Estática, era todo lo que podía ver, como un televisor cuya señal se había perdido. Sus ojos se esforzaban por mirar más allá y aún así no podían divisar nada a la distancia o en la cercanía; sus oídos intentaban con toda su concentración captar cualquier sonido, pero incluso eso era infructífero. Pensó en mover sus manos o cualquier extremidad disponible, pero no sentía nada que le pudiera indicar que había habido un movimiento, nada que le pudiera confirmar siquiera que contaba con tales extremidades. Todos sus sentidos le fueron negados y cualquier forma que tenía para percibir el mundo a su alrededor era inexistente. Muy pronto su ser se llenó de inquietud; sin una forma de ser consciente de su entorno, estaba indefenso ante la aparente nada que lo rodeaba. Sin embargo, había algo que podía hacer: todavía conservaba su capacidad de pensar.

Y así lo hizo, pensó y pensó en cada cosa, desde la más insignificante ocurrencia hasta la pregunta más grande jamás resuelta. Pensó en su situación actual y en cómo salir de este raro estado de conciencia, pero nada pasó. Entonces, en su desesperación, empezó a recordar.

Su vida, la vida que había tenido en algún momento antes de estar como ahora; la vida que tanto había despreciado y amado, la que valoraba y daba por sentado, de la que quería escapar y en la que quería quedarse. Fue realmente una vida llena de ambigüedades.

Era un chico joven, a finales de la adolescencia, con 17 años y con una mente llena de basura. Una familia amorosa que se separó con el tiempo, una tragedia tras otra, una alegría tras otra. Vivía en la monotonía de la rutina y escapaba de vez en cuando. No había hecho nada increíble, pero tampoco quería ser un mediocre, finalmente logrando nada, apenas viviendo realmente.

Su nombre, no considero que fuera relevante recordarlo, no porque renegara del amor de sus padres. Siempre tuvo un desapego por su propia persona que evolucionó con el tiempo hasta convertirse en odio. Intentó engañarse a sí mismo señalando y culpando a lo que lo rodeaba, pero la raíz del problema nunca fue más clara para él. Un día, ese odio casi lo lleva a cometer una locura, a poner fin a todo. Habría sido un nombre más en una larga lista, una cifra más, un alma exhausta de su propio cuerpo, tan pesado… Pero algo evitó tal desenlace.

Justo antes del momento decisivo, él se puso a pensar, justo como ahora, pero con un motivo diferente. No buscaba salvación, ni quería poner excusas. Lo que él quería no estaba tan claro, nunca lo estuvo. Pero había algo que él definitivamente no quería, y eso era continuar de la misma manera, fingiendo que lo que hace tiene sentido cuando el futuro se ve tan nublado. Pero incluso en su momento más bajo, nunca dejó que nadie lo supiera. Incluso ahora, esbozaba una expresión tranquila, una ligera sonrisa apenas mostrándose. Pero si alguien mirara sus ojos con detenimiento, se daría cuenta de la verdad. En ellos se reflejaban un sinfín de emociones caóticas que amenazaban con salir, pero nunca lo hacían. Se enorgullece de su autocontrol, pero incluso eso no era suficiente para detenerlo ahora.

Sin embargo, él no era una mala persona. Incluso en un momento tan crucial, no pudo evitar pensar en los demás. Sus acciones tienen consecuencias. Lo que sucedería después… Ya no estaría para presenciarlo, pero aún así sucedería. Incluso si su existencia termina, tendrá un impacto. Sabiendo tal cosa, ¿cómo podría dar el paso? Pudo imaginar claramente cómo todos recibirían la noticia. Llorarían, se enojarían y buscarían respuestas. Respuestas que él nunca daría. Y sufrirían su pérdida, durante unos días, unos meses, algunos años, por el resto de su vida. Ellos sufrirían su pérdida, ya sea en menor o mayor medida, y sería su culpa. ¿Cómo podría hacer algo así? ¿Cómo podría ser tan egoísta?

Se detuvo. Al final, no pudo dar el paso. Pensamientos sombríos llegaron a él: 'Fui un inútil incluso para esto, qué desagradable. Si fuera una persona diferente, no hubiera dudado. Si no fuera por…'

Entonces… se dio cuenta de algo.

Por su cuenta, él mismo lo habría hecho sin dudarlo siquiera. Pero no estaba solo. Por primera vez en mucho tiempo, había encontrado algo que no era culpa suya. Tal hallazgo hizo que se llenara de… absolutamente nada. Después de todo, esto no era algo que celebrar. Y eso es por la segunda revelación que esto traía consigo: su vida ya no era solo suya. Los lazos que había formado con los demás se volvieron cadenas. ¿Qué pudo hacer para evitar tal cosa?

Nada de nada.

Justo en el momento en que nació, su destino fue sellado y como tal, solo pudo ofrecer las manos y dejarse atar por esas cadenas mientras su alma anhelaba libertad.

Pero no era más que un sueño imposible, lejano y solo alcanzable en su imaginación. En el fondo, en lo profundo de su egoísmo, no pedía otra cosa, pero también fue codicioso. La libertad fue sólo un requerimiento para su verdadero objetivo: terminar con todo. Pero eso no podía ser posible sin lastimar a nadie, y por ello quería tanto ser libre.

¿Un razonamiento enfermo? Tal vez lo era. Pero por mucho que mintiera a los demás, no podía engañarse a sí mismo e ignorar lo que sentía. Podrían decir que tiene el panorama nublado y que se equivocaba. Eso sí alguien se enteraba, claro. A lo largo de su vida, trabajó duro para no mostrar sus verdaderos sentimientos. Hubo un par de veces que estuvo en peligro de ser descubierto, lo que le generaba un conflicto: '¿Si se enteran, tal vez alguien puede ayudarme?' Pero, por supuesto, eso nunca pasó. Nadie nunca escudriñó más en lo profundo de su ser para descubrir la verdad.

Las complejidades de su mente y la realidad en la que vivía fueron cosas que tuvo que aceptar para intentar vivir con normalidad en medio de su confusión. Sin embargo, nunca estaría preparado para algo tan repentino como lo que le sucedió un día.

La situación que lo trajo a esta nada absoluta, casi lo olvidaba.

Como si fueran invocados por su mente, sus sentidos se estaban recuperando lentamente. Se llenó de alivio, pero justo después una nueva sensación lo invadió.

Dolor

En grandes cantidades, suficientes para inducirlo a ese extraño estado en el que supuso que su mente se nublaba por el shock. Pero ahora podía sentirlo: el frío pavimento debajo de él y la falta de fuerza para levantarse. Se desesperó.

Un accidente automovilístico.

El sonido de la bocina de un camión.

Una luz fue todo lo que vio antes de sentir el impacto.

Ahora lo recordaba. Intentar mover su cuerpo solo traía más dolor. Hacía mucho que dejó de sentir las piernas y la sangre saliendo de su boca con una tos confirmaba una grave contusión interna.

Su objetivo iba a cumplirse; se estaba muriendo. Pero que sucediera de esta forma lo enfermaba. No estaba bien, aún no era libre. Su vida se estaba desvaneciendo, sus sentidos se iban perdiendo poco a poco hasta la inexistencia misma. El frío pavimento dejó de ser un problema. Estaba viendo su vida pasar frente a sus ojos mientras el momento de su muerte se ralentizaba. La revelación finalmente le llegó como un balde de agua fría.

¿No había sido suficientemente cuidadoso al cruzar la calle?

¿Estaba tal vez demasiado distraído?

No, incluso estaba usando el paso peatonal y estaba bastante seguro de que el semáforo estaba en rojo. El incidente no fue culpa de él. Una vez más, los azares del destino le jugaron una mala pasada.

Ahora contemplaba todo lo que había hecho. Tuvo la oportunidad de ver toda su vida en un momento mientras la llegada de su muerte se acercaba… y no le gustó lo que vio.

Patético, detestable, desagradable, repulsivo, asqueroso, aberrante, risible, vergonzoso, vulnerable, débil, inútil, egoísta, arrogante, irrazonable, perezoso, dañino, corrupto, despreciable, caprichoso, envidioso, falso, ignorante, descuidado, desesperante, cancerígeno.

Fue lo peor de lo peor, un sinfín de malas decisiones y errores. Momentos que pudieron ir bien arruinados por él, problemas que conscientemente ignoró hasta que fue tarde. Era un desastre.

No le gustó para nada.

¿Todo terminaría de esta manera?

Una vez más, no le quedó más opción que aceptar su final.

¿Era este un buen final?

No, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no.

Un final como este… tan insípido, no había manera…

No tenía ninguna oposición a la muerte pero la forma en que una vez más un destino tormentoso se le impuso fue la gota que colmó el vaso. Todo su ser ardía en una violenta ira. Si se concentrara, tal vez podría notar cómo su sangre ardía en sus venas.

Entró en un estado de negación profundo en el que la idea de terminar de esta manera fue rechazada de forma absoluta. Sin embargo, evadir la muerte fue imposible y él lo sabía. Fue de conocimiento común, y tal insensatez era digna de burla. Pero no le importó. El irrazonable destino se encontraba ahora frente a alguien igual de irrazonable. Ignorando todo el ruido a su alrededor, se concentró en resistir. Todo a su alrededor empezó a desvanecerse.

El tiempo se detuvo a su alrededor. O mejor dicho, se ralentizó. Los segundos que perdió se convirtieron en milésimas, y las milésimas en su conciencia se extendieron aún más. Hizo todo lo que pudo por extender el momento de su muerte, cada vez más, en un esfuerzo aparentemente inútil. Pero no se detendría.

Esta fue su realidad. Un acto desesperado viniendo desde lo más profundo de su ser. Sería como un pequeño pez que nada en contra de la corriente más fuerte. Un último acto de rebeldía contra su realidad, su miserable realidad.

Reunió todo lo que pudo, cada ápice de conciencia, cada pequeña cantidad de energía. Todo por este último esfuerzo. Esta fue la totalidad de su ser, sacándole el dedo medio a todo y a todos en su arrogancia. Una oración surgió de su interior y resonó en la totalidad de su alma.

—¡No hay forma de que acepte este final de mierda!—

Como si su ser mismo le sacara el dedo medio a todo y a todos.

Fue inútil, pero no carecía de significado. Por contradictorio que pueda sonar, se sintió satisfecho consigo mismo mientras era genuino y se revelaba contra su situación. Un poco tarde para hacerlo, pero nada ni nadie le quitaría el logro.

La muerte ya estaba a punto de reclamarlo. Con sus últimos momentos, no pudo evitar sentir que pudo hacer algo diferente.

Una segunda oportunidad… ¿Si tuviera una segunda oportunidad, todo sería diferente? ¿O encontraría diferentes formas de cometer los mismos errores?

—Si tan solo contara con una segunda oportunidad, entonces todo…— Pero tal idea no pudo culminar.

Aquel día, una familia quedó de luto. Algunas personas se entristecieron, otras se enfadaron, otras se alegraron. Así pasó, un nombre más en una larga lista, una cifra más. Jurando para sí mismo que a partir de ese momento, sería el mismo sin aceptar su final.

Pero su vida había terminado.

Un segundo después, el mundo se volvió blanco

Eh?

Fue repentino y sin embargo se sentía natural, como levantarse por la mañana cualquier día después de haber cerrado los ojos la noche anterior. Sin embargo, tal situación no era normal. Un sinsentido más en su vida al que rápidamente trató de encontrarle explicación, no deseando que la lista creciera más.

Él, su cuerpo, su alma y su ser mismo parecían haber desaparecido. No pudo precisar cuánto tiempo había transcurrido, pero no había duda de que tal cosa había sucedido. La nada, qué cosa más aterradora a la que se enfrentó. No hubo pensamientos ni dolencias, no hubo preocupaciones o sentimientos, no había él ni nadie más. Toda ambición a la que pudo haber aspirado fue dejada en el olvido, al igual que cada responsabilidad. Podría sonar como algo liberador… Pero no lo fue.

Era falso. No era real en absoluto. No era más que una falsa noción de libertad. No tenía opciones que tomar y podía decir con seguridad que su libre albedrío se fue al carajo. Pensar que todo eso pudo haber durado apenas un segundo en la nada hizo que un intenso escalofrío le recorriera la espalda y que su cuerpo temblara en un profundo terror. Al mismo tiempo, se sintió aliviado por este hecho. Después de todo, ahora podía sentir algo, y si había algo, no estaba en la nada.

La sensación de no sentir nada es algo que lo marcará para siempre, pero ahora…

Calidez.

A su alrededor.

Se tomó un momento para apreciarlo y notar el marcado contraste con el frío abrazo de la muerte que había llegado anteriormente para reclamarlo. En comparación, fue muy reconfortante. Deseaba quedarse así más tiempo y aunque no sabía cuánto sería suficiente, tenía muy presente que si no era así, no podría recuperarse del shock por el que estaba pasando ahora mismo. Así que permaneció allí, simplemente disfrutando del momento. Había pasado por algo realmente malo y creía que se había ganado al menos esta recompensa. Pero algo interrumpió su trance.

—¿No es lindo?—

Una voz femenina irrumpió de repente en sus oídos, con un tono cariñoso que pronunció palabras que creía eran de afecto, aunque no pudo estar seguro, ya que no entendía lo que decía. De alguna manera, se encontraba agradecido por esa voz, el sentido del oído le recordó que seguía vivo.

No tenía idea de cómo algo así era posible. No era tan ingenuo como para pensar que sus esfuerzos habían logrado lo imposible, pero por ahora se concentraría en el presente. Uno por uno, sus otros sentidos probaron su existencia, y una profunda alegría lo llenó cuando pudo percibir la realidad a través de ellos una vez más. Lleno de anticipación, abrió los ojos.

Se encontraba en una habitación ligeramente pequeña, acogedora, con paredes de madera y muebles colocados ordenadamente. Dedujo que estaba en la casa de alguien. No en una fría camilla de hospital. No podía decir si esto era bueno o malo. Lo que sí podía sentir era el abrazo de una persona que lo mantenía cerca con cariño. Miró hacia arriba y pudo confirmar la identidad de aquella voz.

Una mujer hermosa llenó su vista. Tenía cabello castaño que caía por debajo de sus hombros y ojos marrones que armonizaban con su pelo. En esos ojos, pudo ver reflejada la amabilidad de esta persona. La situación se volvía cada vez más extraña, y por más que intentara, no podía llegar a ninguna conclusión. En un momento inoportuno, se sumaron más incógnitas.

—Digno hijo de su padre —dijo una voz más gruesa, ligeramente autoritaria, pero en ese momento transmitía gran alegría. Definitivamente, era la voz de un hombre, pero nuevamente no pudo entender sus palabras. Parecía un idioma distinto. Volvió su mirada al lado de la mujer, donde provenía esa voz.

Vio a un hombre de aspecto atlético. No tenía rasgos tan refinados como los de la mujer, pero no se quedaba atrás. Su cabello era negro azabache y sus ojos afilados le daban un aire temerario. Sin embargo, parecían suavizarse cuando miraban hacia él y hacia la mujer. Definitivamente eran pareja; podía decirlo por la forma en que permanecían juntos.

Observó lo suficiente para asegurarse de que estaba en un lugar seguro. Ahora era el momento de hacer preguntas.

—Ahh…—

Pero cuando intentó comunicarse, no salieron más que balbuceos incoherentes. Una vez más, se encontraba preocupado. Fue como si nunca antes hubiera usado su lengua para hablar. Con la falta de palabras y el creciente sentimiento de que algo estaba terriblemente mal, extendió sus brazos hacia ellos en un intento de hacerles entender sus intenciones.

¿Eh?

¿Sus manos siempre habían sido tan pequeñas?

Cuando las miró, no pudo creer lo que veía.

Sus manos eran diminutas. Dudaba que fueran suyas, pero no había alternativa. Podía sentir perfectamente esas manos. Le pertenecían.

Confusión, sorpresa y desesperación se presentaron en su interior, en ese orden exacto. Ahora caía en cuenta de la realidad, de la verdadera naturaleza de la situación y de lo que explicaba cómo ahora estaba vivo.

Él había reencarnado.

Era absurdo, fantasioso y carecía de sentido.

Pero allí estaba él.

Su vida, de la que tanto había renegado, la que había querido y odiado, la que había maldecido y apreciado. Aquella en la que había formado lazos con personas y también hecho enemigos. Todo eso se había desvanecido. Todo por lo que había luchado ya no significaba nada, porque estaba de nuevo en el punto de partida, después de no haber ganado la carrera anterior.

Sabía lo que esto acarrearía: mucha gente sufriría a causa de su muerte.

Incluso en la muerte, fue problemático.

Un último pensamiento sobrio se apoderó de su mente mientras su melancólico estado de ánimo se sumergía rápidamente en una profunda tristeza. Ahora lloraba desconsoladamente por todo lo que había dejado atrás.

Solo deseaba fervientemente que las personas que había dejado atrás estuvieran bien. Comenzó a llorar por ellas, sintiéndose abrumado. ¿Era esta su segunda oportunidad? ¿Qué tipo de cruel broma era esta? ¿Por qué tenía que terminar así?

Pero nuevamente, algo lo sacó de sus pensamientos. Las manos que había extendido fueron tomadas con cariño por las personas frente a él.

—Todo estará bien, pequeño —

Una vez más, no entendió lo que decían. Parecía ser un lenguaje similar a algo que había escuchado en algún otro lugar, y por lo tanto, las palabras cariñosas que le dirigieron se le escaparon en su comprensión. Sin embargo…

—Estamos aquí contigo —

El sentimiento que emanaban no pasó desapercibido. Pensó que eso era lo que denominaban "lenguaje del amor". Se sintió bien, se sintió auténtico. Ahora estaba seguro: no estaba muriendo y no sufría en silencio. Esta, de verdad, era una segunda oportunidad. Aunque agridulce, debía conformarse con eso por ahora. Aprendería de las personas que parecían ser sus padres.

Continuó llorando, pero esta vez no por tristeza. Experimentó un alivio reconfortante al sentir que se liberaba de un gran peso. No era exactamente libertad, pero eso estaba bien para él.

Tendría que comenzar desde el principio… no,

Él comenzaría de cero.

Los días pasaron tan rápido como llegaban; con el tiempo suficiente, había podido aprender nuevas cosas. Fue cuidado con extrema delicadeza y cariño. Era un bebé, después de todo, y aunque aún no entendía a sus padres cuando le hablaban, pudo reconocer el idioma como japonés. Ahora tenía una buena idea de dónde estaba. Dio gracias a cualquier entidad encargada de la reencarnación por hacer que naciera del mismo género y en un país del primer mundo. Ahora tenía un montón de oportunidades que no dejaría pasar. Se aseguraría de tener un buen futuro. Sin embargo, ser un bebé también trajo sus partes malas. Su libertad de movimiento se vio limitada y su temprana conciencia de sí mismo y su entorno hizo que esperar que el tiempo pasara fuera brutalmente aburrido. En momentos así, le costaba encontrar una buena forma de invertir su tiempo de forma productiva, y la constante vigilancia de sus padres no le dejaba mucho margen de acción.

Tenía exactamente cero ganas de recordar las veces que tuvo que ir al baño. Fue muy humillante. Contrario a lo que se pensaría normalmente, tener la mente de un adulto en el cuerpo de un bebé traía muchos inconvenientes. Sin embargo, las ganancias a largo plazo que podía traer fueron increíbles. A menudo se encontraba pensando en el futuro mientras trataba de adaptarse al presente. Incluso si tenía muchas dudas sobre cómo y por qué estaba aquí ahora mismo, no tenía forma de saberlo con certeza. Para evitar ese sentimiento de incertidumbre, tuvo que concentrarse en el aquí y el ahora.

Aún con diversos contratiempos, se enfocó en el desarrollo de su cuerpo. Con movimientos poco sospechosos, fue fortaleciéndose poco a poco y sus balbuceos incoherentes ya estaban tomando forma. En un futuro, estudiaría el idioma y podría hablarlo con fluidez. Al menos se mantuvo lo suficientemente ocupado para no pensar en cosas innecesarias. Pensamientos sombríos llegaban a él con recurrencia, pero siempre fueron rechazados y se les restó importancia. Era su propia mente siendo desagradable consigo misma. Su antiguo yo estaba muerto, y por mucho que se culpara de su vida pasada, no dejaría que influyera negativamente en su vida actual.

Dejando a los demás atrás y fingiendo que nunca pasó. Verdaderamente desagradable.

Pero no se dejaría desanimar. Después de todo…

Hoy era un día especial. Como tal, se le brindaba una oportunidad especial. Por fin, vería el exterior. Hasta ahora, solo conocía la casa de sus padres, pero hoy, por fin, vería qué hay más allá. Estaba lleno de anticipación. De lo poco que había visto de su casa, podía decir que no eran una familia muy adinerada ni nada por el estilo. Tenía el aspecto de ser alguna casa de un pueblo cerca del campo, por lo que no esperaba ver ninguna edificación de más de 2 pisos. Mientras era cargado en brazos por su madre, se acercó poco a poco a aquella puerta que llevaba al exterior. Se detuvo a pensar en el simbolismo detrás de la situación. Siendo esta su primera vez en el exterior, como si atravesara una barrera puesta por él mismo para protegerse, y ahora fuera a aventurarse en un mundo completamente desconocido. Y con esos pensamientos, cruzó el umbral.

La luz del sol casi quemaba sus retinas, el aire característico de la naturaleza llenaba sus pulmones. Se sentía mucho más puro que en casa. Parecía que sus especulaciones sobre el lugar eran más o menos acertadas. Había muchas casas alrededor de la suya y juntas formaban lo que creía que era un pueblo con unos 300 habitantes, probablemente menos. Las edificaciones tenían un aspecto rústico y medieval. Era como si el pueblo se hubiera detenido en el tiempo.

Una vez fuera, su padre se colocó junto a su madre y juntos caminaron. Varias personas del lugar se les acercaban a hablar, pero nuevamente no entendía el idioma. Aunque pudo imaginar lo que decían. La cara orgullosa de su padre prácticamente gritaba 'Así es, este es mi hijo', y su madre solo sonreía. Ella realmente parecía amarlos a ambos. Se alegró de al menos no nacer en una familia disfuncional. No todos cuentan con esa suerte, mucho menos conservan sus recuerdos tras renacer.

Sin embargo, también hubo miradas indiscretas mal disimuladas y llenas de malicia. No estaba claro para él la primera vez, pero esta vez era seguro: por alguna razón, esas miradas estaban dirigidas a él y su familia. Un hecho preocupante que le puso los pelos de punta.

Había un edificio que se destacaba un poco por encima de los demás. Parecía estar ubicado en el centro del pueblo y no era uno con el objetivo de ofrecer alojamiento. Parecía ser para fines mucho más profesionales. Tal vez se trataba del líder de la aldea o de alguna figura de autoridad que mantenía las cosas en orden. Daba ese aire de importancia. Allí fueron recibidos por una cara.

Era un anciano que parecía tener setenta y tantos años, con rasgos faciales arrugados por la edad y una larga barba adornando el mentón. Podía decir claramente que desprendía una sensación de sabiduría y experiencia. Pero lo más raro fue…

¿¡Tenía cuernos!?

¿No se lo estaba imaginando, cierto?

Parpadeó un par de veces, pero seguían allí, extendiéndose por encima de su cabeza desde su frente. Podía ver claramente cómo emergían de ella. Por lo que no eran falsos. Los más prodigiosos en el arte del maquillaje podrían lograr un resultado así, pero bastaría con mirar de cerca para notar la diferencia. Eran genuinos.

Su situación fue cada vez más extraña y ya no sabía qué pensar.

Con lo que parecía ser una ceremonia de bautizo, se le dio la bienvenida como un nuevo miembro de la aldea. El nacimiento de un bebé siempre fue algo que festejar, pero al parecer no todos pensaban igual. Mirando alrededor, no pudo ver a nadie más que al anciano y a sus padres. El recuerdo de aquellas miradas de la gente pasó fugazmente por su cabeza una vez más.

Esto fue ciertamente preocupante.

Como si no fuera suficiente tratar de descubrir qué estaba sucediendo aquí, ahora tenía que llegar al fondo de un nuevo misterio. El anciano no estaba particularmente contento de recibirlos, pero a él le importaba más descubrir por qué tenía cuernos.

La ceremonia terminó rápidamente y fueron despedidos del edificio de forma apresurada. Una vez en casa, su padre se dispuso a cortar leña. Parecía ser bastante fuerte, pero aún así…

—¿Cariño, necesitas ayuda? —

Su madre parecía entreabrir los labios con palabras llenas de inquietud, mientras que su padre, con un semblante relajado, intentaba apaciguarla. Sin embargo, la escena se vio interrumpida por un repentino vendaval que azotó su rostro con tal intensidad que debió cerrar los ojos instintivamente. Al intentar discernir el origen de esta fuerza desenfrenada…

Descubrió que provenía de la mano de su madre.

Una fuerza elemental se estaba concentrando en su palma, materializando un vendaval en cuestión de segundos. El viento giraba y se enroscaba en su mano, como si obedeciera una antigua melodía de magia. Y en su interior, una emoción de asombro y fascinación crecía sin cesar, pues ¿cómo no podría estarlo? Desde sus primeros recuerdos, había encontrado refugio y maravilla en los relatos que le hablaban de un mundo donde la magia se manifestaba. Historias de cuentos de hadas ahora palidecían ante esta maravillosa realidad, sus ojos eran testigos de lo inimaginable.

La magia era real.

Con un leve silbido, la corriente de aire que había reunido desapareció en un suspiro, pero su destino ya estaba sellado. Con una velocidad asombrosa y precisión quirúrgica, el vendaval se transformó en una hoja invisible que surcó el espacio. El objetivo de esta manifestación de poder fue…

La leña. Fue cortada limpiamente en dos.

La risa nerviosa de su padre resonó como una música en sus oídos, celebrando el asombroso acto de su madre.

—Los Oni son realmente sorprendentes…—

Entre todas las palabras que se entremezclaban en su entorno, una en particular se destacaba. Desde su perspectiva, lo que los demás decían parecía un galimatías incomprensible. Sin embargo, había una palabra que había resonado en su mente antes. Una palabra que había encontrado en algún rincón remoto de sus recuerdos.

Oni.

La comprensión por fin iluminó su mente, aunque fue confrontada de inmediato por su propio escepticismo arraigado. A estas alturas, ya no había cabida para las afirmaciones de lo "imposible". Estas palabras, "no puede ser posible", murmuradas en su interior, resonaron como un eco vacío de su antigua vida. Sus ojos no podían negar la realidad que, una vez más, se le revelaba de manera sorprendente. El sinsentido de su situación lo envolvía cada vez más, como si el mismo universo se riera de él.

No obstante, ya no tenía sentido refugiarse en la negación. Tras haber experimentado la esencia misma de lo absurdo en el mundo, no podía descartar estas manifestaciones incomprensibles que continuaban surgiendo. En este punto, lo único que podía hacer era mantener su mente abierta. Las posibilidades eran infinitas y no estaba dispuesto a perderse ni una sola.

Por tanto, lo que presenciaba no podía ser descartado, y como tal, llegó a una conclusión.

La magia era real y por ende este no podía ser su mundo original.