si el propósito no era arruinarnos. Solo… para la próxima – Greg pareció muy incómodo. ¿Era una broma?
Stewy le sonrió indulgente.
Un escalofrío en el aire.
Pero nada realmente serio.
El chico no iba a admitir nada. – Yo… Va— vale. Me— me tengo que ir.
¿Ahora le das clases al puñetero desastre de Greg?
Stewy se encogió de hombros.
Como si pudiera hacer otra cosa… Lavinia no le agradecería que lo mandara al corrillo de la vergüenza en plan medieval…
No creo que ella acepte como excusa que te ha hecho perder una casa y media con lo que sea que esté haciendo con ese sicofante del marido de Siobhan.
Ella se sentía responsable por Greg.
Y así, técnicamente, sin ser muy reductivo—
No es que acabara de adoptar un cachorro del que tenía que responsabilizarse y que tenía que bajar a la calle tres veces al día.
Pero Greg le echó esa mirada antes de irse.
Se acercó al rio sopesando el móvil en su mano.
En el muelle había quedado un montón de gente hablando entre ellos y esperando coches para largarse.
Maldito momento para el fin del Imperio Galáctico.
Se suponía que debía estar echando un ojo a la jodida línea en descomposición de los gráficos de valores de Waystar Royco, pero al fin y al cabo, eso estaba fuera de su control.
Solo podía esperar que los números se estabilizaran en la apertura el lunes con el nombramiento de un nuevo CEO.
Sí que llegó a leer la copia del artículo que había publicado el Times donde alguien había tenido mucho cuidado a subrayar que su yerno Tom Wambsgans estaba en el avión cuando Logan Roy se encontró mal.
Al final del día…, podría haber sido cualquiera de ese avión o de fuera.
Incluso Lukas Matsson.
Nah, habían sido esos dos.
"Cayó fulminado en el lavabo del avión".
Como Elvis.
Logan odiaría ese epíteto.
Como odiaba todas las sorpresas.
Recordaba a Roman llorando con una marca roja en la cara después de intentar mojarle en una piscina de las Bahamas.
Los gritos. Niño, idiota. ¡No llores, joder!
Stewy miró al agua.
Ahora no tenía el lujo de sentarse y dedicarse sólo a la especulación financiera.
Mañana sería otro día.
A Stewy le gustaban los muchos beneficios del dinero, pero porque genuinamente disfrutaba no deber nada a nadie y sentirse vivo. ¿Y a quién no?
No era un Roy.
Los Roys podían ser dueños del mundo pero todavía actuaban como forasteros en él.
Él quería la adrenalina, el aire en la cara que llega a los pulmones y al corazón, la sangre que corre por las venas, infinitos recursos, comida y bebida, el tiempo perpetuo en la muñeca con su IWC Portugieser, todas esas puertas aún por abrir o cerrar, la belleza, la piel.
Esa mujer que cuando era querida parecía brillar y bailar y volar y a la que no debería haber soltado la mano.
Livy era infinitamente valiente pero no tendría que serlo… no con todo todo el tiempo…
Dio una fuerte bocanada.
Ella estaba en Suecia con el puto GoJo y vendrían a firmar un pacto que se suponía que él quería, todavía quería, pero luego... ¿qué?
Stewy no se había preocupado realmente en qué haría Matsson con Waystar cuando desembolsara el dinero.
No era su problema más allá de la parte que les pagara en acciones.
Pero…
Por supuesto que Lavinia estaba preparada profesionalmente para lo que le venía encima.
Él no para perderla por el maldito frío de Estocolmo.
No tenía puñetero derecho, porque era un idiota y esto sí era definitivamente su culpa… aun así, se preocupó por si estaría bien…
¿Podría haber dicho algo más el último día?
No, no era eso. Debía ser honesto y enfrentarse a ello.
Era consciente de haber estado perdiendo semanas de… no tenía ni idea cómo era para ella….
Se preguntó si ella estaba teniendo problemas para dormir en esos jets, si tenía nauseas, ¿estaba bien? o si alguna vez tenía tiempo para sí misma, estrés.
Sintió una piedra asentarse en la boca del estómago.
Dado que Greg ya sabía del embarazo…
Probablemente su parte de la familia también.
Antes de todo este desastre a veces se preguntaba si valía la pena lo frustrada que ella estaba después de una de esas visitas de Ewan, pero quien era él para—.
Se ve que aspiras a tener la exclusiva en hacerle daño.
No, joder, no…
La quieres.
La quieres.
Cerró los ojos en el muelle, tratando de calmarse, se pasó una mano por la barba cuidada, y luego desabrochó el botón de la chaqueta del traje.
Trabajaría mucho para no volver a fallarle.
Stewy realmente estaba negociando consigo mismo si podía convertirse en responsable de… un ser humano en miniatura y no seguir decepcionándola….
¿Qué tan difícil
Podrías haberla tratado con un masaje cada noche… en lugar de no saber qué decirle por teléfono cuando deberías llamarla…
La había dejado en el peor momento.
Contaba con tener que intentar convencerla, hablar con ella.
Si tenía que ser sincero en algún momento había sido vagamente consciente que estaban evitando poner la posibilidad de los críos sobre la mesa.
En el segundo que ella bromeó sobre una vasectomía.
Se inclinó hacia adelante y juntó sus manos en la barandilla, haciendo desaparecer completamente la postura indiferente que se había podido percibir hasta ahora.
Recordaba perfectamente, hito a hito, su primer encuentro con Lavinia.
Las sensaciones de aquella primera vez que se vieron.
Había pensado que era sexy, brillante, divertida y cálida.
Ella llevaba ese vestido que le dibujaba todo, el cabello semi recogido; y él se quedó prendado de su risa cuando él se quejó que la lluvia le había estropeado sus carísimos zapatos.
Fue en estampida.
Hablando mal, follaron como si ya hicieran el amor y enseguida había descubierto que la quería.
Nunca había esperado algo así.
Sabía que no era un acto de vanidad, que él estaba genuinamente enamorado de Livy; y por eso, quería pelear las cosas con ella el resto de su vida.
No importa lo aterrado que estuviera.
Si iba a ser padre… Joder… Ella era probablemente la única persona del mundo con quien tenía sentido.
Era lo que quería hacer, lo que necesitaba hacer.
Quizás si esas hubieran sido sus palabras cuando ella le anunció la noticia.
Alguien como ella sólo aparecía una vez en la vida.
Primero tenía que manejar la realidad de la muerte de Logan y del show lamentable que seguramente aún dejaría su despedida… y luego…
Estaban Sandi y Sandy, cuyo objetivo ahora sería vender, vender.
A los que tenía que contar una historia de vampiros.
Era bastante deprimente.
Ken… Joder, lo que fuera que hiciera a continuación.
El puto Matsson que podía joder con su dinero y enviaba sangre a la gente y para ser honesto ni siquiera era como la quincuagésima cosa que en este momento más le molestaba de él.
Lavinia.
Que hacía toda la diferencia.
Cada día, cada minuto, le demostraría que la amaba. Sería su compañero, su amor, hasta la vejez. Era una promesa, y una que quería cumplir.
Al parecer ahora incluso los monstruos de las pesadillas infantiles morían. Así que…
Por un momento, el suave crujir del barco enfrente de él y el golpear del agua contra el muelle parecía el único contacto con la realidad.
Exhaló. Inhaló.
Había venido con un plan.
Pero estaba a medio hacer como últimamente todo en su toma personal de decisiones.
Quizás esta era una oportunidad para embastarlo mejor.
Llamó a la joyería más exclusiva de esta puñetera ciudad.
– ¿Lo tenemos todo controlado?
Karolina evaluó con calma a su subordinado. – Sí, claro. Hemos establecido un plan. Una cronología aunque nos lo ha truncado la filtración. Frank, Karl and Simon han estado llamando a la junta desde hace rato. Pensamos en manejar a Sandi, Sandy y Stewy diferente pero al fin y al cabo Sandi fue más rápida. Puede que el avión dando la vuelta haya alertado a algunos periodistas.
– Entonces, el presidente, GoJo… Ya lo sabe todo el mundo.
– Sí.
Hugo se encogió de hombros.
– ¿Has hablado con su flamante directora de Comunicación? – preguntó a su "jefa" con retintín. – Se han ofrecido para darnos todo el apoyo…
– ¿Qué?
– ¿Lo sabías?
Karolina suspiró.
Había mucho trabajo que hacer.
Hugo le estaba haciendo perder el tiempo.
Ella sabía que el hombre enjuto estaba un poco demasiado cómodo en la cultura de las puñaladas traperas.
– No sé de qué hablas. Si me disculpas lo discutimos después…
– Vinnie.
– Vinnie, ¿qué?
– La prima Vinnie es la nueva responsable. Parece que antes de la compra ya ha habido algunos cambios en GoJo. ¿No te dijo nada Logan? Aparentemente la sobrinita es una mujer muy ocupada.
Karolina pareció confundida.
Pero aparcó el tema enseguida.
– No, y este no es el momento Hugo. ¿Porque no acompañas a Kerry a su coche y luego vuelves con los hermanos? Tengo su borrador. No es prudente que contesten preguntas y vamos a añadir a Frank, Karl y Gerri por su nombre. Ellos piensan que es importante que se los mencione específicamente.
Dejaron el hotel juntos.
Ella tenía que coger un avión.
Esa era su nueva normalidad.
Se sentía algo entumecida por la noticia de la muerte de Logan.
Y eso que había pasado con Lukas…
Estaba abrumada.
Yo hace mucho que no… Y además estaba con todo…
Tal vez había echado de menos algo de calor humano.
Estaba claramente privada de sueño y deprimida.
Instintivamente acarició la piel de su muñeca con el pulgar. Era un gesto típico de Stewy cuando no podía abrazarla apropiadamente.
En la cola del Starbucks, en un restaurante delante de otras personas...
¿Cómo se sentía?
Confusa, sucia. Y con el corazón roto.
Todo se sentía desordenado y mal.
¡Las hormonas y las emociones cambiantes definitivamente no ayudaban!
Él está ahí teniendo su vida ilesa… y yo estoy aquí... dudando de mí y de si alguien muestra el más mínimo interés en mí, porque ningún hombre en su sano juicio querría…
Con este bebé, pero sintiéndome tan condenadamente sola al mismo tiempo.
Titubeó cuando Matsson alcanzó a rozar sus dedos en el ascensor. – Lukas…
– ¿Lavinia? – él tanteó.
Suspiró y evitó mirarle.
– Esto ha sido un error…
Quizás si alguien pudiera despedazarla y volverla a montar.
Lukas la observó un momento.
Ella resistió el impulso de peinar un quiquiriquí rubio que sobresalía en su cabello.
Él tarareo algo satisfecho.
– Lavinia, confío en nuestra profesionalidad, ¿mm? Si te sientes incómoda con algo... dilo – sonrió, apretándole la mano una vez antes de soltarla. – Podemos hablar en unos días, después de tu vuelo, ¿vale?
Ella flexionó la mano para protegerse contra la sensación que le produjo.
Lo miró sorprendida. – Sí.
– Por cierto he movido algunos hilos. Me aseguran que el pacto sigue adelante. Con el viento a vapor.
Lavinia alzó la vista. Algo en la cara de él delató escepticismo.
Ni siquiera fue consciente de estar leyéndole con más facilidad que antes.
– ¿Crees que habrá algún problema?
– Tú probablemente tendrás una imagen más detallada que yo cuando llegues a Nueva York. ¿Te importa si me cuentas cualquier cosa que veas?
– No. Según Greg el consejo se reunirá, pero el nombramiento es un trámite.
Él levantó una ceja.
– No sé si creérmelo…
Lavinia alzó el móvil para que viera que lo tenía en la mano. – Te mantendré informado.
Lukas se volvió y presionó el botón del vestíbulo.
Atravesaron la recepción y salieron a la calle, hasta que estuvieron fuera del alcance del oído del portero y tenían una de las limusinas de Lukas enfrente de ellos.
En el coche, ella se llevó la mano al vientre, pero sólo con un gesto leve.
En el fondo, estaba segura de que todo estaba bien, pero ahora que no tenía tantos síntomas y faltaba un montón para que hubiera movimiento…, la mayor parte de tiempo sentía que no tenía ni idea cuán tranquila podía estar.
Esperaba que el bebé no sintiera como de ansiosa estaba.
Stewy podía hacer lo que le diera la gana, seguir con su vida tal y como era antes.
Y allí estaba ella, en la casilla de la cárcel, esperando tres turnos sin tirar.
Deseando que las cosas fueran distintas.
A partir de ahora su prioridad debía ser aprender a amarse a sí misma y el bienestar de su bebé, su carrera.
No ningún hombre.
La maternidad había sido una elección que había hecho incluso con un embarazo inesperado… pero aun así, los cambios de humor, las hormonas cambiantes, las náuseas… Y encima el corazón roto, gracias a Dios se sentía apegada a su pequeño guisante o sería tan deprimente…
Tenía ganas de asegurarse que todo estaba bien en este punto del embarazo para empezar a preparar cosas.
Sentirse plenamente ilusionada más allá de su nerviosismo.
Hacer planes.
Con su suerte,… ¿y si algo iba mal?
Ella necesitaba tiempo para sanar, quererse más a sí misma por ese bebé.
Mientras el chófer se internó por la autopista en dirección al aeropuerto, notó como su garganta se contraía.
El hombre la miró un momento largo por el retrovisor.
Se pellizcó la mano.
Se habían duchado, por separado, pero todavía sentía como si llevara a Lukas impregnado en la piel.
No era real, pero por un momento pensó que todavía podía notar su colonia en las fosas nasales y todo el mundo podría darse cuenta.
Pero ni él mismo hacía ese olor esta mañana.
Iba recién duchado, le vio ponerse las gafas de sol y luego quitárselas con una mueca.
Todavía no había salido el sol.
Ella se dio cuenta que la carretera estaba helada.
Necesitaría otra clase de abrigo cuando regresara.
Lukas tamborileó los dedos contra la rodilla.
Lavinia obligó a su cuerpo a no sentir porque de lo contrario, todo volvería y acabaría sintiéndose como si hubiera hecho algo de lo que debía estar avergonzada.
Lo que no era verdad.
¿Qué está pasando contigo?
Cuando llegaron a la pista del aeropuerto y la limusina de Lukas paró enfrente de su jet, la pista iluminada por mil luces, y ella tardó una fracción de segundo de más en reaccionar.
Lukas abrió la puerta del lado donde iba sentado y la miró. – ¿Hirsch?
Parpadeó. – ¿Sí?
Le hizo un gesto al salir del coche y, luego en la pista, se quedó callado, se aclaró la garganta y se rascó la barba de pocos días.
– ¿Puedo…?
Lavinia no estaba totalmente en la inopia, pero no acertó a reaccionar.
– ¿Si puedes qué…? – murmuró, mirándole más tiempo del que era conveniente.
Lukas dio un paso hacia ella, haciéndola dudar. Pensó que tenía que poner un límite ahora, pero ¿no era tarde? Se limitó a mirarlo.
– ¿Qué pasa?
Ladeó la cabeza cuando vio que sus ojos azules parecían clavados en su boca.
Mentiría si no admitiera que añoraba sentirse vista de esta manera.
Notó la mano en su mejilla.
– Me gustas mucho, Lavinia. Mucho. Nada me gustaría más que saber dónde estamos parados y qué necesitas.
Ella exhaló un leve suspiro.
Lukas se movió sólo ligeramente para besarla en los labios.
El beso duró apenas un par de segundos, y aunque Lavinia estaba un poco sorprendida, sus pensamientos se fueron a otra parte casi de inmediato.
– Quiero esto – murmuró Lukas besándola ahora en el cabello.
Lavinia tragó saliva. – Sé que lo haces… – respiró. Su cálido aliento le hizo cosquillas y se estremeció. – Pero... – intentó.
Él había convertido aquello en algo personal.
Ella había necesitado las caricias.
Sentir que todavía alguien podía desearla de esa forma.
Lukas retrocedió para mirarla. – ¿Qué es? ¿Tienes miedo? ¿De mí? ¿Crees que va a hacer una sola diferencia si te dejas llevar como hoy?
– No— No es eso –
– ¿Entonces?
Ella negó con la cabeza pero se sintió perdida por cómo había escogido sus palabras.
– Eres mi jefe. Esta... esta cosa, entre nosotros... – arrugó la nariz.
Lukas frunció el ceño con una leve sonrisa.
Le tocó la nariz en broma.
De repente, la mano estaba en su hombro, deslizándose con cuidado hacia su clavícula.
– Podemos hacer lo que quieras. Tú tienes el control, H.
– Lukas…
Él inclinó la cabeza con una sonrisa seria. – No voy a dejarte ir. Sería un mal CEO si lo hiciera y un hombre idiota…
Lavinia se mordió el labio, sintiendo que necesitaba encontrar las palabras para detener todo ese tren de pensamientos.
Los ojos de Lukas buscaron su rostro por un segundo, y exhaló ruidosamente. Luego, le aseguró: – Pero debo decírtelo… Podría enamorarme de ti. Sin límites.
Lo hizo sonar sexy… como si fuera lo más natural y no como si debería asustarla.
– Lukas…
– Lo siento – ofreció.
– Tengo que irme.
Lukas asintió, prestando atención con un gesto juvenil. – Lo sé.
Ella se mordió la parte inferior de la mejilla y se apartó.
Sintió un escalofrío recorrer su espalda.
– ¿Lavinia?
Ella alzó la cabeza. – ¿Sí?
– No pasa nada – prometió. – Somos adultos. Como directora de Comunicación serás clave con todo lo que viene. Tengo fe en ti.
– Creo que no deberíamos volver a – le repitió mientras observaba como la pequeña tripulación subía al jet de Lukas.
No podía quedarse en la calle otra vez ni pasar a ser un caso para el director de Recursos Humanos.
Lukas le dedicó una sonrisa astuta. – Sí, probablemente. Pero los dos sabemos que no hemos acabado. Por la razón que sea.
Lavinia se alejó para subir al avión sintiéndose contrariada.
Se sentía cómoda con su amistad porque a pesar que a veces no estaba segura de quien tenía enfrente, la miraba como si él también le dijera: "Eres lo bastante, Lavinia. Todo continua".
– Lavinia.
– ¿Sí?
– Cuídate, ¿vale? Te veo luego.
En el aire se concentró en pensar qué aspecto tendría el futuro.
Realmente deseó tener un mando para poder estar ya allí… unos meses adelante…
Imaginó como se sentiría abrazando a su bebé, cómo se vería, y cómo su voz sonaría como un gorjeó cuando empezaría a hablar.
Él o ella serían alguien real a quien no podía fallar.
Su vida amorosa, sus decisiones… no sabía si todavía le pertenecían.
Tenía unos meses de margen, aunque, seriamente, ¿quién querría saber algo de ella cuando tuviera el aspecto de una embarazada de más meses?
Se echó una reprimenda.
Era tan puñeteramente injusto.
Cambio hormonal, cambios de humor, aumento de peso.
Había necesitado a alguien que le abrazara.
Era como si su cerebro se estuviera rompiendo bajo presión.
No buscas que nadie tome el lugar de Stewy, ni siquiera en tu puñetero corazón.
Mucho menos…
¿Qué hay con Lukas?
Podrías haber creado un monstruo. Juega juegos estúpidos, gana premios estúpidos.
Y sientes que lo estás usando, lo cual es una locura.
Tú eres la que está en un lugar vulnerable y no debería estar tomando decisiones tontas.
En su iPad repitió un par de veces la intervención de Shiv con los medios.
– Hola. Gracias. Como sabréis, mi padre, Logan Roy, fue declarado muerto al llegar al aeropuerto de Teterboro esta tarde. Agradecemos el respeto de la prensa en estos momentos. Entenderéis que no acepte preguntas, pero mis hermanos y yo sólo queríamos deciros que Logan Roy levantó una gran empresa familiar estadounidense, y como es natural, el consejo de administración decidirá en las próximas horas quién liderara la compañía a partir de ahora. La nación ha perdido un campeón apasionado, un Titán americano. Y nosotros hemos perdido un padre querido. Gracias.
Pese a que se había alejado un periodista había insistido. – ¿Y en términos de sus roles en la compañía?
– Tenemos la intención de guiarla a través de su futuro sea el que sea. Estaremos ahí. Estaremos ahí.
Karolina y Hugo apartaron los periodistas más insistentes de sus tres primos.
Miró por la ventanilla del jet. Había algunas nubes. Nada extraordinario en otoño en este hemisferio.
Una de las azafatas se aclaró la garganta para llamar su atención: – Debe abrocharse el cinturón, vamos a tener algunas turbulencias.
Había estado distraída.
– Claro… Gracias.
Se sintió algo mareada después de unos movimientos no muy bruscos.
Acabó vomitando en el pequeño lavabo en cuando pudo desabrocharse el cinturón.
El estómago revuelto.
Lavinia llegó a Nueva York con la cabeza hecha un lío.
Era muy temprano.
Benditos fusos horarios.
Un mensaje del abogado de su abuelo hizo que le pidiera al chófer del Uber que la había recogido que se desviara a otro lugar de la ciudad.
Washington Square.
Cerca del apartamento que Ewan Roy había tenido en Nueva York.
Miró confundida: – ¿Abuelo?
Tony la interrumpió: – Hemos… hemos viajado toda la noche…
Ewan se aclaró la garganta.
Volvió a toser un poco como había hecho dos días atrás por teléfono.
– No hace falta tanto escándalo. Supongo que es donde tengo que estar. Y realmente quería ver a mi nieta. Quien no estoy tan seguro que tenga que ir a arriba y abajo con esos trastos – señaló con el bastón a un punto indeterminado en el cielo.
– Está bien. Abuelo, de veras que lo siento... por Logan. Creo que nadie se lo esperaba.
Se acercó para darle un abrazo y un beso que permitió a regañadientes.
– Ya. Ya. Si no te importa tengo que refrescarme.
Dudó.
– Si… no… yo…necesitaría encontrar algo más adecuado.
Le hizo una señal a Tony. – ¿La acompañas o…
– Puedo sola… Tony debería cuidarte a ti.
Por supuesto, no la escuchó.
Esperaba que su abuelo no empezara a tratarla ahora como algo frágil.
Podía estar infinitamente triste… Pero no se iba a permitir romperse.
No era lo más inteligente, esa carga de tener que ser fuerte ante todo y sobre todo. Nadie te obliga a ser "indestructible" excepto tú, y si lo hacen están siendo injustos.
– Te acompañara con el coche y acto seguido venís hacía aquí. Hemos cogido una habitación en un hotel cercano. No hay más discusión.
Lavinia encontró un vestido oscuro bonito pero discreto que caía desde el escote, y que se abría en una falda amplia al final, para la reunión en el apartamento de su tío.
El único problema es que se ceñía a su cintura.
Pero no se sentía bien como para recorrer un montón de tiendas.
No es que se viera un montón... pero definitivamente iba a empezar a tener que ocultarlo activamente si no quería comentarios.
Apenas se puso maquillaje.
Ella googleó fotos de otras mujeres embarazadas a las 13 semanas.
No es que no hubiera empezado a sospechar hace días que tenía un pequeño glotón ahí dentro.
Pero…
Te encanta el azúcar como a uno que yo sé, ¿mm?, ironizó con una media sonrisa que no acabó de nacerle.
Estaba empezando a tener un específico deseo de sushi para comer (¡faltan horas!) que iba a ser un problema.
– Tú y yo quedamos que mamá iba a seguir todas esas prohibiciones, ¿huh? – murmuró ahora sí levantando la comisura de los labios.
Por suerte le había pedido a Tony que esperara en el coche porque iba a pensar que estaba loca si la escuchaba hablar sola.
Se alisó la tela del vestido a la altura de su vientre.
Tendría que acostumbrarse a las miradas curiosas de las personas.
Ahora que su abuelo y Greg lo sabían, tampoco no sentía ninguna necesidad de ocultarlo.
Sólo pensó que no quería atraer ninguna atención innecesaria esta mañana.
Miró el reloj de la pared y vio que ya eran las 10.
Repasó otra vez todos los medias habituales para asegurarse que no había ningún comentario sobre el destino de Logan cuando murió que le tuviera que preocupar.
Se paró un momento.
Perfecto.
Ahora tenía migraña.
El estrés.
Ya había cogido un par de aviones muy seguidos cuando fue a Londres.
Pero este ir y venir de Suecia había sido otra cosa.
Estuvo tentada de tomar pastillas para el dolor.
Pero se deshizo de la idea al recordar el bebé.
Dio un beso en la cabeza a Toffee que parecía indignado por su ausencia, pasando por sus piernas y maullando, mientras volvía a salir de casa.
La «gatoguro» le había puesto un montón de comida de más en su bol y agua limpia.
Lukas gastó sólo veinticinco minutos esa mañana en su despacho. Giró la silla mientras se sentaba en ella, de espaldas a la puerta.
Era la oficina más grande de la sede de GoJo en la capital sueca, con una generosa mesa de conferencias de madera real y un bar bien surtido.
– ¿Qué piensas? – preguntó Oskar.
La conversación se desarrolló en sueco.
– Está claro que no tuvimos en cuenta un factor importante. Que el tipo se podía morir. Pero con sus hijos podemos doblegar un poco la estrategia…
– ¿Cómo?
Negó con la cabeza.
– Ya veremos. Tú y yo nos vamos a Noruega hoy.
El gráfico en el portátil de Lukas cambió para mostrar la última caída de precio de Waystar de anoche.
Oskar suspiró.
– ¿Está ella preparada para la tormenta que lanzaran contra ti los estadounidenses? ¿Cuándo va a volver?
Fue escueto. – Pronto.
– Ya… Por cierto, Phyllis no ha escuchado una mierda de las instrucciones que le di sobre Noruega. Las salas de reunión son subóptimas. Muy mala selección del menú. Prepárate para salir con hambre. Estoy hablando con ella para que me escuche por una vez. ¿Alguna petición?
– No lo sé.
Su socio se encogió de hombros.
– Oskar…
– ¿Sí?
– Dile que espabile, le pagamos mucho dinero, ¿quieres?
– Tú eres el experto. ¿Hago que se enamoré de mí? – le buscó las cosquillas.
– Me gusta tu optimismo – sonrió.
– Ha-ha-ha.
Hubo una pausa.
Oskar se puso serio.
– ¿Funcionará? ¿Hirsch, como directora de Comunicación?
Lukas asintió moviendo su silla distraídamente para dar un vistazo por la ventana.
– Por supuesto.
Luego:
– Está embarazada.
Oskar maldijo algo ininteligible.
Levantó una ceja a su segundo al mando.
– Calma. No es mío. Aunque podría vivir con ello.
– No voy a decir nada.
– Por mí no te cortes…
– No. Pero será un bonito epilogo para las memorias que va a pasarse pipa escribiendo Ebba. No hagas nada estúpido.
Hizo una llamada a Roman al cabo de unos minutos.
Pero el teléfono dio señal varias veces sin que nadie lo cogiera.
¿Estaría ya Lavinia en el velorio?
Lavinia sacó el teléfono de su bolso, leyó los mensajes a los que aún no había respondido.
Estaba llegando a la casa de Logan.
Fue raro cruzar estas puertas de nuevo, sabiendo que Logan no estaba aquí.
Pero se sentía extrañamente tranquila haciéndolo acompañada de su abuelo.
Miró una vez a Tony que se quedó esperándolos en el coche con el que esta madrugada habían hecho… Dios… un montón de quilómetros. Millas.
De las cosas que se le habían pegado durante todos esos años en Europa la unidad de medida era una.
"¿Estás dentro?"
Como si estuviera en Misión Imposible.
"Entrando".
"¿Me están ignorando?
Dio un vistazo al recibidor cuando salieron del ascensor.
Vio a sus primos en una de las salas de estar que quedaban a la vista, a Roman de espaldas en la butaca, Kendall y Shiv en el sofá, se giró un poco hacia allí, más porque, Dios, quería decirles algo, pero la figura de Marcia apareció frente a ella.
Su abuelo iba agarrado a su bastón.
– Oh, mon dieu. Ewan.
– Mis condolencias.
– ¿Cómo estás? Qué bien que acompañes a tu abuelo, mon chérie.
Asintió levemente.
No estaba muy segura si había esperado verla aquí dando la bienvenida a las personas que venían a dar su pésame.
Pero claro, tenía sentido.
– Lo siento mucho, Marcia.
La mujer le dio un beso educado en la mejilla con una mano en su brazo.
– Vous êtes une perle, Vinnie. Pero por favor, pasad.
Marcia la estudió un segundo.
Ella miró la cara seria, ceñuda de su abuelo.
Había estado muy callado durante el trayecto hasta aquí.
Pero también cariñoso, a su manera magra y severa.
– ¿Se ha portado bien, Tony?
Se pasó un mechón por detrás de la oreja para que no la molestara. – Claro. Pobre… ¿Tú estás bien?
– Diría muchas cosas, pero no estoy seguro de querer hacerlo hoy. Alguien insiste mucho – Con un leve gruñido, Ewan se refirió al móvil que vibraba después de que ella lo hubiera vuelto a meter en el bolso.
– Yo. Oh. Lo… lo siento… – pescó el aparato de la bolsa.
– Ewan – Frank se acercó y le ofreció la mano – Mi pésame.
Lavinia aprovechó para apartarse un poco y coger el teléfono.
– Espero no molestar.
Escuchó la voz de Oskar de fondo.
– ¿Quieres que…
– Oh, no, no – dijo Lukas.
– ¿No?
– Voy a seguir la pauta de consejos de Oskar. Si preguntan… – escuchó el tono de broma en su voz al que se había acostumbrado – Mmm… Yo te he dicho que digas que no estoy…
– Oh, Lukas.
Sintió un poco de vértigo mirando a su alrededor.
– No, tranquila. Diles que no te cojo el teléfono. Soy raro y frío. Un jefe terrible.
Suspiró.
– ¿Está eso mejor? – le preguntó cuándo ella no respondió.
– Sí, discúlpame – dijo apoyándose contra una pared, semiescondida de ojos y oídos curiosos. Miró a sus pies – Aunque ya sabes… si seguimos hablando no creo que sea una coartada muy creíble.
– Pensé que tú también me estabas evitando.
– Esto está lleno de gente.
– ¿Estás bien?
Lukas podría estar centrado en la adquisición, pero Lavinia supo que el tono había dejado de ser de negocios.
– Mi tío no era un buen hombre y muchas veces ni siquiera era agradable. Pero ellos le querían – explicó – Creo que mi abuelo también. A su manera, con sus remordimientos por… no estoy segura. Ha de ser muy duro… enterrar a tus dos hermanos pequeños. Nunca nos han contado que pasó con ella… Rose… Excúsame, no sé porque te estoy diciendo esto – se pasó una mano por la cara, manteniendo el móvil con la otra en la oreja.
– No me quejo. Me alegro de que me lo cuentes. Como amigos. ¿Honestamente? Lavinia, van a decirse muchas cosas sobre mí…
– ¿Perdón?
– Noruega. Estoy tratando de decidir a cuanta gente quiero ahí. Creo que es mi mejor oportunidad para cerrar esto de manera rápida y limpia. Voy a sugerirles que me manden al nuevo mandamás. Necesito sacar esto adelante. Estamos a las puertas de unas elecciones y un funeral. Pero para mí también será una guerra. ¿Puedo pedirte que escuches lo que escuches… me preguntarás primero?
Frunció los labios.
– Llevo tu Comunicación. Eso es básicamente mi trabajo.
El sonido de él riendo contra el auricular. – Tienes razón. Envíame un mensaje cuando proclamen un rey, ¿eh?
– Vale.
– Pero Lukas…
– Dime.
– Espero que confíes en mi criterio lo suficiente para contarme todas esos terribles cuchicheos como… ¿para hoy? Tengo la sensación que me pierdo cosas y no tendría que ser así.
– ¿Por teléfono?
– Pudiste hacerlo cuando estuve, ahm – dudó. – Después que supiéramos lo de mi tío era un buen momento.
– Sí, bueno. Supongo que… me distraje un poco – dijo. Pero no sonó como un innuendo.
Sino como un simple hecho.
Lavinia dio gracias porque supuso que Oskar estaba escuchando la conversación.
No sabía qué se contarían entre ellos pero prefería que fuera en su ausencia.
– Puedo ver eso.
Hubo otra pregunta de Lukas.
Chasqueando la lengua.
– ¿Está todo el mundo ya ahí?
Ella hizo una pausa.
Había estado equipándose con toda la negación de la que era capaz hasta el punto que sintió una neblina en su cabeza cuando le contestó.
Un vacío.
– Sí… no. Supongo que todavía falta gente. El consejo es a las 12 – contestó.
– Entiendo. El avión estará donde lo has dejado.
Como si fuera un Uber…
– Te llamo.
Trató de no pensar en que mucha gente llegaría durante la mañana. Miembros de la junta.
Esto te va a pasar siempre.
Es mejor que aprendas a vivir con ello desde ya.
Salió de su semi escondite, volviendo a esconder el móvil, y observó a su abuelo conversando todavía con Frank. Decidió que era el momento para acercarse a la sala donde estaban sus primos.
Pero antes…
Greg.
– ¿Qué pasa? – preguntó su hermano dándole un abrazo torpe.
Levantó la mirada para hablarle. – He venido con el abuelo.
– ¿En serio? Iba a… llamarle porque he supuesto que tendría cosas que añadir en el consejo y como no pensaba que hubiera llegado…
Se humedeció los labios. – No me ha dicho mucho. Pero estoy un poco preocupada… a su edad… Todo esto podría ser fatal para él…
Greg pareció procesarlo por primera vez. – Pero es duro de roer, ¿no? ¿Va a… decir algo?
Negó con la cabeza. – No… hoy no. Tony dice que se pasó el viaje escribiendo en unos papeles.
Saltó, entre el susto y la sorpresa, cuando Greg ni corto ni perezoso alargó la mano a la parte media de su cuerpo para volver a abrazarla. – Ya se te… nota. No me fijé en el cumpleaños.
Le apartó el brazo un poco cortada, mordiéndose la mejilla por dentro. – No hagas eso. No puedes… ¡Greg, Dios!
– Sólo estaba… felicitándote.
Puso los ojos en blanco. – Ya lo sé. Pero pídeme permiso antes de… eso. Y no hablemos aquí. No es el mejor momento para anunciar un embarazo… No quiere incomodar a nadie.
Greg asintió.
– Ok. Lo capto. Sí… ah, ¿y con el abuelo? Me gustaría hacer mi parte.
– ¿Tu parte sobre…? ¿Qué parte?
Él pareció todo solemne. – Bueno, ya sabes… deberíamos apoyarnos ahora que Logan no está. He hablado antes con Ken, Shiv y Roman… ehm… ¿ibas a hacerlo tú ahora?
Lo miró, haciéndose una idea de qué estaba hablando.
– Greg…
– ¿Qué…
– Desacelera.
Caminó hacia la sala.
La primera mirada que recibió fue la de Shiv que estaba de cara a la puerta. Ken se irguió un poco pero se levantó para saludarla.
Rome alzó la cabeza y miró a sus hermanos antes de que la comprensión golpeara su rostro y se girara hacia ella.
– Lo siento mucho, chicos. Ken – se acercó dándole un leve abrazo – Shiv… – su prima no se movió y ella solo hizo un gesto con la cabeza. Entonces: – Rome…
Su primo hizo una mueca. – Tu jefe es un imbécil. ¿Le has explicado bien lo que significaba cuando le dije que se había muerto mi padre porque… creo que puede que en sueco no signifique lo mismo – su tono fue más bien impertinente pero lo conocía lo suficiente para ver lo frustrado que estaba debajo.
– Lo lamento muchísimo.
– Seh…
Ken los interrumpió: – ¿Realmente no va a volver a llamar?
– Creo que eso Oskar nos lo ha dejado claro – replicó Rome.
Lavinia hizo un gesto con los brazos sin saber muy bien cómo defenderse.
Pensó que sería prudente excusarse como Lukas le había sugerido que hiciera. Yo no sé nada, no he podido hablar con él.
Pero…
– Lo siento mucho. Sólo quería daros el pésame.
Shiv sonrió de torcido. – Pues gracias, suponemos.
Ken fue el único que asintió.
– Está todo bien.
No era lo mismo que le dijo el gesto con los ojos su prima.
Roman no le devolvió la mirada.
Vale, ha ido genial.
Casi se tropezó con Connor y Willa saliendo de la sala.
– Oh, hola.
– Con – Encima le sabía mal haber fallado a su boda. Se mordió el labio, con un gesto resignado – No tengo palabras.
Él la excusó con un gesto de cabeza. – Se hace extraño, ¿eh?
Asintió.
– Willa me dijo que tenías trabajo pero ya ves, al final fue algo muy íntimo.
– Es terrible, lo siento.
Connor negó con la cabeza. – Ven aquí – le dio un abrazo un poco más largo del que le había podido dar a Kendall.
Willa sonrió al lado de su flamante marido.
– Marianne nos ha llamado esta mañana – le informó Con.
Lavinia dio un paso atrás un poco confundida. – ¿Sí?
– No sabía si Marcia todavía, ya sabes… así que me llamó para darme su pésame y que se lo dara a los chicos. No me dijo que tu abuelo – miró hacia el recibidor, manteniendo una mano en su hombro.
Lavinia asintió.
– No, creo que… fue una decisión de última hora.
Dio un último vistazo a Roman de espalda.
No iba a ningún sitio hoy sin hablar con él a solas.
– Por cierto que sepas que acabo de comprar la casa a Marcia, espero que te pases a visitarnos a menudo. Trae a Marianne algún día.
Lavinia dio una sonrisa que salió bastante consternada.
Ella esperaba que en cualquier momento sonara su móvil justamente con el nombre de su madre en pantalla.
Pero ojalá no fuera hoy.
Ella no podía hacer frente a mucho más tensión la verdad.
De la conversación que seguramente tendrían… necesitaba mentalizarse un poco.
'Oh, Vinnie', para ella nunca harás lo correcto, se dijo incapaz de contener una vieja sensación.
Se situó al lado de su abuelo y procuró no moverse durante todo el tiempo que pudo.
Eventualmente otra gente vino a darle el pésame.
Él hizo lo mismo con Kendall cuando se acercó.
Fue muy breve.
Con Rome hubo un intercambio incómodo.
– ¿Todo bien? – preguntó Lavinia a su abuelo mirando como apoyaba el bastón.
– Sí, sí… ¿Se supone que deberías estar de pie durante horas?
– Estoy solo de 4 meses y apenas, abuelo – bajó la voz.
– Uhm…
Lavinia llevaba toda la mañana tentada de preguntarle por alguna historia de su infancia, por Rose o su madre Helen —Ella sabía que el tío Noah y la tía Vee estaban fuera de cuestión.
Nunca había preguntado mucho.
Pero no se atrevía ahora.
Había cierto temblor en las manos de su abuelo al dar la mano, coger uno de los canapés, su bastón, que no había visto hasta el día de hoy.
Entonces de repente Karl bajó del despacho de Logan donde se habían encerrado hace un largo rato buscando a Greg.
– ¿Qué… qué pasa – Escuchó a su hermano.
– Sube y lo verás, chico.
Eso era raro.
Se preocupó ligeramente al cabo de un momento.
– Voy a ver…
Ella llegó a la puerta del despacho pero luego…
¿Quién había puesto la calefacción tan alta en esta casa?
Se topó con Tom merodeando.
– ¿Qué está pasando?
Se encogió de hombros. – No lo sé.
Al poco tiempo salieron sus primos que ni les miraron ni a ella ni a Tom y Greg farfullando algo de un nombre.
El único que al parecer se quedó hablando con Frank dentro fue Ken.
– ¿Qué es tanto secreto, tío?
Greg no aclaró mucho. – Hay un papel con mi nombre… pero es con un interrogante… y bueno está… está el nombre de Kendall.
– ¿Tu nombre? – Se burló Tom.
– ¿Podríamos salir un momento a un balcón Greg? He dormido muy poco. Necesito aire fresco – Lavinia se interpuso.
– Sí, lo siento, lo siento, Tom…
Éste los miró extrañado.
– ¿Estás mareada? – musitó Greg cuando salieron a la terraza del último piso.
– No, sólo agobiada. Me estaba ahogando ahí dentro.
Stewy bajó de la limusina mientras Sandi daba instrucciones a uno de sus asistentes para que le dejara tomar el control de la silla de ruedas de su padre.
Se peleó un momento sola con la silla y la entrada del ascensor.
– ¿Te ayudo? – ofreció Stewy.
– No, yo puedo. Gracias.
Al final el cuidador volvió a intervenir.
Logan no había vivido siempre en esta casa. De hecho, Stewy sabía que fue una ocurrencia durante su matrimonio con Marcia.
Recordaba la entrada de la otra casa en Manhattan.
Estaba más sobrecargada de muebles clásicos que esta.
Pero era ligeramente más real.
Un lugar donde habían crecido unos chicos.
Por privilegiados que fueran.
Pensó que era para bien que no fuera la casa de la infancia de Ken.
Sería más fácil para los tres.
Todo el mundo diría hoy que Logan Roy era un gran hombre.
Un gigante.
Ellos estaban equivocados.
Dio el pésame a Marcia con un beso.
– Lo siento.
– Merci beaucoup. Gracias por venir.
Luego, entrando en otra sala, hizo lo mismo acercándose a Shiv.
Alguien estaba recitando las alabanzas al gran titán más para allá.
Se había fijado en los hermanos comentando la jugada al llegar.
Podía ser o no que Connor hubiera definido a su padre como «anarcocapitalista»…
– Hey, ¿cómo estás, Shiv?, lo siento mucho.
– Gracias.
Un breve saludo a Kendall. – Ey, amigo.
Intercambió una mirada con él.
A simple vista parecía relajado con ese polo oscuro y las manos en los bolsillos.
Pero prefería ponerse al día con Ken en otro sitio.
Dio un vistazo rápido a la sala pero apenas se movió escuchó a Sandi defendiendo a su padre cuando Roman preguntó por qué estaba sonriendo así.
Ahí vamos.
Sandy podía estar sonriendo a propósito o no.
No tenía más importancia.
Uno había ganado el maratón hacia la muerte.
Pero el otro…
Aunque bueno era probable que Sandy si se alegrara.
Decidió ser prudente hasta intentar hacerse con una pequeña muestra del ambiente antes de la reunión.
Estudió los gestos de Kendall cuando se agachó para disculparse con el viejo Furness por la impertinencia de su hermano.
Podría contar con los dedos de las manos las personas que seguramente estaban realmente afectadas por la pérdida ese hombre al que elogiaban.
Quizás algunos sí lo admiraban como a un Dios terrible.
Le bastó un vistazo para ver a la vieja tropa cuchicheando. Dando vueltas sin rumbo fijo, sin saber que les podía atrapar en las tinieblas.
A Wambsgans.
A Ewan Roy.
Pero no a Lavinia.
Greg bajó las escaleras como si viniera del piso superior.
Había otras personas.
Políticos, periodistas de la ATN como Mark Ravenhead. La boca de Sauron.
Alguien dijo que Mencken venía hacía aquí.
Pareciera que la muerte de Logan había destapado toda una caja de pandora de aduladores y personas del Nueva York uber rico que asegurarían para siempre haber sido amigos cercanos.
Estaban como si fueran gansos en la superficie de un lago que parecía brillante pero cuya agua era turbia si te acercabas a observarla.
Cuidado… alguien se podía hundir hasta el fondo sin querer.
Se sentó en el sofá del comedor cruzando un tobillo sobre la rodilla.
Esperando por varios minutos poder pillar a Ken a solas.
Y allí estaba, sus manos aun metidas en el bolsillo.
Stewy había escogido un traje oscuro pero de una tonalidad lila.
Habría suficientes personas de negro hoy.
– Ey – le saludó poniéndose en pie.
– Hola, amigo.
Exhaló, abriendo los brazos con una expresión amigable.
– Ese viejo bastardo…
– Sí…
Kendall miró al suelo.
Stewy frunció el ceño, ladeando la cabeza para hacer contacto visual. – Pensé que sería como mi padre. Noventa y cinco y acaba de empezar a demandar al vecino – hizo una pausa con algo de ironía en la voz – ¿Cómo ha sido?
– Ahm. – Ken estuvo un segundo más sin mirarle. Pero finalmente – Una embolia. Pulmonar.
Joder, Ken.
Le estudió.
– Porque escuché que vio tu plan de negocios de Pierce y se ahogó de un ataque de risa.
Hizo un pequeño gesto con una sonrisa.
Frunció el ceño y alzó los ojos en broma.
Kendall soltó una risa entrecortada. Sus ojos se encontraron por un momento y apartó la mirando riendo.
Hacía mucho tiempo que no le veía ese gesto genuino.
– Mira que eres cabrón.
– Ey. – le consoló, descansando su mano sobre su hombro, y dándole la bienvenida en un abrazo. – Ven anda.
Estuvieron un momento así.
La cabeza de Ken en su hombro.
Stewy exhaló.
Cerró los ojos.
Unos diez segundos.
Siempre serían un poco esos chicos que fueron.
El cariño era sincero.
– Va.
Y luego Ken se apartó, reponiéndose.
– Sí, escucha. ¿Vas a hacer la llamada de la junta desde aquí?
Stewy giró la cabeza hacia la gente que hablaba en la otra sala.
A estas alturas había esperado…
¿Dónde estaba Livy?
Céntrate.
– Ahm, aquí o en el coche – dijo.
– Está bien, porque hay un trozo de papel con mi nombre. Mi padre dijo que debería ser yo.
Arrugó la frente un instante.
¿Qué mierda?
– Oh. De acuerdo. Vaya – levantó la comisura de los labios quizás algo incrédulo.
Ken… tío…
Kendall movió los hombros. – ¿Podrías votar por mí? Me conoces, conoces mis defectos. Es provisional.
Oh, así que tenía las gónadas suficientes para pedirle eso.
Era una sorpresa.
Le estudió.
– Vaya, te estás vendiendo de maravilla... – inconscientemente volvió a girar la mirada hacia la otra sala – Sabes, lo que ocurre es que se me chamuscaron los pelillos de abajo la última vez.
– Ya. Sí – aceptó Kendall.
Volvió a perder el contacto visual con Stewy.
– ¿Recuerdas?
Hace solo unos meses le habría indignado que todavía esperara de él que le apoyara.
No que no fuera a apostar siempre por alguien que pudiera meterle en el meollo cuando hiciera falta.
Pero el maldito trato que los haría a todos más ricos sólo tenía que hacerse, y era verdad que ya había salido trasquilado.
Gerri era una mejor opción.
– Sí. Bueno sí. Eso fue, eh, eso fue por motivos… muy diferentes. Por mi familia. Me tuve que echar atrás. No había ninguna carta que no fuera a jugar contra mí.
Vale.
La verdad es que no le era difícil imaginar dos o tres cosas que Logan podía haber usado.
Incluso a esos dos idiotas que habían sido ellos dos…
Stewy le había ofrecido una carta muy distinta hace unos meses. La de la amistad.
Y ahora… Bueno, estaba aceptando el ofrecimiento… Tarde pero tal vez no demasiado.
Se humedeció el labio superior. Tenía… Tenía que decirlo…
– Ken, ¿por qué demonios te importa una mierda tu padre en este momento? Te trató como una basura toda tu vida.
Ken hizo un gesto que arrastraba una leve impotencia en la situación. – Bueno, sí. No lo sé. Él… miraba por mí. Era muchas cosas.
– No, escúchame, ¿te acuerdas? El jodido test ese, la capital de Uganda. Te equivocaste, él te tiró un zapato a la cabeza? ¿La comida para ganadores?
Ken no pareció acordarse enseguida.
– Tenía juegos divertidos. Eran buenos juegos.
¿El ajedrez colleja para niños era un buen juego? Tío, joder.
Stewy tardó un momento en recoger sus pensamientos.
Preguntó: – ¿Te gusta el maldito trato?
Al fin y al cabo se trataba de eso.
– Sí, sí. Por supuesto. Mira, la venta ha de producirse. No podemos vivir para siempre en una casa embrujada. Tengo planes con mis hermanos. Tomaremos las noticias, tal vez nos fusionemos con Pierce, para mí será una medalla, lograr el acuerdo.
– ¿Y lo lograrás? – Se inclinó con la duda y siguió hablándole con una mano en su brazo – Ken, coño, ¿tienes la cabeza en su sitio? No piensas con claridad, joder.
– Soy bilineal – aseguró Kendall. Tenía los ojos húmedos pero parecía sereno – Un muerto viviente.
– ¿Sí? ¿Sumergido en el trabajo?
– Amigo, ¿qué vamos a hacer? ¿Sentarnos en la oscuridad y beber Laphroaig?
Pensó un momento.
– Mm-hmm. Y, ¿qué hay para mí, Ken?
– No lo sé, hombre. Tal vez hacerle un favor a tu mejor amigo cuando murió su padre. ¿Qué tal eso?
Stewy lo miró.
Salió a tomar el aire porque realmente lo necesitaba.
El viento se intensificó por momentos y le obligó a cerrar los ojos a causa del polvo que levantó.
Después de un largo momento en silencio, Marcia les interrumpió.
– Vinnie, Greg, ça va? Perdonadme, no sabía que había nadie aquí arriba.
Greg se avanzó solicito: - Está mareada.
– No… Solo tenía calor dentro lo siento.
– ¿Todo va bien?
Notó la energía inquieta de su hermano a su lado.
Sólo te pido que guardes un secreto por cinco minutos y… ¡Greg!
– Sí. – aseguró a la viuda de su tío abuelo antes de que Greg metiera la pata.
– ¿Por qué no vas abajo? Yo me quedo un momento con tu hermana.
– No hace falta.
– ¿No queremos preocupar a nadie con desmayos, ¿o no?
Asintió poniendo una mano en la barandilla.
– Te voy a hacer traer algo. – la interrumpió cuando quiso decir que – Está bien. Es Tylenol. Puedes tomarlo en tu estado.
Se sintió confundida.
– ¿Cómo
– Tengo ojos en la cara. Quand j'y pensé, quelle coïncidence!
La miró. – No entiendo.
¿De qué coincidencia hablaba?
Marcia le sonrió levemente. – Ya lo veras. ¿Quieres que avisemos a alguien? Hace un momento han llegado los Furness…
No tuvo que decir otra cosa.
– No, no. Por favor.
Marcia asintió.
– Vale.
Una de las criadas de la casa llegó con un vaso de agua y la pastilla.
Entró con Marcia dentro unos minutos después.
Aunque la verdad, deseó poder quedarse en la terraza el resto de la mañana.
– Tu abuelo está bien. Le he pedido a Melanie que se encargara de que comiera algo y lo hiciera sentar en un sofá.
– Gracias.
Hubo una pequeña conmoción cuando llegaron al pie de las escaleras.
Greg se les unió. – Mira quien ha aparecido de repente...
Marcia se había tensado visiblemente.
Lavinia habría dicho algo pero se encontró viendo los acontecimientos parada al lado de Colin.
Marcia se acababa de llevar bien con ella, todavía le dolía la cabeza y… seria grosero llevarle la contraria en su casa… pero… Mierda… Kerry…
Le supo mal por esa chica.
Echó dos miradas que podían matar a Greg por sus comentarios.
Pero éste ni se fijó.
Podía entender que Marcia estuviera dolida.
En cambio, lo de su hermano…
– Greg, cállate de una vez – musitó avergonzada.
– Yo solo…
– Calla…
Roman entró en el recibidor. – Eh, ¿qué está pasando? ¿Estás bien? ¿Necesitas que te ayude con… – Intentó consolarla. Le pidió el teléfono.
Lavinia pensó que quizás para hablar de su padre.
Parecía genuino.
Es genuino, se dijo Lavinia. Un cabezón, genuino, con un humor aterrador y todos los demás defectos.
Ro acabó socorriendo a la novia de Logan cuando los contenidos de la bolsa que le habían entregado se volcaron.
Kerry explicó que tenía planes de boda con Logan.
Lo cual no iba a exactamente a ablandar a Marcia.
Lavinia se agachó a recoger algo que había caído cerca y había rodado por el suelo.
Pero Greg persistió en ser horrible.
Respiró hondo.
Su mirada se cruzó con la de su abuelo que salía de la sala de estar ocupada de gente en ese momento.
Alguien de seguridad se había puesto de barrera como aviso para que otros invitados supieran que será una descortesía acercarse.
– Que salga por la puerta de atrás – ordenó la viuda de su tío a las personas del servicio que acompañaron a Kerry a fuera.
Fue horrible de presenciar.
Se pasó una mano por la cara. ¿Qué no lo era aquí?
Deseó…
La perspectiva de llegar pronto a Noruega se le estaba haciendo cada vez más atractiva la verdad.
Roman confrontó a la mujer de su padre.
– "Por atrás, Billy". Muy apropiado. Marcia, esto sobraba, ¿no?
Marcia insistió que un taxi dejaría a Kerry a la boca del metro para que pudiera ir a su pequeño apartamento.
Luego todo el mundo se movió.
– Rome, Rome…
– ¿Qué quieres? Déjame.
– Lamento lo de Lukas. ¿Podemos…
Se apartaron hacia un lado.
Roman alzó una ceja.
– Oh, ¿se ha muerto Matsson?
– Vale, vamos, ya me has entendido. Siento mucho lo de tu padre y me sabe mal que Lukas… no debería pediros que viajarais tan de repente.
Puso los brazos en jarra, desafiándola. – ¿Oh, esa es la opinión personal de su jefa de prensa? ¿Lo tuiteo?
– Ro…
Entonces él aflojó un poco.
Le vio pasarse una mano por la cabeza.
– ¿Qué?
– Es mi opinión como tu prima y amiga – se encogió de hombros – como su directora de Comunicación, confío que sabe lo que hace. Y estoy segura que vosotros también.
– Blablabla…
– Oh, Roman. Aquí estás – Tom les interrumpió – ¿Hablamos a solas?
Su primo se burló. – Ah… no.
– Es que es sobre ese papelito. Me he enterado y no quiero, no es mi intención pasarme de listo, pero… Lavinia, si nos disculpas.
– La-vi-nia, si nos disculpas – le imitó Roman – Colega, déjala en paz. Suelta la tontería que tengas que decir por esa boca y vete.
El padre de Roman todavía estaba en la morgue y aquí estaban hablando de estrategia la estrategia empresarial.
Tom dudó.
Roman se encogió de hombros.
– Ella es Lavinia la prima, ahora. Es que es bipolar – la miró claramente metiéndose con ella pero también ofreciéndole una pequeña concesión. – Está metida hasta el cuello. Habla, tío.
– Bueno… me he enterado y, no quiero pasarme de listo, pero los dos sabemos que Logan solo quería que le sucediera una persona y acababa de pedirte a ti que volvieras.
– Bueno, Tom la avispa, el funambulista, cruzando las cataratas del Niagara en la cuerda floja. Piérdete.
Roman rodó los ojos mientras Tom se iba.
Pero después se quedó en silencio.
Lavinia le miró. – Es un buen argumento.
– ¿Eh?
– Vamos…
– Tú no crees que yo sirvo para…
– Sé que después tu padre fue a su bola. Perdona – se disculpó cuando él pareció querer protestar – Pero te vi llevar a Lukas hasta donde queríais. Eres el director de operaciones y lo conoces bien. Tu padre te ofreció la ATN. ¿Por qué no deberías ser tú? Díselo.
– Solo lo dices para que vuelva a hablarte...
– Bueno… No tengo muchos amigos en Nueva York.
Le puso una mano en el hombro intentando animarle. Él se revolvió.
– Capulla.
Pero después vaciló. – No me hagas mucho caso porque tengo varios trastornos alimentarios… Pero… ¿pasa algo contigo?
Sabía por dónde iba, pero…
– No… mm, ¿quieres decir que me he olvidado la parte donde después de empacharte lo vomitas o—?
Cuando más terrible la broma menos estaría a la defensiva Roman.
– Y yo que había dicho que te sabías las normas…
– Oh no, las normas me costaban…. creo que por eso no me invitasteis a mas veranos con vosotros.
Se sonrieron.
Stewy ni siquiera la vio al principio.
Pero reconoció su voz.
– No me puedo creer que hayas hecho eso, Greg.
– Sólo estaba…
Lavinia lo miró parada sobre sus pasos.
Un destello de algo en sus ojos que Stewy no estuvo a tiempo de reconocer del todo. ¿Tristeza? ¿Enfado? ¿Arrepentimiento?
Parecía como si su pelo estuviera ardiendo bajo esa luz debajo de la cual se puso, en contraste con el mueble de roble rojizo de detrás. Su vestido oscuro abrazaba su figura y dejaba ver la diferencia en su vientre claramente.
Sus labios estaban apretados, tal vez porque estaba tratando de evitar que temblaran.
Stewy sintió como si tuviera una herida en el pecho.
Dio unos pasos más cerca y se detuvo frente a ella.
Una preocupación no disimulada en la mirada que la interpeló en su lugar.
Hola. ¿Cómo estás?
Oh, Stewy…
Ése era el momento en que debía decirle a Livy que sabía que había hecho mil cosas mal… y que, joder, no quería estar sin ella.
Tendrían... un bebé. Puede que no fuera el hombre más preparado del mundo para ello, pero encontraría la forma de hacerla feliz.
Haré todo lo posible para estar allí.
¿Era la responsabilidad lo que le asustaba, lo permanente de todo ello?
Las palabras eran casi demasiado fuertes dentro de su cabeza.
Los latidos del corazón de Stewy latían tan rítmicamente que sonaban como tambores. Solo hacía tres días que se habían visto. Pero había una emoción intensa en ambos.
Cuando Stewy habló su voz era ronca: – Empezaba a pensar que no te vería…
– Tenía que acompañar a mi abuelo.
Stewy asintió.
– Necesitamos hablar.
– ¿Por qué? – Lavinia murmuró. El brillo en sus ojos era de dolor.
Más latidos, y después:
– Porque te amo. Livy, siento mucho lo que…
Lavinia parecía confundida. Presionó una mano cerrada contra su pecho.
– No digas eso de nuevo.
Stewy hizo un movimiento para alcanzar su codo, pero ella se apartó.
Sintió cómo su estómago se encogía, como se quedaba de repente sin aliento: – Livy…
– Por favor.
Lavinia consideró esto por un momento. No, no.
Se miraron el uno al otro por unos momentos, él preguntándose por qué diablos se había mantenido alejado. No fue por hacerle daño.
Lavinia lanzó un suspiro.
Había algo brutalmente desarmante en la ternura con la que él la miró. ¿Qué había en sus ojos?
Lo estudió allí, en uno de sus trajes elegantes, morado, con un jersey de cuello alto, su perfecta barba recortada, con cara de pesar.
Era muy consciente de la atracción que sentía hacia él. Sintió la piel de gallina cuando él se acercó.
Pero nada de esto era justo o saludable.
Ella protestó en voz baja: – ¿Qué ha cambiado en dos días?
Stewy pensó que nunca había tenido que tomar una decisión, solo aceptar lo que siempre había sido.
Joder, había nacido para envejecer a su lado.
Desafortunadamente, estaba más allá del punto en el que pudiera pedirle a Lavinia que fuera paciente con él.
Ese tampoco era el lugar para hacer una gran declaración.
Un anillo de diamantes descansaba en el cajón de su mesita noche.
Arrugó las cejas.
– He estado pensando en todo — y no es algo de lo que pueda huir, Liv… Te quiero. Sé que he sido un gilipollas, joder. No quiero. No quiero dejarte sola.
Lavinia cruzó los brazos sobre el pecho e hizo una mueca de dolor.
Era preciosa, inteligente, que lo aguantaba, lo quería… y estaba esperando a su hijo…, eso estaba pasando y él necesitaba estar a la altura… Se sintió como un idiota.
Joder, arréglalo. Haz lo que sea pero arréglalo.
Alguien los interrumpió aclarándose la garganta. Su atención permaneció en Stewy antes de volver a ella:
– Vinnie, cariño, ¿ayudas a tu abuelo en el ascensor? Me dicen que tu hermano está listo, quiero hablar con él fuera de aquí.
Lavinia tardó un segundo en apartar la mirada de Stewy.
– Claro…
Las palabras se quedaron atrapadas en algún lugar de la lengua de Stewy.
Avanzó un paso hacia Ewan. – Señor.
Había una calma tensa, vio una clara señal de incomodidad en el rostro de Lavinia.
Ewan correspondió con una especie de gruñido. – Quería acompañarle en el sentimiento, por su hermano, señor.
Extendió la mano.
Ewan lo miró fijamente.
Furioso; poco impresionado.
Si las miradas mataran...
Stewy carraspeó para aclararse la garganta y habló para ocultar su incomodidad.
– Su nieta…
– Mi nieta tiene felizmente a su familia de su lado. Si nos disculpas, muchacho.
Stewy sintió como su mandíbula se tensaba en respuesta a las palabras de Ewan.
Siguió a su abuelo hasta el ascensor.
Tenía un mensaje de Tabitha en el contestador pidiéndole que le devolviera la llamada. Observó cómo su abuelo y Greg hablaban en la entrada sin salir al portal que estaba lleno de periodistas.
Había un renovado tono severo en Ewan.
Sin embargo, Lavinia no intervino.
– ¿Estás seguro qué estás haciendo con tu vida? Recuerdo el chico que me llevaba a pescar de pequeño y no es este – anunció Ewan a Greg. Su hermano la miró dolido.
Claramente pensó que acababan de pararle una emboscada.
– Yo… ehm, tengo un buen trabajo.
– Ese hombre, Tom, me ha hecho un resumen… vas a convertirte en una máquina de despachar gente, felicidades.
Los vio gesticular de lejos cuando se apartó unos pasos hacia el espejo que reflejaba los dorados de la entrada.
Lavinia decidió irse también por la puerta de atrás… como Kerry.
Darse un poco de espacio.
Pero no acabó saliendo a la calle, se sentó en unas escaleras de piedra en una especie de patio trasero, y se echó a llorar.
Maldito Stewy.
¿Qué era lo que pasaba con él?
Porque él decía pero… ¿A quién quería engañar? Todo lo que ella escuchaba es que su bebé era un problema.
En el fondo sabía que él tenía derecho a tener sentimientos diferentes a los suyos sobre aquello, pero… tuvo emociones encontradas.
Escuchó la voz de Ewan:– Vinnie, acompáñame al coche. Ya he estado demasiado aquí.
– ¿Pero y el consejo de administración?
Kendall salió a un balcón del primer piso y se encendió un cigarrillo antes de la reunión del consejo. Le dio dos caladas y lo tiró.
Estaba nervioso.
Obsesionado con el papel con su nombre.
¿Lo había subrayado? ¿Tachado?
Había conseguido una foto del mismo.
Stewy salió detrás suyo.
Estaba inquieto.
No sabía si Lavinia se había marchado.
– ¿Todo correcto?
Kendall guardó el móvil como si no quisiera que viera que estaba haciendo.
– Ah, sí. ¿Vas a entrar? ¿Con la vieja guardia, antes de—
Stewy asintió.
– ¿Estás seguro sobre el trato?
– Claro.
– Sí – guardó una pausa – ya sabes, porque todos sabemos que intentasteis parar el acuerdo en Italia. No juguéis con eso, por favor.
Esperaba que Kendall y Roman fueran capaces de sacar el trato con GoJo adelante. Después, cobrar el dinero.
Kendall observó a las personas que veía dentro de casa desde aquí.
Prosiguió después de una pausa donde descartó un pensamiento.
Dijo: – Porque lo hizo a nuestras espaldas. No teníamos un plan B. Ahora lo tenemos. Me mantendré cerca de ti. ¿Sí? Estarías dentro de todo conmigo.
Kendall supo que Stewy había enarcado las cejas aun sin hacer contacto visual, registrando de algún modo el movimiento de los músculos.
Stewy sostenía un canapé, que se comió de un mordisco.
Kendall giró la cabeza hacia él.
– ¿Sí?
– Tío, sí. Pero no te tires para atrás.
Sandi le hizo una señal a Stewy a través de la ventana antes de desaparecer de su vista.
Ella probablemente quería saber los detalles de la conversación.
Ken le dio una palmadita amistosa a su amigo, sonrió...
– Por cierto… ¿Qué demonios os pasa con Lavinia?
Stewy metió las manos en los bolsillos.
Se mordió el labio inferior.
– Ella está… Voy a ser padre.
– ¿De qué estás hablando?
Stewy esperó un poco con las palabras correctas en la boca.
– Está embarazada.
– Tío…
Negó con la cabeza. – Sé que no es el momento. Joder, perdóname. No creo que ella quisiera contarlo así. Sólo – hizo un gesto de rendición. – Sí, eso es lo que está pasando.
– Pero…
Le puso una mano en el hombro.
– Hagamos esto de allí dentro, ¿quieres?
Kendall necesitó un momento para asimilarlo.
Pero este era su momento. La empresa.
Iba a ser él.
Shiv miró a Roman.
– ¿Eres de nuevo amiguito con Vinnie?
– Uh-hu, ¿yo?
– Ella está trabajando… con Matsson. ¿Cómo crees que fue eso?
– Oh, eso. Los pecados del toto – dijo solemne pero con una cierta risa en la voz. – Puede que yo ayudara a que Matsson se encaprichara un poco.
Siobhan rodó los ojos. – Eres increíble.
– Bueno, ella no está con los mayores, así que ¿qué más da? En algún momento, va a hacer las paces con Stewy o a conocer un amiguito de Lukas que haga clases de canoa por la tarde y a jugar a las casitas. Ella no es Lady Macbeth. Tranqui.
– ¿Yo soy Lady Macbeth?
– Has dejado a Tommy porque no puedes dejarlo descalzo, preñado y en la cocina, pobre idiota, o sea… Sí, quizás no.
Shiv se enfadó. – Vete a cagar.
Estaban en una pequeña sala donde Logan a veces se sentaba a leer.
– ¿Qué es esto?
– ¿El qué?
Alguien llamó a la puerta.
Era Hugo. – Va a haber la reunión pre-junta en un minuto.
– Vamos para allí….
Shiv insistió a su hermano señalando un libro del cual hojeó unas páginas: – Esto.
Le miró como si estuvieran teniendo una conversación estúpida. – ¿Un libro?
– Un regalo. De Lavinia y Greg. Sobre aves en Nueva York – frunció el ceño. – ¿Sabías que a papá le gustaban las aves? "Felicidades, con nuestro cariño".
Roman hizo una mueca. – No. ¿Y? ¿Qué más da?
– Dobló algunas páginas, parecía que estaba interesado.
Hugo se aclaró la garganta.
Roman salió.
Entonces Hugo sujetó la puerta para que pasara Shiv.
– Vuestra prima tiene golpes escondidos. Perdón – tosió cuando ella le miró como si una lámpara de la sala acabara de tomar vida.
Miró a Ken de reojo cuando subieron al piso de arriba con el «consejo de ancianos».
Oh, como odiarían ese nombre.
Kendall lo miró dos veces cuando llegaron a sus hermanos, como si todavía estuviera haciendo cálculos mentales sobre él.
Entró el último, cerrando la puerta a su espalda.
Gerri intentó espantarlo de allí pero Stewy siguió hacia el sofá.
También Frank protestó. – Si no estás cómodo, Frank, te vas a la mierda. Somos un grupo de amigos que va a charlar – le contestó Rome.
Kendall expuso la propuesta de que fueran Roman y él.
Hubo varios intercambios de opinión.
– El nombre de Kendall está escrito en una hoja de papel. Logan dijo que fuese Kendall – medró. Perfectamente consciente de la ironia que al final había en esa situación.
– ¿Cuándo?
– Aah, varias veces.
Técnicamente era cierto que Logan dijo que debía ser Kendall.
Stewy defendió su punto:
– Habéis perdido a Logan y, a pesar de sus errores, era el fundador. Ken y Roman. Creo que un Roy en Royco funciona. No es por mucho tiempo.
– Para que puedas ser el titiritero de ellos – le reprochó el maldito Frank.
– ¿Quién, yo?
Mira quién habla, Frankie.
El padrino de Kendall que siempre había tenido una excusa para Logan.
La verdad es que una parte de él seguía prefiriendo la opción donde nombraban a Gerri, vendían y Kendall empezaba una nueva vida sin todo ese peso.
Para ser sincero, tenían que ser Kendall y Roman o Gerri.
Lukas Matsson se tragaría a Karl con huesesillos y todo.
Los tres hermanos era demasiado kumbayá.
Kendall seguía mirándole como intentando comprobar que mantendría su lealtad.
Sandi y Sandy se unieron a la reunión y otros como Paul o Dewi lo hacen por teléfono.
– ¿Quién falta?
Gerri dio un vistazo. – Ewan. ¿Pero estaba aquí, no?
Hubo unos golpes en la puerta.
Lavinia entró un instante después, tensa.
No miró a nadie en concreto. – Frank, mi abuelo entrará por teléfono. Se encuentra algo cansado.
– No puedes quedarte, es sólo para miembros de la junta – una voz femenina la paró antes de llegar siquiera a pasar el umbral.
Stewy desvió la vista hacia esta. ¿Qué coño le pasaba a Shiv?
Livy se arredró como si hubiera hecho algo inapropiado.
Él intentó mirarla a los ojos para darle calor pero Lavinia seguía apartando la mirada.
– Lo sé. Solo venía a darle el móvil a Frank o Karl…
Frank sonrió amigable.
– Vale, gracias, claro. Pasa.
Lavinia le dio un aparato que no era el suyo, pero en el que pronto se escuchó la voz de Ewan y se giró para salir.
– Después te lo devolvemos.
– Sí, sí, por supuesto – hizo una mueca de disculpa.
Quiso levantarse y besarla.
Aunque no podía hacerlo.
Livy no querría un defensor, menos a él haciendo algo estúpido.
Pero eso no le impidió no perderle la pista hasta que se fue, esperando una oportunidad, algo, para decirle con la mirada que todo estaba bien.
Ella no levantó la vista.
Después de la reunión de la junta y los vítores y aplausos a Kendall y Roman todo el mundo siguió haciendo corrillos con distintas conversaciones.
Tuvo que rescatar a Shiv cuando se tropezó y cayó dos escalones al entrar a la sala.
Ella rechazó la ayuda irritada.
A veces se le olvidaba que sus hijos no despreciaban a Logan sino que querían a ese viejo bastardo.
La atención de Stewy pronto se desvió a otra persona.
– Hablamos después – le dio una palmada en el hombro a Mark Ravenheard. Aparentemente éste tenía interés por el picante de los canapés de brie.
Dio dos zancadas hacia dónde estaba ella recogiendo la bolsa y el abrigo. El móvil que le había dado a Frank en la mano. – Livy, ¿te vas? – preguntó intentando no dejarse llevar por la urgencia que sentía en el pecho – Espera, te acompaño.
– No. Tengo un Uber en la puerta. Me voy a casa.
Con los nervios, se peleó un momento con una de las mangas del abrigo.
– Deja que te ayude – dijo Stewy en voz baja. Ella asintió con amargura, por lo que él la ayudó y luego subió el cierre de la cremallera sin ninguna dificultad, mirándola. – Livy, por favor, dame una oportunidad de explicarme, ¿sí?
Ella se mordió el labio. Su expresión era cansada y derrotada. – No veo cómo.
– Te he echado de menos – dijo en su oído.
Lo miró cuando puso una de sus manos en las suyas, era cálida. Le dio un apretón reconfortante.
– Han pasado sólo tres días desde la última vez que nos vimos.
– Varias semanas antes de eso.
Livy se giró, soltándose, y llamó al ascensor. – Stewy, no creo que haya ningún futuro para nosotros.
– No estoy de acuerdo… Lo resolveremos – insistió.
Livy le dirigió una mirada incrédula.
– Es un bebé, no un Sudoku – suspiró pesadamente.
No quería que nadie más los oyera discutir.
Las puertas del ascensor se abrieron.
En este momento, ella no parecía triste, simplemente se veía como la mujer que acababa de perder la discusión más grande de su vida.
Y así es exactamente cómo se sintió Stewy al quedarse mirándola entrar en el ascensor.
– Hay algo que deberías saber de Matsson. Tienes que tener cuidado – Stewy agregó dando dos pasos dentro.
Lavinia no respondió durante un momento y en su lugar apretó uno de los botones. El indicador del piso comenzó a contar hacia atrás: estaban solos.
El ascensor se detuvo y se abrió en el lobby.
– No quiero que me expliques nada. No me escuchas. Finalmente tengo un trabajo de verdad en el que me puede ir bien – habló después de unos segundos. – Me las voy a arreglar. Por favor, Stewy.
– Pero Liv…
Entonces, de alguna manera, Lavinia suavizó su tono. – Me voy. Te quiero, ¿vale? Pero no puedo hacer esto cada puñetera vez. Es demasiado.
Intentó cogerla de la muñeca, pero ella se dio la vuelta.
– No – dijo enfadada – Te amaba. Tenía tanto miedo de perderte, intentaba ser suficiente para ti. Fui estúpida al pensar que podía funcionar y no puedo hacer esto una y otra vez.
Lavinia se aguantó las lágrimas.
Alzó la vista hacia Stewy, agotada.
Yo no. No puedo.
Stewy alargó una mano tirando de ella con suavidad — dándole la oportunidad de soltarse. La apretó contra su pecho después de un momento de reticencia de ella. Presionó un beso en su frente.
Lavinia se inclinó hacia él sacudiendo ligeramente la cabeza y luego se apartó. Respiró su olor…, esa mezcla almizclada, de madera cara.
– Lo siento mucho – se disculpó él.
– Tengo que irme. Fue un error, Stewy. Un buen error… Porque voy a sacar algo bueno al final. No me arrepiento… Sólo desearía que – se quedó callada. – Stewy…
– ¿Puedo?
Él había… había…
Tenía una mano extendida sobre su vientre encima del abrigo.
Lavinia se sintió sin voz.
Algo obstruyéndole la garganta. – No hagas esto. Por favor.
Se sentía abandonada, débil, tonta, humillada, sus rodillas temblando por él.
Él la dejó ir.
A Lavinia le temblaban las manos pero controló los nervios concentrándose en sus ojos oscuros.
Stewy se tragó la preocupación en su pecho.
– ¿Qué nos ha pasado? Perdona – Cerró los ojos porque sabía la maldita respuesta – Sé que tengo la culpa. Perdóname. Por favor. Me está volviendo loco no verte bien – Alargó su mano, mostrándole la palma para que ella la tomara.
En ese momento sonó insistente el móvil de Lavinia.
Cuando logró sacar del bolso su móvil, tenía un mensaje.
La cara le cambió.
Stewy frunció el ceño.
– ¿Livy?
Ella le miró exasperada, dolida.
– Tengo que irme, ¿vale? No puedo perder más el tiempo en esto. Si no voy y llego al ginecólogo en una hora no tiene citas hasta la semana que viene y lo siento pero no… Quiero asegurarme que mi bebé está bien y volar a Noruega si no te importa.
– ¿Hay… algo mal con—?
– No, Dios, Stewy es de rutina. Yo sólo— necesito algo de confort extra y la seguridad que todo va bien. Si no te importa… – abrazó su bolso contra su pecho, giró sobre sus tacones y salió a la calle donde seguía una nube de periodistas que aunque no estaban interesados en ellos… seguro que sabrían cómo sacar provecho de un poco de drama.
Stewy apretó la mano contra su frente, tratando de recomponerse antes de salir detrás de ella.
N/A: Hoy es el día en el que de hecho actualizo este fic. ¡Perdón por la espera! Estaba un poco quisquillosa con algunos detalles de este capítulo. Pero al fin estoy más o menos contenta con el resultado ;) Intento seguir una rutina de actualizar cada 10-15 días ¡pero a veces se interponen mil cosas!
