Hoy lo vio, lo vio de nuevo.

Entro al Obsequio del Ángel, tan galante como siempre, con su porte de noble, pero ella sabía que detrás de esa importante figura se encontraba el demonio creador del mayor mal que alguna vez pudo haber azotado a la ciudad de la libertad, la industria vinícola.

Sentía como se le erizaban los pelos de la cola de solo ver a ese hombre, un gruñido de molestia se formaba en su garganta amenazando con salir, sus pequeñas pero afiladas garras parecían estar listas para saltar sobre el hombre y destrozar su elegante ropa.

No, no lo haría. Cerró los ojos y respiro profundamente un par de veces, no podía dejar que su instinto felines se apoderara de ella e hiciera cosas de las que probablemente se arrepentiría, ella tenía una ética y eso no era correcto, ella acabaría con ese hombre a su manera.

Destruiría la industria vinícola, por supuesto, así su padre pasaría más tiempo con ella.

Oh, su querido padre a quien amaba demasiado, pero odiaba que llegará borracho tan tarde a casa, su adorado padre con quien deseaba pasar tiempo, pero él nunca parecía tener tiempo para ella cuando se quedaba dormido debido a una gran cantidad de alcohol en su sistema.

Todo es culpa de Diluc.

Si ese hombre no existiera, no existiría la industria vinícola, mucho menos el alcohol, ella no trabajaría en la taberna Cola de Gato como parte de su plan y su padre desde luego no sería un borracho más del montón y podría pasar mucho más tiempo con ella.

La oleada de pensamientos hizo que inconscientemente su cuerpo reaccionara y terminara por sacar sus garras arañando la caja de madera tras la cual se ocultaba.

—Ay no…

Sostuvo su pequeña mano e hizo presión sobre sus dedos, su imprudente acción solo logro hacer que una de sus garras se lastimara y con ello trajera un pequeño dolor que le recorría todo el dedo.

—¿Diona?

Sintió como los pelos de sus orejas y cola se erizaban al escuchar una voz llamarle, para su mala suerte el propietario no era alguien quien le agradara mucho. Frente a ella estaba su némesis, quien le observaba de forma estoica contrario al tono delicado que uso para llamarle.

—¡Diluc!… Oh, ¿señor Diluc?

Ante todo, la educación de la pequeña, aunque el tono despectivo no podía faltar en ella.

—¿Me permitirías unas palabras?

—¿Aquí? ¿Ahora? ¿Cómo has sabido que estaba aquí?

Acusó la pequeña. Cierto, él había salido de la taberna sin que ella lo notará y dio con ella tan fácilmente. Sabía que no podía confiarse de su enemigo.

Él pareció pensárselo un momento para responder, lo cual estaba impacientando a la pequeña que lo miraba en espera de sus palabras.

—En realidad, me gustaría que me acompañaras a la taberna… —dijo por fin, la pequeña apenas hizo una mueca ante la propuesta— en cuanto a lo otro, tu cola y tus orejas te estaban delatando.

—¿Es enserio?

Se sobresaltó sorprendida y ella que pensaba que se había escondido tan bien. Pero bueno, regresando a lo importante.

—¿Para qué quiere que vaya a su taberna?

Llena de apestosos borrachos seguramente, pensó.

—Me gustaría conocer tu opinión sobre algo.

Bueno era la mejor mixóloga de la ciudad, encontraba lógica su petición, pero a su vez la aborrecía, El Obsequio del Ángel era la mayor competencia de Cola de Gato, eso sin contar el hecho que ese tipo esa su enemigo.

La pequeña estaba a punto de negarse hasta que recordó unas sabias palabras que escucho una vez, "mantén cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos". Ahora cambiaba de parecer, ya no le aborrecía tanto la idea de acompañar al señor Diluc y darle su opinión sobre lo que sea que quisiera.

—Está bien, pero si Margaret se entera yo nunca acepte.

—No te preocupes, hablare con ella de ser necesario —aseguró el adulto.

El hombre de la gabardina comenzó a caminar en dirección a la taberna. La pequeña por su parte miro a todos los lados antes de empezar a seguirle, no quería que nadie la viera entrar a ese lugar, no había una razón en especial, solo no quería que la vieran ya mucho tendría que aguantar cuando se topara con un cúmulo de borrachos dentro del establecimiento.

Diluc se detuvo frente a la puerta y la abrió dejando el espacio para permitirle a ella los primeros pasos dentro del lugar. La niña respiro una última gran bocanada de aire puro antes de hundirse en un ambiente lleno de ese apestoso alcohol.

—¿No hay nadie? —preguntó sorprendida al mirar el lugar vacío, tanto protocolo mental para nada además olía bien, no apestaba a alcohol, por alguna razón le enojaba, no era justo.

—Hoy abriremos un poco más tarde —explico el hombre siendo breve y conciso.

—Oh…

—¿Ocurre algo?

—No, nop… para nada —negó la pequeña aún sorprendida de toparse con una taberna completamente vacía y en calma— y… ¿sobre qué tengo que opinar? —preguntó rápidamente utilizando un tono ofensivo.

No podía permitirse bajar la guardia, puede que estuviera todo en calma, pero no podía ignorar el hecho de que aún se encontraba en territorio enemigo.

—Ven a la barra, por favor.

Él mayor por su parte rodeo la zona para ubicarse en su lugar, retiró su gabardina y sus guantes los cuales dejo perfectamente acomodados en un perchero que se visualizaba a través de una pequeña puerta que supondría era la trastienda o cuarto de descanso de los empleados. Mientras Diona daba un pequeño brinco para sentarse en las sillas altas junto a la barra, el heredero Ragnvindr se ganaba su lugar al otro lado de la barra y empezaba a maniobrar con los vasos y utensilios que la taberna disponía.

—¿Qué piensas hacer? —pregunto viendo cono recelo sus movimientos. El mezclador, la cuchara, el jigger, la cristalería y algunos frutos, su mirada gatuna iba de un lado a otro escudriñando cada movimiento— ¡¿me darás una bebida?! ¡te denunciare con los Caballeros de Favonius!

El pelirrojo la miro con duda oculta tras su mirada estoica, pero fue cuestión de ver el enfado de la pequeña y los segundos supo a lo que se refería.

—No vendemos, ni regalamos, ni damos alcohol a los menores de edad, esa es la política aquí.

La niña de rasgos felinos respiro hondo e inflo sus mofletes mientras aún lo observaba, la punta de su cola se movía de un lado a otro y sus orejas estaban ligeramente bajas, demostrando aún su estado de molestia.

—Vendes alcohol…

—Y aun así lo detesta, irónico ¿no? —una nueva voz se unió a la conversación.

El Capitán de Caballería de los Caballeros de Favonius aparecía por la puerta de principal del lugar, junto con una pequeña bomba explosiva con patas de nombre Klee que corría frente a él con el objetivo de llegar a las sillas de la barra y ganarse su lugar junto a su amiga.

—¡Diona! —exclamó la pequeña una vez estuvo sobre la silla y envolvió en sus brazos a la otra infanta.

La aludida estaba estupefacta, su cerebro procesaba información, ¿acaso había escuchado bien?

El dueño de la industria vinícola de Mondstadt, que su trabajo es surtir y ofrecer aquel veneno a los ciudadanos ¡¿odia el alcohol?!

No, no, no. Eso no era cierto.

—¡Diona!

—¡¿Klee?! —respondió a su amiga regresando sus pies a Teyvat.

—Creo recordar pedí a la Maestra Interina que la invitación fuera a Klee, no a ti —respondió sin mirar al caballero.

—Oh, Maestro Diluc, enserio crees que Jean permitiría dejar a la pequeña Klee venir a un lugar tan… volátil.

—El Alquimista en Jefe era mejor acompañante que tú o incluso la Maestra misma.

—Albedo está en una montaña con nieve y Jean bajo una de papel —el caballero se sentó en otra de las sillas libres en la barra— y yo como la buena persona que soy me ofrecí a acompañar a la pequeña Klee.

—¿Sabes por qué estás aquí, Klee? —Diona tomo a su amiga de los hombros para alegarla un poco de si misma e inspeccionar que estuviera bien, todo mientras miraba sospecha a ambos adultos.

—No, pero Kaeya dijo que el señor Diluc le dará algo muy interesante a Klee —aplaudió con emoción la pequeña.

—Aquí tienen.

El pelirrojo dejo sobre la barra frente a ambas pequeñas un par de vasos con un líquido amarillo, decorado con un par de rodajas de manzana y un par de hojas del mismo fruto.

—Vaya, se ve delicioso —halago la Caballera Chispeante.

—A mi me gustaría una copa de Diente de León.

Contrarío a lo que recibió el Capitán de Caballería recibió un vaso igual al de las niñas.

—Creo que esto no fue lo que pedí —sonrió el moreno.

—Sería poco ético de tu parte beber frente a un par de niñas.

En tanto el par de adultos parecía discutir y la pequeña Klee disfrutar de su bebida, Diona si se tomó la molestia de inspeccionarla más a fondo. Olía ligeramente a naranja y menta, un pequeño sorbo fue lo que necesito para descubrir el sabor de la manzana combinado con el dulzor de la solsettia, gracias a la ligera acidez de la naranja no la hacía una bebida ni muy dulce ni carente del mismo, estaba en su punto.

La pequeña abrió sus ojos con sorpresa, una bebida deliciosa y refrescante y sin un solo grado de alcohol.

—Sabe… bien —dijo sorprendida de sí misma.

Este pequeño acto estaba haciendo que su cerebro de pusiera a trabajar y con ello sus sentimientos, pues ya no parecía tener la misma aversión hacía el hombre que tuvo en un inicio.

—¿Cómo se llama?

—Sidra de manzana.

—¿Cómo el lago? —pregunto Klee.

—Pero no es la sidra de manzana original—dijo la niña de sangre felines golpeando ligeramente la mesa— tiene mucho más, es una mezcla de sabores ocultos bajo la sidra de manzana —Diluc asintió, encontrando certeras las palabras de la menor.

—Bueno, no está tan mal con un ligero toque de ron sabría aún mucho mejor —comentó Kaeya, quien pronto fue el objetivo de un par de miradas fulminantes, por la sola mención de la bebida alcohólica— o quizá el vodka, no si el vodka queda mucho mejor.

Un borracho más. Pensó Diona viendo molesta al caballero. Regresó su atención a la bebida frente a ella, miro a su lado por un momento, Klee ya iba por la mitad de la bebida. Ella decidió copiar a su amiga y sentarse a disfrutar de aquella bebida tan exquisita.

Nunca se imagino así misma dentro de la taberna El Obsequio del Ángel, tomando una bebida junto a su amiga, un caballero borracho y el dueño del lugar. De hecho, nunca se imagino estar en un espacio junto al pelirrojo debido a aquel odio que los años habían traído.

—¿Por qué…?

La pequeña con orejas de gato llamó la atención de todos los presentes.

—¿Por qué haces esto?

El pelirrojo le miro y elevo una de sus cejas ante la duda.

—¿Por qué de repente haces esta bebida? —no miraba al pelirrojo, solo a su bebida mientras jugaba con la pajita revolviendo los hielos que el vaso contenía.

—Así como alguien como él prefiere cambiar el vino por simple zumo de uva, o Klee y tú no pueden beber alcohol, las personas requieren de cierto ajuste en sus bebidas para que puedan disfrutarlas —explico el peliazul— ¿seguro que no quieres agregarle una onza de vodka?

—Ignorando lo que dijo —Diluc llamó la atención de la niña y así ambos pudiesen ignorar al hombre— aunque guarda cierta razón, no todos disfrutan del alcohol como bueno… él —Kaeya sonrió y choco su copa con la de Klee quien sonrió encantada— así que es justo preparar cosas para que todos pueden participar en esta cultura de la bebida.

La pequeña lo miro con cierta sorpresa al pelirrojo, misma que busco pronto ocultar en la bebida que tenía en sus manos, siguió tomando su bebida mientras los dedos de sus manos jugueteaban con la cristalería, sus pies se balanceaban adelante y atrás.

Tanto que pensar, tanto, tanto.

Si así Diluc lo quisiese, con esta iniciativa lograría él mismo acabar con la industria vinícola de Mondstadt, en tanto más personas estuvieran dispuestas a cambiar el vino por zumo, pero que era un avance.

Quien iba a decirlo, su enemigo estaba cumpliendo su propio objetivo. No. Quizá ya no podría seguir viéndolo como enemigo, un aliado sonaba mucho mejor. Su perspectiva iba cambiando y ya no pensaba tan mal de Diluc y eso le alegraba de alguna manera, y fue evidente cuando empezó a menear su cabecita de un lado a otro.

—A Diona le gustó, y a mi también —sonrió Klee dejando el vaso sobre la barra— ¿a ti te gusto, Kaeya?

—Claro, tiene una mezcla de sabores agradable, pero siento que deberás darle otro nombre u opacara a la Sidra de Manzana original.

—Tiene razón, debes cambiárselo.

—¿Tienes alguna sugerencia? —se dirigió a la última pequeña que habló, Diona.

—¿Yo? ¿Por qué yo le voy a poner nombre? —preguntó dejando igualmente su vaso ya vacío en barra.

—Entonces, no quieres nombrarlo…

Nombrar una bebida no alcohólica, que oferta tan tentadora.

—No, no, espera lo pienso… —extendió sus manos para indicarle que no declinará a su oferta, llevo una mano a su mentón— hmm… ¿tentación de manzana?

—Tentación de manzana, suena exquisito —aprobó Kaeya.

—Uy que nombre más bonito.

—Estoy de acuerdo —el pelirrojo recogió los vasos de todos y se dispuso a limpiarlos.

Se genero un momento de silencio, nadie supo como continuar las cosas, hasta que a Klee se le ocurrió salir a jugar. Así que como su cuidador Kaeya tuvo que salir tras ella a evitar que explotará cierto Lago Estelar, en tanto a Diona fue retenida por Diluc quien le pidió le diera un momento terminaba de limpiar la cristalería usada.

Terminado todo, el ex caballero recogió prendas que antes había dejado en la trastienda.

—¿Vas a salir? —preguntó Diona.

—Te acompañare a Cola de Gato.

—¿Por qué?

—Necesito hablar con Margaret.

—Oh, bueno.

Ambos se dirigieron a la salida del establecimiento, donde justo se cruzaron con Charles quien saludo con alegría a su jefe y pasó a abrir oficialmente el bar, caminaron por las calles de Mondstadt en absoluto silencio, sorprendiendo a algún que otro ciudadano distraído de sus obligaciones por ver a ambos cantineros juntos.

—¡Maestro Diluc, Diona!

Desde la entrada de Cola de Gato la dueña, Margaret los vio con sorpresa.

—Yo… iré a dentro.

—Claro, pequeña —dijo la jefa.

—Diona, por favor toma esto —el pelirrojo le entregó un papel doblado, después pareció alejarse hacía la fuente de la plaza en compañía de Margaret.

La niña se extraño de eso último, tan solo observo como ambos adultos se iban, ella se dio vuelta y observo a sus amigos felinos quienes la observaban pacientes por unas caricias de su parte.

—Ya voy, ya voy, solo un momento.

Abrió el papel que tenía en sus manos y empezó a leerlo, era la receta de una bebida, de hecho era la receta de Tentación de Manzana.