Los personajes de Macross/Robotech son propiedad intelectual y legal de sus creadores. Este fanfic está escrito con fines de entretenimiento y sin afán de lucro.

CAPÍTULO 16

«Pap… parece que estoy imaginando cosas… Es que me encantaría que Elizabeth fuera mi hija, pero ¿Por qué dudo de que en realidad lo sea si a Minmei le creí todo? Creo que la experiencia me ha hecho incrédulo, no quisiera ilusionarme y que al final, Elizabeth sea hija de… bueno, no sé de quién podría ser hija… Estoy tan ajeno a la tripulación del SDF-2. Con que no sea hija de ese cretino de Archer que no deja a Lisa ni a sol ni a sombra» pensaba Rick cuando fue interrumpido por la vocecita de Elizabeth.

–Y Rick… Tampoco soy muy joven. Ya tengo 13 años –dijo orgullosamente la jovencita.

–¡Vaya! 13 años, entonces ya casi eres una adulta… –respondió Rick con una sonrisa y siguiendo la conversación de Elizabeth.

Rick volvió a quedarse meditabundo. «¡13 años! Justo el tiempo en que el SDF-2 permaneció en el espacio, aunque en la Tierra sean menos años… Ya lo viví… Sí, Elizabeth podría ser mi hija… ¡Y vuelvo con lo mismo! ¡No debo suponer porque si ella no es mi hija, me dolería muchísimo! ¿Por qué siento que ya te quiero, Elizabeth, si no te conocía y es la primera vez que hablo contigo? ¡Ya basta! No debo pensar así, qué tal que finalmente Elizabeth es hija de otro hombre… Lisa es una mujer hermosa e inteligente, que no dudo que alguien le haya propuesto matrimonio enseguida. Espero que no sea el arrogante de Archer… ¡Argh! No sé qué me molesta más, si el hecho de que él esté con ella o de que se parece tanto a mí o que yo pude haber sido quien estuviera con Lisa ahora y ser los padres de Elizabeth.»

–¿Pasa algo? –preguntó la muchachita al ver que Rick se había quedado callado.

–¿Eh? –contestó Rick, haciendo una pausa–. No, es solo que estaba pensando en que tienes los mismos años en que el SDF-2 dejó la Tierra… –continuó con nostalgia.

–Bueno, mi mamá me dijo que el despegue del SDF-2 fue varios meses antes de que yo naciera.

–Lisa… Tan exacta con las fechas. –recordó Rick –¡Dejaría de ser Lisa si no se acordara de todas las fechas! Siempre al pendiente de todo.

–Sí, así es mamá. –reafirmó Elizabeth.

–Bueno, mi mamá me dijo que el despegue del SDF-2 fue varios meses antes de que yo naciera.

–Lisa… Tan exacta con las fechas –recordó Rick– ¡Dejaría de ser Lisa si no se acordara de todas las fechas! Siempre al pendiente de todo.

–Sí, así es mamá –reafirmó Elizabeth con una sonrisa.

«Bueno, es ahora o nunca, le preguntaré esta duda que me carcome» pensó Rick.

–Elizabeth… ¿Y… tu papá? ¿Quién es tu papá?

–Eso debes preguntárselo directamente a mi mamá –respondió Elizabeth con una ligera sonrisa.

–¿Por qué? ¿Tú no puedes responderme? ¿O no sabes quién es tu papá?

–Claro que lo sé.

–¿Y por qué no me lo dices? ¿Dónde está él?

«¡Al lado mío! ¡Rick, tú eres mi papá!» pensaba una ansiosa Elizabeth.

–Mamá te responderá todo. Yo… no puedo darte esa información.

–¿Por qué no?

–Pues…

Se formó una pausa en la conversación. Rick comenzó a cavilar nuevamente y sentía un dolor punzante en su corazón. No podía estar tranquilo pensando en que Lisa y Jack estuvieran casados, sin embargo, no había visto ningún anillo en las manos de Lisa. Ahora, que conocía a Elizabeth y sabía que era hija de Lisa, el hecho de pensar quién era el padre de la jovencita, le daba vueltas en su cabeza. Quizá Lisa vivía con él y ya no estaba libre. Las esperanzas por recuperar a Lisa que él había mantenido durante esos años, se escapaban una a una.

La tristeza infinita que reflejaba el rostro de Rick llamó la atención de Elizabeth, quien a pesar de su corta edad, era una niña muy madura e inteligente, por lo que intentó saber la razón de esa tristeza.

–¿Qué sucede, Rick? –preguntó Elizabeth–. Te ves muy triste.

–Nada… es solo que me preguntaba quién sería el gran hombre que ha conquistado el corazón de tu mamá –respondió Rick con nostalgia.

–¿Gran hombre?

–Sí, un gran hombre para una gran mujer como ella.

–Mmm… ¿por qué no se lo preguntas a ella?

–¿Cómo dices?

–Sí, que hables con mi mamá. ¿Acaso ya no son amigos?

–Elizabeth, ya no sé ni lo que somos…

–Ánimo, Rick, yo no me quedaría con la duda, iría y le preguntaría –dijo la jovencita con una sonrisa.

El semblante de Rick cambió enseguida, sus ojos brillaron otra vez y una ligera sonrisa se esbozó en sus labios.

«¡Lo sabía! Rick estaba preocupado por saber si mamá está libre. ¿Pero, por qué no se lo pregunta? En verdad comienzo a creer lo que mi mamá me decía, de que papá es tan denso en ocasiones. ¿Y él? ¿Él estará libre? Yo sí voy a preguntarle, no me quiero quedar con la duda» pensó Elizabeth.

–¿Y tú, Rick Hunter? ¿Estás casado? –preguntó Elizabeth con cierto temor puesto que dentro de ella se imaginaba lo peor.

–Sí… Lo estoy –respondió él.

El rostro de Elizabeth se desencajó y sus ojos empezaron a cristalizarse. Rick no lograba entender por qué había provocado tal efecto en la niña, que apenas acababa de conocer. Sin embargo, para alegrarla, siguió hablando.

–¿Qué sucede, pequeña? –preguntó Rick.

Elizabeth volteó a verlo, tratando de ocultar su tristeza. Él le sonrió.

–Estoy casado porque mi proceso de divorcio ha sido tan largo y tedioso que se ha llevado tantos años y aún no queda listo –añadió Rick, mirando fijamente a la jovencita con sus hermosos ojos azules.

Elizabeth comenzó a sonreír, lo cual fue notado por Rick, quien ya estaba intrigado de las reacciones de la pequeña. «Me recuerda tanto a Lisa, es tan transparente como ella. Tan firme, honesta y de cierto modo, retadora, como su mamá».

–¿Qué es lo que te da tanto gusto? –preguntó Rick.

–Nada. Es solo que a veces los adultos son tan complicados. Se unen con gente a la que no aman o viven amando a alguien y no tienen el valor de confesarlo. Cosas así.

–¿Por qué lo dices?

Intempestivamente, las luces del parque comenzaron a encenderse, lo cual era indicativo que la noche estaba llegando. Rick y Elizabeth regresaron a la realidad. Debían despedirse y regresar a sus casas, dejando al aire la pregunta del General.

–¡No me había dado cuenta de la hora! –dijo Elizabeth con dolor en su voz–. Ya tengo que regresar a casa.

–¿Tienes en qué irte? –preguntó Rick.

–En taxi. Mamá vino a dejarnos a Nancy y a mí al parque. Nosotras quedamos de regresarnos al SDF-2.

–¿Quién es Nancy y dónde está?

–La teniente Nancy es mi niñera, mi institutriz y la quiero como a una tía. Ella está sentada en la siguiente banca.

–¡Oh! La vi pero no pensé que vendría contigo –dijo Rick dirigiendo la mirada hacia donde estaba la teniente, quien lo saludó de forma militar.

Rick correspondió el saludo aunque la teniente tuviera un rango inferior. Elizabeth la saludó agitando su mano.

–Si me esperan aquí, voy por mi auto y yo las llevo –sugirió Rick.

–¡Está bien!

–Sólo espérenme a la orilla del parque y enseguida vuelvo. Vivo cerca de aquí.

Rick corrió hacia su casa. No sabía exactamente por qué, pero se sentía muy emocionado. Quizá por haber conocido y platicado con la hija de Lisa. Ahora solo quedaba saber si Lisa estaba en una relación o estaba libre. «Libre para mí» pensó Rick, quien gustoso llegó a su casa, tomó su auto y condujo al parque.

En el parque, Nancy se acercaba a Elizabeth. Le preguntó acerca de la conversación que tuvo con el General Hunter y que Nancy debía informárselo a Lisa.

–Déjame decirle yo, Nan –le pedía Elizabeth–. Esa es una plática que debemos tener mamá y yo. Deja que sea yo quien le diga.

–Está bien, Elizabeth. Confío en que le dirás a tu mamá.

–Claro, Nancy. Despreocúpate.

Minutos después, llegó Rick en su automóvil. Estacionó el auto a bordo de la carretera y se bajó para abrir la puerta para las damas. Así, fueron platicando acerca de los nombres de las calles y de recuerdos de Rick con Lisa, hasta que llegaron a la fortaleza. Elizabeth quería invitar a pasar a Rick, pero no sabía la reacción que pudiera tener su madre, así que consideró que no era conveniente.

Nuevamente Rick descendió del auto para abrir la puerta para las chicas. Nancy bajó y les dio espacio a ellos para que se despidieran.

–Muchas gracias– dijo Elizabeth.

–Gracias a ti. Es un gusto conocerte e hiciste que mi tarde fuera muy especial –respondió Rick.

Elizabeth le dio la mano a Rick, por lo que él recordó que este era un gesto característico de Lisa. En lugar de dar besos o abrazos, Lisa siempre era muy formal, utilizando los saludos de mano. Desconocía por qué, pero sentía el impulso de abrazar a esa chiquilla, seria pero chispeante, refinada y amable.

–¿Puedo darte un abrazo? –dijeron los dos al mismo tiempo.

–¡Claro! –contestaron al unísono, en medio de risas.

Se dieron un abrazo que les transmitió mucho cariño. Elizabeth bien sabía que, por primera vez, estaba abrazando a su padre. Rick se sentía feliz de abrazar a la jovencita, además se sentía renovado y motivado con la plática que había tenido con ella. Estaba acostumbrado a platicar con Dana, quien también era una bella jovencita, pero haber platicado con Elizabeth le había dejado un corazón gozoso.

Elizabeth por fin pudo sentir lo que era abrazar a su padre. Lo abrazó del torso con sus delgados brazos que se encontraron en la amplia espalda del general. Depositó su cabeza sobre el amplio hombro de Rick, quien notó que para los 13 años que la jovencita tenía, era una niña alta, delgada y de singular belleza, como su madre. Elizabeth no quería que ese momento terminara. Cerró los ojos un momento y pudo sentir el aroma de Rick, su perfume, la calidez de su abrazo, la textura de la tela de su uniforme e incluso pudo oír y sentir el latido del corazón de su padre, así como también sintió el movimiento del pecho de Rick, que subía y bajaba con cada respiración.

Sin saber por qué, Rick sentía que su corazón se aceleraba al igual que su respiración. Ese abrazo le había traído tanta alegría como la que no había sentido en años. Asimismo, lo estaba transportando a un estado de paz y de tranquilidad. Sentir el abrazo sincero y el cuerpo delgado de Elizabeth, lo hizo imaginar que estaba abrazando a su propia hija. «Elizabeth, eres la hija del amor de mi vida. Creo que te quiero desde ya. Si tu madre me aceptara, yo te quisiera tanto como si fueras mi propia hija. La hija que probablemente pude haber tenido con Lisa» pensaba Rick. Elizabeth tenía ese olor a primavera, tan característico de Lisa y un hermoso cabello, que curiosamente se veía igual al de la futura almirante, pero la consistencia era diferente. Los dedos de Rick se quedaron atrapados en la larga cabellera. Él tuvo intención de sacarlos pero ya se habían enredado lo suficiente como para provocar molestias si intentaba retirarlos.

Elizabeth notó cómo Rick comenzó a intranquilizarse, por lo que ella abrió los ojos y levantó su cara para mirarlo a los ojos.

–¿Qué pasa? –preguntó ella.

–Nada, es solo que… bueno, mis dedos, se quedaron atrapados en tu cabello. –respondió él apenado. –Lo siento. No quiero retirarlos bruscamente.

–¡Oh! No te preocupes. Lo mismo suele pasarle a mi mamá. Uso muchos productos en mi cabello y paso mucho tiempo acomodándolo para que no luzca alborotado.

–Ya veo. Lo mismo me pasa a mí. Tantos años y no logro dominar mi cabello –le decía Rick, mientras removía su boina.

–Entonces es un sello característico tuyo, Rick Hunter –le dijo Elizabeth entre risas.

–¡Sí y de todos los Hunter! –respondió Rick sin pensar mucho en sus palabras, también riéndose.

«¡Ahora comprendo!» pensaba Elizabeth.

–Será mejor que me despida. Ya se hizo de noche y las jovencitas hermosas como tú, ya deben estar en casa a esta hora –dijo el General.

–Gracias por todo, Rick –dijo Elizabeth.

–Gracias a ti, Elizabeth –respondió el militar con una sonrisa.

Se dieron un pequeño abrazo y un beso en la mejilla. El General se despidió de lejos de Nancy y ella se despidió militarmente. Rick se dirigió a su automóvil y Elizabeth le dijo adiós con su mano. Nancy se acercó a ella y le dijo que debían entrar, que su mamá no tardaría en llegar.

Había sido una gran tarde para Elizabeth y Rick. Ambos se sentían plenos y muy felices. Rick llegó a su casa, ya no se sentía tan solo. La plática que tuvo con Elizabeth, pensar que podría ser la hija que pudo haber tenido le había traído alegría y también sentía ánimos para retomar el tedioso proceso de divorcio, que se había quedado estancado por las artimañas del abogado de Minmei.

Nancy y Elizabeth iban entrando a la fortaleza cuando Lisa llamó a Nancy para preguntarle si necesitaban que pasara por ellas. La teniente le dijo que ya estaban llegando a la habitación. Lisa dijo que ya llevaba la cena y una sorpresa.

–¿Una sorpresa? –preguntó Elizabeth.

–Sí, eso dijo –respondió Nancy.

–¿Te dijo de qué se trata?

–No, por eso es sorpresa.

Justo en ese momento, Lisa llegaba con una caja de pizza tamaño jumbo, unas petite cola, un pastel y también llegaba con alguien más.

–¡Elizabeth! –dijo la invitada.

–¿Tía Claudia? –respondió la jovencita.

–¡Sí, mi amor! ¡Estás hermosa! –contestó Claudia mientras se dirigía hacia Elizabeth y abría sus brazos para darle un abrazo.

Ambas se abrazaron con mucho gusto. Era la primera vez que se veían en persona. Si bien, Elizabeth conocía a su "tía" Claudia a través de las fotografías que Lisa le había enseñado, verla en persona era una experiencia diferente. Asimismo para Claudia, que apenas se había enterado de la existencia de Elizabeth.

Las cuatro chicas pasaron una velada agradable, comiendo pizza, pastel, tomando refrescos y contando anécdotas.

–Bueno, chicas, se está haciendo tarde. Elizabeth, tienes que ir a dormir, princesa –dijo Lisa.

–Pero yo quiero quedarme platicando con tía Claudia. Seguro ella quisiera saber más de nuestra vida en el SDF-2, ¿verdad, tía? –respondió Elizabeth.

–Claro, mi amor, pero tu mamá se niega a contarme todo.

–¡Yo puedo contártelo! ¿Qué quieres saber?

–Pues, me gustaría saber la vida de ustedes en general. Y específicamente, quisiera saber…

–¡Claudia! No empieces… –intervino Lisa en tono bromista.

–Sí, sí, ya sé que no quieres que pregunte acerca de tu situación sentimental –dijo Claudia con fingida molestia.

–¡Es soltera! Mamá es soltera, en espera de… mi pap… –expresó Elizabeth.

–¡Hey! Yo no estoy en espera de nadie, mi vida –respondió Lisa.

–Bueno, bueno, fue un decir –dijo la jovencita.

–Pero cuéntenme, sé que Jack es parte de la familia pero, Lisa, también me dijiste que hubo alguien más que trajo la paz a tu vida…–añadió Claudia.

–Ah, sí, tía Claudia, quizá lo conozcas, se llama…–dijo Elizabeth pero fue interrumpida por Lisa.

–Mi vida, vamos por partes, ¿te parece si le contamos la historia en orden a tu tía? –intervino Lisa.

–Está bien, mamá –dijo Elizabeth con una sonrisa.

Las chicas se quedaron platicando hasta altas horas de la noche.

:::FLASHBACK::: (1)

Las cosas seguían fluyendo con normalidad en la fortaleza. Cada final del día, Lisa se quedaba en su oficina, revisando los pendientes y los reportes de patrullaje. Ya tenía que desabrocharse su falda y el saco del uniforme porque ya le apretaban. Los comandantes del puente ya se habían dado cuenta del estado de la Capitana y algunos de los pilotos y oficiales encargados de las otras áreas. También ya iban a entregarle los nuevos uniformes, de talla más grande, adaptados para su embarazo.

Aún eran las 2000 horas, cuando Lisa decidió irse a su dormitorio. Apagó las luces de su oficina y al salir, alguien la interceptó.

–Buenas noches, Capitana.

–¡Jack! Buenas noches –dijo Lisa con sorpresa.

–No sé cómo dirigirme a usted, tal parece que está evitando toparse conmigo. –dijo Jack con algo de molestia.

–Yo… no digas eso. Creo que tenemos que hablar y yo tengo que darte una explicación. Pero… me siento muy cansada y tengo hambre. ¿Te importaría si hablamos en mi habitación mientras ceno algo? –sugirió Lisa.

–Claro, ¿qué vamos a cenar? –preguntó Jack en tono juguetón.

–Tengo antojo de pizza. ¿Quieres?

–Lo decía de broma, Lis, pero te acompaño a cenar. Así cenamos en familia los tres.

–En familia… Jack, yo quisiera…–dijo Lisa que no pudo terminar la frase porque Jack la interrumpió.

–Aquí no, preciosa. Hablaremos en privado, las paredes oyen a veces.

–Tienes razón.

Más tarde, en la habitación de Lisa, ambos estaban comiendo pizza de peperoni con extra queso.

–Me he estado alimentando bien y sanamente, es solo que esta noche me siento muy cansada y parezco un lobo feroz –dijo Lisa riéndose.

–Es lo que veo. ¿Estás segura de que es solo un bebé? Porque comiste como pajarito… ¡prehistórico! –dijo Jack.

A Lisa le causó gracia el comentario y comenzó a reír. Su risa también contagió a Jack.

–Te ves hermosa cuando te ríes, Lenny –mencionó el militar.

–¿Cómo me dijiste? –cuestionó Lisa.

–¡Lisa! ¡Quise decir Lisa!

–¡Te escuché, Jack! –dijo Lisa en tono burlón–. Así que es ella quien ocupa tu corazón. Cuéntame de… Lenny...

–Ya te conté, Lis. Cuando fuimos a cenar.

–La pelirroja de ojos verdes…

–De ojos lindos como los tuyos –dijo Jack con un suspiro mientras miraba fijamente a los ojos verdes de Lisa.

–Ya que estamos en temas serios, Jack, yo… bueno… quiero aclarar que me dejé llevar cuando… nos besamos –mencionó Lisa, muy apenada, con rubor en sus mejillas.

–¿Qué quieres decir? –preguntó Jack, mientras tomaba una de las manos de Lisa.

–No quiero lastimar tus sentimientos, Jack. No puedo corresponderte de la forma en que tú quieres –respondió Lisa.

–¿Lastimarme? ¿Tú a mí? Cómo crees que podrías lastimarme, si eres una de las mujeres más honestas y transparentes que conozco. Siempre has sido clara conmigo. Con todo lo que he vivido, nada podría lastimarme. Pero, gracias por preocuparte por mí –afirmó Jack.

–Así que… lo más que puedo ofrecerte es mi amistad sincera. De hecho, ya cuentas con ella –añadió Lisa con ternura, posando la mano que tenía libre, sobre la mano de Jack.

–Lisa, pero yo quiero algo más que tu amistad. Yo quiero formar una familia. Me gustaría mucho despertar contigo cada día, aunque no hiciéramos nada hasta que tú quisieras. Me conformaría con ver tus ojos verdes cada mañana –dijo Jack, mientras besaba las manos de Lisa.

Lisa retiró sus manos de la mano de Jack y las dirigió a la cara de él, sujetándola. Lo miró fijamente a los ojos con sus ojos verdes, que emanaban una fuerza descomunal que Jack nunca había percibido.

–En el amor, Jack, conformarse no es opción… Se ama totalmente y ese amor debe ser correspondido. No hay que aceptar migajas o el poco amor que alguien pueda ofrecer, porque somos dignos de tener a alguien que nos ame con la misma intensidad con la que nosotros amamos, de lo contrario, ese amor solo traerá dolor o sufrimiento. –dijo Lisa, sin parpadear.

Jack pudo percibir la fuerza interior de Lisa y pensó «por esos valores que Lisa tiene es que es una gran mujer». Sin embargo, lanzó una pregunta que dio directo en el corazón de la bella militar.

–¿Y por qué no aplicaste eso contigo? –cuestionó Jack al mismo tiempo que pensó que su atrevimiento iba a afectar a Lisa y más por su estado, pero la pregunta estaba hecha.

–Porque lo aprendí después de que lo viví –contestó Lisa, con tranquilidad y retirando sus manos de la cara de Jack–. Te agradezco que quieras formar una familia conmigo y que quieras darle tu apellido a mi bebé, significa mucho para mí, solo que no puedo atarte a mí porque mi corazón aún se está recuperando.

–Debes soltar, Lisa. ¿Cómo quieres serle fiel a alguien que te cambió por otra? –dijo Jack.

Lisa sintió como si le taladraran el corazón, solo de recordar que Minmei estaba viviendo con Rick y la última vez que lo vio, ella estaba aferrada al brazo de él.

–Quizá, ya se verá, pero ahora no es el momento.

–Ojalá pudiera volver a tener un amor como el que tuve, que es como el que tú sientes por él.

–Lo encontrarás, Jack, porque te lo mereces. Además, a mí me parece que sigues enamorado de Lenny y es nuestro parecido físico lo que te hace sentirte atraído hacia mí.

–Yo también debo soltar.

–Todo a su tiempo, Jack. Lo que es un hecho es que no podemos formar una familia basándonos en parecidos físicos de las personas que alguna vez amamos.

–Sí, amar a veces resulta complicado –afirmó Jack–. Bueno, amiga, al menos déjame estar al pendiente de ustedes. No me perdonaría que algo te pasara a tí o a tu bebé.

–Claro, Jack. En verdad agradezco tu interés y preocupación por nosotros –dijo Lisa con sinceridad y con una franca sonrisa.

–Me retiro, Lisa, te dejo descansar. Lo que necesites, llámame a la hora que sea –dijo Jack mientras se despedía de Lisa dándole un beso en la mano–. Gracias por la cena. Buenas noches –sonrió.

-Que descanses. Buenas noches, Jack.

. . . . .

En un lugar en el espacio, los días seguían pasando sin novedades. Sin embargo, el peligro de encontrarse con algo desconocido era latente, lo cual, era la preocupación diaria de la Capitana Hayes, quien siempre estaba alerta a todo lo que pasaba alrededor de la nave y con su tripulación. Sabía que debía relajarse un poco por su estado de gravidez, así que decidió que terminando su turno, iría en búsqueda de algún material para iniciar un pasatiempo que había dejado de lado: escribir. Si bien, era la época en que la mayoría de las cosas eran digitales, Lisa disfrutaba mucho escribir sobre papel, así como también, le gustaba leer libros físicos.

Cuando finalizaron sus labores, Lisa se dirigió al centro de la ciudad. Era la primera vez que salía sola, sin compañía de las chicas del puente. «Bueno, no estoy sola, me acompañas tú, mi pedacito de cielo» pensó mientras llevaba sus manos a su vientre y sonreía.

La bella capitana de la fortaleza dejó de lado su uniforme militar vistiendo ropa de civil y llevaba una coleta de caballo. La gente que la veía, no la reconocía como la mujer al mando de la fortaleza espacial, lo cual le agradó a Lisa, pues no era partidaria de hacerse famosa y perder su privacidad, menos ahora que estaba embarazada. Deseaba mantener a su bebé alejado de las miradas de gente curiosa que no era allegada a ellos.

Caminando sin un rumbo específico, Lisa fue viendo las tiendas, locales comerciales y algunas plazas que habían construido dentro de la fortaleza. Pensó que los ingenieros y arquitectos habían hecho un gran trabajo. Si bien, ella había visto la fortaleza antes de que estuviera habitada, ahora que esos locales estaban ocupados, la nave se veía totalmente diferente, llena de vida y de alegría. La gente caminaba y seguía su vida. Lisa pensó en que esas vidas estaban en sus manos. La sola idea la estremecía y tanta responsabilidad la hacía no desmayar ni bajar la guardia y dar lo mejor de sí, como siempre lo había hecho.

Seguía viendo cuánta vida había en la ciudad, miraba a los aparadores, a los restaurantes, las tiendas de maquillaje, de ropa, de artículos para el hogar, supermercados hasta que finalmente, un local llamó por completo su atención, era una librería.

Lisa entró y empezó a ver varios libros. Se sentía contenta. El olor de los libros era algo que ella disfrutaba y más el olor de un libro nuevo. Echó un vistazo y se detuvo en una sección que le llamó la atención. Era un estante de diarios de todo tipo: diarios para niñas, para adolescentes, diarios para cualquier ocasión y específicamente le llamaron la atención los diarios del bebé y del embarazo. Había varios modelos, todos hermosos y creativos, así que no sabía cuál elegir.

Ella quería un diario para sus actividades cotidianas pero le había llamado la atención el diario del embarazo. Lisa desconocía que hubiera uno. Así que tomó varios diarios y fue al mostrador a preguntarle a la empleada. Sin embargo, antes de llegar, vio unos libros del embarazo. Enseguida fue a verlos y eligió el que ella creyó que estaba más completo, se encaminó al mostrador y saludó a la chica que atendía, quien en ese momento se encontraba de espaldas.

–Buenas tardes, señorita –saludó Lisa amablemente.

–Buenas tardes –respondió la chica.

La empleada se dio la vuelta y Lisa se había quedado sorprendida.

–¿Helena? ¿Helena Chase? –preguntó Lisa.

–Sí… ¿Me conoce? –respondió la chica.

–Sí, Helena, soy Lisa, bueno, Elizabeth… Elizabeth Hayes –respondió Lisa–. ¿Es que ya no te acuerdas de mí? –dijo con una sonrisa.

–Disculpe, no… No la recuerdo –expresó la chica con tristeza.

–¿Puedo hablarte de tú? –preguntó Lisa.

–Sí, como usted guste –respondió Helena.

–Quizás no me recuerdas porque han pasado muchos años. Estuvimos en la Academia Robotech. Íbamos en grados diferentes pero nos conocíamos. ¿Te acuerdas?

–Yo… lo siento –respondió Helena dubitativamente–. La mayoría de mis recuerdos se fueron. Estuve gravemente herida después del último ataque zentraedi y quedé en coma por varios meses. Cuando desperté, no recordaba nada. Perdí la memoria a largo plazo. Solo sé cómo me llamo por las placas de identificación que llevaba en mi cuello. Apenas logro recordar algunas cosas –añadió con congoja.

–¡No puede ser! –exclamó Lisa–. ¿Llevas algún tipo de terapia?

–Llevaba. Me dieron de alta antes de integrarme a los voluntarios de la fortaleza. Los médicos dijeron que ya no se podía hacer más, que eventualmente recuperaría parte de mi memoria y solo era cuestión de esperar –respondió Helena.

–Ya veo. Helena, fuiste una gran compañera en la Academia. ¿Puedo apoyarte en algo ahora?

–Muchas gracias, Elizabeth, por ahora no. Tengo un trabajo, atención médica y a todos los civiles nos asignaron una casa o departamento. Creo que tengo lo necesario para subsistir.

–Claro, comprendo. Mira, si quieres te dejo mi tarjeta para que puedas localizarme. Me dará mucho gusto poder apoyarte en lo que necesites.

–Muchas gracias –dijo Helena.

–Y entre otras cosas, quiero comprar estos diarios y un libro. Iba a preguntarte cuál diario elegir, pero me encantaron los diseños. No pude elegir solo uno así que me los llevo todos. Tenía mucho tiempo que no me sentía tan bien –afirmó Lisa con una sonrisa.

–Muy bien, aquí tiene –dijo Helena mientras le entregaba a Lisa una bolsa con los diarios y el libro

–Tú también puedes hablarme de tú. En verdad, nos conocemos desde hace años. Éramos unas pequeñas adolescentes.

La mirada de Helena pareció perderse y frunció el ceño tratando de recordar. Lisa notó el esfuerzo que la chica estaba haciendo así que trató de no incomodarla y cambiar la conversación.

–Bien, me ha dado mucho gusto verte otra vez. Cuídate mucho y lo que necesites, llámame –se despidió Lisa.

–Muchas gracias. Cuídate mucho también –respondió Helena.

Así, Lisa se retiró de la librería y Helena se quedó observando la tarjeta, vio el nombre escrito en ella "Elizabeth Hayes". No sabía de dónde, pero se le hacía sumamente conocido. Su cabeza comenzaba a dolerle un poco tratando de recordar, así que prefirió dejar de lado el encuentro con Elizabeth.

Lisa iba gustosa, caminando de regreso hacia la base. Seguía viendo los letreros de los anuncios pero una tienda de helados llamó su atención, «estos antojos» pensó. Sin embargo, fue sacada de sus pensamientos por una voz varonil que le habló a su espalda.

–¡Vaya! ¡Pero si es la Capitana Hayes en persona! –dijo la voz.

Lisa estaba contrariada pensando quién podía conocerla y hablarle en un tono tan familiar. Entonces ella se giró y con gran sorpresa vio de quién se trataba. Sus hermosos ojos verdes se abrieron a más no poder.

–¡Karl! –exclamó Lisa

–¿Karl? –respondió aquella voz–. ¿Tan pronto se olvidó de mi nombre?

Continuará…

(1) En continuación con la historia en el SDF-2 del capítulo 11.

Nota de autor:

Estimados todos. Comparto el siguiente capítulo de esta historia. Les anticipo que vendrán capítulos que estarán dedicados al flashback de los sucesos en el SDF-2, en los cuales se resolverán algunas dudas que me han estado compartiendo por medio de sus mensajes.

¿Qué les ha parecido la conversación entre Elizabeth y Rick? En esa escena quise expresar que aunque Rick ya tiene más años, las dudas e inseguridades de cuando era un jovencito vuelven a relucir cuando vio a Elizabeth y piensa que si puede ser su hija o no. Obviamente, nosotros ya sabemos la verdad (pero él no, pero ya se lo imagina :-D ).

Con respecto al flashback, ya salió a escena el personaje "misterioso" pero importante para Lisa y Elizabeth, del cual se despiden en capítulos anteriores, antes de regresar a la Tierra.

Agradecimientos y saludos especiales para Mao Nome, Fabiola Collao, Ime, Anita, Trini10, Anto y demás guests que han dejado sus comentarios.

Ime, si gustas, me puedes contactar por mensaje privado (Aquí, en fanfiction).

¡Saludos!