LA PARTÍCULA ALFA

Uno.

"El Gen Alfa tiende a manifestarse entre los 12 y 14 años, aunque hay casos especiales donde surge antes del intervalo, normalmente estos casos especiales se ven comúnmente en razas guerreras de Amanto, tales como el Clan Yato, conocido por engendrar en su mayoría Alfas de gran constitución física y fuerza, y solo un puñado de betas y omegas. Sin embargo, también existen los casos a la inversa, donde los Alfas se manifiestan tardíamente después de los 14 años, como el caso de Ranier Kova del Planeta Namch, quien se presentó como Alfa a sus 22 años. De acuerdo a los estudios realizados por el Doctor Foreshik, esto se debe a problemas presentados durante el desarrollo del individuo tanto físicos como mentales tales como la depresión, el estrés, la desnutrición, el sobrepeso y otras enfermedades crónicas."

Kagura se mordió el labio, casi haciéndolo sangrar. Estaba a semanas de cumplir 16 años y las características de un Alfa todavía no se presentaban en ella. Sus brazos seguían menudos como siempre —como los de una supermodelo, solía decir—, carecía de esencia y colmillos, así como de esa voz y confianza que solía caracterizar a los Alfas, por eso se había refugiado, tan inusual como podía ser, en la biblioteca de Edo, esperando poder encontrar esperanza para su condición. Era una Yato después de todo, ¿por qué no habría de ser una Alfa?

Engendrada en un inusual matrimonio entre Alfas y con un hermano que se había manifestado como tal a sus 9 años, Kagura solo podía esperar ser lo mismo. No solo ella, sino que todos a su alrededor lo creían: sus aguerridos gritos al entrar en batalla, la fuerza desmedida de sus golpes, el valor que poseía al enfrentar a cada enemigo... Pero no solo eso, su personalidad, su forma de hablar, de expresarse, la confianza que poseía en sí misma y la facilidad que tenía para subordinar a las personas a su alrededor, ¿no eran esas todas características de un Alfa? Sólo le hacía falta la esencia, la base de todo el misticismo Alfa, y estaría completa. No quería ni se podía permitir pensar que podría ser una triste Beta, aunque, en su estado actual, era la única conclusión a la que podía llegar.

"Los Beta," continuaba el libro unas páginas adelante, "en cambio, no poseen ninguna característica consistente, por lo que usualmente se clasifica a un individuo como tal después de que ha pasado la etapa de manifestación de rasgos promedio de las otras especies; esto es debido a que no tienen esencia, colmillos ni crean lazos a través de las marcas. Sus cuerpos son de diferentes constituciones y su fuerza está en la media de su raza. Su tasa de fertilidad se encuentra muy por debajo de los Omega, sin embargo, su población se estima en al menos 57% de la Galaxia conocida, siendo el Planeta Tierra el característico de esta especie, pues el 89% de la población originaria del lugar se encuentra bajo esta clasificación. Algunos investigadores consideran que los Beta son solo Alfas/Omegas incompletos debido a la falta de características especiales que les identifiquen. Por el contrario, también hay movimientos que apoyan la hipótesis de que los Betas son la evolución de las otras dos especies, al tener un mejor control de sus emociones dado a que se encuentran menos ligadas a su naturaleza biológica y reproductiva, empero, este movimiento es de naturaleza puramente social, puesto que no hay pruebas biológicas que lo respalden".

Cerró el libro con violencia —Introducción al Alfaverso—, más desanimada que antes. De acuerdo al delgado libro, ya había sobrepasado la edad Alfa y debía considerarse a sí misma una Beta, pero quiso aferrarse a la última esperanza de ser una Alfa tardía como aquel tipo quién se manifestó a los 22 años. Aunque sabía, muy en el fondo, que quizá solo se estaba engañando a sí misma.

Además, ¿qué había de malo en ser una Beta? No era vergonzoso. Quizá no tendría un rendimiento físico comparable a un Alfa, pero, en la Tierra, ya era mejor que la mayoría. ¿Obligar a los Omegas a doblegarse ante ella? No hacía falta tener la esencia para conseguirlo. Incluso un Alfa como Zura le llamaba Líder. Además, Tae era una Beta y Kondo, otro Alfa, estaba hechizado por ella, casi como si tuvieran la Marca de Compañeros Destinados. Hijikata era otro Beta y era el vicecomandante del Shinsengumi. Tsukki era Beta también, una mujer líder entre las suyas. Incluso el mismísimo Takasugi era tan solo un Beta. Tal vez era una Yato, pero ahora vivía en la Tierra, y en la Tierra, el Planeta donde los sueños se vuelven realidad, ser Beta estaba bien. Más que bien, ser Beta era lo normal para los seres humanos.

Todo estaría bien, se consoló a sí misma, la Yorozuya sería un lugar de encuentro interclase, con Gintoki como Alfa, Kagura como Beta y Shinpachi como Omega.

Dejó el libro en el estante más cercano a la mesa donde se encontraba y abandonó la biblioteca. Alcanzó a escuchar el grito de la bibliotecaria, pidiéndole que lo colocara donde correspondía, pero eligió ignorarlo. Quizá no era una Alfa, pero ella tampoco seguía órdenes.

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Cuando regresó a la Yorozuya, Hijikata estaba ahí. No era una visión anómala encontrarlo sentado en el sillón , discutiendo con Gintoki o sentado en el kotatsu comiendo un tazón de arroz. Nadie lo decía ni nadie preguntaba, pero era evidente que Gintoki y Toushiro mantenían una relación más que amistosa, aunque eran bastante discretos de puertas para afuera. Durante las ocasiones en las que ella estaba presente, su comportamiento era el de cualquier otro día, en sus gestos, miradas y ademanes no había nada que le hiciera creer que estaban juntos; en realidad, Kagura nunca concluyó que estaban saliendo, fue Shinpachi quien le hizo el comentario y quien le pidió que no alzara la voz al respecto hasta que la pareja se sintiera preparada para hablar, por lo que Kagura deseó actuar como una buena hija, amiga y compañera, y así lo hizo.

—Ya estoy de vuelta.

Gintoki no levantó la vista de la Jump cuando le respondió—. ¿A dónde fuiste? ¿Le trajiste algún regalito dulce al querido Gin-chan?

—Fui a la biblioteca —dijo con el pecho henchido de orgullo. Ya era una adulta ahora, hasta iba a bibliotecas.

—¿Se puede saber qué estabas buscando?

Se le ocurrió explicar lo que había leído, pero creyó que no era la ocasión. No con Hijikata ahí y con Shinpachi haciendo falta. Además, todavía le costaba aceptarlo a sí misma.

—¿Sabías que también tienen una sección de mangas-aru?

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El resto de la semana, Kagura siguió meditando el hecho de que era una Beta. Por momentos lo aceptaba, pero en otros un rayito de esperanza le pedía que esperara un poquito más, sin embargo, después de más de 10 días devanándose los sesos, aceptó la conclusión natural, no sin un cierto deje de amargura y temor de pensar qué diría Kamui de ella la próxima vez que se encontraran. ¿Volvería a tratarla como una débil hermanita menor? Apenas su relación se estaba relajando y sus encuentros se sentían como el trato de hermanos que siempre debieron tener, por lo que la posible consecuencia de ser repudiada por él le revolvía el estómago de solo pensarlo. Insegura, se consoló a sí misma, asegurándose que no se estaba perdiendo de nada y que nada iba a cambiar. Ser Alfa traía problemas. Ser líder, proveedora, guiada por sus hormonas, una pareja destinada… Definitivamente un Beta era superior.

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Bien. No era una Alfa. Ya lo tenía claro. Pero quería despedirse de la idea de ello si la oscura probabilidad de que la trataran diferente se volvía real. Por ello hizo una lista de personas con las que le gustaría ser ella misma una última vez sin un prejuicio por su clasificación.

Comenzó con Otose, Catherine y Tama. Pasó el día en el snack bar haciendo bromas a la vieja gata y ordenando comida que, por supuesto, no tenía con qué pagar. La robot, mientras tanto, limpiaba el lugar y ofrecía acertados consejos a los escenarios surrealistas que Kagura planteaba.

—Y si los renos de Santa Claus dominaran el planeta, ¿Santa todavía nos traería regalos-aru?

—¡No! —chillaba Catherine—. ¡Los gatos serán los primeros en dominarla!

—Los renos no son los que fabrican los regalon para Santa, Kagura-sama, esos son los duendes.

Mientras reía por la seriedad de Tama mordisqueando su sukonbu, se preguntó cómo la trataría Catherine en cuanto se enterara de que no era una Alfa como ella. Para Catherine esto era importante, como para la mayoría de los Amanto. Tenía un verdadero significado en su planeta de origen. Para Otose, una Beta, ni siquiera era algo digno de prestarle atención.

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Visitó a Tsukuyo de segunda junto al resto de las hyakkas en Yoshiwara. La mujer, siempre digna, chupaba su pipa mientras supervisaba el entrenamiento de nuevas reclutas, quienes seguían sus indicaciones sin casi parpadear. Eso le subió los ánimos a Kagura. Tsuyuko era una mujer a la que podía admirar, de quien podía inspirarse.

—¿Qué necesito para unirme a Yoshiwara?

La rubia apartó su mirada de las hyakkas y arqueó una ceja—. ¿Quieres trabajar aquí? ¡Ya veo! Necesitamos algunas cortesanas jovencitas para cierto tipo de clientes, no te preocupes, encajarás muy bien. Hinowa te ayudará a que aprendas todo lo que necesitas saber.

—No —negó, inclinando la cabeza a un lado—. Quiero formar parte de Hyakka. ¡Quiero patear traseros como tú!

Tsukuyo dejó salir una gran bocanada de humo antes de responder—. Ya pateas suficientes traseros junto a la Yorozuya.

Kagura negó con la cabeza. Sí, tenía razón, pero su petición venía por algo diferente, pero no podía decirlo en voz alta. No todavía.

—Solo salúdame a Seita y Hinowa, ¿sí?

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La siguiente persona en su recorrido fue Sarutobi, quien también era una Beta a pesar de sus deseos de ser sometida por Gintoki.

—Si hubieras sido una Omega, ¿no crees que serías más feliz-aru?

—¡Cállate, niña! Estamos en una misión.

—Sí, pero ¿no sientes que naciste con la clasificación equivocada? —Para ser francos, durante un tiempo Kagura pensó que era una Omega por sus constantes ruegos y deseos de ser sodomizada por Gintoki. Además, ¿no le sería más fácil? La tendencia siempre se inclinaba a un Alfa emparejarse con un Omega, de esa forma ella habría tenido una ventaja biológica por encima de Hijikata.

Sachan giró los ojos, aún en la oscuridad de la habitación en la que se habían infiltrado, Kagura pudo verlo—. Creo que soy perfecta tal y como nací.

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Acercarse a Tae fue difícil porque sintió que la estaba engañando, fingiendo que se encontraba en el dojo Shimura solo de pasada. La mujer era una de las que apoyaba más fervientemente la teoría de que era una Alfa, incluso le había pedido que sometiera a todos los hombres de Kabukicho en cuanto su gen se manifestara. "No es así como funciona", recordó haber pensado en ese momento, pero igual se lo había prometido.

—¿Qué haces por aquí, Kagura-chan?

—Solo me hacía falta una noche de chicas-aru.

—¡Es una buena idea, Tae-chan! —animó Kyubei, otra Alfa. Kagura sintió que se estaba fijando demasiado en la clasificación de sus amigos y sintió disgusto por sí misma—. Comer palomitas en pijama para relajarnos estaría bien.

—Yo quiero helado —acotó Kagura.

—Y las películas deben ser de terror —concluyó Tae.

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A la mañana siguiente, se encontró a sí misma frente a la entrada del Shinsengumi. Sus pies la habían llevado ahí justo después de escuchar como Zura ("¡No es Zura, es Katsura!) la llamaba "líder" por, quizá, última vez. Las grandes puertas de madera estaban cerradas y el barullo de hombres combatiendo entre ellos se colaba desde todos los resquicios de la puerta hasta sus oídos.

No era la primera vez que iba al Shinsengumi. No era la primera vez que iba sola. No era la primera vez que iba a buscarlo solo para pelear. No era la primera vez, pero tenía la corazonada de que sería la última.

Una de las características del Shinsengumi, aparte de su uniforme negro y de ser unos roba-impuestos, era que todos los hombres adentro eran Alfas y un reducido número de Betas. Era como si la organización fuera un imán de la clasificación superior, como si hubieran seleccionado a todos los hombres Alfa de Edo y los hubieran embutido en un uniforme negro, con espadas en su cintura. Kagura pensó que era injusto que los ladrones de impuestos tuvieran algo que, por mucho que lo deseara, ella nunca podría poseer.

El estómago se le revolvió a recordar que su archirival, Okita Sougo era un bastardo Alfa. Se lo imaginó llamándole China y burlándose de ella por no poseer esencia. Se lo imaginó sintiéndose superior y eso le supo a lodo en la boca. De todas las personas, incluso por encima de Kamui, era de él quien odiaría sentirse inferior. ¿Qué sucedería ahora con sus constantes riñas para probar quién era el mejor, el más fuerte? No solo eso, sino que el muy sádico ya le había preguntado en una ocasión anterior si de verdad era una Alfa.

—Quizá los cerdos no pueden manifestar el gen —había dicho para burlarse y ella le había partido la cara en respuesta después de gritarle en la cara que ella le enseñaría lo que era un verdadero Alfa.

No tuvo el valor de entrar a los cuarteles, en su lugar dio vuelta sobre sus talones y se marchó. Ya se enteraría el Shinsengumi después e inevitablemente él. Sería por Hijikata o Kondo, incluso tal vez por Yamazaki, pero no por ella. Definitivamente no.

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Ahora, lo siguiente que tocaba hacer, era explicarle a todos la realidad. Esperaba no ver decepción en sus caras, la Gran Reina Kagura una Beta. Después de pasar los pasados días con sus seres queridos, sabía que nadie de su círculo cercano la juzgaría realmente, sino que era ella misma quien lo hacía, pero eso no evitó que su estómago se retorciera un poco.

Era un miércoles a la hora del desayuno cuando decidió compartir las inevitables noticias. Una cucharada de arroz en su boca, lagañas en los ojos de Gintoki, Shinpachi limpiando la mesita ratona de la salita.

—Soy una Beta —no había orgullo o negación en su tono de voz, solo la simple realidad expresada en palabras.

—¿Sí? ¿Y cómo lo supiste? —fue la respuesta casi desinteresada de Gintoki—. ¿Te hiciste una prueba o algo?

—No existen las pruebas. Ni que fuera un embarazo-aru.

—Claro que sí existen, solo que tienen un 66.66 % de eficacia. El tipo de la farmacia que me vendió un helado la otra vez me lo explicó. Creo que son nuevas.

—No tengo dinero para una de esas, mmm.

—Igual tienen muchas fallas —hizo de menos Gintoki—. Pero entonces, ¿cómo supiste?

—Lo leí en un libro —confesó.

Gintoki alzó las cejas, conectando probablemente aquella vez en la que ella compartió vagamente su visita a la biblioteca con la conversación de ese momento.

—¿Entonces qué vas a hacer? ¿Quieres una fiesta?

—Nah, no es la gran cosa —desestimó con un ademán y siguió desayunando.

Para la gente de la Tierra la clasificación no era algo tan importante, siendo la mayoría de la población Betas. El género, las bodas y los cumpleaños, para eso sí organizaban fiestas. A menos claro que la clasificación fuera de un Alfa. A los Alfas la creencia popular los consideraba de buen augurio, las señoras en el mercado incluso cuchicheaban aseverando que tener uno en la familia era garantía de prosperidad y riqueza.

—Bueno, si cambias de opinión igualmente no tenemos dinero —zanjó Gintoki—. Entonces, ¿qué quieres hacer con tu recién descubierta identidad?

—Supongo —lo pensó un poco, dejando la cuchara sobre la mesa, al lado del plato vacío— que sacar el carnet.

—Suerte. La fila debe ser kilométrica.

El carnet, hasta donde sabía Kagura, era una identificación oficial de Edo donde se especificaban datos básicos, junto con su clasificación. Habían lugares y promociones especiales en algunos lugares tanto privados como públicos para los Alfa y el carnet era una manera segura de comprobarlo debido al extendido uso de los supresores en lo tiempos que corrían.

Kagura vio a Shinpachi de soslayo, quien estaba extrañamente silencioso limpiando una y otra vez la mesita ratona. A juzgar por Kagura, esa mesa estaba lo suficientemente limpia desde hacía 5 pasadas.

Pero el chico de anteojos no le preguntó nada hasta que se quedó a solas con él luego de que Gintoki saliera, quizá para ver a Hijikata. Era temporada baja para la Yorozuya, así que no tenían mucho trabajo (como siempre) y comían de la reservas de arroz que habían comprado cuando los tiempos eran mejores.

—Suéltalo, Megane —le dijo sin tapujos. Se estaba cansando de que su amigo la mirara de reojo y nunca formulara una frase.

—¿De qué hablas?

—Sé lo que quieres decir. Te decepciona que no sea Alfa —dijo con amargura. Su peor pesadilla haciéndose realidad. Aunque nunca esperó que la persona que le juzgara fuera Shinpachi. Lo esperaba de cualquiera, menos de él.

Su amigo sacudió la cabeza, negando—. Nunca me decepcionaría de ti por algo así.

—¡¿Entonces?! —urgió, aprehensiva.

—Es solo que, ¿cómo llegaste a la conclusión de que eres una Beta?

—Ya lo dije. Lo leí en un libro.

—No, no. Entiendo que leíste un libro. Pero qué fue lo que leíste exactamente. Eso es lo que me intriga.

—El periodo para manifestar el Gen Alfa es de los 12 a los 14 años —parafraseó—. En dos semanas cumplo 16. Y no lo he manifestado-aru. Soy una Beta. Así se supone que es, duh.

—Pero, Kagura-chan, ¿no se te pasó por la cabeza que quizá seas una Omega?

No. No se le había ocurrido. Nunca en su vida había conocido a un Yato Omega. Ni siquiera creía que existían. Entendía que quizá no había conocido tampoco demasiados Yatos en su vida más que al Séptimo Escuadrón del Harusame y a su propia familia, pero eso debía contar de referencia.

—Yo no puedo serlo —se apresuró a responder—. No hay Yatos Omega.

—Eso no lo sabes a ciencia cierta.

—¡Sí lo sé! —chilló, pero el pasaje del libro resonó en su mente… "el Clan Yato, conocido por engendrar en su mayoría Alfas de gran constitución física y fuerza, y solo un puñado de betas y omegas". No se había negado su existencia, sólo se había presentado como un hecho poco frecuente. Y ella no podía ser justamente ese hecho poco frecuente. No podía tener tan mala suerte.

—Solo quiero que estés segura antes de que te pidas el carnet en la Oficina de Registro Poblacional.

—¡Es que si no soy Alfa tengo que ser Beta! ¡No puedo ser una de esas… cosas! —¿Qué pensarían su padre y su hermano? No, no, no. Ni siquiera podía entretener el pensamiento.

—Esas "cosas" como nos llamas tú somos también personas, Kagura-chan. Y no somos inferiores a nadie solo por ser Omegas. Espero que lo recuerdes.

Shinpachi lanzó la jerga al sillón y se despidió con un portazo. Una mirada de decepción en su cara que perforó el corazón de Kagura hasta partirlo en dos.

Tenía qué disculparse con Shinpachi, el pensamiento surgió urgente en su consciencia. Ella no pretendía tomarlo a menos por ser un Omega. Nunca había pensado en él de esa forma. Es solo que ella no podía serlo. Absolutamente no.

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Volvió a la biblioteca esa misma tarde. La cabeza todavía le daba vueltas y las manos le temblaban de la ansiedad. No había podido sacarse de la cabeza la duda que Shinpachi había sembrado en su cabeza. Admitía que no sabía mucho de los Omegas, Shinpachi lo vivía calladamente y ninguno de sus amigos tocaba el tema como un tópico de interés, pero sí conocía las leyendas alrededor del Gen: sumisos, llorones, débiles, desesperados y dependientes, ansiosos por ser tomados por un Alfa. Shinpachi no era ninguna de esas cosas, pero no podía simplemente desestimar los rumores, su amigo podría ser sólo la excepción que confirmaba la regla. ¿Tendrían que tener alguna clase de fundamento, no?

Entró a la biblioteca sin acercarse al mostrador, sino que se precipitó directamente al estante donde había tomado el libro de Introducción Al Alfaverso en primer lugar y lo hojeó con violencia, encontrando el apartado para los Omegas.

"La principal característica del Gen Omega es el celo. Las razas de Amantos y Humanos consideradas en la presente investigación (ver Anexo: Razas de Amantos y Planetas) coinciden con un celo de 7 días en un ciclo de 90 días, es decir que en promedio un Omega se puede encontrar en la cúspide de fertilidad 4 veces durante cada año terrestre. Durante este periodo de fertilidad, el libido del Omega se dispara de 8 a 10 veces de sus niveles normales. Aunado a esto, hay una gran segregación de lubricante natural en genitales y su esencia se vuelve más intensa, volviéndolos más atractivos para los Alfas; todo ello con el fin de aumentar las posibilidades de reproducción durante el ciclo. De acuerdo a estudios presentados en la Universidad de Kannitra, en el Planeta Baki, el promedio de aparición del Gen Omega se da en un individuo de los 16 a los 19 años, coincidentes con la madurez de sus órganos reproductores".

Tiró el libro inmediatamente, lo que provocó el siseo de las pocas personas que ocupaban la biblioteca. Alguno más valiente le mandó a callar. Pero es que no podía ser. No había manera en la que existiera siquiera la posibilidad de que fuera una Omega.

Maldijo a Shinpachi por lo bajo, casi trastornada, por haberle metido esa idea a la cabeza. Ahora prefería, rogaba mil veces más ser una Beta que terminar como una Omega.

—Debe haber algo más —susurró para sí misma.

Buscó en los estantes algún libro sobre los Yato. Porque ellos eran especiales. Todos Alfa. Quizá algún Beta. ¿Pero un Omega? Alguno de los cientos de libros en ese lugar debería poder darle el consuelo y seguridad que necesitaba. A tientas, leyendo a medias los títulos en los lomos por el frenesí en el que se encontraba su cerebro, encontró un pequeño compendio sobre razas guerreras de amanto. Se fue directamente al final, por orden alfabético, su familia debería de estar casi de último. Y ahí estaba, una sola página de información con una imagen de una familia de hombre, mujer y bebé en la esquina con un pie de página que dictó su sentencia de muerte: "Atípica familia Yato pura: Padre Alfa, Madre Omega e Hija Beta".

—Mierda —maldijo.

Toda la biblioteca la escuchó.