Teoría de cuerdas
Adrien tenía el rostro apoyado en el dorso de su mano, su mirada yacía enfocada hacia delante, para el observador poco experimentado podría parecer que, simplemente, estaba prestando atención a la clase de la señorita Bustier. En realidad, lo que estaban enfocando sus ojos era la oscura trenza de la muchacha delante de él. Pocas veces iba Marinette a la escuela con el pelo suelto. Adrien creía que solo la había visto así tres veces desde que empezara a estudiar allí, la primera vez no la había reconocido, había estado muy distraído con otras cosas como para notar que la morena cascada de aparentemente sedoso cabello largo hasta la cintura le pertenecía a la chica que le gustaba y, sin embargo, desde que aquello había pasado por primera vez, Adrien Agreste solo vivía para esperar el momento en que se repitiera.
Aun así disfrutaba por igual de ver el cabello trenzado, cayendo suavemente por su espalda, moviéndose elegantemente alrededor de su cuello y balanceándose sobre su columna cuando ella movía la cabeza. Había un agradable aroma dulce cuando eso pasaba, una mezcla de chocolate, galletas y azúcar que había aprendido a asociar con ella desde la primera vez que la vio, aquel día en que casi se gana el desprecio absoluto de la muchacha por culpa de Chloe. Era increíble como habían cambiado las cosas en esos dos últimos años salvo por una, el minúsculo detalle de que el rubio era incapaz de decirle lo que sentía.
–Como pueden ver, la teoría de la cuerda explora la posibilidad de que existan varios mundos paralelos, coexistiendo con el nuestro y, al mismo tiempo, representando escenarios completamente diferentes–decía la señorita Bustier. Adrien no supo exactamente por qué esa frase fue lo que llamó su atención, pero fue allí cuando su verde mirado se detuvo en la docente, frunciendo el ceño levemente mientras veía como una delicada mano femenina se elevaba por delante de él.
–Pero…señorita Bustier, tengo entendido que esa teoría aún no ha sido comprobada–empezó Marinette, consiguiendo sin saberlo que su rubio compañero volviera a fijarse en ella.
–Si bien es cierto que no está comprobada, también es cierto que no está descartada, se han escrito muchos ensayos científicos al respecto de la posibilidad de crear agujeros de gusano que nos permitan movernos entre universo–Agregó Max, no perdiendo la oportunidad de aportar al respecto.
–¿Te lo imaginas? Un universo alterno donde cualquier cosa puede pasar–Fue el murmullo de Alya delante de él lo que hizo que, de nuevo, se centrara a en las dos figuras en la mesa de enfrente. Marinette había volteado el rostro hacia su amiga, la trenza moviéndose suavemente mientras lo hacía, algunos mechones de pelo oscuro ocultaban parte de su rostro del muchacho, pero eso no impidió que notara la forma en que su boca se estiró en una sonrisa–Podrías incluso ser una superheroína en ese lugar.
Marinette fingió un escalofrío ante la idea y segundos después se echó a reír, dejando entrever con ese único gesto que pensaba que aquello era una locura. Adrien creía que, si fuera el caso, la muchacha sería la mejor de las heroínas, completa, divertida e inteligente, después de todo, eran esas las cualidades que habían hecho que se enamorara de ella.
–Podrías tener acompañantes como Misterbug–murmuró Nino a su vez, inclinándose un poco hacia delante–Vyperion es un gran compañero, y seguro que estaría dispuesto a ayudar no importa el universo–afirmó el muchacho con un gesto que consiguió que su novia lo mirara ceñuda. Los ojos claros de Marinette pasaron sobre uno y otro antes de sonreír, una de sus manos volviendo a elevarse esta vez para rascar su nuca en un gesto nervioso.
–Pues….
–A pesar de todo esto, vamos a hablar sobre esta teoría dentro del cuadro literario, se han escrito muchas historias sobre viajes en el tiempo y en el espacio, ha sido la inspiración para novelas y películas por igual–continuó la señorita Bustier, atrayendo de esta forma la atención de nuevo hacia ella. Siempre le había gustado que sus niños dejaran volar su imaginación mientras se trataba algún tema en particular, pero sabía que no podía dejarlos concentrarse por completo en esto.
Ante la mirada de toda el aula la señorita Bustier se giró sobre sus talones y empezó a escribir nombres en el pizarrón y, mientras esto ocurría Marinette volvió a fijar su atención en la clase, apoyando su mejilla sobre su mano y acallando el suspiro de alivio. No le gustaba ser el centro de atención, pero, por alguna razón que no comprendía, siempre se las arreglaba para que plantearan escenarios extraños alrededor de ella. Era una fortuna que no fuera la única en sufrir por ello, a menudo Adrien también terminaba en medio de esas escenas, consiguiendo que ella no se sintiera tan mal. Podía imaginarlo claro, un mundo donde ella fuera una heroína no estaba tan fuera de su alcance, aunque no se veía siendo guardiana de los miraculous, no, ese era el trabajo de Misterbug, y aunque ella habría dado felizmente una garra por ayudarlo, tal parecía que eso no iba a pasar en ningún momento cercano.
Su mente había seguido divagando al respecto de esto durante la siguiente hora, había sido incluso un tema de debate en el aula. Mientras Marinette, Alya, Adrien, Nino y Max se mostraban abiertamente de acuerdo con la posibilidad de la existencia de estos mundos, el resto de la clase parecía estar en medio de las dudas.
–Todo mundo sabe que no existen–argumentó Chloe–un universo paralelo donde un montón de tonterías sería posible, ridículo–bufó–Como si fuera a existir algún lugar en el que Zoé fuera correspondida por Marinette–continuó, elevando cada vez más la voz a medida que el silencio empezaba a reinar en el aula.
Nadie sabía cómo el pequeño grupo se había segregado, en un momento la señorita Bustier estaba fomentando el debate, permitiendo que cada quien expresara su punto de vista y sus razones y, al siguiente, Chloe se había girado para encarar a su hermana sentada justo detrás de ella. Había captado un fragmento de una pequeña conversación y no había perdido la oportunidad de responder cruelmente a los escenarios que las dos chicas detrás de ella estaban planteando. Una de ellas, tan rubia como la misma Chloé había clavado los ojos en esta, su ceño frunciéndose con cada palabra que escapa de los labios de su media hermana.
Marinette no necesitaba ver el rostro de Chloe para saber que sonreía con ese gesto engreído que la caracterizaba, sus ojos sin embargo yacían fijos en Zoé. Por un momento pensó que la muchacha se defendería y, sin embargo, lo único que hizo fue ponerse de pie bruscamente, empujando la silla detrás de ella para salir corriendo del salón. Toda la clase observó a Chloé mientras la señorita Bustier aplaudía dos veces para llamar la atención de todos.
–Pobre Zoé–murmuró Marinette, observando aún la puerta por la que había salido.
–Juro que no sé cómo es que Chloe no se intoxica con su propio veneno–respondió Alya a su lado, sus brazos cruzándose sobre su pecho.
–Las víboras son inmunes a su propio veneno–replicó Marinette, imitando el gesto de su amiga. Adrien sentado detrás de ellas no pudo evitar el pequeño aguijón de los celos. Marinette era una buena amiga, y su reacción no significaba que sintiera algo por Zoé, se recordó, aunque podía comprender perfectamente a Zoé. Era imposible estar alrededor de la morena y no sentir algo por ella, de la misma forma en que era imposible estar alrededor de Chloe y no resultar ser una más de sus víctimas.
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El dolor. Una emoción negativa muy poderosa, capaz de empujar el odio y el desprecio con una gran potencia, pero también la esperanza, era una emoción pura y absoluta, tan inmensa como el amor del que los cuentos de hadas hablaban. Cuando la negra mariposa sobrevoló las calles de París, elevándose por entre los techos y atravesando paredes ya sabía cuál iba a ser su destino. Un corazón roto, aquella sensación de humillación y soledad alimentaba el fino hilo que trazaba su camino hacia una de las aulas vacías del instituto François Dupont. Ni siquiera tuvo que buscar mucho, la pequeña y peligrosa mariposa se instaló en el artículo que la rubia sostenía con fuerza entre sus dedos, era una simple goma para el pelo que Marinette le había prestado una vez y que esta nunca había regresado a su dueña.
–Jumper, yo soy Hawk Moth–murmuró, el eco de su elegante voz resonando en el interior de la cabeza de la rubia–Puedo ayudarte a construir ese sueño, a encontrar ese mundo en que todos tus deseos se harán realidad–continuó aquella voz, la suavidad de sus palabras instalando anhelos en un corazón pesado–Te daré el poder de viajar entre mundos, si los hay, para encontrar aquel en que realmente perteneces–se detuvo entonces. Por un instante Zoé temió que la mujer la abandonara, que se marchara sin cumplir lo prometido. Fue entonces cuando la mujer volvió a hablar de nuevo, como una madre jurando que todo estaría bien–A cambio me entregarás los miraculous de Misterbug y Lady Noir.
–Tenemos un trato.
