Capítulo 6

SAKURA

Es una locura lo rápido que puede cambiar tu vida. No era así como veía mi noche cuando el idiota de Yuna se puso cachondo conmigo en el club. Me paso el dedo por el labio cortado. Ya tiene mejor aspecto.

Me asomo al dormitorio principal, pero no veo a Syaoran por ninguna parte. Rápidamente decido hacer algo que no debería, y echó un vistazo dentro de algunos de sus cajones. Cuando encuentro un cepillo, me adelanto y lo uso en mi pelo mojado. Su ducha era un sueño. Es lo suficientemente grande como para que quepa todo un equipo de fútbol adentro. Tardé unos minutos en saber cómo encenderla. Hay tantas perillas diferentes para elegir. Pero una vez que lo hice funcionar, fue increíble. Usé su champú y jabón para limpiarme, y ahora huelo como él. No es algo malo. Excepto que me excita un poco. Lo mismo ocurrió cuando me puse su camisa al salir de la ducha.

Harvard University está ahora escrito en mi pecho. La camiseta está descolorida como si hubiera sido lavada un millón de veces. Me queda demasiado grande, estoy nadando en ella. No me he vuelto a poner ninguna de las prendas que llevaba al llegar aquí. Especialmente el tanga. Me alegré de poder quitármelo por fin. No tengo ni idea de cómo la gente lleva eso durante mucho tiempo. Me estaba volviendo loca.

Volví a poner el cepillo dentro del cajón casi vacío. Este lugar está tan desprovisto de lo necesario. Se siente un poco frío y solitario, si soy sincera. Syaoran me había acribillado a preguntas en la cocina, pero pude hacer algunas propias. Lo que me dio una pista de la razón por la que este lugar no tiene mucho en él. Me explicó que prácticamente vive en su oficina en la ciudad. Es una casa preciosa. No sé cómo no pasa más tiempo aquí. Supongo que puedo entender que se sienta solo.

Mis ojos se detienen en la cama cuando salgo del baño. Todavía no hay rastro de Syaoran. Voy en su búsqueda, preguntándome dónde vamos a dormir esta noche. Se forman mariposas en mi interior. Ni siquiera he visto un sofá cerca, pero podría habérseme escapado. Supongo que no hay una habitación de invitados con una cama. Lo más probable es que tengamos que compartirla. Seguro que Syaoran se ofrecerá a dormir en el suelo. Ya lo veo venir.

Todavía no entiendo por qué Syaoran está haciendo todo esto. Mi única conjetura real es porque es uno de los pocos hombres buenos que quedan en este mundo. No iba a dejarme ahí con un montón de tiburones. Especialmente después de que mi primo aludiera que yo estaba en venta. Está claro que Syaoran viene de una muy buena familia. Podía ver su amor por ellos cuando hablaba de ellos.

Las luces del pasillo se encienden mientras me dirijo a él en busca de Syaoran. Me detengo cuando me parece oír algo. Mis ojos se posan en una puerta en la que puedo ver una pizca de luz que sale del fondo. Un momento después, suena un fuerte gemido con mi nombre mezclado en él.

El deseo estalla en todo mi cuerpo. Me quedo ahí sin poder moverme. Mi mente no puede procesar que ese hombre tan guapo y dulce está ahí adentro tocándose y pensando en mí mientras lo hace. Aprieto los muslos, imaginando su aspecto mientras se da placer a sí mismo.

Un segundo después, la puerta se abre y me quedo parada como un ciervo atrapado en los faros. Syaoran se ha quitado el traje y ahora lleva un pantalón de chándal. Mis ojos recorren su pecho desnudo. Ha omitido la parte de que ha pasado parte del día en el gimnasio. Qué mierda. Me pican los dedos por estirar la mano y recorrer su amplio pecho. Solo llego al maldito centro del mismo. El hombre me hace sentir tan condenadamente pequeña y delicada. Algo que nunca había sentido antes.

— ¿Me has oído? —, pregunta, sin parecer avergonzado en lo más mínimo por haberse estado masturbando. Si fuera yo la que se dejara atrapar, habría corrido y se habría escondido. No encuentro las palabras, así que me limito a asentir como respuesta, —Pensar en ti desnuda en mi baño era más de lo que podía soportar—, una sonrisa sexy se dibuja en sus labios, — ¿Estás lista para la cama?—, vuelvo a asentir, —No te pongas tímida conmigo. Fui yo el que fue sorprendido teniendo todo tipo de pensamientos sucios sobre ti.

— ¿De qué tipo?

Espeto. ¡¿En serio?! Finalmente habló, y esas son las palabras que elijo decir. Mátame ahora. Necesito aprender a pensar antes de hablar. Pero este hombre me tiene haciendo y diciendo cosas fuera de lo común.

—No estoy segura de que estés preparada para eso, zorrita.

Me rodea el hombro con su brazo y me guía hacia el dormitorio principal.

Realmente quiero saber qué pasaba por su mente. Que los hombres tengan pensamientos sucios sobre mí es un concepto totalmente nuevo para mí. Siempre fui un poco el patito feo del instituto. No florecí hasta el final de la escuela. Para entonces, odiaba a todos los chicos de ahí. Habían sido unos imbéciles conmigo y me trataban como si fuera invisible hasta que me salieron las tetas.

Entonces mi madre enfermó, y lo último que tenía en mente eran los chicos o incluso los amigos. Todos habían pasado a la siguiente fase de sus vidas con la universidad y demás. Mientras que yo pasé mi tiempo en un hospital.

—Vamos a compartir la cama—, anunció antes de que se le ocurriera intentar hacer lo correcto y dormir en el suelo o algo así, —Así que no te resistas a ello.

Me escabullo por debajo de su brazo y saltó a la gigantesca cama que está cubierta con un mullido edredón blanco y almohadas blancas. No hay nada de color en este lugar. Es como chocar con una nube gigante cuando aterrizó en ella. Todo el aire abandona mi cuerpo cuando me vuelcan sobre la espalda y Syaoran baja sobre mí, inmovilizándome a la cama debajo de él. Su cabeza cae en la cuna de mi cuello. Me arden los muslos cuando se estiran para dar cabida a su amplio cuerpo.

Cierro los ojos y luchó por no gemir de necesidad. Si antes pensaba que estaba excitada, eso no es nada en comparación.

—Me estás matando—, gruñe contra mi cuello, — ¿No tienes puestas las putas bragas?

—Oh, sí—, agradezco que no pueda verme la cara. ¿Le enseñé un poco cuando salté a la cama? Es una pregunta estúpida porque sé que de hecho lo hice. Se abalanzó de inmediato, y maldita sea, está caliente, pero incluso ahora está luchando contra sí mismo tratando de hacer lo correcto. No quiero que lo haga. De hecho, quiero que haga todas las cosas malas. Cosas que nunca haría... excepto conmigo, — No quería volver a ponerme las otras bragas. Se me metieron por el culo.

Una risa profunda y sexy sale de él, sacudiendo todo su cuerpo. Me agarro a su espalda mientras un gemido recorre mi cuerpo cuando su polla roza mi clítoris, golpeándolo en el punto perfecto. La risa de Syaoran se detiene al instante, —Syaoran.

Intento levantar las caderas, pero solo consigo contonearme contra él. Estoy atrapada debajo. Eso debería asustarme, pero solo aumenta mi deseo por él. Lo deseo. Nunca me había sentido así, y no quiero parar.

—Bebé, no digas mi nombre de esa manera—, su boca me roza el cuello, —Hueles tan bien. Acabo de correrme, pero estoy más duro que antes.

Casi parece dolido.

—No me he corrido del todo.

Me lamo los labios secos. Mis desvergonzadas caderas intentan moverse, queriendo frotarse contra él.

—Me estás tentando, zorrita.

— ¿Por qué me llamas así?

Paso mis dedos por su espalda.

—Siempre parece que quieres correr—, levanta la cabeza. —Y tú cabello.

Sus ojos se dirigen a mi boca.

—No quiero huir. No de ti.

Sus ojos se abren un poco. Casi con incredulidad.

— ¿Estás diciendo que puedo retenerte?—, abro la boca, pero me interrumpe, — Cuidado con lo que dices, zorrita.

Me advierte. Algo en el fondo de mi mente me susurra que no importaría. Puede que Syaoran sea un buen hombre, pero también creo que siempre consigue lo que quiere. Si me quiere, me tendrá. De una forma u otra. Podría fácilmente hacer que me enamorara de él. Ya estoy un poco ahí. Me recuerda a uno de esos caballeros blancos que siempre leía en los viejos libros románticos de mi madre. Apareció cuando más lo necesitaba.

—Si prometes que nunca me harás daño.

—Todo lo que quiero es darte placer.

Dice antes de reclamar mi boca en un beso lleno de promesas. Gimo en su boca mientras su lengua recorre mis labios y me devora. Jamás en mi vida pensé que un beso pudiera ser tan intenso. Me pierdo en él tratando de devolverle el beso igual. Al principio, vacilante, pero pronto estoy a su lado, igualando sus caricias.

—Joder.

Echa la cabeza hacia atrás, rompiendo repentinamente nuestro beso.

—No pares.

—Dime que puedo saborear todo de ti.

— ¡Sí!

Casi grito, con el dolor entre mis piernas casi demasiado para soportar.

— ¿Te estás volviendo codiciosa?

Una sonrisa perversa curva sus labios hinchados. No puedo creer que les haya hecho eso.

—Creo que sí.

Admito.

—Bien, quiero que seas codiciosa en todo lo que se refiere a nosotros. Si quieres algo, solo tienes que pedirlo. Te lo daré. Todo y más.

—Entonces dámelo, Syaoran. Por favor.

Estoy más allá del punto de importarme si tengo que rogar. Este hombre es prácticamente mi héroe, y ahora quiere darme más. Durante mucho tiempo solo ha habido oscuridad y tristeza en mi vida.

Esta noche con él, habrá placer.