Tiempo atrás había tenido un nombre y un apellido.

Nombre por el cual sus padres la llamaban. Apellido por el que los vecinos conocían a su familia.

Pero luego todo fue en caída, y lo que alguna vez conoció como su hogar, lleno de amor y bendición, le dio la espalda en cuanto fue convertida.

Ella se miró las garras. Tiempo atrás seguiría confundida, aterrada por los cambios. Odiando a aquel que destruyó su pacífica vida.

Pero ella había aprendido a aceptarlo. A aceptarlo y a adorarlo, aquella nueva naturaleza, aquellas nuevas habilidades que le brindaron.

Aunque si tuviera que decir cómo había empezado, ella no lo recordaba claramente. En esos tiempos, por supuesto, era normal que los jóvenes se aventuraran solos a las profundidades del bosque, ya sea por un reto, o porque quisieran estar solos. No era un camino que ella no conociera.

Y, sin embargo, lo que era un paseo normal de día se convirtió en algo mucho más allá de eso cuando un extraño la atacó. La atacó con el único objetivo de alimentarse de ella, de su sangre, y luego dejarla morir entre los arbustos y bajo los grandes árboles.

Ella no murió, claro está, pero el mundo, la gente, todo a su alrededor tomó un tono, sabor y color diferente. Oía cosas que no debía oír, olía aromas que no debía oler. De repente, se llenó de un gran odio y, sin darse cuenta, su primera víctima fue aquel ser extraño que la transformó.

No fue difícil ganarle, recordó con desinterés. Percibió su aroma, no había comido en días… Claramente fue puro instinto.

Y además estaba viejo. Muy viejo. Descendiente de alguien poderoso, al parecer, pero a ella no le importó.

Su madre se había alegrado de verla recuperar un poco del color que perdió.

Por supuesto, no pasó mucho tiempo para que siguiera cazando, sin perder la cordura, pero disfrutándolo más a cada momento.

Cazó gente desconocida. Adultos más que todo y cuando los rumores se esparcieron, pasó por la gente desagradable del pueblo. Aquellos a los que los niños grandes señalaban e inventaban una grotesca historia para asustar a los más pequeños.

No fue exactamente discreta al respecto, dejó que las historias se agrandaran, después de todo. Solo para que más curiosos cayeran en la trampa.

Y entonces, no tardó en llegar el día en el que alguien la descubrió. Y luego otra persona, y otra, y otra, y las misteriosas desapariciones del pueblo dejaron de ser misteriosas.

Su hogar cálido se volvió frío.

Las personas no tardaron en señalarla con el dedo. Por miedo, o por odio, daba igual.

Bruja.

Demonio.

Monstruo.

No se identificaba con ninguna de las palabras que usaron para llamarla. El agua bendita no la quemó, las heridas sanaban tan rápido como aparecían.

Era gracioso, en cierto sentido. No importaba lo que hicieran, ella era más fuerte, más resistente, más peligrosa.

Y la falta de sangre solo la enloqueció lo suficiente como para liberarse.

Lo siguiente que supo es que su familia le dio la espalda, por más de que ella nunca haría nada para lastimarlos…

Bueno, eso había pensado, pero la verdad es que fue más sencillo de lo que imaginó. Si se sintió triste… Por supuesto. Tan, tan triste de que no quisieran seguir como antes.

Su título llegó después.

Quizá fue cuando atacó a un tipo que estaba fastidiando a otro ser como ella. No lo hizo para defenderlo ni mucho menos. Le dio asco que no se defendiera cuando muy bien podía y simplemente sucede que había tenido hambre.

Le dio asco pensar que los débiles humanos se creían tan superiores cuando ellos literalmente descendían de un dios.

Y lo siguiente que supo fue que la estaban llamando reina, y los vampiros inferiores seguían toda orden que daba por solo una gota de su sangre.

Interesante fue al inicio. Moviéndose entre las sombras, tomando control de muchos lugares a espaldas de aquellos que se hacían llamar cazadores.

Y ahora, tenía todo un ejército bajo su mando, listo para liberar aquel poder dentro de la mestiza que ella tanto hubiera deseado tener.

Era muy divertido cómo ella quería mezclarse entre ellos, ser parte de ellos.

La reina sonrió divertida, sintiendo tantas emociones que no eran de ella recorrer su interior. Felicidad, amor, ansiedad… Emociones que quizá en algún momento sintió y que ahora ya solo quedaban en recuerdos.

"Estamos listo," uno de sus sirvientes le dejó saber, y ella asintió, poniéndose de pie.

Tiempo atrás había tenido un nombre y un apellido.

Nombre por el cual sus padres la llamaban. Apellido por el que los vecinos conocían a su familia.

Hoy, no le importaba recordarlo.

Ella era la reina después de todo.