Sasuke ya se estaba preparando para dormir en el sillón más grande de la sala; acomodando su almohada y una frazada, cuando, de pronto, escuchó como el teléfono de la recepción de la clínica Uchiha no paraba de sonar.

Suspiró molesto.

Si era otro de esos vendedores de artículos para el hogar, estaba frito. Se levantó del sillón y bajó al primer piso del edificio, caminando con lentitud hacia la barra y tomando el teléfono.

-¿Diga? – cuestionó en la bocina, antes de lanzar un bostezo al aire.

-¡Por fin me contestas, Teme! – se quejó Naruto, al otro lado de la línea. - ¡Si fuera uno de tus pacientes, ya estaría muerto!

-Si fueras uno de mis pacientes, me hablarías al celular. – replicó, llevándose una mano a su rostro. - Como sea... ¿Por qué llamas a este teléfono?

-¡Se trata de Sarada! ¡Acaba de ocurrir un homicidio y el testigo le dijo a Shikaku que una niña había sido la responsable! ¡Una niña de cabello negro!

De pronto, Sasuke escuchó un ruido, por lo que, dando un respingo, volteó hacia atrás. Escondida en la oscuridad, se encontraba Sarada, mirándolo fijamente con el sharingan y el ceño fruncido.

-¡¿Sasuke?! ¡¿Sasuke, sigues ahí?!

Atónito, apartó el teléfono de su oreja y lo colgó.

-¿Qué sucede? - la interrogó.- ¿No puedes dormir?

Ella, quedándose en silencio, activó la habilidad de sus ojos, encerrándolo en una ilusión.

El ambiente de aquella casa estaba demasiado silencioso. Volteó hacia sus manos. Eran pequeñas... como las de un niño de 8 años.

Escuchando un par de gritos, tragó saliva y bajó al primer piso. Sus padres estaban muertos, hundidos en charcos de sangre y con una niña con alas de murciélago pisando sus cuerpos.

Al verlo, le gruñó y se abalanzó hacia él, rasguñando con sus garras su piel y sus ropas, saciándose con su llanto y su dolor.

Entonces, la ilusión culminó de pronto.

Sin saber cómo, había terminado acostado en el piso. Su visión estaba borrosa, tampoco podía escuchar nada.
Únicamente, tenía claro que alguien estaba junto a él, llamándolo con desesperación.

Al saber que se trataba de Sarada, abrió los ojos de par en par y se incorporó de golpe, arrastrándose hasta que su espalda chocó con la barra de la recepción.

-¡P-Papá! ¡¿Estás bien?! – cuestionó la niña, escuchando preocupada sus incesantes jadeos, por lo alterado que estaba.

FFFFF

-¡Acaba de ocurrir un homicidio y el testigo le dijo a Shikaku que una niña había sido la responsable! ¡Una niña de cabello negro!

FFFFF

Sasuke negó con la cabeza.

Si Sarada hubiera sido la responsable de aquello, no habría dudado en matarlos hace un par de horas. En especial, con el disparo accidental efectuado por él y por Naruto.

Quedándose en silencio, tomó a la niña y la abrazó. Ella lo miró con dudas.

Creía que los adultos no podían asustarse, porque ellos eran los responsables de muchas cosas malas que pasaban en el mundo.

Pudo deducirlo con el transcurso de las horas, al ver y leer noticias de paso, mientras se dirigía a su verdadero destino.

Agachando la mirada y cerrando los ojos, levantó sus brazos para corresponder su gesto.

Ahora que estaba con él y con Hinata, era su deber protegerlos de cualquier peligro. Aunque este fuera provocado por su presencia.

PPPPP

Reborn and lost.

El consuelo de Kagome.

-¡¿Eh?! ¡¿Un homicidio?! – cuestionó Sakura, mientras se tomaba su café matutino.

El reloj que tenían colgado sobre el televisor encendido, marcaba las 7:30 de la mañana.

-Si... - asintió Naruto, sentado en una silla del comedor, con los brazos cruzados. - por eso tienes que asegurarte de que Boruto entre a su escuela por la puerta del patio de juegos.

-Claro. – Sakura le dio otro sorbo a su bebida y se sentó en otra silla. - Por cierto, ¿Le entregaste a Sasuke y a Hinata su invitación para la fiesta?

Al escuchar la interrogante, el rubio se quedó helado. Y, con cierto nivel de depresión, agachó la cabeza, haciendo reír a la mujer.

-Tranquilo, más tarde pasaré a la clínica y se las daré.

-¡¿Qué?! – en eso, Boruto apareció desde el pie de las escaleras, corriendo hacia ellos. - ¡¿Iremos a ver al tío Sasuke y a la tía Hinata?!

-¿Te gustaría acompañarme después de clases? – preguntó la pelirrosa, a lo que el chico asintió emocionado, volviendo enseguida a su cuarto.

Al verlo, Naruto comenzó a reír, ganándose una mirada confusa de su esposa.

-¡Recordé cuando Boruto pensó que Sasuke era un mago! – exclamó entre risas. - ¡Fue muy gracioso, de verás!

Sakura sonrió.

Después de un rato, tanto ella como Boruto se despidieron de Naruto en el vestíbulo de su casa.

Una vez que la puerta se cerró, el rubio mayor suspiró y se encorvó, arrastrando los pies hasta chocar con las escaleras y dirigirse, por fin, a la gran cama que tenía en su cuarto.

Dedicarse a proteger a su familia y a la gente en general, le costaba bastante energía y horas de sueño.

PPPPP

-¡Sarada! – la llamó Hinata, corriendo de un lado a otro del departamento, al mismo tiempo que se ponía el arete de su oreja izquierda.

Ya era la 1 de la tarde, la hora aproximada en la que quedó de verse con Kagome y Moroha.

-¡Sarada!

Recorriendo el único pasillo que tenían, para llegar a la sala, la encontró sentada tranquilamente en una de las sillas del comedor, sin hacer otra cosa más que ver el techo.

-Pequeña, ¿Has visto a Sasuke? – la niña se encogió de hombros, poniéndola más nerviosa de lo que ya estaba.

Sintiendo culpa por su expresión, agachó la mirada y recordó lo que él le dijo antes de salir de la clínica.

FFFFF

-¡Papá! – alcanzó a llamarlo, antes de que saliera por las puertas de cristal. - ¡¿A dónde vas?! ¡¿Puedo ir contigo?! – cuestionó con una gran sonrisa, creyendo que le diría que sí.

Desafortunadamente, sus ojos, analizándola de pies a cabeza, le dieron a entender que las cosas no serían así, por lo que suspiró decepcionada.

Sin embargo, cuando dos de sus dedos le dieron un golpecito en la frente, levantó la mirada, viendo atónita su sonrisa.

-Volveré pronto con una sorpresa. – le aseguró, saliendo por las puertas mientras los rayos del sol lo iluminaban.

FFFFF

-Ya se tardó mucho. – pensó la niña, agachando más la cabeza y apretando sus puños con inseguridad sobre sus piernas. - Tal vez debí ser más insistente e ir con él.

-¡Hinata! ¡Sarada!

Entonces, al escuchar su voz, volteó en automático hacia las escaleras.

-¡Cariño! – exclamó la mujer, viéndolo llegar con una gran bolsa de papel. - ¿D-Dónde estabas? Pensé que habías olvidado que día es hoy.

Sasuke negó. Llevó su mano al interior de la bolsa y sacó un pequeño vestido amarillo de tirantes, consiguiendo que a la niña le brillaran de más sus ojos negros.

-Si Sarada saldrá contigo a la calle, necesita ropas más adecuadas.

-¿Estás seguro de que es buena idea que la lleve? – preguntó Hinata con dudas. - No me gustaría poner incómoda a Kagome.

-¡¿Incomodarme?! ¡¿A mí?! – habló la mencionada por las escaleras, apareciendo de pronto y dedicándoles una gran sonrisa. - ¡Imposible! ¡Sin importar qué dificultades tengas, yo siempre estaré para apoyarte!

-¡Madrina!

De pronto, una pequeña niña de piel semi blanca, ojos castaños y cabello negro; atado con un moño rojo, salió por detrás de su pantalón holgado rojo y se acercó a Hinata, abrazándole las piernas mientras sonreía. Entonces, su mirada se dirigió hacia Sarada, sentada todavía en la silla del comedor. Al verla, sonrió con ilusión y se apartó de la mujer.

-¡Hola! – se presentó con una reverencia. - ¡Mi nombre es Moroha Higurashi! ¡¿Cómo te llamas?!

Al principio, la pequeña dudó si corresponder su amabilidad. Hasta que, volteando hacia sus padres, ambos asintieron con una sonrisa.

-S-Soy Sarada. Mucho gusto. – dijo nerviosa, ganándose una risa por parte de Moroha.

Cuando Hinata tomó la bolsa de papel y se le acercó, la llevó a otra habitación para cambiarla.

Mientras tanto, Sasuke, Kagome y Moroha bajaron a la recepción de la clínica.

La niña se entretenía fácilmente con las pelusas que encontraba, mientras los adultos la observaban con una sonrisa, sentados en las sillas de plástico, adheridas en la pared.

-Se parece mucho a ti. – la sacerdotisa fue la primera en romper el hielo, llamando la atención del Uchiha. - Me pregunto porque nunca supimos de ella. – comentó, más como broma que como reproche.

Entonces, la mente de Sasuke recordó el difícil relato que les contó la niña la noche anterior.

FFFFF

-Fue horrible... esa mujer no dejaba de reírse... hasta yo misma sé que no debería estar aquí... ¡Pero ella, me revivió en contra de mi voluntad y...!

FFFFF

-Bueno...

-Tranquilo. – Kagome le sonrió, dándole un par de palmadas suaves en su hombro derecho. - No percibí ninguna energía hostil de su parte. Si así lo prefieren, pueden convivir con ella sin problemas.

-¿Eso significa que tú sabes lo que es en realidad?

Ella asintió.

-Es un conjuro poderoso que permite traer de vuelta a los fallecidos. – respondió, antes de suspirar con tristeza. - Lamentablemente...

De pronto, las puertas de cristal se abrieron, dejando pasar a Sakura y a Boruto Namikaze.

-¡Kagome! ¡Qué sorpresa! – exclamó la pelirrosa con una gran sonrisa, al mismo tiempo que su pequeño corría emocionado hacia Sasuke, abrazándolo.

Moroha, sentada en una esquina y volteando con curiosidad, dejó las pelusas con las que estaba jugando, para ir a presentarse con el rubio, quien se apartó del Uchiha al verla llegar.

-¡Mucho gusto! – lo reverenció. - ¡Mi nombre es Moroha Higurashi! ¡¿Cómo te llamas?!

-¡S-Soy Boruto Namikaze! – respondió nervioso, imitándola.

¡Era la primera vez que una niña era tan formal con él!

-¡Kagome! ¡Moroha! – las llamó Hinata, bajando por las escaleras con Sarada. - ¡Y-Ya estamos listas!

Cuando la niña apareció, usando el vestido amarillo de gruesos tirantes y falda esponjosa, hubo diferentes reacciones por parte de los presentes.

Kagome, Sasuke y Moroha sonrieron. Boruto se sonrojó y se quedó boquiabierto y Sakura, sintiendo que el alma se le salía por la boca de la impresión, retrocedió hacia las puertas de cristal, temblando y señalando de un lado a otro.

-¡¿CÓMO?! ¡¿CUANDO?! ¡¿QUIEN?!

Los adultos la vieron con una gotita de sudor bajando por sus cabezas.

-¡M-Mamá, mira! – los ojos de Boruto brillaron, volviendo con su madre para jalarla de la falda rojo oscuro que usaba, haciéndola reaccionar. - ¡Es ella! ¡Es "mariposa invertida", en serio!

-¿"Mariposa invertida"? – interrogó Sasuke, arqueando una ceja.

-¡La súper heroína que me salvó ayer! – contestó el niño, saltando. - ¡Mami, ¿Puedo invitarla a mi fiesta?! ¡Por favor, por favor!

Sonriendo, Sakura sacó un par de sobres de su bolso y se los entregó a su hijo, quien, sin dejar de sonreír, se acercó a Moroha y a Sarada. Kagome y Hinata, estando más cerca de las niñas, leyeron las letras doradas.

-Espero puedan asistir, será pasado mañana. – comentó la pelirrosa, haciendo una reverencia antes de abrir las puertas de cristal. - ¡Si tienen dudas, pueden llamarme! – agregó con una sonrisa. - ¡Vámonos, Boruto!

El chico ya estaba por obedecerla. Pero, como recordó que tenía algo especial en el bolsillo derecho de sus pants negros, volvió con Sarada y se lo entregó en sus manos como un secreto, corriendo de vuelta hacia las puertas, para salir, finalmente, al lado de su madre.

-¡¿Qué te dio?! ¡¿Qué te dio?! – la cuestionó Moroha, corriendo hacia ella.

Al abrir sus manos, la niña dejó a la vista un medallón con el símbolo de una llama blanca, atado a una cuerda delgada de color negro.

-Es un amuleto del clan Namikaze. – comentó Kagome. - Si te lo pones en el cuello, te protegerá de espíritus malignos y demonios.

La niña, confiando en su sonrisa, asintió y se lo colocó por encima de su cabeza. Unos minutos después, salió con Moroha y las mujeres del consultorio, despidiéndose de Sasuke... y siendo espiadas por una figura con el sharingan en sus ojos.

PPPPP

Cuando sus dos últimas clases se cancelaron, Towa salió a toda prisa de su escuela, corriendo hasta una calle cercana, para reunirse con Hisui.

El muchacho, escondido con Kirara en un callejón, vestía el clásico uniforme del clan de los exterminadores de demonios; de color azul oscuro con protectores verde aguamarina, acompañado por su boomerang negro, colgando en su espalda.

-Perdón por la tardanza. – dijo la joven, apoyándose en sus rodillas para recuperar el aliento.

-¿Tu amigo no vendrá con nosotros? – cuestionó Hisui.

-Él sale más tarde. – explicó, jadeando y sonriendo. - Pero le pedí que estuviera patrullando por las calles de Adachi cuando lo hiciera.

-¿Y nosotros?

-Iremos al distrito de Suginami. – sacó su celular de un bolsillo de su pantalón blanco y le mostró la pantalla. – Busqué en internet la dirección de la mansión Namikaze. Si este es el objetivo de la niña, nosotros nos adelantaremos al vigilar la zona de los alrededores.

Hisui asintió. Le pidió que subiera al lomo de Kirara, y luego, sobrevolaron las diferentes calles y lugares de Tokio.

Fin del capítulo.