En la academia
Mikasa continuó caminando entre el ajetreo del día mientras pensaba en todo lo que hizo para ahora tener la oportunidad de patinar y, sobre todo, aprender en una de las más grandes escuelas de Japón. En definitiva, y a pesar de todo lo que tuvo que pasar, era un reconocimiento a su arduo trabajo, por lo que tenía que aprovechar y alcanzar las metas que se planteó cuando se graduó de la preparatoria.
En medio de aquellas reflexiones, visualizó a lo lejos la Academia de Hielo, la cual se hacía cada vez más grande a medida que se acercaba. Una emoción particular floreció en su interior y continuó su andar mientras escuchaba el soundtrack de una película hasta que…
—¡Hey! ¡Mikasa!
Esta se detuvo y miró a los lados para descubrir de dónde provenía aquella voz. Pero no fue sino hasta que se volteó que supo de quién se trataba.
—Oh, Sasha.
La castaña llegó corriendo hacia donde se encontraba.
—¡Hola! —sonrió ella—. Cuánto tiempo.
—Digo lo mismo.
—Te diriges a la escuela de hielo, ¿no?
—Así es.
—¿Te importa si te acompaño? Yo también voy para allá.
La azabache elevó las cejas. Ahora entendía por qué llevaba un bolso deportivo entre sus manos.
—No tengo problema.
—¡Genial! —volvió a sonreír y, juntas, retomaron su camino hacia el lugar.
Conoció a Sasha Blouse cuando participó en su primer torneo en la preparatoria. En ese entonces ella logró el segundo lugar, y en las competencias posteriores también se mantuvo en el podio, quedándose con la presea dorada en invierno.
Su estilo de patinaje tenía sus características peculiares y únicas, propias de la región de donde provenía, y aunque pertenecía a una escuela rival, eso no fue impedimento para que desarrollara una bonita amistad con la ojigris.
Para esta última, fue agradable volverla a ver luego de un año y más, pero asimismo se le generaron ciertas inquietudes que no tardó en externalizar.
—Por cierto, Sasha —guardó los auriculares en su mochila junto con el celular.
—¿Mmm? —dijo mientras buscaba algo en su bolso.
—¿Por qué estás en Kioto? Me sorprende ya que Nagoya también tiene una escuela fuerte. Imaginé que te quedarías allá.
La castaña sacó un par de bombones y le dio uno.
—No eres la única que me lo ha dicho —deshizo el envoltorio y se llevó el chocolate a la boca—. Creo que la mayoría de personas que conozco esperaban eso, y aunque fue una opción que consideré, quise salir y cambiar de aires.
—¿Te invitaron a formar parte de la escuela?
—Oh, sí. Ni bien terminé la preparatoria me llegó una carta, pero me tomé mi tiempo para pensarlo —botó la envoltura en un basurero cercano—. Estaba a un paso de aceptar ya que no me llegaban más invitaciones, pero luego de unos meses fui sorprendida con la de Kioto y no dudé en venir. Además… —hizo una corta pausa—, cabía la posibilidad de que nos reencontráramos, pero esta vez como compañeras.
—Y al parecer ese sueño se te hizo realidad —comió de su bombón.
—Los dioses escucharon a esta humilde y apenas talentosa patinadora.
—¿Apenas? Te restas mucho crédito porque yo te considero increíble. Incluso me superaste en una de las competencias.
—Lo recuerdo, aunque debo decir que no es la gran cosa —se encogió de hombros—. Es más, algunas veces dudé si eso era realmente lo mío.
—Ah, ¿sí?
—Sí. Empecé a practicar desde muy pequeña, pero hubo una temporada en que lo dejé y busqué otro deporte. Luego de darme cuenta de que nada me hacía más feliz que patinar, lo retomé en la preparatoria y aquí me vez.
—Wow. Eso explica la experiencia cada vez que te veía participar.
—Es verdad, pero en el Campeonato Juvenil no pude hacer nada contra tu programa. Hiciste magia aquella vez. Diste el corazón.
—Sí… —sonrió con nostalgia. Claro, la castaña no sabía la razón de su impresionante y sentida rutina, pero ese era un tema que quizás se lo comentaría más adelante—. Me dio un arrebato de inspiración, es todo.
—Como las grandes estrellas —sonrió—. Oh, ahora que lo recuerdo, escuché rumores de que la academia incorporó un nuevo entrenador.
—¿En serio?
—Sí. Lo leí en las redes, pero no informaron nada más. Quizá lo conozcamos hoy.
—Ya lo veremos.
Entre charla y charla, llegaron a su destino. Se quedaron un rato de pie, admirando lo enormes que eran las instalaciones para luego continuar caminando puertas adentro. Atravesaron un largo pasillo que se dobló hacia la derecha y se detuvieron cuando una enorme pista se abrió paso frente a sus ojos.
—Vaya…
La expresión de asombro fue evidente. Y es que el tamaño se comparaba con el que se establecía en las normas para los campeonatos mundiales y Juegos Olímpicos.
Era simplemente increíble y hermoso, y estaba listo para recibir a los patinadores.
—¡Oye, Sasha! ¡Por aquí! —una voz masculina las sacó de sus cavilaciones, y la aludida volteó a ver a un costado.
Casi de inmediato, sus ojos se iluminaron.
—¡Connie! —fue a su encuentro y lo estrechó en un abrazo—. ¡Qué alegría verte!
—Lo mismo digo, aunque sabía que te encontraría por aquí.
—Hola, Sasha —un castaño se le acercó a saludar.
—¡Pero si tú también estás, Jean! —efusiva se lanzó a abrazarlo—. Qué cosa más radical. ¡Volveremos a patinar juntos como en los viejos tiempos!
—Sí, sí, ya. Pero no te exaltes.
La azabache, quien se había quedado unos metros atrás, miró la escena y sonrió al recordar a cierto amigo rubio que le enseñó el arte y el amor por el patinaje artístico.
Habría sido maravilloso tenerlo ahí, pero algunas circunstancias hacían que eso fuera imposible.
—Ay, cierto. Casi me olvido de presentarles a alguien —dijo la castaña y volteó a mirarla, haciéndole señas para que se acercara. Ella así lo hizo—. Muchachos, les presento a mi amiga Mikasa. Mika, ellos son Jean y Connie —señaló a cada uno—, amigos de la primaria.
—Mucho gusto —ella hizo una corta reverencia.
Los chicos no respondieron de inmediato, sino que se quedaron observándola, sintiendo que ese nombre se les hacía conocido.
—Espera un segundo… ¿tú no eres Mikasa Ackerman? ¿La campeona juvenil del año anterior? —preguntó con sigilo Connie.
—Así es.
—¡Por todos los dioses! —exclamó, con un deje innegable de sorpresa—. Es un honor conocerte en persona. ¿Quién diría que tendríamos esa oportunidad?
—Creo que exageras un poco. Soy una persona común y corriente.
—Cuánta modestia de tu parte, pero en mi opinión eres una de las mejores patinadoras que ha tenido Japón en los últimos años, ¿no lo crees, Jean?
—Sí, y también eres… muy bonita —dijo apenas mirándola luego de quedar embelesado.
—Gracias, supongo —no hizo caso a su comportamiento.
—Por cierto, luego de aquel espectáculo, desapareciste. Fue bastante extraño.
—Solo me tomé un tiempo para pensar en lo que quería hacer después.
—Y tomaste la decisión correcta —intervino Sasha—. Estoy segura que, quienquiera que sea nuestro entrenador, va a querer explotar tu potencial al máximo.
—Solo espero no morir en el intento —rió.
Posteriormente fueron llegando más personas, incluso muchachos que no superaban los trece años. Por supuesto, algunos de ellos la reconocieron y se le acercaron, reaccionando de forma exagerada al saber que entrenaría en el mismo lugar.
Había pasado un buen tiempo desde que tuvo tanta atención, pero no se le hizo complicado manejarlo.
Ya cuando pareció que estaban todos los que debían estar, por un costado aparecieron tres personas: una castaña de lentes, un rubio alto de cejas pobladas y una rubia de cabello corto.
—¡Bienvenidos, queridos patinadores! —la castaña habló, captando su atención—. Es un gusto tenerlos a todos en esta convocatoria. Mi nombre es Hange y me encuentro acompañada de mis colegas Erwin y Nanaba.
—Un placer conocerlos —todos saludaron al unísono.
—Oh. Cuánta energía. Eso me gusta —sonrió—. Muy bien. Como saben, esta escuela ha sido la cuna de grandes patinadores nacionales y que han dado batalla a las figuras más importantes del mundo. Con esa consigna, nuestro objetivo es llevarlos a todos ustedes a lo más alto, pero eso sí, deben demostrar su fortaleza aun cuando los entrenamientos puedan parecer un infierno.
Todos asintieron, aunque uno que otro sintió temor ante aquellas últimas palabras.
—Um… disculpe —alzó la mano un chico de pecas—. ¿Puedo hacer una pregunta?
—Adelante.
—¿Cómo va a ser el proceso de distribución? ¿Mediante algún test?
—En efecto. Esta academia cuenta con cuatro pistas. Ahorita nos encontramos en la A, por lo que serán cuatro los grupos junto a sus respectivos entrenadores, lo que permitirá que sus entrenamientos se lleven a cabo en cualquier momento —volteó hacia atrás y señaló una especie de cámara que se ubicaba al otro lado—. Para saber qué patinadores irán con qué entrenador, cada uno de ustedes realizará una rutina corta que será evaluada gracias a la ayuda de un sistema digital. Dependiendo de los puntos que obtengan tanto a nivel técnico como de presentación, se definirán las categorías —volvió a ver a todos—. ¿Alguna otra pregunta? —negaron levemente—. Bien, entonces empezaremos primero con los más jóvenes —se dirigió a los cuatro chicos que se ubicaban a su derecha—. Pónganse sus patines y realicen el calentamiento.
Ellos asintieron y, luego de un par de minutos, ingresaron a la pista para proseguir con algunas vueltas y saltos sencillos que formarían parte de su programa, no sin antes presentar la música que usarían.
Entre tanto, los demás se sentaron en la zona de espectadores, pero Mikasa, quien se había quedado cerca de Hange, se acercó para poder despejar cierta inquietud que surgió tras percatarse de un detalle.
—Em… ¿Hange-san?
—¿Sí? —se giró para verla—. ¡Oh! Pero si es nada más y nada menos que Mikasa, la gran promesa del patinaje japonés —aplaudió emocionada—. Dime, querida. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Bueno, usted mencionó que serían cuatro entrenadores, pero vi que falta uno.
—Ah, eso. Él estará aquí pronto. Dijo que podíamos hacer la prueba sin su presencia para no desperdiciar tiempo, aunque de seguro empleará sus propios métodos de evaluación una vez que llegue.
—¿Propios métodos?
—Absolutamente. Hace poco se integró como entrenador y tiene sus maneras para hacer las cosas, pero mejor no digo nada más. No quiero arruinar la sorpresa.
La azabache, ya con su interrogante resuelta, pero con una nueva en su mente, agradeció por la información y regresó a su puesto al lado de Sasha. Le comentó lo que Hange le dijo y, tras una breve discusión sobre quién sería aquel personaje, terminaron su charla para prestar atención a los programas que estaban por empezar.
El primero en presentarse fue un rubio de cabello corto. Luego le siguió una castaña con una energía impresionante, un chico de lentes mucho más tranquilo y una chica rubia. Todos ellos, a pesar de su corta edad, demostraron sus habilidades en las cuales predominaron los giros y los saltos dobles con aterrizajes de buen nivel, y aunque sí hubo uno que otro error, supieron manejarlo bien, dejándose llevar por las melodías que hablaban por sí solas.
Fueron recibidos por los mayores con fuertes aplausos, y una vez finalizada su prueba, aparecieron las calificaciones en orden descendente en la enorme pantalla que colgaba del techo. Estas promediaban 50 puntos, con la nota más baja de 48 y la más alta de 52,8, las cuales estaban dentro del rango esperado.
—¡Yuju! ¡Quedé en primer lugar! —festejó la castaña, dando pequeños brincos con los patines aún puestos.
—Ten cuidado. Te puedes doblar un pie —dijo la rubia a su lado.
—¡Muy buena demostración, pequeños! —se acercó Hange con una hoja y clavó su vista en ella—. Falco, Gabi, Udo y Zofía, ¿no? Excelente trabajo, y debo destacar su espíritu al momento de patinar. Es algo digno de apreciar.
—Todo sea por llegar a los Juegos Olímpicos de la Juventud —dijo Gabi.
—Vaya muchacha ambiciosa, pero es bueno aspirar a más —la despeinó en un gesto cariñoso—. Ok, de acuerdo con sus resultados, los cuatro serán entrenados por Nanaba en la pista D. Ella los conducirá hacia el lugar.
—¿Podemos quedarnos a ver a los demás?
—¿Quieren hacerlo?
—¡Por favor! —los cuatro dijeron al unísono, pudiéndose distinguir un brillo de ilusión en sus ojos.
Hange sonrió: —Está bien.
Ellos lo festejaron y se sentaron a un lado. Nanaba se les acercó y les dio la bienvenida.
—Ya tenemos a nuestro primer grupo. Ahora vamos a ver quiénes integrarán los otros tres —Hange miró a los que faltaban—. Para esta ocasión, harán su rutina de acuerdo al ranking de su última competencia, desde el puesto inferior al superior. Este será el orden —en la pantalla se desplegaron los nombres de los ocho patinadores—. Los primeros cuatro pueden comenzar a calentar.
Estos así lo hicieron mientras los demás esperaban entre una que otra charla trivial. Hange caminó hacia Erwin e intercambiaron unas pocas palabras, referentes a la persona que todavía no hacía acto de presencia.
—¿Hablaste con él? —preguntó la castaña.
—No contesta el celular. Seguramente ya está en camino.
—Que así sea —suspiró—. Cambiando de tema, ¿qué piensas sobre los nuevos chicos?
—Según lo que vi, tienen fortalezas en distintos ámbitos, pero sé que ellas —miró a Sasha y Mikasa— serán las que más van a destacar.
—Tienes toda la razón.
Terminado el tiempo de calentamiento, se quedó en la pista Mina Carolina, quien se ubicó en el centro y dio inicio a su programa. Le siguieron Connie, Ymir y Marco con estilos musicales bastante diferentes, pero que guardaban un significado único que supieron expresar de la mejor manera posible.
Los otros patinadores aplaudieron cada una de sus presentaciones, visualizando también las calificaciones que se tabulaban y se movían en la pantalla. Una vez que terminaron, el último grupo entró a la pista para calentar y, cinco minutos después, Jean comenzó con su prueba.
Sentada y ajustándose los cordones de los patines, estaba Mikasa mientras escuchaba la melodía que, reconoció, era un clásico de Bach. Unos segundos después percibió a alguien a su lado y, al alzar a ver, se encontró con Historia, otra de las patinadoras que conoció en la preparatoria. Empezaron a charlar antes de que fuera su turno.
—Todavía no puedo creer que te haya encontrado aquí.
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, cuando no se oyeron más noticias sobre ti luego de la graduación pensé que te habías ido a entrenar a otro país, ya sabes, algo como Rusia o Canadá.
—Y yo que creí que mi ausencia no había tenido tanta importancia —desvió la vista de los patines—. No te preocupes. Mi intención no es irme de Japón.
—Y si se diera la oportunidad de ir a entrenar en otra escuela lejos del país, ¿la tomarías? Digo, tu talento no pasaría desapercibido para ningún formador de estrellas.
—Hum… —pareció meditarlo—. No lo sé. Quizá deje que la vida decida por mí.
Antes de que pudiera agregar algo más, el programa de Jean terminó, y tras su calificación la rubia se alejó y entró al hielo. Mikasa se puso de pie y estiró un poco las piernas, y cuando vio que Historia finalizó, caminó hacia la pista, no sin antes recibir cálidas palabras por parte de Sasha.
Se deslizó lentamente mientras miraba la escarcha bajo sus pies. Sí, había pasado un año desde que se alejó del patinaje y no realizó ningún tipo de entrenamiento, pero recordaba a la perfección su último programa y sabía que su memoria muscular no le fallaría.
Se detuvo en el punto central de la pista y cerró sus ojos. Tomó un profundo respiro, exhaló y se dejó llevar por las suaves notas de Hallelujah, interpretada por Leonard Cohen.
Como si fuera la primera vez ejecutando aquella rutina, se metió en su burbuja y realizó cada serie de movimientos con mucha soltura. Patinó en toda la extensión de la pista, realizando un triple Lutz y luego un triple Axel cuyos aterrizajes fueron limpios y sin ningún error visible. Continuó con su serie de movimientos, ahora más compleja, y llevó a cabo un giro Camel y otro Biellmann, y aunque no estaba en el programa original, se atrevió a ejecutar un cuádruple Salchow en lugar de un triple, cuyo despegue fue impecable y dejó a todos con la boca abierta.
Regresó al centro y, con un giro Scratch, dio por terminada su presentación. Enseguida estallaron los aplausos y ella, recuperando el aliento, hizo una corta reverencia, como si tuviera en una competencia oficial.
Salió de la pista y fue recibida por una serie de ovaciones y por el abrazo de Sasha, que casi la desestabiliza.
—¡Estuviste increíble! —la felicitó—. No perdiste el toque, y ese cuádruple salchow fue… ah, no tengo palabras. ¿Cómo te atreviste a hacerlo?
—Simplemente sentí que podía, aunque, siendo sincera, estoy sorprendida porque lo haya logrado al primer intento.
Los puntos por cada elemento ejecutado se sumaron, arrojando una calificación de 80,24 que la ubicó a la cabeza de todo el grupo.
—Bien, ahora es mi turno —Sasha se terminó su barra energizante—. Vamos a ver si puedo superarte, Mika.
Esta regresó a su asiento y prestó atención a la rutina de su buena amiga. Utilizando una canción mucho más movida, la castaña realizó piruetas de mayor velocidad tanto con sus brazos como con su torso, y en los giros, que constaron de uno combinado y otro Biellmann, demostró su alto grado de flexibilidad. En los saltos no se quedó corta y elevó su triple Axel, triple Toe Loop y una combinación entre un triple Lutz y un doble Loop con un Euler intermedio. Y para finalizar terminó con un giro Cross Foot, uno de sus brazos extendidos hacia arriba y mirando hacia el techo.
Nuevamente los aplausos no se hicieron esperar junto a uno que otro silbido. Sasha agradeció, patinó hacia la salida y tomó una botella de agua que Connie le dio.
—Te luciste —dijo él.
—Sí, aunque este Euler no estaba en mis planes —bebió del líquido y fue a sentarse junto a Mikasa.
—Lo hiciste muy bien —le dijo la azabache—. Quedé impresionada una vez más por tu capacidad de hacer combinaciones tan complicadas.
—Gracias. Creo que es un don, pero asimismo creo que tú también puedes lograrlo.
Todos esperaban ansiosos el puntaje de esa última presentación, y cuando el número apareció en la pantalla, generó aplausos y rostros satisfechos.
—Me quedé muy cerca —mencionó la castaña al ver ese 79,98—. No pude ganarle a tu cuádruple salchow.
—Quizá la próxima vez —sonrió, mirando la tabla final de calificaciones.
—¡Excelente, muchachos! —se aproximó Hange junto a Erwin—. Honestamente me faltan palabras para describir cuán impresionada estoy por su talento, pero basta con decir que es un honor tenerlos en esta escuela —ellos agradecieron de pie—. Bien, ahora respecto a la distribución de los grupos: de acuerdo al reglamento y como lo mencioné antes, estos estarán conformados en base al puntaje obtenido en la prueba. Dicho esto, el grupo C será integrado por aquellos que obtuvieron menos de 70 puntos, es decir, Connie, Ymir y Mina. Su entrenador será mi querido colega, Erwin Smith.
Estos asintieron y saludaron una vez más al rubio cuando este se les acercó y les dio la bienvenida.
—En el grupo B estarán aquellos cuya calificación ronda entre los 71 y 76 puntos, en otras palabras, Jean, Historia y Marco. Yo estaré a cargo de su entrenamiento.
—Muchas gracias —dijeron al mismo tiempo.
—Y finalmente, en el grupo A, catalogado como de alto nivel, estarán Sasha y Mikasa. Ambas serán entrenadas por nuestro nuevo compañero.
Algunos murmullos se extendieron ante lo último mencionado.
—Am… ¿Y quién es él? —la castaña no pudo evitar preguntar, movida por la curiosidad.
—Yo.
Todos los presentes voltearon a ver a un lado ante aquella repentina voz. Unos expresaron más sorpresa que otros, pero en el caso de Mikasa, esta abrió los ojos como platos, quedándose con la boca ligeramente entreabierta al reconocer de quién se trataba.
"No puede ser…".
