El Ascenso de un Científico Loco

Descubriré cómo Funciona el Mundo

Los planes de Glücklität

Tres días después de que la reunión informativa, retomé mi viaje de estudio. Íbamos a explorar el monte Lohenberg. Era una zona volcánica, por lo cual pensé que podría encontrar algunos materiales interesantes.

Laurenz estuvo extrañamente sonriente todo el camino, pero aún no me había dicho nada, aunque tenía la sospecha de que querría matarlo en el segundo que lo hiciera

"¿Así que... le vas a cumplir la fantasía del profe chan?", me preguntó después de la cena, antes de entrar en mi campamento. Aunque esta vez, no entendí de que hablaba.

"No sé de qué idiotez estás hablando ahora, Laurenz, pero deja de burlarte", solté un poco irritado. Muy tentado a obligarlo a tratarme como a un candidato a archiduque y no como su amigo.

"¡Oh, por favor! No puedes no saber de ese fetiche de algunas chicas que les coqueteaban a sus profesores", dijo con una sonrisa cargada de incredulidad, "¡¿Sabes lo recurrente que era esa fantasía?! Mi página de porno favorita tenía una sección completa dedicada al fetiche del profe o la maestra sexi", soltó ahora si riendo con una sonrisa estúpida como si recordara algo muy feliz. "Akane y yo incluso tuvimos juegos de rol de ese tipo."

Sentí que no solo mis orejas, si no todo mi rostro se sonrojaba ante sus insinuaciones

"¡Esto no tiene nada que ver, tú, pervertido sin remedio!"

"Claro, claro." El pervertido frente a mi ahora estaba casi doblado sobre sí, sin dejar de reír. "Apuesto un mes entero de mis ganancias a qué va a aprovechar para llegar antes a seducir a su profe Ferdinand."

Dos semanas después quise matar a Laurenz por un motivo diferente.

Le había regalado un prototipo de la cámara 'instantánea' para hacer fotos que pudieran enviarse, la cual dejó en el templo para que su novia pudiera mandarle fotos. Ese día llegó a mis manos una caja misteriosa entre la correspondencia. Al abrirla encontré dos paquetes. Uno para Laurenz y otro para mí.

En mi paquete venía una carta de Rozemyne y un par de fotografías donde podía ver su highbeast modelada igual que yo con la ropa que me estaba preparando. Tenía al menos tres juegos nuevos, la estética era la misma, pero no lucían como una copia uno del otro, y luego…

"¡Laurenz!"

Que estuviéramos los dos apartados del resto en la habitación donde pasaría esa noche evitó que alguien más espiara las imágenes… y me obligaron a ser el único testigo de la cara de inmenso placer en el estúpido Otaku pervertido que jugaba a ser un caballero mágico o algo como eso.

"¡Ferdinand, no sé cómo voy a pagarte por esto y…!"

"¡Dile a Alerah que deje de meterle ideas retorcidas a Rozemyne en la cabeza!"

"¿Eh? ¿Retorcidas?" preguntó confundido antes de fijarse en las fotos en mi mano y luego mirar las que estaban en la suya, sonrojándose y entrando en pánico "¡Ay, no! ¡Dime qué no te enviaron un pack a ti también!"

Por suerte no había ninguna imagen de desnudos entre las imágenes que me enviaron. Junto a las fotos de mi próximo obsequio figuraban también una foto de Rozemyne con un vestido negro de gothic Lolita con la falda levantada a medio muslo para que pudiera ver las medias blancas sostenidas por un par de listones de encaje que formaban la imagen de 'medialuna' que tanto adoraba ver Shuu en mangas escolares y luego un par de fotos de ella usando dos corsés diferentes, uno con unas bombachas blancas y la otra con algo más parecido a la ropa interior de tenista demasiado insinuante para este mundo. Que además encontraran un modo de aparentar que su busto era más grande que en la realidad me tenía demasiado angustiado ahora. No tardé nada en quemar esas últimas dos imágenes.

"Te lo advierto, Laurenz. Si me envían más fotos de ella en ropa interior o llegan a enviarme algo más subido de tono, averiguaré si tus bolas se convierten en piedras Fey al extirparlas."

Mi amigo llevó ambas manos entre sus piernas de inmediato poniéndose tan pálido como un fantasma antes de ponerse en pie y salir corriendo sin dejar de pedir disculpas.

No volvieron a llegarme retratos indecentes… y a Laurenz tampoco.

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"Por favor, por favor, por favor ¡Déjame intentar traerla de vuelta!", suplicó Laurenz cuando informé que volveríamos a la capital por la orden de Aub. "Si recuperara sus recuerdos de cuando era Urano ¡No se comportaría así! Urano era mucho más recatada y… asexual… creo… ¿librosexual?"

Miré a mi amigo entre cansado y estresado, frotando mi sien con mis dedos.

Hacía casi un mes desde que esas fotos nos llegaron y Laurenz no había dicho nada sobre su novia o sobre Rozemyne desde entonces. Al parecer, temía la recepción que nos darían.

"Habla. ¿Qué tanto estuviste haciendo antes de descubrir la verdad?", cuestioné sin querer mirarlo. "Quiero saber el nivel del daño antes de tomar una decisión."

Laurenz respiró hondo y luego me explicó que introdujo a Rozemyne al mundo del manga, enseñándola a dibujar y contándole historias y novelas ligeras, usando el gusto de su señora por los libros para traer algo de su mundo a este. Eso explicaba los muñecos estilo funkos. La estética no era adecuada para Yurgenschmidt, pero al ser inventado por la princesa santa, la más bendecida por los dioses, él esperaba que pronto fuera aceptado y normalizado.

"Las ilustraciones de la biblia infantil ya estaban cerca del estilo anime, así que pensé en llevarlo un poco más lejos..."

Sin embargo, no pudo quedarse ahí. Aparentemente Alerah fue muy cercana a su antigua señora, al grado que solía consolar a Constance como yo solía consolar a Rozemyne, de modo que ninguna lo vio mal... ese engendro disfrazado de asistente se permitió acercarse a mi novia más de lo que era permitido, tratándola más como a una amiga que como su señora.

Alerah compartía con Rozemyne todo lo que Laurenz le enseñaba.

Al inicio fueron algunas historias que en la Tierra podrían ser de género ecchi, claro que aquí eso se consideraba desvergonzado e inadecuado... pero evolucionaron rápidamente al hentai.

Ni siquiera necesitaron la intervención de Laurenz para eso. Algunas doncellas grises de Rozemyne habían sido flores de antiguos sacerdotes. Ellas le contaron todo, lo cual explicaba que Rozemyne supiera 'que hacer' cuando pensaba que era mi flor. Las ideas de Laurenz e historias que Alerah le contó solo la volvieron más creativa...

Por supuesto, al inicio el bruto de mi mejor amigo estuvo feliz y complacido por poder actuar como un adolescente hormonal cuyos padres tienen reglas demasiado laxas, pero ahora, simplemente se sentía angustiado cada vez que lo recibían con la sonrisa de niña traviesa de su novia y mi novia.

Rozemyne llegó al extremo de pedir que actuaran ciertas escenas para poder grabarlos y dibujarlo después.

"Entiendo... esta descontrolada..." murmuré consternado y apretando algo en mi puño para no golpear a Laurenz. El daño ya estaba hecho. "Es cierto que, si recupera sus recuerdos podría regularse a sí misma..." coincidí, demasiado abochornado y preocupado.

Si no hacíamos algo, Rozemyne podría decidir que estaba bien llamar al invierno mientras que uno de nosotros fuera adulto debido al ejemplo de Alerah y Laurenz... y yo me graduaba este año.

Pero entonces, volvió hablar, contándome al fin sobre el incidente por el cual Margareth quiso deshacerse de él. La charla nocturna sobre las clases de caballero y como aseguro que debía estar permitido…

"…ella parecía bastante complacida con mi razonamiento…"

"… esto es urgente…" murmuré cubriendo mi boca, recordando lo que Rozemyne hizo después de que nuestro compromiso se aprobó. 'Admití que estoy enamorado de ella… terminaré cediendo con suficiente estimulación y ella sabe cómo manipular el maná…'

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"¡Bienvenido Ferdinand!" Me saludó Rozemyne esa noche en el templo.

Ella había estado en el castillo ocupada con sus clases y ayudando a su padre, lo que significaba que acababa de regresar. Sonreí al verla entrar en mi habitación con Dinand entre sus brazos.

Se acercó a mí dejando su peluche sobre la cama antes de abrazarme y besarme, sonriendo feliz.

"Estoy de vuelta", respondí con mi sonrisa propia. Era raro que aun no se quitara su yukata, sobre todo con el calor qué hacía hoy, pero no se lo cuestioné.

"¡Cuéntame todo, Ferdi!", pidió, "Cuéntame todo sobre tu viaje y lo que has hecho. ¡Lo que has descubierto!"

Rozemyne subió a mi cama aun sin quitarse el yukata en tanto yo comencé a contarle sobre los materiales que descubrimos y los lugares que visitamos.

No me di cuenta de en que momento sucedió, pero Rozemyne estaba acostada por completo sobre mí, sin dejar de verme a los ojos, sonriendo mientras me escuchaba hablar de lo que había visto y lo que había descubierto.

"A mi también me gustaría viajar contigo, Ferdi, ¡Todo suena increíble!", dijo riendo antes de levantarse un poco y besarme en los labios.

La atraje apenas, besándola con un poco más de pasión de lo que debería dada la posición en la que estaba. La extrañé demasiado y era claro que ella también.

Debido a que me estaría mudando a la soberanía la próxima primavera, volveríamos a dormir juntos siempre que yo estuviera en Eisenreich.

"Ferdi… ¿no te gustaron las fotos que te envié?", me preguntó después de un momento de cómodo silencio.

"Yo…", el puchero adorable en su rostro me dificultó encontrar las palabras adecuadas.

Si tenía que ser sincero, me gustaron mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta, pero tener tan siquiera una imagen de ella así era demasiado peligroso.

Si las aceptaba y seguían llegando, la posibilidad de perder una o que alguien más las viera no era cero. No estaba dispuesto a exponerla de esa forma.

"Lo pedí pensando en ti… pensé que te gustaría."

"No es que no me guste… solo…"

Mis palabras se atoraron en mi garganta, cuando se levantó un poco, quedando en horcajadas sobre mí, tirando del listón que mantenía cerrada el yukata para dejarme ver que, de hecho, solo llevaba ropa interior debajo.

"Si no puedo mostrártela en fotos, ¿puedo mostrártela cuando estés aquí?", su voz era casi como un ronroneo, "¿Qué te parece, Ferdi?", preguntó con voz melosa "¿Te gusta tu regalo? Escuché que los regalos son mejores con un moño encima", murmuró en mi oído antes de volver a alejarse para que pudiera observarla bien.

Era demasiado escandaloso y tentador. Una cinta roja de regalo cubría lo que parecía una tira replegada varias veces de encaje blanco para aparentar más volumen sobre sus senos, combinando a la perfección con un par de diminutas mangas decorativas que solo cubrían sus antebrazos como si fueran una extensión horizontal de la descarada prenda.

Su cintura parecía más pequeña y acentuada debido a cuatro delgados lazos rojos que convergían debajo de un pequeño moño rojo que sobresalía de lo que parecía una pequeña tanga de encaje blanco y rizado alrededor de su cadera… no pude ver más, mi cerebro solo se apagó por falta de sangre, ya que parecía que toda había ido a parar a mi espada.

Debí ponerme muy pálido debido a la impresión porque cuando volví en mí, Rozemyne tenía pequeñas lágrimas en sus ojos y sus manos se aferraban a mis hombros para zarandearme, todavía asustada.

"¿Ferdi? ¡Por favor no te mueras! ¡No quiero que me dejes sola! ¡Todavía no atamos nuestras estrellas!"

Sentí como el calor se apoderó poco a poco de mis orejas y mis pómulos, así como la maldita sonrisa que luchaba por suprimir.

'Siento que habría muerto demasiado feliz en este momento', pensé.

Me enfoque en lo que pude para calmarme, agradeciendo que el conjunto fuese blanco en lugar de negro, al menos hasta que recordé lo que esa combinación representaba… todo su atuendo era una invitación al invierno. Gracias a los dioses logré calmarme un poco debido a las diferencias del sentido común… al menos antes de notar el liguero blanco con un moño rojo sobre uno de los muslos de Rozemyne y tuve que tapar mis ojos con un brazo.

"¿Estás mejor? Pensé que habías muerto... Aunque no parabas de sonreír."

"Roz... Esa ropa... Te ves..."

Articular palabras era demasiado difícil. Su cuerpo en desarrollo con esa ropa que la hacía ver más voluptuosa ahora parecía estar tatuada dentro de mis párpados.

"¿No, no te gustó?" preguntó con una voz pequeña y temerosa.

"Te ves tan hermosa que es mortal… por favor no la uses hasta que hayamos atado nuestras estrellas, ¿sí?"

Mi novia me tomó del brazo para bajarlo con suavidad, dejándome ver su rostro compungido y sonrojado.

"Lo lamento, Ferdi. Solo quería darte una sorpresa que te gustara. Te extrañé demasiado."

Volví a cubrir mis ojos con mi brazo, levantando la sábana con el otro, esperando a que ella entrara y se acomodara a mi lado antes de taparla hasta la nariz y retirar mi brazo de mi cara.

"Roz… de verdad, preferiría que usaras ropa normal. Aún eres muy joven y… se te verá mejor cuando termines de desarrollarte. ¿Lo entiendes?"

Ella solo asintió viéndose dulce y encantadora con sus ojos llorosos, sus mejillas sonrosadas y la cobija cubriendo su boca.

Le sonreí entonces, abrazándola y depositando un beso en su frente.

"Ahora, si no estás muy incómoda portando eso, deberíamos dormir. De verdad estoy muy cansado."

Mi novia sonrió, rodeando mi torso con sus brazos bajo las sábanas, quedando dormida poco después. Ella también debía estar muy cansada.

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Un pequeño jadeo muy cerca de mi oído me despertó del sueño demasiado explicito que estaba teniendo… estaba seguro de que los dioses del amor se habían coludido para hacerme soñar con una Rozemyne de mi edad más descarada que mi propia novia.

El problema era que mi yo de ese sueño, en realidad era tan descarado como ella. Tal vez por eso me tomó un par de segundos entender lo que estaba sucediendo.

Mis manos estaban amasando algo suave y mi cabeza estaba recostada sobre algo blando. Me moví un poco, apenas intensificando mi agarre sobre eso suave que estaba entre mis manos, moviendo mi cabeza sobre mi almohada cuando un nuevo gemido algo más fuerte llegó a mis oídos, haciéndome notar entonces el gran error que estaba cometiendo…

Lo que mis manos amasaban eran las asentaderas de Rozemyne, mientras que mi cara estaba enterrada en su escote. Su blusa se encontraba desarreglada arriba y abajo de sus senos, dejándolos al descubierto y mi boca muy cerca de uno de ellos…

La solté alejándome de ella tanto como pude, lo cual fue nada en realidad. Nuestras piernas estaban entrelazadas bajo las sábanas y sus brazos se habían movido alrededor de mi cabeza y mi cuello.

Traté de arreglar su ropa con cuidado de no tocarla a ella otra vez, batallando por la limitada movilidad que tenía a causa de su abrazo.

No pude dormir nada el resto de la noche.

Cuando la primera campanada sonó, los ojos de Rozemyne se apretaron un poco, soltándome un momento después para sentarse antes de tallar uno de sus ojos

"Buenos días, Ferdi", murmuró en medio de un bostezo antes de agacharse y dejar un pequeño beso en mis labios. "Estaré en el castillo hasta la quinta campanada. Te veré en la noche."

"Ten un buen día", le murmuré como si estuviera despertando yo también, alcanzando su yukata para que se la pusiera antes de levantarse.

La vi colocarla mientras permanecía aún bajo las sábanas. Cerré los ojos para que pudiera vestirse más tranquila.

La imagen de su cuerpo semidesnudo y expuesto para mí me atormentaba cada vez que cerraba los ojos y mi cabeza no dejaba de reproducir al revés el momento en que la había vestido de vuelta… haciéndome pensar que fui yo quien desarregló su blusa. Debido a esta extraña confusión, deseaba de manera indigna corroborar el recuerdo alterado de mi mente. Quería saber si hacerlo sería igual a la escena que mi cerebro se negaba a dejar de repetir de manera obstinada.

Rozemyne bajó de mi cama, asegurándose de tomar a Dinand entre sus manos y deteniéndose en el borde de la barrera antiescuchas un segundo o dos, girando hacia mí con una sonrisa apenas insinuada antes de acercarse una vez más, besando mis labios para luego llegar a mi oído y murmurar:

"¿Sabes, Ferdi? Tuve un sueño in-cre-i-ble. Cuando me permitas, me gustaría mostrarte que soñé", canturreó antes de morder ligeramente el lóbulo de mi oreja, dejar un nuevo beso en mis labios y correr tan rápido que prácticamente desapareció de mi vista.

Me levanté en ese momento llamando a Fran y pidiéndole que llevara a Laurenz a mi habitación después del desayuno, ordenándole también mantener mi habitación despejada tan pronto el peliverde entrara.

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"¡Laurenz, te matare!"

Mis ojos fueron a mi amigo, sintiendo como mi ira mermaba al verlo tan enfermo como se veía, descolocándome por completo.

Volvimos al templo la tarde anterior. Sus ojos parecían muertos mientras que grandes bolsas negras eran visibles

"¿...que te pasó?"

Su gesto se torció en tanto se dejaba caer en la silla frente a mi escritorio

"Bueno, cuando llegué, Alerah me habló de tu regalo. Cuando traté de ir a detenerla o advertirte, mi novia me encerró en su habitación oculta, me ató con una cuerda de maná que no pude romper porque Rozemyne la diseñó y luego me estuvo torturando toda la noche, mostrándome escenas de ella y Rozemyne que grabaron. No sabía que hacer o a dónde mirar. Alerah estuvo jugando con mi espada TODO EL TIEMPO sin dejarme terminar y luego…"

"No quiero escuchar más", lo detuve sintiendo un poco de lástima por él. Mi lado racional sabía que esto era su culpa, pero verlo tan abatido y sufriendo me hacía difícil seguir culpándolo. "Laurenz... sobre tu plan de hacer surgir a Urano... creo que es necesario."

Me miró con sorpresa antes de sonreír agradecido un momento, poniéndonos serios al segundo siguiente mientras pensábamos en formas de devolver los recuerdos de su vida pasada.

Mis recuerdos regresaron después de que casi subí la imponente escalera cuando era un niño. Los recuerdos de Laurenz regresaron después de enfrentar al señor del verano. A diferencia mía, él quedo al borde de la fatiga de maná.

"Si fuera posible, me gustaría evitar una situación donde la vida de Rozemyne entre en peligro."

"Pero eso parece ser lo necesario", comento el peliverde frente a mí.

"Quizás no, sus recuerdos podrían estar más accesibles de lo que pensamos. ¿Has visto lo que sucede cuando necesita algo?", le cuestione y el asintió. "Tal vez si aprende japonés, sus recuerdos surjan... pero ella no quiere aprender", comenté recordando como se negó cuando le ofrecí enseñarle.

"Seguro que consigo enseñarle", sonrío mi amigo antes de contarme su plan.

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La mañana siguiente invité a Rozemyne a tomar el té

Le indiqué a Fran que dejara pasar a Rozemyne apenas llegase. Laurenz estaba de pie frente al escritorio. La idea era que nos escuchara hablando en japonés.

"La tercera campanada ya sonó, ¿rechazó la invitación?"

"La tercera campanada acaba de sonar. Vendrá en un momento." Miré discretamente a la puerta. "No debe tardar en llegar. De todas maneras ¿crees que esto sea suficiente?"

"¡Por supuesto!, Rozemyne trata de acapararte, ¿crees que será feliz si yo puedo hablar contigo en el idioma de los dioses, pero ella no lo entiende?", cuestionó.

"Entiendo la idea. Antes no quiso aprender… pero fue cuando se hablaba de mi adopción," la puerta se abrió, y una pelusa azul medianoche apareció en mi campo de visión, "supongo que simplemente quería mantener algo que la hiciese necesitarme", razoné.

Los ojos de Rozemyne encontraron los míos y le sonreí. Sus ojos se volvieron a Laurenz cuando siguió hablando y su gesto se volvió ilegible mientras lo observaba.

"Como candidato a archiduque y sumo sacerdote tendrías responsabilidades que te alejarían de ella. Quizás por eso nunca quiso aprender el idioma. Por cierto… siento como si me estuviesen asesinado con la mirada."

"No, ella solo te observa en silencio. Aunque tal vez sea mejor que te vayas ahora."

Mi amigo se despidió y salió de mi habitación al tiempo que yo me movía a la mesa donde Rozemyne me esperaba. En contra de lo que pensé, ella no me dijo nada ni preguntó al respecto sobre la conversación que estuve teniendo con el peliverde. En cambio, me preguntó por mi investigación, las herramientas mágicas que estuve desarrollando, mis proyectos futuros y que pensaba sobre mi próxima temporada como maestro soberano.

La charla fue amena. Comí con ella y Rozemyne se despidió para volver a trabajar.

El plan de Laurenz no funcionó, o eso pensé…

Recibí un ordonannz de parte de mi amigo la mañana siguiente. Rozemyne le ordenó que le enseñara el idioma. Estuvo atrapado toda la noche enseñándole, lo cual prefería a ser forzado a teñir a Alerah frente a ella.

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"No lo entiendo. Solo tardó unas horas en comenzar a hablarlo, y dos días en escribirlo y leerlo… pero nada indica que Urano surgiera…" murmuró mi amigo, consternado, "enseñarle fue como enseñarle a alguien que ya lo sabía y solo lo olvidó."

"No surgió." Confirmé. "Ayer la noche le hable un poco más sobre mi vida pasada. Le hable de ti incluso."

"Le confesé que yo también tenía recuerdos de una vida pasada… pero no reaccionó." Laurenz parecía muy desanimado. Podía entenderlo, Urano era SU hermana, hija de otra madre.

"Lord Ferdinand, lo esperan para partir."

"Iré en un momento. Gracias, Fran." Mi asistente se cruzo de brazos al tiempo que comenzaba a caminar hacia la puerta noble. "Espero que el plan B funcione mejor… y no te decapiten."

"También yo…"

El plan B consistía en Laurenz tratando a Rozemyne como cuando era Urano, algo complicado ya que, según él, aunque su esencia era la misma, su personalidad era diferente. El peliverde haría uso de los tres días que estaría yo en el castillo revisando mi permiso de viaje para eso.

Rozemyne era muy estricta con los rangos. Para él, tratarla demasiado casual podría suponer problemas.

Cuando subí al carruaje recé en mi corazón por su bien.

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"Aub Adalbert, Lord Ferdinand está aquí."

"Ah, Ferdinand, llegas temprano." Me saludó el Aub con una sonrisa cálida.

Se suponía que Sylvester ya estaba en la oficina, pero en su lugar estaban con él mi padre, mi padre adoptivo y Lady Verónica. Los miré con curiosidad. Aun si trate de ocultarlo tras mi expresión noble, la primera dama era una novedad, pero esta escena no podía traer algo bueno para mí.

Sonreí ignorando el mal presentimiento que tenía.

La orden de volver llegó pocos después de que iniciara el tercer mes de primavera. Lo cual era extraño.

"Sé que debes tener dudas sobre porque te ordenamos volver, pero hay un motivo", comenzó el padre de Rozemyne después de despejar la habitación, solo asentí.

"Verás, Ferdinand, mi sobrina y prometida de Sylvester, Lady Lavinia vendrá a Eisenreich durante el verano. Aunque aún faltan dos años para su graduación, desea conocer la que será su nueva Geduldh." Comenzó Lady Verónica. Recordaba que comentaron de la visita durante la reunión, por lo cual no entendía porque lo repetía ahora.

La joven de Drewanchel vendría durante el verano, pero yo estaría en mi viaje de estudio, si acaso solo la recibiría.

Debieron notar mi incertidumbre porque la primera dama continúo hablando.

"Lavinia está muy interesada en ti y en Brunhilde, así como en el templo. Ella espera tomar el control de su templo desde el invierno hasta su mayoría de edad. Es por lo que espero que ustedes dos puedan guiarla y enseñarle."

"Lady Lavinia y Aub Drewanchel están sorprendidos por el nivel que ha demostrado Eisenreich los últimos años. Piensan que el cambio en el templo es parte de esta mejora."

Asentí a su explicación. Analizando sus palabras.

"En ese caso… ¿no debería estar Rozemyne aquí en mi lugar?" pregunté un poco confundido. "Ella es la sumo obispa. El desempeño superior de este año también fue por ella."

"Ah, ella no podrá."

"¿Padre adoptivo?"

"Rozemyne irá a Drewanchel para ayudar a limpiar el templo y enseñará a rezar…"

Dejé de escuchar. Tuve que llevar mis manos bajo la mesa y pulverizar mis piedras. No sabía que era lo que me estaba alterando más, saber que ella estaría lejos toda una temporada o el hecho de que podría ponerse en una situación peligrosa…

Rozemyne solía actuar como la noble perfecta, en verdad nadie podría notar el pensamiento y el autodesprecio que sentía hacia si misma si no la conocían.

Asentí a sus palabras, aunque me perdí la mayor parte de su explicación. Por desgracia no me dejaron volver al templo. Según Aub, todavía estaban decidiendo el mejor momento para que Rozemyne partiera. Antes o después de que la prometida de Sylvester viniera. O si era mejor el próximo año, por lo cual no se le había informado todavía.

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Tres días después al fin pude volver al templo.

Laurenz estaba más deprimido que cuando me fui. Aunque al inicio Rozemyne se mostró incómoda con el tratamiento de mi amigo, demasiado pronto se acostumbró, llegando incluso a responderle alguna broma usando el japonés para que solo él entendiera. Su trato hacia sus asistentes también cambió, volviéndose más cálida con todos, e incluso se volvió más receptiva a aceptar nobles como asistentes.

La tarde que volví le conté a mi amigo sobre el viaje que pronto haría Rozemyne a Drewanchel, lo que significaba que su novia iría con mi novia, ya que era probable que no la dejara en el ducado debido a lo cercanas que eran y al hecho de que solo tenía a Margareth, Angélica y Alerah como asistentes adultas. Dudaba mucho que Hartmut viajara con ellas…

Mientras planeábamos nuestro siguiente movimiento llegó una carta de Aub. Rozemyne partiría en una semana. Eso solo nos daba tiempo para un solo plan más y prefería que no fuera uno que la pusiera al borde de la muerte si iba a estar lejos de mí.

La noche que Rozemyne subió al castillo para su educación de dama, Laurenz y yo nos colamos en la biblioteca del templo, sacamos los libros de sus lugares, expandimos los pergaminos, en realidad, procuramos no dañarlos demasiado, pero esta parecía ser nuestra última oportunidad. A diferencia de lady Laviana que solo vendría durante el verano, mi novia estaría en Drewanchel hasta mitad del otoño.

"Durante la primaria alguien pensó que era divertido dañar los libros. Urano estuvo tan furiosa que por poco golpea al pobre niño…", esperábamos que esa furia la hiciera surgir.

La mañana siguiente mientras trabajaba en el despacho, sentí como el aire se me cortaba y tuve que llevar mi mano a mi pecho. Todos a mi alrededor parecían estar sufriendo lo mismo que yo, lo cual solo podía significar una cosa.

Rozemyne estaba en la biblioteca del templo.

Alerah entonces entró corriendo en la oficina, informando que alguien había destrozado la biblioteca y Rozemyne estaba furiosa.

Por supuesto que nos dirigimos de inmediato para ayudarla, pero no pudimos entrar en la biblioteca. Algo similar a un escudo de Schutzaria estaba desplegado.

Aub llegó al templo poco después de que le informara la situación para ver lo que estaba pasando. Envió varios ordonannz los cuales no atravesaron la barrera.

"Me comunicaré con mi cuñado, no creo que salga pronto…" fue lo que dijo antes de retrasar el viaje de Rozemyne.

Los siguientes días fueron una tortura. El escudo no desapareció y nadie lograba atravesarlo y llegar a ella. El quinto día en verdad temí que Rozemyne hubiese colapsado y que el escudo en realidad fuera una herramienta mágica, sin embargo, un ordonannz llegó a Alerah pidiendo que le llevara algunos sándwiches y un poco de jugo.

La joven solo entró unos momentos antes de volver a salir.

"Esta furiosa, pero esta bien." Nos dijo para calmarnos.

Después de tres semanas de estar aislada Rozemyne al fin salió de la biblioteca. Su rostro no mostraba emoción alguna. Se retiró a su habitación sin decir nada.

Más tarde me llamó y por un momento temí que supiera que fui yo quien le hizo eso a la biblioteca.

"Ferdinand. Estaré fuera del ducado hasta finales del otoño. No puedo permitir que alguien vuelva a dañar la biblioteca, la mantendré cerrada hasta mi regreso."

"¿Por qué?"

"Parecía que estaban buscando algo. No sé si lo encontraron o no."

"¿Qué podrían estar buscando en la biblioteca?", pregunté confundido pero aliviado de que no supiera que fue idea mía y de Laurenz hacer eso.

"No te diré."

Eso me sorprendió y ofendió un poco. Se supone que no tenemos secretos entre nosotros, estaba por protestar cuando volvió a hablar.

"NO puedo decirte, Ferdinand. En cambio, tengo una encomienda para ti." Ella se levantó y entró a su habitación oculta solo unos momentos antes de salir una vez más. "Necesito que recrees a los autómatas de la biblioteca real. Esta es mi investigación, así como mis especulaciones sobre como completar los círculos mágicos. Sé que solo tú podrías hacerlo en mi lugar."

Asentí a sus palabras recibiendo los documentos que me ofrecía y la caja llena de materiales para fabricar a los shumil.

Solo entonces ella se relajó y sonrío.

"Ya que no podremos vernos por mucho tiempo… ¿Puedo dormir contigo, cierto?"

Sus ojos brillaban con antelación. Yo solo le sonreí un par de segundos antes de llevar su mano a mi boca para besar sus dedos, tratando de no mostrar lo feliz que me hacía escucharla hablar en japonés.

"Solo si prometes comportarte. Trae a Dinand, le pondré tanto mana como pueda soportar."

Ella sonrió complacida. Justo en ese momento, Margareth nos interrumpió para servirnos té y galletas.

"Milady, le recuerdo que necesito su ayuda para empacar sus cosas…"

Estaba bastante seguro de que Margareth quería amonestarnos a ambos por algo. Rozemyne solo sonrió y asintió antes de voltear a su alrededor, como si acabara de recordar que no estábamos solos en su habitación o que Margareth había entrado en el campo de la herramienta antiescuchas sin ser solicitada.

"Gracias, Margareth. Alerah, Angélica, tienen libre desde este momento para poner sus cosas en orden. Ferdinand, debido a que Margareth desea terminar pronto para empacar sus cosas… Espero que puedas acompañarme mañana al castillo para despedirme."

Solo asentí, terminando mi té antes de ponerme de pie para retirarme.

"Será un honor escoltarte como tu futuro Dios Oscuro mañana. Que Schlätraum te bendiga cuando termines de ordenar tus cosas."

"Que Schlätraum te bendiga también con sueños dulces más tarde, Ferdinand."

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Faltaba todavía para el cambio de fecha cuando ella llegó abrazando a Dinand. Bajo su yukata portaba una pijama adecuada y un poco holgada, lo suficiente para ocultar su desarrollo, cosa que agradecí.

Intercambiamos peluches para poder cargarnos mientras hablábamos en japonés. Rozemyne parecía extasiada diciéndome de todo en mi antiguo idioma… y haciendo preguntas que Urano debería poder responder, haciéndome consciente de que ese último plan había fallado.

"Dos temporadas van a ser demasiado tiempo lejos" se lamentó ella de pronto, recuperando a Dinand y entregándome a Myne "¿Está bien si me abrazas y me besas antes de dormir? Preferiría estar despierta y…"

"Solo besos, Rozemyne." La reprendí con una sonrisa, observándola sonreír también antes de hacer a Dinand y a Myne a un lado para moverse hasta que la abracé.

Nos besamos entonces tanto como ella quiso, desde los más sencillos y cortos hasta los más pasionales, momento en que la detuve, apretándola contra mí para respirar.

"¡Suficiente!" le supliqué, incómodo al notar mi espada despertando "No es como que no volveremos a vernos. Esto debería ser suficiente."

La escuché suspirar. La sentí sonreír y frotar su rostro contra mi pecho antes de enderezarse para besar mi nariz, acomodándose de nuevo entre mis brazos, dándome la espalda.

"Muy bien. No más besos hasta que termine el festival de la cosecha. Descansa, Ferdinand."

Batallé un poco para dormir después de eso, alejando mis caderas de su cuerpo hasta estar seguro de que estaba tranquilo. Hasta ese momento me atreví a abrazarla del todo.

Más tarde, cuando despertamos, me sorprendí al darme cuenta de que las posiciones se habían invertido y era ella quien me abrazaba a mí. Cerré los ojos para memorizar la sensación tanto como pude.

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La tercera campanada sonó cuando ambos estábamos en la sala de transportación observando como terminaban de enviar equipaje y gente a la Academia Real y de ahí a Drewanchel. Yo solo hacía de escolta en lo que Aub Adalbert y Lady Verónica le daban a Rozemyne todo tipo de recomendaciones y advertencias como dos padres abrumados dejando a su pequeña hija ir sola a la escuela por primera vez.

Si bien, Lady Verónica seguía desviando la mirada o fijando su vista en las manos de mi prometida, también parecía que estaba empezando a controlar su propio rechazo hacia Rozemyne.

"Una cosa más." Dijo Lady Verónica luego de un breve silencio, justo cuando solo Margareth y Angélica esperaban por Rozemyne.

Ambos la miramos a los ojos. Yo hice un rápido recuento de todo cuánto le habían dicho… ¿qué podía faltarle?

En un movimiento que a todos nos tomó por sorpresa y que hizo que Rozemyne se tensara, Lady Verónica tomó la mano libre de Rozemyne entre las suyas, forzándose a sostener la mirada de sorpresa de mi novia en lo que hacía un puchero. Sus rasgos comenzaron a contorsionarse tratando de formar una sonrisa. No era asco, si no dolor lo que podía ver ahí… dolor y mucho arrepentimiento.

"Rozemyne… disfruta tu estadía en Drewanchel. No vas a ser una niña por mucho tiempo y no podrás disfrutar visitar a otros Ducados por el carácter político dentro de poco… así que disfruta del tiempo libre que tengas allá."

Miré a la joven aferrada a mi brazo cuando nada salió de su garganta, encontrando sus ojos cristalizados y su boca temblando, notando como se aferraba con desesperación a las manos que la tenían sujeta.

"Lo haré, Lady Verónica. Me comportaré a la altura y disfrutaré de mi estancia."

Cuando observé a Lord Adalbert, parecía conmovido, adelantándose lo suficiente para dar dos palmadas en el hombro de Rozemyne. Ambos se sonrieron entonces y yo le presté uno de mis pañuelos a mi prometida, escondiéndola detrás de mi capa para que pudiera limpiar sus lágrimas. Al parecer, muy en su interior seguía anhelando en al afecto de una madre. Me alegraba que pudiera conseguir, aunque fuera solo una pizca antes de partir.

"¿Vendrás a recibirme?" preguntó cuando logró controlar su rostro y yo asentí.

"Sabes que sí. Nada evitará que venga a escoltarte de regreso."

Eso pareció ser suficiente. Besé sus manos y la ayudé a subir al círculo de teletransporte, viéndola desaparecer en medio de las luces negras y doradas usuales.

Cuando ya no estuvo ahí, pude sentir una mano pesada en mi hombro y la voz de Sylvester susurrando en mi oído.

"¡Nada evitará que venga a escoltarte de regreso! Para no tener un raffel por mi querida hermana, te estás volviendo cada vez más meloso con ella. Solo te faltó abrazarla y subir a dejarla hasta Drewanchel."

Me habría reído de buena gana si no supiera que tenía un modo más divertido de cobrarme esa burla, de modo que volteé a ver a Sylvester apenas él me soltó el hombro.

"Te recuerdo que Lady Lavinia llega en menos de media campanada. ¿Estás listo para escoltarla como es debido o te veremos huir de ella como un shumil asustado?"

Sylvester tragó haciendo demasiado ruido, poniéndose pálido y dando un paso hacia atrás, llamando con eso la atención de sus padres.

"Lavinia, si… ¡Por favor no la dejes acercarse a los tableros de gewinnen!"

Eso llamó mi atención.

Mientras Sylvester asistió a la Academia Real llegamos a verlo huir despavorido de Lady Lavinia y palidecer apenas divisarla o nombrarla. Nunca los vi cruzar palabra alguna, así que su reacción era algo que nos tenía estupefactos a más de uno.

"¿Gewinnen?" pregunté de inmediato, incapaz de detenerme ante la curiosa oportunidad de descubrir uno de los secretos entre esos dos, el otro era como llegaron a comprometerse.

"¡Si, gewinnen! ¿Es que estás sordo?"

"No lo estoy… solo… no comprendo tu angustia."

Si por algo se había destacado Sylvester era por ser melodramático y exagerado en sus gestos y reacciones cuando estaba en su círculo de confianza. Todos lo vimos sostenerse la cabeza, morderse el labio inferior y cubrir su rostro, encorvándose de inmediato antes de mirarme de nuevo con ojos cargados de locura.

"Ahí donde la ves tierna y desprotegida, ¡Lady Lavinia es un verdadero señor del invierno cuando se trata de gewinnen! Ponle un tablero con fichas y deja de ser frágil y tierna EN TODO SENTIDO… No sé cómo esperan que me case con ella, es desalmada, cruel ¡Y no tienes idea de todo lo que me ha robado con sus estúpidos juegos!"

"¡Sylvester!" Intentó amonestarlo su padre sin éxito alguno.

"¡Pero es cierto! Esa… pequeña y malvada Drewanchel… ¡siempre se las ingenia para arrastrarme a su sala de apuestas! Siempre tiene información que nadie conoce, o que no deberían conocer… ¡Es escalofriante como parece leer mi mente cada vez que estamos jugando!"

Lady Verónica volteó los ojos justo en el momento en que reacomodaba su velo, dándole una palmada en el hombro y un apretón de advertencia a Sylvester que lo hizo retomar su postura y su máscara noble en tanto gruesas gotas de sudor escapaban de su frente.

"Sylvester, querido. Lady Lavinia va a ser tu esposa la primavera siguiente a su graduación. Cómo buen candidato a Aub vas a escoltarla mientras esté aquí a todos lados, jugarás con ella si desea jugar al gewinnen, la llevarás a recorrer el palacio y, por supuesto, todas esas cosas que ves como desgracias comenzarás a buscarles un uso y a apreciarlas como las bendiciones que son y no quiero escuchar ni una sola queja. Lo entiendes, ¿verdad?"

Fue difícil no reírse de como mi primo temblaba con una sonrisa que era más una mueca intentando ocultar su terror. Al final, el asistente de Sylvester lo volvió a poner presentable con un waschen y todos recibimos a Lavinia y su séquito, los cuales comenzaron a llegar después que ella.

Era una suerte que Sylvester no supiera lengua de señas. Seguro me habría reído demasiado sin poder evitarlo con él fingiendo que todo estaba bien y pidiendo auxilio con una mano y no con las miradas de soslayo que nos lanzaba, muy a pesar de que su prometida se estaba comportando con la misma elegancia y recato que Lady Verónica.