Capítulo V
Elicia iba a casarse. Algo raro de decir, ya que sentía que pertenecía a Jeor hace lunas, después de empezar a pasar horas ahogados mutuamente en placer.
Las sirvientas y sus familiares la preparaban para su boda. Estas últimas habían dejado de sospechar de ella al ver que nunca había tomado Té de la Luna. No lo había necesitado. Jeor sabía hacer infinidad de cosas en lugar de solo penetrarla, pero esa noche, por fin, tendría que hacerlo.
Los encuentros con su primo no eran muy diferentes a los que tuvieron durante su castigo. A ella le gustaba jugar a la pupila malcriada que era corregida por su tutor. Ahora planeaba convertirse en la esposa desobediente que era reprendida por su señor esposo.
Aunque sabía que solo era eso, un juego. Fuera de sus aposentos ella debía obedecerlo y no avergonzarlo frente a sus vasallos, pero imaginaba que el papel de mujer sumisa y complaciente no sería tan difícil de interpretar, ya que lo era de cierta forma.
Su vestido era blanco y llevaba un abrigo de piel, también blanco, para protegerla del frío. Se casaría en la noche, frente al arciano fuera de la empalizada, donde todos los de la isla solían rezar.
—Ocuparás el dormitorio de Jeor desde ahora. Esta habitación puede ocuparla tu futuro hijo —le dijo su tía Alysane, refiriéndose a la habitación que había compartido con su madre desde que llegaron a la isla.
—¿Estás nerviosa? —le preguntó su prima Maege.
—No mucho.
—La abuela te llevara hasta el arciano y será quien te entregue a Jeor.
Elys dejó que las sirvientas la terminaran de peinar. Quería llevar el pelo recogido, generalmente lo llevaba suelto. Les dijo que le pusieran una tiara que había sido de su madre. Esta era de plata y tenía pequeños zafiros que combinarían bien con su collar.
La empalizada había sido decorada para la ocasión. Los siervos iban y venían preparándolo todo, nunca había visto a todos tan animados.
Cuando llegó la hora, su tía abuela la acompañó hasta el bosque.
La gente estaba parada a ambos lados del camino que ella debía recorrer. Al final, junto al arciano, estaban Jeor y su madre.
Caminó junto a su tía abuela hasta llegar con ellos.
—¿Quién viene ante los antiguos dioses esta noche? —preguntó su tía Alysane, quien oficiaría la boda.
En el norte no existían autoridades religiosas, ni tenían edificaciones en las que celebrar ceremonias y tampoco poseían libros sagrados; pero las bodas y otros acontecimientos importantes se hacían frente a un arciano como testigo.
—Elicia de la Casa Mormont, heredera de la Isla del Oso, viene a convertirse en esposa. Una mujer legítima y noble; viene a pedir la bendición de los dioses. ¿Quién viene a reclamarla? —dijo Maege.
Jeor se acercó a ellas.
—Jeor de la Casa Mormont, regente de la Isla del Oso. ¿Quién la entrega?
—Maege de la Casa Mormont, su tutora y señora de la Isla del Oso.
—Lady Elicia, ¿tomará a este hombre? —preguntó Alysane.
Ella se acercó.
—Tomo a este hombre.
No pudo evitar sonreír y que Jeor le devolviera la sonrisa. Luego él la levantó en brazos y la llevó fácilmente de regreso a la empalizada.
Hubo un banquete, la gente se emborrachaba y reía, mientras unas mujeres tocaban música y cantaban. Todos brindaban por ellos.
Por primera vez se sintió parte de esa isla. Al fin parecían reconocerla como su señora o al menos como la esposa de su nuevo señor. Sabía que todos esperaban que Jeor gobernara en su lugar.
Después de un rato, cuando ya todos hubieron festejado lo suficiente, su esposo le ofreció su mano pidiéndole que la tomara.
«Así que ya era hora», pensó ella.
Debía desflorarla, para que su matrimonio fuera legitimado.
Le dio la mano y la condujo hacia sus nuevos aposentos, mientras los invitados volvían a brindar por ellos mientras se iban.
Nada más cerró la puerta detrás suyo, Jeor le quitó el vestido. El vino lo hacía actuar con torpeza y ansia.
La recostó en la cama y se desnudó él también. Luego, simplemente se subió sobre ella y comenzó a besarla y a jugar con sus senos.
Ella gritó cuando él empezó a jalarlos por los pezones, ya estaba un poco húmeda por la anticipación, pero eso hizo que se mojara aún más. Jeor recorrió con la lengua su oreja antes de meterla y sacarla simulando follársela.
Eso la hizo perderse completamente en la sensación y no se dio cuenta cuando separaron sus piernas y se acomodaron entre ellas. Luego, un empujón la regresó a la realidad.
Dolía y no pudo evitar soltar un quejido.
—Dolerá un poco, solo debes soportarlo —le dijo Jeor, antes de volver a empujar.
«No iba a poder, no iba a entrar, la desgarraría...»
Su esposo volvió a amasar sus senos y dejó de intentar penetrarla un rato, mientras frotaba la punta de su pene a lo largo de su coño, dando pequeños golpes sobre su clítoris; haciendo que Elicia se retorciera.
Sabía que estaba mojando la cama y que estaba a punto de alcanzar su clímax, quizo parar para no acabar tan pronto, pero Jeor se lo impidió. Elicia se vino con un largo gemido y quedó tendida. ¿No podían haber terminado ya? ¿O sí?
Entonces, Jeor volvió a acomodarse entre sus piernas y a presionar contra ella, empezando a penetrarla de improvisto.
Gritó, pero Jeor no se detuvo. Solo terminó de meterse completamente dentro de ella, ignorando sus gritos, y se quedó quieto durante unos segundos, respirando agitado.
—Dioses, estás tan apretada… no duraré mucho… —le escuchó decir.
Ella no pudo contestar nada, se sentía dolorida y apenas se estaba acostumbrando a la sensación en su interior.
—Terminaré rápido… Tócate para que sea más fácil… —sugirió su esposo y empezó a moverse, lentamente. Tal vez creyendo que así le dolería menos o simplemente estaba alargando su propio placer.
Elicia escuchaba sus propios quejidos mientras él se balanceaba sobre ella. Se tocó a sí misma, pero no le ayudó demasiado, se rindió y solo espero que él terminara.
Duro mucho más de lo que le hubiera gustado, era tan diferente a todo lo que habían hecho antes que creyó que nunca se acostumbraría. Solo clavó las uñas en los brazos de su esposo esperando que derramara su semilla rápidamente.
Afortunadamente su primo había ordenado que le dieran Té de la Luna antes, así que no tendría que pasar por otra dolorosa situación pronto.
—Elicia… —lo escuchó gemir.
Jeor cambió de posición de pronto, se sentó y la agarró de las caderas, para luego acelerar sus movimientos sin ningún tipo de consideración.
Ella solo pudo gemir, clavar sus uñas y aguantarlo. Era una Mormont, se suponía que debía hacer lo que dictaba su lema. Soportaría esa sensación.
Acabo tan repentinamente como había empezado. Jeor le levantó la cadera, se vino con un gruñido y la sostuvo pegada a él, mientras se movía como si intentara regar todo su interior. Cuando se detuvo, la miró amorosamente y salió de ella.
—Lo hiciste bien —le dijo antes de darle un beso.
Elicia no respondió nada, tenía adolorida toda la parte baja de su cuerpo. Jeor se acostó a su lado, agotado.
Después de un rato ella se atrevió a tocar entre sus piernas, al mirar sus dedos vio un poco de sangre.
—Así que mantuviste tu doncellez hasta este día —comentó Jeor.
—Sabes que así fue, mi señor.
—Creía que luego de esos paseos a caballo y mis dedos, ya la habrías perdido. ¿Te duele?
—Sí.
—No será así la próxima vez.
Elicia lo dudaba.
Jeor se levantó, le alcanzó un pañuelo y le sugirió que durmieran. Los cubrió a ambos con las pieles y cayó dormido rápidamente.
Ella se quitó los aretes y miró un rato por la ventana, pensando que ahora que le pertenecía a su primo completamente, él tal vez cambiaría su actitud con ella y se volvería como esos señores que dejaba de importarles el placer de sus esposas.
Jeor se despertó con Elicia aún dormida a su lado. Miró a su alrededor sintiendo que por fin se había convertido en un Mormont y en el futuro señor de la Isla del Oso.
Tenía el día libre y lo único que quería era estar en la cama junto a su nueva esposa todo el día, pero sabía que Elicia no podría con ello. La había desflorado apenas anoche, estando ebrio. Aunque ella lo había soportado valientemente, mientras todo lo que a él le había importado era enterrarse profundamente en su interior. Tal vez debía hacer que le volvieran a dar Té de la Luna.
Tendrían hijos, claro, pero aún era muy pronto. Elicia solo tenía catorce años y los embarazos antes de los quince eran riesgosos, nunca haría algo que podría llevar a que la perdiera. Ahora era suya y pensaba disfrutarlo durante mucho tiempo.
Volvió a mirarla. Vio su plateado cabello esparcido desordenadamente a su alrededor, debido a que su peinado se había arruinado por completo, aunque aún conservaba la tiara en su cabeza. El la había follado vestida solo con sus joyas. Su collar también permanecía alrededor de su cuello, lo había visto sobre su pecho cuando estaba apretando sus senos.
Como siempre, ella solo dejaba que él hiciera lo que quisiera con su cuerpo, pero ayer por fin se sintió su dueño. Ahora era el futuro dueño de toda esa isla, nadie volvería a poner en duda su derecho ya que se casó con la heredera. Con una tan sumisa y obediente, aunque le gustara jugar a la niña malcriada.
Jeor sabía que solo lo hacía para que el la "corrigiera". Nunca esperó que se adaptara tan bien a sus juegos. Al comienzo él solo quería que aceptara sus avances sexuales, pero pronto ella lo sorprendió queriendo ir siempre más allá. Entregándose desinhibidamente a él, esperando encontrar placer y haciendo que Jeor satisfaciera sus deseos. Unos que había llegado a pensar que eran oscuros, pero que Elicia fácilmente había aceptado y que incluso disfrutaba.
Su esposa se removió a su lado, y despertó.
—Buenos días, Elicia —la saludó Jeor.
—Buenos días, mi señor.
—¿Cómo estas?
—Me duelen los muslos —respondió, estirando las piernas.
—Pasará. Haré que te preparen un baño, el agua caliente te ayudará con el dolor.
Le dio un beso en los labios, se vistió y fue a llamar a las sirvientas.
Era raro ver como ahora los vasallos lo trataban como si fuera el heredero y se refirieran a Elys como su esposa, mientras le prometían que le pedirían a los dioses que tuvieran un heredero sano.
—Estoy segura que consumaste el matrimonio. Así que no me preocuparé de que se pueda anular —le dijo su abuela cuando lo vio.
—Asegúrate que le lleven Té de la Luna a Elicia, es pronto para que quede embarazada.
—Bien. Pero, ¿cuándo planeas darnos al heredero?
—Cuando ella sea mayor de edad.
—Asegúrate que siga comportándose para esa fecha. Su padre no fue el mejor lord que pisó esta isla. Casi la lleva a la ruina.
—Elys nunca haría algo así. Ella es una dama perfecta y, además, siempre estará bajo mi autoridad.
—Tal vez ella no sea como Jorah, pero tú también deberías cuidarte de no terminar como él.
Jeor le había asegurado un viaje de bodas. Así que Elys abordó el barco que los llevaría a Dorne, un par de días después de casarse.
El dolor ya había desaparecido completamente, pero no lo había vuelto a hacer con Jeor. Siendo sincera no tenía muchas ganas de repetir la experiencia.
Aun así, mientras estaba echada en el camarote privado que tenían en ese barco, su esposo se subió sobre ella y empezó a besarla con la intención de repetirlo.
—No sé si es una buena idea, mi señor.
—¿Aún te duele?
—No, pero…
—¿No quieres hacerlo?
—No me gustó la última vez —se sinceró ella.
—Te dije que tu primera vez no sería muy agradable. Por eso quise que fuera algo rápido. Prometo que te gustará ahora.
Empezó a desnudar la parte de arriba de su ropa.
—Eres tan sensible, aquí —le dijo antes de empezar a chupar un pezón.
Lo lamió y mordió suavemente, antes de enterrar la cara entre ambos senos.
—¿Tomaste el té? —le preguntó él.
—Sí.
Jeor había traído Té de la Luna, el suficiente para unos días.
—Nos detendremos en Lannisport y en Antigua. Podremos comprar más.
Aunque Elys estaba reticente a volver a hacerlo, Jeor tuvo razón y no le dolió esa segunda vez. Es más, cuando la velluda pelvis de su esposo empezó a golpear su perla, no necesitó usar sus manos para ayudarse. Gimió sin control y solo lo dejó seguir haciéndolo.
Su esposo agarró sus piernas y las levantó, estirándolas, hasta que estuvieran prácticamente sobre ella, doblando su cuerpo. Ella no sabía que era tan flexible.
Aunque ya no golpeaba ese punto en su entrepierna, aún así lo disfrutó. Jeor la penetraba mientras la miraba fijamente. Su mirada era hambrienta, parecía un animal dispuesto de devorarla. A veces pensaba que su tía no había mentido y Jeor si era hijo de un oso.
—¿Te gusta? —le preguntó mientras empujaba contra ella.
—Sí…
—¿Sí, qué?
—Sí, mi señor.
Él cerró los ojos, perdiéndose en el placer que sentía a través de su falo. Empezó a jadear suavemente.
—Este es tu único deber…, yo me haré cargo de ti…, tú solo debes recostarte y abrir las piernas… ¿Me has entendido?
—Sí, mi señor…
—Yo me encargaré de tu placer… no puedes buscarlo por ti misma…
—Sí, mi señor…
—Vives solo para ser amada por mí… Nunca lo olvides…
—Sí… mi señor…
Sus embestidas eran cada vez más rápidas.
—Abre la boca, la lengua afuera —le ordenó.
Elicia lo hizo y Jeor dejó caer su saliva dentro de ella. Tragó sin pensarlo, él solo sonrió extasiado mientras continuaba penetrándola. Entonces su esposo aumentó aún más la velocidad de sus movimientos, completamente poseído por la lujuria y llenó su interior nuevamente.
—¿Quieres venirte? —le preguntó después de acabar.
—Sí…
—¿Dónde están tus modales?
—Por favor, mi señor… deje que termine…
Él movió sus dedos rápidamente sobre su coño, mientras aún permanecía en su interior, haciendo que ella también acabara.
Mientras ella aún respirada agitadamente sobre la cama, Jeor volvió a colocarse encima suyo.
—Eres mía, Elicia —le dijo antes de besarla suavemente—. Desde ahora y para siempre.
Le dijo que se pusiera los vestidos de su madre mientras estuvieran en el sur. Ella estaba feliz debido a eso.
Cuando llegaron a Lannisport, pasearon, comieron y follaron todo lo que pudieron. Veía a los hombres mirar a su esposa con deseo, cuando esta caminaba por las calles, y luego mirarlo a él con envidia, cada vez que se acercaba a ella para que se enteraran de que ella le pertenecía.
Hicieron lo mismo en Antigua. Aunque Elicia estaba más interesada en aquella ciudad, así que no pudieron tener todo el sexo que a él le hubiera gustado.
Al llegar a su camarote la hizo cabalgarlo como pago por su paciencia. Ver como se penetraba a sí misma era su premio por ser tan buen esposo.
En su último día, antes de llegar a Dorne, se les había acabado el Té de la Luna, por lo que Jeor tuvo que follarla por la boca.
Le ordenó arrodillarse frente a él y la dejó lamerlo y chuparlo, hasta que la agarró de ambos lados de la cabeza y empujó mientras Elicia ponía todo su esfuerzo en hacerlo adecuadamente, terminando con los ojos llorosos. Se vino en su boca y le ordenó tragar.
—No debes desperdiciar mi semilla. Escuché que es bueno tragarla —le dijo medio en broma.
—Solo te gusta que lo haga.
—Quiero que siempre termine en tu interior. En unos años, regaré tu matriz con ella y tendrás a mi hijo.
Jeor se sentía en un sueño. El mundo se había vuelto perfecto para él. Era un hombre bendecido por los dioses. Le habían otorgado a la mujer más hermosa del mundo, la habían hecho complaciente y sumisa, y era suya para el resto de su vida.
Era su esposa, sería la madre de sus hijos, y si jugaba bien sus cartas, desearía ser su esclava. Estaba seguro que Elicia lo querría así, la conocía mejor que nadie. Deseaba no volver a preocuparse por nada, que la cuidaran como a una eterna niña. Que alguien se encargara completamente de su vida; que le dijeran que hacer, que vestir, que comer, como comportarse. A cambio solo deseaba ser mimada y protegida.
Él podría hacerlo, sería ese hombre. Su esposo, su padre, su dueño.
—Hace tanta calor… —le dijo Elicia, mientras caminaban por las calles de Lanza del Sol.
El vestido blanco que llevaba era tan fino que parecía estar desnuda, Jeor la tomó de la mano y caminó con ella de esa forma viendo las tiendas y comprándole lo que ella quería. Luego volverían a la posada y follarían hasta la noche, estaba segura.
Su esposo se había convertido en una bestia hambrienta de sexo, a ella no le molestaría eso si no hiciera tanta calor. Cuando volvieran a la isla, aceptaría que estuviera sobre ella todo el tiempo con tal de que la calentara, pero en Dorne prefería disfrutar solo de la brisa del mar y de las limonadas la mayor parte del tiempo.
Después de volver a la posada y follar un par de veces, como esperaba, su esposo cayó dormido. Elys se levantó y miró por la ventana, afuera aún había gente caminando por las calles. Las ciudades eran tan diferentes a de donde ella venía, pensó.
Se vistió y decidió salir a caminar por los alrededores. Imaginó que no abría ningún problema, estaría cerca a la posada, además todo estaba lleno de gente e iluminado por la luz de las antorchas. Seguramente los criminales buscarían la oscuridad para cometer sus fechorías.
Caminó tranquilamente mientras muchos hombres volteaban a verla. A esas alturas ya estaba acostumbrada.
—Mi hermosa dama extranjera, ¿me permite acompañarla? —le preguntó uno de ellos, con su extraño acento dorniense.
—Eh… No, gracias.
—Las calles son peligrosas para una noble que camina sola.
—No es necesario…
—Una belleza como la suya atraerá atención malintencionada, permítame…
Elys se alejó de él rápidamente antes de que dijera algo más.
Entonces notó que se estaba alejando mucho y decidió volver, otro hombre se paró delante de ella. Este parecía extranjero.
—¿Trabajas esta noche? Te pagaré bien.
—¿Qué…?
—Llévame al burdel, pagaré por ti.
—Yo… no...
«¿La confundía con una prostituta?»
—¡Elicia! —escuchó a Jeor gritar.
Lo vio acercarse rápidamente a ella.
—¿Desea algo de mi esposa? —le preguntó al hombre después de colocar una mano en su cintura.
—No… no. Yo creí que… Discúlpenme. —Titubeó el hombre al ver el tamaño de Jeor y se fue.
—No puedes salir sola de noche. Una dama no hace eso. ¡No estamos en la isla! —Sonaba muy enfadado.
—Lo siento… yo solo…
—Volvamos. —La agarró de la mano y tiró de ella de vuelta hacia la posada.
—No tienes permitido salir tú sola.
Elicia se quedó en silencio, esperando que la reprimenda terminara.
—¿Y si te pasaba algo? ¿Te has puesto a pensar que sería de ti?... Si no te importa tu propia seguridad, ¡piensa en mí! ¿Que haría yo sin ti?
—Lo siento tanto, yo no…
Parecía que iba a golpearla, no sería la primera dama que recibía una bofetada de su señor esposo; pero Jeor no lo hizo, en cambio dijo:
—Sube a la cama, sobre tus manos y rodillas.
Ella lo obedeció y creyó que le iba a dar nalgadas, cuando le levantó el vestido hasta la espalda, pero cuando sintió los dedos de su esposo tocar el agujero de su culo, se sobresaltó.
—¿Qué…?
—No te permito hablar. Las nalgadas parecen agradarte, así que no es castigo suficiente.
Entonces empezó a lamerlo. Elys no tenía idea de lo que estaba haciendo. ¿No era algo repugnante de hacer?, pero Jeor no parecía asqueado, es más, metió la punta de su lengua ahí.
Ella no pudo evitar gemir, se sentía bien.
Luego, Jeor agarró una botella de aceite que estaba en la mesa de la habitación que habían alquilado y se lo echó justo en esa zona. Sus dedos también estaban embadurnados con aceite antes de empezar a intentar meter uno.
—Jeor…
Le dio una nalgada. Elicia soltó un grito.
—Este es tu castigo. No hagas que me enfade más.
Sintió un dedo deslizarse en su interior. Era incómodo y picaba un poco, pero luego de un rato empezó a acostumbrarse y se sintió bien mientras lo metía y sacaba.
Luego Jeor añadió otro dedo, y fue demasiado, soltó un quejido de dolor. Su esposo la hizo tumbarse boca abajo en la cama y siguió usando solo un dedo, luego echó más aceite y el segundo entró casi sin molestias.
Ella solo aceptó su castigo relajándose por completo. La sensación en su culo se volvió muy placentera. Lo que su esposo hacía parecía algo prohibido, sucio, algo que solo las personas más bajas harían; eso solo la excitó más. Elicia se sintió cada vez más abierta, mientras Jeor estiraba su agujero.
En algún momento, Jeor se coloco encima de ella, la agarró de las caderas levantándolas y presionó su falo contra su agujero. Intentó entrar en ella y lo consiguió con facilidad, Elicia no sintió dolor como había esperado de una primera vez. Su esposo se hundió completamente en su interior.
—¿Te gusta esto? —le preguntó él.
—Sí…
—Eres tan sucia Elicia… como una puta… Ahora serás mi puta, ¿estás de acuerdo?
—No soy… una puta…
—¿Ah, no? —Jeor salió y volvió a hundirse en su culo, Elicia gimió con fuerza—. Yo creo que lo eres. Nunca fuiste una dama, siempre has actuado como una pequeña puta… Eres muy seductora para ser una niña inocente... La puta que hay en ti solo busca complacer y siempre esta hambrienta de placer...
—No… soy…
Jeor volvió a moverse y esa vez no se detuvo. Los gemidos de Elicia no pararon de sonar.
—¿No quieres ser una puta?… ¿Qué tal mi esclava de cama?
—No…
—Solo tendrás que satisfacerme a mí…
—Yo…
—Existirás para mi placer…
—Mi señor….
—No debes preocuparte por nada…, solo esperar cuando desee usarte así…
Jeor empujó varias veces más, hasta que sintió como la semilla invadía su interior. Era el acto más inmoral que había experimentado, y eso hizo que se sintiera la puta que du esposo había sugerido que era.
Jeor le dio la vuelta y golpeó su rosada perla con sus dedos, como dándole suaves bofetadas, una y otra vez hasta que ella se vino con un grito. El trato descuidado siempre la llevaba al límite.
—Eres mi esposa Elicia, debes obedecerme y ser lo que yo te ordene que seas… ¿Lo entiendes?
—Sí… mi señor…
—¿Eres mi propiedad?
—Sí…
—No vuelvas a salir sin mi permiso. No me obligues a encadenarte a mi cama.
Haberla tomado de esa forma, abrió un nuevo mundo de posibilidades para Jeor. Descubrió que la espalda de Elys también era un punto muy sensible. Acariciaba y lamía la cicatriz que tenia ahí cada vez que la ponía a cuatro patas, para penetrarla en esas ocasiones por su pequeño y apretado coño.
Se sentía inmoral y una bestia, cada vez que veía su pene entrar en su pequeña esposa, pero eso solo acrecentaba el morbo en su interior. Ella no era la primera doncella en casarse a su edad, pero la diferencia de tamaños hacía que pareciera algo condenable, acrecentado por el hecho de que ella era parte de su familia.
Elicia crecería, claro. Notaba como sus pechos se llenaban y sus caderas se ensanchaban un poco más. Sus piernas cada día parecían más largas y él deseaba recorrerlas con sus manos a diario.
La folló desde detrás, sujetando sus brazos por las muñecas, siendo libre de moverla a su antojo. La hacía empalarse en su miembro a su voluntad. Ella solo gemía y gritaba de placer, porque así era la naturaleza de su esposa, ella disfrutaba que Jeor hiciera lo que quisiera con su cuerpo.
—Eres una buena niña... ¿Dónde quieres mi semilla?
—En donde mi señor prefiera…
—Muy bien…
Pocos días antes de abandonar Dorne, se les acabó el Té de la Luna otra vez. Jeor la folló por la boca nuevamente, pero esa vez la recostó boca arriba en la cama, se subió en esta, acercando su verga a la cara de su esposa y la metió lo más profundo que pudo, empezando a follarla rudamente.
Se corrió en su boca, y luego recordó que también debía hacer que acabé, así que se quitó de encima y llevó una mano a su coño, la encontró muy húmeda. Frotó rápidamente haciendo que se viniera igual de rápido.
El último día antes de volver, la penetraba mientras la levantaba sujetándola por las piernas. Elicia solo gritaba fuertemente debido al trato rudo, mientras se sostenía envolviendo los brazos alrededor de su cuello.
—¿Te gusta mi verga?
—¡Sí!
—¿Qué es lo único que debes hacer?
—Abrir mis piernas… para ti, mi señor…
—¿Me perteneces?
—¡Sí!…
—¿Eres mía?
—¡Sí!…
—¿Vas a desobedecerme?
—¡No!…
—¿Qué pasará si lo haces?
—Me castigarás…
—Muy bien... ¿Quieres que te llene con mi semilla?
—Sí…
— Pídemelo.
— Por favor, mi señor… acaba en mí…
—Hazlo de nuevo… como una puta…
—Por favor… llena mi agujero con tu leche… Solo úsame…
Acabó dentro de ella con fuerza, pero continuó moviéndola un poco más, hasta que ella también lo hiciera.
—Vas a tener que comportarte como una dama, pero cuando estemos solos volverás a ser mi puta, ¿de acuerdo?
—Sí, mi señor.
Elicia deseaba ser una muñeca, una puta aún tenía mucha autonomía. Ella no quería hacer nada, esperaba que su esposo la moviera a su antojo. Que la colocara donde quisiera, de la forma que le apeteciera y la dejara llena de su semilla. Ella aceptaría lo que él quisiera darle, si tenía que castigarla ella estaría agradecida de que la corrigiera. Su esposo era lo único en lo que tenía que pensar ahora, y ella estaba feliz de que así fuera.
Su familia fue a recibirlos y ella se comportó como una dama, aunque sabía que en el fondo no lo era.
Durante los días, Elicia se ocupaba de verse bonita y leer los libros que le había conseguido Jeor. La mayoría eran libros eróticos. Durante la noche, su marido se pondría sobre ella y la follaría sin piedad si es que tuvo un día ajetreado; o jugaría con ella por horas si estaba de buen humor.
A veces jugaba con ella durante otras horas del día también, si necesitaba distraerse un rato la llamaría y la follaría con sus dedos, le pediría que se la chupara o simplemente la sentaría en su regazo y seguiría con sus cuentas mientras le amasaba los senos.
Elicia se dio cuenta de que hace años que no se había sentido así de relajada y segura. Solo debía obedecer y Jeor se ocuparía de su bienestar y placer.
Empujaba dentro del cuerpo de Elicia fuertemente, ella ahora era libre de gemir todo lo que quisiera, ya no tenían que esconder lo que hacían. Se preguntó que pensaría el resto de su familia sobre ellos, pero no le interesaba demasiado saber la respuesta.
Vio a su esposa terminar y luego él lo hizo, salió de su cuerpo y la cubrió con las pieles. Se levantó aún desnudo y se acercó a la venta, para ver fuera de esta.
Su vida era perfecta. Tenía todo lo que quería, era un Lord legítimo, estaba casado con Elicia, y no había nada que pudiera poner en riesgo eso. Su isla estaba aislada de todo lo demás, el controlaba todo lo que pasaba allí. Se sentía como si viviera en su propio mundo. Una perfecto y feliz.
—¿Está todo bien, mi señor? —le escuchó preguntar a Elicia desde la cama.
—Todo está demasiado bien.
«Tanto que temo que se arruine».
