Resignando a la vida – Prologo
Una historia en la que Cráneo Rojo, mejor conocido como Johann Schmidt. Vuelve a la vida como Domeric Bolton. Luego de cumplir su destino con las gemas del infinito.
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Una vez quiso ser "El ser superior", forjar su cuerpo y mente para apostar y no ser apostado en el gran esquema de las cosas.
Supo a temprana edad, que la grandeza, solo podía alcanzarse si estabas dispuesto a pagar el precio. Fue una lástima, confundió el significado de esas palabras, toda su vida.
Ahora, ya no importaba. Porque ahora sabía, que el precio, no fue la aflicción que vivió. El precio era la realidad inalcanzable, el saber que no cambiaría nada, por más que lo intentara.
Arrastro a sus aliados, su verdadero poder, a una búsqueda imposible. Su poder fue corroído por alienar a su gente. Hydra siempre tuvo un potencial increíble, pero solo eso... potencial.
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El error más espinoso, fue rememorado, momentos antes de que llegara su hora.
Recordo el suceso irónico. Sus sentimientos estaban atenuados, de no ser así, gritaría al cielo de la ira.
-Confía en mi…Hail Hydra… Susurro Rogers
Solo eso fue suficiente y Rogers despejo las dudas. Sitwell y Rumlow asintieron como niños de la guardería. Una extraña "comprensión" fue dibujado en sus rostros.
¿Comprender qué? Se preguntó, Johan Smith (Cráneo Rojo).
El malnacido de Rogers, lucho contra Hydra en la Segunda Guerra Mundial. Lucho por SHILD muchos años después. Ahora era una agente en cubierto, en la estúpida mente de Sitwell y Rumlow. De todas las cosas… "Hail Hydra" … ¡Ni siquiera sabe mentir! ¡malnacido Rogers!
Todo lo que recordaba era la arrogante sonrisa de Rogers.
Quería poder decírselos. Quería poder enfrentarlo. Quería golpear la cara engreída de Rogers. Pero ya no podía.
Lo sentía, su presencia mermaba. Sus recuerdos perdían…Simplemente se perdían. Supuso que era el final. En un último intento por conservar su esencia, una realización forzosa entro en sus pensamientos, el arrepentimiento.
El arrepentimiento entro en su ser, de una forma que jamás pensó. "Ojalá nunca me hubiese inyectado el suero" "Todo empezó en ese maldito momento" pensó.
Con esos pensamientos Johann Schmidt, durmió. Esta vez aparentemente para siempre.
