Ella me hacía desear un futuro que hacía casi un siglo ni siquiera me había planteado.

Me hacía desear las cosas triviales, como verdaderos ritos de transición, por los que deseaba que transcurriera nuestra relación.

Porque si bien nunca se había puesto sobre la mesa, yo ya no podría verlo de otra manera.

Ella era el lugar seguro al que yo volvía siempre, deseoso de tomar lo que quisiera darme, deseoso de alimentarme ella, ya no en un sentido literal, aunque el ardor nunca se iba, sino en uno más íntimo, en llenar mis días de la sensación plena que me daba su presencia. Pensaba en ella cuando en la radio captaba alguna melosa canción pop de moda, porque a pesar de que los acordes sencillos no me recordaban en nada a lo sobrecogedor de mis sensaciones alrededor de ella, si lo era así letra de muchas de ellas.

Sencillo deseo de pertenecer y de sentir el calor del amor de ella.

Por eso cuando vi en el calendario la fecha, y capte que esa temporada del año , que siempre me había parecido tan predecible y monótona, note con mas profundidad el cambio en mi mismo, al desear sorprenderla con flores y regalos. Desee caer en todas las trampas de mercadotecnia del 14 de febrero con ella. Al desear pasar con ella ese dia y por fin entender la felicidad de poder dedicarle un dia abiertamente a mi deseo de complacerla.

A mi deseo de tenerla a mi lado.

Sabía que no apreciaría que lo hiciera en la escuela.

Pero llámenme necio, quizá hasta neandertal.

Pero quería darle un detalle, uno que se viera.

Uno que vieran todos a su alrededor.

Que nadie supiera su procedencia de así ser necesario.

Pero que todos vieran que ella era adorada.

Deje la idea descansar, porque sabía que quizá eso la enojaría y lejos de ganarme una noche de placeres me ganaría un cuarto vacío y una cama fría de ausencia. Así que puse el plan detrás de mi cabeza y me concentre en la que sabía que ella apreciaría.

En el fondo, porque lo más probable es que igual alegara lo innecesario del asunto.

Esperaba esa pelea. Porque había entendido que su mirada de anhelo y esa esquina su boca que se alzaba discretamente al tratar de esconder su sonrisa era lo que me pagaba con creces el esfuerzo.

Ella había empezado a dejar sus viejas reservas. Infundadas reservas, por cierto.

No sabía quien la había condicionado a pensar que el más mínimo esfuerzo para demostrarle aprecio era incluso demasiado para ella. Pero había algo de eso que estaba logrando, con exasperante lentitud, que dejara ir.

Aceptando lo pequeños detalles que me permitía hacerle. Aunque no sin dar cierta pelea.

Incluso, debo admitir, que su reticencia a recibir muestras de afecto me había hecho entender bastante bien el comportamiento de algunas adolescentes que antes había catalogado necesitadas e inseguras, porque ahora me sentía como una de ellas.

Así que decidí que quizá repetir nuestra escapada a Seattle, pero en otra locación fuera un buen inicio para San Valentín con ella. Donde podíamos ser solo dos adolescentes deseosos el uno del otro. Fuimos a Olympia por el fin de semana, yo había dejado atrás a mi familia que había ido a cazar a las montañas, aprovechando el aparente buen clima y sabiendo que en la capital del estado seguiría su usual cielo cerrado. Así que había llevado a mi linda chica a un fin de semana entre los paseos marítimos y calles adoquinadas.

Entendía el concepto de ser discretos, entendía la importancia de lo mismo. Pero era un maldito adolescente enamorado de su primera novia. Quería presumirlo. Quería presumir que la mujer que yo veía como lo más bello de mi vida deseaba estar tomada de mi mano. Así que cuando, paseando por el puerto de Olympia, que de repente se atiborro con personas que ni ella ni yo habíamos nunca en la vida, según la indiferencia de todos antes nosotros y sus pensamientos distantes. Tome su mano y trate de atraerla hacia mí. Como un gesto casi automático, mientras veíamos los botes atracados en la orilla del muelle.

Pero ella no pareció cómoda con la idea. Poniendo resistencia con su cuerpo tenso y retirando discretamente su mano de la mía.

Respete su deseo, sintiendo un trago amargo de hiel bajando por mi garganta, con una intensidad que incluso a mí me sorprendió.

El rechazo.

Nunca lo había vivido en carne propia, lo había visto, en persona y en la mente de quien lo había sufrido.

Y ahora podía compadecerlos, porque la combinación de sensaciones resultantes era sin duda… insultante.

Sabía bien que no había una intención de ofenderme, que eran sus viejas costumbres jugando pasada.

Pero, a la mierda. Ella se derretía conmigo en la cama. ¿Por qué no podía mostrarle a un par de extraños un pequeño gesto de afecto hacia mí?

Traté de limitar mi dramatismo y solté su mano y mantuve cierta distancia de ella mientras seguíamos paseando. Ella menciono el tema cuando volvimos a la habitación del bednbreakfast que había reservado, con la cabeza baja y los ojos tímidos. Busco mi mano en la intimidad de la habitación y se la llevo a la mejilla inclinándose contra ella. Jamás podría negarme a ella, pero cuando lo ponía tan condenadamente difícil era incluso fácil olvidarse de mi anterior indignación.

Trate de no dárselo tan fácil, sin embargo. Porque necesitaba saberlo. Necesitaba saber si esto era algo entre nosotros y 4 paredes. Porque había entendido que eso no era lo que yo iba a tomar. Pero también sabía que yo había propiciado esa idea. Y que por lo tanto no tenía derecho a ser abiertamente hostil ante lo indignado que me sentía.

Pero estaba congelado en mi lugar de dar pie a esa conversación. La perspectiva de que ella se alejara de mi por mi admisión me aterrorizaba, pero también entendía ahora que eso no me iba a detener de tratar de convencerla de lo contrario. Tenía todo el tiempo del mundo para eso, y recursos más bien ilimitados de los cuales ostentar, incluso aunque ella no estuviera abiertamente interesada en eso.

Pero su mano en la mía y su mirada tímida me dijeron que mi insulto era inmerecido. Puse una mano detrás de su cabeza y la acerqué a mí, separando nuestras manos unidas para abrazarla por detrás de la cintura y trayéndola hacia mi cuerpo, sus brazos cálidos me envolvieron y sentí que entraba en mi hogar.

Tomo aire como si quisiera comezar a hablar y se mostro dubitativa antes de hacerlo.

Ella no sabía que yo la había perdonado el primer toque.

-Exagere las cosas – le dije antes de que ella juntara el aire para comenzar a hablar de nuevo. Quería su cariño y quería poder presumirlo. Pero no iba a manipular eso.

-Si lo quiero Edward- me dijo con voz tranquila, pero con un tono entre amargo y compungido- quiero tomar tu mano y hacer lo que todos hacen, pero tengo miedo.

Miedo.

-¿miedo de que Bella? – me separe de ella un poco para ver su rostro, se veía tranquila, pero sus ojos decían mas que eso.

-Miedo de que me separen de ti. - termino de decir eso y enterró su cara en mi pecho. Sentí que su manera de zanjar el tema. Y decidí dejarlo ahí por lo momento. Porque ya había arruinado nuestra tarde y aun quería llevarla a cenar y pasar una buena noche para ambos. Porque el tiempo era muy corto en comparación a lo que yo deseaba y aunque sabía que era algo de lo que necesitábamos hablar, no era momento de mortificarla mas aun. Tendríamos tiempo de aclarar todo eso.

O eso era lo que yo pensaba en ese momento.

Así que me abrí ante ella, envalentonado por su admisión, le mostré mi corazón esperando que lo tomara.

-Nada me separaría de ti Bella. – vi sus ojos anhelantes, le sonreí y me incliné para darle un beso apenas separando sus labios. Cuando me separe de ella mire sus mejillas color escalarta, cerro sus ojos y lo mantuvo así, pero sujete su rostro levantándolo hasta que abrió los ojos y miro con sus infinitas orbes color ébano en las mías.- te amo Bella, encontraste mi corazón y lo reviviste- y ella no tenía idea de lo muy literal que era esta afirmación, vi sus pupilas expandirse y la emoción pintar su rostro, mi rostro imito el suyo con una sonrisa tonta.- lo único que me va a hacer alejarme de ti seria que tu me lo pidieras, mi vida.

Ella me tomo por sorpresa, porque a pesar de mi declaración de amor, se separó de mi abrazo y comenzó a desvestirme.

-¿Qué haces? – pregunte, sin poder esconder la diversión en mi voz.

-Cállate – me contesto con la sombra de una sonrisa en su tono. No había lujuria en su toque, solo la que provocaba en mí, se veía decidida y no paro hasta dejarme en mi ropa interior y pedirme que me sentara contra el cabecero de la cama. Hiso lo mismo con su ropa, la vi basilar al momento de decidir si quitarse el brassier o no, pero volteo a verme y al notar mi mirada sumamente interesada en ver esa prendar caer, pareció decidirse a dejarla, para mi completo desagrado. Ella trepo por la cama, hasta quedar a horcajadas sobre mi regazo. Al quedar en tan favorable posición, tome su cintura y la acerque más a mí, hasta que su pecho choco con el mío y al encontrarse sentada sobre sus piernas dobladas sus senos quedaban a la altura de mi rostro, así que cuando me rodeo con los brazos por encima de los hombros, felizmente recargue mi rostro entre sus pechos. Sintiendo la suave y turgente carne bajo de mi nariz, pómulos y labios. Su abrazo no se sentía en si mismo sexual. Lo que provoca en mi sin duda lo era. Pero había desesperación en la manera en la que me tomaba entre sus brazos, como si quisiera que la mayor cantidad de piel estuviera en contacto entre los dos.

-Mi vida. – la llame después de un rato, yo estaba en una mezcla de emociones, sintiendo la calidez y la desesperación emanando de cada poro de su piel, con sus delgados brazos aferrándose a mi como jamás lo había hecho, queriendo consolarla sin entender si el flujo de su desesperación venia desde mi confesión o desde sus propios sentimientos. Y por otro lado estaba mi punzante erección entre medio de nosotros, apenas atrapada en mis boxers, sintiendo como emanaba calor desde su centro. - Mi cielo, no pasa nada- estiré mi cuello sacando mi rostro de su perfecto escondite y subí por su cuello y el costado de su rostro acariciando la piel con mis labios. No sabía cuánto tiempo iba a dejarme tener ese tipo de cuidados con ella, disfrute el apelativo de cariño mientras salió de mis labios, porque había querido decírselo por mucho tiempo, pero nunca me había atrevido. Quizá tenía poco tiempo restante, lo iba a aprovechar. Cuando me ubiqué en su ojos vi sus oscuras orbes enternecidas y brillantes, que miraban al fondo de los míos, con comprensión y duda a la vez. Evite tener expectativas, porque la decepción me mataría.

Su silencio, por otro lado, era un dolor lento y frio, que venía desde lo profundo de mi pecho, pero que no alcanzaba a llegar a mi piel, que aun tocaba la suya, que aun sentía el calor que le robaba. Así que moví mi rostro nuevamente, queriendo ocultarlo sobre la curva de su cuello, esperando mi momento de desalojo junto a su esencia y el ritmo de su corazón. Me dio unos minutos más. Tal vez fue más tiempo, porque sentí como corrió sus manos por mi cabello y como me tarareaba cosas al oído, quizá yo estaba temblando, quizá estaba aferrado a ella como a un salvavidas en medio del mar. Como me iba a ahogar cuando me pidiera que la soltara y la dejara ir. Me pregunte si aún había tiempo de cambiar mi versión, de agregar cosas a mi anterior comentario, así mi necesidad no terminaría de espantarla, no pasaba nada, yo podía amarla y esto podía ser un juego de un solo jugador, mientras ella me permitiera seguir a su lado. Por una cantidad de tiempo que mi mente no registro con claridad, me dejo mantenerme aferrado a su lado, sentir su calor y su pulso, llenarme de su esencia y grabar el roce de su piel en la mía, agradecí en silencio su arranque de desnudarnos a medias. Porque necesitaba el consuelo de su piel de alabastro. Pensé que ganarme más tiempo a mí mismo cuando sus manos empezaron a subir por mi cuello hasta los costados de mi rostro, venia lo inevitable, pero no lo quería saber. Pensé en llevar mis manos a los lugares que sabía que la provocaban, que sabía que la distraerían. Pero me descubrí a mí mismo no queriéndolo de esa forma. No por desesperación, no por lujuria. Ya lo habíamos tenido, ya lo habíamos disfrutado de esa forma.

Así que cuando sentí la leve presión que ejercieron sus manos en mi rostro, cedi, levanté mi cara y abrí mis ojos para toparme con los suyos y su sonrisa clara.

-Si lo digo Edward, vas a desaparecer- su sonrisa adquirió un tinte triste pero no dejo su rostro

Quizá la claridad ya había abandonado mi mente desde mucho antes de este momento, porque me costó un segundo entender a que se refería, cuando por fin una luz abrió momentáneamente camino en mi cerebro, sentí como si algo se moviera desde mi estomago hasta mi pecho y no pude sino estallar en una sonrisa y una risa que sonó medio como un llanto. Tome su rostro y acerque su frente a la mía y ella imito mi acariciando mis mejillas con sus pulgares

-Te prometo no desaparecer – le urgí. Quería oírlo, realmente lo necesitaba, estaba mal presionar, estaba mal rogarle, lo sabía, pero el dolor que se había alojado tanto tiempo en mi pecho, necesitaba ese bálsamo.

-¿Por qué lo dudas? – me respondió.

No sabía cómo comenzar a explicárselo, porque no quería reclamarle nada, ni su distancia, ni el secreto, yo tampoco podía presumir de haber sido claro desde el principio.

Interrumpió mi tren de autocompasión separado su rostro del mío, pero siguió acariciando mis mejillas y frente con sus manos. Luchaba con las palabras, podía verla tomar aire para hablar, saboree la sensación de sus caricias y me concentre en los puntos en los que su cuerpo tocaba el mi para poder calmar el mar de olas que sentía de movía dentro de mi pecho.

-Te amo- le repetí -estoy para ti mientras me quieras cerca mi amor- le dije viendo directo a sus pupilas. - y cuando dejes de hacerlo, te encontraría donde me necesitaras con una palabra de tus labios.

No quiero que te vayas nunca- y sello su declaración contra mis labios, con fuerza, sin embargo, con una urgencia que se sentí forzada. Sentí sus manos deslizarse por mi pecho, conociendo mi cuerpo y mis reacciones, buscando despertar en mi lo que ella sabía que me volvía loco, me reí sobre su insistente boca. Pase mis brazos por detrás de su cintura y la abrace a mí, cambiándonos de posición en la cama, volteándonos en el centro con cuidado, poniéndome encima de ella sin dejarla sentir mi peso, sin realmente hacer contacto con su piel. Rompí el beso, porque sabía que ella lograría lo que se proponía, y si dejaba pasar este momento, quizá no tuviéramos otro pronto.

-No vayas tan rápido, tramposa- tubo la descendía de sonreír culpablemente- Quiero que conozcas a mi familia – le solté de un solo movimiento- quiero recogerte en tu casa en la mañana Bella y llevarte de regreso cada noche, quiero que me tomes de la mano y poder darte un beso sin tener que esconderme de cualquier hijo de vecino, estoy dispuesto a hablar con quien tome y hacerle cara a quien sea en esa casa de acogida tuya, que parezca que no desea verte feliz.

-Son muchas cosas – me dijo haciéndose la graciosa- ¿no quieres empezar con unas mas sencillas?

Su tono trataba de ser despreocupado pero su voz tembló al final de la oración.

-Si – le dijo, causando que su rostro se elevara, como buscando darme algo a cambio- Quiero presentarte a mi familia.

Varias emociones indescifrables pasaron por su rostro, y luego vino la declaración que eventualmente sabíamos que alguien iba a tener que decir en voz alta-

-¿Ellos saben que sales con una humana?

Me quede callado, porque era una cosa imaginar como seria esta platica en mi mente y otra muy diferente oír de sus labios que conocía más allá de mi aparente naturaleza.

-Tendrán que saberlo – le conteste sin realmente decir nada, porque no había nada más que decir. Todos ellos habrían conocido a sus respectivas parejas como humanos, de no ser porque estaban al filo de la muerte.

-Edward- me advirtió, tome su mano y me la lleve a los labios. Sintiendo el pulso en sus capilares contra mis labios. Me extendí un buen rato con mi su mano sobre mis labios, sintiendo su calor, respirando su aroma, dejando que el fuego de su esencia bajara por mi garganta.

No sabía que decirle en realidad, el hecho era que la quería en mi vida de manera permanente, la quería para mí.

Pero quizá ella no entendiera este intercambio de igual manera, ni siquiera podía nombrar la emoción que sentía hacia mí. Ella como la criatura etérea que era percibió mi duda dentro de mi silencio.

-Ellos van a mandarme lejos si se enteran de nosotros. – su mirada hacia la ventana en el otro extremo de la habitación donde la luz de la farola en la calle apenas debió de haber sido una ayuda para su visión nocturna, sin embargo, su rostro tenso se notaba angustiado.

-Ellos van a enojarse conmigo Bella- en la posición en la que estábamos, baje su rostro acunando su mejilla con mi palma y besando apenas sus labios.

-Sin despegar frente de la mía, trajo sus manos a acariciar los costados de mi cara, sintiéndose como caricias de las alas de una mariposa.

-No – dijo suavemente – tu familia podrá enojarse contigo, pero las personas a mi cargo – y ante esa mención su expresión se tornó oscura- ellos van a mandarme lejos, ellos no van a ver esto como algo bueno.

-Vamos Bella- le dije con tono juguetón. - para lo que ellos saben de mí y mi familia, no soy tan mal partido.

Sonrió viéndome a los ojos, con sus profundos ojos marrones viéndome con ternura.

-Claro que no lo eres. – hablo acercando su rostro al mío- nunca podría haber encontrado a nadie mejor.

Ella dio por terminado nuestra pequeña discusión besándome con ganas, como sabía qué hacía comenzar todo dentro de mí. Deje el tema ahí por un momento, porque sabía que era presionar demasiado y porque estaba ardiendo por dentro. Mi deseo me había vuelto ansioso y codicioso de más, y supuse que eso no sería un buen motor si quería convencerla de dejarme entrar mas en su vida.

Ella se sentía diferente, sin embargo, todas las ansias frenéticas que antes sentía viniendo se sus manos estaban más apagadas, no el deseo o la necesidad, sino el miedo, la incertidumbre.

Sus labios eran intensos, pero no demandantes sobre los míos, sus manos curiosas eran gentiles y cálidas, no había ansiedad en su toque. Nos quedamos en la misma posición que estábamos antes, que me permitió quitar la ropa que aun estorbaba, hasta que ambos estuvimos expuestos ante el otro.

Sabía que la noche era fría y que mi cuerpo no era ningún consuelo para ella, pero el ligero temblor de Bella parecía no tener que ver con el clima o con mi temperatura. Sus manos trémulas no me dejaron apartarme de ella en ningún momento y me urgió a entrar en su cuerpo abrazándome con sus largas piernas.

Me rodee de cálido cielo y deje salir mi deleite en un suspiro que ella imito con un gemido bajo. No rompí el contacto de nuestra mirada sintiendo como si me estuviera dando a través de sus ojos un camino de entrada hasta lo más recóndito de su mente. nos movimos lentamente, probando el cambio, probando la sensación de lo que ahora significaba esto para nosotros.

Siempre había sido más que un solo acto de placer, pero mi mente terca y corta de entendimiento no alcanzaba a entender lo inmenso de la unión entre nosotros antes. Quizá ella siempre lo supo.

Quería sentir lo más que pudiera de su piel contra la mía. Necesitaba el éxtasis de esto tanto como el contacto.

Quizá ella también, porque nunca dejo de rodearme con sus piernas, sus manos nunca dejaron mi rostro o mi cuello, sus labios buscaban los míos, o detenía sus gemidos en mi cuello.

Entre más me acercaba al borde, entre más veía hacia el abismo al que ella me llevaba, me daba cuenta de cuando perdido estaba. De cuan enamorado estaba, de cuanto me mataba la incertidumbre. La ansiedad creció en mi tanto como el placer. La inseguridad volviéndome más desesperado, cambiando las declaraciones de amor susurradas por gemidos graves, la cadencia lenta y profunda por movimientos irregulares.

Hasta que ella me paro tomando mi rostro y separándome del ángulo de su cuello. Obligándome a mirarla, con la más mínima de las presiones sobre mi cara.

Me detuve en seco, asustado de haberla lastimado con mi ritmo frenético. Desde este momento sintiéndome molesto conmigo por haber sido tan descuidado.

Me separe de su cuerpo extrañando el contacto de inmediato, pero ella me leyó como un libro y antes de que pudiera separarme de ella por completo, tomo mi antebrazo y me detuvo.

-Estoy bien – me dijo- más que bien- añadió con una sonrisa traviesa.

Sin duda mi cara de preocupación le causo más risa. Y me empujo con sus manos, guiándome hasta recolocarme a su placer en la cama, sentado, con la espalda pegada al cabecero. Se sentó a horcajadas sobre mí, dejándose caer sobre mi verga lentamente, su rostro reflejando el lento disfrute mientras se empalaba asi misma hasta el fondo.

Siseé al sentir la profundidad a la que llegaba en ella con esta posición. Empezó a moverse lentamente, apoyándose en mis hombros, con su delgado cuerpo presumiéndose frente a mí, puse mis manos en su plano abdomen admirando como parecía que la única grasa su cuerpo se había acomodado perfectamente en sus pechos que se balanceaban frente a mi rostro.

Ella lanzo un suspiro ronco desde el fondo de su garganta que por poco me lanza sobre la borda.

Habíamos hecho esto antes, pero siempre era yo el que llevaba el ritmo. Estar a su merced era nuevo y totalmente excitante. Verla satisfacerse conmigo era igual de satisfactorio que ver su placer pasivo ante mis movimientos.

Quizá hasta más.

Jugo conmigo a su antojo, llevándome y trayéndome del borde subiendo y bajando el ritmo de sus movimientos, gimiendo de placer para que yo pudiera escucharla, como había aprendido que me encantaba. Dándose placer a su antojo. No me había dado cuenta cuando se había vuelto tan experta en leer mi cuerpo, mis expresiones.

Sin duda alguna ella sabía más de mí de lo que yo pensaba.

Cuando se había vuelto demasiado, la tome de la cintura, queriendo marcar un ritmo diferente, pero ella me detuvo en el instante, tomando mis manos por las muñecas, y empujándolas contra mi pecho, manteniéndolas encerradas en sus pequeñas manos, usándolas como un apoyo para ir más rápido, comenzó a mover sus caderas en círculos al bajar y rosar contra las mías, acercándome cada vez más a mi liberación, se sentía como demasiado y a la vez me faltaba algo.

-Dímelo Edward- me rogo con voz estrangulada sin dejar de moverse arriba y debajo de mi pene.

Me costó un momento enfocarme en el signicado de sus palabras, con mi mente nublada por el placer.

-Dímelo Edward, quiero escucharlo.

Sabía lo que me estaba pidiendo, la urgencia de sus movimientos, su corazón batiendo como alas de colibrí, el apremiante deseo de contacto que nos tenía anhelando más contacto.

-Te amo Bella- le dije claro, sin cristales empañando mi declaración.

Ella lanzo su cabeza hacia atrás, viéndose más erótica que nunca en la vida, nunca dejando de moverse, con sus manos aun firmes en mis muñecas y su agudo gemido resonando en la habitación.

No necesite más.

Imite su placer al momento. Soltando mis manos de las suyas y tomándola por la cintura para acercarla a mí, enterrando mi rostro entre sus preciosos pechos. Escuchando en primer plano su corazón vuelto loco y su respiración irregular, sintiendo su piel húmeda y salada, turgente bajo mis labios, cuando recupere un poco el sentido comencé a besar de manera queda el lienzo de seda bajo mis labios.

Eventualmente ella regreso a su cuerpo, rodeándome con los brazos sobre los hombros, su corazón volviendo a encontrar su ritmo.

-Eso fue fantástico mi vida- le dije dejando colar la felicidad en mi voz.

Ella no respondió pero bajo su cabeza a la mía y me beso en aceptación, con una sonrisa adornando su rostro. No dejo el beso, enredando sus manos en mi cabello acariciándome a través de ese gesto. Aun dentro de ella, debió de sentir el efecto que tenía sobre mí, porque negó con la cabeza divertida y corto el beso, levantándose ligeramente, haciéndome salir de dentro de ella. Se rio de mi gesto de inconformidad.

Se hecho de espalda sobre la cama, levándome con ella. sintiendo su cuerpo laxo tras nuestras actividades, nos acomode de modo que su espalda quedara pegada a mi pecho, con mis brazos asegurándola contra mi sobre nuestro costado.

Nunca hacíamos nada tan mundano como esto, usualmente no había tiempo de relajarnos en la cama solo con el contacto del otro.

Sentí su respiración acompasarse y sus músculos perder tensión y supe que se había dormido. Me quede ahí junto a ella, imitando las reacciones en su cuerpo sin esperar el descanso, pero disfrutando del contacto.

No conté las horas, quizá minutos en los que ´dormimos´ juntos.

Siempre era insuficiente el tiempo de cualquier manera, estaba bien entrada la noche cuando ella se volteo en mis brazos y restregó su rostro en mi pecho quitándose el adormilamiento.

-Nunca duermes- dijo sin ninguna sorpresa.

-No – le di la razón.

-¿Alguna vez descansas? – me preguntado rodeándome con sus brazos.

Me rodee, poniendo mi espalda plana sobre la cama, ella acomodándose sobre mi de modo de poder mirar mi rostro, con su barbilla recargada en mi pecho y una de sus piernas acomodándose entre las mías. Rosando mi ingle en el camino, sintiendo la dureza en mí. –

-Una parte de ti pareciera que jamás lo hiciera- se rio de mí.

-No desde que te conozco, parece que siempre estoy atento- le conteste sin pena alguna. Acercándome a sus labios.

Me respondió el beso, pero no me dejo profundizarlo, separándose de mi al poco tiempo.

-Enserio- insistió con sus ojos inquisitivos viéndose preocupados- no hay nunca…. reposo o inconciencia?

-Nunca, lo más cercano que he tenido al sueño en mucho tiempo es cuando estoy contigo cuando duermes.

-Debe de ser aburridísimo entonces- me contesto arrugando su ceño.

-No hay nada más lejos de eso- me vio con interrogante, pero no sabía cómo comenzar a expresarle la paz que me causaba cuidar su sueño, el consuelo que me causaba robar su calor y sentirla relajarse contra mí, como si no fuera yo la causa principal de su peligro contante.

Me encogí de hombros, querer revelarme a mí mismo más en este momento.

Recargo su cabeza contra mi pecho, rodeándome con su brazo, sin darle más importancia al tema, en lo que su estómago hizo un ruido escandaloso que hasta un humano distraído hubiera escuchado, delatándola. Su cara de mortificación fue tal que ni toda mi caballerosidad pudo evitar que mi riera de la situación. Ella se levantó de mi dándome un manotazo en el abdomen, para posteriormente frotarse la mano. Tome su mano acariciándole en la mía, levándola a mis labios para darle un casto beso.

-Vamos a buscarte algo de comer- le di la espalda mientras buscaba mi ropa sobre el piso, queriendo darle privacidad mientras ella hacia lo propio juntando su ropa y aprovechando de pasada el espejo de mi lado de la cama que me dejo verla caminando en toda su desnudes inadvertida hacia el baño.

Era tarde cuando salimos al muelle, pero logramos encontrar un puesto de hotdogs que se veía lo suficientemente decente para que yo no insistiera por buscar algo más. Ella parecía encantada, sin embargo. Le compre uno y una soda chica y para mi alegría los recibió con gusto del cocinero sin tratar ni una sola vez de pagarlos. Ella usaba pantalones de mezclilla y zapatos cerrados, sobre ellos una chamarra de buen grosor para la noche fría de Olimpia, con la brisa del mar probablemente era la mejor elección. Pero mientras caminábamos por el muelle casi desierto, apenas alumbrado por la luz de unas antiguas, pero bien cuidadas farolas, desee llevarla a otro muelle, a otra playa, donde pudiera verla usando un vestido solero, donde su piel cambiara de color bajo el sol.

Termino su cena y tomo mi mano, el gesto no me pasó desapercibido, pero no dijo nada, aunque seguramente no pude ocultar en lo más mínimo la sonrisa. Nos condujo hacia el barandal del muelle, asomándose sobre la orilla, viendo los perezosos lobos marinos dormidos sobre las rocas y las olas romper contra la rocosa playa.

Se inclino tanto que sus pies de despegaron del suelo y se balanceo hacia adelante sobre el barandal.

-Te vas a caer – le dije entre riendo y regañándola, porque no había posibilidad que ella se callera mientras yo estuviera cerca.

Pero de igual manera la levante para para sentarla sobre el barandal de madera de forma que tuviera una mejor vista.

Me encantaba verla maravillarse de cosas pequeñas, la playa era apenas iluminada por las farolas del muelle, pero el sonido de las olas del mar rompiendo y el ambiente cargado de olor a sal era relajante.

Eventualmente ella se volteo sobre sí misma, viéndome de frente. Dándome lugar para acomodarme en entre sus piernas entre abiertas. Puso sus manos en mis hombros y las subió por mi cuello, al mismo tiempo bajando su rostro hacia mis labios, dejando en ellos un beso dulce, feliz. Que me hizo responderle con una sonrisa tonta, sintiendo completamente tras de nosotros los eventos de la tarde.

-Lo hago- me dijo viendo con sus ojos cálidos y suaves.

A pesar de que su declaración e tomo desprevenido, sabia completamente a que se refería. Pero necesitaba oírlo, porque eso cambiaria todo y daría sentido al infierno que se iba a levantar sobre nosotros después de esta noche. Cuando le dijera a mi familia sobre nosotros y por fin me presentara en su casa.

Me vio con reproche, pero sin perder la sonrisa, sabía que lo necesitaba. Iba a decirle que no iba a desaparecer, pero ella hablo antes.

-Lo hago Edward, más que nada, te amo.

Sentí mi rostro romperse con mi sonrisa y en la oscuridad pude verla imitarme con los ojos llorosos, con las mejillas sonrosadas y las manos trémulas sobre mis hombros. Puse mis labios contra los suyos, siendo bien recibido, sintiéndola besarme con necesidad y entrega.

Disfrute el momento como era, sin preocuparme de promesas o de futuros. Dejando mi mente regocijarse en la idea de que ella me correspondía. Sabia la tormenta que se venía delante de nosotros, pero con gusto la sortearía sabiendo que tenía su amor conmigo.