Mao descendió de la pasarela ante la atenta mirada de los marines apostados en el muelle. Tras ella la seguían Hikaru y Rex siguiendo las órdenes del Comandante Hayase. La joven investigadora subió al Jeep y los dos pilotos se ubicaron en la parte trasera del vehículo, que se puso en marcha de inmediato.

Recorrieron el muelle hasta el final y se adentraron entre los depósitos y grúas abandonados en busca de la avenida principal que cruzaba la isla de punta a punta, pero pronto los pilotos notaron que se apartaban del camino que llevaba directamente a la base aérea.

—Tenemos que ir primero al laboratorio a buscar algunas cosas. —dijo Mao al notar la inquietud de los hombres. —Solo será un momento… ¿Tenian ya planes para hoy? —preguntó mientras tomaba un camino de tierra.

—Íbamos a realizar un vuelo de prueba con el drone. —respondió Hikaru. —Queremos probar como vuela en formación y que órdenes podemos darle en vuelo. —explicó.

—Por lo que entendí, la instalación del software debería ser bastante sencilla… tal vez puedan hacer su vuelo de prueba después de todo. —prometió.

Condujeron en silencio por entre un pequeño palmar y finalmente Mao logró reunir un poco de coraje. —Teniente Ichyjio. —dijo sin dejar de mirar el camino.

—Puedes llamarme Hikaru. —respondió el piloto.

—Claro… lo siento Hikaru, —dijo. —¿Te causé muchos problemas con la Comandante? —preguntó sinceramente preocupada.

El joven piloto suspiró. —No pasó nada. —aseguró para tranquilizar a la muchacha. —Mi mujer… la Comandante Hayase as así a veces. —dijo.

—La Comandante es una excelente persona. —dijo Rex. —Lo que sucede es que el Almirante Global los hizo volver a ambos de su Luna de Miel en forma prematura y están un poco molestos por ello.

—¿Luna de miel? Pero… ¿Hace cuánto que están casados? —preguntó la doctora Nome.

—Y… un poco más de un mes. —respondió Hikaru.

Maó apretó los frenos de golpe y el Jeep se detuvo bruscamente en medio de una polvareda y lluvia de guijarros. —¿Queee? —exclamó la joven dándose la vuelta al mismo tiempo que se subía al asiento para poder ver a los confundidos pasajeros del asiento trasero. —¿Como que recién llevan un mes de casados? ¿Y ya se tratan así?

Hikaru se encogió de hombros. —¿Y qué esperas? —preguntó.

—¡No puedes tratar a tu mujer así! —lo reprendió la joven investigadora.

—¿Ahora es mi culpa? —preguntó el piloto sorprendido por aquellas palabras. —¡Ella fué la que hizo todo un problema por haber hablado contigo ayer en la playa! —protestó.

—¡Justamente porque tú sabes que es un malentendido es que debes tratar de tranquilizarla! —respondió la joven.

Rex se cruzó de brazos. —Tiene razón Doctora. —dijo asintiendo con la cabeza. —Pero la Comandante y el Teniente son dos cabezaduras que no han aprendido siquiera a convivir como pareja.

—¿Tú también te vas a poner de su lado? —protestó Hikaru.

—Yo solo quiero verlos felices a usted y a la Comandante. —respondió su compañero. —No es justo que tengan que sufrir por culpa de este trabajo.

Mao los miraba en silencio con rostro preocupado. —Creo que deberías llamarla y pedirle perdón. —dijo.

—Yo no soy el que está en falta aquí. —protestó el piloto. —No tengo que disculparme por nada.

—¿No crees que estás siendo un poco orgulloso? —preguntó su compañero guiñando un ojo hacia la muchacha. Mao asintió en silencio.

—¿Orgulloso? —preguntó molesto Hikaru. Rex volvió a suspirar y se dirigió hacia la joven en el asiento delantero. —Es algo muy común entre nosotros los pilotos de combate. —reconoció. —Somos así de orgullosos y no todos reconocemos que es un problema.

—Vete al diablo. —respondió Hikaru cruzándose de brazos.

Mao volvió a sentarse tras el volante y volvió a conducir en silencio durante el resto del trayecto. Tras unos pocos minutos comenzaron a pasar entre las edificaciones del poblado.

—Ah, ya estamos aquí. —dijo señalando hacia delante.

Mao detuvo el vehículo frente a la entrada principal del laboratorio y vieron que había un grupo de mujeres observándolos desde la puerta vidriada.

—No veo que estés esposada y esa escolta que traes… ¿Obtuviste el permiso? —preguntó la mujer de cabellos azules.

La jefa de los investigadores saltó del Jeep seguida de Hikaru y extendió un brazo señalando a los pilotos. —¡Por supuesto! —exclamó. —Estos son el Teniente Hikaru Ichijyo y… ¿Cómo era su nombre? —preguntó volviéndose hacia el compañero de Hikaru.

—Pueden llamarme Rex. —respondió el joven imitando a su compañero bajando también del Jeep..

—Ella es Katy. —dijo Mao señalando a la mujer que había hablado primero. —Es nuestra especialista en física. —la presentó tras lo cual presentó a las otras dos mujeres. —Ella es Ana, nuestra encargada de logística y capitán de nuestra embarcación y finalmente ella es Mary, la matemática del laboratorio.

Las tres mujeres estrecharon las manos de los pilotos tras lo cual desaparecieron en el interior del edificio siguiendo las órdenes de la doctora Mao.

—Con semejante preciosuras en esta isla diminuta, entiendo perfectamente los celos de tu mujer. —dijo Rex mientras esperaban en la entrada.

—Tu tienes una novia en Ciudad Macross. —le recordó Hikaru. —No te hagas el listo.

—No comment. —respondió el piloto cruzando las manos.

No esperaron demasiado. Al cabo de unos minutos Mao salió del edificio seguida de Ana y Mary, quienes llevaban entre las dos un pesado bulto alargado envuelto en una lona negra.

—¿También tendremos que enterrar un cadáver? —preguntó Hikaru mirando con desconfianza el bulto que fué cargado por ambas chicas en la parte trasera del Jeep.

—Oh no, Eowyn está viva… todavía. —dijo Mao dando una palmada en donde supusieron era el trasero de la joven. El bulto se movió y un gemido apagado se escuchó entre las telas. Hikaru y Rex intercambiaron miradas de preocupación.

—Eowyn no tolera mucho el sol, así que tenemos que llevarla así hasta el hangar en donde está el drone. —explicó Mao. —No se preocupen, ella está bien.

—Si usted lo dice... —dijo Rex todavía algo inseguro rascándose la cabeza.

Las chicas cargaron también una pequeña heladera portátil con bebida y comida para ellos y tras despedirse volvieron a entrar al laboratorio. Todos abordaron el vehículo y partieron en dirección a la base aérea sin perder un minuto.

La base estaba casi desierta y los guardias de la entrada, a pesar de lanzar miradas de reojo al extraño bulto en la parte de atrás del Jeep, los dejaron entrar sin problemas. Recorrieron los hangares vacíos hasta llegar al último de todos ellos en donde estaban guardados los dos VF-1 y el dron recién llegado a la isla.

Rex descendió del vehículo de un salto y abrió la enorme puerta del hangar tras lo cual Mao entró con el Jeep deteniéndose a unos pocos metros del aparato.

Cuando las puertas se cerraron del todo Rex encendió las luces y los demás descendieron del vehículo. De inmediato Mao tomó un extremo de la lona que envolvió a la joven programadora y tras tirar con fuerza la desenrrolló como si fuera un trompo. La joven parpadeó varias veces por la intensidad de las poderosas luces del techo pero tras acostumbrar su vista se presentó a los pilotos.

—Mi… mi nombre es… Eowyn. —dijo con dificultad todavía algo mareada por las vueltas que había dado.

—¿Eowyn? —preguntó Hikaru. —Qué nombre tan… peculiar. —observó.

—Es su seudónimo. —explicó Mao bajando el resto del equipaje.

—¿Así que ella es la Hacker que consiguió los planos del dron? —preguntó Rex rascándose la barbilla.

—Solo tomamos un atajo para evitar la burocracia de la UN Spacy… ¿Verdad, Eowyn? —preguntó Mao guiñando un ojo. La joven programadora la miró sin entender por lo que la doctora suspiró. —Empecemos a trabajar. —dijo tratando de mostrar una sonrisa forzada.

La doctora Mao Nome agradeció de corazón a la Comandante Hayase por haberle facilitado la ayuda de aquellos dos pilotos. Si bien sólo tenían que acceder a una pequeña compuerta del dron, la misma estaba ubicada en la parte superior del fuselaje y debido a que aquella era una máquina de guerra, todos los paneles que formaban el fuselaje estaban reforzados por pesadas piezas de blindaje compuesto.

Hikaru y Rex utilizaron las herramientas del equipo de mantenimiento que había operado en aquel hangar para montar un andamiaje alrededor de la máquina y facilitar el acceso a la parte superior. Una vez que el blindaje fue removido el acceso al panel de mantenimiento estuvo despejado y Eowyn pudo subir hasta allí gracias a un pequeño montacargas equipado con una cubeta telescópica. La joven conectó su computadora al puerto de datos y comenzó a instalar el software mientras los demás la observaban desde abajo.

Si bien la extraña programadora era la unica que tenia que trabajar en el dron, los demás no estuvieron ociosos y mientras Mao revisaba su computadora portátil, tanto Hikaru como Rex comenzaron a trabajar en sus propios aviones a fin de que estuviesen listos para las pruebas de vuelo.

La mayoría de los diagnósticos pre-vuelo los hacia la computadora en forma automática, pero la inspección final corresponde a los propios pilotos; un ritual que se continuaba haciendo desde que el hombre comenzó a volar gracias a su técnica e ingenio.

Las dos Valkyrias estaban en perfecto estado de mantenimiento y Hikaru dió el visto bueno. De inmediato abrieron las puertas del hangar y usando dos pequeños remolcadores, llevaron las dos aeronaves hasta sus posiciones de aparcamiento en la plataforma de preparación frente al hangar.

Para cuando regresaron al interior del mismo Eowyn había culminado su tarea de instalar el nuevo software y se encontraba junto a Mao examinando la pantalla de su propia terminal de datos.

—Todo se ve bien. —informó la joven investigadora en cuanto vió acercarse a los pilotos. —Ya pueden volver a montar el blindaje del dron.

Rex volvió a subir al andamio a realizar esa tarea mientras Hikaru y Mao guardaban las herramientas y despejaban el camino para llevar al aparato hasta la plataforma en donde se encontraban las otras dos aeronaves.

—Espero que este aparato los ayude en su búsqueda. —dijo Mao recogiendo algunas herramientas del suelo. —Por lo que escuché, no ha habido rastros hasta ahora.

—Se que esos hombres están vivos. aseguró Hikaru. —Nadie puede desaparecer así, sin dejar rastros… algo extraño tuvo que haberles ocurrido.

La joven lo miró con simpatía, comprendiendo perfectamente cómo se sentía. —Estoy segura que encontraran algún rastro. —dijo.

Hikaru asintió y junto con Mao llevaron las herramientas hacia una estación de mantenimiento de los técnicos que habían trabajado en el escuadrón perdido. Hikaru señaló un casco de vuelo que habían dejado sobre una de las mesas y tomándolo se lo mostró a la joven. —No podemos abandonar a estos hombres. —dijo mirando el logo del escuadrón que uno de los pilotos había dibujado con pasión en la visera del casco. —Aunque ya no queden esperanzas de encontrarlos con vida… al menos tenemos que descubrir que fué de ellos a fin de evitar que vuelva a suceder. —dijo con la voz tensa.

—¡Eh! —exclamó Rex desde debajo del dron. —Basta de charla y ayúdame a sacarlo fuera ¿Quieres?

Hikaru le dió el casco a Mao y se encaminó hacia el remolcador libre con la intención de acercarlo hasta el aparato para poder engancharlo y llevarlo fuera, pero se detuvo a mitad de camino en cuanto un viento frío pareció atravesarlo como un cuchillo helado.

—Que… ¿Qué es este viento? ¿Qué está pasando? —dijo sintiendo que todos los sonidos se apagaban a su alrededor.

Las luces del techo parecieron atenuarse y una oscuridad extraña comenzó a sumir el interior del hangar en tinieblas a pesar que momentos antes la luz del sol entrara a raudales por las puertas abiertas del mismo. Hikaru sintió un estremecimiento y se giró en redondo, como si de pronto el peligro lo rodeara por todas partes.

Algo estaba sucediendo allí. Las herramientas y otros pequeños objetos colgados en las paredes del hangar comenzaron a sacudirse. Hikaru sintió que una brisa con aromas del mar movia sus cabellos, pero aquello no podía ser posible… era un día soleado, no había ni una gota de viento y allí dentro no podían sentir la brisa marina.

—Teniente… que… ¿Qué rayos está pasando? —preguntó Rex saliendo de debajo del drone. —No soy el único que está viendo esto… verdad?

Sea lo que sea la pobre Eowyn también lo había sentido, pero la chica se arrojó boca abajo en el piso mientras se cubría la cabeza con ambas manos.

—No… sea lo que sea yo también lo siento. —respondió Hikaru llevando una mano hacia su pistola reglamentaria temiendo un ataque. —¿Usted también lo siente Doctora…? ¡Mao! —gritó de pronto alarmado.

La doctora Mao Nome se encontraba de pié en medio de lo que parecía un torbellino de tierra y polvo. Aún sostenía en sus manos el casco que Hikaru le había dado, pero su rostro estaba vuelto hacia arriba, hacia el techo mientras espirales fantasmales se enroscaban alrededor de su cuerpo, que parecía estar siendo levantado por la corriente de aire y se mantenía casi en puntas de pie.

—Esto no puede estar pasando. —exclamó el joven piloto corriendo hacia la joven. —¡Mao! ¡Resiste!

La abrazó con fuerza y la atrajo hacia sí, haciendo que el casco que sostiene la muchacha cayera al suelo con un golpe sordo que hizo ecos fantasmales en el interior del hangar, entonces el hechizo o lo que sea que la mantenia en trance pareció romperse y la joven se desplomó sobre él mientras el polvo y los papeles que el torbellino había levantado del suelo caían a su alrededor como las hojas en el otoño.

¡Mao! ¡Mao! ¿Puedes oírme? ¡Mao!

La joven se sacudió y abrazó aún más fuerte al piloto. —Yo… yo pude escucharlo. —dijo. —El… el viento… el viento trajo su voz. —dijo con dificultad, casi susurrando aquellas palabras.

—¿Escucharlo? ¿A quién? —preguntó Hikaru.

—Al… al dueño de… de este casco. —dijo la muchacha tomándose la cabeza con ambas manos, como si padeciera un dolor terrible. —Hikaru… apenas pude escuchar un murmullo… su voz… su voz se escuchaba débil, cansada…¡Ese hombre está muriendo! —exclamó de pronto con miedo en los ojos.