Esta es una historia bastante tonta, me apetecía ver cómo se comportarían los personajes si bebían sangría por primera vez. Las dos formas más absurdas de emborracharse están recogidas aquí.

Capítulo 1. Prueba la sangría

"¿Cómo dices que se hace esta bebida?" preguntó Victoria.

"El marinero me dijo que hay que poner la fruta en el vino para que coja el sabor." dijo Pilar mientras seguía troceando la fruta y añadiéndola a las jarras de barro.

"No lo entiendo. ¿Y luego qué se hace con la fruta?"

"Se puede comer, pero lo que es importante es que le dé sabor a la bebida."

"No sé yo…"

"También vamos a echarle zumo de naranja."

Las tres chicas se afanaron en cortar la fruta y repartirla en las jarras, luego Alicia exprimió varias naranjas mientras Victoria bajaba a la bodega.

"Yo creo que es una pena hacerle esto al vino de don Alejandro." dijo Alicia mirando la mezcla con desconfianza.

"Varios clientes han dicho que está muy fuerte, si lo rebajamos con la fruta seguro que les gusta más." dijo Pilar muy convencida.

"Será mejor que llevemos las jarras a la bodega para que estén más frescas." dijo Pilar. "Luego le añadimos el aguardiente de caña que han traído de Cuba. Pero falta algo… claro, el azúcar."

"¿Vas a echarle azúcar al vino?" dijo Alicia.

"Sí, ya verás qué bueno sale."

Victoria se encogió de hombros. "El azúcar es bastante caro, espero no estar desperdiciando todo esto."

Dos horas después abrieron la taberna para la fiesta. Casi todo el pueblo estaba allí. Victoria y sus ayudantes empezaron a ofrecer las bebidas a los asistentes.

"Está muy bueno." dijo el sargento sonriente.

El alcalde lo probó y se dio cuenta enseguida de lo cargado de alcohol que estaba, aunque el sabor a fruta y el azúcar lo disimulaban bastante. Recordó su experiencia con esa bebida en una comida campestre en Madrid y se mesó la barba pensativo. El alcohol solía soltar la lengua a los desprevenidos. Quizá pudiera sacar ventaja de la situación.

Diego se sentó en una mesa en un rincón tratando de pasar desapercibido. Su última visita al pueblo como el Zorro no había acabado como él esperaba. Los bandidos estaban atados en sus caballos, los soldados ya habían descargado sus armas sin acertarle y se había bajado de Tornado para saludar a Victoria, que parecía menos entusiasta de lo habitual. Recordó sus palabras exactas.

"Zorro, por favor, vete cuanto antes. En media hora empieza una boda y mira cómo ha quedado la plaza. Habrá que ver si el arco de flores de la puerta de la iglesia tiene arreglo."

"Lo siento, los bandidos y los soldados no tienen respeto por la estética." dijo él bromeando.

"Es un día muy especial para mi amiga Emilia." dijo ella muy seria. "Como lo sería para cualquier mujer." añadió apesadumbrada. "Si me disculpas, tengo mucho trabajo."

El Zorro besó su mano y se fue, sospechando que celebrar la boda en la taberna le estaba recordando que para ella no era posible casarse. Lo malo fue que luego, cuando acudió como don Diego a la ceremonia y la comida en la taberna, pudo ver que ella seguía algo apagada. Intentaba sonreír a sus amigos y clientes, pero no estaba tan alegre como otras veces.

El sargento Mendoza vio a Diego en la mesa del rincón y se acercó con una jarra de sangría.

"Don Diego, tiene que probar esto."

"¿Qué es?"

"Vino con frutas, está muy bueno."

Diego lo probó y le pareció que el sargento tenía razón. Mendoza le rellenó el vaso. "Está muy serio hoy don Diego, vamos, anímese."

El sargento se quedó con Diego un buen rato, y le siguió rellenando el vaso sin que él se diera cuenta, distraído con otros vecinos que se acercaron a saludarlo. El alcalde sí que llevó una cuenta aproximada de cuánto estaba bebiendo don Diego y sonrió con malicia. Un de la Vega borracho podía resultar muy divertido.

"Victoria. ¿Has probado la bebida?" preguntó Alicia.

"Todavía no, estoy acabando de freír esto."

"Hace mucho calor aquí, tómate un vaso, acabo de subir esta jarra y aún está fresca."

"Ponme solo medio, estoy trabajando, y con tanto ajetreo casi ni he comido." Victoria bebió un trago y reconoció que la bebida merecía la pena, no se notaba lo fuerte que estaba el vino de don Alejandro. Luego vio una de las jarras ya vacías y decidió probar un trozo de melocotón. "Está muy bueno." murmuró.

Victoria siguió comiendo trozos de melocotón y alguno de manzana y naranja, sin darse cuenta de que estaban impregnados de la bebida. En una de las ocasiones salió de la cocina y al hacer un movimiento brusco casi pierde el equilibrio. El alcalde era uno de los pocos que casi no habían bebido, y por tanto mantenía sus dotes de observación intactas, así que al verla supo que ella también estaba bastante achispada. Una idea se abrió paso en su cabeza, y esta vez sopesó todas las posibilidades. Decidió actuar.

De Soto vigiló la cortina que separaba la cocina de la sala principal, y cuando casi una hora después pudo ver que las dos ayudantes estaban fuera, entró disimuladamente.

"Señorita Victoria, tiene que salir, el Zorro ha venido a saludarla."

Ella había seguido comiendo melocotón y estaba peor que antes, así que dejó lo que estaba haciendo y lo miró sonriente. "Sí, tengo que decirle que lo del otro día fue un malentendido."

"¿Y qué pasó el otro día?" preguntó de Soto tratando de sacarle toda la información posible a la tabernera.

"Le dije que se fuera, pero me habría gustado que se quedara." dijo ella.

"Pues ahora está ahí, venga conmigo."

Victoria se asomó a la sala y miró a su alrededor.

"No está aquí." dijo ella volviéndose hacia él algo enfadada.

"Claro que sí…" respondió de Soto tratando de disimular su interés. "Ha venido sin su máscara."

Victoria con su dedo índice golpeó el pecho del alcalde. "¿Entonces cómo voy a saber que está aquí?" dijo Victoria tajante enfatizando cada palabra con un pequeño golpe. De repente se detuvo y abrió mucho los ojos. "Un momento. ¿Usted sabe quién es?" dijo con entusiasmo.

"No, no lo sé." respondió él frustrado.

"Entonces no me haga perder el tiempo." contestó ella irritada volviendo a la cocina.

"Lástima." murmuró de Soto. Miró hacia la mesa del rincón y decidió esperar a que don Diego se quedara solo para hablar con él. Finalmente Mendoza consiguió una víctima para un baile y de Soto pudo acercarse.

"Buenas noches, don Diego, qué fiesta tan animada, ¿verdad?"

Diego lo miró y asintió y suspiró. "Es cierto, todos parecen divertirse mucho." dijo con voz algo apagada y pastosa por la bebida.

"Yo creo que ha venido todo el pueblo."

"Sí, excepto la señora de Marín, que tiene ochenta años y ya no está como para fiestas."

"Supongo que tiene razón, aunque también falta alguien más. ¿Cree que el Zorro vendrá?"

Diego negó con la cabeza. "No, él sólo viene cuando hay bandidos, nuevos impuestos o algo así, no puede venir a una fiesta."

El alcalde lo miró con interés. "Pero podría venir sin su máscara, podría estar aquí ahora mismo."

Diego negó con la cabeza. "El Zorro no está aquí, porque cuando se quita la máscara no es el Zorro."

Al alcalde aquello le pareció muy interesante. "¿Y entonces quién es?"

"Un hombre, no una leyenda."

"Pero ¿Cómo se llama?"

Diego parpadeó y levantó la vista de su vaso. "¿Cómo se llama quién?"

"El Zorro."

"Pues así, Zorro."

"No, sin la máscara." insistió el alcalde que empezaba a perder la paciencia.

"Se lo estoy diciendo, sin la máscara no es el Zorro."

"Pero cuando no es el Zorro tiene que ser otra persona."

"Pues eso mismo, es otra persona y no el Zorro."

"Pero esa persona tiene que tener un nombre."

El alcalde se dio cuenta de que Diego no le estaba escuchando, sino mirando fijamente hacia la cortina que separaba la sala de la cocina. Siguió su mirada y vio a la tabernera y a una de sus ayudantes que le quitaba una bandeja de las manos para que no se le cayera. Se dio cuenta de que Diego la miraba embobado, y se le ocurrió otra idea.

Cuando la fiesta estaba en su apogeo, de Soto subió disimuladamente la escalera y se dirigió a la habitación de Victoria. Miró a ambos lados asegurándose de que nadie lo veía y entró. No se quedó dentro mucho rato, porque enseguida pudo confirmar que efectivamente la llave estaba puesta por dentro. Con una sonrisa lobuna se metió la llave en el bolsillo y volvió a salir.

Se acercó a Diego, que seguía sentado en la misma mesa con cara de estar algo deprimido. "Don Diego, he oído decir a la señorita Escalante que iba a salir a tomar un poco el aire, y le he ofrecido acompañarla, pero me ha rechazado de muy malos modos."

"Creo... que no le cae usted muy bien después de meterla en la cárcel tantas veces." dijo Diego en tono filosófico.

"Le ha pedido a una de sus ayudantes que subiera a coger un chal, pero le han dicho que ahora no podían, me he ofrecido también a cogerlo para ella, pero me ha dicho que no se me ocurra acercarme a su habitación. Qué desconfiada. Entonces le he sugerido que podría ir usted, y eso no le ha parecido mala idea."

"Claro, puedo bajarle un chal, no hay problema." respondió Diego algo extrañado por la petición. Se levantó de la silla y se tambaleó un poco, ante la satisfacción del alcalde. De Soto acompañó a Diego hasta la escalera para que no se despistara y se quedó un momento viendo cómo subía, luego se dirigió a la cocina.

"Señorita, me temo que don Diego está bastante borracho y por algún motivo se ha metido en su habitación."

"Qué raro, no suele beber." dijo Victoria con la pronunciación típica de alguien que ha bebido bastante.

"No se habrá dado cuenta de lo fuerte que estaba la bebida. Me temo que la mayoría de sus parroquianos están borrachos."

Victoria salió a la sala y desde abajo vio a Diego entrando en su dormitorio. "A ver qué quiere." murmuró y subió la escalera.

El alcalde la siguió tratando de disimular. Ella entró en el dormitorio y vio a Diego mirando en su baúl. No se dio cuenta de que el alcalde cerraba la puerta tras ella y echaba la llave.

"Diego. ¿Qué haces aquí?"

"El alcalde me ha dicho que te bajara un chal para ir a dar un paseo."

"Yo no he pedido ningún chal. A saber qué está tramando. Vámonos."

Victoria intentó abrir la puerta, pero no pudo. "Está cerrada."

Diego se acercó y también intentó abrirla. "Sí, está cerrada."

"Te lo acabo de decir."

"¿Y dónde está la llave?"

"Debería estar en la cerradura."

"No está."

"Ya lo veo." dijo Victoria algo molesta. Luego golpeó la puerta. "¡Pilar, Alicia! ¡Estamos aquí!"

"No creo que te oigan, con una fiesta ahí abajo."

"Pues no." dijo ella con un suspiro. "A ver qué hacemos ahora."

"Puedo salir por la ventana."

"Ni hablar, con lo torpe que eres seguro que te caes, si te pasa algo malo tu padre se llevará un disgusto."

"No soy torpe. Puedo salir por una ventana."

"Sí que lo eres, te caes de las escaleras y de los caballos. Si sales por esa ventana seguro que te rompes la cabeza."

Diego sacudió la cabeza, recordando por un momento que era cierto que fingía ser torpe. "¿Y qué hacemos?" dijo.

"Esperar a que alguien se dé cuenta." dijo ella desanimada apoyándose contra la pared de enfrente de la puerta.

"Podrían pasar horas." dijo él con cara de preocupación. "No te preocupes, yo te salvaré. Tiraré la puerta abajo." afirmó con convicción.

Ella se lo imaginó y se le escapó una risita. "¿Te vas a lanzar contra la puerta? No es buena idea, porque eres muy torpe, y además…"

Él se dio unos pasos atrás, cogió carrerilla y se lanzó contra la puerta, golpeándola con el hombro. La puerta resistió, y él rebotó hacia atrás, perdió el equilibrio y cayó al suelo. Al verlo a ella le dio la risa y tuvo que sujetarse apoyándose contra la pared.

"¿Qué te pasa ahora?" dijo él con expresión de no entender lo que había pasado.

"Tienes una cara muy graciosa." dijo ella mientras se reía tanto que se iba escurriendo lentamente hacia abajo, con la espalda aún apoyada en la pared.

"¿Y eso te hace reír?"

"Sí, porque además no podrás abrir la puerta así, se abre hacia dentro, torpe." dijo ella entre risas mientras continuaba deslizándose hacia el suelo.

"No es tan gracioso." dijo él frotándose el hombro, ahora tenía cara de estar ofendido, lo que a Victoria le pareció aún más gracioso.

"Sí, sí que lo es." respondió ella entre carcajadas ya sentada en el suelo.

"No, no lo es. Te hace gracia porque estás borracha."

"No, tú estás borracho. Yo casi no he bebido. Solo me he comido la fruta."

"Estás incluso más borracha que yo."

"Ni hablar."

"A ver," dijo él levantándose del suelo con dificultad. "camina en línea recta hacia mí."

Victoria se levantó torpemente e intentó caminar hacia él, pero se tambaleaba lastimosamente. Acabó tropezándose con sus propios pies y Diego la sujetó como pudo, porque también se tambaleaba.

"Vale, no puedo, pero tú tampoco puedes."

"No, pero yo ya he reconocido que estoy borracho."

Ella tenía la sensación de que debería pedirle que la soltara, pero no recordaba el motivo, así que se quedó abrazada a él. Diego la soltó y dio un paso atrás.

"¿Por qué te apartas?" preguntó ella.

"Para dejar de abrazarte."

"Pero yo quiero que me abraces, me gusta."

"A mí también." dijo él sin pensar bien lo que decía. "Pero si te abrazo te querré besar."

"¿Tú quieres besarme?" dijo ella extrañada.

"Todo el tiempo, pero no puedo." dijo él con voz triste.

"¿Por qué no?"

"Porque no eres mi novia, eres la novia de el Zorro, y no quieres que te bese."

Ella se quedó pensando. "En realidad a veces sí, pero creo que es por curiosidad. Cuando era pequeña quería hacerlo, pero tú eras demasiado mayor y no me hacías caso. Luego te fuiste a España y cuando volviste estabas muy raro. Y conocí a el Zorro y entonces quería besarlo a él."

"Pues lo que yo decía, no quieres besarme."

"A veces sí, para comprobar que no me gusta y dejar de preguntarme cómo sería."

"¿Quieres que yo te bese?"

"Solo a veces, cuando me acuerdo de la noche en el molino. Si me hubieras besado entonces ya no tendría que preguntármelo. Creí que ibas a besarme, pero no." Volvió a quedarse pensativa. "¿Te importa si te beso ahora? No tenemos nada mejor que hacer."

Él también se quedó pensando, convencido de que había una razón para decir que no, pero con el alcohol nublando su mente no era capaz de encontrarla. Al verlo tan concentrado ella volvió a reírse. Cuando él la miró extrañado ella le dijo. "Has vuelto a poner esa cara rara. Venga, voy a besarte, siéntate en la cama, que eres muy alto y así no tengo que mirar para arriba."

Diego obedeció sin pensárselo dos veces y se sentó en la cama. Ella se sentó en su regazo, lo miró a los ojos y luego le dio un beso con suavidad. Él la abrazó por la cintura y le devolvió el beso con entusiasmo, a lo que ella no pudo evitar responder.

Se separaron y ella frunció el ceño. "Pensé que no me gustaría, pero sí que me ha gustado. A ver qué hago yo ahora."

"Podrías volver a besarme." dijo Diego esperanzado.

"No, porque soy la novia de el Zorro y tú no eres el Zorro."

Para Diego poder seguir besando a Victoria era lo más importante del mundo. No pensó en las consecuencias que podría tener y decidió decírselo. "Sí que soy el Zorro."

Ella lo miró fijamente. "No eres el Zorro. Lo dices para que te vuelva a besar. Los hombres dicen cualquier cosa para conseguir besos. Si fueras el Zorro yo lo sabría. "

En lugar de responder Diego resopló, se rió, y negó con la cabeza.

"No eres el Zorro. El Zorro no es torpe, y tú sí." afirmó Victoria muy seria.

"No es verdad"

"Si que lo es, te has estrellado contra mi puerta."

"Porque ahora estoy borracho, pero normalmente no soy torpe."

"Sí que lo eres, y te digo que no eres el Zorro."

"Sí que lo soy."

"Te lo voy a demostrar. Tengo por aquí una máscara de el Zorro, te la pondré y ya verás como no eres él."

"Vaya que no, si lo sabré yo."

Victoria se levantó del regazo de Diego y abrió un cajón. Rebuscó un rato, y gruñó. "Vaya, la cambié de sitio para que nadie la encontrara, y ahora no la encuentro."

Mientras tanto Diego se había levantado y estaba detrás de ella mirando con curiosidad. Ella se volvió para ir a buscar en otro sitio y al girarse se chocó con él, rebotando un poco hacia atrás.

"¿Por qué hay una pared aquí?" dijo ella confusa. Levantó las manos para tocar el obstáculo con el que había chocado. "Si eres tú. Estás muy duro, creí que eras una pared." dijo palpándole el pecho. Luego alzó la vista hacia él. "No encuentro la máscara, pero no hace falta, probaré así." Juntó los dedos índice y pulgar de cada mano y luego acercó las manos formando con ellas una especie de máscara.

"Estás muy alto, siéntate otra vez." dijo ella empujándolo un poco. Él volvió a sentarse en la cama, y ella lo miró directamente y alzó las manos hacia su cara.

"¿Ves? Eres tú, Diego."

Acercó las manos a la cara de Diego y las puso tapando la parte superior excepto los ojos, que quedaban rodeados por los dedos índice y pulgar.

"Y si te pongo una máscara ¿Lo ves? Ahora sigues siendo… Ay va…" Victoria se lo quedó mirando pensativa. "Sí que eres el Zorro. ¡Qué gracioso!" dijo echándose a reír. "¿Sabias que eres el Zorro?"

"Claro que si, te lo acabo de decir y no me creías."

"Ahora eres Diego." dijo quitando las manos. "Ahora eres el Zorro." repitió volviéndolas a poner.

"Diego… el Zorro." siguió diciendo mientras repetía el movimiento.

"Ahora que soy el Zorro. ¿Puedo volver a besarte?" dijo él a la tercera vez que ella hacía lo mismo.

"Diego… el..." ella se interrumpió. "Sí, qué buena idea." y se volvió a sentar en su regazo para besarlo, con tanto entusiasmo que Diego y ella cayeron sobre la cama. Les entró la risa y luego se volvieron a besar.