A/N: ¡Hola! Ya vuelvo a estar aquí, con otro capítulo. De todos los que he escrito éste es uno de mis preferidos, así que espero que os guste tanto como a mí :)
Sintiendo como la energía fluía de su mano derecha hasta la varita, Harry abrió los ojos. Un ciervo hecho de luz pura se encontraba delante de él, conectado a su varita por una hebra de color azul plateado. El animal trotó por el prado delante suyo, iluminando la hierba y los insectos que revoloteaban en ella. Luego se acercó hacia las dos figuras que se encontraban en el banco y levantó la cabeza, observándoles y sacudiendo las orejas.
Harry respiró hondo, sintiendo como el aire que les rodeaba ya era más cálido que unos segundos atrás y su corazón también pesaba menos ante la presencia del Patronus. Esperando que el profesor estuviera ya listo para hablar, le miró de reojo. Snape observaba al ciervo fijamente, estudiándolo, y sus ojos brillaban.
"Es… Diferente." Murmuró de pronto, tan bajo que Harry casi creyó que se lo había imaginado.
"¿Perdón?"
Snape desvió la mirada, pero, a pesar de ello, contestó a su pregunta.
"Tu ciervo." Dijo. "Se parece mucho al de tu padre, pero, al mismo tiempo…"
No acabó la frase y Harry se le quedó mirando, conteniendo la respiración. Pero los segundos pasaron y Snape no dijo nada más, hasta que algo brillante se movió, acercándose a ellos. El Patronus se colocó justo delante del hombre, el hocico del animal frente a la ganchuda nariz del Maestro de Pociones. Snape levantó su brazo izquierdo, aquel en el que la Marca Oscura había sido grabada a fuego hacía tantos años y su mano tembló levemente al posarse sobre el pelaje de la criatura. Cuando sus dedos sintieron el roce de la luz del Patronus, Harry pudo oír un suspiro salir entre los labios de Snape, al tiempo que sus hombros se relajaban, dejando ir la tensión que se había acumulado en ellos.
"Es diferente." Repitió, con voz temblorosa. "Siento… una familiaridad que no sé cómo explicar."
Harry no dijo nada por miedo a romper aquel momento. Se limitó a mirarle en silencio, y su corazón dio un vuelco al ver la humedad en los ojos de Snape.
"¿En qué estabas pensando cuando lo conjuraste?"
"¿Perdón?"
"Los Patronus suelen reflejar las memorias usadas para crearlos." Dijo Snape, parpadeando con rapidez, intentando ocultar la emoción en su voz. "Siento que el tuyo me reconoce. Y yo lo reconozco también, de algún modo. ¿Estabas pensando en tus padres?"
Harry se removió, algo incómodo.
"No…"
"¿Tus amigos, entonces?"
"No."
Los ojos de Snape encontraron los suyos y algo se agitó en el fondo de los del hombre.
"¿En qué estabas pensando, Potter?
Harry desvió la mirada.
"¿De verdad me lo va a hacer decir en voz alta?" Murmuró.
Snape se le quedó mirando, mientras el Patronus apoyaba la cabeza entre sus manos, iluminándolas.
"Necesito oírlo." Confesó en voz baja.
La expresión en su rostro provocó que la actitud defensiva de Harry desapareciese. Para eso estamos aquí, se dijo el muchacho a sí mismo. Para hablar las cosas. Para poner las cartas sobre la mesa. Los latidos de su corazón se aceleraron, pero Harry centró su mirada en el Patronus, recordando los sentimientos que le habían permitido conjurarlo. Suspiró, armándose de valentía. Luego cuadró los hombros y, levantando la cabeza, miró a Snape a los ojos.
"Estaba pensando en usted." Dijo. "Sé que probablemente eso le incomodará. Pero no quiero mentirle."
Snape no evitó su mirada, aunque había confusión en su rostro.
"No lo entiendo..."
"Sé que puede parecer ridículo," Replicó Harry, "después de nuestra historia, después de lo que hizo ayer. Pero… el hecho de que esté aquí, intentándolo… Significa mucho. Quiere decir que… Que usted cree que merece la pena solucionar las cosas. Y que yo…" Desvió la mirada y se calló de pronto, sintiendo como la valentía le abandonaba y la vergüenza pasaba a ocupar su lugar.
Por un momento, Harry temió que había ido demasiado lejos. Que aquella demostración de sentimentalidad había sobrepasado el límite del hombre. Pero, para su sorpresa, Snape se inclinó hacia atrás, apoyando la cabeza contra el respaldo del banco y mirando hacia el cielo oscuro, y dijo algo que Harry nunca se habría esperado.
"Claro que merece la pena, Potter." Le dijo. "Que yo sea un completo idiota no significa que no sea cierto."
Harry se le quedó mirando con sorpresa.
"Verás…" Suspiró Snape. "Esto es en parte de lo que quería hablarte antes. Otro de los motivos por los que ayer actué como lo hice."
"¿Qué quiere decir?"
Snape le respondió, aunque continuó con la vista clavada en las estrellas.
"No fue solo el… el no querer que me ayudases, o mí incapacidad para abrirme a los demás… Lo que me hizo reaccionar de ese modo, Potter, fue… Fuiste tú."
Aquello provocó que Harry frunciera el ceño.
"No lo entiendo. ¿Entonces el problema soy yo?"
"No. Tú no eres el problema, Potter. Lo soy yo. Pensaba que esto había quedado claro."
El rostro de Harry indicaba que no era así y, al verlo, Snape suspiró con cansancio. Volvió a inclinarse hacia delante, sentándose en posición vertical y luego acercó sus manos al Patronus una vez más. La calidez del ciervo le calentó y Snape inspiró hondo varias veces, cogiendo fuerzas antes de continuar hablando. Cuando lo hizo, su incomodidad era evidente, pero también la determinación en sus facciones.
"Verás…" Comenzó, y Harry se preparó para otro viaje al cerebro del hombre. La minuciosidad con que Snape exponía sus pensamientos (cuando él quería) era asombrosa y, aunque a veces resultaba agotador seguir la explicación hasta el final, Harry lo apreciaba. Ese tipo de conversaciones le ayudaban a comprender mejor a su antiguo profesor. "Esta… relación que hemos formado." Continuó Snape. "Esta… amistad. Es algo extraño para mí." Reconoció, desviando la mirada. "A lo largo de mi vida no he tenido demasiados amigos. Los Malfoy son un caso aparte. Y, después de todo lo ocurrido… Ni siquiera sé qué pienso de ellos. O ellos de mí." El dolor apareció en sus ojos y Snape sacudió la cabeza. "Dejándoles de lado. Solo otras dos personas podrían entrar en esa categoría. Albus. Y tu madre." Dijo, levantando un dedo y después otro. "Como ves, Potter, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que he causado la muerte de ambos. Las personas más importantes de mi vida… Y las he matado a las dos."
Harry abrió la boca para replicar, pero Snape fue más rápido.
"No. No es un debate, Potter. Es una realidad. Y no te he dicho esto para que me contradigas. Te lo digo para que entiendas mi punto de vista. Si las cosas han acabado así en ambos casos… Es solo cuestión de tiempo para que te suceda algo parecido a ti."
"Señor…"
"No me interrumpas, Potter." Replicó Snape con enfado, tratando de ocultar su vulnerabilidad. "Quizás no morirás, pero sé que de algún modo conseguiré hacerte daño. Es más, te lo he hecho ya. Y tú te mereces algo mejor." Reconoció, empujado por la rabia que sentía hacia sí mismo.
"Pero-"
"Soy un hombre cruel, solitario y amargado, Potter." Le cortó Snape. "No quiero que malgastes tu vida intentando solucionar la mía. Porque probablemente no lo conseguirás y, además, ni siquiera vale la pena."
El silencio cayó entre ellos, mientras Harry asimilaba esas palabras. Cuando lo hizo, el enfado llenó sus facciones y el Patronus parpadeó durante un segundo, disminuyendo la intensidad de su luz.
"¡Pero eso es completamente estúpido!" Exclamó. "Soy lo suficientemente adulto como para tomar mis propias decisiones. Además, nadie puede saber lo que va a ocurrir. Ni siquiera usted. Arruinar esto" Hizo un gesto señalándose a sí mismo y luego a Snape, "para intentar prevenir una posible situación en el futuro o porque usted piense que no lo merece… no tiene ningún sentido."
"Lo tiene para mí." Declaró Snape. "Por no mencionar…" No continuó la frase y sus mejillas adquirieron un feo tono rosado.
Harry le observó y, al ver que no iba a seguir hablando, bufó con impaciencia.
"¿Qué?" Dijo, irritado. "Por no mencionar, ¿qué?"
El rubor en el rostro de Snape, así como la evidente incomodidad en el hombre, deberían haber sido suficiente aviso para Harry. Pero el chico estaba demasiado enfadado con aquella situación ridícula como para atar cabos, de modo que, ignorando la reacción del profesor, preguntó:
"¿Qué pasa?" Dijo, sin comprender.
Snape suspiró y luego miró a cualquier otro punto de su alrededor que no fuera Harry, antes de decir:
"Lo que dije ayer. Sobre… eh… tu necesidad de una figura…" Snape tragó con fuerza, como si tuviera algo atascado en la garganta. "Una figura… paterna. Alguien que llene el hueco que tu… Que tu padre y Black-"
"Oh, por Merlín." Murmuró Harry, con las mejillas ardiendo. "No tenemos que hablar de ello. En serio, señor, yo…"
Snape sacudió la cabeza, aunque estaba claro que él tampoco quería tocar el tema.
"No, Potter." Insistió. La vergüenza de Harry parecía haberle ayudado a retomar un poco el control sobre sí mismo. "Es normal que sientas esa necesidad." Dijo, usando su tono más clínico. "No hace falta ser un sanador o un psicólogo para saberlo, dada tu historia y… En fin, el hecho de que eres todavía muy joven. Todavía necesitas a alguien que cubra ese hueco en tu vida."
Harry, intentando encontrar algo que hacer con sus manos, recuperó el vaso que contenía el whisky de fuego, aquel que había apoyado en el suelo al inicio de su conversación con Snape y que había olvidado hasta ese momento. Apuró los últimos sorbos de licor, sintiendo como el calor de sus mejillas se expandía por todo su cuerpo y, evitando los ojos oscuros de Snape, dijo:
"Mire… No estoy diciendo que tenga razón. Pero, aunque así fuera… No entiendo porque eso tendría nada que ver con su reacción de ayer."
Snape continuó mirándole, provocando cierta irritación en Harry. Era evidente que verle tan incómodo como lo había estado él durante toda la noche, había otorgado al profesor una nueva seguridad en sí mismo.
"Oh, tiene mucho que ver, Potter. Tu necesidad de una figura paterna-"
"¿Podemos no llamarlo así, por favor?" Le interrumpió Harry con una mueca.
"Está bien." Dijo Snape, y sus labios se curvaron durante una fracción de segundo, en un atisbo de sonrisa. "Tu necesidad de un adulto. De un… mentor. ¿Mejor?"
"Supongo." Respondió Harry, encogiéndose de hombros, como si aquel tema no fuera tan importante. Aunque quería replicar, morderse la lengua quizás haría que aquella tortura acabase más rápido.
"De acuerdo." Continuó el Maestro de Pociones. "Esa necesidad, como he dicho antes, es completamente normal y natural, dadas tus circunstancias. El problema…" La seguridad que había mostrado durante los últimos minutos fue sustituida de nuevo por aquella incomodidad tan poco característica de Snape. "El problema..."
No terminó la frase y Harry no pudo evitarlo. A pesar de la vergüenza, preguntó:
"El problema, ¿qué?"
Snape tragó saliva. Luego se pasó una mano por el rostro con cansancio.
"Nada me haría más feliz que no tener que hablar de este tema, Potter. Pero dado que ayer…" Suspiró, dejando la frase en el aire. "No puedo ignorarlo. Porque sé que mis palabras siguen ahí, en tu cabeza. Y sé que requieres una explicación. Así que... aquí está." Snape exhaló profundamente y luego le miró a los ojos, atravesándole con los suyos. "El problema es que... no debería ser yo. Lupin, Black, Albus, tu padre." Enunció cada uno de los nombres despacio y con claridad, y con cada palabra sus rostros aparecieron en la mente de Harry, doliendo como un disparo en el pecho. "Incluso, ahora, Arthur Weasley… Deberían ser ellos los que te ayudasen a lidiar con lo ocurrido. Los que desempeñasen este papel. Todos serían una mejor opción que yo."
Harry tragó saliva y bajó la mirada. Snape tenía razón. El profesor de Pociones era la última persona que alguien en su sano juicio consideraría para llenar ese vacío. Pero, aun así, el hombre le había protegido durante casi dos décadas y, a pesar de su brusquedad y sus muchos defectos, le había ayudado cuando más lo necesitaba. Tal vez fuera porque no había nadie más, o tal vez habría ocurrido de todos modos, aunque Sirius y Remus siguieran vivos, pero Harry no podía evitar sentir aquella conexión. Si de algún modo imposible, Snape podía llenar parte de ese horrible vacío en su vida, entonces no iba a renunciar a él. Aunque fuera difícil de entender incluso para el propio Harry.
"No estoy diciendo que no quiera intentarlo." Añadió Snape, ante el silencio del muchacho. "Pero soy consciente de que es injusto."
Aquello provocó que Harry frunciera el ceño.
"¿Injusto?"
"Sí." Asintió Snape. "Créeme, Potter. No soy ningún mártir y sigo odiando a tu padre, a Black… Pero, llegados a este punto, si pudiera… Me cambiaría con ellos sin dudarlo ni un segundo. La Guerra ha acabado y, con ella, mi utilidad. Black y tu padre, incluso Dumbledore. Cualquiera de ellos lo haría mejor que yo. Y sería mucho más justo que hubieran sobrevivido y yo hubiera muerto. Esa es la realidad."
Harry abrió la boca para protestar. Aunque una parte de él entendía lo que Snape estaba diciendo, no le gustaba nada que pensase así. Que le diera tan poca importancia a su propia vida y que su valor como persona dependiera de su papel como espía, de los beneficios que podría aportar en la guerra contra Voldemort.
"Claro que me gustaría que estuvieran vivos," Empezó, "pero usted-"
"No discutas conmigo sobre esto." Le cortó Snape. "Sabes que es verdad. No tiene sentido que yo, que solo he cometido errores en mi vida, siga aquí. Y, los demás, en cambio-".
"Señor." Le interrumpió Harry, provocando que un destello de ira cruzara el rostro de Snape.
"Te he dicho que no voy a discutir sobre esto, Potter." Replicó, alzando la voz. "Ahora mismo, Lupin y Tonks están pudriéndose bajo tierra, mientras yo sigo estoy aquí, viviendo la misma vida despreciable y continuando por el mismo camino de siempre." Snape se giró hacia la parte delantera de la casa, hacia las tumbas de Remus y Tonks, y, aunque no podía verlas desde ahí, su rostro se contrajo en una mueca de tristeza y rabia. "¿De verdad crees que es mejor para este mundo, para su hijo pequeño, que sea yo quien siga respirando, en vez ellos?"
Harry tragó saliva, sorprendido por aquella intensidad y triste al oír lo poco que valoraba Snape su propia existencia.
"Señor…"
"Toda esta gente que ha venido al funeral, Potter." Volvió a cortarle Snape. "No hace falta ser un genio para darse cuenta. Todos pensaban lo mismo. Que yo no debería estar aquí. Que tendría que haber muerto en su lugar. Y, sinceramente, tienen razón."
Al decir aquello, un destello de dolor cruzó su rostro y, al verlo, la culpabilidad llenó el pecho de Harry.
"No lo decía en serio." Murmuró, avergonzado, sintiendo una necesidad urgente de disculparse.
Snape pareció despertar del trance de autodesprecio en el que había caído. Se giró hacia Harry, sin comprender.
"¿Perdón?"
"Lo dejarle en la Casa de los Gritos. Lo que dije ayer. No lo decía en serio."
Snape tardó unos segundos en comprender porque Harry estaba tan angustiado. Cuando lo hizo, chasqueó la lengua y luego agitó una mano quitándole importancia.
"Lo sé, Potter." Dijo. "No pasa nada."
"No." Insistió Harry. "No debería haberlo dicho. No importa lo enfadado que estuviera."
Snape le miró durante unos instantes, en silencio.
"Yo lo dije primero." Le recordó. "Y quería que estuvieras de acuerdo conmigo. Es más, te manipulé para ello. Tú solo reaccionaste como esperaba que lo hicieras."
Harry negó con la cabeza.
"Aun así. Hay cosas que nunca deberían decirse. Lo siento."
La culpa seguía presente en los ojos del muchacho, de modo que Snape alzó una mano, intentando tranquilizarle.
"Está bien, Potter."
"No." Replicó Harry. "No lo está."
"Potter."
"Si hubiera muerto… Todo esto" Dijo señalándose a sí mismo y luego a Snape, "no hubiera ocurrido. ¿Se ha parado a pensar en ello? Porque yo sí."
El profesor abrió la boca y luego la cerró inmediatamente, apretando los labios hasta formar una fina línea.
"Entiendo lo que quiere decir, ¿de acuerdo?" Continuó Harry. "Sobre sentirse culpable de haber sobrevivido cuando tanta gente no lo ha conseguido. Pero, durante unas horas creí que había muerto en la Casa de los Gritos. Y le puedo asegurar que no fue justicia lo que sentí."
Snape le miró a los ojos y pudo ver dolor y miedo en ellos. No se había planteado cómo el chico había vivido su supuesto fallecimiento. Pero recordó lo dicho por Poppy, cómo Potter y sus amigos habían hecho turnos para sentarse a su lado, en la camilla de la enfermería. Recordó el alivio en los ojos del muchacho cuando él abrió los suyos. Su sonrisa y sus lágrimas de alegría, la mochila del chico apoyada contra la silla en la que le había velado durante tantas horas, mientras él se recuperaba del ataque de Nagini… Severus sintió un tirón en su pecho. Una sensación poco común en él.
"Su historia no podía acabar así." Dijo Harry. "Después de tantos años trabajando para derrotar a Voldemort… No podía morir justo delante de la línea de meta."
Snape inclinó la cabeza, indicando que tenía razón. El alivio y la satisfacción que sintió al saber que el Señor Oscuro había sido derrotado, esta vez definitivamente, había hecho que todo el miedo, la ansiedad, las noches en vela, las dudas, las mentiras y la planificación de sus casi veinte años de espía valiesen la pena.
"Y no solo por eso." Siguió diciendo Harry. "Acababa de descubrir la verdad sobre usted. Si hubiera muerto… Hubiera perdido la oportunidad de conocerle mejor, de hablar y de entenderle. Después de tantos años peleándonos y odiándonos por tonterías… Hubiera sido injusto no poder arreglar las cosas, no poder agradecerle todo lo que ha hecho."
La voz de Harry se apagó y el eco de sus palabras permaneció en el aire. Snape desvió la mirada y tragó, intentando deshacer el nudo en su garganta.
"Potter..."
"Estaba agotado, ¿sabe? Después de la Batalla, me refiero. Solo quería dormir." Le dijo Harry. "No quería pensar en la gente que había muerto. No podía. Solo quería tumbarme. Cerrar los ojos y no sentir nada más durante unas horas. Pero tampoco podía dejarle ahí." Murmuró y le tembló la voz. "Se merecía estar en casa, en Hogwarts, rodeado por la gente que había ayudado a salvar. No solo, en ese horrible lugar." Las lágrimas habían aparecido en sus ojos al recordar y Harry parpadeó para contenerlas. "Era lo único que podía hacer si usted ya se había ido. Mi modo de… de intentar hacer las cosas bien."
"Potter." La mano de Snape en su hombro le sorprendió. "Yo… Todavía me cuesta entender que haya sobrevivido. Que ambos lo hayamos hecho, en realidad. Durante este último año nunca lo creí posible. Pero, me alegro de que tú sigas aquí. Y… a pesar de lo que he dicho antes. A pesar de… de cómo soy. Me alegro de seguir aquí también. Aunque no tenga un propósito, aunque no lo entienda. Me alegro de haber podido conocerte mejor estas semanas."
Harry le observó y vio que los ojos oscuros de Snape brillaban. Sintió el calor de la mano en su hombro y éste se extendió por todo su cuerpo, llenándole de afecto hacia el hombre. Iba a abrir la boca para responder cuando la voz suave y profunda sonó de nuevo, sorprendiéndole.
"Y, Potter… Siento mucho lo que ocurrió ayer. Lo he dicho antes, pero lo repito. No debería haber dicho todas esas cosas. No importa cuán… asustado estuviera. No importa." Repitió, retirando la mano de su hombro y juntándola con la otra que descansaba en su regazo.
Harry le observó en silencio, sintiendo como aquellas palabras incrementaban aun más la calidez en su pecho. Era sorprendente como, con cada nueva explicación que Snape le había dado a lo largo de la noche, el chico podía entender cada vez más el porqué de su reacción. El miedo, la rabia, el cansancio, la sensación de no ser suficiente, la necesidad de defenderse… Snape había mezclado aquellos sentimientos y había usado fragmentos de la verdad para construir armas que pudieran herir a Harry en lo más profundo, obligándole a alejarse de él. Si no le hubiera dolido tanto, casi sentiría fascinación por la capacidad que tenía el Maestro de Pociones para provocar que los demás le odiasen. Y, ahora, que entendía el porqué, casi podía aceptar la disculpa del profesor. Solo faltaba una pieza para completar el rompecabezas.
"Quiero perdonarle." Le dijo. "Pero necesito saberlo, ¿por qué ha cambiado de opinión? Ayer parecía dispuesto a alejarme de su vida para siempre. Y hoy está aquí, disculpándose. No lo entiendo."
Snape suspiró, volviendo a mirar al Patronus, cogiendo fuerzas una vez más.
"Me arrepentí en el momento en el que saliste por la puerta." Reconoció. "No fue fácil decir todas aquellas cosas. Créeme, no las disfruté. Pero no fue hasta que te fuiste… Hasta que me di cuenta de que mis palabras habían surtido el efecto deseado…" Snape esbozó una sonrisa sarcástica, llena de autodesprecio. "No fue hasta entonces que… que realmente me golpeó lo que había hecho. Y las consecuencias de ello."
Harry aguantó la respiración, esperando a que Snape continuase hablando.
"Y luego… Esta noche… Digamos que no ha sido la mejor noche de mi vida. He estado pensando mucho. Reflexionando sobre cada camino que podía tomar. Sobre si debería dejar las cosas como estaban, o si, en cambio, debería intentar disculparme y solucionar el problema que yo mismo había creado… Habría sido más fácil no hacer nada. Pero… Pero no podía…"
Snape no terminó la frase y suspiró por enésima vez. Luego cerró sus ojos oscuros y se masajeó las sienes, tratando de reducir el dolor de cabeza que le acompañaba desde que había llegado al funeral. Solo había ido en aumento, avivado por el alcohol y las emociones, y Snape estaba seguro de que no iba a desaparecer en breves.
"¿Señor?" Preguntó Harry con suavidad, después de unos largos segundos de silencio.
El Maestro de Pociones apartó las manos de su rostro y abrió los ojos lentamente.
"Esto es agotador." Murmuró. "¿Cómo lo hace la gente?"
Harry no sabía que contestar así que se limitó a encogerse de hombros. Los segundos pasaron, pero Snape siguió sin decir nada, sin acabar aquella frase que había empezado. De pronto, su ceño se frunció todavía más y sus finos labios se curvaron en una mueca.
"Está bien, Potter." Masculló. "¿Quieres saber por qué? ¿Por qué no podía dejar las cosas así?"
Sus ojos oscuros buscaron los verdes y Harry sintió la anticipación latiendo en su pecho. Asintió, con el corazón palpitando con fuerza, y Snape comenzó a hablar.
"No podía dejar las cosas así porque... Porque me imaginé mi vida sin ti, Potter. Y... Y no me gustó. Incluso con tu incesante parloteo y tus preguntas y tu necesidad de venir a llamar a mi puerta para molestarme cada segundo del día..." Snape desvió la mirada. "No tener la posibilidad de ayudarte o protegerte. No saber qué estabas haciendo, si estabas a salvo o no..." Tragó saliva con dificultad. "No es una opción para mí".
Harry le miró, sin palabras. No había esperado que Snape confesase aquellas cosas.
"Así que... ya ves". Continuó el hombre. "Por eso tenía que venir hoy. Sabía que, cuanto más tiempo pasase, más difícil sería arreglar las cosas. Y esta mañana, cuando Minerva me ha dicho que vendría al funeral… Digamos que no le ha costado mucho convencerme para que la acompañase. Oh, he jugado mi papel, me ha tenido que insistir mucho, casi obligado dirá ella, pero no era necesario. Ya había decidido lo que quería hacer."
La voz suave se apagó y Harry respiró hondo. Las explicaciones de Snape habían dibujado la respuesta a todas sus preguntas, rellenando los vacíos en el rompecabezas y escribiendo otro capítulo más en el libro de cosas que había aprendido del hombre en las últimas semanas. Lo único que faltaba era decidir si lo perdonaba o no, si entender el porqué de sus acciones y aceptar sus disculpas, era suficiente como para perdonarle.
Harry cerró los ojos, sintiendo las heridas de su corazón, aquellas causadas por las palabras hirientes de Snape, en su discusión del día anterior. El chico tenía experiencia en perdonar. Lo había hecho meses atrás, cuando Ron había vuelto, ayudándole a destruir el guardapelo de Slytherin, devolviendo el equilibrio y la alegría a su vida, al trío que él, Hermione y el propio Harry formaban. Lo había hecho también al conocer toda la verdad sobre Dumbledore, a pesar de los errores del anciano mago, de sus mentiras, de su manipulación, a pesar de saber que tenía que morir… Harry le había perdonado. Y también a Kreacher, por haberle mentido, por haber provocado en parte la muerte de su padrino. Y, hablando de Sirius, incluso a él le había perdonado. A él y a Remus, por haber pasado diez años solo, con los Dursley, mientras el hombre-lobo se escondía de su pasado y su padrino se pudría en la cárcel a causa de él, demasiado egoísta e impulsivo como para anteponer el bien de Harry a su venganza contra Pettigrew… A todos ellos Harry había perdonado. Y también lo había hecho con Snape. Había aceptado su verdad, presentada en forma de memorias, su pasado como mortífago, su papel en la muerte de sus padres, su sarcasmo punzante, su personalidad hiriente y amargada… ¿Podría perdonarle también aquella última afrenta?
Harry abrió los ojos de nuevo y vio que Snape seguía allí, paciente y expectante. El muchacho tragó saliva.
"Tiene que prometerme algo." Le dijo. "No puedo formar parte de su vida si siempre voy a estar preguntándome cuándo me va a echar de ella. Prométame que lo intentará. Prométame que hablará conmigo. Que si necesita espacio, que si siente las viejas partes de usted resurgiendo, que si está enfadado o molesto conmigo por cualquier razón... Prométame que me lo hará saber. No necesito una explicación completa. Sólo un aviso. Sólo para saber lo que está pasando."
Snape le miró largamente, su rostro la máscara de impasibilidad que solía ser. Antes de que empezara a mostrar más sus emociones o, en realidad, antes de que Harry supiera leerlas mejor en sus ojos.
"Es una petición razonable." Dijo por fin. "Yo... Prometo que lo intentaré."
Harry asintió, satisfecho.
"Gracias." Le dijo. "Pero, teniendo en cuenta que no se le da bien usar sus palabras cuando se siente vulnerable… Necesitamos un código."
"¿Un código?" Preguntó Snape, probablemente replanteándose si aquello había sido una buena idea.
"Sí. Una palabra clave. Algo que, si me lo dice, yo pueda saber que necesita espacio, que las cosas no están bien, sin necesidad de que usted tenga que explicarse."
"Mm…"
"Sí." Insistió Harry. "Algo así como… No sé. El murciélago está tomando el control. O algo parecido."
Snape se le quedó mirando como si le hubiera salido otra cabeza.
"Creo que has bebido demasiado Whisky de fuego, Potter." Dijo alzando una ceja.
"Pero tiene sentido." Insistió el muchacho. "El murciélago de las mazmorras es el Snape antiguo. El que todos los Gryffindors odian. El más sarcástico y cruel. Así que, si usted está volviendo a las andadas, solo tiene que usar esa frase y yo entenderé perfectamente lo que quiere decir."
Snape se frotó los ojos con la punta de sus dedos.
"Merlín, dame paciencia…" Suspiró. "Está bien, Potter. Usaré tu ridículo código. Al menos hasta que piense en alguno mejor…"
Harry ignoró aquella última frase y le sonrió, contento de haberse salido con la suya. Aquella sonrisa estúpida le hizo plantearse que quizás Snape tenía razón. Quizás había bebido demasiado Whisky de fuego. Podía sentir el licor en su cuerpo, calentándole y provocando que su cabeza pesase menos y funcionase más despacio de lo habitual. Pero había algo más corriendo por sus venas. Harry tragó saliva, emocionado de pronto. Comprobó las heridas de su corazón y, con sorpresa, se dio cuenta de que se habían cerrado. A lo largo de la noche, de su conversación con Snape, habían dejado de sangrar y, en su lugar, unas cicatrices se habían formado, recordándole lo ocurrido. Quizás nunca desaparecerían del todo, pero era un paso hacia delante. Uno que no habría creído posible hacía veinticuatro horas. Y Snape le había prometido que intentaría hacer las cosas mejor, que intentaría no volver a herirle nunca más.
"¿Potter?" Snape le observaba con un deje de preocupación. "¿Estás bien?"
"Le perdono." Dijo Harry de pronto. "Entiendo porque hizo lo que hizo y, aunque lo que dijo no desaparece sin más... Quiero intentar seguir adelante. Avanzar. Así que… Sí. Le perdono, señor." Asintió, mirándole a los ojos. "Pero recuerde lo que le he dicho. Y su promesa. No vuelva a hacer eso nunca. Porque, probablemente, la próxima vez no podré perdonarle."
Snape le miró, primero con sorpresa, luego con emoción y, finalmente, con un nuevo respeto en sus ojos.
"Entiendo." Le dijo. Extendió su brazo izquierdo hacia Harry, aquel donde, oculto bajo las túnicas, tenía gravada a fuego la Marca Tenebrosa, y le tendió la mano. "Por un nuevo comienzo."
Harry observó la palma extendida. Años atrás, en casa de los Dursley, su tía había visto un programa de la tele en el que una mujer aseguraba que podía leer las manos de cualquiera que se las enseñara. Al parecer, podía leer la línea de la vida, la riqueza y el amor, y decirte cuándo ibas a morir, con quién te ibas a casar o si ganarías mucho dinero. Tía Petunia había intentado hacer lo mismo con Dudley, sosteniendo la mano de su hijo sobre la suya y proclamando que viviría una vida larga y feliz, llena de amor y riquezas. Harry había puesto los ojos en blanco con disimulo y sacudido la cabeza. Pero ahora, mirando la palma de Snape, podía ver claramente la línea que representaba la vida. La suya iba en una dirección apuntando hacia abajo y, a mitad de camino, se detenía y empezaba a ir hacia arriba. Harry parpadeó, preguntándose por un momento si aquello significaba algo, y si aquella anciana del programa de televisión había tenido razón después de todo.
Snape seguía mirándole, con la mano todavía alzada entre ambos, sus ojos negros estudiándole.
En medio de un silencio roto solo por el suave cantar de las cigarras y el susurro del viento entre la hierba, Harry levantó su propia mano. Su corazón latió con fuerza, como había hecho tantas veces durante aquella tarde, pero no era miedo, ira o ansiedad lo que bombeaba por sus venas, sino afecto hacia el hombre y, una pequeña chispa de algo que hacía mucho tiempo que no sentía: emoción por el futuro, que ya no parecía tan incierto u oscuro como antes. Los ojos negros encontraron los verdes, como aquella noche en la Casa de los Gritos, como aquel día en la enfermería, cuando Snape había despertado, como tantas veces al largo de los años, y Harry no pudo evitar la sonrisa que se extendió por su rostro. Con el Patronus brillando tanto como la luna y las estrellas en el cielo, Harry estrechó la mano de su profesor.
"Por un nuevo comienzo". Dijo.
A/N: Y hasta aquí el capítulo de hoy. Tengo que deciros que, si en algún momento quisiera acabar esta historia, este de aquí podría ser un final perfectamente. Es más, cuando murió mi madre me planteé dejarla a mitad, llegar hasta aquí y ya está. Pero después de este último año me he dado cuenta de que escribir me está ayudando mucho, así como oir historias de otra gente que ha pasado por cosas similares. Y, además, todavía quedan muchas cosas que quiero explorar en esta historia. O sea que no os preocupéis, no iré a ninguna parte. Tendréis "de vuelta a casa" para rato ;)
Bueno, espero que os haya gustado el capítulo. ¡Nos vemos en el proximo!
