Esta historia... Bueno, es un verdadero reto. Después os explico, porque hay mucho que explicar. De momento os dejo leer. Va de arañas. Es una locura, ya lo sé. No os penséis que no lo sé, porque lo sé. Sé que estoy majareta.
También sé que a veces uno necesita estarlo.
No sé si es lo que necesitáis ahora mismo, pero al menos espero que os guste.
DISCLAIMER: Los personajes y todo lo demás son de Rowling y sus secuaces. No cobro.
Mi tía Hermione nos enseñó a jugar a Hundir la Flota, y desde entonces cada día de lluvia en La Madriguera fue en plan: "¡Hundir la Flota! ¡Hundir la Flota!", y mi tío Ron siempre ponía cara de: "¿Otra vez? ¿Por qué no podemos jugar al ajedrez mágico?", pero yo sé que él se quejaba porque mi tía siempre le ganaba. "Tocado y hundido". "Tocado y hundido...". "Tocado y hundido otra vez. ¡Maldita sea, Hermione!"
Pero cuando llegó la guerra, mi tía Hermione fue la primera en caer. Las arañas la estrangularon con sus patas largas y peludas. A ella y al resto del Ministerio. Tocada y Hundida, y con la Ministra de Magia fuera de juego, el mundo nunca volvió a ser lo que era.
Yo por suerte no me enteré de nada. Estaba demasiado ocupado esquivando explosiones.
¡BOOM ¡BOOM! ¡BOOM!
—¡Deprisa, Albus, DEPRISA!— Scorpius me agarró del brazo con tanta fuerza que casi me lo arranca. Fuimos los últimos en abandonar la Sala Común de Gryffindor, con sus paredes retumbando y los escombros cayendo del techo. No sé si fui consciente de que era la última vez que iba a ver esa sala de paredes rojas, pero creo que me hice un poco a la idea.
En el pasillo del séptimo piso, el panorama no era muy diferente. El edificio parecía estar derrumbándose poco a poco, y yo me iba sintiendo cada vez más como adentro de un sueño, un sueño profundo y aterrador.
Pero cuando llegamos a la Gran Escalera, se me abrieron los ojos como platos. Las paredes llenas de grietas. La mitad de los retratos estaban vacíos o hechos añicos. Las escaleras ya no se movían, porque estaban destrozadas. Las paredes se iban derrumbando una a una...
Scor y yo nos habíamos sentado en el rellano, jadeando y exhaustos, incapaces de decir una sola palabra.
Y entonces Scor dijo tres palabras:
—Tengo que volver.
Fue como magia. Yo no sabía que se pudiera combinar esas tres palabras en una frase y soltarlo en voz alta como si nada.
—¿QUÉ? ¡¿TE HAS VUELTO MAJARA?!
—Mis padres y mi hermana están en Londres, Al. Mira a tu alrededor. Hogwarts es uno de los lugares más seguros del mundo. Si Hogwarts está así, ¿cómo crees que estará Londres?
—Pero eso es tarea de los aurores. Ellos se encargarán de...
—No. No me fío de los aurores—dijo Scorpius, con una punzada de dolor en su corazón, y yo supe que no iba a poder detenerlo— Albus, estarás bien. Solo tienes que recoger a Rose en la torre de Ravenclaw, como hacemos cada día para bajar al Gran Comedor. Corred lo más que podáis y cuidáos de las explosiones. Cuando lleguéis al tercer piso, estaréis a salvo.
Yo iba escuchando todas estas instrucciones, y me sonaba como si me estuvieran dictando las Doce Pruebas de Hércules, y se me iba haciendo un nudo en la garganta cada vez más fuerte, y con cada explosión me daban ganas de gritar, pero en vez de gritar dije con un hilo de voz:
—Vale.
¿Vale? ¡¿Cómo que vale?! ¡¿Por qué demonios le he dicho vale?! ¡¿Vale qué?! Si todo lo que quiero decir es: "NO ME DEJES AQUÍ SOLO".
Pero eso fue exactamente lo que hizo. Me dio un abrazo y me dejó allí sentado, inmóvil como una estatua, y mi mente se trasladó en el tiempo, y de pronto me encontraba en mi casa en Grimmauld Place, y la puerta de entrada se cerraba en mis narices, y yo me quedaba solo. Solo en aquella oscuridad.
Y de pronto: ¡BOOM! Se derrumbaba el techo sobre mi cabeza, y rodé hacia un lado, y casi caigo al vacío, pues en la Gran Escalera ya no había barandillas donde apoyarse. Me puse en pie a gran velcoidad, y entonces vi algo que todavía me hace soñar por las noches.
A tres metros de mi, unas patas gigantes y delgadas, negras como alquitrán, alcanzaban el rellano del séptimo piso.
Corrí. Corrí escaleras abajo. Nunca en mi vida había tenido tantas ganas de llegar al aula de Artimancia.
Corrí esquivando los agujeros y los escombros, recordando las Doce Pruebas que me había encomendado Scorpius.
"¡Vamos a hacernos una foto!" dijo la voz de mi prima Rose en mi cabeza, y yo protesté algo sobre que no me gustan las fotos, y Scorpius, que siempre lo hace todo perfecto, dijo: "No seas emo, anda", y lo dijo entre dientes porque ya posaba para la foto con su sonrisa de caballero. "No pasa nada, Albus —dijo Rose— Tú sonríe como puedas. Ya tengo cincuenta fotos tuyas poniendo cara de "Vaya mierda de vida". No me voy a morir por una más".
Corrí y corrí por el pasillo del quinto piso, hasta que llegué a la entrada a la sala común de Ravenclaw, y allí me detuve en seco, con el corazón a mil por hora.
—¡AYUDA!
—¡POR FAVOR, POR FAVOR, POR FAVOR!
—¡AYUDAAAAA!
Los gritos eran desgarradores. Los sollozos me partieron el alma. La mayoría eran voces infantiles. Al menos una veintena de niños atrapados en aquel mar de llamas y humo.
Rose...
Y yo no sé si lo he dejado suficientemente claro, pero por si acaso os lo deletreo: el sombrero seleccionador estaba un poquito borracho cuando me puso en Gryffindor. Seguí mi camino como si no hubiera visto nada, y me metí por un atajo que había detrás de tapiz de color azul.
Los he dejado morir pensé mientras bajaba tramos y tramos de escalera Los he dejado morir. Los he dejado morir...
"¿La tierra llamando a Albus?" dijo el recuerdo de Rose en mi cabeza.
"Déjalo, está empanado. A saber qué estará pensando".
Yo no estaba pensando mucho en nada. Tenía el cerebro helado, y me sentía como en el fondo del mar, allí en la oscuridad y con la luz de las farolas reflejadas en el Lago Negro, y con el eco de los gritos de los niños que patinaban en el lago congelado.
"Mira Albus, si vienes a la Madriguera te lo pasarás en grande. Mi madre no va a estar, porque desde que es ministra, le importamos un huevo, pero estará la abuela y puede que vengan George y Angelina con Roxanne, y el 24 sí o sí vienen Minnie y Moon, y vamos a montar una pedazo fiesta, ya verás".
"Es una opción—intervino Scorpius— O podrías venirte a Malfoy Manor, Al. ¿Qué te parece? Mi padre no va a estar, así que no tendrás que escucharlo renegando de sangre sucia ni traidores a la sangre, y vendrá Yosh y traerá la cosa esa muggle para jugar a juegos, ¿cómo se llama?".
"Consola" dijo Rose.
"Chicos" —corté yo— "Os lo agradezco. De verdad. Pero prefiero estar solo en Navidad".
"Albus, no te lo estamos preguntando —dijo Rose— Te vienes a pasar las navidades con nosotros. Aunque tenga que atarte y amordazarte y traerte a la fuerza desde Grimmauld Place. Sabes que soy capaz".
A mi no me cabía la menor duda. Rose era capaz de mutilar a un amigo si hacía falta antes que dejarlo abandonado el día de Navidad, y yo no había sido capaz de arriesgar mi vida para salvarla de aquella torre en llamas.
Y estaba seguro de que Merlín me haría pagar por ello.
Llegué al rellano del cuarto piso, que estaba en un estado igual de deplorable que antes, y además había una especie de niebla blanquinosa que separaba el cuarto piso del tercer piso a media escalera, y yo ya me disponía a atravesar la niebla blanquinosa, fuera lo que fuera, pero me detuve en seco cuando me di cuenta de que había algo más que cuadros vacíos en las paredes.
Había arañas. Arañas gigantes.
Decenas de ellas. Se estaban colando por los agujeros que ellas mismas habían abierto en las paredes, y con sus ocho ojos escaneaban la Gran Escalera en busca de algo que se moviera. Sus ojos eran de color rojo oscuro, y sus cuerpos estaban hechos de metal. Hoy en día las conocemos como Arañas Soldado.
No recuerdo cuándo decidí empezar a correr, pero recuerdo que apenas hicce el primer movimiento, diez rayos de color rojo fueron disparados hacia mi. La escalera se rompió en mil pedazos, y yo rodé por el suelo y en ese suelo morí, o eso creí haber hecho, porque estaba todo oscuro y los rayos me habían dado de lleno.
Pero en vez de morirme, noté unos brazos que me alzaban suavemente.
—Estás a salvo— dijo una chica de cabello rubio. Era Minnie Goodwin, una de mis personas favoritas de todo Hogwarts, y la persona que más me hace reír en el mundo. Durante un segundo, yo me quedé con cara de atontado, como esperando que me soltara una de sus paridas y nos riéramos juntos, pero Minnie Goodwin tenía el labio demasiado roto como para poder sonreír, y le caía un riachuelo de sangre.
—¿Qué ha pasado...?
—Te has pegado un buen susto, es normal. Esa niebla blanca que has atravesado es La Barrera. Aquí las arañas no pueden entrar. De momento, al menos.
Bajamos las escaleras y me condujo al pasillo del primer piso, donde esperaban sus dos amigas de sexto año: Saribaa y Aicha, las dos con el amarillo de sus túnicas de Hufflepuff que más parecía marrón claro que amarillo, entre la sangre y los escombros y el... el agua.
—¿Está... LLOVIENDO?—dijo Saribaa, poniendo la mano, y los cuatro miramos hacia arriba.
Es que justo nos habíamos detenido donde no había techo. Sobre nosotros había un agujero enorme, y sobre ese agujero enorme habiá otro agujero enorme, y así hasta llegar al séptimo piso, y si mirabas bien, podías alcanzar a ver un cielo gris, y algún rayo silencioso, delgado como la pata de una araña.
Y antes de que pudiéramos responder, la densa llovizna nos golpeaba y nos inundaba la cara.
Lo primero que voy a decir es GRACIAS porque llevo tiempo escribiendo y reescribiendo esta historia y hasta ahora no había tenido indicios de que a nadie le haya interesado leerla. Publiqué hasta el capítulo 6 aproximadamente y quizás os parecerá tonto pero no tenía intención de publicar nada más, porque veía que los últimos capítulos no tenían lecturas y pensé, no sé...
Eso fue en 2021, pero recientemente he visto que el último capítulo publicado tiene nada menos que 14 lecturas, wow, y hay un follow de Diciembre de 2022, y he dicho... ¿Por qué no continuar? Quizás alguien le interesa saber como sigue. He reescrito unas cuantas cosas y hoy publico el séptimo.
Lo cierto es que me encanta esta historia. Me lo pasé muuuuuy bien la primera vez que la escribí, y sigo pasándomelo bien ahora. Como os he dicho, es un reto: Para mi y para vosotros. No es corta, hay muchos personajes, pasan cosas muy raras... Es una historia para atreverse. Como a Albus, y como a todo el mundo, a mi me cuesta atreverme a veces, y os invito a hacer lo mismo. ¿Aceptáis el viaje?
