VER PARA NO CREER (GENSHIN IMPACT)
Capítulo 1: El anillito
Estos casos están inspirados en hechos reales. Nombres, fechas y lugares han sido cambiados.
Cyno, joven estudiante universitario y sus amigos se mudan a una nueva casa. Repentinamente, empiezan a suceder cosas extrañas en ésta, lo que sumado a las pesadillas de Cyno, junto con una misteriosa mujer que lo busca constituyen la punta del iceberg para dilucidar un crimen cometido hace años y no permitir que éste quede impune.
El escenario en que se originan los fenómenos paranormales siempre cuenta con un emisor y un receptor, entendiendo por estos a los que producen los hechos y a los que de una u otra manera son considerados como víctimas de los mismos. En la mayoría de los casos a los que sufren fenómenos de este tipo les cuesta entender su categoría de elegidos y pasan muchísimo tiempo tratando de interpretar por qué ellos pudieron contactarse con una dimensión desconocida. Pues bien, ahora ustedes se verán enfrentados a la misma gráfica ya que para entender la presencia de seres extraños en una casa, quizá lo primero es callar porque sinceramente esto le podría a suceder a ustedes "el día menos pensado".
Esta historia sucedió hace algunos años y nos llevará un estadio recurrente de fenómenos paranormales donde la aparente subjetividad del receptor de esta experiencia se transforma en el peor obstáculo para entender un extraordinario mensaje que no solo los sorprenderá por su figura, sino que cerrará el círculo de un caso policial que estuvo sin resolver por muchos años.
–Hola. –Saluda Neuvillette a Wriothesley.
–Hola, estaba pensando en ti. Tome. –Lo recibe su sirviente.
–Pero ¿usted no me vas a acompañar?
–No, si estoy a dieta.
–¿Alguna novedad? –Se ríe él.
–Ah sí, vinieron Navia con Clorinde.
–¿Y qué querían?
–Ay no sé, usted sabe cómo son ellas tan misteriosas.
–Pero debiste haberle dicho que me esperara.
–Es que andaban apuradas, pero te dejaron esto.
–¿Para mí?
–Sí.
Al leer la nota decía: "Neuvillette, necesitamos hablar contigo, te esperamos en mi casa mañana, Clorinde."
–¿Quieren dinero?
–Eh no, dicen que quiere hablar conmigo urgente.
–¿Y vas a ir?
–Por supuesto que sí, además hace mucho tiempo que no las veo. ¿No tienes un poco de bebida o agüita? Tengo la garganta seca.
–Se me olvidó, recién te traigo.
–Gracias.
Mientras Neuvillette trata de entender por qué sus ex aliadas lo requieren, Cyno y sus amigos han decidido alquilar una nueva casa más acorde a sus necesidades. Por cierto, él, Collei y Kaveh esperan que este lugar les cambie la vida.
–Sabes qué, tenías toda la razón de contratar una empresa de mudanzas porque, a pesar de que se ahorra más dineral cuando uno lo hace queda agotada como un año más o menos. –Dice Collei cargando cajas.
–Bueno mira, vas a tener que ordenar todo esto las cosas, porque esto lo dejaron así no más. –Expresa Kaveh.
–Sí. Oye, tú crees que eso es cierto de que, en casa nueva vida nueva.
–Eso va a depender de nosotros, aunque esta casa no es tan nueva.
–Nosotros tampoco.
–Bueno. ¿Y? ¿Te gustó?
–Nada que decir, Kaveh, se pasó. –Opina Cyno entusiasmado.
–Alguna vez que le acierte. –Agrega el oxigenado.
–Ya, entonces ahora le ayudas a sacar las cajas de la cocina. ¿Ya? –Pide el favor la peliverde.
–Y después le ayudas a mí, porque yo no puedo cargar esto solo, ¿eh?
CASA DE CLORINDE, EN PLENO DESAYUNO
–A mí me pasa lo mismo que a Navia, jefe. No tiene nada de azúcar. –Dijo Clorinde a Neuvillette.
–Yo creo que ustedes están exagerando, esas son puras coincidencias. –Se defiende él mismo.
–Neuvillette, habrá coincidencias como usted dice, pero las dos soñamos exactamente lo mismo y eso quiere decir algo. –Añade Navia.
–Bueno, probablemente. Quién soy yo para poder descifrar los sueños, ustedes saben que yo no entiendo mucho de esas cosas. Además, que no creo. –Comenta éste.
–No lo llamamos para eso, jefe. –Avisa la azabache.
–Ah sí, ¿y para qué me llamaron?
–¿Qué pasó exactamente ese día? –Duda la rubia.
–¿Qué día?
–¿Cómo qué día, jefe? El día que se fue Arlecchino, pues si estamos hablando de eso. –Agregó la dama.
–Pero ustedes siguen siendo mujeres. ¡¿Cuántas veces no les he contado la misma historia?!
–Usted contó que cuando volvió del trabajo ella no estaba, lo que nosotras queremos saber es qué pasó ese día entre ustedes con Arlecchino.
–Bueno, discutimos lo mismo de siempre, celos. ¿Pero qué sentido tiene volver a tocar el tema? Lo único que puedo hacer es amargarnos la vida. –Argumentó frontalmente el hombre.
–Pero Neuvillette, no le pareció raro que no se llevara ninguna de sus cosas. –Dedujo Navia.
–Pero Navia, no te olvides que yo era el único que yo trabajaba, muchas veces las discusiones previas ya me decían que no quería nada, nada que sale de mi bolsillo.
–O sea, que ahí la amenazó con irse. Pero según lo que usted ha contado fue una sorpresa.
–Bueno, ella siempre decía lo mismo, nunca se iba nunca, hasta esa noche. –Mentía él ocultando algo.
–¿Y usted no la buscó, jefe? –Preguntaba Clorinde.
–Bueno, hay algo que ustedes deben saber. Ya son grandes, están casadas y necesitan saber la verdad: Arlecchino se fue con un hombre.
–¿Estás segura, Neuvillette? –Consultó la oxigenada.
–Navia, que Arlecchino abandona a sus amigos si no se enamora de un hombre.
EN EL CAMPUS
–Bien jóvenes, como quedamos en la clase anterior hoy día corresponde revisar el comercio exterior. Como dice acá (...) –Impartía su clase un profesor.
Un auxiliar de nombre Tighnari ingresa a la sala en plena clase y le entrega a la peligris con un mensaje escrito que decía: "Cyno: Una señora quiere hablar urgente contigo, te espera en la biblioteca".
–Profesor. –Le interrumpe el "faraón" guerrero.
–¿Sí?
–Disculpe, ¿puedo salir un segundo?
–Por favor, que sea pronto, no esté interrumpiendo la clase.
–Disculpe, gracias.
Cyno es un joven estudiante universitario y precisamente por el espíritu de su profesión tiene una conducta muy racional frente a la vida. Ahora está yendo a la biblioteca ya que según el recado que le entregó su amigo, el auxiliar Tighnari, una señora a la cual no conoce lo espera allí con un objetivo que ignora. Probablemente, muy aburrido con la clase aprovechó aquel misterioso llamado para tener motivos de abandonar la sala.
Lo que no sabe Cyno es que este caprichoso episodio es el principio de la experiencia más increíble que le ha correspondido vivir.
–Hola socio. ¿Cómo va? –Saludaba el estudiante platinado.
–Bien. –Responde el amigo auxiliar orejudo.
–Oye, ¿Quién es esa chica que andaba buscando? Sabes que no encontré a nadie.
–Bah, se tiene que haber ido. Era una chica platinada, como de unos 30 años.
–Ya. ¿Y no te dejó su nombre, algo?
–No. Tampoco se lo pregunté, andaba con un abrigo rojo.
–Ya. ¿Y qué quería?
–Lo único que dijo era que quería hablar contigo.
–Ya, qué raro. Gracias. –Se despide Cyno.
EN LA CASA
Desde el comedor, este guerrero guardián estudia unos textos.
–Oiga, ¿va a esperar a Kaveh usted? –Cita Collei.
–No, voy a esperarlo. Pero me sirves un vasito de soda mientras tanto. –Dijo él cuando oye en la puerta.
–Mira, ese debe ser él. Toma. –Le da el líquido a Cyno.
–¿Cómo? ¿No anda con llave?
–No, que seguramente se le olvidó sacar la copia. Ya, vaya, no ves que éste se vaya a morir de frío.
–Ok.
Sin duda, fue extraño que Cyno no encontrara a nadie en la puerta, como así también que aquella mujer de rojo sintiera su mirada de reproche. Quedó tan inquieto con lo sucedido que no se percató que la puerta de la calle estaba sin cerrojo.
–¿Quién era? –Pregunta Collei ocupada.
–Nadie. –Responde el joven.
–Ah, deben ser esos chiquillos de mierda, hoy han estado todo en eso tres veces me han tocado el timbre y se desaparecen.
–Sabes, me dio hambre ¿?. ¿Por qué no me sirves, ya?
–¿Dónde está el cucharón?
DESDE UNA LAVANDERÍA
–Yo no sé por qué siempre que le tocamos el tema se molesta. –Deduce Navia.
–Bueno es lógico, ella la quería. –Habló Clorinde.
–¿Tú le creíste eso de que Arlecchino se fue con un hombre?
–Yo no creo que haya sido infiel, ella cree eso, pero no significa que sea verdad.
–Anoche soñé con ella.
–Oye. ¿Qué te dijo ella cuando le preguntaste por la constancia policial?
–No, que fue a la policía y dejó una constancia por abandono de hogar.
–¿Y qué pasó con eso?
–Nada. Lo que pasa con todas las constancias.
–Bueno, ¿y qué soñaste? –Dice la azabache.
–Ay, tú sabes que cuando uno anota los sueños se olvidan, no me acuerdo mucho.
–Ah, ¿sabes qué me pasa a mí? Que cada vez que sueño con ella me da tristeza.
–A mí me pasa lo mismo, incluso se me olvida la rabia porque nos dejó botada.
–A veces pienso que me van a tocar la puerta, voy a abrir y va a estar ella.
–¿Qué vamos a hacer, Clorinde? No podemos quedarnos con los brazos cruzados. ¿No te parece?
DE VUELTA AL CAMPUS
–¡Cyno! Cyno. –Exclamó corriendo Tighnari.
–¿Sí? –Expresa el protagonista.
–Volvió.
–¿Quién?
–La señora que te andaba buscando el otro día, parece que necesita tu ayuda.
–¿Y dónde está?
–En la biblioteca.
El guardián se dirigió al lugar nuevamente sin rastro de aquella persona citada, tenía un raro presentimiento de que la acechaba siendo esta vez engañado dos veces.
–Disculpe, había una persona esperándome. ¿No la vio? –Consulta Cyno.
–No sé, había una señora, pero parece que se fue. –Respondió la bibliotecaria.
–Ya, gracias.
No había que hacer gala de mucha inteligencia para darse cuenta que las actitudes de aquel hombre eran demasiado caprichosas, Cyno terminó por sentirse ofendido porque ya era segunda vez que acudía en vano a la cita en la biblioteca, molesto por lo acontecido, pero a la vez intrigado por su ausencia fue en busca del auxiliar, su amigo.
–*Silbido* Hola. –Llama el guardián.
–¿Cómo te fue? –Preguntó insistente el auxiliar antropomorfo.
–No está.
–¿Y otra vez te dejaron plantado?
–Oye. ¿Cómo se llama esta dama?
–Te digo que no sé, hombre, lo único que sé es que joven y muy buena moza.
–Qué raro, me tiene metida ¿sabes?
–Sabes que no entiendo, pero en todo caso se veía seria y como preocupada.
–Ya mira, sabes qué, si la vuelvo venir pide su tarjeta, su nombre, qué quiere. No sé algo.
–Algo más, patrón.
–No, nada más. Adiós.
–Ya, adiosito.
En cambio, para Neuvillette ve desde el desván de su casa un álbum de fotografías reviviendo no solo de sus momentos gloriosos, sino de su antigua pareja que la perdió misteriosamente.
–¿Cuántas veces tengo que llamarte? –Llamaba Wriothesley a su jefe.
–Oh, perdón mi amor, no te había escuchado. –Decía el hombre alto.
–Está servido. ¿Qué estabas haciendo?
–Estaba viendo unas fotografías.
–Todavía no lo olvidas. –Observa el álbum el de cabello oscuro.
–Vamos, ¿qué estás pensando? –Preguntó Neuvillette.
–Por eso que no me escuchabas. Siempre que vienes aquí te pones a mirar esas fotos.
–Sí, pero no es lo que tú piensas.
–¿Y cómo sabes tú lo que yo estoy pensando?
–Bueno, puedes pensar que todavía la quiero, que miro las fotos para recordar, pero qué sé yo.
–Si tú no lo explicas claramente es lógico que yo piense en eso, ¿no?
–¿Sabes para qué querían verme mis ex colegas? –Expresa el peliblanco a su sirviente negando la respuesta. –Las dos soñaron con Arlecchino y querían interrogarme para saber exactamente qué fue lo que pasó el día en que desapareció.
–Pero ¿para qué?
–Quiere encontrarla.
–¿Después de tantos años?
–Eso es lo que yo no entiendo.
–Pero tú le dijiste que una mujer que se enamora de un hombre es capaz de dejarlo todo, incluso sus supuestos hijos.
–Sí, pero ella no cree que una madre pueda haber hecho eso. Piensa que algo le pueda haber pasado.
Cyno estaba cierto de que esa mujer a la cual aún no conocía le había generado una serie de dudas respecto a su identidad y fundamentalmente los propósitos que tenía para conversar con ella. Buscó en su memoria para sospechar al menos de quién podría ser, pero no tuvo éxito en sus elucubraciones. Al margen de esa búsqueda azarosa en sus recuerdos tenía que reconocer que sus misteriosas y furtivas visitas había cautivado su curiosidad.
En la cocina, había una nota escrita por sus amigos mencionando: "Cyno, fuimos al cine, en la nevera dejé comida; te llamó Alhacén. Si te acuestas, cierra la puerta de calle".
Su casa estaba sola, sus colegas anunciaban con un mensaje en el refrigerador que llegarían tarde y eso en cierto modo significaba que a Cyno le costaría mucho olvidarse del tema.
Cuando la marinera cenaba un sándwich con leche, un ruido la ahuyentó y divisó la casa; sin embargo, oyó algo hacia la cocina que solo quebraron un plato y un vaso con la cena arruinada, ella vio que la ventana de aquella estaba abierta e insinúa que algún animal ingresó.
–Gatos de mierda. –Expresaba él con inquietud.
Tras la limpieza, él notó que la puerta de entrada estaba abierta sin explicación y la cerró.
Cyno terminó confundiéndose con tanto hecho incomprensible en tan pocos minutos, lamentó como nunca la ausencia de sus colegas; los esperó hasta tarde, pero se quedó dormido.
Mientras esto sucedía, un hecho paranormal entra en escena: un ser imaginario abre la puerta principal sin seguro recorriendo la casa hasta la habitación del guardián, su figura resulta ser una mujer platinada con el abrigo rojo venido del más allá a pedir ayuda, solo de pocas palabras despierta a Cyno.
–¡Ayúdame!, ¡ayúdame! –Implora la espíritu Arlecchino desde el más allá.
A LA MAÑANA SIGUENTE
–¿Te salió agua caliente? –Pregunta Collei.
–No mucho, ¿tú también te sentiste fría? –Dice Kaveh.
–Pero estaba con el champú en la cabeza y se me enfrió completamente, por eso te pegué ese grito en el baño. Mira, estoy empalada.
–Oye, no es un problema de mantenimiento, sabes lo que pasa, que ese calentador ya está viejo.
–Sea lo que sea, hay que arreglarlo lo antes posible, porque yo no estoy dispuesta a tener otra ducha fría.
–Oye, ¿y Cyno no ha bajado?
–Oiga, ¿qué le pasa a ese calentador? No salió nunca agua caliente. –Se quejó el guardián.
–Va a tener que conformarse en lavarse la pura cara hoy día. –Dijo la peliverde.
–Ya hablamos con Collei, hay que comprar un calentador nuevo, así que hay que arreglárselas como sea. ¿Ya? –Determina Kaveh.
–¿Y vos? ¿Y esa cara? ¿Qué pasa? ¿Estudió hasta muy tarde anoche? –Señaló ella.
–Si sabes que siento que no dormí nada anoche. Jamás tengo la impresión de que entró a ver a una mujer a la alcoba, ¿sabes? –Responde el joven peliblanco.
–Ah yo no fui. Cuando nos volvimos del cine con él yo ni me atreví a entrar su cuarto porque pensé que estabas durmiendo.
–Mira Collei, estoy hablando en serio, ok. ¿Se acuerda esa historia que le conté una mujer que me fue a ver a la universidad? –Espetó el guardián.
–Sí.
–Y cuando yo encontraba a la biblioteca a buscarla no estaba.
–Sí, ¿y qué pasa?
–Bueno, yo siento que ella entró a buscarme anoche a mi alcoba.
–Pero espérate. ¿Cómo puedes saber si fue ella si tú no la conociste? –Dudó Kaveh.
–Ay no sé. ¡La furcia entró a mi cuarto, ¿me entiende o no?! –Exclamó Cyno.
–Oiga, oiga, momentito ¿ah? Usted puede tener pesadillas, pero modere su lenguaje, aquí no está nada con sus compañeritos. –Llamó la calma Collei a su colega.
–¿Me entiendes lo que te estoy diciendo? ¿Ah? –Insistió él.
–Pero, pero. Soy yo que no estoy entendiendo. Dime, ¿esa mujer entró a tu cuarto o tú te lo imaginaste? –Contestó dudoso Kaveh.
–¡No sé, no sé, ok!
–Pero ¿qué quería? –Decía ella.
–Me pidió ayuda. –Confesó el orejudo.
La actitud de Cyno no dejó de sorprender a Collei, partió sin despedirse a la universidad y Kaveh, su colega se fue a la imprenta en el convencimiento de que su colega necesitaba de un psicólogo.
Cuando la peliverde lavaba la vajilla escucha un ligero sonido en el lavatorio y descubrió espantosamente la extraña aparición de bichos desde el desagüe.
–¡AAAAHHHH! –Grita Collei quebrando un plato por el susto y la presencia de insectos.
Tras estos eventos, ella llamó a Kaveh quien se encontraba en la imprenta realizando copias de texto.
–¿Diga? Sí. ¿Qué pasó? Sí, voy enseguida. –Habló él por teléfono antes de salir deprisa.
De regreso a la casa como relámpago, este caballero contactó al plomero a inspeccionar las cañerías de la cocina y del resto del hogar cerciorando alguna anomalía, pero sin ningún bicho metido.
–¿Encontró la falla? –Deduce el hombre de Sumeru.
–Claramente es un problema de humedad, Kaveh. –Respondía el gasfíter local.
–No entiendo cómo llegaron estos bichos aquí.
–La verdad es que yo tampoco sé, aquí en la cocina no hay ninguna rotura. Yo lo único que hice fue limpiar el desagüe y las cañerías.
–No entiendo cómo pudo pasar esto.
–Sabes que parece que esta casa ha estado mucho tiempo desocupada, sin gente.
–Nosotros lo alquilamos hace poco tiempo.
–Oiga maestro, que lo único que quiero es que usted asegure que no vuelva a poder pasar. –Asegura Collei temida por ese evento.
–Mire, sabe usted lo que pasa señorita, es que las cañerías son muy viejas. –Agregó el plomero.
–¿Y qué me quieres decir con eso? –Cita ella.
–Que se puede esperar cualquier cosa, yo limpié muy bien este sector, pero perfectamente la humedad puede salir de cualquier otra parte.
–Ay, que fue tan espantoso, yo no podría volver a pasar por lo mismo. Oiga, ¿y encontró algún bicharraco nuevo ahí?
–Sabes que, extrañamente no.
–Sabes que, yo voy a cambiar la ropa. Tengo la sensación, ay no sé, es que tengo los bichos encima. –Sale de escena la joven perturbada.
–Sabes maestro, yo creo que podríamos echar una revisada a todas las cañerías. ¿Qué le parece? –Piensa Kaveh.
–Sí, claro. Pero sabes que tiene que ser la próxima semana porque, yo tengo unos trabajos pendientes, señor. –Pretendió el gasfíter.
–Bueno, cuando se desocupe me recibes una llamada en la oficina y nos ponemos de acuerdo, ¿ya?
–No hay problema.
–Bueno, ¿y va esto en la cuenta?
–Eh no se preocupe, ahí arreglamos. Esto va a la cuenta.
–Oiga, maestro, dígame. ¿No existirá algún producto, algún químico o un líquido algo? Porque sabes que no creo que Collei me aguante otro ataque.
–Yo voy a consultar con mis colegas, si algo le sirve esta es la primera vez que yo veo algo así. Ya Kaveh, estamos viendo. –Deduce el fontanero dando la despedida.
–Hasta luego. –Lo recibe el rubio.
–Cualquier cosa me llama. –Finaliza él tras cumplir su trabajo.
Kaveh echa un ojo en el desagüe suponiendo que, pese a esto no volvieron aquellos insectos adentro.
–¿Y vos no vas a clases? –Dijo el auxiliar Tighnari.
–Hola. –Le saluda Cyno.
–Oye, tu amiguita no apareció más.
–Sabes qué, no me hables esa chica, he llegado a soñar con ella.
–¿Y no me dijiste que no la conocías?
–¿Cómo? Si no la conozco, pero le imagino el sueño con ella.
–A mí tienes algo con esa muchacha. Ya, ándate a clases será mejor.
–Adiós.
Clorinde y Navia iban hacia la dirección exacta en plena investigación y en cierto modo, la casa señalada era idéntica a la que vive Cyno y las demás. Se detuvieron cerca de la entrada sin llamar la atención de nadie en el entorno.
–¿Estará ocupada? –Preguntaba Clorinde.
–Seguramente, aquí no se ve a nadie. –Dice Navia.
–Yo creo que es importante que entremos.
–¿Y cómo?
–No sé, habrá alguna manera.
–Me da cosa.
–A mí también, pero tenemos que hacerlo.
–Mira, ahí parece que va a entrar alguien.
–*Fija a Cyno* Esa es la persona, hablemos con él.
–¿Nos entenderá? Va a pensar que estamos locas.
–Bueno, es el costo que tenemos que asumir. ¿Qué te pasa?, ¿te arrepentiste?
–No, pero creo que tenemos que pensarlo mejor.
–*Suspira* Voy a volver sola después, yo creo que es mejor. ¿Vamos? –Finalizó Clorinde.
DE NOCHE EN ESA CASA
–¿Se va a quedar mucho rato aquí? –Consultaba Collei.
–No sé, pero me falta poco todavía. ¿Por qué? –Presume Cyno estudiando.
–Porque son las doce. Bueno, aquí le dejo algo para que coma.
–Gracias, aproveche llevar esto.
–Buenas noches. Oiga, en el refrigerador le dejé un poco de leche asada.
–Ya, gracias. Aproveche a decirle a Kaveh que me despierte mañana a las ocho, ¿ya?, no me quiero quedar dormido.
–Bueno. Oiga, pero no se acueste tan tarde, ¿ya?
De repente, la peliverde recurrió a la cocina sintiendo escuchar en el lavatorio los mismos bichos del desagüe, la que ella abrió la llave del agua corriendo deshaciendo de este "maleficio". Unas horas después, el espíritu paranormal reaparece clamando ayuda delante de Cyno al despertar: era la misma mujer platinada de abrigo rojo que lo describía.
–¡Ayúdame! –Pedía insistente el espíritu de Arlecchino.
Antes de desaparecer misteriosamente, le dejó un objeto de valor al caerse en el suelo. El joven quedó sorprendido de nuevo ante este fenómeno sin dejar rastro, excepto lo indicado.
AL DÍA SIGUIENTE
–Bueno, me voy. –Dijo el hombre rubio.
–Kaveh, vamos a tener que hacer algo. Sabes que otra vez volvió ese olor desagradable, terrible. –Alegó Collei.
–Eso ya me lo dijiste ayer, yo le eché cloro al lavaplatos. *Huele el desagüe* Yo sé que estoy muy resfriado, pero yo no siento ningún olor.
–No, si es cierto, en este momento no hay olor acá. Pero a veces está en el dormitorio, otra vez se sale del escritorio y estoy aquí sola todo el día ustedes no se dan cuenta.
–Bueno, mira, yo le hablé con el gasfíter, lo único que me dijo es que tuviéramos cuidado porque a lo mejor habría que cambiar las cañerías de toda la casa.
–¿Ustedes creen que viene de ese olor? –Preguntó Cyno tapando su nariz.
–Si no ¿dónde? –Indagó ella.
–Bueno, no sé. De repente viene de la alcantarilla afuera y el viento lo trae acá, no sé. –Dedujo el joven.
–No, el olor está aquí en esta casa, ¡yo lo siento! –Se aparta la peliverde de la escena.
–Pues algo está pasando entonces, o somos nosotros o en la casa. –Premeditó él.
–¿Qué estás diciendo? –Interrogaba suspicaz Kaveh.
–Ayer sentí que me vino a ver de nuevo esa mujer. –Expresó el peliblanco.
–¿La misma?
–Es la misma.
Cyno no duerme bien, está en periodo de exámenes y todo su entorno está en caos, y lo que es peor no sabe cómo solucionar sus problemas.
Un día, el joven guardián acude a una sesión con un psiquiatra durante las clases.
–¿Sí? –Dice el profesional al oír tocar la puerta.
–Permiso, doctor. –Citó Cyno abriendo.
–Sí, pasa. ¿Cuál es tu nombre?
–Cyno, yo no pedí ninguna hora.
–Ah ya, ¿y qué te puedo ayudar?
–Eh, lo que pasa es que necesito hacer una consulta, doctor. ¿Puedo?
–Tengo poco tiempo, pero ya, toma asiento.
–Gracias. Mire, eh necesito saber si es normal o no, confundir las pesadillas con la realidad, o sea el no saber distinguir los planos, no sé si me explico.
–Por supuesto que no es normal o no debiera hacerlo. ¿Te está pasando eso a ti?
–Sí, un poco.
–¿Y estás estudiando mucho?
–Sí, como todo el mundo.
–¿Tienes algún problema en tu casa, con tus padres?
–No, todo bien.
–Bueno, un tema delicado que obviamente hay que tratarlo. Yo te sugiero que pidas hora y de ahí lo conversamos.
–Ya.
–¿Estás durmiendo bien? –Interrogó el psiquiatra.
–No. Pero mire, yo sé doctor que usted está ocupado, pero ya que estoy aquí me gustaría que me respondiera una cosa. ¿Es normal tener pesadillas reiterativas con la misma persona? –Deduce el peliblanco.
–Primero que nada, hay que definir qué es lo normal y como es un tema extenso, yo te reitero que pidas hora y en ese minuto lo conversamos, ¿te parece?
–Bueno, gracias igual.
–Pide hora y nos vemos.
–Ok, hasta luego.
El facultativo de la universidad no pudo darle luces a su disyuntiva como él hubiese querido, Cyno intuía, sin embargo, que el asunto era serio por decirlo menos. Era primera vez que tenía la capacidad de verbalizar lo que le estaba sucediendo, y si aquello era cierto no sabía si la visita de aquella mujer eran reales o producto de su imaginación.
–¿Llegaste temprano? –Dijo Collei preocupada.
–No, me vine antes. Estaba quedando dormido en clases, ya no puedo aguantar más. –Cuenta Cyno agobiado.
–Oiga, a propósito de eso. ¿Pidió hora al médico?
–Sí, pero me dieron como un mes más.
–¿Qué?, no puedo creerlo. O sea, la urgencia de universidad te da ahora para un mes más.
–No, si no hice urgencia, no es cualquier médico, es un psiquiatra.
–¿Un psiquiatra?
–Sí, un psiquiatra. ¿Qué tiene?
–Nada, usted sabrá.
–Sí, yo sé.
–¿Y qué vas a hacer ahora?
–Me voy a poner a estudiar un rato. –Decide el joven.
–Pero ¿no quería dormir?
–Sí, pero a esta hora necesito leer un rato para que me dé sueño.
–Quién lo entiende.
–Yo me entiendo, Collei.
El peliblanco fue a su habitación a estudiar, pero fue interrumpido al divisar debajo del escritorio un objeto brilloso atrapado en el piso, la misma cosa que dejó aquella mujer albina anoche y era un anillo dorado; lo sacó de los tablones y más tarde fue a una joyería para corroborar si ese aro es de compromiso.
–Es de oro, 18 quilates. –Dijo el joyero.
–¿Y dice algo más, o no? –Expresó Cyno.
–Bueno, habría que echar pulido para ver la inscripción. ¿Quieres que lo haga?
–No, no es necesario.
–¿La vendes?
–No. ¿Cuánto le debo?
–No, nada mujer, qué te voy a cobrar. Ándate y cuídalo.
–Gracias, que le vaya bien.
–Adiós. –Se despidió el trabajador.
EN EL CAMPUS, AL OTRO DÍA
–Cyno, volvió. –Comunicó personalmente el auxiliar Tighnari.
–¿Quién? –Dice él pasmado.
–La mujer esa.
–¿Vino?
–Está adonde mismo.
–Ya, ¿no me estás jodiendo?
–No, en serio. Esta vez dijo que te iba a esperar.
–¿Hiciste tu trabajo, o no?
–Se llama Clorinde, pero no me quiso decir para qué te estaba buscando.
–Gracias.
El futuro profesional recurre por tercera vez a la biblioteca, esta vez no iba a fallar y pudo encontrar a la mujer que la esperaba, pero no de la descripción anterior sino una diferente.
–Hola. –Lo saluda él.
–Hola. *Estrechando la mano* Mi nombre es Clorinde. –La recibe ella.
–¿Usted me estaba esperando?
–Sí.
–Dígame.
–Mira, esta te va a parecer un poco raro, pero yo te he estado siguiendo.
–¿A mí?
–Sí, incluso fuimos a tu casa, pero no nos atrevimos a entrar.
–¿Con quién?
–Con mi colega, lo que pasa es que nosotras vivimos en esa casa.
–¿Cuándo?
–Éramos empleadas. Mira, no te pases ningún lío, lo que pasa es que nosotras tenemos la sensación de que hay muchas cosas que tenemos que explicarnos, que recordar, no sé si me entiendes.
–No, la verdad es que no entiendo mucho, pero te escucho.
–En esa casa pasaron cosas que marcaron nuestras vidas y con el tiempo se han ido borrando.
–Bueno, pero... ¿Qué es lo que usted necesita?
–Entrar a la casa, ir uno de estos días.
–Sí, o sea tendría que consultárselo a mis colegas, pero no creo que haya ningún problema.
–Gracias, muchas gracias. ¿Por qué me miras así?
–¿Nosotras dos no nos hemos vimos antes por ahí?
–No, no creo. ¿Por qué?
–No, no importa. Tonterías, cosas mías. No importa. –Ignoró Cyno sus dichos.
De vuelta a la casa, unos compañeros del gasfíter trataron de remover el piso de madera del pasillo porque allí había un extraño olor nauseabundo en el interior con el fin de revisar esta situación.
–¿Qué está pasando aquí, Collei? –Sopesa el guardián retornando al hogar y tapando la nariz.
–De repente salió un olor desagradable y asqueroso. –Dijo ella.
–El maestro dice que viene de ahí. –Indicó Kaveh el lugar.
–¿Y qué piensan hacer? –Pregunta el peliblanco.
–Averiguar lo que pasa. –Respondió él.
–¿No lo siente? ¿No siente ese olor? Bueno, aquí ahora está más soportable, pero de repente que era tan fuerte que todo era acá. –Cuestionó Collei.
–Bueno maestro. ¿Cómo va? –Contesta el rubio.
–No me explico lo que está pasando, Kaveh, el olor se pone cada vez más insoportable. Ya, dale no más. ¡Rompe la tabla! –Ordenaba el gasfíter a su equipo abrir el piso.
Ese mal olor se impregnó mucho más como si se tratase a un estado avanzado de descomposición de un ser vivo.
–¡Oh! Ahora está como, siento como un animal podrido. –Añadió la peliverde cubriendo sus fosas nasales.
Luego de remover las últimas tablas el escenario fue sorprendente y dantesco: hallaron unos restos humanos de una mujer que fue enterrada debajo del piso durante varios años; todo el mundo presente quedó ovacionado por este espantoso descubrimiento. Más tarde, alguien contacta por teléfono a Clorinde el aviso que cambiará para siempre su vida y la de Navia.
–¿Diga? ¿Sí?, con ella. ¿Con quién hablo? ¿Qué pasó? ¿Cuándo, ahora? No lo puedo creer. Sí, si voy ahora para allá. –Hablaba Clorinde por teléfono.
Bajo la lluvia, ellas, las inquilinas de la casa y los obreros presenciaron junto a la policía la escena del crimen, siendo interrogados en sus declaraciones a cada uno de los testigos ignorando de que la occisa fue asesinada y apuntaron a Neuvillette quien fue arrestado en su casa esa misma noche.
El hallazgo del cadáver de Arlecchino en la casa de Cyno condujo de inmediato a la policía el paradero de Neuvillette, quien por obvias razones fue consignado como el principal sospechoso de aquel crimen, él mantuvo silencio al momento de la detención ya que la evidencia no admitía otras versiones.
EN UN CEMENTERIO
–Hola. En tu casa me dijeron que estaban aquí. –Recibía Cyno a las damas.
–Llegaste justo a tiempo, estábamos a punto de irnos. –Dijo Clorinde.
–¿Más tranquilas?
–Ahora puede descansar en paz.
–Si no hubiese sido por el sueño jamás hubiésemos sabido a dónde estaba. –Expresa Navia.
–¿Qué sueño? –Preguntaba él.
–Nunca te dije, pero toda esta urgencia por buscarla nació de ella y nosotras soñamos lo mismo varias veces. –Deduce la azabache.
–¿Cómo? ¿Con ella?
–Nos pidió ayuda a su manera. –Elogia la rubia.
–¿Por qué cuando fuiste a buscarme a la universidad no me esperaste? –Apuntaba el de Sumeru.
–¿Cómo no te esperé?, estuve todo el tiempo en la biblioteca. –Espeta Clorinde.
–Sí, pero yo me refiero a las dos veces anteriores. –Sopesó él.
–Nunca fui antes a la universidad.
–¿Qué raro? Tighnari me dijo que eras tú.
–Se tiene que haber equivocado, siempre te confunden con ella en las fotos igual a ti. –Desmiente Navia.
–¿A quién? –Duda Cyno.
–A Arlecchino.
–Pero ¿quién habló de esa? –Dedujo la azabache.
–No sé, no sé porqué lo dije. Perdóname, confundí. Qué tonta.
–Esto es de ustedes. –Le entrega el peliblanco sacando de su bolsillo el anillo.
–¿Un anillo? –Consultó Clorinde.
–Sí, era suyo.
–¿Y cómo lo conseguiste? –Interroga ella.
–Es una larga historia de contar.
–¿Y cómo sabes que era de ella? –Menciona curiosa la oxigenada.
–No sé, ya de algún modo me lo hizo llegar. Tuve que limpiarlo y apareció una inscripción. Arlecchino y Neuvillette, ¿de ese era su indicio, no? Bueno, yo me voy. Nos vemos. –Se despide el faraón.
Cyno comprendió en el cementerio que había sido el elegido por aquella mujer para dilucidar un crimen que se mantuvo impune por muchos años.
Desde luego, esta historia rodeó de misterio a todos quien están ejercialmente tuvieron que ver con el caso. Neuvillette no tuvo más que reconocer su responsabilidad en la muerte de su ex cónyuge la que mantuvo enterrada por más de cinco años en aquella casa. A pesar de eso judicialmente, el caso fue declarado como prescrito y solo estuvo tres meses privado de libertad. Por cierto, sus ex colegas quedaron impactadas con el homicidio de su aliada y no tuvieron motivos para ir a esperarlo a la salida de la cárcel ya que sus lazos afectivos se rompieron para siempre.
Sin duda, este hombre ya no tiene cara para mirar a sus amigos y no comprende aún cómo después de tantos años cuando todo parecía resuelto a su favor se haya descubierto su horrendo delito.
Este caso fue archivado, pero aun así la víctima consiguió por un lado una suerte de sanción social para el culpable y por otro, que sus restos por fin pudieran descansar en paz. Este delito fue cometido hace más de cincuenta años, razón por el cual desde el punto de vista judicial estaba prescrito y el culpable en libertad; sin embargo, con el hallazgo del cuerpo, esta persona tendrá un sentido de culpabilidad por el resto de sus días y a mí no me cabe la menor duda que este era el gran objetivo de la víctima.
Continuará...
