Extraño...


Episodio 1:set up/stand up


En un glorioso día estival, donde el sol relucía en su máximo esplendor y el calor se desplegaba con intensidad, se desarrollaba una escena de ensueño. Una mujer de una belleza extraordinaria capturaba todas las miradas con su figura exquisita. Su cuerpo era una obra maestra, adornado con unos senos magníficamente grandes que medían orgullosos 115 cm. Su cintura delicada y sus caderas sensuales, con una medida de 100 cm, conferían a su silueta una armonía irresistible. Ataviada con un bikini meticulosamente elegido, cada uno de sus atributos se realzaba aún más, atrayendo admiración en cada paso que daba.

La mujer se deleitaba bajo los rayos ardientes del sol, que bañaban su piel con un resplandor dorado. Aquella tez antes de tonalidad canela se transformaba gradualmente en un bronceado envidiable. Su cuerpo, esculpido con elegancia y sensualidad, se convertía en el lienzo perfecto para el juego de luces y sombras que creaba el sol. Cada curva, cada contorno, parecía resaltar con una belleza cautivadora.

A su lado, un joven de cabellos verdes se encontraba sentado, absorto en sus pensamientos mientras exhalaba el humo de su cigarrillo con indiferencia. Sus ojos, desprovistos de brillo y cansados, reflejaban una pesadez que llevaba años cargando. A pesar de la presencia fascinante de la mujer a su lado, ajustaba cuidadosamente un parasol para protegerse del sol abrasador que empezaba a molestarlo. Sin embargo, de tanto en tanto, su mirada sé desviaba furtivamente hacia ella, revelando un sutil rubor en sus mejillas que intentaba ocultar con esmero.

Pero ese leve sonrojo no era solo producto de la presencia de la mujer; había algo más. Su corazón latía aceleradamente por otro motivo: la hija de aquella mujer escultural, quien se zambullía grácilmente en las olas del mar. La joven, con sus atributos aún más imponentes, eclipsaba a su madre en tamaño. Su busto generoso alcanzaba los 130 cm, mientras que su cintura estrecha y sus caderas bien proporcionadas marcaban una figura envolvente, con una medida de 123 cm. En compañía de una mujer de cabellos azules, que parecía ser la compañera del peli verde, disfrutaba de la frescura del agua, deleitando a quienes las observaban con su presencia deslumbrante.

Así, en aquel rincón paradisíaco, entre el brillo deslumbrante del sol y el encanto magnético de estas mujeres, la escena se teñía de una belleza deslumbrante y un aura de misterio que dejaba a todos boquiabiertos.

Con un movimiento grácil, la mujer se alzó de la hamaca donde momentos antes se había entregado al sol reluciente. Mientras se erguía con confianza, sus ojos reflejaban una mezcla de desdén y aburrimiento.

Me retiro. Ya no hay nada aquí que me divierta —afirmó con un tono arrogante, dejando claro su desdén por el lugar.

El ojiverde, que la observaba con atención, notó cómo el sonrojo en sus mejillas se desvanecía gradualmente, revelando una expresión serena y decidida.

¿Le gustaría que la acompañe? —preguntó con un matiz de interés en su voz, mientras sus ojos se encontraban con los de ella.

La mujer, sin detenerse ni voltear hacia él, respondió con una voz firme y segura:

Vigile a mi hija.

Sus palabras fueron pronunciadas con una mezcla de instrucción y confianza, dejando en claro que confiaba en su capacidad para proteger a su preciada hija. Sin más preámbulos, se encaminó hacia el hotel donde se hospedaban temporalmente, sin mirar atrás ni mostrar señal alguna de remordimiento. El ojiverde asintió levemente, asumiendo la responsabilidad que se le había encomendado, mientras la mujer desaparecía de su vista, dejando tras de sí una estela de misterio y encanto en el cálido aire estival.

Pasaron unos treinta minutos y el hombre presenció cómo la adolescente y su compañera se acercaban caminando hacia él. La joven se percató de las miradas incómodas que recibía, lo que le generó nerviosismo, pero la peli azul le brindó su apoyo apoyando su brazo sobre sus hombros, lo que la reconfortó.

La adolescente, llena de alegría al ver al hombre, corrió hacia él para abrazarlo con cariño.

Desde la perspectiva del hombre, todo se presentaba como un espectáculo de belleza. La joven, con sus encantadores atributos y personalidad excepcional, se aproximaba corriendo hacia él. Por un breve instante, su mirada se desvió sin querer hacia un sutil movimiento, notando cómo la suave curvatura de su figura se balanceaba con naturalidad. Este detalle provocó que el hombre se ruborizara nuevamente, consciente de la atracción que sentía. No obstante, rápidamente volvió a concentrarse en el abrazo y la conexión compartida, dejando atrás aquel fugaz momento de distracción.

No te había visto antes, pero me encanta cuando estás conmigo —respondió _ con una sonrisa, mientras la joven apoyaba su torso hacia el suyo, de manera inocente pero sugestiva.

La peli azul, ajena a la situación, decidió ir en busca de una toalla para secar su cuerpo. Sin embargo, mientras caminaba hacia las sombrillas, no pudo evitar notar las miradas lascivas y desaprobables de algunos hombres que se encontraban en la playa. Era evidente que se estaban dirigiendo a su "pequeña niña", refiriéndose a la adolescente que la acompañaba.

La peli azul suspiró profundamente, notando cómo la frustración se acumulaba en su interior. Apretó fuertemente sus puños, luchando contra la ira que amenazaba con consumirla. Después de unos minutos, logró alejar esos pensamientos oscuros y encontrar la calma necesaria para abordar la situación de manera más serena.

Decidió acercarse a la pareja, quienes habían tomado distancia para tener una conversación privada. La peli azul se acercó con paso firme, mostrando una expresión seria en su rostro. Interrumpió el dúo, rompiendo el silencio con su voz decidida.

Tenemos que regresar —afirmó con seriedad, sus ojos marrones reflejando determinación. Su tono denotaba la importancia de la situación y la necesidad de tomar medidas rápidas y efectivas.

La peli azul dirigió una mirada significativa a su compañero, transmitiendo a través de sus ojos el mensaje silencioso de preocupación y cautela. Sin necesidad de palabras, le transmitió claramente su inquietud: «Demasiada gente está mostrando un interés inapropiado hacia ella. Debemos marcharnos».

El hombre comprendió el mensaje implícito y asintió con la cabeza en señal de acuerdo. Con prontitud, tomó una toalla y la utilizó para cubrir el cuerpo de la joven, protegiéndola de las miradas indiscretas y de los comentarios irrespetuosos.

Conscientes de la necesidad de garantizar la seguridad y el bienestar de la adolescente, la peli azul y el hombre se prepararon para dejar el lugar y buscar un entorno más respetuoso.

¡Espera! —gritó _ abruptamente, interrumpiendo la caminata de los adultos y causando sorpresa en ambos.

Ambos se detuvieron y miraron a la joven con preocupación, sin entender qué podía estar ocurriendo.

¿Qué sucede? ¿Pasa algo? —preguntaron casi al unísono, tratando de comprender la urgencia en su voz.

La adolescente respiró agitadamente, intentando recuperar el aliento después de su repentina salida.

Me he dado cuenta de que olvidé algo importante en el baño. ¡Necesito volver a buscarlo! —explicó rápidamente, consciente de que su solicitud podría no ser bien recibida por sus amigos.

La peli azul y el hombre intercambiaron miradas preocupadas. Sabían que nunca habían dejado a la joven sola, siguiendo las órdenes de su madre y por su propia convicción de protegerla. Sin embargo, también comprendieron que la situación requería atención y prontitud.

Está bien, ve rápido y regresa lo antes posible. Nos quedaremos aquí esperándote —respondió la peli azul, tratando de ocultar su inquietud mientras daba su consentimiento.

Con una mezcla de preocupación y confianza, _ se apresuró en su carrera hacia el baño, dejando atrás a sus amigos, quienes esperaban ansiosamente su regreso, conscientes de la importancia de permanecer juntos y cuidarse mutuamente.


De repente, el sonido de un chasquido de dedos resonó en el lugar, seguido de golpes violentos que llenaron el ambiente.

Una voz femenina se alzó, llena de confusión y preocupación.

¿Por qué haces esto? No es necesario que lastimes a personas inocentes que tienen que les importan. No es culpa de ellos que tú seas un cabrón.

En respuesta, un hombre irrumpió en un grito agresivo, agarrando bruscamente del cuello a la joven.

¿Y tú qué sabes? Los elimino para obtener más poder. Son despreciables, y no deberían existir.

La tensión en el aire se hizo palpable, mientras el conflicto se intensificaba. Las palabras pronunciadas transmitían la violencia y la agresión presentes en la escena, generando un ambiente cargado de peligro y confrontación.

¡Cállate de una vez! ¡Das asco!—exclamó la chica, mostrando su indignación mientras sus manos comenzaban a generar energía.

Con determinación, empuñó una especie de arma, similar a una katana pero sin entrar en detalles específicos. Su objetivo era detener al hombre y protegerse a sí misma.

En un rápido movimiento, la chica utilizó su arma para defenderse, infligiendo golpes repetidos al hombre. El enfrentamiento fue intenso, dejando marcas visibles en ambos cuerpos.

A medida que la confrontación llegaba a su fin, el hombre quedó incapacitado, y la chica se encontraba visiblemente afectada por la situación, con su cuerpo completamente manchado de sangre y mostrando el desgaste emocional de la pelea.

Al recuperar el aliento, la chica giró su cuerpo instintivamente, pero se encontró con una sorpresa inesperada: el Juez Q y la Juez P ingresaban confundidos al lugar donde se encontraba. Sus ojos se abrieron de par en par al contemplar la escena que se desarrollaba frente a ellos: el ambiente impregnado de un líquido rojo, varias personas caídas en el suelo y, en el centro de todo, la chica, su cuerpo empapado en sangre, aferrando la katana también manchada de carmesí. Era lo último que esperaban presenciar de ella.

Los jueces quedaron petrificados por unos instantes, sin palabras ante la impactante imagen. Sus mentes luchaban por procesar lo que veían y entender cómo alguien tan joven y aparentemente inocente podía estar envuelta en un evento tan sangriento y violento. Era un giro inesperado de los acontecimientos que los dejó perplejos.

La joven, con cuidado y delicadeza, soltó la katana, permitiendo que esta cayera al suelo con un sonido apagado. Los jueces observaron con atención cómo la chica se desplomaba, perdiendo el conocimiento. El gesto de debilidad en su rostro despertó su preocupación y los impulsó a acercarse rápidamente a ella.

Con cautela, se arrodillaron a su lado, examinando su estado. La Juez P colocó suavemente una mano en la frente de la adolescente para comprobar su temperatura, mientras que el Juez Q inspeccionaba su respiración y pulso. La chica parecía estar en un estado de agotamiento físico y emocional.

Sin perder más tiempo, decidieron llevarla a un lugar seguro y brindarle la atención que necesitaba. Con cuidado, levantaron su cuerpo entre los dos y la llevaron en brazos hacia un área apartada, alejada del caos y la violencia que se había desatado. Mientras caminaban, se preguntaban qué había llevado a esta joven a enfrentarse a una situación tan extrema.

Una vez que la colocaron en un sitio seguro, los jueces se dispusieron a vigilar su descanso y a evaluar la situación en su conjunto. Sabían que debían desentrañar los motivos detrás de lo sucedido y determinar cómo actuarían a partir de ahora.

En medio de la incertidumbre y las interrogantes, la prioridad inmediata era asegurarse de que la chica recibiera el cuidado y el apoyo necesarios para su recuperación.


La madre, llena de preocupación y furia contenida, sostuvo el rostro de su hija entre sus manos mientras examinaba con la mirada las heridas que cubrían su cuerpo. La angustia y el dolor se reflejaban en su rostro mientras intentaba comprender lo sucedido.

De repente, un sonoro cachete resonó en el aire, dejando a todos atónitos. Era la madre, en un estallido de emociones encontradas, quien había abofeteado a su hija recién despertada. El sonido resonó como un eco de la frustración y el miedo acumulados.

La adolescente, aún aturdida y desconcertada, parpadeó varias veces mientras intentaba procesar lo que acababa de suceder. El dolor de la bofetada dejó una marca en su mejilla, recordándole de forma abrupta la gravedad de la situación.

La madre miró a su hija con una mezcla de desilusión y frustración, su rostro reflejaba una profunda decepción. No podía contener su enojo, y sus palabras salieron cargadas de una intensa indignación.

Te dije claramente lo que esperaba de ti. No te otorgué permiso para llevar a cabo ese acto. ¡Es inadmisible que hayas actuado de esa manera! —exclamó con voz alterada, aferrando suavemente el cabello de la chica para hacer énfasis en su desaprobación.

Los jueces, sorprendidos y consternados, observaron la escena en silencio, asimilando la impactante revelación de que la madre estaba tratando a su propia hija de manera tan inapropiada y violenta. Un sentimiento de consternación se apoderó de ellos, sin poder comprender cómo alguien podría actuar de esa manera hacia su propia sangre.

¡Esperaba mucho más de ti! —susurró la madre con desilusión, aferrando con firmeza el cabello de su hija y acercando su rostro al suyo, creando un ambiente intimidante.

La chica, con lágrimas brotando de sus ojos, se sentía debilitada y no podía reaccionar como hubiera deseado. Sus palabras salieron entrecortadas y llenas de pesar.

Perdón, madre… Lo siento mucho —respondió con voz quebrantada, luchando por mantener la compostura y mostrar respeto.

Las disculpas no cambiarán lo que has hecho. Esperaba más de ti, esperaba que te comportaras de manera responsable y respetuosa. Pero en lugar de eso, te has dejado llevar por la violencia. No entiendo qué te ha sucedido. ¿No entiendes las consecuencias de tus acciones? —cuestionó con voz cortante, evidenciando su descontento y decepción.

Las lágrimas seguían fluyendo por el rostro de la chica mientras trataba de responder con humildad y arrepentimiento.

¡Llorar no arregla nada! —con fuerza su madre la estampó contra la pared haciendo una gran grieta.

Los jueces, impactados por la violencia presenciada, reaccionaron rápidamente y se abalanzaron hacia la madre para detenerla.

¡Para! —gritaron los jueces mientras se acercaban, interviniendo para separar a la madre de su hija y evitar cualquier daño adicional. Lograron sujetarla firmemente, asegurándose de que no pudiera hacerle más daño a la adolescente.

El ambiente se volvió tenso y cargado de emociones, pero los jueces tomaron medidas rápidas para garantizar la seguridad de todos los involucrados en ese triste y perturbador incidente.

Una tos repentina sacudió el frágil cuerpo de la adolescente, seguida de un líquido carmesí que comenzó a escurrir de sus labios. Era sangre. El impacto físico y emocional de la situación era abrumador, y la joven no pudo contenerse más. Su visión se volvió borrosa y su cuerpo se debilitó, cayendo una vez más hacia el suelo en un desmayo.

Los jueces, preocupados por su estado, se apresuraron a sujetarla antes de que se golpeara. Luego de noquear a la madre de la menor, fueron con cuidado y delicadeza, la levantaron suavemente y buscaron un lugar seguro para acostarla, protegiéndola de cualquier daño adicional.

El líquido carmesí continuaba goteando de los labios de la chica, recordándoles a todos la gravedad de la situación. Mientras los jueces buscaban ayuda médica y trataban de mantener la calma, la preocupación y la incertidumbre llenaban el aire, dejando en claro que el camino hacia la recuperación sería largo y difícil para la joven.

En ese momento revelador, los demás Jueces fueron testigos de la cruel realidad que la chica había enfrentado durante toda su vida. Quedaron impactados al descubrir la terrible forma en que su madre la había maltratado y explotado, incluso llegando al punto de poner en peligro su vida casi matandola.

Con el corazón lleno de compasión, la Jueza P y el Juez Q se acercaron a la chica con delicadeza y empatía. Comprendieron el profundo sufrimiento que había soportado en silencio y se comprometieron a estar a su lado durante su recuperación.

En el hospital, mientras la chica se encontraba aburrida y lidiaba con las secuelas de sus heridas, la Jueza P y el Juez Q hicieron todo lo posible para animarla. Con cariño y paciencia, encontraron maneras de distraerla y brindarle momentos de alegría genuina.

Fue gracias a la presencia y el amor incondicional de la Jueza P y el Juez Q que la chica comenzó a ver destellos de luz en medio de la oscuridad. Su sonrisa, que había sido rara y forzada en el pasado, finalmente se volvió auténtica y radiante.

La comprensión y el apoyo de sus amigos Jueces fueron un bálsamo para el alma herida de la chica. Se sentía valorada, protegida y amada, algo que nunca había experimentado antes. A través de su cuidado constante, la Jueza P y el Juez Q le demostraron que merecía una vida llena de cariño y respeto.

En adelante, la chica siguió su camino de sanación rodeada del amor de sus amigos Jueces. Aunque las heridas emocionales dejadas por su madre tardarían en sanar por completo, encontró consuelo en saber que no estaba sola. La Jueza P y el Juez Q se convirtieron en sus pilares de fuerza y en un recordatorio constante de que merecía ser tratada con dignidad y amor.

La peli azul sostenía con ternura a la adolescente en sus brazos, como si se tratara de un valioso tesoro. Sentía el peso ligero de su cuerpo recostado contra su pecho, mientras la joven dormía plácidamente, ajena al mundo que la rodeaba. La peli azul mantenía un delicado equilibrio, ajustando su postura para brindarle la máxima comodidad a su pequeña amiga.

Con suavidad, la peli azul se aseguraba de protegerla de cualquier sacudida o movimiento brusco. Sus brazos envolvían con cuidado el cuerpo de la adolescente, proporcionándole una sensación reconfortante de seguridad. La peli azul podía sentir la calidez de la respiración tranquila de la joven contra su pecho, mientras observaba con amor su rostro sereno y pacífico.

Entonces tenemos que hacerla entrar en el torneo GOH por órdenes de Park, ¿verdad? —susurró con pena el juez Q.

La peli azul asintió con tristeza mientras acariciaba suavemente el cabello de la adolescente dormida.

Sí, parece ser la única forma de ayudarla a superar todo lo que ha pasado. El torneo GOH es un escenario donde podrá canalizar su energía y encontrar su verdadera fuerza interior. Además, estaremos a su lado para apoyarla en cada paso del camino —respondió la peli azul con determinación en su voz.

Ambos jueces miraron a la adolescente con esperanza y preocupación, sabiendo que el torneo GOH no sería fácil y que enfrentaría desafíos difíciles. Sin embargo, estaban dispuestos a hacer todo lo posible para ayudarla a encontrar su camino hacia la superación y la sanación.

Escuché unos pasos rápidos acercándose a mi habitación, y pronto vi cómo la puerta se abría de golpe, revelando la figura de la Juez P, quien entraba con determinación en el lugar.

¿Necesitas ayuda? —me preguntó con atención mientras se percataba de mi situación.

Sentí vergüenza y nerviosismo al verla, pero no tenía más opción que pedirle ayuda.

Sí, por favor. N-no puedo abrocharme el uniforme. Parece que mi camiseta es demasiado pequeña para mi pecho —expliqué, tratando de disimular mi incomodidad.

P asintió comprensiva y se acercó con cuidado. Observó la dificultad que tenía para abrochar el botón y suspiró suavemente.

A veces, el ajuste del uniforme puede ser complicado. Pero no te preocupes, intentaré encontrar una solución —me aseguró con una sonrisa tranquilizadora.

Con manos hábiles y precisas, P comenzó a buscar la mejor manera de abrochar el botón sin comprometer la comodidad.

Creo que puedo intentar una técnica que he utilizado antes en situaciones similares. Permíteme ayudarte —dijo, enfocada en la tarea.

Pasaron unos momentos tensos mientras P se esforzaba por ayudarme a abotonar el uniforme. Cada segundo parecía una eternidad, pero finalmente logró encajar el botón en su lugar. Respiré aliviada al ver que el problema se había resuelto, pero noté algo inesperado.

Debido a la presión que se había generado durante el proceso, el escote de mi camiseta se había abierto un poco más de lo habitual. No sabía si considerarlo bueno o malo, ya que, por un lado, me hacía sentir un poco incómoda, pero, por otro lado, también me permitía una mayor libertad de movimiento.

Miré a P con una mezcla de agradecimiento y vergüenza por la situación.

Gracias por ayudarme, P. Aunque parece que mi camiseta ha cedido un poco más de lo esperado —comenté, tratando de hacerle ver la situación con humor.

P sonrió comprensiva y asintió.

Ups, parece que ha ocurrido un pequeño accidente. No te preocupes, _, puedes ajustarlo si te hace sentir más cómoda. —me dijo, transmitiéndome su apoyo y aceptación.

Aunque la situación era un tanto embarazosa, el gesto de P de tomárselo con naturalidad y alentarme a hacer lo que me hiciera sentir mejor, me reconfortó. Ajusté ligeramente el escote de mi camiseta para sentirme más segura y seguimos adelante, con una nueva anécdota compartida entre nosotras.

Descendí rápidamente por las escaleras, consciente de que ya estaba retrasada y tenía prisa por llegar a mi destino. Había algo relevante esperándome allí, por lo que no podía permitirme llegar tarde.

Al llegar al pie de las escaleras, me encontré con Q, el Juez con quien tenía una relación cercana y amistosa. No pude contener mi entusiasmo al verlo y, con una gran sonrisa, lo saludé efusivamente.

¡Q! ¡Buenos días! —dije alargando la en un saludo alegre mientras me acercaba a él para darle un abrazo.

Q correspondió mi saludo con una sonrisa y estrechó mis brazos en un cálido abrazo. Era reconfortante tener a alguien con quien compartir momentos y recibir su apoyo.

Buenos días, _. ¿Ya estás lista? —preguntó Q con complicidad, mostrando su entusiasmo por lo que estaba por venir.

Asentí emocionada mientras sentía la adrenalina recorrer mi cuerpo. Sabía que estaba un poco retrasada, así que comencé a correr velozmente, co siguiéndome de cerca. Era reconfortante tener a mis amigos a mi lado, compartiendo esa energía y entusiasmo por lo que estaba por venir.

Mientras atravesábamos el camino, podía escuchar nuestras risas y palabras animadas que se mezclaban en el aire. Era como si el tiempo se ralentizara mientras avanzábamos juntos, disfrutando de cada momento.

P y Q me animaban y alentaban a medida que avanzábamos. Sentía su apoyo incondicional, lo cual me daba aún más energía para seguir adelante. Juntos formábamos un equipo, dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se presentara en nuestro camino.

Aunque el tiempo apremiaba, el viaje hacia nuestro destino se volvía más ameno y emocionante gracias a la compañía de mis amigos. No importaba cuán rápido corriéramos, sabía que estábamos en esto juntos y eso me daba la confianza para seguir adelante.

Seguí corriendo, co mi lado, dispuestos a conquistar el día que nos esperaba.

Mientras seguía corriendo hacia el estadio, de repente sentí cómo alguien me levantaba en brazos. El sobresalto me invadió al darme cuenta de que no eran P ni Q quienes me acompañaban, sino un completo desconocido. El miedo se apoderó de mí y comencé a gritar desesperadamente, rogando que me soltara.

¡Por favor, déjame ir! ¡Suelta, suelta! —grité con todas mis fuerzas, sintiendo la adrenalina correr por mi cuerpo mientras la persona me sostenía en sus brazos y aceleraba la motocicleta a toda velocidad.

El viento golpeaba mi rostro y mi cabello ondeaba frenéticamente detrás de mí, lo cual aumentaba mi sensación de angustia. Estaba atrapada en una situación peligrosa y desconocida, siendo llevada a toda velocidad por un extraño.

Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, tratando de encontrar una solución o una forma de escapar. Intenté retorcerme y forcejear en sus brazos, luchando por liberarme de su agarre, pero era inútil. La persona parecía tener un firme control sobre mí y no mostraba intenciones de soltarme.

La desesperación se apoderaba de mí mientras intentaba golpear desesperadamente el pecho del hombre que me sostenía en brazos. Mi mente se llenaba de ira y repulsión al darme cuenta de que aquel individuo era no solo un secuestrador, sino también un ladrón. ¿Cómo podía existir alguien tan despreciable?

Mis golpes eran en vano, ya que sus brazos fuertes me mantenían firmemente sujetada. Sentía una mezcla de impotencia y furia al ver que no podía liberarme por mi cuenta. Sin embargo, no estaba dispuesta a rendirme. La determinación ardía dentro de mí mientras buscaba desesperadamente una oportunidad para escapar de sus garras.

Mi mirada se desvió hacia el bolso que el hombre sostenía con su otro brazo. No podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y sospecha. ¿Qué había dentro de ese bolso? ¿Acaso contenía los frutos de sus actos delictivos? Mi mente se llenaba de preguntas, pero no tenía tiempo para buscar respuestas en ese momento.

Mis ojos se encontraron con dos personas desconocidas en una bicicleta; un chico con pupilas de estrella de dos puntas y una chica de cabello peli marrón. Mientras intentaban alcanzar al secuestrador, mi nerviosismo aumentó al ver que la chica desenvainaba una katana de madera y se lanzaba hacia nosotros.

El miedo se apoderó de mí mientras veía cómo se acercaba rápidamente. Sus movimientos eran ágiles y decididos, y podía sentir la peligrosidad que emanaba de ella. Mi desesperación aumentó aún más al darme cuenta de que no había rastro de los Jueces P y Q, aquellos en quienes había depositado mi confianza para ayudarme.

¡P, Q, ayudadme! —grité en un intento desesperado de buscar alguna señal de ellos. Pero solo estaban esas dos personas en la bicicleta, luchando contra el tiempo para alcanzar al secuestrador.

Mientras tanto, el secuestrador aumentaba su velocidad, consciente de la amenaza que se acercaba. Sentí cómo el viento azotaba mi rostro mientras la distancia entre nosotros se hacía más grande. La incertidumbre se apoderó de mí, preguntándome si aquellos extraños en la bicicleta serían capaces de rescatarme.

A pesar de mi desesperación, traté de mantener la esperanza de que aquellos desconocidos pudieran enfrentarse al secuestrador y salvarme de esta situación aterradora. El sonido de las ruedas de la bicicleta y el choque de la katana contra el aire crearon una sinfonía de tensión mientras nos acercábamos a un desenlace incierto.

En medio de la confusión y el peligro, solo podía confiar en que la valentía y la destreza de aquellos dos individuos fueran suficientes para superar los obstáculos que se interponían en nuestro camino. Rezaba para que su intervención fuera mi salvación, que pudieran detener al secuestrador y devolverme la libertad que me había sido arrebatada.

El tiempo parecía ralentizarse mientras continuábamos nuestra carrera contra el destino. Aunque temía por mi vida, también sentía una chispa de esperanza, sabiendo que no estaba sola en esta lucha. Con cada pedaleada de la bicicleta y cada golpe de la katana de madera, nuestros destinos se entrelazaban en una lucha por la supervivencia.

En ese momento, solo podía aferrarme a la fe en que aquellos dos, con su valentía y determinación, lograrían rescatarme y poner fin a esta pesadilla. Mi corazón latía con fuerza, esperando el desenlace que determinaría mi destino.

¡Cuidado! —grité desesperadamente al ver cómo el cartel nomenclador se acercaba peligrosamente al rostro de la chica de gafas, quien había saltado valientemente para atacar al secuestrador. Un sonido metálico y contundente resonó en el aire, y supe al instante que había impactado contra el cartel. El corazón se me detuvo por un momento, lleno de preocupación por su bienestar.

Observé con angustia cómo la chica quedaba enganchada en el cartel, balanceándose peligrosamente mientras intentaba liberarse. Era una imagen desgarradora, pero no podía permitirme rendirme. Había demasiado en juego y necesitábamos hacer todo lo posible para detener al secuestrador y asegurar mi libertad.

Fue en ese momento cuando un golpe inesperado y poderoso resonó en el casco del secuestrador. Vi cómo se fracturaba en múltiples fragmentos, liberando al desconocido de su control sobre la moto. Un grito de sorpresa y dolor escapó de sus labios mientras perdía el control y la moto comenzaba a tambalearse.

El tiempo parecía ralentizarse mientras la escena se desarrollaba frente a mis ojos. La chica de gafas logró finalmente liberarse del cartel, cayendo al suelo con una mezcla de gracia y desesperación. Mientras tanto, el secuestrador luchaba por mantener el equilibrio, incapaz de controlar la moto.

Sentí nuevamente cómo alguien rápidamente me agarraba entre sus brazos, y al girar la cabeza, vi que no era el chico de las pupilas en forma de estrella ni la chica de gafas quienes me sostenían. Era un nuevo desconocido, un chico de cabello oscuro y aspecto decidido.

Sus ojos se encontraron con los míos y pude percibir una determinación intensa en su mirada. Me sentí cautivada por su presencia, aunque en el fondo todavía sentía curiosidad por el destino de los otros dos.

¿Estás bien? —preguntó con voz suave, pero firme, mostrando preocupación en su rostro.

Asentí lentamente, tratando de tranquilizarme mientras me aferraba a su cuerpo. Aunque no conocía su nombre ni su historia, sentía una extraña conexión con él en ese momento de incertidumbre.

El chico me sostuvo con fuerza, como si quisiera asegurarse de que nada me dañara. Me sentí protegida en sus brazos, permitiéndome confiar en su capacidad para mantenerme a salvo.

¡Gracias! —suspiré tranquilizándome mientras me bajaba de los brazos del chico desconocido.

Mis ojos buscaron ansiosament Q, y finalmente los vi corriendo hacia mi dirección. Sus rostros reflejaban alivio y preocupación a la vez.

¡Estás bien! —exclamó P, llegando primero y abrazándome con fuerza.

Nos asustaste mucho, pensamos que algo malo te había pasado —agregó Q, mirando como la peli azul me abrazaba acariciandome el pelo delicadamente.

Me sentí abrumada por la calidez y el amor que sentía de mis dos mejores amigos, quienes siempre estaban allí para protegerme y apoyarme.

Estoy bien, gracias a este chico que me ayudó —respondí, señalando al pelinegro que aún estaba a mi lado.

P y Q lo miraron con atención, evaluando su presencia y expresión.

Gracias por cuidar de ella —dijo P, extendiendo su mano para estrecharla con el chico

El chico correspondió seriamente mientras yo me separaba de las acaricias de Q y me acercaba a los chicos que habían intentado salvarme.

Muchas gracias por intentar salvarme… —les agradecí, haciendo una reverencia de más de 90 grados.

En ese momento, me puse rápidamente en posición vertical al recordar la longitud de mi falda y la posibilidad de que se notaran mis bragas cada vez que me inclinaba.

Mis mejillas se encendieron de vergüenza mientras intentaba disimular mi preocupación. Los chicos intercambiaron miradas y uno de ellos, el de las pupilas en forma de estrella, me sonrió con amabilidad.

Uh… No nos debes las gracias, fue él quien te salvó… —correspondió el chico, mientras se rascaba la nuca de manera tierna.

Sonreí ante su gesto y comprendí que cada uno había hecho su parte para asegurar mi seguridad. Agradecí por tener a personas tan valientes y amables a mi lado en ese momento.

Bueno, de todas formas, estoy realmente agradecida de que estuvieran allí para ayudar. No sé qué habría pasado si no hubieran intervenido —expresé sinceramente.

Ambos chicos asintieron con una mirada determinada en sus ojos.

No tienes de qué preocuparte, estaremos contigo para enfrentar cualquier desafío que se presente. Ese tipo no volverá a acercarse a ti —afirmó el chico de las pupilas estrelladas, con determinación en su voz.

Sentí una oleada de gratitud y confianza al escuchar esas palabras. Sabía que podía confiar en ellos y qué juntos podríamos superar obstáculo.

Emocionada y llena de alegría, me un P, listos para comenzar nuestra próxima aventura. Juntos, enfrentaremos cualquier obstáculo y protegeremos lo que es justo.


¡Pero si estoy perfectamente bien con esto! ¿Por qué debo cambiarme? ¡Uh…! —me quejé, sintiéndome transportada a aquellos tiempos de infancia en los que me encontraba en la misma situación, discutiendo con Q.

Q suspiró, mirándome con seriedad, pero también con comprensión en sus ojos.

Entiendo tu frustración, pero debemos presentarnos de manera adecuada para esto. Es importante mantener la apariencia y el protocolo, incluso si no te sientes cómoda con ello —respondió Q, tratando de convencerme.

Sentí una mezcla de emociones en mi interior, luchando entre mi rebeldía y el conocimiento de que Q tenía razón. A regañadientes, asentí y decidí seguir adelante.

Entonces, en ese momento de frustración, recordé una técnica infalible que había utilizado en situaciones similares en el pasado. Me detuve por un instante, cerré los ojos y respiré profundamente, concentrándome en mis pensamientos. Visualicé en mi mente el escenario ideal, la forma en que deseaba que la situación se resolviera. Con determinación, abrí los ojos y me dirigí hacia Q con una sonrisa confiada en mi rostro.

¡Te quiero! — susurré con un leve rubor en mis mejillas mientras envolvía a Q en un abrazo cálido y cariñoso. Sentí cómo su cabeza se apoyaba suavemente entre mis pechos, generando un latido acelerado en mi corazón. Sus mejillas también se tiñeron de un leve sonrojo, indicando que mis palabras habían alcanzado su objetivo.

¿Entonces puedo ir con esta ropa? —pregunté inocentemente, alejándome mientras mostraba mi atuendo, observaba detenidamente la reacción de el peli verde. Su mirada se posó en mí, sus ojos se abrieron ligeramente sorprendidos y un leve rubor coloreó sus mejillas.

Un silencio tenso reinó por un momento, antes de que finalmente lograra articular una palabra. Su voz temblorosa y entrecortada revelaba su nerviosismo mientras intentaba procesar mis palabras y la situación en sí.

S-s-si, v-va-vale… —respondió con dificultad, su voz apenas audible. Parecía sentirse por mi cercanía y la confesión implícita en mis palabras. Sus ojos evitaban encontrarse directamente con los míos, y sus manos se aferraban ligeramente a los bordes de su chaqueta.

Aunque su respuesta fue titubeante, percibí una mezcla de sorpresa y aceptación en sus ojos. Era evidente que mis palabras habían impactado en su, pero también se podía intuir una cierta emoción latente en su actitud. Ambos sabíamos que esta pequeña interacción había trascendido más allá de una simple pregunta sobre la vestimenta.

Sonreí suavemente, agradecida por su comprensión y por la conexión especial que parecía haberse forjado entre nosotros en ese momento. Sabía que el camino por delante sería emocionante y lleno de nuevas experiencias, pero también estaba segura de que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío que se presentara.

¡Muchas gracias, Q! —exclamé emocionada, abrazándolo con fuerza mientras mis labios rozaban suavemente la comisura de sus labios en un gesto cariñoso.

Q se quedó momentáneamente sorprendido por mi acto espontáneo

su rostro se tornó ligeramente sonrojado ante la cercanía inesperada. Sus ojos brillaron con una mezcla de confusión y sorpresa mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas para responder.

Eh… De nada… Está bien, puedes ir con esa ropa —balbuceó Q, su voz temblorosa, revelando su leve incomodidad por el inesperado gesto de cariño.

Sonreí ampliamente, agradecida por su aceptación y por comprender mi deseo de expresarme libremente. Aunque su timidez era evidente, sabía que Q apreciaba el gesto y que nuestra amistad se fortalecía aún más en ese preciso instante.

Nos separamos lentamente, pero nuestros ojos se encontraron en un breve momento cargado de complicidad. Era como si hubiéramos compartido un secreto íntimo que solo nosotros entendíamos. Sin decir una palabra más, continuamos juntos hacia nuestro destino, sabiendo que nuestra conexión era especial y que podíamos contar el uno con el otro en cualquier situación.

Bu-bueno, recuerda que «no te consuma la ira…» — interrumpió Q, tratando de calmar la situación.

«Que si no, no podrás comer mochis dentro de una semana…»Ugh… ¡Mis mochis nooo! — continué sollozando dramáticamente mientras me arrodillaba frente a él, dejando escapar una lágrima ficticia.

Q me miró con incredulidad, pero no pudo evitar esbozar una leve sonrisa ante mi actuación exagerada.

Tranquila, no te preocupes. Tus mochis están a salvo, no permitiré que les pase nada. Eres una amante de los mochis muy apasionada, eso es evidente —respondió Q, tratando de contener una risa.

Me levanté lentamente, aun fingiendo estar angustiada por la posible pérdida de mis preciados mochis.

Gracias por entender mi amor por los mochis, Q. Son mi debilidad y haría cualquier cosa por protegerlos. Pero prometo controlar mi ira y no dejar que me domine —dije, intentando recuperar mi compostura.

Con una sonrisa divertida, Q asintió y seguimos nuestro camino, dejando atrás mi momentáneo arrebato de emoción. Aunque mis mochis seguían siendo una prioridad en mi vida, aprendí la importancia de mantener la calma y no dejarme llevar por la ira. Y así, continuamos nuestra aventura, con la certeza de que nada ni nadie se interpondría entre nosotros y nuestros amados Mochis.


Siempre me encantaba ver esa faceta de Q, cuando su verdadera personalidad brillaba y se mostraba dispuesto a reír y sonreír ante mis tonterías. Pero era algo especial que solo ocurría en ciertos momentos, especialmente cuando estábamos juntos P y yo. Éramos un trío inseparable, y juntos formábamos un vínculo único con Q.

Cuando Q dejaba de lado su seriedad y permitía que su sonrisa inundara por su rostro, era como si el mundo se iluminara. Era una sensación maravillosa saber que podía sacar esa chispa de alegría en él, incluso si solo era por un breve instante. Esos momentos eran preciosos para mí, porque significaban una conexión especial y auténtica.

En medio de nuestras aventuras y travesuras, siempre encontrábamos tiempo para reír juntos, disfrutando de las pequeñas y simples cosas de la vida. Era en esos momentos cuando nos sentíamos más cercanos, cuando podíamos ser nosotros mismos sin barreras ni inhibiciones. Q no solo era un juez, también era un amigo cercano y cómplice en nuestras travesuras.

Y aunque esos momentos de risa y sonrisas no eran constantes, apreciaba cada instante en que Q se permitía mostrar su verdadero yo. Sabía que su seriedad era parte de su naturaleza, pero también sabía que debajo de esa fachada había un lado divertido y espontáneo esperando a emerger.

Así que cada vez que lograba arrancar una sonrisa o una risa de Q, me sentía feliz y satisfecha, sabiendo que había logrado tocar esa parte especial de él.

¡Que entren los luchadores! — avisó el árbitro con entusiasmo, dando la señal para que los participantes salieran al ring. Mientras los demás se dirigían con determinación hacia el centro del escenario, yo suspiré intentando controlar la creciente ansiedad que me invadía. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que estaba sola; Q y P habían abandonado mi lado para disfrutar de las peleas desde la distancia. No tenía a nadie que me respaldara en esta situación.

Cuando todos los luchadores ya estaban en el ring, sentí que era mi momento de entrar en acción. Con paso decidido, crucé el umbral y me adentré en la arena. Fue en ese preciso instante cuando todas las miradas se posaron sobre mí, sintiendo la intensidad de los ojos curiosos y expectantes.

El árbitro, aprovechando la atención concentrada en mí, no perdió la oportunidad de realzar mi presencia:

¡Aquí está la mejor luchadora de todo Seúl! —gritó con entusiasmo, su voz resonando en el recinto y añadiendo más presión sobre mis hombros.

A medida que la adrenalina aumentaba, mi respiración se volvía agitada. Luchaba por disimular mi ansiedad, pero era una batalla interna que se libraba dentro de mí. Cada latido acelerado de mi corazón parecía recordarme la magnitud del desafío que tenía por delante.

Intenté distraerme, desviando mi atención hacia los otros participantes. Fue entonces cuando una pelea estalló entre dos de ellos, desencadenando una reacción en cadena de golpes y puñetazos en el resto de la multitud. Agradecí que el foco de atención se desviara momentáneamente de mí, permitiéndome encontrar un breve respiro en medio del caos y la presión que me rodeaban.

Respiré hondo, reuniendo mi determinación y recordándome a mí misma por qué estaba allí. Sabía que debía sobreponerme a mis miedos y enfrentar cada obstáculo con valentía.

Mientras estaba en medio del tumulto de la pelea, tratando de mantener la calma y enfrentar mis propios miedos, recordé una técnica que siempre me había ayudado a encontrar la tranquilidad en momentos de tensión: pensar en mochis. Con los ojos cerrados, susurré para mí misma, repitiendo una y otra vez: «Piensa en mochis, ¡piensa en mochis!»

En mi mente, me transporté a un lugar tranquilo y reconfortante. Me visualicé sentada en un jardín, rodeada de hermosos cerezos en flor. Delante de mí, había un plato lleno de mochis, esos pequeños dulces de arroz que tanto amaba. Agarré uno de ellos, sintiendo su suave textura entre mis dedos, y lo llevé a mi boca.

El primer mordisco liberó un estallido de sabor a fresa, y dejé que el dulce y delicado sabor se desplegara en mi paladar. Saboreé cada bocado con deleite, permitiéndome sumergirme en la experiencia sensorial y disfrutar del momento. El aroma dulce y la textura pegajosa de los mochis me envolvieron, trayendo consigo una sensación de serenidad y calma.

A medida que saboreaba los mochis en mi imaginación, sentí cómo mi corazón se desaceleraba y mi respiración se volvía más profunda y tranquila. Las preocupaciones y la ansiedad que me habían estado abrumando comenzaron a disiparse, dejando paso a una sensación renovada de confianza y determinación.

Con mi mente centrada en la dulzura de los mochis, me sentí lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara en el ring. Sabía que tenía dentro de mí la fuerza y la valentía necesarias para superar los obstáculos y alcanzar la victoria. Con el sabor de los mochis aún presente en mis pensamientos, me lancé de lleno a la pelea, dispuesta a demostrar mi destreza y convertirme en una luchadora formidable.

Bien, estoy preparada… — pensé mientras recuperaba mi calma y concentración. Estaba lista para iniciar la búsqueda de un contrincante en el ring. Sin embargo, mi determinación se vio interrumpida cuando sentí cómo alguien alzaba rápidamente la falda que llevaba puesta. La sorpresa y la indignación se apoderaron de mí en un instante.

¡¿Qué haces?!, ¡Pervertido! —grité con furia, liberando mi ira acumulada. En un acto instintivo de autodefensa, lancé una fuerte patada directo a su abdomen. El impacto fue contundente, haciéndole retroceder y agarrarse el abdomen, tratando de recuperar el aliento mientras chocaba fuertemente su espalda con el extremo del pentagono. Mientras él se alejaba, aproveché la oportunidad para mantenerme a salvo y distanciarme de aquel pervertido.

Pero la ira aún latía en mi interior, y no estaba dispuesta a dejarlo pasar. Mi determinación se transformó en una furia incontrolable. Sin pensarlo dos veces, me lancé hacia él con una serie de golpes precisos y poderosos, descargando toda mi frustración y enojo en cada uno de ellos. Golpe tras golpe, mi determinación se tradujo en una demostración de fuerza y habilidad.

Finalmente, su resistencia se desvaneció y cayó al suelo, completamente K.O. Mi respiración agitada y mi corazón con fuerza, me alejé de él, dejando claro que no toleraría ningún comportamiento inapropiado o abusivo.

Con la situación controlada y mi furia descargada, me recompuse y retomé mi objetivo inicial: encontrar un contrincante digno en el ring. Mi determinación y habilidades como luchadora no se verían afectadas por aquel incidente desagradable. Estaba lista para enfrentar cualquier desafío y demostrar mi valía en la lucha.

Espera… ¡Me he dejado llevar por la ira! — exclamé en medio de la furia, dándome cuenta de que había perdido el control de mis emociones. El grito resonó en el ring, mezclándose con la confusión y el murmullo de la multitud.

En ese momento, una tristeza profunda me invadió al recordar mi amor por los mochis, mi comida favorita. Mis queridos mochis, tan deliciosos y de, se convirtieron en la víctima de mi ira desenfrenada.

¡NOOO, MIS MOCHISSS! — lamenté, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos. La idea de haber perdido la oportunidad de disfrutar de aquel manjar dulce y suave se volvió abrumadora.

Me tomé unos segundos para respirar profundamente y recomponerme. Me recordé a mí misma que estaba en un combate, que debía mantener la serenidad y centrarme en la competencia. Los mochis tendrían que esperar, porque mi prioridad en ese momento era demostrar mi habilidad como luchadora.

Con una convicción renovada, limpié mis lágrimas y me dispuse a enfrentar los desafíos que el ring me presentara. Aunque mis mochis seguían siendo una fuente de deseo en mi mente, sabía que debía dejarlos a un lado y concentrarme en dar lo mejor de mí en la lucha. Los mochis tendrían su momento después del combate, pero ahora era el momento de demostrar mi valía como luchadora o bueno, intento de luchadora.

Miré a mi alrededor buscando un oponente desafiante, pero en lugar de eso, me encontré rodeada de hombres que se acercaban con miradas cargadas de deseo. Sus ojos formaban corazones, indicando claramente sus intenciones. Sin embargo, no estaba dispuesta a dejarme intimidar por su presencia.

Con firmeza, me adentré en la pelea, moviéndome con agilidad y astucia. Golpeé con fuerza y precisión, manteniendo un equilibrio entre el ataque y la defensa. Cada movimiento estaba cuidadosamente calculado para neutralizar a mis oponentes sin causarles daño irreparable.

A medida que los hombres se acercaban, mi confianza se fortalecía. Utilicé mi destreza y habilidad en el combate para repeler sus avances. Los golpes rápidos y certeros dejaron a varios de ellos en el suelo, sin capacidad para continuar la lucha.

A pesar de mi determinación, recordé la importancia de contenerme y no dejarme llevar por la violencia descontrolada. Mi objetivo era demostrar mi valía como luchadora, no causar daño innecesario. A medida que continuaba peleando, mantuve mi enfoque en controlar mis movimientos y evitar cualquier exceso que pudiera perjudicar a mis oponentes.

Finalmente, los hombres yacían en el suelo, inmovilizados pero no gravemente heridos. Me alejé de ellos, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción por haber logrado defenderme sin cruzar los límites de la violencia extrema. Era un recordatorio de que la habilidad y la astucia podían prevalecer sobre la agresividad desmedida.

Con mi objetivo cumplido, me aparté de la escena de la pelea, dejando a los hombres recuperándose de sus derrotas. Sabía que aún tenía mucho por aprender y perfeccionar en el mundo de las artes marciales, pero estaba decidida a seguir creciendo como luchadora, sin perder mi sentido de la ética y el respeto hacia mis oponentes.

Al volver a la realidad, mi mirada se posó en el campo de batalla donde el chico de ojos de estrella, la chica peli marrón con gafas y el chico pelinegro serio estaban enfrascados en combate. Me sorprendió verlos allí, ya que no esperaba que vinieran a un lugar como este.

Observé sus movimientos ágiles y precisos mientras se enfrentaban a sus respectivos oponentes. Cada uno de ellos mostraba habilidades y técnicas únicas, demostrando su destreza en el arte de la lucha. Aunque habíamos llegado por separado, ahora estábamos reunidos en esta arena, cada uno luchando por sus propias razones.

La determinación en sus rostros era evidente. A pesar de las dificultades y los desafíos que enfrentaban, no mostraban signos de rendirse. Se movían con una confianza innata, aprovechando sus fortalezas individuales para hacer frente a sus oponentes.

Me sentí inspirada al ver su dedicación y valentía. Aunque nos habíamos encontrado de forma fortuita en esta situación, sentí una conexión con ellos, una sensación de camaradería que trascendía las palabras. Juntos, éramos un equipo improvisado, enfrentando un desafío común.

Sin perder tiempo, me dirigí corriendo hacia la chica que había concluido su pelea recientemente, buscando entablar una conversación con ella. Mi corazón latía con emoción mientras me acercaba a su posición, ansiosa por compartir algunas palabras con alguien familiar en medio del bullicio del lugar.

¡Holaaa! —exclamé con un tono alegre y enérgico, tratando de captar su atención entre la multitud que nos rodeaba. La chica giró su cabeza hacia mí, sorprendida al reconocerme y dejando entrever una expresión de asombro en su rostro.

Nuestras miradas se encontraron, y en ese instante sentí una sensación reconfortante de conexión. Sin perder más tiempo, ella me dirigió una cálida sonrisa mientras formulaba su pregunta.

Oh… ¡Hola! ¿Qué tal? ¿Estás mejor? —su voz resonó con un tono de genuina preocupación, como si se interesara sinceramente por mi bienestar. Observé cómo sus ojos escrutaban mi rostro en busca de cualquier indicio de mejora o malestar.

Sonreí ampliamente al notar la sincera preocupación en su voz y en sus ojos. Me sentí reconfortada al darme cuenta de que aun en medio de la agitación del lugar, había alguien dispuesto a preguntar por mi estado.

¡Sí, estoy mucho mejor ahora! —respondí entusiasmada, aliviada por poder conversar con alguien conocido en medio de la tensión del evento. Me acerqué un poco más a ella, tratando de elevar mi voz por encima del ruido que nos rodeaba— Fue un momento bastante intenso, pero estoy bien. ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido?

La chica asintió con una sonrisa, pareciendo aliviada por mi respuesta. Sus ojos reflejaban determinación y valentía, características que siempre admiré en ella. Estaba ansiosa por escuchar sus experiencias y descubrir cómo había sido su participación en las peleas.

Ha sido una competencia emocionante hasta ahora —me confesó, su voz resonando con una mezcla de entusiasmo y cansancio—Ya he peleado con algunos, pero debiles. Igualmente estoy contenta de verte aquí. No esperaba encontrarte en este lugar.

Asentí con complicidad, compartiendo su sorpresa por nuestro inesperado encuentro en aquel evento. Era reconfortante saber que no estaba sola y que había personas cercanas dispuestas a enfrentar los mismos desafíos.

Yo tampoco esperaba verte aquí, pero me alegra encontrarte. Sabes, necesitaba un poco de compañía en medio de todo esto —confesé, sintiendo cómo la tensión disminuía al tener a alguien familiar a mi lado.

La chica asintió, mostrando una comprensión mutua. Ambas éramos conscientes de que, en un ambiente tan competitivo y agresivo, contar con alguien en quien confiar podía hacer una gran diferencia.

Puede que sea un torneo de lucha, pero eso no significa que tengamos que enfrentarlo solos —dijo la chica con determinación, extendiendo una mano hacia mí en señal de camaradería— Estamos juntas en esto. Si necesitas ayuda o alguien con quien contar, aquí estoy.

Sonreí con gratitud mientras estrechaba su mano, sintiendo una nueva oleada de confianza y determinación recorrer mi ser. Sabía que, sin importar los desafíos que nos esperaran, tendríamos el apoyo mutuo para superarlos juntas.

Gracias. Significa mucho para mí tener a alguien como tú a mi lado. Estamos en esto juntas, y sé que podemos hacerlo —afirmé con convicción, sabiendo que nuestra unión sería clave para enfrentar lo que vendría.

Umm… No te pregunté cómo te llamas, je, je, je… ¿Cómo te llamas? — pregunté, sintiéndome un poco avergonzada por mi falta de cortesía inicial.

Me llamo Mira, Yoo Mi-ra. ¿Y tú? — respondió Mira con amabilidad, incluso mientras se defendía de los ataques de su oponente.

Soy _ _, ¡un gusto conocerte! — dije con una sonrisa, tratando de compensar mi falta de modales anterior.

Mira me devolvió una sonrisa y parecía apreciar mi disculpa. A pesar del caos a nuestro alrededor, encontramos un breve momento para intercambiar nombres y establecer un primer contacto.

Asentí, agradecida por su comprensión. Ambas estábamos luchando por nuestra supervivencia en el torneo, y entendí que las reglas de etiqueta podían ser relegadas temporalmente.

Con una ligera inclinación de mi cabeza, saludé a los jueces que se encontraban en una plataforma elevada, aunque no podía ver su respuesta debido a la distancia. Sabía que estaban allí, observando atentamente cada movimiento y evaluando el desempeño de los participantes. Aunque a veces su atención excesiva hacia mi salud física y mental me resultaba un tanto agobiante, entendía que era parte de su responsabilidad garantizar la integridad de los competidores.

Mi gesto era más una señal de que estaba bien y lista para enfrentar los desafíos que se presentarían en el torneo. Quería transmitirles la confianza de que podían contar conmigo para dar lo mejor de mí en cada combate. Sabía que sus ojos estarían puestos en mí, observando cada movimiento, cada estrategia y cada golpe que lanzara.

Aunque a veces podía resultar abrumador, también me reconfortaba saber que había un equipo de expertos velando por mi seguridad y bienestar. Su presencia recordaba la importancia de cuidar de mí misma durante las peleas, de no dejarme llevar por la ira o la impulsividad y de mantenerme concentrada en mis objetivos.

Después de saludar a los jueces, volví mi atención a la arena de combate, donde los participantes seguían enfrentándose entre sí. Ajusté mi postura, respiré hondo y me preparé para el próximo desafío que se avecinaba. Estaba lista para demostrar mi habilidad y determinación en cada golpe, sabiendo que, aunque estuviera en medio de la competencia, siempre había alguien velando por mi bienestar y seguridad.

Mientras las luces enfocaban a la entrada, pude distinguir al último participante rezagado. Mi expresión cambió instantáneamente al reconocerlo: era aquel sujeto desconocido que siempre parecía estar obsesionado conmigo. Un sentimiento de frustración y disgusto se apoderó de mí al recordar las veces en las que había intentado tocarme de manera inapropiada o ver partes íntimas de mi cuerpo. Era algo que siempre ocurría cuando se cruzaba en mi camino.

Sus acciones despreciables y sus miradas lascivas habían dejado una marca en mi memoria, generando en mí una mezcla de enojo y repulsión hacia él. No entendía por qué seguía apareciendo en mi vida, pero sabía que tenía que mantener la calma y lidiar con la situación de la mejor manera posible.

Mientras el árbitro lo presentaba, me preparé mentalmente para enfrentar a ese pervertido de mierda. No permitiría que su presencia perturbara mi enfoque y determinación en el torneo. A pesar de la incomodidad que me generaba su presencia, estaba decidida a demostrarle que no me intimidaría y que no toleraría su comportamiento irrespetuoso.

Con la mirada fija en él, me concentré en el combate que se avecinaba. Sabía que tenía que mantenerme alerta y utilizar mis habilidades para enfrentarlo de manera segura y contundente. No permitiría que su actitud pervertida afectara mi rendimiento ni mi objetivo de llegar lejos en el torneo.

En el segundo, en el que el pervertido comenzó a lanzar patadas por doquier, su acción se detuvo repentinamente al notar mi presencia. Sus ojos se encontraron con los míos y pude ver un destello de sorpresa en su rostro. Era evidente que no esperaba encontrarse conmigo en ese lugar y en esa situación.

Se acercó rápidamente hacia mí, desafiando mi determinación al intentar tocarme a pesar de tener sus brazos inmovilizados. Su falta de respeto me enfureció al instante, y mi ira se convirtió en una llama ardiente dentro de mí.

Sin dudarlo, respondí con un movimiento ágil y preciso. Desvié su intento de contacto no deseado y, aprovechando su posición vulnerable, utilicé mi fuerza para lanzarlo lejos de mí. El pervertido se estrelló contra el suelo con un sonido sordo, dejando en claro que no toleraría sus acciones irrespetuosas.

Deja… De… Intentar… ¡TOCARME EL PUTO CUERPO! —grité indignada, furiosa, por los persistentes intentos del pervertido de invadir mi espacio personal.

Observé cómo Mira rápidamente envainaba su espada y se lanzaba hacia el pervertido, aprovechando su momento de aturdimiento. A pesar de su rápida reacción, el pervertido logró esquivar su ataque, demostrando cierta agilidad.

Su risa burlona resonó en el aire mientras se acercaba nuevamente, tratando de intimidarnos. Sin embargo, no nos dejaríamos amedrentar tan fácilmente. Preparamos nuestra defensa, decididas a enfrentarlo y ponerle un alto a su comportamiento inapropiado.

Mira adoptó una postura defensiva, lista para bloquear cualquier movimiento del pervertido, mientras yo buscaba una oportunidad para contraatacar. Con determinación, evaluamos nuestras opciones, conscientes de que debíamos actuar con astucia y coordinación para vencer a nuestro adversario.

En un rápido movimiento, Mira lanzó un golpe preciso hacia el pervertido, intentando desequilibrarlo. Aproveché la distracción para acercarme sigilosamente desde otro ángulo, preparada para ejecutar un ataque sorpresa.

Sin embargo, el pervertido demostró ser un oponente astuto y ágil. Esquivó nuestros ataques con destreza, manteniendo su mirada maliciosa y provocadora. La batalla se intensificaba, desafiándonos a superar sus habilidades.

Sin embargo, en un descuido, sentí cómo una mano apretaba fuertemente uno de mis pechos. Me invadió una mezcla de indignación y asco al darme cuenta de que este individuo no respetaba mi espacio personal ni mi integridad. En ese momento, mi rabia se desbordó y reaccioné con determinación.

Sin decir una palabra, aparté rápidamente su mano de mi pecho y lo miré con una mirada desafiante. No toleraría ni un segundo más su comportamiento irrespetuoso y pervertido. La ira impulsó mis acciones mientras me preparaba para enfrentarlo.

Fui rápidamente hacia él con la intención de hacerle pagar por su comportamiento repugnante, pero fui interrumpida por unos brazos fuertes que rodearon mi cintura, impidiendo que avanzara hacia él. Sentí una presencia familiar y reconfortante que intentaba contener mi furia.

Aquel chico serio, que me había salvado aquella vez y esta vez me estaba parando para… Ni idea…

Con permiso… — pronunció el chico de pupilas estrelladas con una voz entrecortada debido a la espada de Mira que sostenía en su boca. Se acercó al pervertido con una expresión desafiante.

Parece que te gustan las cosas bonitas, ¿verdad? Tal vez unos calzonzillos ajustados realcen tu estilo… — sus palabras fueron interrumpidas por el esfuerzo que le costaba hablar con la espada entre sus dientes. Sin embargo, no dudó en bajar el pantalón del individuo, revelando unos calzoncillos rosados adornados con dibujos de animales de forma adorable. Aunque debo admitir que no me causaba ternura, considerando quién era el portador de esa prenda…

Lo importante es lo que hay dentro. ¿Quieres verlo? — dijo con una extraña naturalidad, como si mostrar un elefante en sus calzoncillos fuera algo completamente normal. Su comentario me dejó perpleja y sin palabras, sin entender del todo la referencia turbia que acababa de hacer.

—No, gracias. —respondió el chico, visiblemente avergonzado, mientras rápidamente se apresuraba a volver a colocarse los pantalones en su lugar.

Su voz temblaba ligeramente, denotando su incomodidad por la situación. En sus ojos, aunque no podía ver su rostro, se reflejaba cierta decepción y confusión. Se apartó un paso, como si quisiera distanciarse de lo sucedido y evitar cualquier malentendido.

Sin perder tiempo, ambos se lanzaron al combate, desatando una serie de rápidos movimientos y ataques precisos. Aunque todavía me sentía levemente traumatizada por la incómoda situación anterior, no podía permitir que eso me distraiga. Observé atentamente la intensa batalla, viendo cómo se esforzaban por superarse mutuamente. Sus movimientos eran ágiles y coordinados, cada uno buscando una oportunidad para tomar la ventaja sobre el otro. Los golpes resonaban en el aire, creando una sinfonía de fuerza y determinación. A pesar de las circunstancias iniciales, ahora mi atención se centraba en la lucha que se desarrollaba frente a mis ojos, consciente de que la competencia era feroz y que solo uno de ellos saldría victorioso.

Espera… Acaba de interrumpir nuestra pelea, cosa que no está permitida… Dios, el castigo que tendrá… —susurré, mirando con pena a los ojos de pupila estrella del chico, quien estaba riendo y lucía increíblemente tierno en ese momento.

A pesar de la situación incómoda, no pude evitar sentir cierta complicidad y una leve sonrisa se formó en mis labios. Parecía que su intención no era maliciosa, sino más bien un intento torpe de desviar la tensión. Aunque debía mantenerme firme y seguir las reglas, no pude evitar apreciar su sentido del humor y la forma en que intentaba suavizar la situación.

Sin embargo, sabía que las consecuencias de su acción no serían pasadas por alto y que el árbitro o bueno, los Jueces, tomarían medidas para restaurar el orden en el combate.

¿Cómo te llamas? —pregunté, intentando no apreciar la hermosura del chico de ojos con pupilas de estrellas… o sea, nada.

Eh… Me llamo Han Daewi, un gusto — respondió, mostrando cierta timidez en su voz.


Holaaa, quise comenzar en publicar en esta web por pura curiosidad, y me gustó, ya que llevo años en Wattpad (si quereis seguirme allí me llamo: dani-tomura)). No se si actualizaré antes ahí o aquí pero igualmente espero que siguais este fanfic.

Gracias por leer este capitulo!

(Intentaré actualizar lo antes posible...)