Me llena de alegría ver que 8 personas han llegado hasta el capítulo anterior. Este ha sido muy difícil de escribir porque es la calma después de la tormenta, aunque es una calma bastante tormentosa haha. Y he puesto un plot twist al final para que no os durmáis del todo :').

No, a ver, pasan muchas cosas en este capítulo, ya lo veréis.

Y por cierto, me olvidé de decir: Todo lo que pasa desde que Albus se lanza a la calle a buscar una manera de salir de Pisa hasta que los soldados les disparan quinientas balas y Tussauds los salva con un aresto momentum... Toda esa escena en mi cabeza va a compañada del tema It's time de John Dreamer. La escena la escribí por primera vez hace nueve años, y siempre ha ido acompañada de esa nota musical.


Me dolía tanto la cabeza que por un momento pensé que Lord Voldemort me había hecho una cicatriz como la que le hizo a padre, y encima Ginny Weasley me estaba mirando severamente como si aquella cicatriz que me había hecho Lord Voldemort fuera mi culpa, porque me he estado portando muy mal.

"Tiene una contusión" dijo una voz en alguna parte "¡DONNO! ¡Coge el volante!"

"¡¿Qué es un volante?!" dijo la voz de Donno.

"Dejadme a mi" dijo otra voz "Siempre he querido conducir un trasto como este"

De mientras, mi madre seguía mirándome severamente. En cada una de sus manos tenía agarradas las manos de Rose y de Scorpius, como si ellos fueran sus hijos, y como si yo no fuera su hijo.

—Nos vamos al cine, Albus —dijo mi madre— Piensa bien en lo que has hecho, porque hasta que no dejes de ser un niño egoísta, te vas a quedar aquí encerrado.

—Lo siento Al —dijo Rose antes de marcharse— pero tu madre tiene razón. Te mereces que te dejemos aquí solo, porque eres un capullo integral.

—¡Pero no es justo! ¡Esta vez me he portado bien! —protesté— ¡He lavado los platos, he ordenado mi cuarto... He lanzado un montón de rictusempras a las arañas gigantes!

—¿Todavía usas el rictusempra? —dijo Scorpius arqueando una ceja, y de pronto Scorpius se pareció mucho a Donno— Eso es magia de niños pequeños...

La puerta se cerró en mi cara, y yo me quedé solo en casa para siempre.


—¡AU! —fue lo primero que aullé cuando recobré la consciencia— ¡AU! ¡Duele mucho! ¡Auuuuu!

—Contrólese, Potter. Esa contusión no cuenta ni como herida de guerra, y esta guerra no ha hecho más que empezar. ¡Saribaa!

Me incorporé en la furgoneta, que era un completo caos. Vi de reojo a Calvin y a su perro escondidos debajo de los asientos, y vi a Saribaa y a Diadema arrodilladas junto a Jimmy Turnip, a quien habían acostado en la parte trasera de la furgoneta.

—No tiene pulso —informó Saribaa— No sé qué hacer, profesora...

—¿Llevas alguna poción curativa en ese bolso de mano?

—Solo unas cien... —dijo ella— pero no sé cuál de ellas sirve para curar a Jimmy. Este veneno es muy raro...

—Úsalas todas— dijo Tussauds, y al ver la cara de horror que le puso la chica, añadió— Hazlo, Saribaa. Ni aunque le hicieras beber una botella de petróleo podrías causarle más daño del que ya tiene ¡Señorita Dallas! ¡Apártese de esa ventana!

—Profesora Vargas... —dijo Frida a modo de excusa— Creo que tenemos compañía.

—Mierda... —dijo Donno, que ya sacaba la cabeza por la ventana también.

Tres furgones militares nos venían detrás. El BANG-BANG-BANG de los disparos nos pilló bastante por sorpresa, porque no sabíamos que estában tan cerca.

Yo caí de lado, instantivamente, aún con el dolor punzante en mi cabeza, y sentí que me iban a dar ganas de vomitar.

—¡PROTEGO MAXIMA! —gritó la voz de Donno.

Me incorporé. Los disparos continuaban, pero las balas nos llegaban con menos fuerza. Vi que Saribaa sangraba áviadamente de un brazo, y me apresuré a acercarme a ella para ayudarla a administrarle pociones a Jimmy. Fue entonces que me di cuenta, y el corazón casi me da un vuelco.

Diadema yacía en el suelo, totalmente inmóvil. No había expresión en su rostro pálido ni en sus labios rojos. Y en el costado de su frente había un agujero.

—¿...Está...?

—Está viva —me aseguró Saribaa— La bala no ha llegado al cerebro. ¡Accio bala!

Algo estaba pasando dentro de mi, en medio de aquel caos, como un deseo muy fuerte de cuidar de Diadema, de salvarla de aquel estado deplorable en el que se encontraba, pero Jimmy era nuestra prioridad ahora.

—Aguanta, Dina... — susurró Saribaa mientras obligaba a Jimmy a tragarse un líquido viscoso, de color púrpura.

Mientras; Tussauds y Donno eran los únicos que peleaban con los soldados, con Frida ayudándolos como podía.

—¡INCENDIO!

—¡EXPULSO! ¡ARGH!

Un rayo de luz verde había alcanzado a Donno. Aterrizó en el suelo de la furgoneta, respirando con dificultad.

—Potter, deje de juguetear con la medicina del señor Turnip y haga algo —dijo Tussauds, y acto seguido abandonó su puesto de lucha y se dirigió hacia la parte delantera de la furgoneta.

La lluvia de balas no cesó. Frida había caído y yacía inconsciente junto a Donno. Yo saqué la cabeza por la ventana.

¡Protego Máxima! ¡Confringo! ¡Depulso!

Pero mis hechizos eran inútiles.

—¡Rictusempra! ¡Rictusempra! ¡Wingardium Leviosa...!

Tuve que hacer un protego simple y agacharme, porque las balas apuntaban directamente hacia mí. Una de ellas me rebotó en el pecho y sentí que se me cortaba la respiración.

"Tocado..." pensé.

Pero no iba a dejar que me hundieran. No esta vez. Grité un pequeño hechizo. Uno de mis hechizos favoritos, y uno de los pocos que me salen bien.

¡LEO FORTIS!

Y de mi varita salió una luz dorada, y de esa luz dorada salió un león enorme, que se lanzó a la batalla en medio de aquella autopista como si hubiera nacido para ello. Los furgones frenaron en seco, pues la visión de aquella criatura los había paralizado, también frenaron las arañas de metal que venían tras ellos. El león rugió y rugió, y se lanzó a la carga.

Entretanto, Tussauds había alcanzado la cabina de la furgoneta, donde Gorro se encontraba al volante desde hacía un buen rato, con las manos temblando.

— Buen trabajo, señor Flaubert. Alors... Vuelva a su asiento. ¡Levicorpus! Ya me encargo yo de conducir.

Cinco segundos después, fui despedido hacia atrás. Alcancé a ver como los soldados mataban a tiros a mi precioso león, y después los perdimos de vista.

Tussauds conducía como una jodida loca, perdonad la expresión, y no era para menos. En algún momento oí decir que Jimmy ya respiraba, y en algún otro momento atravesamos alguna frontera, aunque yo ni me enteré y esto me lo contaron después, y para entonces ya se había hecho de noche y estábamos llegando a Roma, porque Tussauds había hechizado la furgoneta para que viajara a velocidad de la luz o algo así.

Y nosotros no lo sabíamos, pero Roma era más que potable, al menos de momento.

Y nada, final feliz. Ni capítulo 10 ni lágrimas de unicornio, ni niño muerto. Al fin y al cabo, ¿Qué más podía pasar ya en esta historia? Ya teníamos las provisiones, ya habíamos dejado atrás a las arañas y a los soldados. Y sí, estábamos todos medio muertos, pero seguro que enseguida resucitábamos con alguna poción, y yo había dejado de ser un cobarde y me había convertido en un digno miembro de la casa Gryffindor (aunque seguía sin saber conjurar un lumos).

¡¿Qué?! Os lo digo enserio. ¿Qué más queréis que os cuente? Mirad: Ya se estaban recuperando Donno y Frida, y Frida nos señalaba maravillada el Coliseo iluminado, y minutos después ya aparcábamos en un callejón oscuro bajo noche cerrada, y Tussauds trataba de hacer funcionar una vieja radio para comunicarnos con McGonagall a ver cuándo nos pasaba a recoger en el Autobús Mágico, mientras nosotros le hacíamos un alohomora a una casa abandonada. Y ya os espoileo que en esa casa abandonada vivimos felizmente unos cuantos días, como si fuéramos La Casa de la Pradera, hasta que se fue todo a la mismísima mierda.

Porque realmente; de veras, de veras que se fue todo a la mismísima mierda; y vosotros lo sabéis perfectamente. Sabéis que Hogwarts nunca fue reconstruido. Sabéis que ya no quedan magos en Europa. Sabéis que quedan muy pocos humanos en este mundo. Sabéis de sobras quién ganó la Guerra Arácnida.

Diadema no despertó hasta el día siguiente. Yo la miré dormir desde el umbral de su nueva habitación, que compartía con Saribaa. Saribaa estaba sentada a su lado. Cuidaba de ella como si fuera la mismísima Minnie Goodwin, y eso que acababan de conocerse.

En la habitación de al lado dormía Jimmy, aunque a él no lo cuidaba nadie. Ni siquiera Frida, que era su compañera de clase. A Frida le habían dejado una habitación pequeña para ella sola, y se encontraba encerrada allí, tocando alegremente la guitarra que había encontrado en el sótano como si estuviéramos de campamento.

—Alors —dijo Tussauds en la sala de estar mientras daba golpecitos a su radio con la varita— Felix y Calvin, compartiréis la habitación número 4.

—No —dije yo rotundamente— Con el debido respeto, profesora Vargas. Me ofrezco a compartir con Calvin si hace falta, pero no me voy a quedar de brazos cruzados mientras este mocoso le hace bullying a Calvin toda la noche.

—Cuidado con lo que dices, Potter —saltó Gorro.

—¿O qué?

Gorro calló. Y después dijo:

—Como si yo quisiera compartir habitación con el enano y su perro de mierda. Paso. Yo me quedo con Jimmy.

—Yo prefiero dormir en el sofá —anunció Calvin.

—Que así sea —dijo Tussauds—, porque no nos sobran habitaciones. Solo queda una más, y es para Albus y Donno.

Yo sentí que me iba a dar algo, y de repente tuve muchas ganas de salir corriendo de aquella casa y volver a Pisa a que me coman las arañas. Antes eso que tener que compartir habitación con Donno Nott, con sus brazos de duelista y sus abdominales de jugador de quidditch. Se me estremecía todo el cuerpo solo de pensarlo.

SHHHHHHHH

—¡Eureka! —gritó Tussauds, levantándose de un salto— ¡La radio funciona!

Todos dejamos lo que estábamos haciendo. Frida y Saribaa salieron de sus habitaciones. Empezamos a hablar todos a la vez, desesperadamente. Gritamos nombres y apellidos, suplicando a McGonagall que nos diera noticias de nuestros amigos y familiares.

—¡SILENCE! ¡SILENCE TOUT LE MONDE! —rugió Tussauds— Profesora Vargas-Hutson al habla.

—Me alegra oír tu voz, Simona.

—Directora... Las cosas están mucho peor de lo que temimos. Pisa es un caos. Traté de llevar a los alumnos al número 13 de la plaza Vohnan, como usted ordenó, pero dudo mucho que los magos que vivían allí sigan con vida. De hecho, dudo que queden magos en Pisa.

—Ni en Pisa ni en Florencia —dijo la profesora McGonagall— Ni en Zurich, Berna, Munich, Niza, Stuttgard, Bruselas... Las acromántulas se mueven rápido. Tenían a los muggles bajo control desde hace tiempo, y nosotros sin saberlo. Hay que actuar deprisa.

—¿Hay esperanza?

—Sí, si todo sale bien. La señora Bones ya está preparando un veneno ultra-potente para acabar con las arañas de metal, pero nos faltan dos ingredientes. La idea se nos ocurrió pensando en qué tipo de recursos podíamos aprovechar de Italia... Son dos ingredientes que solo se encuentran aquí: lágrimas de fuego y uñas de kenzel siliciano. Hagrid desembarcará mañana en sicilia con un grupo de voluntarios para conseguir las uñas de kenzel, y también para... Bueno, principalmente para conseguir las uñas de kenzel.

Yo pensé en el grupo de voluntarios que acompañaría a Hagrid. "Rose. Scorpius. Quizás hasta Minnie".

—Entiendo que nos toca a nosotros conseguir las lágrimas de fuego —dijo Tussauds.

—No —interrumpió Donno, poniéndose en pie— Profesora McGonagall...

—A callar, Nott —cortó Tussauds.

—¡No voy a volver a...!

—Nott, se lo advierto.

—¡¿Por qué no le cuenta a la directora que estamos vivos de milagro?! —aulló Donno. Se había puesto rojo, pero no de ira. Parecía al borde de las lágrimas— ¡¿Por qué no le cuenta que Jimmy y Dina están prácticamente en coma?! ¡Esto es injusto! ¡Solo somos niños! ¡No puede obligarnos a...!

—Siéntese —dijo Tussauds, cruzada de brazos— Por favor.

—El señor Nott tiene razón —dijo la voz de McGonagall— Y si estuviera en mi poder sacarlos a todos de ahí ahora mismo, lo haría. Están vivos de milagro, pero están vivos, tal como yo predije, y si todo sale de acuerdo a mi plan, seguirán vivos durante mucho tiempo. Sois jóvenes, y os merecéis una vida. Y cuando volváis al submarino, ya seréis más que alumnos. Seréis héroes.

Yo respiré hondo. Estaba tan enfadado y asustado como Donno, pero empezaba a entender muchas cosas.

—¿Y dónde se supone que hay que buscar las lágrimas de fuego esas? —pregunté.


Era noche cerrada cuando Calvin Harris fue introducido en la celda de comisaría de una patada. El siguiente en entrar fue Rhince, su perro dálmata, atado y amordazado.

Calvin rodó por el suelo varios metros, y después se quedó inmóvil.

—Pillado in fraganti, ¿Eh, señor Harris? —dijo una voz fría que cada vez estaba más cerca.

"Este tipo no tiene acento italiano" pensó Calvin "¿Quién puede ser...?"

A duras penas, levantó la cabeza. La escasa luz blanca de la comisaría reveló el rostro sereno de un oficial de alto rango.

—¡¿Cómo...cómo lo ha sabido?! —rugió Calvin desde el suelo, temblando de rabia.

El oficial rió.

—Las criaturas mágicas son un alma de doble filo —dijo— Le delata su perro, señor Harris. Desprende energía por todas partes. Demasiada, para ser un vulgar muggle.

—¡Tú también eres muggle, pedazo de estúpido! —Calvin había conseguido ponerse de rodillas— ¡Los magos os hemos protegido durante siglos! ¿Y así nos lo pagáis?

—¿Muggle, yo? —rió el oficial— Pobre, inocente brujito. No tienes ni idea...

Y hasta entonces, Calvin no le había tenido el menor miedo al oficial, pero ahora se le pusieron todos los pelos de punta, porque sus ojos se habían tornado más rojos que la sangre, y se estaban transformando. Cada vez había más ojos en su cara.

—...Yo soy muchas cosas, pero muggle no soy —dijo con una sonrisa, y sus ocho ojos se clavaron en el muchacho, sedientos de sangre— ¡CRUCCIO!


Ouch... Bueno, así son las cosas, y las cosas están a punto de explotar :') Gracias por leer y nos vemos en el próximo...