SYD III

Era sábado al mediodía, desde la mañana el viento aparecía un poco más apacible que los días previos. La servidumbre estaba haciendo tareas diversas, desde podar los altos pinos que bordeaban el amplio terreno, retirar la nieve diariamente de los senderos principales, acicalaban los corceles, aseaban las caballerizas para retirar el estiércol y tratar que los malos olores propios de los desechos de los caballos no proliferaran aún más, igualmente fregaban ventanales por dentro y por fuera. Por todos lados había movimiento.

Los perros corrían por cada espacio, la movilización hacia que se inquietaran un poco. Nada que no pudiera calmarse con una caricia o colocarles alimento para que pudieran distraerse y permitir las labores.

Al interior era lo mismo, Syd por lo regular, trataba de mantener el orden, aunque también era cierto que poco le importaba el aspecto de su casa, puesto que trataba de no preocuparse más por esas pequeñeces. O bien, como ya se había mencionado, él buscaba alejarse de ese mundo en la medida que le fuera posible, y esa era una forma de hacerlo. Ahí, dentro de la mansión, también había un área específica en la que solía almacenar artículos que sus padres le traían desde Midgard. En ese espacio había pasado parte de la mañana junto a Rogue, quien había disfrutado de sobremanera acompañarle en ese sitio acomodando algunos de los objetos.

El lugar estaba perfectamente dispuesto en el ala oriente de su mansión, la luz natural que en muy contadas ocasiones se apreciaba en el cielo lograba penetrar bien para iluminar distintos rincones de ese espacio. Tenía ahí varios estantes y mesas en las que los artículos estaban perfectamente dispuestos para admirarlos de vez en cuando. Todas eran cosas que no se podían encontrar en Asgard. Desde libros, hasta artilugios como cámaras fotográficas, un telescopio que usaba cuando el cielo asgardiano lo permitía para observar las pocas estrellas que aparecían en el firmamento, una sinfonola, algunos vinilos en cuyas portadas se apreciaban hombres y mujeres con ropas que pudieran parecer extravagantes para cualquier habitante de esas tierras heladas. Casi nada de eso funcionaba, no porque estuvieran dañadas o descompuestas, sino que la mayoría de las cosas que tenía requerían electricidad, cosa que, en ese país, aún para su privilegiada familia, era un servicio inaccesible dada la falta de redes de cableado eléctrico. También tenía ahí un pequeño parlante en tono color azul, en él se leía la palabra "BOSE", sin ningún cable, junto a ese artefacto estaba otro muy delgado con una pantalla de cristal. Ella había estallado de alegría y emoción al darse cuenta de que la batería en ambos aún estaba cargada y podría disfrutar algo de música. Syd, aunque normalmente cuidaba esos obsequios de sus padres, no les encontraba ninguna utilidad para su vida cotidiana. Aún así la cantidad de cosas que había coleccionado desde que sus padres comenzaron a ir y venir de Midgard a Asgard era impresionante. Ni siquiera en Valhalla contaban con una colección tan grande de cosas venidas desde otras tierras.

Rogue no había perdido mucho el tiempo, mientras acomodaban un poco las cosas, aquí y allá, ya le había contado que había podido platicar con el hermano del que tanto le hablaba. Le había detallado todo con cierta emoción. Sin embargo, Syd creía que eso era porque ella siempre encontraba el lado positivo a las cosas. Él no era tan entusiasta, encontraba muchas trabas y problemas en todo aquello que ella le había dicho.

No sabía qué pensar, es decir, ¿qué lo habría hecho cambiar de idea?, ¿qué le iba a decir? Las interrogantes nuevamente asaltaron su mente.

¿Qué pasaría si en verdad Bud lo buscaba para hablar? ¿Tendría que decirle algo a sus padres? ¿Pediría su hermano una audiencia con ellos? No sabía qué decir ni qué hacer. Se sentía como un cobarde.

-Eso no es tu responsabilidad Syd. Deja ya de querer hacerte cargo de algo en lo que tú no tuviste que ver. Ellos deberán solucionarlo, no tu. – Su compañera le besó en la frente. - Por ahora hay otras cosas que debemos hacer.

Tienes razón. – cerró soltando un suspiro, caminó hacia la puerta. - Iré a la oficina, si quieres puedes continuar aquí. – Le dijo, tratando de cambiar el tema un poco.

Ella abrió los ojos ampliamente y lo vio con cierta ternura.

-No te preocupes, te sigo. Me llevaré uno de los libros que tienes aquí para leer mientras escucho la música hasta que se acabe la batería de la bocina o del reproductor. Los pondré bajito, para que puedas concéntrate. – Dijo y se acercó a uno de los estantes para sustraer un libro en cuyo lomo decía "La secta - Camilla Läckberg". Se trataba de una traducción al inglés que, por alguna razón, tenía una portada muy bella inscrita en runas, las cuales ella no entendía aún muy bien.

Ambos salieron de aquella sala, por todos lados iba y venía la gente. Tal pareciera que la noticia de la llegada de los padres hubiera puesto en acción a todos los sirvientes, como si de una suerte de inspección se fuera a tratar. Porque, aunque la propiedad ya era del dios guerrero, sus padres y su renombre siempre iban a distinguirse entre aquellos que habían sido sus empleados. La mayoría de ellos habían servido en su casa desde siempre, incluso antes de que sus progenitores dejaran esa propiedad. Otros, eran un grupo reducido de aldeanos recién contratados para hacer diversas tareas tanto dentro como fuera de la mansión.

Uno de éstos en particular, le había llamado la atención a Mizar desde hacía algún tiempo. Físicamente era un hombre de edad adulta, corpulento y barbado, cuyo cabello en tono marrón caía lacio sobre sus hombros. Había llegado a su mansión recomendado por la ama de llaves, con quien quizás tenía una relación cercana. El primer aspecto sugestivo era sin duda su nombre. Un aldeano como muchos otros en Asgard, sin educación formal aparente, llevaba por nombre Heracles. Resultaba curioso, dado que, viniendo de un estrato social bajo, era difícil que su familia conociera siquiera un poco de mitología griega como para saber exactamente el porqué de su nombre. También era llamativo el hecho de que, al igual que su referente mitológico, tuviera una fuerza física impresionante. Muy coincidente de hecho. Syd no dejaba de pensar si su familia le habría puesto realmente ese nombre o si era alguna suerte de seudónimo debido a su habilidad para los trabajos pesados. De cualquier manera, era extraño nuevamente por el hecho de que el vulgo asgardiano no siempre contaba con la educación necesaria para conocer esos temas.

Era un tipo extrovertido, el poco tiempo que llevaba laburando en su mansión había conseguido socializar con la mayor parte de los sirvientes. Aunque ese podría ser un aspecto positivo, había algo en su actitud despreocupada e incluso petulante sobre su fuerza que no le agradaba del todo al dios guerrero. Su comportamiento era a veces altanero, se notaba mucho su sobreesfuerzo por ser visto, admirado. Era un tipo sin mesuras y educación en lo general, aunque también muy buen trabajador. De hecho, algunos trabajos pesados dentro de los preparativos que estaba realizando desde hacía varios días, podrían haber llevado semanas si no hubiera sido por el apoyo de Heracles.

En general, no le gustaba su forma de ser, su falta de modales era notoria, no dejaba de parecerle un hombre corriente, en un mal sentido. Aunque le dolía ejercer un juicio tan sesgado por su situación de clase, no podía perder de vista su comportamiento sin prudencias.

La educación, usanzas y comportamientos del pueblo llano siempre eran temas sobre los que Syd tenía mucho cuidado y le causaban mucha inquietud. No dejaba de pensar qué clase de educación habría recibido su hermano, ¿sabría acaso leer y escribir? ¿Se portaría como ese tipo que le causaba tal aversión? Si bien nunca lo había visto comportarse así, como muchos otros aldeanos, incluido el aludido Heracles, también era cierto que había tenido muy pocas oportunidades de verlo interactuar con otras personas. ¿Acaso Bud se desenvolvía de la misma forma… vulgar? Le costaba imaginarlo así. Pero eso sólo le incrementaba aún más el sentimiento de culpa por juzgar a su sirviente en función de su estrato social y su conducta. No podría soportar que alguien como él juzgara a su hermano con la misma rigurosidad que él lo hacía aquel hombre.

Desde hacía algunas horas Syd ya se encontraba en su despacho atendiendo aún los libros contables que tenía que presentarle a su padre en pocos días. Rogue estaba ahí también leyendo su libro, sentada apaciblemente en un sofá negro de ante, meciendo uno de sus pies al ritmo suave de la música que apenas se percibía. La puerta de la estancia sonó, Syd entonces levantó la vista de su texto.

-Adelante.-

Una de las mucamas hizo una ligera reverencia y dijo:

-Buenas tardes joven Syd. -Titubeó un poco y continuó: -Varios de nosotros hemos estado conversando sobre temas relacionados a la aldea y queríamos tratarlos directamente con usted.

Mizar y la chica del cabello castaño observaron fijamente a la mucama en señal de extrañeza.

-Heracles es quien quiere explicarle mejor el asunto y yo he venido a pedirle si lo puede recibir.

-Claro que sí. - Dijo Syd sin mucho reparo. -Dígale que puede presentarse ahora y explicarme aquello de lo que han hablado todos ustedes.

-Gracias. – La chica hizo nuevamente una reverencia y se retiró de la oficina.

-¿De qué se tratará?- Preguntó Rogue recelosa.

-Sinceramente no lo sé, no me da una buena impresión. Será cuestión de escuchar. – Cerró el dios guerrero.

Poco tiempo después volvieron a llamar a la puerta. Syd se puso de pie y se acercó para abrirla. Ahí estaba, ese personaje muy corpulento, incluso más alto que él, -no tanto como Thor. Le recordaba un poco en tamaño y complexión al santo dorado de Tauro, con quien se había enfrentado cuando inició la lucha contra Athena y el Santuario.

-Adelante, Heracles. Toma asiento. -Comentó haciéndole una seña para que se sentara en la silla frente a su escritorio, mientras él rodeaba la mesa para sentarse inquisitivo en su lugar habitual. – Y bien, ¿De qué se trata todo? Cuéntame, por favor.

-Tus sirvientes tienen miedo por las recientes desapariciones que han ocurrido entre los habitantes de la aldea. Yo he estado en algunas reuniones importantes cerca del centro del pueblo, ahí suele comentarse que construir un coliseo puede ayudarnos a entrenarnos para cuidarnos entre nosotros. Yo apoyo esa idea y varios de los chicos aquí también.

Syd arqueó una de sus cejas como tratando de indagar qué quería, inspeccionándolo al mismo tiempo.

Se había dirigido a él de una forma muy igualada y prepotente desde el inicio. Aunque había revelado como dato importante el tema de las juntas en el centro del pueblo. Esto podría colaborar para investigar quiénes eran los fustigadores, pensó Mizar para sus adentros.

Entonces Heracles continuó:

-Debe ser pronto, antes de que la gente siga perdiéndose. En las juntas se ha sugerido que, ante las negativas del gobierno, deberíamos pedir ayuda a aquellas familias a quienes servimos.

- ¿Sugieres que debería darles alguna clase de apoyo monetario para construir un elefante blanco? – Interrumpió Mizar, al tiempo que entrelazaba los dedos de sus manos frente a su cara y le clavaba fijamente esos ojos color ámbar muy característicos. -Lamento decirte que no es posible.

-Pe… pero ¿Por qué?

-Es simple. No creo que una construcción así ayude a reducir el número de gente desaparecida, al contrario, va a incentivar la violencia en estos tiempos que son tempestuosos para nuestra gente. Además, sitios para entrenar hay muchos en Asgard. Los parajes mismos que se extienden a lo largo y ancho de nuestro país han servido para entrenar a nuestros guerreros de elite.

Nosotros, los dioses guerreros jamás requerimos un espacio así, ni mucho menos hay registro en toda la historia de nuestros pueblos vikingos de haber requerido un coliseo. Nuestro pueblo ha sido diestro para el combate desde tiempos remotos, tanto que incluso nuestros dominios se extendieron por toda Europa. Invertir en ello es una empresa que costará mucho mantener y que con seguridad no traerá beneficios, su utilidad será nula.

Heracles apretó los dientes en señal de molestia.

-Lo siento, no puedo contribuir con esa causa. -Concluyó Syd en tono sereno.

-Entiendo. -Su interlocutor frunció el ceño y se levantó de su silla un tanto enfadado. -Tendré que comunicarle tu decisión al resto de tus sirvientes. Con permiso. - Hizo una leve pero forzada reverencia y salió de la oficina.

-Eso me sonó como una amenaza. -Dijo la compañera de Syd sorprendida.

-Un intento de manipulación sin duda. Cree que al decirle al resto de la servidumbre conseguirá ejercer presión hacia mi persona. Sin embargo, creo que él, indirectamente puede darnos más pistas sobre las últimas inquietudes entre la gente del pueblo.

Casi de manera inmediata alguien llamó nuevamente fuera de la estancia. Esta ocasión se trataba del mayordomo, aquel que usualmente entregaba los recados, cartas y daba los avisos de quienes querían entrevistarse con el dios guerrero de Zeta.

-Joven Syd, disculpe que lo moleste. He traído una orden que ha sido enviada por la guardia real, desde el palacio Valhalla.- Le dijo al tiempo que le extendía un sobre con la mano derecha. Syd tomó el papel entre sus dedos.

-Gracias, puede retirarse. – El mayordomo hizo la acostumbrada reverencia y se dio la vuelta para continuar con su trabajo.

Mizar por su parte abrió el recado. Básicamente se trataba de una serie de instrucciones. La señorita Hilda, soberana de Asgard, solicitaba la presencia de los dioses guerreros desde la mañana del domingo, para que colaboraran con ella en la organización y presentación de la oración mensual ante el pueblo.

-Necesito ir al palacio, lo mejor será asistir desde hoy, por si algo se requiere allá. ¿Podrías quedarte aquí para supervisar las tareas? – Se giró para ver a la chica del cabello castaño.

-Claro que sí, no te preocupes de más, aquí estará todo bajo control. Pero ¿De qué se trata?

-Mañana se presentará la señorita Hilda ante el pueblo, como es habitual. Pero esta vez necesita que nosotros estemos ahí, haremos varias labores. Antes que ella se presente haremos acto de presencia frente al gran altar de Odín, supongo que esto es para tratar de organizar y apaciguar a los aldeanos. Después deberemos acompañarla el resto del evento, tras el púlpito de oración. Se trata de un mensaje simbólico, en donde nosotros reforzaremos la idea de orden y control del gobierno con nuestra asistencia ahí.

También será una buena oportunidad para ver a Siegfried y charlar con él. – Explicó el muchacho. – Volveré pronto. -Concluyó, le dirigió una sonrisa a la chica y se acercó para besarla para después salir de la habitación.

Cuando salió al jardín de su mansión para emprender su camino a Valhalla, lo vio. Ahí estaba el tal Heracles, cargando algunos costales de heno y llevándolos a las caballerizas junto con otros trabajadores. Se mostraba muy risueño, platicador y bromista con quienes le acompañaban. Hasta que cruzó su mirada con Mizar. Él sólo asintió como una señal de que podía seguir con su trabajo. Aunque notó que, sin dudas, el semblante del Heracles cambió drásticamente al verlo. Ese tipo era todo un tema, debería tener más cuidado con él, así como prestar un poco más de atención a las conversaciones entre sus sirvientes.