Capítulo 3
No vi al muchacho del bombín ese día, tampoco el que le siguió. Durante varios días anduve por el bosque buscando despejarme un poco de todo el trasiego que llevaba. Aún quedaban muchas cosas por hacer en la mansión. La boda se llevaría a cabo allí, todo debía ser perfecto para la importante fecha.
Al principio intenté no darle mucha importancia, pero al tercer día de pasear y no encontrar ni rastro de él, he de admitir que me inquietó. No solía estar tanto tiempo sin ir al bosque. Era su lugar preferido. No me encontraba con él todo el tiempo, pero sí las veces suficientes como para saber que pasaba allí gran parte de su día.
—Maria —la voz de Loveday me devolvió a la realidad. Había dejado a medias el arreglo floral que estaba ayudándole a confeccionar. Ambas estábamos sentadas en la sala donde se encontraba el piano, escuchando la dulce melodía que emitían las teclas mágicas—. Querida, hoy estás en las nubes.
—Perdona, solo estaba distraída.
—No pensé que te aburriría tanto ayudarme con la preparación —la miré con los ojos abiertos, asustada de que hubiera entendido mal. Me relajé al ver su expresión divertida.
—No es eso —agaché la cabeza, volviendo de nuevo a colocar las hojas en su lugar.
—Debe ser importante como para tenerte tan ocupada con tus pensamientos. ¿Ha pasado algo? —no me hacía falta mirar para saber que su rostro mostraba preocupación. Pensé un poco en si decírselo o no. Dejé escapar un suspiro.
—El otro día, en el bosque, cuando acompañaba a Robin en su ronda diaria —noté por el rabillo del ojo que se detenía en su labor, escuchando atentamente—, su pandilla nos encontró. Lo iban buscando para decirle que tu padre tenía algo que hablar con él. Parecía importante —alcancé una rosa y le acaricié los delicados pétalos—. Desde entonces no lo he vuelto a ver.
—Vaya… Por eso has estado tan rara estos días —fruncí el ceño.
—No he estado rara —levantó una ceja—. Solo me parece extraño que no haya aparecido hasta ahora, eso es todo.
—En realidad, tienes razón. Mi hermano no suele alejarse por mucho tiempo de su querido bosque —movió el labio, haciendo una mueca—. Tal vez haya pasado algo.
—¿Tú crees? ¿Algo grave? —inconscientemente, me eché hacia delante en mi asiento mullido.
—No lo creo. Las malas noticias llegan temprano. A estas alturas ya sabríamos algo—sentí el alivio recorrer mi cuerpo, destensando los músculos—. Pero no estaría de más averiguarlo —me miró con complicidad.
—¿Crees que deba?
—¿Por qué no? Eres su amiga. No hay nada de malo en que los amigos se preocupen —lo pensé por un momento. En realidad, no era mala idea. Tal vez debería hacer una visita al castillo De Noir—. Avísame si vas a ir, por saber qué excusa le invento a tu tío para explicarle el motivo de tu repentina ausencia —sonreí. Tenía suerte. Podía contar con una buena aliada.
No mucho después de la comida, "desaparecí" convenientemente para descansar un rato en mi habitación. Media hora más tarde estaba corriendo por el bosque acompañada de Wrolf. El león negro no había dudado en seguirme en cuanto me vio salir a escondidas por una de las puertas traseras. La mansión podía ser agobiante para él.
Aquella vez iba preparada para trotar por el bosque. Loveday me había regalado el vestido que me prometió, diciendo que tenía pensados más diseños para mí y que los confeccionaría después de la boda cuando tuviese un poco más de tiempo. En sus ratos libres se dedicó a coser un precioso vestido que nada tenía que envidiarle a los que se vendían en Londres.
Era de color verde claro, con detalles florales bordados. Las mangas eran finas pero no lo suficiente como para notar el frío a través de estas. La falda no llevaba mucho vuelo ni cola, lo cual lo hacía más cómodo para caminar. Los bajos eran un poco más cortos que los de mis otros atuendos, haciendo que tropezar fuera casi imposible ya que no pesaba casi nada.
Podía ver que se había inspirado en sus vestidos para el diseño.
El lugar no había cambiado nada desde la última vez que estuve allí. Banderas con el estandarte del clan De Noir ondeaban al viento en todas y cada una de las torres de vigilancia. El emblema en forma de león negro acompañado por un corazón y dos serpientes era bastante distinguible a pesar de la ligera brisa.
Había bastante alboroto fuera de la muralla. Soldados iban y venían cargados de sacos. Al parecer, estaban cargando mercancía, supuse, para venderla en el mercado de Silverydew. Intenté apartarme de su camino para molestarlos lo menos posible.
Wrolf se quedó rezagado en el bosque, dejó de seguirme en cuanto salí al camino principal. No me preocupé demasiado. Era la criatura que más miedo le daba a todo el valle, se las arreglaría solo.
No había ni rastro de Robin por allí, así que decidí subir hasta la puerta de hierro que guardaba el castillo. Para mi sorpresa, las puertas estaban abiertas. Con una sonrisa de alivio, me apresuré a entrar, pero dos soldados vestidos de negro me cortaron el paso. Los estudié con la mirada. Por lo general, conocía a la gran mayoría de gente que trabajaba en el castillo, ya que había acompañado a Robin más de una vez por allí, pero a esos no los había visto nunca.
—¡Eh! ¿A dónde crees que vas? Esta es un área restringida. No se permite el paso a personas ajenas.
—Soy la sobrina de Ser Benjamin, el prometido de Loveday De Noir —expliqué con calma—. He venido en busca de un amigo.
—¿Eres de la familia Merryweather? —asentí—. No nos han avisado de ninguna visita —se miraron entre ellos, mostrándose bastante escépticos.
—Ya… Siento no haber avisado con antelación.
—¿Y a quién dices que buscas? —uno de ellos alzó una ceja, lo pude ver a pesar de las plumas de su casco que le cubrían parte del rostro.
—A Robin. Tengo que hablar con él —no dijeron nada, tan solo se quedaron pasmados en sus sitios. Llegué a dudar de si me habían escuchado. Agarré aire antes de continuar hacia adelante con intención de pasar por su lado. Me detuve justo a tiempo para no chocar con ellos al ponerse justo delante de mí de repente.
—No tan deprisa.
—¿Cómo sabemos que dices la verdad y no eres una espía?
—¿Perdón? —francamente, aquello me dejó sin palabras—. No soy una espía, puede preguntarle al señor De Noir, él sabe quién soy.
—¿Tan importante eres como para que el mismísimo Coeur De Noir sepa de tu existencia? —se burló el más alto, haciendo reír al otro. Apreté los dientes, empezando a exasperarme.
—Soy la Princesa de la Luna.
—Ya, y yo el rey de Inglaterra —los miré con los ojos entrecerrados, harta de sus comentarios.
—Yo no tengo porqué daros ninguna explicación de nada. Estoy pidiendo amablemente que me dejéis pasar porque necesito ver a mi amigo.
—Lo siento mucho, señorita. Pero lo mejor será que te vayas por donde has venido.
—Me parece que no —se mostraron algo sorprendidos por mi negativa—. No me muevo de aquí sin haber hablado con él.
—Ni siquiera se encuentra aquí, pierdes el tiempo.
—Pues esperaré —dije con obstinación.
—Mira, niña. No nos lo pongas más difícil y vete por las buenas —dio un paso hacia delante—. O tendremos que echarte por las malas y no queremos escándalos.
Levanté el mentón, muy segura de mí misma. No había hecho nada malo y no tenían derecho a echarme. Sabía muy bien que no me dejarían pasar, pero al menos tenía que intentarlo. Ni siquiera su amenaza podría hacer que me acobardara.
Al ver que no tenía intención de apartarme, harto de mi actitud, me agarró del brazo tirando de mí con fuerza. En respuesta, intenté zafarme dándole golpes. El otro no tardó en meterse también.
—¡Suéltame! —le grité, al notar su agarre apretarse más, siseé por el dolor. Noté que me levantaban ligeramente, conduciéndome hacia la puerta—. ¡Dejadme!
Ay, no. No podrían conmigo.
Le di una patada en la espinilla, haciendo que me soltara. Di varios pasos atrás con la respiración agitada. Se quejó por lo bajo, murmurando varias maldiciones. Cuando me devolvió la mirada, estaba llena de ira llameante. Di un respingo por instinto.
—¡Te vas a enterar, bruja! —en menos de dos segundos, me alcanzó, tirando de mi pelo hacia atrás. Era difícil escapar de esa, ni siquiera con mis intentos logré que me soltara. Cerré los ojos, sintiendo el dolor intenso en mi cabeza.
Oí un fuerte golpe y una exclamación, así como mi cabello era liberado de inmediato. El casco del soldado yacía en el suelo tirado, lejos de nuestros pies. Con la mano en mi cuero cabelludo, intentando disipar el dolor punzante, miré hacia delante.
Mi aliento se quedó atascado en mi pecho.
Robin estaba frente a mí, sosteniendo el pelo del soldado que me había atrapado. El otro se quedó quieto en su lugar, temeroso de hacer cualquier movimiento que lo enfureciera más de lo que ya parecía estar.
—Te aconsejo que no vuelvas a hacer eso si quieres conservar tus sucias manos —su voz sonó amenazante y fría, sin emoción. Con un movimiento brusco lo lanzó hacia atrás, haciendo que trastabillara y cayera. Se colocó frente a mí, siguiendo sus movimientos con la mirada.
Ambos soldados se mostraron bastante apurados y con muchas ganas de salir de esa situación. Incluso yo no sabía qué hacer, tan solo me quedé allí mirando la escena hasta que el chico volteó hacia mí.
—Nos vemos en el bosque. Ya sabes dónde —con eso, se dirigió de nuevo hacia ambos guardias, los cuales ya estaban en pie y con la cabeza agachada.
Con cautela, giré sobre mis pasos para hacer lo que me dijo. De vez en cuando volvía la vista atrás para ver a Robin acompañado por su pandilla, los cuales aparecieron tan de repente como él, y los guardias, dirigiéndose hacia el interior del castillo. No le di más vueltas y me fui directa hacia la morada de la Princesa de la Luna.
Esperé sentada por un rato en las raíces de la entrada hasta que oí crujidos en la lejanía. Wrolf apareció moviendo la cola con alegría al verme. Parecía haberme estado buscando. Le acaricié la melena, sintiendo un ronroneo de su parte. De normal siempre acudía en mi ayuda, pero aquella vez no lo hizo, algo extraño en él. No podía culparlo. No esperaba tan mal recibimiento.
Al poco tiempo, vi a Robin correr entre los árboles. Me erguí en mi postura, levantándome cuando llegó.
—¿Estás bien? —su voz sonó entrecortada a causa de la carrera que se había dado para llegar hasta allí. Asentí y se agachó con las manos en las rodillas para recuperar el aliento. El león se le acercó, lo saludó calurosamente con una caricia y se incorporó para mirarme de nuevo—. Maria, te he dicho varias veces que tengas cuidado cuando te acerques por tu cuenta a los predios que rodean el castillo. No todos los De Noir están conformes con el tratado de paz entre nosotros —no me lo dijo como reproche, podía intuir un tono oculto de preocupación en su voz.
—No te he visto en estos últimos días. Dijeron que no estabas en el castillo. ¿Está todo bien? —hablé de manera atropellada. Ahora era mi turno de preocuparme.
—Claro, estamos preparándonos para la boda —por su expresión supe que no estaba entendiendo la razón de mi aspaviento.
—El otro día tuviste que irte porque tu padre tenía una urgencia que debía consultar contigo. Dudo que fuera por la ceremonia —concreté. Lo miré atentamente, analizando su rostro—. Además, he ido al bosque en varias ocasiones y no te he visto ni una sola vez. No me puedes negar que ha pasado algo.
Se quedó parado un momento, asimilando lo que le acababa de decir. Soltó un suspiro y pasó por mi lado, caminando en dirección contraria a la casa subterránea. Lo seguí de cerca en silencio, esperando a que dijera algo.
—Mi relación con mi padre ha mejorado bastante desde que entendió que no todo lo que importaba era el odio y el resentimiento. En este último año ha aprendido que exigir más de lo que uno puede dar no es muy justo que digamos —miró hacia las copas de los árboles—. Sigue siendo un poco gruñón, le viene de naturaleza, pero desde que mi hermana habló con él parece que no se irrita con tanta facilidad.
Me sentí aliviada. Por lo que sabía, su padre había sido muy duro con él en el pasado. Robin quería mostrarle que era capaz de cumplir con las expectativas que tenía puestas en él, por muy irreales que parecieran para alguien de su edad. Por eso siempre que le ordenaba cualquier cosa, la hacía sin rechistar. Si te acostumbras desde niño, eres incapaz de razonar con claridad, eso sumado a la necesidad de aprobación ajena.
En un principio, a Coeur De Noir no le hacía mucha gracia que pasara demasiado tiempo con su hijo, ya que podría "distraerlo" de sus deberes. Con el tiempo le demostramos que podíamos pasar tiempo juntos sin necesidad de dejar de lado nuestras obligaciones. Pero, al notar la urgencia en el mensaje enviado aquel día, tenía miedo de que le llamase la atención a Robin por haber estado demasiado tiempo conmigo. No sabía como se lo habría tomado y la incertidumbre no me había dado muy buena espina.
—Entonces, ¿no te buscaba para echarte la bronca? —frunció el ceño.
—Sé que mi historial no está muy limpio que digamos, pero tampoco como para ganarme esa mala fama —lo miré entornando los ojos, haciéndole saber que no estaba de broma. Dejó la burla para otro momento, muy a su pesar—. Hubo un problema con los comerciantes del pueblo a los que les vendemos la carne. No estaban de acuerdo con los precios acordados. Mi padre me envió para negociar con ellos y sacar algo en claro. No nos conviene perder clientes tan fieles. He estado por el pueblo hasta que estuvo todo solucionado. No he tenido tiempo de venir al bosque tanto como me hubiera gustado —me lanzó una mirada de disculpa, yo agité la cabeza restándole importancia—. Quiere que tenga más responsabilidades en el negocio familiar, cree que ya estoy listo para asumir tanta responsabilidad.
—Me alegro mucho por ti, Robin —le dije con una sonrisa. Levantó la cabeza, se mostró agradecido pero no dijo nada, tan solo me devolvió el gesto.
Caminamos en silencio por un buen rato, un silencio cómodo que no necesitaba ser interrumpido. Me alivió internamente que todo estuviese bien, que Robin estuviera bien y que no hubiese pasado nada malo como había sospechado.
Mis pensamientos vagaron analizando los últimos días a cámara lenta en mi cabeza. Oí la voz de Loveday diciendo que me había notado actuar de manera extraña. No había razón para preocuparse en primer lugar. Y si la hubiese habido, ¿por qué me había exaltado de esa manera? El chico De Noir sabía cuidarse solito.
Lo miré de reojo caminar a mi lado con paso tranquilo.
«Debe pensar que soy una paranoica».
—Así que, ¿estabas preocupada por mí, princesa? —su voz sonó repentinamente a mi lado. Me sonrojé de vergüenza al ver que me sonreía con burla.
—¡Por supuesto que no!
—De no ser así, ni siquiera te habrías tomado la molestia de venir a buscarme —continuó divagando, intentando seguir mis pasos apresurados—. Honestamente, es un honor que la Princesa de la Luna me tenga mínimamente en consideración como para andar por el bosque de expedición en mi busca—me detuve en seco, haciendo que frenara también. Me giré con rapidez y lo sorprendí con la guardia baja. Le di un golpe en el brazo con molestia, haciendo que él se quejara entre risas tratando de esquivar mis ataques.
—¡Vale, vale! Era broma. ¡Tranquila! —miró al león negro que se quedó tumbado mirando la escena—. ¡¿Y tú no haces nada para defenderme?! Menudo guardián —se me escapó una risa al ver su cara de indignación.
No lo admitiría en voz alta, pero puede que hubiese echado un poco, aunque solo fuera un poco, de menos a ese rufián.
