¡Hola!
Como bien puse en la introducción, esta es la primera historia Senhaku que escribo. Y se que me estoy arriesgando aun sin conocer del todo, en profundidad, a los personajes, pero de verdad que me enamorado de la serie y de sus protagonistas.
Al no tener mucha idea de esto, aunque daré lo mejor de mí, eso seguro, no se en que momento del anime o manga esta ubicada esta historia.
Solo puedo decir que será después de la desertificación de Tsukasa, ya que él aparece en este fic, pero como no me he leído el manga, no se exactamente cuando pasa.
Pese a eso tengo información de internet sobre sucesos que han pasado a lo largo del manga. Incluso sé el final de la historia, así que realmente, al haberme tragado tantos spoilers, podría dedicarme a escribir sin dar explicaciones, pero no me parece correcto porque se que habrá incoherencias.
Por eso, nuevamente, pido perdón y avisar que tampoco os lo toméis muy literal todo. Es una historia aparte que simplemente quiero compartir y así vosotros os entretenéis. ¿De acuerdo?
En fin, no tengo nada más que decir excepto que espero que os guste mínimamente ~
PD: De momento los capítulos no tienen título, pero espero encontrarles alguno pronto.
¡Nos leemos abajo!
▹Capítulo 1◃
X
- ¿No tienes frío, Suika? – preguntó la rubia mayor observándola con preocupación. – No estamos muy lejos de casa, aun puedes volver.
La pequeña negó rápidamente con la cabeza mientras sonreía con su tan tierna e inocente sonrisa.
- ¡Estoy bien! – contestó con energía. – Esto no es nada.
A pesar de conocerla de siempre, a veces le sorprendía la increíble actitud que tenía la niña frente a la vida. Era muy fuerte, quizás incluso más que cualquier adulto de la aldea. Por eso mismo no pudo evitar dedicarle una mirada llena de orgullo.
Una pequeña carcajada sonó tras ella llamándola inevitablemente la atención.
- Suika es muy capaz de todo, ¿verdad?
Ambas rubias giraron la vista hacia atrás y la nombrada pegó varios saltos de emoción. Ser alagada por los mayores la hacía feliz.
- ¡Lo soy!
Nuevamente el chico rio al verla carcajearse y comenzar a correr hacia el frente tan llena de energía.
Su vista se paró sobre la rubia mayor. Había detenido sus pasos, probablemente para que él pudiera alcanzarla.
- ¿Por qué nos has acompañado, Ukyo? – le preguntó ella con curiosidad. - Pensé que ibas a quedarte con Senku a hacer algún invento.
- No soy científico, Kohaku. Hubiera molestado. - respondió él al llegar a su lado. – Además, tenía curiosidad sobre la ubicación de esa planta que Senku te mandó a buscar.
Aquello la sorprendió.
Kohaku sabía que no aparentaba tanta inteligencia como sus compañeros, y que muchas de las palabras que ellos usaban, se le complicaban. Sin embargo, sí que había algo en ella que la hacía un poco diferente al resto, y eso era la capacidad de entender las emociones de los demás.
No había podido compartir muchos momentos a solas con él, por lo que todavía no lo conocía demasiado. Aun así, podía decir sin miedo a equivocarse, que Ukyo era una persona alegre, sincera y de muy buen corazón. Se preocupaba por la vida de los demás, fueran o no enemigos, incluso por encima de la suya, y eso para Kohaku era algo admirable de ver.
Pese a eso, y a la serenidad que el chico siempre mostraba, la joven pudo notar un ligero cambio en él.
¿Es posible que de alguna manera el albino se sintiera inútil?
- Aunque no seas científico, seguro que hay algo que puedas hacer para ayudar. – respondió la muchacha comenzando a andar de nuevo. – Algo en lo que seas único.
Fue el turno del muchacho de sorprenderse. ¿Tan obvio era? ¿O quizás la chica era mas observadora de lo que él creía?
- Se me da bien el arco. – contestó segundos después sin vacilar.
Si se ponía a pensar, era el único que usaba ese tipo de arma, así que fácilmente se podría sentir superior al resto. Sin embargo, él no era así.
- ¡¿Bien?! ¡Se te da increíble! – aseguró la muchacha con emoción llamando su atención. Dobló uno de sus brazos hacia atrás, mientras que el otro lo estiraba hacia el frente. - ¿Cómo lo haces? Debe ser difícil. ¿No se te cansan los brazos? El arco parece pesado.
Ukyo parpadeó sin quitarle la vista de encima. ¿Esa pose era un intento por imitarlo? Si era así, era ciertamente pésima, sin embargo, le parecía increíble lo dedicada que estaba por intentar entender su forma de lucha.
- Supongo que es cuestión de práctica. – murmuró cohibido.
Se sentía un poco abrumado por tanta atención recibida. Esperaba ser él el que hablara y preguntara por sus intereses, incluso por los de la pequeña Suika. Quería conocer al pueblo que ayudó tan fácilmente al hombre que estuvo petrificado por más de tres mil años. Hablar de si mismo no entraba en sus planes, o al menos no tan pronto.
- Ya veo... - la escuchó susurrar.
Seguía intentando aparentar tener un arco en la mano, y se notaba lo mucho que le costaba agarrarlo pese a ser imaginario. Su ceño estaba levemente fruncido causando en el albino una pequeña risa.
- También se me da muy bien escuchar. – añadió de pronto.
Kohaku posó su vista en él claramente confundida. Lentamente fue bajando los brazos a un costado.
- ¿Es así? – inquirió. Segundos después le sonrió con dulzura. – ¡Eso es genial!
- Claro. No por nada Senku me llama: "El hombre sonar". – contestó mirando nuevamente al frente.
Suika había detenido su andar y esperaba impaciente al final del camino.
- Al fin y al cabo, tienes un buen oído. – afirmó la joven.
- Lo tengo, pero no me refería a eso. – corrigió. – Sino más bien el escuchar lo que las personas tienen que decir. Se me da bien escuchar, al mismo tiempo que aconsejar. O eso creo.
Esto último lo dijo con cierta duda.
- ¿Aconsejar? Eso es una forma de ayudar. – No fue una pregunta pese a querer formularla de esa manera, mas bien fue una afirmación para apoyar las siguientes palabras. - ¡Eso es increíble!
Ciertamente seguía siendo vergonzoso que la chica lo alabara tanto, pero de alguna forma empezaba a creerla.
- Quizás no es algo que hoy por hoy necesitemos... – O al menos no tanto como alguien fuerte o inteligente, pensó: - ... pero, sí en algún momento necesitas desahogarte con alguien, puedes contar conmigo.
Por un breve momento a Kohaku le costó no actuar de manera inconsciente y soltar lo primero que se le pasó por la mente: "¿Por qué necesitaría desahogarme?", pero aquellas palabras y la tierna mirada que el chico le dedicaba con total sinceridad la hicieron callar. Estaba siendo amable, y probablemente intentando integrarse. Algo muy valiente a su parecer.
Sin embargo, ella también era sincera, así que no contestar lo que quería se le dificultaba.
- ¡Ja! Sabía que eras genial. – terminó por soltar. – Te lo agradezco, Ukyo.
Él asintió al mismo tiempo que sonreía.
Era curioso como pese a no conocerse tanto, sentía una gran admiración por la chica.
- Te pareces un poco a él. – soltó casi sin pensar.
La joven lo miró con las cejas levantadas.
- ¿Él? – inquirió.
- A Senku.
Una pequeña risa surcó sus labios al verla mirar nuevamente al frente con las mejillas levemente coloradas.
- No creo que sea así, pero si tú lo dices... - contestó con falsa indiferencia.
Estaba claro que aquello la había tomado por sorpresa y no tenía idea alguna de cómo contestar.
Ukyo sabía del oculto enamoramiento que la joven tenía por el líder de la aldea, y aunque él era una persona que no se involucraba demasiado, por no decir nada, en los sentimientos y relaciones que la gente a su alrededor pudiera o no llegar a tener, no podía evitar sentir cierta curiosidad hacia ellos dos.
Pese a eso, decidió no hablar más sobre el tema. Sentía que podría ser algo delicado para Kohaku pensar en ello. Al fin y al cabo, Senku no había dado señales de que aquellos sentimientos fueran recíprocos. Y no porque no lo supiera. Era un chico listo y seguro que se había dado cuenta de lo que la chica quería decirle, al igual que él. Solo hacía falta observarla.
Pensó que quizás había algo en la cabeza del oji-rojo que le obligaba a evitar esa charla.
Por un momento la idea de ver a su rubia amiga sufrir en silencio llegaba dolerle.
De alguna forma le había cogido cariño.
- Ya queda poco para llegar. – pronunció ella intentando actuar de nuevo con normalidad. - ¿Vas a poder seguir?
Él asintió, y una vez mas la miró. Era invierno, principio de diciembre según los cálculos de Senku, así que hacía frío. Tenían ropa puesta para la ocasión, pero, a decir verdad, al no estar acostumbrada a llevar pantalones, la rubia muchacha tan solo traía bajo el abrigo su tan característico vestido.
- Te preocupas demasiado por los demás, Kohaku. – contestó viendo sus desnudas piernas temblar ligeramente. - ¿Qué hay de ti?
Aquello la tomó por sorpresa.
- Yo estoy bien. Este frío no es rival para mí. – respondió posando ambas manos sobre sus caderas. Estaba orgullosa de ser tan fuerte incluso con todo tipo de climas. – Además, es normal que me preocupe por mis compañeros, ¿no?
Kohaku era sumamente sincera con los demás, y aquello le producía cierta ternura. Él asintió.
- Compañeros, y amigos. – añadió.
La rubia lo miró con detenimiento. El chico tenía una gran y dulce sonrisa en su rostro, y aquello causo en el corazón de la joven una extraña emoción.
- Amigos... – repitió ella. Y nuevamente miró hacia el frente. – Suena bien...
- ¡Kohaku! ¡Ukyo! ¡Vamos!
La tierna voz de Suika los hizo alzar la vista hacia su dirección. Ambos alzaron sus manos a modo de saludo, y cuando estuvieron a punto de acelerar el paso para alcanzarla, el albino se detuvo de golpe.
Kohaku lo notó, y girándose hacia él lo imitó.
- ¿Qué ocurre? – preguntó extrañada.
- ¡Shh! – la mandó a callar.
Ella parpadeó aún más confusa, sin embargo, obedeció.
El oji-verde cerró los ojos y concentrándose en su oído escuchó con detenimiento todo a su alrededor. El sonido del viento era normal, las hojas de los árboles moviéndose y cayendo también. La fuerza del agua, que el río a un lado de ellos portaba, era un poco más alta de lo normal, pero hizo caso omiso al pensar en la época en la que estaban. Todo parecía correcto, y aun así... ¿Qué era aquello que escuchaba acercarse con tanta sutileza?
- ¿Ukyo? – insistió la muchacha. Se estaba impacientando. - ¿Qué...?
No pudo terminar de formular de nuevo su pregunta, cuando lo vio abrir los ojos con un deje de miedo en ellos.
- ¡Allí! – gritó él.
Kohaku giró la vista hacía donde él miraba, y efectivamente, allí, con la excepcional vista que tenía, lo vio.
- ¡Suika! – chilló con preocupación, y sin pensárselo dos veces corrió hacia ella lo más rápido que sus piernas le permitieron.
- ¡Suika! – Pese a que no era tan rápido como su compañera, Ukyo también comenzó a correr hacia el lugar. - ¡Salta hacia atrás!
La voz de los dos muchachos llegó a los oídos de la pequeña, y con extrañeza vio como corrían hacia ella con los rostros desencajados.
¿Pasaba algo?
Un sonoro estruendo se escuchó a un lado de ella. Tan curiosa como era, giró su vista esperando encontrarse cualquier cosa menos eso.
Un pequeño grito salió de sus labios.
Algo enorme, algo peludo, y que jamás había visto en su corta vida, se dirigía hacia ella con gran rapidez.
¿Qué era eso? ¿Por qué era tan grande? ¿Y por qué parecía tan enfadado?
- ¡Suika! – gritó Ukyo.
- ¡Suika! ¡Salta! – repitió la muchacha.
Tanto su cuerpo como su mente estaban paralizados, y pese a casi no poder moverse, la pequeña obedeció. Tragó con fuerza, cerró los ojos y pegó un gran salto hacia atrás.
El enorme animal llegó a la ubicación donde acababa de estar la niña, y sin apartar la vista de ella, frenó de golpe, dando un volantazo sobre sí mismo y quedando de frente.
- ¡Suika!
La nombrada había logrado esquivar el ataque, sin embargo, el animal no parecía tener intención de detenerse. La veía como una presa.
Suika quiso salir corriendo, pero en cuanto dio un paso hacia atrás, una fuerte corriente de aire cruzó su espalda estremeciéndola.
Giró la vista y su miedo aumentó. A unos pocos metros de ella estaba uno de los acantilados que cubrían la montaña.
Nuevamente miró al frente. Esto no podía estar pasando. Observó al animal agachar la cabeza mostrando así, unos afilados cuernos que sobresalían de su peluda cabeza.
Quiso gritar, reaccionar, pero antes de poder abrir la boca, la bestia corrió nuevamente hacia ella.
Con lágrimas brotando de ellos, Suika cerró los ojos esperando el impacto que, con sorpresa, jamás llegó.
Con sus excelentes habilidades, Kohaku había pegado un salto hacia el animal. Calculando con gran certeza la distancia que los separaba, logró caer sobre su enorme espalda. Rápidamente se arrancó el abrigo que portaba, y alargándolo de punta a punta, lo máximo posible, se lo colocó al animal en los ojos impidiéndole ver su entorno.
La cabeza del animal era demasiado grande para poder atar las mangas y así crear una venda, por lo que tuvo que agarrar ambos extremos con fuerza.
Aquello le daría tiempo suficiente a Ukyo para apartar a la pequeña del peligroso lugar.
- ¡Suika! – gritó el albino corriendo hacia ella. La pequeña abrió los ojos y sollozando el nombre del chico, saltó a sus brazos. El muchacho la recibió con un gran alivio. – Ya está. Tranquila.
Apretándola con fuerza a él, Ukyo corrió unos metros hacia atrás separándose de la que, de distraerse, podría ser una caída fatal.
Un grito llamó su atención, y girando la cabeza hacia allí observó a la rubia volar por los aires.
El animal había comenzado a agitarse con violencia. Movía su cuerpo de un lado a otro, de arriba abajo, dando patadas y cornadas al aire queriéndose sacarse a la muchacha y a ese trapo de encima. Y tras una fuerte sacudida lo logró.
Kohaku impactó de lleno contra el suelo y por un momento se sintió abrumada. Notando como un pegajoso liquido se deslizaba por su frente, la joven apoyó ambas manos en el suelo dispuesta a levantarse de nuevo.
Se sacudió un poco y pudo notar gotas de sangre impregnar su ropa.
Pocas veces caía frente a un enemigo, y mucho menos contra un animal. No podía darse el lujo de que esa fuera una de las veces, no con la pequeña Suika observándola con preocupación.
Por suerte para ella, la bestia tenía la vista puesta en su dirección, y no hacia sus compañeros. Si lo hacía bien, ambos podrían huir, y si lo hacía aún mejor, quizás ella también.
Por el rabillo del ojo, observó como su compañero cargaba a la niña y caminaba lejos de ellos con cuidado. Por desgracia no fue lo suficientemente silencioso, y Kohaku no fue la única en notarlo.
El animal giró el cuerpo entero hacia ellos dispuesto a correr de nuevo.
Ukyo se sobresaltó, y sabiendo que no iba a poder hacer más que eso, abrazó el cuerpo de la pequeña con su cuerpo protegiéndola de un inevitable golpe. Ambos saldrían heridos, estaba claro, sin embargo, si podía evitar que la menuda recibiera el golpe más fuerte lo haría.
Con valentía, mantuvo sus ojos abiertos en todo momento, casi desafiando al animal.
- ¡Cuidado! – gritó la mayor, y al mismo tiempo que la bestia comenzaba a correr, ella le siguió.
Era rápido, incluso más que ella, pero la adrenalina de proteger a quienes quería logró hacer que lo alcanzara.
No iba a poder detenerlo, lo sabía, pero si usaba la inteligencia y el húmedo barro bajo sus pies, podría hacer que cambiara de dirección sin usar mucha fuerza.
Y así lo hizo. Alargó el brazo hasta uno de sus cuernos, y haciendo presión hacia atrás, el animal resbaló.
Fue tal la sorpresa de haberlo conseguido, que por un momento se le olvidó soltar su agarre, y cuando quiso darse cuenta el suelo ya no estaba bajo sus pies.
Y todo empezó a moverse con lentitud.
Vio a Ukyo, el miedo en sus ojos, sus temblorosos labios pronunciando su nombre con desesperación, y su brazo derecho alzarse en su dirección pese a la larga distancia que los separaba...
Vio a Suika, las lágrimas recorrerle el rostro tras la máscara que siempre llevaba, sus pequeñas manos agarrarse con temor al chico que aun la mantenía a salvo contra su cuerpo, y segundos después su intento fallido por soltarse e ir tras ella...
Alzó la vista y vio el cielo, las grises nubes, las gotas de lluvia comenzar a caer de ellas, y las hojas caídas de los árboles que con el viento flotaban a su alrededor.
Sintió su pecho contraerse, sintió caer, y por un momento el rostro de aquel muchacho surcó su mente.
Quería verlo, quería oírlo, quería abrazarlo, aunque fuera una última vez...
- Senku... - susurró.
Y lo último que pudo notar fue su respiración cesar.
X
El nombrado abrió los ojos con sorpresa. Alzo la cabeza previamente apoyada sobre su escritorio, y se giró rápidamente hacia atrás.
- ¿Leona...? – susurró con cautela.
Observó el lugar con detenimiento y se extrañó al verse completamente solo. Creyó haber oído la voz de la muchacha, creyó firmemente haberlo hecho. Todavía podía notar su voz resonar en él.
Por un momento sintió su pecho oprimirse y respiró profundamente.
Debió ser un sueño... o una pesadilla...
Sin pensarlo demasiado, volvió a posar la vista hacia el papel que había frente a él. Estiró los brazos hacia arriba sobre su cabeza y bostezó con exageradas ganas.
Estaba cansado.
Escuchó las gotas de lluvia rebotar sobre la choza y posó su vista hacia la ventana.
Empezaba a hacer aún más frío.
- Senku-chan~
La repentina voz de Gen lo sorprendió, y con un notable enfado lo fulminó con la mirada.
- ¿Qué haces aquí, mentalista? – inquirió. - ¿No te dije que no me molestaras mientras hacía mis cosas?
- Así es, y de eso hace seis horas. – contestó entrando por completo al lugar. – Por eso estoy aquí. Venía a ver como estabas.
Y caminando hacia él, se sentó de manera elegante en una de las pocas sillas que había allí, justo a un lado de la ventana.
- Ocupado, por si no lo has notado. – respondió el oji-rojo irritado.
Senku lo escuchó reír levemente.
- Si con ocupado te refieres a durmiendo, es mejor que lo hagas en tu casa, ¿no crees?
El científico lo observó con las cejas levantadas, dando a entender que aquello le había sorprendido.
- ¿Qué te hace pensar que dormía?
- Tus ronquidos. – contestó el mayor con gracia. – Pensé que se había colado algún tipo de cerdo, así que vine a investigar. Me tranquilizó saber que solo eras tú.
Una vena palpitante se asomó sobre la frente del peliverde. Si con tan solo su presencia, el chico ya quería golpearlo, al escuchar esas estúpidas palabras salir de su boca, quería matarlo.
Podría hacerlo. Sabía varias formas de librarse de alguien sin levantar sospecha. Era un chico listo, al fin y al cabo, además de científico. Diez mil millones de puntos a su favor.
- ¿Quieres algo? – preguntó finalmente, con un notorio fastidio.
A decir verdad, no quería desperdiciar ni su inteligencia, ni las pocas energías que le quedaban, en alguien como él, así que por esa vez lo dejaría pasar. Mas, sin embargo, por el momento, no lo olvidaría.
- Solo venía a avisarte de que Tsukasa, Chrome y yo nos hemos encargado de la aldea. No sé cómo será esta tormenta, pero estarán a salvo. – contestó girando la vista hacia el cielo que se mostraba a través de la ventana.
El peliverde lo imitó.
- ¿Tormenta? Pero si solo son cuatro gotas de nada. – contestó rascándose el oído con indiferencia. – Un poco de agua no le hace daño a nadie.
- Por si acaso nos hemos apresurado a proteger todo lo que la lluvia y el viento pudiera dañar. – aseguró Gen con cierto orgullo en sus palabras.
Senku suspiró al verlo actuar de manera tan engreída, y soportó las enormes ganas de meterse con él al sentirse levemente agradecido. Debía admitirlo, tener a sus compañeros a su lado, le hacía el trabajo más fácil. Cierto era, sin embargo, que si lo que esperaban era algún tipo de recompensa, no pasaría ni en un millón de años.
- Considero que no era necesario, pero no importa. – comentó con una pequeña sonrisa.
- Que cruel eres, líder. – soltó el mayor con falsa tristeza. - Esperaba que te preocuparas un poco más por la seguridad de tus aldeanos.
- No son mis aldeanos, y es absurdo preocuparse por una pequeña tormenta. Si es que viene, claro... – soltó con desconfianza observando el cielo. Llovía, sí, pero tampoco lo suficiente para montar un circo como ese. – Además, gracias a mi gran aporte, las casas tienen mucho más aguante que antes, y los cultivos fueron exitosamente recogidos hace unos días atrás, ¿recuerdas?
Esta vez fue su turno de actuar con orgullo.
- ¿Cómo olvidarlo? Nos hiciste trabajar a todos durante varios días. – mencionó el mentalista con un agotador suspiro. – Aun siento crujir mi espalda.
- Entonces no sé de qué te preocupas.
Senku volvió a mirar al frente dispuesto a ignorarlo y continuar con su trabajo. Tenía mucho que hacer, y la visita de su amigo lo estaba atrasando.
- Ahora mismo de tu mal humor. – soltó él llamando nuevamente su atención. - ¿Has soñado algo desagradable? ¿Una pesadilla?
- No estaba soñando, porque no estaba durmiendo. – insistió el oji-rojo alzando quizás un poco de más la voz, mientras lo miraba de mala gana. – Y, en cualquier caso, la única pesadilla que hay aquí eres tú.
- Vale, vale, lo pillo, pero no me eches una maldición. – rogó el mentalista alzando ambas manos en señal de paz.
- Soy un científico, no un hechicero, y como tal tengo cosas que hacer, así que largo.
- Los científicos también duermen, ¿lo sabias?
Senku chasqueó la lengua. Estaba empezando a cansarse de ese tipo y sus absurdas preguntas.
- Nicola Tesla: 2 horas. Isaac Newton: 3 horas. Thomas Edison: d horas. Ninguno necesitaba más de eso y mira las hazañas que lograron. – contestó con rapidez.
Gen tan solo pudo suspirar, y esta vez sí que le dedico una verdadera y triste mirada.
- Necesitas descansar, Senku...
El nombrado no lo notó, pero aquello no fue un consejo, fue un ruego. Preocupado le estaba pidiendo que se cuidara, más, sin embargo, el peliverde no se lo tomó nada bien.
- No, lo que necesito que me dejes trabajar EN PAZ. – recalcó haciéndole notar su claro enfado. - ¿No tienes nada que hacer, o qué?
- No.
Una simple respuesta que a decir verdad no se esperaba. Conociéndolo como el mentalista lo conocía, sabía que decir algo como "no tengo nada que hacer" o "me aburro" estando a su alrededor, implicaba que les diera una gran carga de trabajo. Aun así, se atrevió a hacerlo.
- Pues vete a dar un paseo.
Pensar en cosas que el mayor podía hacer, le quitaba tiempo de lo que él debía hacer, así que simplemente respondía lo más paciente posible a sus dichosas palabras.
- Está lloviendo.
Aquello le había hecho gracia.
- ¿Acaso le temes al agua, o qué? – preguntó el científico con burla.
- No quisiera resfriarme. Soy muy débil con las bajas temperaturas.
La voz lastimera que hizo, lo terminó de sacar de sus casillas.
- ¿Tantas ganas tienes de que te ponga a trabajar?
Gen se levantó de inmediato y comenzó a caminar hacia la salida con rapidez. Obviamente no quería.
- Retiro lo dicho, tengo muchas cosas que hacer. – contestó. – Sí, muchas.
- Muy listo, mentalista. Ve a hacerlas, y NO vuelvas. – puntualizó casi a gritos.
- La falta de sueño te afecta al humor por lo que veo. – susurró con desgana.
Senku lo escuchó, por supuesto, y agarrando un lápiz que había sobre el escritorio, se lo lanzó dispuesto a darle.
- ¡Largo!
Nunca le llegó, pero fue una clara advertencia de que no se metiera con él, no en esos momentos.
El mentalista lo captó y negó repetidas veces con la cabeza. Si el oji-rojo continuaba así, en poco tiempo se volvería un científico loco, el primero de esa era.
- Te dejo solo entonces. – Y tras eso desapareció.
Senku chasqueó la lengua y justo en ese momento algo se le vino a la cabeza.
- ¡Oye, mentalista! – lo llamó. Él no contestó, pero sabía que aún podría escucharlo. - ¡Si ves a la leona o a Ukyo, diles que me traigan el Acorus! ¡Cuánto antes trabaje en ello, más medicina tendremos para pasar el invierno!
Por un instante el lugar se quedó totalmente en silencio, y fue entonces cuando Senku intentó concentrarse. Sin embargo, las gotas de lluvia tomando fuerza y rebotando sin parar contra la casa se lo impidieron.
A eso debía mezclarle la pequeña presión que aún notaba en su pecho. Sabía que no estaba enfermo. Conocía casi todos los síntomas de casi todas las enfermedades del mundo, y perfectamente podía descartarlas todas. Tampoco estaba herido. Era torpe, y la mala suerte lo había acompañado en varias ocasiones, pero no recordaba haberse hecho daño, o al menos no en esos últimos días. Al fin y al cabo, casi no había salido de esa habitación.
Entonces... ¿Qué era aquello que sentía? ¿Un infarto? No. ¿Nervios quizás? Bueno, el mentalista no había ayudado con su presencia, así que podía ser, pero debía descartarlo. Aquella sensación había aparecido antes de su llegada. Así que... ¿Ansiedad? Imposible.
- Senku...
Nuevamente aquella voz rebotó en su cabeza. La maldita voz de su rubia compañera.
Eso era, falta de sueño. Estaba delirando por la falta de sueño. El cansancio tanto mental como corporal lo confirmaba. Eso o se estaba volviendo loco.
Una pequeña sonrisa surcó sus labios. Quizás, y solo por esa vez, el mentalista tenía razón. Necesitaba descansar. Un día no iba a alargarle tanto el trabajo, ¿verdad?
Perezoso se levantó de la silla y caminando hacia la puerta de salida, observó el paisaje más allá de la arboleda.
El aire fresco llegó a su rostro y respiro profundo. Había demasiada calma para ser verdad.
Se estiró una vez más y a punto estuvo de bajar por la escalera de la choza cuando por el rabillo del ojo, vio algo aparecer entre los árboles.
Era una pequeña mota verde y azul que iba rodando hacia su posición.
- ¡S-Senku! – la escuchó gritar.
- ¿Suika?
Sabía perfectamente que era ella, no necesitaba preguntarlo, sin embargo, sintió que debía hacerlo. La voz de la pequeña había sonado extraña. Parecía muy distinta a hacía un par de horas atrás.
Con cuidado bajó de la cabaña y a punto estuvo de saludarla con total naturalidad, cuando sin esperárselo, la pequeña tropezó con una piedra en el camino y cayó de bruces al suelo.
Senku se sorprendió ligeramente, pero no quiso darle mucha importancia hasta que vio cómo, aun tirada en el suelo, comenzaba a sollozar.
¿Qué le pasaba? ¿Tanto daño se había hecho?
Con cierta culpa invadiéndolo, llegó a su lado alzándola con todo el cuidado posible.
- ¿Estás bien? Pensaba que eras una niña más fuerte. – comentó con una pequeña risa. Esperaba que aquello animara un poco el aura depresiva que parecía tener. Esperaba que respondiera con la misma energía que siempre desprendía. No fue así. - ¿Suika?
Sus manos seguían apoyadas en sus brazos a la espera de alguna reacción, sin embargo, lo único que sintió fue su pequeño cuerpo temblar.
Algo no iba bien.
Alzó la mirada hacia el frente, observando con cautela el camino por el que la rubia había aparecido. Se mantuvo en silencio a la espera de que en algún momento sus otros dos compañeros llegaran.
Salvo el tiempo, nada pasó.
Quiso pensar en algún motivo racional por el cual la pequeña había vuelto y los otros dos no. Quiso pensar con lógica pura, más allá de algún mal suceso, pero le estaba costando hacerlo.
Fue el sentir las pequeñas manos de la niña aferrarse con desespero a su ropa y mencionar el nombre de quien, sin quererlo, no podía dejar de pensar, lo que hizo que su mente se quebrara por completo.
- K-Kohaku... - pronunció la menor aumentando sus sollozos.
Fue allí cuando el miedo lo invadió.
- ¿Dónde está, Suika? – preguntó de inmediato. Ella no contestó, causándole aún más temor. – Suika. Responde. ¿Dónde está la leona?
- Un monstruo... Kohaku... ella...
- ¿Monstruo? – repitió con sorpresa.
Los monstruos no existían, o al menos no como en su época los inventaban. No había pruebas de ello. Así que de inmediato, su lado más racional, lo condujo a imaginar que la pequeña hablaba de un animal.
- Nos atacó. Quiso comernos, creo. – respondió de a poco. – Pero Kohaku... Luchó para salvarme...
El llanto volvió a ella con más fuerza, desesperando al científico.
- Se que estas alterada, y que tienes miedo. – le habló agachándose a su altura. No podía forzarla a que le contara todo lo sucedido de la manera que él quería. Era una niña, pequeña, asustada y probablemente con carga de culpa por lo que le hubiera pasado a la rubia mayor, así que, por muy desesperado que estuviera en esos momentos, debía calmar un poco la situación. Solo así conseguiría que ella hablara. – Necesito que respires, tranquila, y me digas dónde está la leona.
Suika alzó la cabeza y uno segundos después asintió. Respiró profundo, y aun con la voz entrecortada le contó lo que él más temía.
- Kohaku... cayó.
- ¿Cayó? ¿Dónde? – insistió.
- Al río... – Por un momento Senku quiso suspirar con tranquilidad al pensar que, pese a la situación, quizás no era para tanto, y que la menuda, por el miedo del momento vivido, estaba exagerando las cosas. Sin embargo... - ... desde el acantilado... - añadió.
Y fue allí cuando la respiración se le cortó.
Acantilado. Si lo que decía era cierto, y la leona había caído desde ese acantilado, siempre y cuando fuera el mismo que él pensaba, ella estaría...
Enfurecido, se levantó de golpe asustando a la pequeña.
No. No iba a pensar en lo peor. Ella estaba bien, dentro de lo malo, por supuesto.
Eran diez metros de altura. Doce y medio para ser exactos, y claro que aquella era mucha altura para que un humano común y corriente sobreviviera. Pero ella no era común y corriente. Era Kohaku. Era muy fuerte, más de lo que él pensaba e imaginaba.
Seguro que estaba bien. Eso... eso no era suficiente para terminar con ella... ¿verdad...?
- Senku...
La voz de la muchacha resonó de nuevo en él, y esa fue la señal esperada para, sin pensarlo dos veces, echar a correr hacia allí.
No le importaba la lluvia, el barro, y el monstruoso animal que acechaba el lugar, lo único que quería y necesitaba en esos momentos era encontrarla. Y lo haría. Diez mil millones por cierto de que sí.
X
¡Fin capítulo 1!
Me ha gustado. A decir verdad, y para ser la primera historia, me ha gustado lo poco que he escrito. Tengo ideas de como esta historia se puede ir desarrollando, así que si queréis también saberlo, espero que lo sigáis y me digáis que os parece.
Me encantaría que me dejarais algún comentario sobre lo que os ha parecido.
¡Nos leemos próximamente!
