Capitulo Ocho
Lavander Brown, la futura novia, río al ver la foto que su prometido le había enviado al móvil. Sentada a su lado en la limusina, a Hermione no le hizo ninguna gracia. Se le había encogido el estómago al saber que habría strippers en la despedida de soltero de Ron y su ansiedad había aumentado al no ver a Harry entre el grupo de hombres de la fotografía.
Aunque era absurdo, porque ella no tenía ningún derecho sobre la vida de Harry. El problema era que no podía desconectar sus emociones, aunque lo había intentado con todas sus fuerzas. Decirse a sí misma una y otra vez que solo era sexo, increíble y apasionado, sí, pero no el acto de dos personas enamoradas, no sirve de nada. En las últimas dos semanas había sido más feliz que nunca y, al mismo tiempo, se sentía angustiada. Cada vez que hacía el amor con Harry tenía que hacer un esfuerzo para no confesarle que estaba enamorado de él. Incluso empezaba a buscar razones por las que deberían proseguir con la relación después de que quedase embarazada. O aunque no se quedase embarazada.
Solo era una cuestión de tiempo que le confesase la verdad y entonces Harry le recordaría por qué habían hecho el amor. La situación se volvería incómoda y, a partir de ese momento, tratarían de evitarse el uno al otro. De modo que lo inteligente no sería decir nada. Era mejor tener a Harry como amigo que perderlo para siempre.
– Si te preocupa Harry – dijo Lavander entonces – Ron acaba de enviarme un mensaje en el que dice que está en cubierta con Percy y Billy.
– No estoy preocupada por Harry – mintió Hermione –. No tengo por qué, solo somos amigos.
Algo que Lavander sabía perfectamente, ya que los cuatro habían salido juntos muchas veces. Hermione no entendía por qué tenía que seguir grabándole a la gente que no eran una pareja.
– Es un tipo estupendo.
– Desde luego que sí – asintiendo Hermione –. Pero no va a casarse nunca.
Lavander inclinó a un lado la cabeza.
–Eso es lo mismo que yo pensaba de Ron y, sin embargo, míranos. Tal vez Harry también cambie de opinión algún día.
Hermione intentó esbozar una sonrisa, pero sabía que había una gran diferencia entre los dos hombres. Ron no había encontrado a su padre intentando quitarse la vida después de perder a su mujer ya su hija. Además, sospechaba que la razón por la que había decidido casarse era porque Lavander le había robado el corazón muchos años antes.
– No lo sé… Harry es muy testarudo. Además, recuerda que su hermano rompió conmigo. Entonces me di cuenta de que estaba mejor sola.
– Sí, te entiendo. Antes de Ron yo pensaba lo mismo, pero las cosas cambian –insistió Lavander –. Pregúntales a ellas si creían que iban a encontrar el amor – añadió, señalando a sus futuras cuñadas–. Seguro que las dos pensaban lo mismo que tú.
Hermione miró a Audrey, embarazada de nueve meses; ya Fleur, de cuatro, las dos radiantes. Ambas estaban casadas con el amor de sus vidas y esperaban un hijo… y eso la hizo sentir una punzada de envidia.
Hermione sospechó.
– Me alegra mucho por vosotras, de verdad, pero no todo el mundo encuentra el amor.
– Si quieres encontrarlo, lo encontrarás.
Hermione miró el enorme diamante que Lavander llevaba en el dedo, pensando que ser feliz era fácil cuando faltaba una semana para que un hombre añadiese una alianza al anillo de compromiso.
Pero ella no podía ser tan optimista porque estaba enamorada de un hombre que se negaba a bajar la guardia con ninguna mujer y menos con ella. Había perdido a Draco porque no podía superar sus sentimientos por Harry y empezaba a pensar que convertirlo en el padre de su hijo acabaría siendo un problema entre ellos.
Hermione iba pensando en las palabras de Lavander mientras iban hacia el puerto de Galveston.
La limusina se detuvo y Hermione oyó voces masculinas, pero apartó la mirada. No quería ver a las tres parejas besándose mientras ella se quedaba sola en el coche…
– ¿Qué ocurre? ¿Estás cansada de bailar?
Con el corazón acelerado, Hermione tuvo que apretar los puños para no echarle los brazos al cuello, porque no era así como dos amigos se saludaban.
– No estoy acostumbrada a tanta diversión – respondió, aceptando la mano de Harry para salir de la limusina –. ¿Y tú? ¿Lo has pasado bien con las strippers ?
– Ellas prefieren ser llamadas bailarinas exóticas – Harry le mostró su móvil –. Y no eran tan interesantes como esta otra bailarina. Hermione soltó una carcajada al ver una foto de ella bailando en la discoteca. ¿De dónde la había sacado?
– Solo era un chico que me invitó a bailar.
– ¿Solo un chico? Parecía un punto de comercio.
– No es verdad. Y si hubieran hecho la foto cinco segundos después verías que me aparté y seguía bailando sola.
– Ah, vaya, esto parece una pelea de enamorados –intervino Lavander.
Hermione se dio cuenta entonces de que las tres parejas estaban mirándolos, los seis aparentemente divertidos.
– No es una pelea de enamorados.
– Harry solo es un amigo preocupado – intervino Ron, burlón. – Venga ya, aquí nos conocemos todos – dijo Billy –. Podéis admitirlo, no pasa nada.
– Solo somos amigos –dijeron Hermione y Harry al mismo tiempo.
– Yo no estoy de acuerdo – anunció Ron, dándole una palmadita en la espalda–. Creo que por fin te has dado cuenta de que tu mejor amiga es lo mejor que te ha pasado nunca. Y ya era hora, por cierto.
– No sabes lo que dices – Harry no estaba riendo, al contrario, estaba extrañamente serio.
Si hubiera pensado ir más allá en su relación se lo habría contado a Ron, pero estaba negándolo, de modo que debía aceptar de una vez por todas que sería una tonta si pensara que podría amarla algún día. La quería, pero solo como amiga.
– ¡Ay!
Todos los ojos se volvieron hacia Audrey, que se había doblado sobre sí misma, con una mano sobre el abdomen.
– ¿Estás bien? –le preguntó Percy, preocupado –. ¿Ha sido una contracción?
– No lo sé, creo que sí. Será mejor que nos vayamos a casa.
Afortunadamente, todos estaban concentrados en Audrey y se habían olvidado de ellos. Pero mientras Percy abría la puerta de la limusina, Audrey le hizo un guiño y Hermione se preguntó cuántas veces habrían usado esas supuestas contracciones para salirse con la suya.
– Solos por fin – dijo Harry –. Y la noche es joven.
Hermione sintió un escalofrío. – ¿Qué tienes en mente?
– Tal vez podrías enseñarme a bailar… en privado.
– Muy gracioso. Yo había pensado que podrías enseñarme lo que las strippers te han enseñado a ti esta noche.
– No he aprendido nada porque no he bajado al salón. Me he quedado en cubierta todo el tiempo.
- No te creo.
– Es verdad.
– No creo que te hayas perdido el espectáculo. Tú no eres así.
– Porque hasta ahora no tenía una mujer como tú esperándome en casa.
– Pero yo no estaba esperándote en casa – le recordó Hermione, poniéndose de puntillas para darle un beso.
– No, estabas en la discoteca rompiendo corazones. Bueno, ¿dónde vamos?
– Será mejor que me lleves a casa, estoy agotada. Además, Crookshanks está solo. Tengo la casa para mí sola este fin de semana, si te apetece.
– Eso suena como una invitación.
– Tal vez lo sea.
Coquetear con Harry era divertido y peligroso al mismo tiempo. Resultaba fácil olvidarse de la realidad y aventurarse en aquel terreno desconocido… que debería evitar si quería conservar su amistad. O tal vez las cosas ya no volverían a ser nunca como antes. En realidad, quería que fuesen algo más que amigos. Era una esperanza absurda, pero no podía dejar de anhelar que Harry olvidase su miedo a enamorarse.
– Hermione…
Ella levantó una mano. No habían pasado una sola noche juntos en toda la semana. Pero estaba deseando pasar la noche en sus brazos y el deseo no tenía nada que ver con concebir un hijo.
– No, él dijo nada, olvídalo. Los dos sabemos que no estoy en mi ciclo fértil, así que no tiene sentido dormir juntos.
- Un momento. ¿Esta semana ha sido solo por eso? ¿Solo estás utilizándome para concebir un hijo?
Hermione lo miró, perpleja. Pero entonces se dio cuenta de que estaba bromeando.
– En unas semanas sabremos cuál es el resultado y estoy más cansada de lo que pensaba – le dijo, intentando disimular un bostezo. Cuando llegaron a su casa, Hermione se limitó a darle un beso en la mejilla, deseando estar sola un momento.
– Llámame mañana –dijo Harry–. Tengo que comprar el regalo de boda para Ron y Lavander.
– ¿Aún no lo has comprado?
– Estaba esperando que tú lo hicieras por mí.
– No, de eso nada. No has querido que comprásemos algo juntos, así que búscalo tú.
– Por favor, ven conmigo – le rogó él –. Tú sabes que se me da fatal comprar regalos.
–Muy bien, de acuerdo. ¿A qué hora quedamos?
– ¿A las once te parece bien?
– De acuerdo, a las once.
Crookshanks la recibió en el salón ladrando alegremente y bailando alrededor de sus piernas.
– Hola, preciosa. ¿Quieres salir un rato?
Mientras su perrita investigaba entre los arbustos, Hermione se sentó en una tumbona, mirando el agua azul de la piscina. No tenía sentido acostarse con Harry todos los días si solo iban a concebir un hijo, pensó. Aunque eso no era todo lo que quería de él.
Desde el principio le había preocupado lo que pasaría si se acostaban juntos, pero no había podido resistirse a la tentación y tendría que aprender a vivir con las consecuencias.
Como no encontró nada interesante en el jardín, Crookshanks volvió a su lado y saltó sobre sus rodillas.
– Soy una tonta, Crookshanks – murmuró Hermione, acariciándole la cabeza.
– Pues entonces ya somos dos.
Harry apenas había arrancado el coche cuando se dio cuenta del error que estaba cometiendo. Aunque tal vez volver a la casa de Hermione era un error aún mayor. Se quedó sentado en el coche un momento, preguntándose por qué su vida se había vuelto tan complicada, y luego dio la vuelta.
– Vamos arriba. Tenemos que hablar.
Harry se dio la vuelta y entró en la casa, con Crookshanks a su lado. Hermione fue tras ellos.
– Harry… ¿por qué ha vuelto? –le preguntó cuando entró en la habitación.
Él empezó a desabrochar los botones de su camisa.
– Desnúdate.
Como hablar solo parecía crear problemas entre ellos, estaba decidido a dejar la conversación para más tarde.
- ¿What?
Harry se quitó la camisa y el pantalón. Y la erección que había bajo sus calzoncillos era más que evidente.
– Tú y yo hemos sido amigos durante muchos años – empezó a decir. Como Hermione no parecía hacer ningún esfuerzo para quitarse la ropa, se acercó a ella –. Y hemos compartido muchas cosas.
Hermione no lo detuvo cuando empezó a quitarle la falda.
– Si estás diciendo que te conozco mejor que nadie, estoy de acuerdo.
Harry le quitó el top, dejando al descubierto sus pequeños y perfectos pechos… y tuvo que hacer un esfuerzo para llevar oxígeno a sus pulmones. Llevaban juntos toda la semana, pero aún no se había acostumbrado a lo preciosa que era oa cuánto quería que fuera suya.
– Entonces, creo que le estaríamos haciendo un flaco favor a nuestra amistad si no te digo lo que pasa por mi cabeza en este momento.
– ¿Qué pasa por tu cabeza?
Harry cruzó los brazos sobre el pecho, mirándola a los ojos. Aunque tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para no mirar el tanga negro de encaje y las sandalias de diez centímetros de tacón. Aquella mujer era una fiesta para los ojos.
– No me gustó verte bailando con otro hombre.
El reto que había en sus ojos almendrados desapareció ante esa admisión.
– ¿De verdad?
Harry apretó los dientes. No debería admitir sentimientos tan posesivos porque eso era como reconocer que había un agujero en su armadura, pero necesitaba entender por qué le molestaba tanto verla con otro hombre.
– Parece que estabas pasándolo bien sin mí.
- ¿Oh yes? – sonriendo con renovada confianza, Hermione deslizó un dedo desde su torso hasta el elástico de los calzoncillos –. Pensé que estarías ocupada con strippers . ¿Te han excitado? ¿Es por eso por lo que estás aquí?
Harry soltó un bufido.
– La única mujer a la que me interesa ver sin ropa es a ti.
Y, que Dios lo ayudase, era cierto. Ni siquiera había mirado a otra mujer desde que empezó aquel asunto de concebir un hijo.
Aquello no era lo que esperaba cuando le propuso hacer el amor en lugar de acudir a una clínica fría de fertilidad. Pensaba que su deseo por ella era solo físico, que satisfaría su curiosidad y eso sería todo. Sin embargo, lo que sentía en aquel momento amenazaba con alterar su amistad para siempre.
Frustrado consigo mismo, el empujón sin ceremonias sobre la cama. La deseaba como loco. Nada en su vida podía compararse con aquel deseo.
Mientras le quitaba el tanga, ella levantó los brazos sobre su cabeza, rindiéndose por completo. Y verla en la cama, esperándolo, lo hizo temblar de arriba abajo. Hasta le temblaban las manos mientras tiraba al suelo sus calzoncillos.
Sujetando las manos sobre su cabeza, se inclinó para colocarse entre sus muslos… pero entonces se detuvo. Dos cosas lo obsesionaban esa noche: la imagen de Hermione bailando con otro hombre y su preocupación por el romance entre Draco y Ginny.
– Eres mía – murmuró, casi sin darse cuenta.
Hacerla suya esencialmente no había influido en su convicción de seguir siendo soltero, pero aquello era diferente.
– Harry… –Hermione arqueó la espalda, intentando que se unieran, pero aunque lo estaba matando, Harry permaneció inmóvil.
– Dilo – le ordenó, con voz más o menos firme.
- No puedo
– ¿Por qué no? – Harry empujó un poco hacia delante, dándole a probar lo que quería.
Un gemido se escapó de su garganta.
– Porque…
– Dilo – insistió Harry –. Y te dare lo que quieres.
Hermione suspir profundamente.
– Lo que quiero…
Harry inclinó la cabeza para hacer círculos sobre sus aureolas con la punta de la lengua. Cuando empezó a salir con su hermano había sido como estar en el infierno. En el fondo de su corazón, siempre había creído que si elegía a uno de los dos, sería él. Eran amigos, confidentes, almas gemelas, y aparte de todo eso entre ellos había una química sexual de la que ninguno de los había hablado nunca después del baile de graduación.
Los dos tenían miedo, pero había sido él quien dijo que no quería arruinar su amistad. Tanto había insistido que Hermione volviera hacia su hermano antes de que él tuviera tiempo de recuperar el sentido común.
– Mía – repitió, envolviendo un pezón con los labios.
Ella dejó escapar un suspiro.
– Tuya – murmuró, enredando las piernas en su cintura –. Toda tuya.
–Toda mía.
Satisfecho, Harry se enterró en ella. Solo entonces soltó sus manos para besarla apasionadamente, sellando el juramento antes de que los dos perdiesen la cabeza del todo.
Esto es todo por hoy, espero les haya gustado este capitulo. Espero sus comentarios. Nos vemos
