¿puedo saber tú nombre?

-siempre tengo la sensación...

-algunos días, me despierto llorando sin saber porque...

-de estar buscando algo o a alguien...

-pero... siempre que despierto, queda un sentimiento de perdida...

….

Como cada mañana, Iguro Obanai se paraba sin la necesidad de un despertador. El estar levantándose a las cinco de la mañana desde hace más de tres años le han hecho una buena rutina para tener el tiempo suficiente de preparar todo para el restaurante y abrirlo a la hora de siempre. A pesar de ser el dueño siempre ha sido muy estricto con la puntualidad y no ha fallado desde el día que lo inauguró.

Empezó con su usual rutina; guardar su atuendo para el restaurante que previamente ya había lavado la noche anterior y consistía en la usual filipina, guantes de cocina, etc. Dejar preparado lo que iba a ponerse tras darse un baño, una vestimenta cotidiana muy sencilla y austera, tan solo un pantalón negro, camisa de algodón de cuello de tortuga también negra y su indispensable chaqueta blanca de rayas negras.

Una vez vestido, se dispuso a hacer un sencillo desayuno tras también darle algo de comer a Kaburamaru, una serpiente blanca que tenia de mascota y única compañía en su apartamento.

Tal como le ocurría en algunas ocasiones cuando se sentaba a solas a desayunar, volteaba a un lado suyo como si tuviese la sensación de que alguien hacía falta a lado suyo, y no es como que estuviese acostumbrado a vivir con alguien, es decir, desde que se mudó de casa a los 18 años para cumplir con su deseo de abrir su propio local de comida en Tokio ha vivido solo. No entendía porque en algunas ocasiones sentía que alguien faltaba, especialmente cuando era la hora del desayuno o de la cena.

Esa sensación no era nueva, empezó primero con un ferviente deseo de preparar comida. Desde que se graduó del bachillerato quiso estudiar gastronomía pues tenía una especie de necesidad de cocinar para las personas, más específicamente, para alguien en especial, aunque no sabía exactamente para quien, solo lo quería hacer. Sin embargo, aun teniendo un exitoso negocio de comida occidental tradicional, a pesar de ver el gusto de los clientes al probar su comida, aun la sensación de vacío, de estar buscando a algo o a alguien, no desaparecía.

-Kaburamaru... - murmura al sentir un peso sobre sus hombros, notando que su mascota nuevamente se había enrollado en su cuello - ¿Cómo te las arreglas para escapar de tu pecera? -le pregunta como si aquel reptil pudiera responderle, pero este solo sisea mirándolo con aquellos ojos rojos

Terminó de desayunar, lavo los trastes que usó, dejo nuevamente a Kaburamaru en su pecera y se dirigió a la entrada donde vio su reflejo en un pequeño espejo que le regresaba la imagen de sus ojos heterocromáticos (uno azul y el otro ámbar) y aquellas singulares marcas de nacimiento en sus mejillas que parecían como si lo hubiesen cortado. Nunca le tomo importancia a eso, ni a esas marcas ni a la condición de sus ojos, aun así, siempre se ponía una mascarilla blanca para salir, más que nada porque se había acostumbrado a traerla desde que empezó a estudiar gastronomía y sentía raro estar en la calle sin ella, era una parte más de su atuendo.

-regreso más tarde, pórtate bien - le dice al otro único ser con vida en aquel departamento antes de cerrar la puerta detrás suyo.

….

Al llevar sus manos a su rostro en cuanto despertó, se dio cuenta que estaba llorando. Hacía ya algunos días que no le había pasado, pero aquella mañana, ahí estaban de nuevo aquellas inexplicables lagrimas al alba, así como ese sentimiento de perdida que estrujaba su corazón ¿Qué era? Nunca se lo ha podido explicar.

-Mitsuri-chan – llama una familiar voz a la puerta de su habitación - ¿ya estás despierta?

-sí, adelante – dice la peli rosa tratando de limpiarse el rostro

Una hermosa mujer de ojos violetas, sonrisa cálida y amable, cabello negro lacio y largo se asoma por la puerta.

-buenos días Mitsuri-chan, solo venía a avisarte que ya está el desayuno -

-muchas gracias, Kanae-chan, enseguida voy – y aunque dio su mejor sonrisa, Kanae hizo una expresión de preocupación al notar las marcas de lágrimas en su rostro.

-¿de nuevo te levantaste llorando? - entra a la habitación, sentándose a lado de la peli rosa que ya no se atreve a fingir y baja la mirada

-no sé porque, es decir, no es que este triste por alguna razón, pero…. - Mitsuri se lleva una mano al pecho – a veces siento un vacío en el corazón, como si hubiese perdido una parte vital de mí, pero no sé qué es

-podría ser que una parte de ti recuerda una vida pasada – dice Kanae como si eso fuera de lo más normal - no te angusties tanto, sé que pronto encontraras como llenar ese vacío.

Kanae tenía una forma tan dulce de animar a las personas, era alguien sumamente amable y cálida. No importa por lo que estuvieses pasando, o que fuera algo tan extraño como le pasaba a Mitsuri, sus palabras y su rostro gentil siempre te daban la sensación de que todo estaría bien.

-anda, vamos a desayunar, un buen desayuno siempre te anima – Kanae se levanta junto a Mitsuri a quien toma de las manos al tiempo que esta asiente con la cabeza

El escenario que se encontraron era ya el usual, pero seguía siendo de lo más jocoso. Sanemi, el esposo de Kanae, negociando con su pequeño hijo de dos años, Mori, para que comiera su papilla, y, como también era usual, el pequeño haciendo puchero y no obedeciendo a su padre mientras que Kanao ayudaba a Shinobu a terminar de preparar los panqueques y poner la mesa.

-no puedo creer que aun te siga ganando – dice Kanae más que nada divertida y conmovida al ver a su refunfuñón esposo

-no sé porque nunca quiere comer conmigo – replica Sanemi mirando a su pequeño - y ya tengo que apurarme a ponerme el uniforme

-yo le daré de comer al pequeño Mori – se ofrece Mitsuri más que encantada yendo a donde el infante estaba en su silla

-gracias, Mitsuri – dice él peli blanco limpiándose la papilla de las manos

-no hay de que, es lo menos que puedo hacer para agradecer por dejarme vivir con ustedes – Mitsuri fácilmente le daba de comer al pequeño, posiblemente ayudaban todas las caras graciosas que le hacía.

Mitsuri era una buena amiga de la familia Kocho, ella y Shinobu solían ser inseparables desde pequeñas ya que coincidieron en la misma primaria y a pesar de que al momento de elegir sus carreras se fueron por caminos separados, siguieron siendo muy unidas. Por eso su hermana Kanae que vivía en Tokio y que estaba casada con el jefe de policías, Sanemi, no dudaron en recibir a Mitsuri en su casa ya que tanto Shinobu como Mitsuri habían encontrado trabajos en Tokio. Shinobu era farmacéutica en un hospital mientras que Mitsuri trabajaba para un amable matrimonio en una de las pastelerías más famosas de la ciudad.

Kanae también se mudó con ellos ya que el bachillerato es mucho mejor en la ciudad que en el pequeño pueblo donde solían vivir con sus padres.

El desayuno pasó como siempre, entre algunas risas causadas por el pequeño Mori, comentarios de parte de Kanae preguntándole a su hermana menor sobre el joven Kamado, un compañero de su escuela que algunas veces ha venido a la casa por algún proyecto escolar y quien era más que obvio que sentía algo por ella, aunque Kanao insistía tímidamente que solo eran buenos amigos.

-por favor, Kanao – agrega Shinobu divertida – se desvive por ti, te alaga incluso cuando respiras

-él es así con todos – defiende con timidez la aludida

-claro, sigue negando lo que para todos es obvio – Shinobu empieza a darle palmaditas en la cabeza, ante lo que Kanao se cubre su rostro sintiéndose de lo más avergonzada, especialmente porque todos asintieron ante lo dicho por ella.

-como también cierta farmacéutica con cierto doctor – insinúa con una sonrisa socarrona Sanemi, quien ya tenía orgullosamente puesto su uniforme azul de policía.

-oh, vaya, miren la hora, no me di cuenta de que se ha hecho tan tarde – expresa Shinobu dando un aplauso – Mitsuri, ya tenemos que irnos, de prisa – agarra del brazo a la peli rosa, llevándosela prácticamente a la fuerza – nos vemos – se despide con una extensa sonrisa al haber evadido el tema

-yo también ya me tengo que ir – Kanao se pone de pie – hasta luego - toma su mochila y sale detrás de las mujeres.

-estos jóvenes negándose a sí mismos – dice Sanemi tomándose el resto del jugo de su vaso

-cómo paso con cierto apuesto oficial que no se atrevía a invitarme a salir y tuve que pedírselo yo - señalo Kanae como si nada, haciendo que su esposo escupiera el jugo y se atragantara, lo que le causo una pequeña risa

-creo que ya llego Genya – dice Sanemi tras aclararse la garganta y ocultando su sonrojo – cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme ¿de acuerdo? - deja en claro poniéndose su boina.

Kanae sonríe enternecida ante la preocupación de su esposo, a quien se acerca poniéndose de puntillas y dándole un beso en la mejilla, lo que lo hace sonrojarse aún más. Después de casi cinco años de conocerse aun ese tipo de afectos sorpresivos de parte de ella lo seguían poniendo nervioso.

-no te preocupes, estaremos bien - dice acomodando la chaqueta de su esposo y mirando a la sala, donde está su pequeño jugando con varios de sus juguetes, a donde Sanemi va para despedirse de su hijo.

-pórtate bien, no le des problemas a mamá - dice al cargarlo y, como respuesta, el infante murmura algo y le baja la boina de policía a su padre hasta la cara - pequeño diablillo – se levanta la boina, observando que Mori se reía de su travesura, lo que hace sonreír enternecido al peli blanco y a Kanae, que miraba la escena desde lejos.

Sanemi deja de nuevo a Mori en la alfombra, y tras alborotarle el cabello mira a su esposa de quien se despide únicamente alzando la mano y sonriéndole con ternura.

-volvere más tarde - le dice

-que tengas un buen día – responde Kanae, regresándole el mismo gesto a su esposo, quien finalmente salió, dejándolos solos a ella y a su primogénito

Era aún increíble para ella que a pesar de que Sanemi siguiera sin recordar su vida pasada fuera el mismo a quien ella recordaba y que, además, se allá enamorado de ella. Si, Kanae desde hace algunos años empezó a recuperar sus recuerdos de aquella lejana y peligrosa vida de otra era, fue una serie de sensaciones que la estremecieron y la alegraron al mismo tiempo al caer en cuenta que en esta vida seguía siendo la hermana mayor de Shinobu y Kanao. Que encontró de nuevo a Sanami y Genya, quienes volvían a ser hermanos, a sus demás amigos. Fue maravilloso caer conscientemente en cuenta que todos estaban de nuevo en esa segunda oportunidad en la que podían vivir tranquilos y felices.

Estaba segura de que la razón por la que Mitsuri a veces se despertaba llorando era porque empezaba a recordar a alguien de su vida como cazadores, a alguien importante, lo mismo le paso a ella misma antes de recordar, que no fue hasta que, por alguna razón, los recuerdos vinieron a ella en el momento en que vio a Sanemi al evitar que estuvieran a punto de asaltarla. Solo bastó con verlo para que los recuerdos la invadieran, aunque quien sabe porque no pasó lo mismo con su ahora esposo, pero no importaba mucho, actualmente estaban al fin juntos y siendo felices, tal como no pudieron serlo en aquella época.

….

Obanai iba con la mirada perdida viendo tras la puerta de cristal del tren, que, como todos los días a esa hora iba bastante lleno, por eso siempre buscaba ir junto a la puerta, al menos así iba observando el ya conocido paisaje en su cotidiana ruta.

Faltaban dos estaciones más para que bajara, sin embargo, cuando el tren se detuvo, observó por unos segundos una cabellera rosa que le hizo abrir desmesuradamente los ojos y salir en aquella estación que no era la suya para ir detrás de aquella persona. Todo fue por mero instinto, miro por encima de la gente tratando de ubicar aquella cabellera, pero eran demasiadas las personas que bajaban y subían de la estación. Cuando finalmente se despejo un poco, no vio a ninguna persona con ese color de cabello.

-¿Qué estoy haciendo? - se pregunta a si mismo mientras esperaba el siguiente tren, aún estaba una estación atrás para llegar a su restaurante

Afuera del local que estaba aún cerrado, esperaban Rengoku Kyojuro, Tokito Muichiro y Kanzaki Aoi. No tenían mucho tiempo esperando, pero usualmente cuando ellos llegaban ya Obanai estaba adentro empezando a preparar todo, él siempre llegaba mucho antes ya que no le gustaba tenerlos esperando.

-hey – saluda Kyojuro alzando la mano al ver a Obanai caminando hacia ellos.

Rengoku era un buen amigo suyo de la escuela de gastronomía, se podría decir que era su socio en el restaurante ya que fue quien contribuyo la mayor parte para poder abrirlo. Los otros eran chicos de bachillerato que buscaban un empleo de medio tiempo y como a veces necesitaban ayuda extra los contrataron. Eran buenos empleados, muy responsables y confiables.

-lamento la tardanza – se disculpa Iguro al tiempo que sacaba las llaves para abrir la puerta del local

-es la primera vez que llegamos antes que el jefe – comenta Tokito Muishiro ladeando la cabeza

-me baje una estación antes sin querer – abre la puerta – el tren tardó un poco en llegar - dice simplemente, entrando primero

Los tres que se quedaron afuera se miraron algo extrañados, si alguien se pudiera decir que rara vez cometía un error era Iguro Obanai, siempre ha sido muy meticuloso en todo lo que hacía, por eso su comida era tan exquisita pues ponía sumo cuidado en la preparación y distribución exacta de todos los ingredientes.

En fin, iniciaron su día como siempre. Tokito y Aoi bajaron las sillas de las mesas y las limpiaron mientras que Rengoku e Iguro estaban detrás de la barra cortando lo requerido que necesitarían para el día.

El local no era muy grande, tenía un tamaño apropiado para recibir a unos cincuenta comensales, quienes a veces, incluso, estaban dispuestos a esperar afuera formados en espera a que una mesa se desocupara.

A la hora de siempre, los clientes empezaron a llegar poco a poco, llenando de un momento el lugar que empezó a movilizarse entre los chefs detrás de la barra que preparaban hasta de tres comidas diferentes al mismo tiempo y los jóvenes meseros que corrían con platillos en sus manos o estaban tomando órdenes. Por supuesto, la hora de la comida era siempre un caos, pero ya sabían manejarse bastante bien.

Cuando los pedidos se calmaron un poco, los ojos heterocromáticos de Obanai recorrieron el lugar, mirando a todos los clientes hablando entre ellos con entusiasmo al tiempo que degustaban satisfechos cada bocado de su comida. Su mirada recorría cada rostro, como si buscara en alguno de ellos algo, esa sensación que buscaba, que lo llenara. Pero nada, en ninguno encontró aquello, que ni siquiera él sabía que era.

-otra vez esa mirada... - la voz de su amigo lo despertó, volteando a verlo – siempre parece que buscas a alguien entre los clientes – dice sin mirarlo, pero con aquella entusiasta actitud que reflejaba en una extensa sonrisa mientras lavaba algunos trastes - ¿acaso estas buscando novia? - tal pregunta burlona hace que a Obanai se le crisparan los nervios

-claro que no – reacciona casi con mirada asesina, aunque Rengoku ni se inmuta, llevaba muchos años conociéndolo - solo verifico que todos tengan lo que pidieron – comienza a cortar de forma casi psicópata unas zanahorias.

Sin embargo, una vez que los inocentes vegetales quedaron hechos añicos, Obanai bajo el cuchillo y dando un prolongado suspiro, volvió su vista a los comensales. Era verdad, añoraba ver cierto rostro, cierta expresión de felicidad al comer su comida, pero ¿A quién?

No se dio cuenta que nuevamente su extrovertido amigo lo miraba con una peculiar expresión, como si él conociera perfectamente que, o, mejor dicho, a quien buscaba exactamente entre los clientes.

…..

A primera hora de la mañana, el delicioso olor de pan y dulces recién hormados ya salía de la popular pastelería y panadería de los Ubuyashiki, un lindo matrimonio joven que ya estaban atendiendo a varios clientes atraídos por el dulce aroma. Aunque, igualmente, a los clientes les atraían los adorables diseños de los panes y los pasteles, que eran una variedad de tiernos animalitos, siendo estos hechos por la joven Kanroji. Desde que la contrataron, la popularidad de su negocio creció considerablemente, y no era extrañarse, la hermosa chica la ponía mucho empeño, se notaba que amaba hornear y hacer lindos diseños. Siempre tenía una dulce actitud y gran energía al ir a trabajar.

-ya salieron más Sakura Mochis - exclama con entusiasmo Mitsuri que venía saliendo de la cocina de atrás con una bandeja repleta de aquel postre de color rosa y verde

-justo a tiempo, Kanroji-san – dice Amane, una hermosa mujer de cabellos plateados y bellos ojos violáceos, quien, además, tenía unos meses de embarazo - ya habíamos vendido el ultimo

-los Sakura Mochis de Kanroji son bastantes populares – afirma el gentil hombre tras la caja registradora, Kagaya, el dueño y esposo de Amane, cuyo alago hace sonreír feliz a Mitsuri mientras acomodaba dichos postres en el estante correspondiente

-me da mucho gusto que les este gustado – expresa con gesto radiante

Asintiendo por hacer un excelente trabajo al acomodar los Sakuras mochis, Mitsuri se reincorpora para disponerse a empezar con los panques con betún en forma de gatito, los cuales eran tan lindos que igualmente se vendían bastante bien. Sin embargo, al darse un cuarto de vuelta observo apenas por el rabillo de sus ojos a una persona pasar tras el cristal de la puerta de entrada. Es decir, no era extraño que mucha gente pasara, la panadería estaba ubicada en un lugar donde había mucho tránsito de personas, pero, a quien vio por menos de un segundo se le hizo demasiado familiar. Apenas logro ver que era un hombre de cabello negro y que llevaba una mascarilla en la boca, pero fue suficiente para que saliera de la panadería de forma tan abrupta que sorprendió y preocupo a sus jefes, especialmente por el ruido que hizo la bandeja que cayó al suelo al soltarla.

Esquivo a las personas que pasaban por ahí, que eran muchas. Trataba de ubicar entre tanta gente a aquel hombre, pero por más que estuvo buscando ya no logro ubicarlo, se había perdido entre la multitud que cruzo a la otra cuadra, y como ya se había puesto la señal de no cruzar, no pudo seguir caminando.

-pero... ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué salí de esa forma? - se cuestiona confundida, especialmente por la agitación que estaba sintiendo en su corazón.

Al regresar a la panadería, Amane y Kagaya notaron a la peli rosa extraña. Se encontraba pensativa y confundida, además de que parecía que había rastros de lágrimas en sus ojos.

-Kanroji-chan... - se acerca a ella Amane - ¿está todo bien? - Mitsuri parece tardar un poco en reaccionar, pero tras unos segundos, pone la mejor de sus sonrisas, o eso trata de hacer

-si, lo siento por haber salido de esa forma – habla apresuradamente moviendo las manos – es que... me pareció ver a alguien conocido – en eso no mentía – no es nada, de verdad. Mejor vuelvo a hornear – regresa a la cocina volviendo aparentemente a su usual actitud, pero los dueños tenían sospechas.

-parece ser que están por encontrarse – habla Kagaya con voz suave y esperanzadora – me alegra ver que mis diarias plegarias de que mis hijos tuvieran una segunda vida en un mundo sin demonios fueran escuchadas. Ellos más que nadie, merecen tener una vida feliz y pacífica.

Su esposa sonríe enternecida yendo a donde su esposo, a quien le da un tierno beso en la mejilla.

-tú también merecías una vida donde pudieras ver un mundo sin demonios – Amane pone su mano en su rostro, observando los bellos ojos purpura que esta vez, la miraban directamente con dulzura

-y donde pudiera verte a ti - él le da un beso en la frente - estoy seguro de que, así como nosotros nos volvimos a encontrar Mitsuri y Obanai lo harán también, ya están sintiendo la cercanía del otro.

Nunca fue un secreto que desde aquella vida en que eran cazadores Iguru Obanai estaba profundamente enamorado del pilar del amor, y esta, posiblemente le correspondía. Y no era como si tener una relación entre pilares estuviera prohibido, pero entendía que si Iguru nunca se le declaró fue tanto por su pasado, por sentirse indigno, de sangre sucia, corrompido por la familia de la que venía, y, además, de que sentían que su deber primeramente era acabar con los demonios antes de pensar en su propia felicidad.

Pero esta vez, eran libres de esas ataduras, esperaba de verdad, con todo su corazón que ellos se encontraran de nuevo. Posiblemente no recordarían sus vidas pasadas como él y su esposa, pero estaba seguro de que el corazón les recordara lo que la mente olvidó.

…..

Ya estaban por cerrar el restaurante, el servicio lo terminaban a las cinco de la tarde, a Iguro no le agradaba la idea de estar preparando comida durante todo el día ya que debía darse tambien el tiempo de ir a comprar los faltantes y era algo que no estaba dispuesto a pedir a domicilio o contratar a alguien para hacerlo, él era demasiado meticuloso con comprar ingredientes de calidad.

Sin embargo, aún quedaba una pareja de comensales que se estaba tomando su tiempo para comer a la vez que coqueteaban entre sí. No era que le molestaba, pero ya tenía varias compras pendientes que hacer y se estaba haciendo tarde.

-Kyojuro ¿puedes cerrar por mí? - pide mientras se quitaba su filipina – tengo que ir a comprar varias cosas que faltan

-sin problema – responde el rubio alzando el dedo pulgar.

Iguro asiente en agradecimiento y, tras agarrar su chaqueta del perchero, se retira del local

El supermercado al que siempre iba a surtirse quedaba a una estación del tren, pero en esta ocasión, decidido caminar un poco a pesar de que a esa hora la calle estaba bastante transitada.

Iba caminando revisando la lista de compras que ponía en un block de notas del teléfono. Pese a ir aparentemente distraído no chocaba con el gentío e incluso, cruzaba la calle al momento en que el semáforo cambiaba a verde permitiéndole a los peatones pasar. Sin embargo, al momento de pasar la calle, una fuerza extraña, una clase de impulso lo hizo darse la media vuelta.

Por una fracción de segundo, le pareció ver un mechón rosa del otro lado de la calle, junto con unos expresivos ojos verdes. No pudo ver más ya que los carros comenzaron a pasar y obstruyeron su vista. No se molestó en esperar, se dijo a si mismo que era una tontería y siguió su camino.

Obanai iba directamente a lo que necesitaba, por eso no solía demorarse mucho en las compras, además, se sabía la ubicación de aquel supermercado como la palma de su mano y en si no era mucho lo que hacía falta, pero era mejor prevenirse antes que ir a comprar de emergencia, así que, no tardó demasiado.

Una vez que tenía todo lo que necesitaba se fue por el pasillo de ropa para mujeres ya que daba directo a una de las cajas. En ese trayecto, viendo por el rabillo de su ojo, una prenda le llamó la atención, lo que le hizo detenerse. Eran unas simples calcetas verdes, pero las tomo entre sus manos, observándolas detenidamente como si fueran algo más que una simple prenda.

¿Por qué sentía una opresión en el pecho con ese objeto tan común?

…...

-me voy señores Ubuyashiki – se despide Mitsuri – nos vemos mañana

-gracias por tu trabajo de hoy Kanroji-san – dice Amane

La peli rosa sale de la pastelería, yéndose a la izquierda ya que había quedado de verse con Shinobu para comprar los ingredientes de la cena. Este cambio de ruta impidió un encuentro, pero, aún no era el momento.

…...

Eran un poco pasadas las seis de la tarde cuando Obanai iba de regreso a su restaurante con las bolsas de las compras. Prefería dejarlas de una vez en el local que llevárselas a su casa y al día siguiente traerlas consigo, esa transición y cambios de temperaturas arruinaría su calidad.

Durante casi todo el camino sacaba constantemente del interior de su chaqueta aquellas calcetas verdes que observaba sin comprender porque le causaban esa opresión y a la vez, algo parecido a la esperanza.

Las guardó nuevamente emitiendo un pesado suspiro, viendo hacia al frente. A su camino se encontró con la popular pastelería que le pertenecía a un joven matrimonio. La verdad nunca le dio curiosidad entrar pese a todos los alagadores comentarios que había escuchado de lo que vendían, no era que se diga muy fanático de lo dulce. Sin embargo, un peculiar postre rosado y verde le llamó la atención y le hizo detenerse para verlo.

-ya estamos por cerrar – dice una voz de mujer que lo hace volver a verla. Era la dueña de la panadería saliendo junto a su esposo - ¿quieres comprar algo?

-no, gracias, solo observaba – responde Obanai, acomodándose al hombro las bolsas que traía

-espera un momento – habla el hombre, entrando de nuevo y saliendo minutos después con una pequeña bolsa de papel – llévate el Sakura Mochi, es el único que queda – le tiende dicha bolsa

-no es...

-insisto – interrumpe el hombre de amable sonrisa – te apuesto a que te encantara, pero cómelo pronto para que no pierda el sabor

Un tanto dudoso, toma la bolsa, sin percatarse de la sonrisa cómplice de la pareja.

-muchas gracias – hace una leve reverencia con la cabeza – que tengan un buen día - se retira, pasando a un lado de la pareja que se sonríe entre si cuando el hombro ya se había ido.

.…..

Shinobu y Mitsuri iban de regreso a la casa platicando y poniéndose al día como siempre. Ambas llevaban paraguas ya que estaba lloviznando un poco al cruzar un puente que atravesaba el rio, aunque, a pesar de eso, era una tarde bastante agradable, muy pacífica.

Repentinamente Mitsuri detiene su platica al frenar su caminar y voltear hacia atrás por alguna razón que no tenía explicación, pero fue la misma sensación de la tarde al estar en la panadería cuando salió detrás de alguien.

-Mitsuri... - voltea a donde Shinobu, que estaba unos pasos delante de ella viéndola extrañada - ¿pasa algo?

-no, nada – retoma su camino – pensé que se me había caído algo

…...

A Obanai a veces le gustaba irse caminando, al menos por un tramo, especialmente le gustaba caminar por aquel puente que atravesaba el rio no importando que estuviera lloviznando un poco, para él era refrescante de hecho.

Ya había dejado las compras en el restaurante, cuando llego ya estaba todo cerrado y todos ya se habían ido así que solo guardo todo donde le correspondía y volvió a cerrar.

Ahora caminaba a paso calmado hasta la próxima estación del tren, tanto que, saco el dulce que le había regalado el dueño de la pastelería, que aún se sentía caliente. Lo miro por un momento, él no era fan del dulce, pero aquel postre...

Le dio una mordida. No solo era el sabor, que de verdad era exquisito, era especialmente la familiaridad de la textura, del sabor, del tacto, de todo, lo que le hizo detenerse y abrir sus ojos. Con un solo bocado sintió algo tan familiar, algo que incluso, por unos momentos, llenaron aquel extraño vacío, aquella sensación de constante búsqueda de algo o de alguien. Luego, de la misma forma en que la paso esa mañana en el tren, una extraña fuerza le hizo voltear hacia atrás, viendo a un par de chicas quienes, debido a la sombrilla, no pudo divisar bien sus rostros, pero, alcanzó a ver que una de ellas tenía un llamativo cabello de color rosa. Tuvo el impulso de seguirla, pero se detuvo, quedaría como un loco o un acosador si trataba de alcanzarlas sin razón alguna, por lo que se dio la media vuelta continuando su camino mientras se terminaba el Sakura mochi.

Sacó de nuevo las calcetas verdes del interior de su chaqueta, mirándolas por un rato.

-¿Por qué compre esto? - seguía preguntándose

…...

(Your Name. | Nandemonaiya — RADWIMPS)

Mitsuri en esa nueva mañana, al llevarse la mano al rostro y tocar sus parpados con la yema de sus dedos, se dio cuenta que otra vez tenía lagrimas que no podía explicar.

Antes de que alguien fuera a su cuarto y se diera cuenta de eso, fue al baño y se limpió el rostro. La sensación de vacío, de perdida era más opresora ese día, pero no lo dejo en evidencia y una vez que se cambió, fue a donde todos, uniéndose al usual alegre desayuno.

Obanai también ya se estaba despertando, mirando primeramente encima de su buro que estaba a lado de su cama, las calcetas verdes que por alguna razón que seguía sin comprender, compró en el supermercado. Lo más extraño es que deseaba tenerlas cerca, como una clase de amuleto o algo, por eso, al dormir, los puso a lado suyo.

Hizo su usual rutina de las mañanas; le dio a Kaburamaru de comer, se metió a bañar, preparo su ropa del día y su atuendo para el restaurante y, una vez vestido, fue a desayunar, sintiendo más que nunca la ausencia de alguien a su lado degustando su comida junto a él, pero, tal como siempre, quito esa idea y se dispuso a irse. Sin embargo, justo tras ponerse su usual mascarilla y disponerse a abrir la puerta, recordó las calcetas verdes en su buro. Simplemente no se sintió capaz de irse sin ellas, así que regreso a su habitación y las guardo en el interior de su chaqueta.

Nada nuevo paso tanto en la pastelería como en el restaurante. Clientes entrando por el olor a pan recién horneado en la pastelería, mientras que, en el restaurante, la plancha sonaba ante la cocción de diversos platillos en la plancha. Aunque, tanto Mitsuri como Obanai, en veces, se les veía con la mirada perdida, en algún punto lejano, buscando ya sea entre los clientes o asomándose por los estantes donde acomodaba el pan o los dulces, alguien, algún rostro, aunque ninguno de los dos tenía exactamente qué clase de rostro buscaban entre los clientes en el restaurante o los que entraban y salían de la panadería.

Así el día trascurrió, dando la hora de la salida para ambos. Esta vez no había pendientes para ninguno de los dos, por lo que ambos, entrando por diferentes puertas, fueron al tren, ambos, junto a la puerta de cristal que les permitía ver hacia afuera.

Obanai iba recargado en la puerta mirando de nuevo los calcetines verdes mientras que la pregunta de "¿que estoy buscando? Rondaba por su cabeza. A la vez, justo en el otro tren que pasaba al frente, Mitsuri iba con la mirada baja recargando su mano en la puerta del cristal.

Al momento de alzar la vista, sus ojos verdes se abrieron desmesuradamente al ver al hombre en el otro tren, quien, al sentir la mirada de alguien sobre él, quito su mirada perdida sobre los calcetines para mirar del otro lado del cristal a la mujer de cabellos rosados y ojos verdes quien era que lo observaba con impacto, mismo gesto que inevitablemente sintió al verla segundos antes que otro tren se interpusiera entre ellos al momento en que ambos pensaron lo mismo.

-siempre estuve buscando...

-buscando a...

-a alguien/ a alguien

Inmediatamente ambos se bajaron en la siguiente estación buscando desesperadamente a esa persona que vieron ¿por qué? ninguno de los dos lo sabían aun con exactitud, pero definitivamente era a quien buscaban, no cabía duda.

Corrieron entre la gente, buscando, pasando entre ellos. Tenían claramente grabado en sus mentes aquel rostro, al hombre de cabello negro lacio, con una mascarilla blanca y ojos heterocromáticos. A la mujer de ojos verdes, cabello rosa teñido de verde en las puntas.

El corazón latía con frenesí por la adrenalina de estar corriendo entre los pasillos del subterráneo tratando de ubicar por donde pudo haber bajado aquella persona, si es que seguía adentro o quisa, ya había salido, quien sabe, pero buscaron por todos los lugares cercanos. Además de esa agitación que les está provocando que el corazón llevara con más rapidez sangre a sus venas, también estaba el factor de la desesperación de al fin haber encontrado a la persona que tanto estaban buscando y que no estaban dispuestos a perder.

Sus pies los condujeron a unas escaleras, fue ahí donde finalmente pudieron verse frente a frente con tan solo unos metros de separación ya que Mitsuri estaba arriba de las escaleras mientras que Obanai está a los pies de estas. Ambos trataron de regular su respiración por correr y, con una serie de dudas sobre qué hacer o que decir, caminaron cada uno de un lado del barandal, Obanai subiendo mientras que Mitsuri bajaba. Y, aunque en un punto ambos estuvieran a lado del otro, apenas siendo separados por el delgado barandal, no voltearon a verse, existía demasiada confusión e incertidumbre.

Al momento en que Mitsuri bajaba lentamente las escaleras, nuevas lagrimas comenzaron a salir de sus ojos, pero no tuvo el valor de voltear. Obanai, ya a punto de llegar al último escalón, apretó las calcetas que pese a andar corriendo no había soltado en ningún momento.

-oye – habla abruptamente al darse la media vuelta, ella entonces detiene sus pasos, mirándolo, pero apenas dando el perfil de su rostro – te conozco... - empieza, inseguro ¿Qué decir? - ¿acaso nos conocemos?

El corazón de Obanai volvió a latir desenfrenado como si de nuevo estuviera corriendo por toda la estación del tren cuando ella se volvió a él por completo y lo miro, primero con algo de timidez, miedo quisa, pero luego, tras cerrar sus ojos y dejar caer unas cuentas lágrimas, sonrió.

-me estaba preguntando lo mismo -

Obanai suspiro enternecido, casi con alivio al tiempo que empezaba a bajar un par de escalones del lado donde estaba ella. Era una mujer hermosa, casi celestial. De verdad sentía que la conocía, pero sus recuerdos no le daban información alguna, además, de haberla conocido, estaba seguro de que no olvidaría el momento, la hora, hasta el tipo de clima que había en ese momento.

-¿Cómo te llamas? - preguntan al mismo tiempo – lo siento, tu primero – vuelven a hablar a la vez, lo que hace que ella se ría y que Obanai pensara que aquella risa era como el tintinar de una campanilla.

Ese sonido en específico, le era tan familiar, incluso empezó a sentir que el vacío que tenía en el pecho empezaba a desaparecer con solo haber estuchado la risa de aquella chica.

-Kanroji Mitsuri – habla ella – ese es mi nombre

-Kanroji – repite, sintiendo que aquella fonética también era demasiado familiar mientras bajaba más escalones y apoyaba su mano en el barandal.

-si... - que él dijera su nombre, la lleno de calidez, llenaba ese sentimiento de perdida y vacío - tú... ¿cual es tu nombre? - pregunta con el corazón tan inquieto como una pequeña ave recien nacida al tiempo que ahora empezaba a subir, también apoyando su mano en el barandal.

-Iguro... Iguro Obanai... -bajaba más, ya estaban separados solo por un par de escalones más

-Iguro... Iguro-san - más lagrimas comienzan a salir de sus ojos, pero estas parecían ser de una gran dicha inexplicable

-Kanroji... - ella y él estaban frente a frente, sus manos sin querer se tocaron al estar ambas en el barandal

Fue como un shock, una tormenta de pensamientos, de recuerdos que a ambos invadieron en cuestión de segundos al momento de haberse tocado.

Claro, claro que se conocían, había sido en una vida pasada en la que luchaban contra demonios, una vida en la que ambos murieron juntos, en la que no hubo tiempo de amarse a pesar de que tenían sentimientos mutuos. Lo habían recordado todo.

-Iguro... Iguro-san – vuelve a decir Mitsuri cubriéndose la boca mientras las lágrimas corrían cual rio de sus ojos

-Kanroji... mi amada Kanroji... - Obanai siente como se le oprime el pecho, pero estaba vez de gozo – eres tú... de verdad eres tú... - tenía miedo de llegar a tocarla, aunque de verdad lo deseaba, pero temía a que esto fuera solo una ilusión que se desvanecería al tocarla.

-Iguro-san – grita ella quebrándosele la voz, abalanzándosele a Obanai para abrazarlo fuertemente y llorar en el pecho del impactado hombre que no es capaz de corresponderle – Iguro-san, lo logramos, logramos reencarnar y encontrarnos – solloza ella en su pecho – estoy tan feliz, Iguro-san

-Kanroji... - finalmente le corresponde, la envuelve en sus brazos tan fuerte como aquella vez en que murieron juntos, pero esta vez, no era de despedida – eras tú... - pone su boca entre el espacio del cuello de ella – eras tú a quien estaba buscando...

-y tú a quien yo buscaba, Iguro-san - estaba sumamente feliz, tanto, que no era capaz de dejar de llorar, mucho menos de separarse de aquel abrazo hasta que el mismo Iguro la separa un poco y limpia cariñosamente sus lágrimas con la manga de su chaqueta.

- ¿Por qué lloras, Kanroji? Déjame ver tu hermosa sonrisa, por favor – le pide – la he extrañado tanto

-lo siento, es que, de verdad estoy muy feliz – se limpia el resto de las lágrimas, y muestra una dulce sonrisa que era solamente para Iguro, cuya dicha en su corazón solo se puede comparar a aquel ultimo día con Kanroji en el que, estando muriendo entre sus brazos, le dijo que lo amaba – e... esas calcetas... - dice al ver la prenda que Iguro traía en su mano – son como las que me regalaste

-si, cuando las compre no sabía porque lo hice - las extiende a ella para que las tome - ahora ya sé por qué. Te había dicho que si las primeras se arruinaban te compraría unas nuevas, perdona por haber tardado tanto – aunque traía la mascarilla, se nota en sus ojos que sonreía.

-gracias, Iguro-san – aunque muy sonriente, nuevas lagrimas amasaban con salir de sus ojos al tomar aquellas calcetas que llevo a su pecho – recuerdas... - baja la mirada al avergonzarse por lo que estaba a punto de preguntar - ¿recuerdas que te pregunte que, si reencarnábamos, me harías tu esposa? - empieza a juguetear con una trenza de su cabello, un acto de lo más adorable para Obanai que la mira con suma ternura - es decir... sé que es pronto... nos acabamos de encontrar... pero...

Obanai pone una mano sobre la mejilla de Mitsuri para que volteara a verlo. Cuanta amabilidad y dulzura había en esos ojos de distinto color cuando la miraba, tal como lo hacía en sus vidas pasadas cuando comían juntos.

-si fuera por mí, me casaría contigo en este instante, mi amada Kanroji – ella ladea su rostro hacia donde estaba la mano de Iguro, sintiendo más aquella dulce caricia - pero, quisiera que en esta vida nos demos antes nuestro tiempo de estar juntos, llevarte a los mejores lugares para caminar juntos tomados de las manos, prepararte toda la comida que gustes, tener muchas citas para hacer todas las cosas que quise hacer a tu lado ¿Qué te parece?

-me gustaría mucho, Iguro-san – ambos pegan sus frentes cerrando sus ojos para sentir la calidez y cercanía del otro, al abrirlos, Mitsuri empieza a bajar la mascarilla de Iguro, llevando sus manos a sus mejillas donde estaban esas marcas de nacimiento.

-Kanroji... - murmura, algo temeroso e inseguro cuando ella empezó a acercarse a sus labios lentamente.

En su vida pasada jamás se atrevió a si quiera tomarla de las manos, mucho menos a pensar si quiera en besarla. Era alguien indigno para ella, de un linaje sucio. Sin embargo, en esta vida, tenía una segunda oportunidad y aunque aún no se consideraba digno no estaba dispuesto a esperar otra vida más, así que entre cerro sus ojos y la dejo acercarse, dejo que sus labios tuvieran contacto, disfruto aquella caricia con regocijo mientras llevaba sus manos a su cintura mientras sentía las suaves manos de Kanroji en su cara. Más dichoso no se podía sentir, y lo mismo sentía la peli rosa, que, entre el beso, dejaba salir unas cuantas lágrimas más.

Sus ojos reflejaban al otro al estar tan resplandecientes en gozo y felicidad cuando se separaron de aquel beso. Iguro envolvió el rostro de Kanroji entre sus manos dejando que sus pupilas se llenaran de aquella celestial imagen. Seguía siendo tan hermosa y linda, seguía siendo lo más hermoso que sus ojos nunca han mirado.

-te amo, Kanroji – aclama acercándola a él para abrazarla de nuevo, esta vez, ni él puede contener sus lágrimas al recargar su mentón en el hombro de ella – te amo, te amo, te amo... me prometí que cuando reencarnáramos te lo diría, así que planeo decírtelo cada día de mi vida – la estrecha más entre sus brazos, comenzando a acariciarle su cabello – hare hasta lo imposible para hacerte feliz.

-yo solo necesito estar con Iguro-san para ser feliz – aunque aún entre algunas lágrimas, dice con una infinita dicha, aferrándose más al cuerpo de Iguro, que, en esta vida, era unos centímetros más alto que ella – también te amo, Iguro-san y también quiero hacerte feliz

Y ahí, en aquellas escalares, se quedan así, abrazados, no por temor a que pronto tendrán que despedirse, esta vez, era porque sabían perfectamente que estarían juntos por mucho tiempo, en un mundo donde eran libres de amarse, tener una vida en paz y ser felices.

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Y aquí la pregunta del millón...

¿quieren más capítulos? ¿Qué les gustaría leer?