1806 - Boston

A mitad de mayo de 1806, después de casi 40 días de viaje por mar, los Gardiner y Elizabeth llegaron a Boston.

El Sr. Smith debido a su precaria salud no pudo ir al puerto a buscarlos, pero fue su esposa en un carruaje junto con un sirviente. La Sra. Smith era una dama de mediana edad, similar en temperamento a la Sra. Gardiner, que al igual que ella, no había podido tener hijos.

Los primeros días se hospedaron en una posada, hasta que el Sr. Gardiner por intermedio de la Sra. Smith, consiguió alquilar una bonita casa en el barrio comercial de Boston, muy cerca de la compañia y casa de los Smith.

En las siguientes semanas, los Gardiner fueron adaptándose a la vida en Boston. Había una comunidad muy grande inglesa e hijos de ingleses que los acogieron amigablemente, en especial a Elizabeth por su juventud, buenos modales, y belleza.

El Sr. Gardiner estaba la mayoría del tiempo junto al Sr. Smith trabajando, conociendo proveedores y potenciales clientes. Mantenía además una relación fluida por carta con el Sr. Thompson para fortalecer aún más los vínculos comerciales entre América y Londres. El negocio era próspero, y en poco tiempo el Sr. Gardiner ya estaba muy familiarizado con la operativa, e incluso tenía ya varias ideas para incrementar los ingresos.

Una de las cosas que a Elizabeth más le llamó la atención, fue que las mujeres tenían un rol mucho más activo en la vida comercial, y cultural de la ciudad que en Londres. Varias de las esposas e hijas de comerciantes, atendían el negocio de su esposo o padre. La Sra. Smith incentivaba a la Sra. Gardiner y a Elizabeth a tener un papel mucho más activo en el negocio del Sr. Gardiner. La buena señora decía que, era importante para una mujer estar bien informada y poder ayudar a su esposo, ya que su bienestar y el de toda la familia dependían de su prosperidad. Era común verla revisar los inventarios de los productos, como ser: telas, libros, cerámicas, diferentes tipos de granos de café, té, que importaba su marido. Atendía además con frecuencia - junto con otra empleada - el almacén de ramos generales de la cual era propietaria. Lizzy, que era muy curiosa, y deseaba también ser independiente, comenzó a interesarse en las tareas que hacia la Sra. Smith; era muy común verla en el almacén ayudando en la contabilidad e incluso atendiendo público.

Un par de meses después de su llegada a Boston, fueron invitados a uno de los bailes que con frecuencia se hacían en uno de los principales salones de reuniones de la ciudad. Fue ahí que Elizabeth conoció al Sr. Harrison.

El Sr. Harrison era un hombre viudo, guapo e inteligente de unos treinta y cinco años. Era un hombre alto, robusto, de cabello rubio y ojos azules. Era hijo de padres ingleses que habían emigrado cuando él era muy pequeño. El Sr. Harrison había tenido la mala fortuna de perder a su esposa durante el parto de su único hijo, que lamentablemente murió a muy temprana edad de influenza. Tenía una estancia de mediano porte a unas cinco millas de la ciudad, y desde hacía un par de años había decidido volver a casarse para tener un heredero. Había heredado el dinero de su difunta esposa, y junto con su propia fortuna, no requería casarse por interés. De todas las jóvenes solteras y disponibles, Elizabeth fue la que, por su aspecto físico, carácter y educación, más le llamó la atención, sumado a que era la hija de un caballero inglés.

El Sr. Harrison, solía ir a Boston dos veces a la semana por negocios. Desde hacía varios años le vendía parte de su cosecha al Sr. Smith, y estaba interesado en continuar vendiéndole al Sr. Gardiner.

Lamentablemente a finales de 1806, falleció el Sr. Smith. El Sr Gardiner que, desde hacía ya un tiempo, se encargaba de la mayoría de tareas del negocio, le ofreció a la Sra. Smith una parte de las ganancias. La Sra. Smith estaba muy acostumbrada a tener una vida activa, y aceptó la propuesta solo con la condición de poder seguir trabajando en el almacén y estar a grandes rasgos al tanto de los contratos de la compañía.

Los meses fueron pasando, y los Gardiner decidieron quedarse a vivir en Boston. A su vez, Elizabeth estaba siendo cortejada por el Sr. Harrison y estaba feliz con su vida en América. Casi todos los meses recibía una carta de Jane y muy esporádicamente de sus padres y hermanas.

En los primeros meses de 1807, el Sr. Harrison después de un largo cortejo, le propuso matrimonio. Elizabeth gustosamente aceptó, ya que genuinamente lo apreciaba, lo consideraba un hombre muy atractivo y además disfrutaba muchísimo de su compañía. Era consciente que lo que sentía por el Sr. Harrison, no era el tipo de amor que se describe en las novelas, pero era más que suficiente para tener una vida feliz y un próspero matrimonio.

1807 – Invierno 1809

La boda de Elizabeth y Thomas Harrison fue muy concurrida. Muchas de las jóvenes de Boston se lamentaban que el rico y guapo Sr. Harrison se casara con una extranjera. Aunque, meses atrás, algunas de ellas no estaban particularmente interesadas en ser la Sra. Harrison.

En el viaje de bodas fueron por varias semanas a Nueva York, ya que el único hermano del Sr. Harrison vivían en dicha importante ciudad. John Harrison era 2 años menor que Thomas, y era un prestigioso abogado. Estaba casado con una dama de unos 28 años - Marianne Harrison – que la había conocido varios años atrás Boston.

Lamentablemente, Marianne y Elizabeth tenían muy pocos intereses en común. Sumado a ello, varios años atrás, Marianne había estado interesada en casarse con Thomas por ser el heredero. Cuando Thomas se casó por primera vez, Marianne volcó toda su atención en su hermano menor John. Pese a que llevaba una vida confortable en Nueva York, Marianne solía lamentarse que John no era tan rico como Thomas, y que era muy injusto que heredara todo el hijo mayor.

Después de visitar Nueva York, volvieron a la hacienda - "Los Abetos" - donde comenzaron realmente su vida de casados.

En los primeros meses, Thomas insistió que Elizabeth debía conquistar su miedo a los caballos. Con mucha paciencia, varias lecciones, y una adecuada yegua, logró que Elizabeth cabalgara con soltura, aunque nunca sería una experta jinete.

Otra de las cosas que Thomas insistió fue que debía aprender a usar un arma, ya que había rufianes en los alrededores y era imperativo que supiera defenderse. En ese aspecto, Elizabeth demostró tener muy buena puntería, y en poco tiempo era casi tan buena en tiro al blanco como su marido. Thomas le compró una pequeña y bonita pistola para que llevara siempre con ella.

Al igual que hacía en Longbourn, todas las semanas visitaba a los inquilinos, y tomó un rol muy activo en las obras de caridad de la iglesia.

Thomas la apoyaba en prácticamente todo, y raramente discutían. Por mutuo acuerdo, compartían la misma habitación, y era raro que pasaran varios días sin que hicieran el amor. Poco antes de cumplir el primer año de casados, el doctor confirmó que Elizabeth estaba embarazada. Thomas al principio estaba muy preocupado; si bien el principal motivo por el que se había casado era para tener un heredero, tenía miedo que algo le pasara a Elizabeth, ya que estaba completamente enamorado de ella.

Las Sra. Gardiner y Smith, a partir que Elizabeth entró en el sexto mes de embarazo, comenzaron a visitarla en "Los Abetos", para que ella no tuviera que trasladarse 5 millas a Boston.

Al principio, Elizabeth estaba muy frustrada por todas las restricciones que su marido había impuesto, y en reiteradas ocasiones trató de convencerlo que se sentía muy bien y nada malo iba a pasarle; pero todo fue en vano.

En setiembre de 1808, Isabella Harrison nació. El parto fue relativamente corto, y afortunadamente no hubo contratiempos. En muy pocos días, Elizabeth estaba completamente recuperada, aunque esperó un mes para retomar por completo sus tareas en la hacienda y las obras de caridad de la iglesia. Al principio, Thomas se desilusionó ya que ansiaba tener un hijo varón y heredero. Pero al poco tiempo, la pequeña Isabella conquistó por completo su corazón. La niña era muy dulce, raramente lloraba, y parecía estar siempre sonriente. Tenía los mismos hermosos ojos de Elizabeth, de un color verde oscuro con destellos dorados, pero tenía el cabello rubio como su padre. Todos los que conocían a Isabella, coincidían que pocas veces habían visto una bebita que llorara tan poco y además tan bonita.

Para fortalecer el vínculo con su hija, Elizabeth había leído y también escuchado a la principal partera de la región afirmar que era bueno y saludable que la propia madre alimentará a su hijo, y así se lo hizo saber a su esposo. A regañadientes, Thomas aceptó, ya que era esperado que las señoras ricas tuvieran nodrizas y no se ocuparán de esas tareas personalmente. Igual por precaución, contrataron a la hija de un inquilino que había tenido recientemente un bebé.

A los pocos días que nació su hija, Thomas modificó su testamento. Debido a que la hacienda estaba vinculada, los hombres tenían prioridad para heredarla. Eso implicaba, que, si no tenía un hijo varón, John era el siguiente en la línea sucesoria para heredar "Los Abetos". En los 12 años que hacía que era propietario de "Los Abetos", había logrado ahorrar una fortuna de más de £40.000, de los cuales, su difunta esposa había aportado £20000. En el contrato matrimonial de Elizabeth, había estipulado que, si el moría antes que ella, Elizabeth heredaría £20000. En su nuevo testamente, estipulaba que todo el dinero restante de su fortuna sería para Isabella.

Un mes más tarde, Isabella Harrison fue bautizada en la pequeña capilla de "Los Abetos". Debido a que Marianne Harrison estaba por dar a luz, los Harrison, no pudieron viajar a "Los Abetos" y ser los padrinos de Isabella. Ese honor fue otorgado, y aceptado gustosamente por los Gardiner.

Un mes más tarde, recibieron la buena noticia que Marianne Harrison había dado a luz un hijo varón y había sobrevivido sin problemas el parto.