Maleficent no me pertenece, es propiedad de Disney.


~In The Next Room.


2. Stuck Inside A Shell

Diaval pasa los siguientes días en una esperanzada negación.

Quizá el hombre era su hermano, imaginaba él en sus momentos libres, ignorando completamente la nula resemblanza entre sus rasgos físicos. Ella, con la mirada esmeralda y el cabello de ébano y él tan… café. Blando. Insípido. Aburrido. Diaval bien podría estar armando una fogata frente su puerta y el hombre simplemente pasaría, le daría un saludo cordial y desaparecería en su apartamento.

Quizá eran compañeros de cuarto, pensaba Diaval, tomando su tercera taza de café del día. Sólo ellos dos. Universitarios con poco dinero como para rentar un departamento por si solos pero con el suficiente como para desear tener cierta privacidad. ¡Claro!

O quizá los dos habían sido las desafortunadas víctimas de un fraude de arriendo, creyendo haber encontrado un buen departamento por una renta minúscula para después… ¡Boom! Encontrarse compartiendo vivienda con un completo desconocido.

Sí, sí. Tenía que ser algo así.

Y no había ni rastro de ella. Ni entre los vecinos que pasaban frente a su puerta ni en algún alegre adorno, alguna descuidada planta, algun tapete bajo su puerta…

Era como si ninguna mujer viviera ahí.

Quizá Diaval se la había imaginado en un febril desvarío después de un día laboral pesado. Quizá ella había sido la ladrona en aquella ocasión, irrumpiendo en el edificio, llevándose consigo además la cordura del pelinegro.

Su cordura y también cualquier resto de normalidad.

Es días después –muchos días después– cuando vuelve a verla.

Y desearía nunca haberlo hecho.

Ellos no se besan, no. Mucho menos sucede que Diaval se los encuentre atracándose en el umbral de la puerta, no. Cuando Diaval los encuentra, un miserable miércoles cualquiera, ellos se están despidiendo.

El hombre, blando, cordial, le dedica un simple:― Te veo más tarde.

―Hm ―responde ella. Y bien podría no haber respondido siquiera. Diaval no necesitaba de palabras para poder notar ese brillo especial, ese leve rubor de mejillas y ese secreto guardado.

Diaval se siente nauseabundo. Aunque era la explicación racional. Aunque era un motivo claro por el que un hombre y una mujer vivirían juntos.

El hombre pasa junto a él, deseándole un buen día que Diaval definitivamente no va a tener.

Ella cierra la puerta tras de sí, sin siquiera mirarlo.