Estoy publicando luego de ver el nuevo capítulo de Ashoka y estoy muy emocionada por la serie y esperando que regresé mi pareja favorita en algún momento de la trama. Crucemos los dedos.
P.D. Espero que este capítulo les gusté tanto como a mí, a pesar del tiempo que tomó, pero los capítulos se hacen mucho más largos a medida que voy avanzando en la trama. Sin embargo, la buena noticia es que el quinto y sexto están casi listo para salir. Disfruten la lectura.


Capítulo IV: Acorralada


Escondidos en aquel lugar, Din y Bo vieron con impotencia como arrastraban a las personas al centro de la ciudad. Niños pequeños se aferraban a las faldas de sus madres, con lágrimas secas manchando sus redondas mejillas. Los ancianos eran arrojados a un lado como despojos humanos, inservibles para cualquiera que fuera sus aviones, pero los hombres jóvenes y fuertes eran seleccionados y separados del grupo.

—Llévatelos —ordenó un soldado imperial vestido con una armadura negra a otro de menor rango.

—Sí, señor —el otro le devolvió un gesto marcial— pero, ¿qué hacemos con los otros?

—Déjalos, él no los va a necesitar.

El soldado ascendiendo y con un grupo más pequeño se llevó a los hombres de la ciudad, entre ellos a Ragnar, Paz y otros niños que ya cruzaban el umbral de la adolescencia.

—Dank Farrik —maldijo Din, sintiéndose superado. A su lado, Bo intentó darle a Consuelo, pero él no lo notó, preocupado por sus amigos. Las calles poco a poco iban quedando vacías, los llantos de algunas mujeres por aquellos que les fueron arrebatados se regresaron más lejanos como ecos en la distancia.

Resignados a su suerte, a perder a sus seres queridos por el capricho del Imperio.

—No, no voy a permitirlo —el hombre se escabulló del edificio, determinado.

—Din —Bo intentó detenerlo, pero la voluntad de Din era más fuerte. Bo cerró los ojos, y corrió, siguiéndolo. Sus pasos se hicieron más rápido, escondiéndose del peligro, su corazón palpitando de forma desesperada cada vez que veía un casco blanco de trooper. Atrapó a Din, a medio camino, arrastrándolo detrás de un viejo edificio—. ¿Qué estás haciendo?

—¿Qué crees? Voy a rescatarlos —Din la miró con firmeza.

—No puedes ir, Din —Bo se aferró a él—. Solo lograrás que te maten.

—Que así sea, entonces.

—Din, por favor, piénsalo bien —suplicó la pelirroja.

—Hijo mis amigos, Bo. No los voy a abandonar, no los voy a ver morir como a mis padres.

Un silencio tenso flotó a su alrededor. Bo sintió que su corazón se apretaba por él, entiéndelo finalmente, su tristeza, su soledad y su cariño sincero por aquellos niños. Pero no podía dejarlo solo.

—Iré contigo.

-¿What? —Bo se acercó y le tomó la mano, mirándolo con firmeza.

—Dijiste que irías, iré yo también —ambos se miraron en un acuerdo tácito.

—Entonces, necesitarán ayuda —interrumpió una tercera voz, sobresaltándolos. Ambos se volvieron y vieron una sombra que poco a poco se acercó a ambos, mostrándose como Emily, la esposa de Paz.

—¿Emily? ¿What? —Din la miró, asombrado por su aspecto desalineado y suciedad en el cuerpo— ¿Estás bien?

La mujer ascendiendo.

—Lo estoy. Pero Paz...

—Lo sé, los vimos —Din respiró hondo—. Debemos hallarlos, no podemos permitir que el Imperio les haga daño.

Bo ascendiendo de acuerdo, tragándose sus miedos. No podía darles la espalda, dejar atrás a personas que conocía, con las cuales estuvo conviviendo, descubriendo como eran, envolviéndose en su alegría y felicidad en un lugar azotado por la miseria, pero viviendo con esperanza y eran sus amigos, maldición, no podía abandonarlos.

Los tres armaron un plan: se arrastraron por la ciudad, escondiéndose, eludiendo a los soldados. Se apostaron en las cercanías de un viejo edificio, donde tenían encerradas a las personas. Observaron el cambio de guardias y la rotación entre los cambios de horarios, buscando una oportunidad

—Bien —dijo Din, mostrando un plano del edificio, dibujado de memoria de su parte—. Tenemos la oportunidad de entrar por este viejo ducto —señaló un camino angosto que recorría todo el lugar— y que nos dará una ventaja de inspeccionar los diferentes lugares del edificio sin ser vistos. Tendremos que recorrerlos por completo hasta encontrarlos.

Ambas mujeres asintieron, de acuerdo al plan trazado. Se apostaron en las sombras, esperando la llegada de la noche, refugiándose en la oscuridad como una aliada.

—Es hora —se miraron entre sí, sincronizando sus movimientos. Se arrastraron en las sombras, acercándose cada vez más a su objetivo, pegándose a las paredes y ocultando su presencia de los centinelas que resguardaban el lugar.

Con cautela, se infiltraron en el lugar a través del ducto que señaló Din. Mientras, los otros dos se adelantaron, Bo los cubró llevando su rifle bláster cargado, apuntando en todas direcciones, sus instintos agudizados centrándose al peligro.

Encendieron sus linternas, caminando por el estrecho conducto, vigilando cada habitación, buscando el rastro de sus amigos y ayudarles a escapar.

Se arrastraron por el ducto, mirando cada lugar, pendientes de cada movimiento y escapando de la vigilancia de los soldados de asalto.

—Es aquí —susurró Din con emoción, señalando una pequeña ventilación. Las otras dos mujeres se acercaron y observaron cómo sus amigos se encontraban acurrucados en el suelo, abrazados unos con otros, brindándose calor.

Din quitó los seguros de la ventilación con unas herramientas que llevaba consigo. La retirada de su lugar y se dejó caer en ella, sorprendiéndolas.

-¿What? —Paz se recargó en su hijo y miró a su amigo con asombro cuando notó la llegada de Bo y Emily.

-¡Mamá! —el pequeño Ragnar sonoro cuando notó a la mujer, haciendo que corriera hacia él, llena de felicidad.

—No podemos perder más tiempo —interrumpió Bo, a pesar de ante la dulce escena que protagonizaron sus amigos—. Tenemos que salir.

Din tomó el liderazgo.

—Iré yo primero —dijo— revisaré el área y la despejaré para el primer grupo—Din trabajó en la puerta, desactivando su mecanismo, abriéndola y desapareciendo por ella, regalándole una última mirada a la pelirroja.

Bo avanzando y corrió al grupo de personas, revisando a los heridos y entregando armas a quienes podían luchar, dándole espacio a la familia para conversar entre ellos. Se sintió mucho más tranquilo al notar que las heridas de todos eran superficiales. Incluso, Paz solo tenía una pequeña torcedura en el tobillo que no le dificultaría correr si era necesario.

El comunicador en la muñeca de Bo sonó, confirmando la señal del camino despejado por parte de Din.

—Emily, es hora —dijo Bo— irás con el primer grupo, yo iré con el segundo grupo y los protegeré en la salida, ¿está bien?

Emily se acercó y salió llevándose a un grupo de personas, entre ellos, Ragnar y Paz.

Bo cronometró el tiempo y luego, ajustando a su grupo asignado.

—Hora de irnos —los más fuertes corrieron delante del grupo, cargando sus armas y protegiendo a los demás, los más jóvenes corrieron en el centro y Bo cerraba el grupo, protegiendo la retaguardia.

Su mirada estratégica al final del grupo fue esencial para notar cuando un grupo de soldados arribarán a su encuentro, haciendo retroceder ante el peligro, pero su suerte no será eterna.

—Están escapando, ¡detengalos! —un grupo de tres soldados de asalto apareció de un pasillo, iniciando una persecución.

—Corran —ordenó Bo, alentándolos a escapar, mientras ella quedaba atrás. Se enfrentó a los troopers, lanzando una ráfaga de disparos, el líder del grupo los esquivó. Escapando, pero los otros dos no tuvieron tanta suerte.

—Din, ¿yo oyes? —preguntó a través de su comunicador. Bo siguió la estela de los pasos de sus amigos, corriendo a la salida.

Él no respondió inmediatamente, haciendo crecer su incertidumbre. Siguió corriendo, igualando el fuego de sus perseguidores hasta refugiarse detrás de una columna.

—Aquí estoy, Bo —la voz segura, pero calmada de Din fueron un bálsamo para ella—. Tuvimos algunos problemas con los vigilantes, pero el primer grupo ya están afuera, solo faltan ustedes.

—Es bueno escucharte, Din —suspensó, aliviada—. Enseguida llegaremos al punto de encuentro —respondió cuando alcanzó a su grupo y los instó a correr más rápido.

Finalmente, después de esquivara otro pequeño grupo de stormtrooper llegó a la ubicación de Din que los esperaban con impaciencia.

—¿Por qué demoraron tanto? —fue lo primero que dijo al verla.

—Tuvimos algunos pequeños contratiempos en el camino —sonrió Bo, medio bromeando. La mitad del grupo ya había pasado cuando nuevos disparos se escucharon del camino que dejaron atrás.

—¡Vamos! —instó Din a su gente para escapar.

La estructura del lugar empezó a temblar cuando los disparos golpearon en una columna, haciendo que se precipitará hacia Bo. Un ruido sordo retumbó en el túnel y entonces grandes rocas empezaron a caer.

Los últimos prisioneros corrieron a la salida, mientras la estructura empezaba a colapsar y caer por todo el largo pasadizo. Grandes y pesadas rocas cayeron hacia ellos de manera tempestuosa.

—¡Bo! —gritó Din, y empujó a la mujer fuera del camino de la colisión. Sus brazos se aferraron a su cuerpo, protegiéndola—. ¿Estás bien?

—Sí —sus ojos se fijaron en el túnel derrumbado y sellado con rocas separándolos de Paz, Emily y los demás. Corrió hacia la entrada tratando de quitar las rocas, pero otras caían en su lugar, haciendo imposible su tarea. Desde el otro lado también lo intentaron y solo pudieron abrir un pequeño agujero tan pequeño que apenas podía observar el rostro preocupado de Paz, abrazando al pequeño Ragnar. No había forma de que pudiera salir, sus ojos se detuvieron en el niño asustado, el miedo palpable en sus ojos cristalinos—. Vete, Paz. Quedarte aquí solo les harán retrasar más.

—Te has vuelto loca, mujer. No los vamos a abandonar.

—¡Hazlo! Ve a casa de Din y prepara mi Cañolera para viajar con todos los niños que tienes a tu carga. Nosotros buscaremos otra vía de escape y los alcanzaremos —el hombre robusto buscó a Din con la mirada, quien se acercó de acuerdo a las palabras de la pelirroja. Paz finalmente ascendió y corrió con los demás, desapareciendo a la distancia. Sintió la presencia de Din a su lado.

—Retrocedamos y tomemos otra ruta de escape —dijo, tomándola del hombro.

Bo ascendiendo.

Corrieron en dirección contraria y deambularon por los pasillos, buscando la salida. Sus pasos se hicieron desesperados cuando una a una cada puerta a su alrededor empezaba a cerrarse, encerrándolos en una habitación.

—Tenemos que salir de aquí —urgió Bo, retrocediendo cuando notó a un escuadrón entero de Stormtrooper rodeándolos. Notó que la mano que Din aferraba contra la suya, temblaba ligeramente.

—Es bueno volverte a ver, Bo-Katan Kryze —la voz suave y llena de arrogancia de Moff Gideon le helaron la sangre.

Bo sintió que la cabeza le daba vueltas. El pánico la inundó, con pensamientos sombríos y su cuerpo tembló con escalofríos, llenos de terror. Se sintio entumecida, congelada en su sitio.

— ¿Sorprendida, Lady Kryze? —Gideon preguntó con una sonrisa— pasaste tus días escapando de mí y de mis hombres, pero caíste en la trampa más simple. Mírate, solo eres una sombra de lo que eras, usando ropa de una forastera, ¿dónde está tu armadura? Acaso, la desechaste como tu orgullo mandaloriano.

— ¿Mandaloriano? —interrumpió Din, el discurso del otro hombre.

El imperial miró a Din con interés.

—¿No lo sabías? La mujer que te acompaña es Bo-Katan Kryze, la última heredera de Mandalore y la responsable de la caída de su planeta y de todos sus hermanos mandalorianos.

El asombro cruzó el rostro de Din y miró a Bo, quien resignada miraba al suelo haciendo que sus cabellos rojos ocultaran su rostro.

—Bo, ¿es cierto?

Ella no contestó.

—Ahh, pobre muchacho —se burló Gideon, negando—. Acaso, ¿confiaste en ella? Bo-Katan Kryze solo es una mentirosa, una traidora con sede de poder y ambición que aplastaría a cualquiera por sus objetivos. ¡Llévense a los tortolos a las celdas de mi nave! Ya pensaré que haré con ellos.

—No…—miró a Din, tratando de protegerlo, pero los soldados de asalto les ganaban en número. Les despojaron las armas y los esposaron, retorciendo sus manos a la espalda. Din intentó resistirse, pero un golpe en el estómago lo arrojó a un lado, quitándole el aire.

Los soldados de asalto los tomaron de los brazos, arrastrándolos fuera de la cárcel de la ciudad y arrastrándolos por las calles. A la distancia, en una improvisada pista de aterrizaje se posaba un destructor imperial de grandes proporciones, los soldados los empujaron por los pasadizos, adentrándolos más y más en los confines de la nave imperial hasta arrojarlos en unas sucias celdas.

Bo jadeó cuando el cuerpo de Din cayó encima de ella y las luces titilaron en el techo de la celda, dándole un vistazo de una habitación pequeña vacía y cerrada. El aire se llenó de sus respiraciones cansadas y Din se alejó de ella, con ira.

-¿Is true? ¿Eres una mandaloriana? —su voz siempre controlada y tranquila se llena de incredulidad e indignación.

Bo agachó la cabeza y asintió, avergonzada.

—¿Por qué no lo dijiste? ¿Por qué nos escondes tu identidad? ¿Por qué no me lo dijiste? —reclamó Din con un rostro lleno de dolor por su silencio. Habían pasado tanto tiempo juntos, se había abierto a ella, le contó lo de su familia, había confiado tanto en ella que dejo caer sus defensas y se permitió sentir y albergar esperanzas por ella.

Bo alzó la mirada, con lágrimas deslizándose de sus mejillas.

—Bo, ¿por qué…no confiaste en mí?

—Porque no quería recordar. Recordar la sangre que manchaba mis manos, recordar que traicioné a mi hermana y la dejé morir a manos de sus enemigos. Mis errores le hicieron eso a ella ya Mandalore, dejé que los mandalorianos murieran porque no fui capaz de cuidarlos del Imperio —jadeó, expulsando todo aquello que guardaba en su interior, toda la culpa, el dolor y la vergüenza de sus acciones pasadas—. Por eso escondí mi armadura, así como mi identidad y mi vida pasada. Decidí ser alguien más, ser una ladrona, una vagabunda que viaja errante entre planetas, sin dejar huella y escapando del Imperio y de Moff Gideon. Pero, mis pecados han logrado alcanzarme para castigarme. Lo siento, no quise arrastrarte conmigo, Din.

Él guardó silencio.

Sin nada con que medirlo, el tiempo se deslizó por la celda de manera errática, así como los silencios prolongados que empezaban a hacerlos delirar.

—No debí arrastrarte conmigo —se lamentó Bo, mirando al vacío. Din intentó ignorarla, pero su voz llena de dolor, le hizo voltear a verla y su corazón se apretó en su pecho: su cabello estaba alborotado, cayendo en un lado de su rostro, completamente pálida y con una expresión decaída como nunca antes le había visto.

Ni siquiera parecía a la mujer que conoció al inicio de esta aventura y le había impresionado tanto.

Sospechó y se acercó.

—No fuimos obligados a ayudarte. Lo hicimos porque queríamos ayudar a los demás a ser libres, Bo —la pelirroja empresarial, encogiéndose en su lugar. Din intentó acercarse, pero las cadenas apretaron sus muñecas, arrastrándolas hacia atrás—. Dank Farrik, malditas cosas —gruño—. Bo, escucha, por favor, escucha. Tu pasado no está escrito en piedra, ni los pecados que crees qué cometiste. Son tus acciones y tu voluntad de luchar lo que te hacen ser la persona que eres, la que te definen y la que te convierte en una persona admirable.

-¿Admirable? —dijo Bo con incredulidad— Por favor, Din, ¿cómo puedo ser admirable? He estado intentando escapar de este planeta desde que llegué. He luchado en vano para alejarme del mundo, cortar lazos con cualquiera que se me acercará y escapará cuando el Imperio o cualquiera que quiera cazarme sin importarme nadie más que yo. He mentido innumerables veces para salvarme, te mentí a ti ya toda persona con la que he tenido contacto en este planeta para protegerme. No soy nadie, Din, no soy nada.

—Pero te quedaste, pudiste huir y abandonarnos a nuestra suerte.

—Solo lo hice por los niños —Bo respondió de forma miserable. Era cierto que era la primera vez que pensaba en alguien más que en sí misma. Pero, es que no podía dejar a los pequeños en manos de los imperiales ni a Paz ni a Ragnar. Pero también pensó en Din y en que no podría dejarlo solo y, sin embargo, lo había arrastrado con ella en esa prisión, sin posibilidades de escapar.

—No te rindas, Bo. Ni dejes que las palabras de aquel hombre te afecten. Sí, mentiste, pero fue para protegerte y cuidar que no te hicieran daño y eso no es malo. Es cierto que me hubiera gustado que seas más sincera conmigo, pero…—Bo alzó la mirada cuando notó aquella pequeña pausa— pero sigue siendo tú, tú fuiste la que se ganó el cariño de los niños, la que armó un gran negocio en el mercado ganando el respeto de los comerciantes y la que armó este plan para rescatar a los prisioneros. Tal vez, no te conocí en el pasado, pero no creo que hayas cambiado demasiado porque nadie puede cambiar lo que lleva en su interior.

Los ojos verdes de la mujer se llenaron de lágrimas, estas más espesas y ardientes que las anteriores porque estaban cargadas de agradecimiento y gratitud por las palabras de Din.

—No le des la espalda a quien eres, Bo. A tu fuerza, a tu inteligencia ya tu esencia natural como luchadora. Esta situación solo es un desafío y sé que podremos salir si trabajamos juntos. ¿Qué dices, me apoyas? —Bo acercando y le sonriendo.

No podía rendirse, no con Din a su lado, tenía que luchar y liberarlo, a como diera lugar.

La puerta de la celda se abrió de forma inesperada. Un soldado ingresó al lugar con un arma y apuntándoles de forma amenazante.

—Levántate —ordenó, señalando a Bo con el arma— Moff Gideon quiere verte en la Sala de Interrogatorios.

—No —Din negocio y se volvió al soldado, cuando se dio cuenta que querían separarlos—. No va a ir a ningún lado.

—Cállate —dijo el soldado con voz atronadora. Tomó a la mujer del brazo, levantándola del suelo.

Bo aprovechó la oportunidad y se arremetió contra su enemigo. Lo golpeó con un cabezazo inesperado, derribándole.

—Vamos Din, encontramos una salida.

Din la miró con asombro, pero ascendió. Bo robó las llaves del soldado inconsciente y corrió a la puerta, topándose con otros dos soldados. Intentó forcejear con sus captores cuando un golpe inesperado en la cabeza la hizo caer y un pinchazo en el brazo hizo que su mente se nublará y las fuerzas la abandonarán.

—¡Bo! —escuchó a lo lejos la voz desesperada de Din antes de que la oscuridad la atrapará.


Bo despertó de golpe.

Observó a su alrededor y se dio cuenta que estaba atada en una fría mesa de operaciones, con las muñecas esposadas y en una habitación llena de instrumentos de interrogación utilizados por el Imperio. Forcejeó con sus ataduras, tratando en vano de liberarse.

El tiempo que estuvo allí pasó con una desesperada soledad: no sintió ningún ruido, movimiento o la vista de algún imperial la hundieron en una solitaria vigilia que intentaban quebrar su espíritu, inundándola en dudas y preguntas.

¿Habrían escapado sus amigos, los niños estarían a salvo? Y Din, ¿qué pasó con él? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo vio por última vez? ¿Qué estaba ocurriendo en la ciudad? Se sintió tan inútil, tan estúpida por caer en la trampa de Gideon como lo estuvo hace años y dejar que otros sufrieran por ella.

Jadeó desesperada, con el corazón hundido y sin esperanzas; envuelta en pensamientos oscuros y pesimistas.

No podía repetir sus errores del pasado, tenía salir, protegerlos a todos, rescatarlos del peligro, pero, ¿cómo iba a hacerlo si ella misma estaba atrapada en aquel lugar?

La puerta de la sala de interrogatorios se abrió y la imponente figura de Moff Gideon hizo su aparición.

—Vaya, vaya, nos volvemos a ver Bo-Katan —el hombre rodeó el lugar hasta llegar frente a ella y le sonó de forma burlona cuando la mujer peleó con sus ataduras—. Siempre con el mismo carácter rebelde.

—No dejaré de luchar hasta liberarme y te mataré —juró Bo, lanzándole una mirada dura y determinada.

—Siempre hablando con arrogancia, Lady Kryze, pero, ¿cuánto tiempo te durará ese espíritu guerrero con mis queridas maquinas? —hizo un gesto y un droide arrastró un objeto pesado.

Bo sintió que su voluntad flaqueaba por un momento.

—Inicia —dijo Gideon al droide, dejando el lugar. El droide conectó la máquina y se dirigió a ella. Bo solo cerró los ojos cuando un dolor agudo le atravesó todo el cuerpo y gritó sintiendo todos los músculos en carne viva. Su mente intentó procesar el dolor, pero era tan intenso que por momento se deslizó en la inconciencia y en lagunas en blanco, entrando y saliendo de la realidad.

No supo cuánto tiempo estuvo siendo torturada ni quienes podían oírla gritar disfrutando de su sufrimiento, pero cuando finalmente acabó, se sintió delirante y afiebrada mientras su cuerpo se hundía en aquella mesa metálica. El droide desapareció y la dejo sola nuevamente, desvariando.

¿Cuánto tiempo estaría allí, cuánto hasta que rendirse y perder la cabeza? Intentó sucumbir al sueño, pero su cuerpo se sacudió con temblores y escalofríos que eludían sus intentos de reunir las pocas energías que poseía. Intentó concentrarse en su respiración y calmar los latidos de su corazón, totalmente crujientes y los adoloridos músculos del cuerpo, sin éxito.

La puerta volvió a abrirse y Gideon la vio con una sonrisa.

—Vaya, parece que mi droide hizo un excelente trabajo contigo, lady Kryze —Gideon entró a la habitación, acompañado con una vaina voladora en forma de esfera que lo siguió y donde un niño verde de aspecto extraño la miró con miedo.

Los ojos oscuros del pequeño se llenaron de lágrimas al verla en un aspecto tan lamentable.

—Patu —gimió el pequeño sacando una pequeña garra y tratando de acercarse.

—¿Qué haces? —Gideon apartó al niño, empujándolo a un lado y alejándolo de Bo. El niño gimió, pero se apartó, aún mirándola con tristeza.

Bo sintió que aquella mirada tan inocente como antigua intentaba transmitirle consuelo y cuidado de una manera que solo había sentido en el pasado en presencia de su amiga Ashoka. Tal vez el niño era…

—Al parecer tienes más fuerza de lo que creí —dijo Gideon apartándola de sus pensamientos y trayéndola al presente— pero no te durará demasiado. Te doblegaré y te haré suplicar por tu vida antes de matarte con mis propias manos —sonrió con satisfacción el imperial, disfrutando de ver a la anteriormente poderosa Bo-Katan Kryze reducida a una prisionera que dependía de su bondad para vivir un poco más.

—Sabes, Gideon, solo quiero decirte una cosa —Bo levantó la cabeza y con las pocas fuerzas que tenía le escupió en la cara.

Gideon hizo un gesto y con su capa se limpió el rostro.

—Si así lo quieres, lady Kryze —se acercó a la máquina de tortura, decidido a hacerlo él mismo.

Bo se mordió la lengua y contuvo su respiración, esperando lo que seguía. Sabía que Gideon sería más implacable que el droide y no le dejaría ni un respiro para reponer sus heridas.

Tenía despejar la mente y dejar que el dolor no la ceguera a la locura. Pero, sus esfuerzos no fueron necesarios cuando uno de los subordinados de Gideon ingresó al lugar con prisa.

—Señor —dijo con agitación el soldado de asalto, acudiendo al lado del Moff.

— ¿Qué pasa ahora? —respondió con exasperación el otro, mirándolo de manera fija.

—Una nave ha dejado el lugar, señor. Intentamos alcanzarla, pero bombardearon las naves de asalto.

—Maldición, todo se está saliendo de control en este abandonado de planeta —murmuró con fastidio—. Envía a más unidades y ubica la dirección y derríbala. No quiero testigos —el soldado afirmó y salió del lugar. Gideon se volvió a Bo-Katan y sonriendo—parece que aún te queda unas horas de vida. ¿Te gustaría volver a ver a tus amigos, lady Kryze?

Bo sintió que los escalofríos regresaban a ella.


Dos soldados de asalto arrastraron a Bo-Katan, tirando de sus brazos, hasta situarse en un pequeño balcón que le permitía la vista de toda la ciudad.

—Ahh, Bo-Katan al fin llegaste —Gideon sonó con petulancia sentado en una silla elegante y revestida en asombroso material que relucía a través del resplandor del sol de la mañana y mirándola con arrogancia, detrás de él, venia el niño montado en una nave circular, luciendo asustado y temeroso—. Ven acompáñanos en esta celebración tan especial.

Sus captores la empujaron hasta situarla en el centro de la habitación.

—Hoy serás testigo de lo que hace el Imperio a las personas que se oponen a sus deseos. Tráiganlos —abajo en la calle, soldados de asalto empezaron a arrastrar personas que lloraban y suplicaban clemencia, todos ellos alineándolos en filas y arrastrándolos a su ejecución. Sus ojos verdes se enfocaron en la figura malherida y débil de cabello oscuro caminando con los otros.

—Din —su nombre se escapó de sus labios y de pronto toda la ira y el odio que sintió por Gideon explotó en su interior— ¿Qué estás haciendo, maldito? Tú me quieres a mí, me quieres muerta a mí, y no a ellos —forcejeó con sus captores, tratando de liberarse—. Voy a matarte, voy a matarte con mis propias manos, maldito.

—Sométanla —dijo Gideon y se acercó a ella con una mirada llena de diversión— ¿Cómo piensas hacerlo, querida? Eres mi prisionera, —tomó un puñado de sus cabellos rojos y tiró, acercándola a su rostro— ver morir a tus amigos es tu destino.

—Maldito mares —maldijo Bo, mirándola furiosa.

Gideon le escuchó.

—Nunca podrás salvarlos, morían todos delante de tus ojos, especialmente aquel hombre al que tanto te aferras —señaló con saña a Din en el centro de la plaza, donde un escuadrón de soldados de asalto le apuntaban, órdenes esperando para ejecutarlo.

Pensó en Din, sin vida, sin la luz radiante de sus ojos marrones y sin su sonrisa discreta, pensó en que no podría volver a escuchar su voz baja y tranquila, ni escucharla confesar sus secretos y miedos, ni oír sus palabras reconfortantes ni la cálida mano que se acunaba con la suya, proporcionándole apoyo como nunca antes nadie le había confiado ni querido.

Fue como si un cristal se rompiera en su interior, y todo a su alrededor perdiera el movimiento y el ruido aplastante en sus oídos se silenciará, entonces un zumbido lento y suave empezaba a aumentar y aumentar enloqueciéndola y entonces, Bo gritó tan fuerte que su voz fue lo único que se escuchó cuando se lanzó encima de Gideon, haciéndole perder el equilibrio y volverse una masa de piernas y brazos que luchaban.

Los dos soldados de asalto que la escoltaron, corrieron a sus armas y les apuntaron, buscando un tiro limpio para ayudar a su superior, pero estas salieron volando de sus manos y se encontraron con la presencia del niño, mirándolos con determinación. El niño alzó sus manos y los hizo estrellar uno con otro.

—¡Patu! —dijo el niño, satisfecho de su hazaña e hizo correr su pequeña esfera hacia la mujer de cabellos rojos. Una vez más alzó su pequeña garra hacia Gideon y lanzándolo hacia un lado y apartándolo de la mujer.

Jadeando, Bo se volvió hacia la pequeña criatura con asombro.

—Pequeña rata traicionera —maldijo Gideon, tomándose el brazo herido. Notó a sus soldados muertos a pocos pasos de él y los miró con cautela.

—Ordénales que los liberen, Gideon —dijo Bo, trabajando en su respiración y recuperándose de su arrebato de ira. Alzó el pequeño cuchillo que le arrebató en su pelea y lo amenazó, apuntándole al cuello: —Hazlo —apretó el filo del cuchillo hacia su garganta.

Una pequeña gota de sangre apareció en el cuello del imperial. Gideon y Bo se midieron con la mirada, la de ella llena de firmeza y confianza, la de él, vacilante y desesperada.

Una conmoción se escuchó al final del pasillo y entonces un escuadrón de soldados se dirigió en su dirección.

—Dank Farrik —maldijo Bo, viendo que le cerraba el paso de su única posibilidad de escapar.

—Parece que morirás aquí, querida Bo-Katan.

—¡Cállate! —sus ojos verdes recorrieron el espacio a su alrededor, pensando hasta que vio el balcón y al niño. Bo-Katan empujó a Gideon y corrió hacia el niño, jalando su nave circular al balcón, se lanzó al vacío.

Bo y el niño gritaron con todas sus fuerzas, cayendo de forma abrupta, los brazos de la pelirroja se aferraban a los bordes de la pequeña esfera circular del niño mientras sus pies colgaban en el aire. El pequeño intentaba maniobrar su coche circular, pero el peso de Bo era demasiado para soportar a ambos, haciéndola tambalear hacia un costado mientras volaban de manera precaria.

—Sé esta pequeña cosa no resistirá mucho, pero llévame lo más cerca que puedas a ese speeder —gritó Bo, señalado a la distancia.

—Patu —arrulló el pequeño, pero avanzando con determinación. Era la única salida que tenían para escapar ilesos. Cuando estuvo a corta distancia de la moto speeder, Bo saltó, rodando en la arena.

Bo corrió hacia la moto y subió los motores.

—¡Vamos! —apuró al pequeño y lo hizo subir con ella, dejando su cochecito atrás. Arrancó de golpe y voló por las calles a toda velocidad. Un segundo deslizador la alcanzó y un soldado intentó atacarla—. Agárrate, niño, haremos unas vueltas difíciles —Bo arrancó con velocidad y zigzagueó por las calles.

Cuando estuvo en el centro de la ciudad, golpeó al speeder enemigo haciendo perder el control y chocar contra el escuadrón de soldados de asalto que apuntaba a sus rehenes.

—¡Corrán! —gritó Bo a los asustados ciudadanos. Unos corrieron y otros liberaron a los demás, cargando a los más heridos. Sus ojos chocaron con unos cálidos ojos marrones—. ¡Estruendo! —Bo corrió hacia él y lo abrazó— ¿estás bien?

—Bo…yo sí, si estoy bien —se sonrieron el uno al otro.

Y entonces la quietud, explotó.

Más soldados de asalto aparecieron, en formaciones de ataque.

—Maldición —Bo pensó con rapidez—. Vete, Din. Escóndelos en un lugar seguro. Tengo algo que hacer.

—No, Bo. Ven conmigo —la mano de Din se aferró a la suya.

—No puedo, aún no —soltó su mano y salió corriendo, llevándose al niño con ella.

Bo se aferró al pequeño niño verde, mientras corría. Sus pies giraban entre calles estrechas y casas destruidas. Los disparos blaster de los Stormtrooper pasaban silbando por ella y golpeando paredes, casas y edificios. Aunque la duplicaban en número, su familiaridad con estas calles eran una ventaja.

Tomó un camino estrecho, que la envolvió en la oscuridad y se pegó a las paredes, haciéndose invisible.

Entonces esperó con el corazón en un puño.

Los pasos de los trooper se hicieron más y más pesados hasta que estuvieron a escasos metros de distancia sobre ellos, el niño en su pecho se agitó lleno de miedo, pero Bo lo acarició suavemente, tratando de transmitirle calma y silencio.

Lentamente, los pasos empezaron a alejarse y Bo respiró tranquilamente. Antes de salir completamente, miró en ambas direcciones y corrió a casa de Din. Gracias a la ayuda del niño, pudo maniobrar la puerta y se coló dentro.

Se dejó caer en el catre de Din con el niño aun aferrado a sus brazos y le ofreció lo único que tenía escondido en la casa: un trozo de carne seca que el pequeño devoró con ansiedad. Ella lo acarició y lo instó a beber agua fresca en un cuenco redondo.

El pequeño gorjeó contento y bebió con avidez. Sus ojos verdes recorrieron la habitación hasta que se topó con una caja de seguridad escondida en un rincón. Dejo al niño sentado en su lugar y se encaminó a la caja donde se agachó a su altura y dejó caer el candado con estrepito.

—Patu —el niño la miró con interés, pero Bo estaba por primera vez en muchos años enfocada en su objetivo. Destapó la caja y dejo que sus ojos recorrieran su contenido con reverencia.