Historia #2 Promesa
—Estoy buscando compañeros para mi tripulación pirata— dijo el moreno con una sonrisa.
—Jamás— exclamó el cazador de piratas.
—¿Qué tiene de malo ser pirata?— preguntó con curiosidad el chico de sombrero de paja.
—Son destestables— respondió con molestia el peliverde.
—Pero tu eres un cazarrecompensas muy malo y cruel, casi lo mismo que un pirata— dijo el niño.
—La gente que diga lo que quiera, no me importa— dijo, para luego sonreir mientras el aire se tensaba—. No me arrepiento de nada— sonrió con suficiencia, el aura que desprendía era muy fuerte, solo para intimidar al chico—. Cumpliré mi objetivo a cualquier costo.
—¿Eh...? ¿En serio?— dijo el chico, sorprendido.
Nada de lo que dijo fue posible convencerlo de dejarlo. Solo hizo que Luffy deseará aún más rescatarle. Ese olor le era agradable y estaba dispuesto a rescatar al que lo tenía.
...
—No se suelta— dijo, tratando de desatar las cuerdas qué tenían sujeto a su compañero.
—Dame una de mis katanas— le ordenó el espadachín al chico.
Luffy miró el panorama. Los de la marina los rodearon con sus espadas. Las cosas filosas son su punto débil. Quizás, escoger a un espadachín era muy buena idea. Lo había salvado de morir por las balas.
Le dio una de las katanas, lo cual Zoro se pudo desatar y desenvainó las otras dos muy rápido, parando el ataque en grupo de la marina. Luffy silbo. Genial, pensó.
—Está bien, seré tu espadachín, tal como quieres.
Luffy sonrió.
—Sin embargo, yo también tengo mi propia ambición— Luffy lo miró seriamente—. Ser el mejor espadachín del mundo— dijo con determinación, mirando fijamente a Luffy—. Ya que pides que me una a ti, esa es mi ambición, no importa como me conozca el mundo, difundiré mi nombre hasta el cielo. Pero— miró con dureza al joven— si me veo en la situación de abandonar mi sueño o me pides dejarlo, morirás por esta espada.
Luffy se tensó, esas palabras calaron dentro de él.
—¿El mejor espadachín?— sonrió—. Genial— halagó—. El rey de los piratas no esperaba menos de su compañero— dijo con una sonrisa.
Un par de segundos bastó para que Zoro sucumbiera a ese aroma delicioso, cálido y acogedor. Era dulce pero no empalagoso, miro a Luffy una vez más, un lazo de colores apareció frente a él.
...
Después de enterarse de la gran noticia que su capitán omega le dio, quiso arrojarse al mar. Ahora entendía porque su aura le atraía demasiado. Tanto que su simple mirada o su gran sonrisa, le erizaba los vellos del cuerpo y su olor lo calmaba mucho. Se preguntaba como se sentiría su olor sobre su capitán.
Sacudió su cabeza. Estaba pensando demasiado. Maldición, se reprochó. Estaba demasiado tenso.
—Zoro, ¿estás bien?— preguntó el moreno con preocupación.
Y es que, el olor de Zoro era amargo, denotaba su tensión. Estaba poniendo mal a Luffy, aunque este no lo mostrará.
—Si, lo estoy— dijo, soltando un suspiro.
¡Como si fuera verdad! Gritó internamente.
—Zoro es raro— el mencionado miró al chico de sombrero de paja—. Dice que esta bien, pero huele feo— dijo con una sonrisa.
Sin querer, las feromonas cálidas y alegres de Luffy contrarrestaron las amargas de Zoro. Luffy se sentó junto a Zoro, y su aroma empezó a llenar a Zoro de paz, lo controló bastante bien.
—Ahora Zoro huele a mí— dijo con una sonrisa.
Esas palabras solo lograron lo que nadie había hecho en Zoro en mucho tiempo, sonrojarse, siendo camuflado por el intenso color del atardecer.
...
Al día siguiente, aún en altamar, Zoro se despertó sintiendo un peso encima de su cuerpo. Luffy se había dormido después de ver el horizonte y hablar sin parar de como sería el rey de los piratas y un tal Shanks qué lo inspiró en su sueño. Se veía tan tranquilo, aún dormido, no dejaba de destilar su aura sobre el espadachín. Zoro sonrió como nunca.
—Si me veo obligado a dejar mi ambición por tu causa o me obligas hacerlo, ten por seguro que mi espada te atravesará.
Como si pudiese hacerlo a estas alturas, pensó, acariciando el rostro del moreno.
—Te prometo que haré realidad tu sueño— dijo en un susurro—, aún si es a costa de mi vida.
Luffy se removió de su lugar, despertando. Cuando miro a Zoro, sonrió.
—Buenos días, Zoro— dijo con alegría, bostezando.
—Buenos días, Luffy— dijo también, sonriendo.
Luffy abrazó a Zoro, tomándolo desprevenido. Al principio, dudó, pero poco le importó el que fuera su capitán, lo apretó entre sus brazos y su aroma se impregnó en Luffy, reclamándolo.
Eres mío y de nadie más.
Pensaron.
