Ranma ½ y sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi.
El corazón de Nabiki
Por
Dr Facer
Capítulo 14
~ Mes de Agosto, parte 1~
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Domingo, por la noche…
El muchacho se sentó en la banca del parque donde solía pasar la mayor parte de su tiempo libre y aprovechando la luz de la farola sobre él, abrió un sobre que sacó del bolsillo interior de su chaqueta y suspiró al ver que efectivamente, sus padres le habían mandado una carta pidiéndole algo que no tenía muchos deseos de hacer.
—Qué inconveniente —murmuró, levantando la mirada hacia el cielo nocturno, tratando de encontrar una respuesta a sus problemas entre las estrellas de esa noche de domingo pero sin ningún éxito—. No entiendo por qué mis padres me piden que consiga una esposa antes del próximo mes, si ni siquiera tengo veintiún años todavía. Aún hay mucho tiempo para que nuestra escuela tenga herederos…
Y además, no era como si sus padres tuvieran algo qué dejarle a un posible heredero; a fin de cuentas ellos no tenían dinero ni bienes, y de hecho la única propiedad familiar era una vieja y decrépita casa cerca del monte Fuji en la que todavía vivían sus abuelos. El joven no le encontraba ningún sentido a que lo estuvieran obligando a casarse cuando aún no se sentía listo.
Volviendo a leer la carta esperando descubrir alguna posible manera de escapar de la solicitud paternal, el muchacho descubrió que no. No tenía escape, si no quería sufrir un terrible castigo que cambiaría por completo su estilo de vida tendría que encontrar esposa, o al menos comprometerse con alguien.
La pregunta era… ¿con quién?
Había muy pocas mujeres de su edad que podrían tolerar su estilo de vida y mucho menos que pudieran aceptarlo, de eso estaba completamente seguro aunque, en realidad… el muchacho bajó la mirada y suspiró al recordar que sí había alguien que sería una perfecta compañera para su estilo de vida, Una muchacha que había decidido no volver a ver, pero las circunstancias habían decidido que tendría que buscarla de nuevo.
No le quedaba otra opción; tendría qué volver a ver a Nabiki Tendo.
Y en esta ocasión ella no lo derrotaría.
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La mañana siguiente…
Nabiki entró a la escuela y notó de inmediato que varios alumnos se dieron cuenta de que iba sola y comenzaron a murmurar al respecto. Eso era algo que también había sucedido el viernes anterior ya que ese día Manabu tampoco la había acompañado a la preparatoria. Normalmente eso no le hubiera molestado y de hecho lo podía ignorar sin problemas, pero mientras caminaba hacia los casilleros, no pudo dejar de percibir los murmullos y las indiscretas miradas de los otros estudiantes de Furinkan.
"Sólo porque Manabu no ha llegado conmigo dos días ya están haciendo un nuevo chisme… ¿pero qué les pasa?" Se preguntó frunciendo el ceño mientras abría su casillero y guardaba allí sus zapatos para después sacar las zapatillas blancas que usaba dentro de la escuela. "Y ahora que lo pienso, ¿por qué ese idiota desconsiderado no fue a buscarme hoy? Aún no hemos terminado el compromiso, lo menos que podría hacer es pasar por mi al dojo para que pudiéramos venir juntos, y…"
Nabiki se detuvo un momento al darse cuenta de lo que estaba pensando. Cierto que no había terminado su relación con Manabu, pero tampoco le había dicho que deseaba continuarlo, por lo que era muy posible que el maestro simplemente lo diera todo por concluido luego de la pelea. Y no sólo eso, ella no había ido a buscarlo ni el sábado ni el domingo como normalmente hacía, por lo que Manabu no tenía ninguna razón para ir a verla.
"De todos modos es un desconsiderado," pensó al cerrar su casillero para luego calzarse las zapatillas y al fin dirigirse a las escaleras, tratando de entender por qué le molestaba que Manabu no hubiera caminado con ella esa mañana desde el dojo hasta la preparatoria Furnikan. "Aunque al final eso no importa, lo único que importa es buscar la manera de hacer que gaste dinero en mi lo más pronto posible."
—Aunque tendré que hacer un nuevo plan para conseguir eso… —murmuró ella cuando llegó a su salón, deteniéndose frente a la puerta al darse cuenta de que había estado tan ocupada con el asunto de los yakuza que no había preparado una nueva estrategia para sacarle dinero a Manabu—. Supongo que durante el día podré pensar en algo… es una lástima que no pueda preguntarle a Kikuko y Ryonami alguna sugerencia porque las dos piensan que en verdad estoy comprometida con ese avaro desconsiderado…
Suspirando, Nabiki entró al salón, decidiendo que podría meditar la situación con más calma durante el receso. Le sorprendió ver que todos los alumnos ya estaban allí, y todos sentados en su lugar. Eso le resultó un poco extraño, pero al mirar el reloj que estaba colgado en la pared detrás del escritorio del profesor, entendió la razón. Faltaba menos de un minuto para que llegara el maestro, y desde aquella ocasión en que Manabu la sacó de la clase por vender fotografías, todos los alumnos habían aprendido a recibir al maestro Sakura en orden y en sus lugares.
"Obvio, si él se atrevió a sacarme a mi del salón, entonces toda la clase podría recibir el mismo castigo," Se dijo Nabiki, recordando con poco entusiasmo el momento en que Manabu le quitó las fotografías que intentó venderle a Kuno aquella vez. Suspirando, se apresuró a ir a su lugar y estaba por sentarse cuando la puerta se abrió y él entró a dar su clase. Manabu venía vestido como de costumbre, y llevaba las listas en una mano. Cerró la puerta y luego de un sencillo 'buenos días' al grupo, se dirigió al escritorio que estaba al frente del salón.
Nabiki se quedó de pie para mirarlo. Todavía llevaba una gasa bajo el mentón y otra cerca del ojo izquierdo, y se sorprendió al sentir que un tirón de angustia muy similar al que había experimentado el viernes anterior durante la pelea de box le atravesaba el pecho. Su mirada se cruzó con la de él por un segundo y luego de un instante en que ambos se miraron en silencio, él comenzó a nombrar la lista y lo único que ella pudo hacer fue sentarse y esperar a que terminara de nombrar asistencia, preguntándose porqué la preocupación que estaba sintiendo por él no desaparecía.
"¿Seguirá lastimado? No parecía estar tan mal luego de la pelea, pero tal vez todavía no se ha recuperado de los golpes de Gouto…" pensó mientras mantenía toda su atención en él mientras daba la clase. "Es un necio, debió quedarse en su casa a descansar, o haberme llamado para decirme que no se sentía bien, y así yo podría…"
Nabiki parpadeó al darse cuenta de que estaba sintiendo una honesta preocupación por Manabu, y eso le parecía un poco extraño. Por lo general nunca se preocupaba por las personas a las que les estafaba dinero, pero por alguna razón con Manabu las cosas estaban resultando de una manera muy distinta.
Y ella aún no sabía qué pensar al respecto.
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Un poco más tarde…
Manabu abrió el refrigerador de la sala de maestros y sacó un termo lleno de té de menta que había dejado allí para mantenerlo frío. Luego de darle un largo trago a su bebida se sentó en el sofá más cercano a la ventana y trató de distraerse recordando la pelea contra Gouto, pero a pesar de sus esfuerzos sus pensamientos volvieron a centrarse en Nabiki Tendo y lo que estaba sucediendo entre los dos.
Le resultaba difícil aceptar que Nabiki se las había arreglado para entrar en su vida de una manera tan completa; algunos meses atrás ella era sólo una alumna algo complicada, pero ahora todo era diferente. No sólo ella se las había arreglado para arrastrarlo a un problema con los yakuza que no sólo terminó con ambos metidos en un compromiso falso, sino también en una situación que pudo haber tenido terribles consecuencias para ella y su familia.
"Al menos ese desastre se resolvió bien," pensó Manabu, recordando su visita a la casa de té la mañana del día anterior para asegurarse que los yakuza dejarían a la familia Tendo en paz. "Es una suerte que el viejo de las apuestas me confirmó que la deuda ya estaba cancelada, aunque espero que no decida buscar a Nabiki para convencerla de apostar de nuevo."
Porque Manabu no tenía intención de permitir que los yakuza estuvieran metidos en sus próximas peleas.
—Y preferiría si ella tampoco está involucrada —murmuró, recordando cómo Nabiki se adueñó todas las tardes del mes anterior de la oficina del entrenador Morisaki para hacer su tarea allí, y cómo después de terminarla se dedicaba a observarlo entrenar y hacer de cuando en cuando algún comentario sarcástico acerca del modo en que seguía las instrucciones de los entrenadores para entretenerse a costa suya.
"Afortunadamente ya nunca volvió a usar los baños del gimnasio…" pensó el joven maestro, aunque eso sólo logró hacerlo recordar el momento en que Nabiki lo había visto al salir de la ducha. "Y es una suerte que eso ya nunca volvió a suceder."
Intentando olvidar ese penoso incidente, Manabu enfocó su atención en la pelea del viernes anterior, aunque poco a poco su análisis del combate volvió a llegar a la misma conclusión. La única razón por la que pudo levantarse y ganar cuando ya estaba por darse por vencido había sido ella.
—No podía permitir que me llamara mentiroso, ¿cierto? —se dijo en voz baja, terminando su té mientras volvía a recordar ese momento. Fue entonces que una idea le cruzó la mente, algo que ya había considerado durante la pelea con Gouto, pero ahora había algo nuevo, algo que podría traer cambios muy importantes para él.
"Cuando ella me llamó mentiroso…" se dijo, mirando sus manos mientras recordaba ese momento. "Cuando me dijo eso, lo único que me importó fue demostrarle que no era cierto y…"
Y no sólo eso. Manabu tenía qué aceptar que evitar que Nabiki lo odiara también fue algo que lo impulsó a levantarse, pero no podía recordar el momento en que algo así comenzó a importarle tanto como para finalmente dejar de contenerse dentro del ring y pelear usando todas sus fuerzas.
"Pero estaba feliz… o al menos eso creo," pensó al recordar la manera en que Nabiki había sonreído para él cuando bajó del ring, o cuando se despidió de él esa noche. Estaba seguro que su mirada en esos momentos había sido la misma que en aquella ocasión cuando cenó por primera vez con la familia Tendo, cuando vio por primera vez a Nabiki sin usar ninguna máscara ni el típico sarcasmo que usaba para ocultar lo que pensaba en realidad. "Tal vez… tal vez fue honesta conmigo en ese momento…"
Sin pensarlo mucho, Manabu recordó el momento en que Nabiki le había acariciado el rostro luego de la pelea y respiró profundamente ante la manera en que el recuerdo lo hizo sentir. No podía negar que el contacto de la mano de Nabiki sobre su piel era agradable, y por un momento se preguntó si algo así volvería a suceder entre ellos.
—Tampoco terminó con nuestro compromiso —murmuró al recordar de nuevo que, al parecer, seguía comprometido con la segunda hija de la familia Tendo. A fin de cuentas ella no había dado por terminado el acuerdo que tenían.
"Pero ahora no estoy seguro cómo debo de comportarme con ella," musitó él, pensando en distintas opciones hasta que llegó a la conclusión de que lo mejor que podía hacer era tratarla como una alumna más a menos de que Nabiki le diera alguna muestra de interés que le indicara lo contrario.
Quizás sería lo mejor, y tal vez eso le ayudaría a volver a poner un poco de distancia con ella y evitar que volviera a arrastrarlo a sus problemas.
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Durante el receso…
—Has estado muy callada hoy, Nabiki —comentó Kikuko mientras cerraba su caja de bento, pues ya había terminado su comida y sentía deseos de conversar. Ella, Nabiki y Ryonami habían decidido ir a almorzar debajo de los cerezos, en la parte más alejada del jardín de la preparatoria, y pensaba que sería una pena no aprovechar el lugar para platicar un poco.
—Ella tiene razón, ¿todo está bien? —preguntó Ryonami, que ya había guardado su bento y se concentraba en terminarse su jugo—. ¿Pasó algo con Manabu?
—¿Volvieron a discutir?
Nabiki tomó el último bocado de su almuerzo y luego de masticarlo, cerró su bento y miró a sus dos amigas, dudando por un momento en cómo contestarles. Si no había hablado mucho con ellas era porque todavía estaba intentando entender porqué seguía sintiéndose preocupada por Manabu, entre otras cosas más relacionadas con él que también ocupaban sus pensamientos; la manera en que saber que Manabu había estado dispuesto a ayudarla de esa manera la hacía sentirse extrañamente protegida, por ejemplo.
—No hemos tenido ninguna discusión —contestó la mediana de las Tendo mientras se recargaba en el tronco del cerezo a sus espaldas para ganar un poco de tiempo y pensar en algo que le permitiera cambiar el tema de la conversación. Afortunadamente, pronto encontró algo que sabía podría hacer que Kikuko y Ryonami dejaran de preguntarle sobre el maestro—. Es sólo que estaba pensando en las vacaciones, mi papá no me ha dicho todavía si saldremos a algún lado.
—Es verdad, salimos de vacaciones de verano este viernes —comentó Ryonami—. No te preocupes, mis papás tampoco me han dicho si saldremos a algún lado.
—Ni los míos, pero tal vez mi mamá y yo iremos a visitar a mis tíos a Nagano, mi papá seguramente estará ocupado trabajando y no podría venir con nosotras —dijo Kikuko.
—Quizás mis papás decidan ir a visitar a mis primos a Kyoto —intervino Ryonami, levantando la mirada y esperando que fuera así, ya que le gustaba mucho ir a esa ciudad.
—Pues yo no sé… si salimos es posible que vayamos a Hakone —dijo Nabiki, recordando que allí había algunos lugares baratos en los que ya se habían hospedado antes—. Supongo que depende de mi papá, y de si los Saotome querrán ir con nosotros o no.
—Oh… es cierto, a veces olvido que tienen que invitar a Ranma y a sus papás —recordó Kikuko—. Bueno, al menos creo que el señor Saotome ya está cooperando más con el dinero, ¿no es así?
—Sí, eso nos ayuda un poco —respondió Nabiki, recordando que Genma había estado haciéndose cargo de varios gastos de su esposa y de su hijo desde que Nodoka comenzó a vivir en el dojo—. El señor Saotome no gana mucho descargando mercancías en las bodegas de los muelles, pero al menos mi papá ya no tiene qué pagar por toda la comida. Es una de las cosas buenas que han pasado desde que su esposa vive con nosotros.
—Es labor de una mujer asegurarse de que su marido sea responsable y traiga dinero a la casa —opinó Ryonami—. No me sorprende que la señora Saotome haya logrado que el papá de Ranma dejara de ser un holgazán mantenido.
—Bueno, no es raro considerando que Nodoka siempre tiene a la mano una katana… —dijo Nabiki, que luego rió en voz baja al recordar que bastaba con que la mujer tomara la espada para que Genma saliera corriendo a trabajar a los muelles, incluso en los días que no tenía deseos de hacerlo.
—Pero que la señora Saotome esté en tu casa es bueno, ¿no? —dijo Kikuko—. Vi a Kasumi trabajando en una cremería y se veía contenta, es bueno que ahora tenga más tiempo para salir de la casa y hacer otras cosas.
—Supongo que sí —aceptó la mediana—. De hecho creo que… no olvídalo, al menos a Kasumi sí le agrada su trabajo, y tal vez se quede a cargo del negocio.
La conversación decayó un poco luego de eso, y Nabiki se limitó a escuchar cómo Ryonami volvía al tema de las vacaciones mientras pensaba en que Kasumi en verdad tenía razones para estar feliz, en particular porque todo parecía indicar que las cosas le estaban saliendo bastante bien, y a la mediana eso le daba gusto.
"Me pregunto cómo va su relación con Yasukichi," pensó Nabiki entonces, aunque por lo poco que había visto y las conversaciones que había tenido con Kasumi, todo parecía indicar que no tenía nada que preocuparse. "Tal vez pronto anuncie que está de novia con él…"
—Creo que será mejor regresar al salón —comentó Kikuko mientras se levantaba—, el receso ya no tarda en terminar.
—Me parece bien —aceptó Nabiki mientras Ryonami asentía y las dos se ponían de pie.
El trío comenzó a andar hacia el edificio principal y, al pasar por el costado, donde Nabiki sabía que estaba la sala de maestros, no pudo evitar levantar la mirada hacia el segundo piso. No esperaba nada, pero vio a Manabu cerca de la ventana. El maestro estaba ocupado metiendo algo en el refrigerador y no la vio, pero ella sí notó que Manabu se tocó el mentón mientras hacía una mueca que indicaba que aún sentía algo de dolor en donde Gouto lo había golpeado.
"Eres un necio, Manabu, si te sientes mal deberías irte a casa temprano," pensó ella, repentinamente preocupada por él.
La muchacha se detuvo un momento al darse cuenta de que había vuelto a preocuparse por Manabu al mirarlo, y eso la llevó a considerar que, quizás, había algo más en cuanto a lo que sentía por el maestro, algo que no podía identificar completamente.
Pero si lo que estaba empezando a sospechar era cierto, entonces eso era algo que no sabía cómo enfrentar, y eso a Nabiki le causaba un poco de temor.
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Más tarde, al terminar las clases…
Nabiki esperaba recargada en el árbol de costumbre hasta que vio a Manabu salir del vestidor de los chicos. Como siempre, el maestro se había cambiado de ropa y ahora llevaba un juego de pants y sudadera gris y blanco. Le quedaba bien, o al menos eso le parecía. Cuando el maestro estuvo cerca, la muchacha recogió su portafolios y se le acercó, caminando a su lado como si fuera lo más normal del mundo.
—Hola —le dijo mientras balanceaba lentamente su maletín con la mano izquierda—. Veo que no te has quitado los parches de la cara. ¿Gouto te golpeó duro, verdad?
—No, en realidad no —le dijo, ligeramente sorprendido al ver que ella lo había esperado para conversar un poco. No le desagradaba en realidad, y debía admitir que escucharla mientras caminaban juntos hacia la salida de la preparatoria le había alegrado un poco el día. Aunque por otro lado se preguntaba qué era lo que Nabiki deseaba, y comenzó a pensar que quizás quería por fin terminar con su falso compromiso, lo cual Manabu ya había considerado como una posibilidad—. Aunque admito que si me dio algunos golpes muy fuertes, ¿sabes?
—Si no te sentías bien debiste quedarte en casa —le recriminó ella cuando llegaron a la salida de la escuela—. Y también debiste avisarme, siempre lo haces cuando es algo importante.
—¿En serio? —le preguntó él, pues no entendía a qué se refería Nabiki.
—Sí, como cuando me contaste que irías a ver a tus padres, o cuando me dijiste que no me habías hecho ningún reporte —le recordó la muchacha sin detenerse, girando a la izquierda para tomar el camino a su casa. Nabiki no se molestó en esperarlo, pues confiaba en que Manabu terminaría siguiéndola y sonrió discretamente al escuchar sus pasos acercarse para alcanzarla.
—Era necesario que supieras eso —dijo él.
—¿Y no era necesario que yo supiera cómo estás luego de que Gouto casi te noquea?
—Nabiki… ¿acaso estás preocupada? —le preguntó él, ligeramente divertido por la manera en que estaba tratando de averiguar si se sentía bien—. Vaya, si hace poco eras tú la que me hacía esa misma pregunta.
—Me preocupa porque si algo te pasa seguramente estarías con la estúpida idea de que yo tendría qué ir a verte a tu casa para cuidarte —respondió ella con un tono ligeramente molesto—. Y puedes estar seguro de que yo nunca haría algo así.
Manabu sonrió al ver cómo la muchacha se alteraba, pensó que hacerla enfadar un poco más sería divertido pero al final cambió de opinión. Quizás si hubiera estado en la preparatoria lo hubiera hecho, pero en realidad no era necesario molestarla de más, y no valía la pena discutir al respecto—. Sé que no lo harías, y no tienes que hacerlo tampoco.
—¿Entonces crees que no soy capaz de hacerlo?
—Creo que podrías. Dijiste que tienes algo de práctica con primeros auxilios, y para esto no se necesitaría nada más —contestó el maestro levantando una mano para calmar a Nabiki.
—Exactamente, podría hacerlo si quisiera —dijo ella—. Simplemente no quiero hacerlo.
—¿Supongo que vas camino a casa? —preguntó él para cambiar el tema y evitar que la conversación cayera en un inútil pleito.
—Pues no tengo qué ir a otra parte hoy —contestó Nabiki—. ¿Tú no irás a entrenar?
—Sí, aunque puedo acompañarte hasta el dojo —contestó Manabu, que se limitó a caminar junto a ella en silencio, simplemente disfrutando de la compañía de la muchacha, la cual le resultaba agradable, aunque no estuvieran teniendo una conversación.
Nabiki, por su parte, había evitado hablar ya que en realidad no sabía qué más podía decirle. Seguía un poco confundida por la facilidad con la que Manabu podía hacerla perder la calma, y también la confundía sentirse cómoda caminando junto a él. Entendió entonces que al parecer se había acostumbrado a su compañía durante el mes anterior, pero ahora, cuando ya no había nada que los atara porque la apuesta era cosa del pasado, descubrió que su compañía no le molestaba, y que de hecho le resultaba hasta cierto punto agradable.
Nabiki parpadeó confundida y miró discretamente a Manabu, que se mantenía ocupado mirando los aparadores de las tiendas en esa parte del barrio. Su mirada se fijó nuevamente en los moretones de su rostro, cubiertos por las gasas que le habían colocado en el Pabellón Korakuen.
"Fue por mí… está lastimado por mi culpa," pensó, y bajó la vista sintiendo un repentino tirón de remordimiento. "Y lo hizo para cumplir su promesa. ¿Cuándo… cuándo fue la última vez que alguien hizo algo así por mi? Yo… no puedo recordarlo…"
Nabiki suspiró con discreción y trató de no pensar en cómo Manabu había ganado la pelea de box, exclamando que no era un mentiroso, demostrándole que ella sí le importaba. Porque recordar ese momento la hacía sentir emociones que la confundían y hasta cierto punto la asustaban.
Pasaron junto a una tienda de electrónicos y por un momento, Nabiki se sintió tentada a pedirle que le comprara un estéreo nuevo con reproductor de discos compactos, pero la idea de hacerle eso en ese preciso momento le hizo sentir un vacío en el estómago, por lo que terminó haciéndola a un lado. Quizás en otra ocasión, cuando no se sintiera de ese modo, le pediría que le comprara algo. En ese momento se sentía cómoda sólo caminando con él, aún si ninguno de los dos se atrevía a decir alguna palabra.
"Tal vez es mejor así… si hablamos quizás terminaríamos discutiendo y… en realidad no tengo deseos de pelear con él," decidió, levantando la mirada nuevamente para mirarlo de nuevo y sonreír discretamente. "Lo dejaremos así por hoy, Manabu… pero la próxima vez haré que me compres algo, te lo prometo."
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Un poco después…
Nabiki esperó hasta que Manabu dobló por la esquina para entrar a la casa, más por cortesía que por sentir una obligación. Entró a la casa una vez que estuvo sola, aunque por una fracción de segundo podría haber jurado que sintió como si alguien conocido la hubiera estado mirando. Extrañada por esa sensación, pero considerando que no era nada importante, cerró las puertas detrás de ella y cruzó el jardín para llegar a la entrada principal de la casa, en donde dejó sus zapatos antes de seguir adelante.
—Ya llegué —avisó, esperando ver a la señora Saotome salir a recibirla, pues desde que Kasumi comenzó a trabajar Nodoka era quien recibía a las personas que llegaban a la casa.
—Hola, Nabiki, llegaste temprano hoy —comentó Kasumi, saliendo de la cocina mientras se secaba las manos en el mandil.
—Hola… ¿Kasumi, saliste temprano de la cremería hoy? —preguntó ella un poco sorprendida—. No esperaba verte hasta un par de horas más tarde.
—La señora Saotome dijo que tenía algo importante qué hacer hoy, así que me pidió que preparara la cena—. Explicó la mayor—. Pero está bien, Yakkun puede hacerse cargo de la cremería sin mi ayuda por el resto de la tarde.
—Entiendo, bueno, si ya no hay otra cosa, subiré a cambiarme de ropa, y…
—Te llegó una carta —interrumpió Kasumi, sacando un sobre del bolsillo delantero de su delantal para entregárselo a su hermana—. De hecho la dejaron hace unos pocos minutos, si hubieras llegado más temprano tal vez te la habrían dado en persona.
—Oh… gracias —dijo la mediana, tomando el sobre y notando que no tenía remitente. De hecho lo único que tenía escrito eran estas cuatro palabras: ´Notificación para Nabiki Tendo.' lo cual le pareció raro y por un momento la hizo pensar que era algo que le mandaron los yakuza. Decidiendo que sería mejor leer la carta en privado, la guardó en su maletín y se dispuso a subir las escaleras.
—Espera, Nabiki, ¿podrías ayudarme con la comida? —pidió Kasumi—. Como llegué hace poco hace falta preparar algunas cosas, y si lo hago sola la comida se retrasaría.
—...Está bien, sólo dame unos minutos para cambiarme y ahora bajo —aceptó la segunda hermana Tendo.
Kasumi observó a Nabiki subir a su recámara y después regresó a la cocina. En realidad no necesitaba ayuda para preparar la comida, pero tenía curiosidad de saber si su hermana todavía recordaba cómo manejarse en la cocina o si sería necesario hacerla participar más en las tareas domésticas. Nabiki ya estaba comprometida con el maestro Sakura a fin de cuentas, y la mayor sentía que era su responsabilidad asegurarse de que Nabiki era capaz de hacerse cargo de una casa.
Y al final, entre ayudar a Kasumi a preparar la comida y después a poner la mesa y servir los alimentos, Nabiki no tuvo oportunidad de leer la carta hasta varias horas después.
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Esa noche…
Nabiki ya había terminado la tarea, se había bañado, puesto su pijama y ya no tenía nada más que hacer para ese día, y se encontraba sentada en su cama girando el sobre que le había dado Kasumi entre sus dedos. No reconocía la letra y en verdad esperaba que no fuera una nota de parte del dueño de la casa de apuestas, pues a pesar de que le había logrado quitar cien mil yenes, en realidad no quería volver a saber nada de él.
"Supongo que tendré qué ver de quién es…" pensó mientras rasgaba una esquina del sobre para sacar la carta. Comenzó a leer luego de desdoblar el papel, y mientras lo hacía, la expresión de Nabiki pasó de simple curiosidad a cierta preocupación.
Pues la carta decía lo siguiente:
'Estimada señorita Nabiki Tendo,
Ha pasado ya casi un año desde que nos vimos, y desde esa ocasión no he podido olvidar nuestro último encuentro. Debo felicitarte por haber conseguido hacer lo que nadie más había podido, la manera en que me derrotaste durante nuestro duelo de citas fue bastante astuta.
Pero eso es algo que no puede quedar así. El orgullo y el nombre de la escuela de combate de mi familia está en riesgo y no puedo permitir eso.
Te envío esta carta para desafiarte formalmente a un tercer duelo de citas. El próximo miércoles estaré en tu escuela para dejar claros los términos de nuestro próximo enfrentamiento.
Y Nabiki, te aseguro que en esta ocasión no podrás ganarme.
Kinnosuke Kashao.'
Nabiki bajó la carta y por un momento no supo qué sentir o qué pensar. Pensó que ya nunca más volvería a escuchar de Kinnosuke, el autonombrado 'Rey de la estafa' nunca más.
—¿Qué carajos quieres conmigo, Kinnosuke? —murmuró Nabiki, arrugando el papel en su puño derecho—. No puedo permitir que intentes dejar a mi familia en bancarrota otra vez.
Porque Nabiki sabía muy bien que Kinnosuke no se conformaría con sólo tener un duelo de citas, eso era obviamente sólo una excusa. Su objetivo principal seguramente era algo distinto y mucho peor que simplemente competir con ella para tratar de hacerla gastar dinero. La pregunta era qué era lo que quería en esta ocasión.
—Y el desgraciado dice que irá a Furinkan —dijo, entendiendo de repente que si Kinnosuke hacía eso, era muy posible que él y Manabu se conocieran.
"Y si eso pasa… Kinnosuke podría decirle a Manabu muchas cosas sobre mí que él no sabe todavía…" pensó Nabiki, sintiendo que las manos se le enfriaban al entender que el apuesto y arrogante rey de la estafa no tendría ningún problema con decirle a Manabu acerca de la manera en que ella solía dejar sin un sólo yen a los muchachos con los que había salido durante el año pasado, o acerca de las otras cosas que hacía o incluso acerca de sus anteriores duelos de citas en los que acumularon más de un billón de yenes en deudas.
La idea de que Manabu se enterara de eso logró hacer que Nabiki sintiera un ligero malestar en el estómago. Porque si Manabu llegaba a saber esas cosas…
"Sería imposible que acepte comprarme algo," se dijo al tiempo que abría la ventana de su habitación para dejar entrar un poco de aire fresco. "Si Kinnosuke habla con Manabu voy perder todo el progreso que he hecho con él y ya no podré conseguir que gaste su dinero en mi…"
Pero en el fondo, Nabiki podía sentir que esa no era la única razón por la que temía que Manabu y Kinnosuke se conocieran, había otra más, y esa otra razón que no deseaba enfrentar era la que más le preocupaba.
—Maldita sea, Kinnosuke…— murmuró Nabiki, mientras se sentaba en la silla de su habitación y apoyaba los codos sobre su escritorio, mirando la arrugada carta que aún sostenía en las manos—. ¿Por qué tenías qué regresar?
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Notas:
Primero un agradecimiento a gatopicaro, arianne, Toki, Niko, Sunny, Paty y a todos los demás que han seguido la historia hasta este momento y siempre se toman la consideración de dejar un comentario, siempre es motivador saber que hay personas que han disfrutado leyendo este fanfic, gracias!
Como han podido ver, este es el comienzo de un nuevo arco argumental y para empezar tenemos el regreso de Kinnosuke Kashao, el rey de la estafa. Para aquellos que no conozcan al personaje, Kinnosuke es un chico apuesto que usa su apariencia para vivir sin trabajar ni pagar por sus gastos, pues siempre consigue que otras personas paguen por él; las estafas de Nabiki llaman su atención, y ambos tienen un par de duelos de citas en los que Kinnosuke por poco logra dejar a los Tendo en la calle, y sólo en el último momento Nabiki logra vencerlo quitándole diez yen y así ganar la apuesta, mandando todas las cuentas pendientes de regreso a Kinnosuke. Al final, Akane y Ranma se preguntan si Nabiki está triste porque estaba enamorada de Kinnosuke, aunque se revela que Nabiki está deprimida porque sólo apostó diez yen en lugar de diez mil.
Gracias por leer este nuevo capítulo, nos veremos en el próximo.
