Hermione se sentía perdida, el último mes había sido uno lleno de caos, primero la batalla en el departamento de los misterios, luego la larga recuperación de sus heridas, los exámenes, y ahora, la desaparición de sus padres.
Se había bajado del tren esperando verlos, quería abrazarlos y sentirse segura por un rato, sin preocupaciones, sin dramas, sin guerra, solo los brazos de su papá, las sonrisas de su mamá, sin embargo nadie la esperaba, tuvo que contener la decepción y la rabia, y agarrar un taxi que no hizo más que llevarla a una casa vacía y solitaria.
En un primer momento pensó que quizás se trataba de alguna emergencia en la clínica, eran cosas que pasaban, pero llegó la noche y no habían regresado, vecinos, amigos, otros familiares, nadie sabía nada de ellos, y no era reciente, habían pasado ya dos semanas desde la última vez que habían sido vistos. Hermione había llamado a la policía para reportar la desaparición, pero después de entrevistas e investigación estaban en la misma, sin pistas, sin rastros, sin mensajes.
Los días habían pasado en una larga sucesión de visitas de extraños y conocidos que no la habían ayudado en nada, todo era siempre lo mismo, le decían que tuviera fe, que tuviera paciencia, que seguro estarían bien, la obligaban a comer y a bañarse, pero ella no podía actuar normal en medio de tanta incertidumbre, y cuando se iban lo único que hacía era tirarse en su cama a llorar.
En un momento había pensado en irse a la Madriguera, pero la policía le había prohibido salir de la ciudad, y si era sincera con ella misma, la verdad es que no quería sentirse asfixiada por Molly y el resto de los Weasley. Harry como siempre en todas las vacaciones no podía salir de la casa de sus tíos. Lo cierto es que estaba sola repasando una y otra vez en su mente lo que podía haber pasado, desde algo tan simple como una situación muggle hasta una mágica como mortífagos atacando a sus padres en retaliación por la batalla.
Cinco días ya, el sol se había escondido y lo único que le quedaba era esperar otra noche para que fueran seis, nada estaba bien, el aire comenzaba a abandonarla y podía sentir como otro ataque de nervios se acercaba cuando escucho un golpe sobre la puerta romper el silencio que la atormentaba.
Hermione abrió la puerta con miedo y la varita firme en su mano, las visitas nocturnas siempre eran malas ¿Por qué otro motivo alguien iría a su casa cuando era casi media noche?
—Ministro Scrimgeour. —De todas las personas posibles, el Ministro de Magia era la última que esperaba.
—Señorita Granger, discúlpeme por la hora, pero tengo algunas cosas que hablar con usted.
Hermione estaba atónita, debía ser sobre sus padres, no podía haber otro motivo. En ningún momento había contactado al Ministerio con su problema y lo único lógico es que se trataba de ellos, que sabían algo.
—¿Es sobre mis padres? —preguntó ella con miedo y esperanza.
—Sí, tenemos ahora mismo a dos muggles en San Mungo con rastros de haber sido hechizados, nos tomó algún tiempo averiguar su identidad, pero sabemos que son Richard y Jean Granger.
El corazón se le salió del pecho a escuchar, sus padres, los habían encontrado.
—Por favor, lléveme con ellos —le dijo con voz llorosa mientras se agarraba del brazo del Ministro, estaba desesperada.
—Señorita Granger, eso no es lo único que tenemos que hablar.
—Por favor, lléveme con ellos —imploró.
Ella sabía como desaparecer, y si el Ministro no la transportaba, estaba dispuesta a hacerlo a pesar de la prohibición de hacer magia fuera de Hogwarts para los menores de edad. Pero por lo visto el Ministro entendió que Hermione no estaba precisamente racional.
Segundos después Hermione pudo ver los pasillos de San Mungo. Estaba ansiosa y sus manos temblaban, necesitaba ver a sus padres, tocarlos y saber que estaban sanos y salvos.
—Señorita Granger, necesitamos hablar primero.
—¿Dónde están mis padres? —reclamó ella una vez más.
El Ministro dio un suspiro comprendiendo la inutilidad de intentar hablar, y rindiéndose nuevamente la llevo por los pasillos hasta una de las habitaciones. El Ministro trató de detenerla una vez más, pero Hermione sin esperar permiso abrió las puertas y se lanzó llorando sobre su papá.
Pero algo estaba mal, su papá estaba tieso, no le devolvía el abrazo. Su mamá miraba desconcertada la escena.
—¿Mamá? —Dijo ella viendo a su mamá, pero ella tampoco mostraba reacción, sus ojos estaban abiertos pero no habían gestos de reconocimiento.
—¿Quién eres? —Preguntó su papa con un temblor en su voz.
—¡Señorita Granger! —exclamó el Ministro tras de ella.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no saben quién soy? —preguntó ella casi ahogada.
—Traté de hablar con usted pero no me dejo hacerlo.
—¿QUÉ PASA CON ELLOS? ¿QUÉ LES HICIERON? —respondió ella gritando.
El Ministro la tomo de la muñeca y la sacó de la habitación.
—Señorita Granger, escúcheme por favor. Ellos no son sus padres.
—¿CÓMO QUE NO SON MIS PADRES? CLARO QUE SON MIS PADRES, YO CONOZCO A MIS PADRES. —Gritó ella entre lágrimas.
El Ministro hizo un movimiento con su varita conjurando una gruesa carpeta que de inmediato puso en sus manos.
—Por favor, lea eso.
Hermione vio la carpeta como si de un objeto maldito se tratara. Estaba demasiado agitada para pensar, tenía miedo, estaba aterrada, sus padres la habían visto y no la reconocían. Y Ahora el Ministro le decía que no eran sus padres, eso no era posible, pero el Ministro parecía convencido, y algo había en esa carpeta que él quería que viera.
Lo primero que encontró era un viejo recorte del Profeta en el que se veía una foto de una familia de cinco personas, dos adultos, un muchacho joven, quizás de unos 15 años y dos niñas.
Hermanas Rosier desaparecidas.
Los aurores siguen sin encontrar rastros de las hermanas Rosier. Como recordaran por anteriores artículos, las dos niñas, Sabina Rosier de dos años y Corina Rosier de un mes de edad desaparecieron de su casa a mediados de Noviembre. Sus padres, Evan y Paola Rosier, denunciaron que sus hijas habían sido secuestradas por miembros de la llamada Orden del Fenix. Sin embargo sus argumentos han sido considerados falsos y tendenciosos debido a sus conocidas simpatías por Quien No Debe Ser Nombrado. Ambos padres ofrecen una amplia recompensa por quien pueda dar información que lleve al paradero de sus hijas.
Pero ese no era el único artículo.
Los Rosier entre los muertos en la ultima batalla de Tinworth.
Evan y Paola Rosier, y su hijo Felix de 16 años fueron encontrados entre los muertos de la última batalla entre los seguidores de Quien No Debe Ser Nombrado y las fuerzas del ministerio en la localidad costera de Tinworth. Si bien sus simpatías eran conocidas, no existían pruebas de comportamiento radical en apoyo a Quien No Debe Ser Nombrado, este periodista se pregunta a sí mismo si el trauma sufrido por la desaparición de sus hijas Sabina y Corina fue el detonante que los hizo participar activamente en actividades mortífagas. Al momento de su muerte, ambos Rosier sostenían en sus manos relicarios con las fotos de sus hijas. Los Rosier serán enterrados en su cripta familiar dentro de una semana.
Hermione era inteligente, la carpeta aún teníamas documentos, pero no se atrevía a seguir revisando. No era necesario pensar demasiado para saber a dónde se dirigía todo.
—¿Qué tiene esto que ver conmigo? —preguntó en voz baja.
El Ministro conjuró un nuevo expediente que puso rápidamente en sus manos. Al abrirlo vio una foto suya en Hogwarts con sus túnicas de gryffindor, bajo la foto una inscripción.
Nombre: Hermione Jean Granger – Adoptada.
Nombre de Nacimiento: Sabina Elvira Rosier.
—No, no puede ser, ellos son mis padres, soy la hija de Richard y Jean Granger, soy una hija de muggles, ellos son mi familia —dijo entre lágrimas.
—Lamento decirle que no.
—¿Pero cómo es posible? —preguntó.
—Hay rastros de un hechizo en sus memorias, ambos eran una pareja joven con una hija llamada Hermione recién fallecida, alguien implantó en ellos la idea de que eso no había ocurrido y que todo estaba bien, que esa hija era usted. Pero ahora que el hechizo ha fallado, han perdido todas esas memorias, de hecho, ambos creen que estamos en Septiembre de 1981 y están seguros de la muerte de su hija.
Estaba completamente atónita y horrorizada.
—¿Pero cómo? ¿Quién pudo haber hecho algo tan cruel?
—La huella en el hechizo apunta a Sirius Black. —Hermione abrió los ojos al escuchar el nombre, no quería aceptarlo—. Creemos que su muerte hizo que el hechizo se desvaneciera.
—Pero… ¿SIRIUS BLACK? ¿Y… y mi hermana? ¿Realmente tengo una hermana? —preguntó titubeando.
—No lo sabemos, estamos investigando, pero por ahora solo la hemos encontrado a usted.
Hermione no sabía que decir, era demasiado, toda su vida había sido una mentira. No podía seguir escuchando, quería estar sola, necesitaba estar sola. Por suerte el Ministro decidió que no era momento de presionarla y la llevó de vuelta a su casa, a su hogar, otro lugar que era una mentira, un sitio en el que era una intrusa, un reemplazo de una niña muerta.
No, no podía quedarse, tenía que irse, era una impostora, Hermione Jean Granger no existía, era un espejismo, una ilusión, tenía que agarrar sus cosas, tenía que tomar todo y irse del lugar que no era su verdadera casa, tenía algo de dinero, podía buscar un trabajo, no quería dejar de estudiar, quizás podía hablar con McGonagall, no, eso no, no estaba segura, todo se tambaleaba alrededor de ella, Sirius Black, La Orden del Fénix, la habían alejado de su familia, sus padres y su hermano estaban muertos, su hermana no sabía, no creía poder confiar. No podía buscar a los Weasley tampoco ¿y qué diría Harry?
Estaba furiosa, era como si tras cada minuto su rabia crecía junto a su inseguridad y sus dudas, cada cosa que agarraba y preparaba era un recuerdo de algo que no era real, de unos padres de mentira, de una vida inexistente. Ya no sabía si llorar o ponerse a gritar de lo agitada que estaba, estaba alterada después de tantos días de espera y aun cuando el cansancio infectaba cada parte de su cuerpo no podía detenerse.
Hermione ni cuenta se dio de que el sol había salido, solo de que ya tenía todo listo, pero tenía que hacerlo aun si sus lagrimas no dejaban de caer, que el Ministerio se encargara del resto, ella no podía más.
