Primavera 1809 - Marzo 1812

Los negocios del Sr. Gardiner seguían prosperando tanto en Boston como en Londres. En la primavera de 1809, la Sras. Gardiner y Smith inauguraron un salón de té, donde vendían infusiones de diversas partes del mundo, junto con tortas y 'helados' similares a los que se vendían en Gunter's (Londres). A pocos meses de su apertura, el lugar era muy popular, especialmente por las jovencitas ricas de la ciudad.

Lizzy, que adoraba comer tortas y 'helados', a partir que Isabella cumplió su primer año, iba con ella casi todas las semanas. Además, estaba aprendiendo con la cocinera principal a hacer sus postres favoritos, aunque no siempre le salían bien. Cuando reflexionaba sobre su vida pasada, y lo que era considerado por sus antiguos conocidos – la Srta. Bingley y el Sr. Darcy - una joven instruida, se daba cuenta de lo inútiles que eran la mayoría de las cosas que dichas jóvenes aprendían, y que mal preparadas muchas de ellas estaban para enfrentarse a un revés de fortuna.

Una vez al mes, tanto los Gardiner como Lizzy, recibían cartas de Londres. Las del Sr. Thompson solían ser concretas y muy focalizadas en los negocios, mientras que las de Jane eran sobre su pequeña familia y la de Longbourn.

Así, se enteró que, en la primavera de 1810, Kitty se había casado con un joven capitán que había conocido en Meryton. Al principio, el Sr. Bennet no quería dar su consentimiento, ya que el Capitán Denny además de su modesto salario, solo contaba con poco más de £1000 a su nombre. Pero, finalmente, y gracias a que los Gardiner le obsequiaron a Kitty £500 adicionales a los 800 que su padre había ahorrado en los últimos años para la dote de cada una de sus hijas - independientemente de la porción de su madre - pudieron casarse. No era una situación ideal, pero la pareja estaba feliz y el Capitán Denny confiaba que con arduo trabajo podría ascender y darle una mejor vida a su esposa.

Mary aún permanecía en Longbourn, pero estaba siendo cortejada por un joven abogado, sobrino de su tío Phillips, que trabajaba en Londres y además ayudaba a su tío en Meryton.

La familia Bennet, si bien nuevamente era aceptada por sus vecinos, e incluso a veces eran invitados a eventos sociales, raramente participaban. Se habían acostumbrado a llevar una vida austera y se habían desilusionado de sus vecinos.

Otro de los hechos notables que pasó en invierno de 1811, fue la muerte por influenza del Sr. Collins. Dado que no tuvo hijos varones - sólo una niña - Longbourn volvió a manos del Sr. Bennet y el heredero era ahora el hijo mayor de Jane.

Charlotte tuvo que volver a la casa de sus padres con su pequeña hija y sin dinero, ya que el Sr. Collins confiado en que iba a heredar Longbourn, y contando solo su salario de párroco, había ahorrado solo £200.

En una muy fría noche de diciembre de 1811, por el descuido de una criada, que se olvidó de poner el chispero en la estufa del salón principal de "Los Abetos", la casa en la madrugada comenzó a arder.

El lacayo que estaba de guardia, cuando se percató que el salón principal estaba en llamas, ya era muy tarde. Al ver que no podía contener el fuego, fue corriendo a despertar a su patrón y dar la alarma al resto de los sirvientes.

Thomas y Lizzy enseguida se levantaron, y salieron corriendo rumbo al cuarto de Isabella. El humo no permitía ver prácticamente nada, pero con mucho esfuerzo, y buena memoria lograron llegar a donde estaba Isabella. La niña, que tenía ya tres años, estaba durmiendo plácidamente y no se inmutó cuando Thomas la tomó en sus brazos y salió corriendo con ella. Al bajar corriendo las escaleras, Thomas tropezó y se cayó por las escaleras junto con Isabella. Lizzy sintió los gritos, y con mucho esfuerzo logró ver a su esposo tirado en el piso, y a Isabella, que se había despertado por el golpe, llorando. Corriendo fue hacia donde ellos estaban, Thomas trató de pararse, pero las piernas no le respondían. Su esposo le rogó que saliera de la casa lo antes posible con Isabella y buscara ayuda. Lizzy obedeció, y con mucho esfuerzo logró salir de la casa con su hija en brazos. Varios minutos más tarde, dos fornidos lacayos lograron traer en brazos al Thomas, pero lamentablemente, por todo el humo que respiro, murió unos minutos más tarde. Isabella tenía costillas quebradas, y leves quemaduras en los brazos, pero según el doctor, no era nada de vida o muerte y con reposo era muy probable que la niña en un par de meses se recuperara por completo.

Sobre el mediodía, el fuego se había completamente extinguido y la casa estaba completamente en ruinas. Los Gardiner, que en la mañana se enteraron de la triste noticia fueron enseguida a socorrer a su querida sobrina y ahijada. Como la casa estaba inhabitable, los Gardiner, invitaron a Lizzy e Isabella a vivir con ellos.

El Sr. Gardiner, se ocupó de organizar todo lo necesario para el funeral y entierro de Thomas Harrison. Lizzy le escribió a su cuñado contándole la triste noticia. Debido al muy mal tiempo, John Harrison y su familia llegaron a "Los Abetos" casi un mes después de la muerte de Thomas.

El testamento fue leído, y como Elizabeth confirmó que no estaba embarazada, la hacienda era ahora propiedad de John Harrison. Como la casa estaba en reparación, los Harrison volvieron a Nueva York, ya que John tenía que terminar algunos trabajos y poner a la venta su casa.

A principios de 1812, el conflicto entre Inglaterra y América estaba escalando. Se vislumbraba que era muy probable que se desencadenará la guerra. John Harrison que tenía muchos contactos en el Gobierno, muy preocupado por la delicada situación diplomático, le mandó una carta a los Gardiner y a Lizzy para incitarlos a que se volvieran cuanto antes a Inglaterra.

Los Gardiner, que eran muy conscientes del problema y compartían la inquietud de John, convencieron a Lizzy que lo más prudente era volver a Londres. Si bien Isabella había nacido en América, ella era inglesa, y sin la protección de su esposo era arriesgado quedarse en Boston.

En pocos días, los Gardiner vendieron todas sus posesiones, incluyendo la casa que habían comprado y el salón de té. El dinero que tenían ahorrado era suficiente para que los Gardiner, que tenían ambos más de 50 años, pudieran vivir el resto de su vida sin trabajar.

Así, en marzo de 1812, los Gardiner junto con Elizabeth e Isabella, que se estaba recuperando, zarparon hacia Londres. La Sra. Smith, que genuinamente los quería a los cuatro, con mucha tristeza, los fue a despedir al puerto.