Miguel va a llamar a… algún ángel que vea pasar por ahí. Random-iel.

—Ah! ¡Randomiel!

Ella le mira porque le han dicho que es Lucifer y que no puede acercarse.

—Ven, ven.

—Uhm... no puedo.

—Solo quiero hablar.

—Habla desde ahí

—Cuéntame…

—¿Que te cuente qué?

—Sobre el cielo.

—Pues... es... el lugar aquí arriba, donde viven los ángeles. Es donde estás ahora. ¿Te sientes bien?

—Cuéntame sobre… los Arcángeles.

—Son... uhm siete. Uno por cada virtud. Ellos se ocupan de la organización y funcionamiento del cielo, cada uno en un área.

—Y ahora que los han echado, ¿qué pretenden?

—Dalquiel ha organizado... una nueva cúpula, Los Nuevos Arcángeles, se llaman, mantienen todo en funcionamiento mientras los demás nos dedicamos a prepararnos para enfrentar a los demonios.

—¿Nuevos Arcángeles? ¡Eso no se puede auto organizar! ¿Y enfrentar a los demonios que vendrán a hacer qué?

—Pues Dalquiel lo está haciendo... creo que... quieren robarnos la virtud.

—¿Y qué van a hacer con los Arcángeles "anteriores"?

—No lo sé, creo que ahora que están mancillados quizás no los dejen volver nunca. O quizás algunos de los que no lo están sí y los demás no.

—¿Nunca? P-Pero… ¡hay quien no lo está! E igualmente resto era un mandato de Dios

—Sí, hablaban de Remiel y Sariel.

—¿Y de Miguel por qué no?

—Pues porque tú la mancillaste, dicen que más veces que Aziraphale con el demonio de la manzana y de peores formas.

—No es verdad, nosotros… y-yo… no….

—No me vas a engañar, demonio.

—Yo la obligue sin su consentimiento. Y podría hacerte lo mismo a ti.

Randomiel da un paso atrás.

—Jum! Idiotas.

La ángel vacila un poco y se queda ahí sin atreverse a acercarse de nuevo, pero tras un rato vuelve porque no puede evitarlo.

—P-Podrías...

—¿Queeeeeeé?

—¿E-Explicarme cómo... es?

—¿C-Cómo es… q-qué?

—Pues... ehm... hacer eso. Con un demonio. Gabriel dijo que tendríamos que hacerlo todos.

—E-Es… —se sonroja y aprieta los ojos volviendo a sentarse en el sillón.

—¿Aja?

—Es…. E-es…. Es…. I-íntimo.

—¿Íntimo? ¿Íntimo cómo?

—P-Pues… como pasar tiempo con tu mejor amigo, pero… mejor. Y es intenso, como…. Sentir mucho amor.

—Pero ¿cómo va a ser mi mejor amigo un demonio?

—Pues tiene que serlo para que puedas hacer esto bien.

—Y tú...

—Yo…?

—¿Has hecho eso así? ¿Con Miguel?

—P-Pues…

—¿Cómo se siente? O sea... ¿a nivel físico?

—Mejor que ninguna otra cosa que has sentido nunca.

—Pero es verdad que... necesitas...

—¿Qué?

—Pues dicen que necesitas tener... o-órganos...

—¿Órganos? —Miguel imaginando por un momento el órgano de la iglesia.

—S-Sexuales —susurra.

—Ahhh… ah. Ehm… eso. Ugh.

—¿Es verdad? Dicen que... hay que hacer cosas con... ellos.

—Todo se hace con ello es… bastante complicado.

—Pero ¿cómo?

—P-Pues pones los órganos juntos y... los frotas.

—P-Pero... ¿no es como muy difícil eso? Por la posición, o sea...

—Ya… ya. Hum... Sí lo es, pero el demonio sabrá cómo hacértelo.

—Pero entonces tengo que confiar en él, ¿y si me engaña para hacerme otra cosa?

—Eso… Ehm… si tienes que confiar en él.

—Eso es muy peligroso. Preferiría saber mejor cómo funciona.

—Pues ya te he dicho que… sacan las alas y se frotan.

—¿L-Las alas?

—Sí. Tienen que sacar las alas y… ¿darse muchos besos?

—¿En las... alas?

—También.

—No estoy segura que me gusten los besos en las alas.

—¿Los has probado?

Mueve las alas un poco porque además todos las llevas de fuera para asegurarse que no están poseídos por un demonio.

Miguel saca sus alas blancas y las mueve también un poco, mirándolas de reojo.

—No creo que se sienta mucho.

La otra ángel parpadea un poco porque... ¿No deberían ser sus alas de color... de demonio?

—Ehm... ¿porque no lo... pruebas? —propone Randomiel.

—¿En mis alas?

—Pues... supongo.

—No creo que alcance. Tendríamos que probarlo en las tuyas.

—Y-Yo no puedo... meterlas ahí —Se sonroja con eso, guardándolas.

—Pues yo no puedo salir de aquí.

—P-Pero... ¿No crees que a Miguel le moleste?

—Tú sabes si… ¿yo he hecho esto antes con algún otro ángel?

—¿Eh? —parpadea porque... pensaba que iba a hacerlo con ella ahora.

—¿Lo has oído por ahí?

—N-No. ¿Lo has hecho? —frunce el ceño.

—No lo sé.

—Eso soy para ti, ¿no? Solo una más en tu lista.

—¿Qué? No eres una más en mi lista. No estás en mi lista.

—¡Tú has dicho que querías hacer esto conmigo! Y luego que lo has hecho con mucha gente.

—¡Te estaba preguntando!

—Pues ya no eres el favorito de todos. Eres uno de los peores demonios y compadezco a Miguel si tiene que hacer esto contigo y tú vas a ir por ahí con todos. Se lo voy a decir a ella cuando despierte.

Miguel suspira, apretando los ojos.

—¡No es eso lo que te he dicho!

—Pues ni creas que me importa.

—Pues a mí tampoco, Randomiel.

Randomiel se va a ir toda enfadada y le va a ir con el chisme a todos hasta que le llegue a Dalquiel que irá a ver qué está haciendo Miguel a los ángeles con su identidad... pronto.

—No puedo creer tus niveles de perversión, ¿vas a intentar acostarte con tus ángeles?

—Soy Lucifer, ¿no?

—Uno pensaría que para todo hay un límite, pero sí, vale...

—Lucifer no tiene límites.

—Ah, ¿no?

—Ningún límite en su perversión… ni en su amor por Miguel.

What the hell? —protesta con eso, que ya no le hace tanta gracia.

—Pues es lo que todos dicen.

—A mí me han dicho que lo estás haciendo con todos, no solo con ella. De hecho, usando el cuerpo de ella para esto.

—¡No he tocado a nadie! ¡Nadie puede entrar aquí!

—Pues no es lo que dicen por ahí.

—Son rumores absurdos… pero quizás si lo haría con todos si pudiera salir.

—¿Eso harías?

—P-Pues…

—A lo mejor deberías hacérmelo... a mí.

Miguel traga saliva vacilando un instante, Dalquiel le sostiene la mirada.

—Si entras aquí, te lo haré.

—No puedo entrar ahí, pero tú puedes salir...

Miguel respira un poco al ver que no entra de inmediato, porque lo temía. Aunque… Ugh. No entra.

—Yo no puedo salir. Así que…

—Eres Lucifer y esto es una celda infernal. Sí que puedes.

—Pues será que no quiero hacerlo contigo.

—¿Por qué no?

—¡Porque me tienes secuestrada aquí!

Ojos en blanco.

—¿Y si yo te dejara entrar?

—¿No que no querías hacerlo conmigo?

—¡Tú has dicho que no querías entrar!

—Yo he dicho que yo no puedo entrar, porque soy un ángel.

—¿Y si yo te dejo entrar?

—Eso... depende de ti. Aunque probablemente debería entrar con todo el ejército.

—Pues… adelante.

—Ábreme, entonces.

—Pues pasa cuando tú quieras.

—Deberías... chasquear los dedos.

Miguel los chasquea y Dalquiel los chasquea a la ver y hace una obertura del tamaño de una puerta.

—P-Pues venga —Miguel levanta las cejas.

Dalquiel vacila un poco y pide calma a todos lo demás ángeles alrededor. Dando un paso hacia la abertura, teatralmente.

Miguel se humedece los labios, pero no hace lo que su instinto le dice que debería hacer.

La verdad, este no es el movimiento más inteligente de Lucifer, Miguel sigue siendo Miguel, un Arcángel. Y esto es el cielo. Su coartada es bastante endeble y claramente su posición es vulnerable... Si no tuviera ganas de esto, no se pondría en esta posición, Miguel. Te diría Leviatán.

Miguel le mira a él en total tensión.

De hecho, pasa una bola del desierto y suenan los grillos como si fuera un duelo de cowboys. Duru duru duuuu ñia ñia ñiaaaa

Dalquiel levanta la barbilla y sonríe de ladito, un poco de nervios. Aunque nunca lo va a admitir.

La mirada sostenida y las manos sudorosas de ella, aunque tampoco lo va a admitir.

El demonio se humedece los labios y da otro pasito hacia ella, que traga saliva, pero, mantiene el espacio sin echarse atrás.

—Entonces... —otro pasito.

—¿S-Sí?

—Pues tú has abierto, tú dirás.

—Entra.

Vacila y ahí va.

Miguel casi se cae, sin esperarlo pensando que le ha dicho que si entraba… ¡Y ahora tiene que poner en marcha lo que le ha dicho al otro ángel!

Dalquiel se apoya un poco al lado de la puerta, manos en los bolsillos, la verdad. Hace gesto de como chasquear los dedos, pero no lo hace, esperando que lo haga ella para cerrar la abertura en la que ahora se están agolpando todos los ángeles posibles.

Miguel lo que hace es poner todas las paredes opacas. O eso intenta, chasqueando los dedos.

No se hacen opacas ni pasa nada hasta que Dalquiel sella la puerta con el chasquido discreto y ahora entonces solo quedan ellos dos solos en la celda.

—No voy a hacer NADA si te ves así —Miguel le mira Súper nerviosa.

—¿Cómo quieres que me vea? —Dalquiel se vuelve a humedecer los labios.

—Como tú.

Chasquea los dedos y... cambia su aspecto lo más parecido a si mismo que puede como ha hecho antes para las selfies. Miguel se sonroja.

—T-Te ves bien con mi armadura —confiesa.

—Me queda mejor que a ti —Lucifer sonríe de lado.

—No sé de dónde sacas eso.

—Solo hace falta verlo —hace un movimiento de cadera para que vuele la falda.

—Yo me veo más dura con él. Tú… menos.

—Tal vez debería... —chasquea los dedos y la vuelve negra. Con la falda más corta y las formas del escudo pectoral masculinas más marcadas.

—Ugh —es que no crean que no pe pone la estética militar. Saca el teléfono y le hace un par de fotos—. Te ves ridículo, mira.

Lucifer levanta una ceja con las fotos y luego pone los ojos en blanco con el comentario, cruzándose de brazos y acercándose.

Miguel se muerde el labio y lo mira de arriba a abajo y es que la cercaniaaaaaaa. Traga saliva y chasquea los dedos haciéndole una luciérnaga en la armadura

La mira y sonríe un poco. Luego chasquea los dedos y añade su símbolo de la estrella invertida toda rara. Un triángulo de cabeza con una V.

—Ahora mejor —chasquea los dedos igual y le hace la luciérnaga y el símbolo plateado patinado.

—Ahora, definitivamente, no parece tu armadura.

Miguel le pone también el símbolo de ella, sobre el corazón.

La verdad, él chasquea los dedos e intercambia su ropa con la de ella.

Miguel se mira a sí misma y se sonroja bastante pensando que esta ropa estaba abrazándole hace un segundo.

—Ahora parece más interesante. Te sienta bien el negro.

—¿T-Tú Crees? Es muy raro que lo use.

—¿Así te verías si hubieras caído? —Se encoge de hombros, sonriendo de lado.

—No lo sé. ¿Qué animal crees que sería?

—Una hormiga.

—¿Una… hormiga? —Miguel parpadea.

—¿No? —sonríe de lado.

—¿Pues no son pequeñas y feas como de Belcebú?

—Cómo de... Belcebú.

—Pues como las moscas.

—No se parecen las moscas a las hormigas.

—Pues son insectos pequeños y negros. Yo creo que yo sería un león o algo así.

—No ibas a ser un león.

—¿Por qué?

—No hay animal más estúpido que... uhm. Una hormiga —asegura para no decir que no le pega el león por ser un animal estúpido.

—¡Ah! Además, quieres que sea una hormiga estúpida. Yo creo que tendría que ser algo fuerte. Quizás un oso.

OJOS EN BLANCO. Porque él te ha puesto el puto animal más fuerte por eso mismo.

—Yo creo que serías una medusa, toda la vida viviendo sin cerebro, pero tremendamente letal.

—¿¡Cómo que sin cerebro?!

Lucifer se ríe de esos gritos.

—Como si las luciérnagas fueran el animal más listo de la creación.

—Es por la luz.

—Pero no son listas —igualmente se le acerca un poco más, relajándose con la conversación.

—Depende de con qué lo compares.

—Pues con casi todo animal. Puede que solo te ganen las moscas

—Tenemos algo con Belcebú hoy.

—¡Qué va! ¿Qué otros animales hay que sean ustedes?

—Pues casi todos.

—¿Y hay hormigas?

—Sí.

—¿Quiénes son?

—Xaphan, creo que es... no es muy listo.

—Xaphan… no tengo idea de quién es. Un demonio menor.

—El que quería prenderle fuego al cielo cuando nos fuimos —que no "caímos"... o más bien nos tiraron. Claro, Lucifer, claro—. Es un poco pirómano así que se encarga de pegarle fuego a cosas aleatorias en el infierno. No sé si Belcebú le tiene ocupándose de las llamas porque como ahora todo tiene que parecer una oficina muy profesional —ojos en blanco.

—Han mejorado un poco… aunque alguien tendría que encargarse de controlar al loco que hace celdas infernales en el cielo —le coquetea un poco sin darse cuenta.

—Ay, sí. No sea que Gabrielito se ensucie los zapatos y no quiera bajar... No sé quién hace las celdas.

—¡Está es la única celda infernal en el cielo! Me da igual que Gabriel se ensucie lo que quiera, siempre regresa quejándose y me hace un poco de gracia.

—¿Te hace gracia que Gabriel se queje? Esa es nueva —sonríe más sinceramente.

—Pues es que… caaaada vez vuelve como si le hubieran enterrado en caca.

—Tal vez deberías recuperar tú esa tarea...—la verdad, se arrepiente de decir eso justo después de decirlo.

—¿Quieres que vaya yo ahora a arreglármelas con Belcebú? ¿O solo tienes ganas de verme más a menudo?

—La verdad... pensaba en que te cubrieran de caca a ti.

Miguel se ríe.

—Pero supongo que eso implicaría la posibilidad de encontrarte por los pasillos del infierno y tendría que soportarte más a menudo. Definitivamente no quiero eso.

—¿Definitivamente no?

—Definitivamente lo odiaría.

—A mí me gustaría molestarte un poco más.

—No creo que eso sea angelical, humana o demoníacamente posible.

—¿Molestarte más no se puede? Uff… siempre puedo esforzarme.

—¿Hasta ahora ni siquiera te estabas esforzando? —se finge un poco escandalizado.

—Para nada —niega, sonriendo.

—Parece que tu maldad no tiene límites entonces —sonríe de ladito.

—Bondad —corrige.

—Si fuera bondad no sería molesta —se encoge de hombros.

—Para un ángel no lo es, pero para un demonio sí.

—La bondad es intrínseca para todos, independientemente de tu naturaleza.

—A ti te molesta mi bondad.

—A veces —admite.

—¿Ves?

—Bueno, a ti te gusta mi maldad —la acusa y Miguel se humedece los labios con eso—. Venga, di que no —sonríe de ladito, retándola

—Ugh. No voy a… Ugh!

—Dilo, te mueres de ganas... —la toma de la barbilla y se la levanta—. "Eres el peor demonio del infierno, Lucifer. Y con diferencia" —la imita.

Miguel se sonroja un montón con eso

—S-Sí que eres el peor demonio del infierno, Lucifer.

—Y por eso soy tu favorito —añade.

—Lo eres —Le pone las dos manos en el pecho—. Aunque también eres al que más odio.

—Eso explica porque no haces lo que has prometido que harías.

—A-Aún —Miguel traga saliva.

—Ah, supongo que requiere... algunos pasos más. Bien, puedo sentarme aquí a ver el espectáculo —asegura, yendo a su butaca.

Miguel le detiene del brazo, él le sostiene la mirada y es que… la cercanía. Y las malditas GANITAS que le tiene.

¿Ahora resulta que tiene ganitas?

Pues… ¿ahora resulta que eso les sorprende?

—¿Aja? —Lucifer se humedece los labios.

—T-Te… te tengo que…

—Acabar tus frases, estaría bien.

—No sé cómo hacerlo —admite.

—Es fácil, pones una palabra, luego otra hasta que forman una idea y las pronuncias todas, no solo la mitad.

—Me refiero a... esto otro, idiota —protesta.

—Parecías muy segura cuando lo has dicho —igualmente se sonroja un poco por haber estado pensando en gilipolleces.

—Yo siempre parezco muy segura de todo y no lo estoy.

Lucifer traga saliva porque... a él le pasa lo mismo.

—Pero es bueno que crea todo mundo que lo estoy —susurra.

—¿Lo es?

—Sí, da una… idea de mí.

—Falsa.

—Pues…

—Resulta que te gusta engañar a todos —gesto con la mano.

—No lo pongas así —protesta.

—Así es como es, es la verdad —se encoge de hombros.

—Solo es bueno dar una imagen de decisión.

—No sirve de tanto si a la hora de la verdad, tienes que admitir tu mentira.

—Has dicho que confiara en ti.

—¿Y lo haces?

—Pues lo estoy haciendo ahora.

—Vamos a ver si es verdad... ¿Te atreves?

—Claro —le mira a los ojos.

Lucifer sonríe de lado y chasquea los dedos... encadenándola en corto de la pared, manos arriba y piernas abiertas.

Miguel abre MUCHO los ojos y pega un gritito ahogado.

Lo siguiente que hace es desnudarla y mirarla de arriba a abajo como si se la fuera a comer de un momento a otro.

—¿L-Lucifer? Q-Que… que… ¿¡qué haces?!

—Dijiste que confiabas en mí...

—S-Solo es una pregunta.

La verdad... la verdad, toma una de las espadas que hay por ahí en el suelo y se la pone al cuello.

—¿Qué tanto te excita esto?

Miguel traga saliva porque no está muy segura de que es lo que le pasa con esto, pero le da un escalofrío de AQUELLOS.

—¿Sabes siquiera cuando estás excitada? El otro día no parecías saberlo.

—E-Ehm… —No tiene IDEA.

—Supongo que la inocencia te protege por ahora. Vamos a resolver eso y ya más adelante habrá tiempo de cosas más complicadas.

Ella traga saliva igual, esperando.

—Voy a... tocarte y tú... me dices lo que sientes cuando lo hago.

—Uff —aprieta los ojos y asiente.

—Bien... —se humedece los labios y vuelve a mirarla de arriba abajo porque no es como que... no se hubiera imaginado esto... alguna que otra vez, muy esporádica.

Ya…

Ya sabes, alguna pesadilla un día de navidad que no podía dormir.

Miguel tiene toda su musculatura TENSA.

Y es que mira que se le marquen un poco los músculos le tienta aún más. Tampoco pasa nada si la toca un poquito antes de cortarle la cabeza...

¿Sí la va a tocar?

Ehm... está debatiéndose consigo mismo. Se le estira la mano sin poder evitarlo mientras aprieta los ojos.

Miguel es que está tan TAN tensa.

Vale, solo un poquito, con las yemas de los dedos, en el bíceps.

Ooootro escalofrío.

Le resigue todo el brazo hasta llegar al pecho.

El ESCALOFRÍO otra vez.

—Sabes que esto es pecado, ¿no?

—Lo estás haciendo tu

—Entonces asegúrate de resistirlo... —sonríe yendo a acariciarle el pecho.

Miguel aprieta los ojos y tiembla un poco.

La verdad es que, a estas alturas, echa la espada por ahí a un lado y va a ponerle ambas manos encima.

Miguel hace un sonido gutural porque esto… extrañamente se siente bastante mejor de lo que esperaba.

—¿Y esos soniditos? —pregunta con media sonrisita, porque le gustan.

—¿Qué con ellos? —pregunta y luego gime con absolutamente cero vergüenza.

—Eso... definitivamente, no es resistirse. Entiendo que no sepas ni cómo resistirte y que te guste, pero créeme que se va a poner peor y no estoy seguro que quieras ser tan obvia.

—¿Por qué tengo que resistirme?

—Porque es pecado.

—Me estás obligando a ello, estoy incluso amarrada.

—Mira por dónde, yo a eso lo llamo autoprotección.

Abre un poco los ojos y traga saliva. Estira un poco de las cadenas. Él sonríe y ahí va otra vez.

—Lucifeeeeer —esta vez sí protesta, y se sonroja más, especialmente después de verle.

—¿Cómo vas? —sigue moviendo las manos por su torso y pechos nada más.

—Pues… ¿C-como debería ir?

—Pareces bastante excitada, eso está bien para mí y mal para ti. También es hacía donde deberíamos dirigirnos. La verdad, mi pregunta era más en la línea de si sientes que deberías curarte.

—Tengo calor. Sí. Y me siento un poco… extraña. Como si estuviera en batalla.

—En batalla. Aun me sorprende eso... —igualmente sonríe de ladito.

—Es la tensión.

—No sé si estés preparada para esto, pero... voy a intentar con la boca ahora.

—¿Queeeeeé?

—Pues... con la lengua. A algunos... les gusta.

—¿Qué? ¡¿QUÉ?! —abre los ojos asustada. ¿Algunos quienes?

Ahí va a metérsele un pecho en la boca, sin responder.

—Uuuugh!—grita/gime a la vez.

Se separa y la mira a los ojos, dejándola respirar un poco.

—¡¿Qué haceeees?!

—Cosas que sirven, por lo visto —va a ir por el otro.

Miguel vuelve a gemir. Él vuelve a separarse y a mirarla.

—Suéltame —Miguel echa la cabeza atrás porque esto… es que se siente CALIENTE.

—¿Para?

—C-Curarme.

—Oh... no. Ni hablar. Ya te he dicho que esto se va a poner peor... —vuelve a la primera.

Ooootro gemido, es que… además es LUCIFER el que… Ugh!

—A-Alguien podría oírme.

—¿Eso te gustaría? Que todo el cielo supiera que...

—No!

—Podría... —Lucifer vuelve las paredes de la celda transparentes de un chasquido. Desde afuera no se ve lo que pasa dentro, pero eso no se lo vamos a decir a ella.

—¡Noooo! ¡No! ¡No! ¡¿Qué haces?! —se revuelve, bastante histérica.

—Continuar —asegura, mientras hay un montón de ángeles ahí a fuera, la verdad, intentando romper la cela para rescatar a Dalquiel.

Miguel es que… no puede. No puede concentrarse. Ni en Lucifer ni en los demás ángeles, pensando que les están viendo. Aprieta los ojos e intenta apretar… algo más, soltando OTRO gemido bastante intenso.

—Si sigues gimiendo así sí te van a oír —miente.

Vale, ella aprieta los labios y trata de callarse, pero falla miserablemente. Mientras él sigue un poquito más... Y luego se separa para dejarla respirar un poco.

—Eso no es resistirte.

Miguel está completamente… Ugh. ¡Es que esto no vale! No imagino esto así. ¡Nunca!

—Vale... a ver... esto... va a sorprenderte mucho y no vas a poder evitar gritar porque te conozco. Pero... intenta no gritar, ¿vale?

—¡Sí voy a gritar!

—Ya, ya lo sé, solo intenta no hacerlo.

—V-Vale…

—Vale. ¿Estás preparada?

—Sí

—¿Seguro? Luego no digas que no te lo advertí.

—Sí, ¡sí lo estoy!

—No lo estás...

—Lucifeeeeer!

Y ahí es que le va a pasar la mano por entre las piernas en un movimiento bastante suave dentro de lo que pueda o se deje.

Si que grita ¡SI QUE GRITA! Se PLANCHA contra la pared y pega un salto con un escalofrío.

De repente es que los ángeles consiguen hace una fisura en las paredes, ahora bastante más endebles que antes. O quizás es Miguel con ese movimiento.

Miguel puede que haga bastante presión contra la pared. La verdad, Lucifer lo nota y entra en pánico, volviendo a verse como Dalquiel, vistiendo a Miguel (con la armadura negra) y luego soltándola, en ese orden.

Miguel ni siquiera baja los brazos.

Dalquiel sigue, ahora con las paredes de la celda y luego va a ir a atravesarlas como si el demonio le hubiera empujado a través de ellas, sellándolas de nuevo... con una pequeña abertura

—¿Lu-Lucifer? —Parpadeo, parpadeo.

Hace cinco años que Lucifer se fue de aquí, cariño.

Ugh! ¿Cómo pasó esto? ¿En dónde ostras está!?

Con ángeles bastante comprometidos. Y un... ariete, básicamente.

Un ariete celestial. Miguel hoy ODIA a los ángeles.

No lo digas como si otros días no lo hicieras.

¡Pues hay días que le son más útiles!

Esa no es novedad, asegura Lucifer.

Ñañaña. Miguel se… da dos pasos atrás y se abraza un poco a sí misma y la verdad es que por un momento se pregunta si esto si acaba de pasar o si es un juego mental de Lucifer.

Es un juego mental y también acaba de pasar. Dalquiel está fuera calmando a los ángeles, diciéndoles que pelearon, pero que él venció. Ojos en blanco.

Miguel… es que… Ugh. Es que se sentía tan bien. ¿Y si… de verdad solo paso en su cabeza? Tiene otro escalofrío y va a tener pesadillas con esto.

Pues... puedes probar a ver qué pasa si intentas hacértelo a ti misma.

Dalquiel está fuera arrepintiéndose de no haberle dado siquiera un beso.

Miguel respira profundamente y tiene que respirar un poco con la espalda contra a la pared de la celda, cerrando los ojos y recordando muy vívidamente lo que acaba de pasar. Lucifer. Las cadenas. Ella.