Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 14

Bella se despertó al escuchar el excesivo ruido proveniente del baño. Era el sonido de la secadora de cabello lo que se escuchaba de fondo.

Sentándose en la cama y aún adormilada, miró el reloj alarma en la mesita de noche, eran las 6 am. Soltó un leve bostezo.

Estiró los brazos, por primera vez en semanas se sintió descansada y con mayor ánimo para comenzar un nuevo día. Pateando las sábanas salió de la cama y caminó al baño.

Estrechó los ojos al ver que Edward tenía una toalla blanca enredada en la cadera y se tomaba selfies frente al celular.

― ¿Qué haces?

Edward la vio por el espejo, sonriéndole.

― Me tomo fotos. Tengo tiempo de no hacerlo.

Sintiendo la intriga recorrer su cuerpo e instalarse como una bola demoledora en su estómago, se acercó a Edward. Olía delicioso; un aroma entre pino y madera que tanto le gustaba.

Dejó un beso en unos de los fuertes y tatuados bíceps.

― Me encantas ―murmuró sin dejar de repartir húmedos besos en la piel cubierta con tinta.

― ¿Cómo dormiste? ―Su esposo preguntó.

Enarcó una perfecta ceja, mirándolo. No dijo nada, pero fue extraño que Edward se alejara de su tacto.

― Bien. Creo que me excedí de horas de sueño, igual me siento más descansada.

― ¿No tienes náuseas o algún malestar estomacal?

― No ―respondió de inmediato, teniendo las cejas muy juntas.

Su hombre se volvió a ella tomando sus manos y entrelazando los dedos de ambos. La vio a los ojos unos instantes y dejó un corto beso en los labios.

― Me alegro que te sientas bien. Hoy prepararé el desayuno y no quiero protestas ―le advirtió sobre los labios.

Se sintió incómoda porque por el mal aliento de la mañana, se vio haciendo una mueca y volviéndose hacia el lavabo para untar el dentífrico en el cepillo. Empezó a restregar las finas cerdas entre los dientes, muelas y lengua.

No sabía porqué, solo se sintió nerviosa ante la mirada penetrante que Edward le seguía dando.

― Oye, ¿todo bien? ―le preguntó.

Edward encogió los hombros y movió suavemente la cabeza saliendo del baño.

Ella se quedó ahí frente al lavabo con el dentífrico saliendo de su boca. Pensaba que su día había empezado extraño.

.

Después de desayunar recordó que tenía un obsequio para su niña. Entró a hurtadillas a la habitación y encontró a su pequeña jugando con el oso Richard.

― Esto es para ti.

Bella mostró una cerdita con tutú rosa y tiara. Era una alcancía de cerámica que había comprado para que su niña dejara de usar sus pertenencias de cocina.

»¿Te gusta? ―añadió.

Azul sonrió emocionada y tomó la cerdita entre sus pequeñas manos.

― ¡Es muy bonita, mami! Gracias.

La atrapó entre sus brazos cuando su pequeña se acurrucó buscando calor. Llenó de besos las mejillas sonrojadas de su hija y la mantuvo con ella un poco más de tiempo.

― Aquí podrás reunir todas las monedas que quieras, ¿está bien?

Su pequeña gruñona salió de sus brazos, quedando frente a ella. Empezó a mover los pies de un lado a otro.

― Mami, yo no quiero monedas, necesito billetes ―le explicó Azul sin dejar de hacer ademanes con las manos―. Y papi está de acuerdo en ayudarme.

― Ah sí, ¿qué harán?

― Iremos a vender limonada al parque.

Bella sonrió a la respuesta de su niña. No imaginaba que el hombre gruñón con el que se casó fuera tan amable para ponerse a vender en un parque. Era bastante impaciente para interactuar.

― ¿Y por qué no me han invitado?

Su niña apretó los labios, desviando la mirada. Era un comportamiento normal cuando no quiere develar un tema.

― No podemos molestarte ―susurró, cubriéndose la boca con las pequeñas manos―. Papá dice que debemos dejarte descansar.

― ¿Por qué?

Los orbes verdes de su niña se agrandaron lo suficiente para apreciar un hermoso brillo que iluminó la mirada.

― No sé, yo solo le dije a papi del sobre que tienes guardado en la oficina. Pero no le dije nada más, lo prometo.

― ¿Sabes lo del sobre? ―Preguntó boquiabierta.

― Escuché todo ―confesó, subiendo a la cama, llevó una mano al pecho y levantó su mentón―. Conmigo tu secreto está a salvo, palabra de chica, mami.

― Se supone que era una sorpresa para los dos ―musitó entre dientes.

Azul pasó sus manitas por las mejillas, sintiendo el calor de sus tiernas caricias infantiles.

― Fingiré que no sé nada, mami. No te agobies.

Bella la abrazó con más fuerza. Besó los cabellos cobrizos y respiró el delicioso olor a ternura que desprendía su niña.

~o~

Recorrieron el supermercado. Era la tercera vuelta que daban al interior de la tienda y era también extraño que Azul se quedara observando el área de bebés.

Con dedos curiosos exploraban cada artículo, desde los chupetes hasta los biberones con distintos estampados.

― Mira qué bonito, papi ―le mostró un sacaleches―. Es para que los bebés puedan respirar bien. Tía Alice tiene uno igual.

― ¿Te dijo que para eso era?

Azul asintió con la cabeza.

― Sí, esa explicación me dio. ¿Es mentira?

― No tengo idea, no soy experto ―mintió. Él sabía exactamente cuál era la función de ese instrumento.

Se acercó a su hija y la tomó con ambas manos subiendo el menudo cuerpo al carrito. La hizo sentarse en la parte delantera.

― ¿Qué haces? ―la niña protestó―. No quiero estar aquí, prefiero caminar.

― Cómo eres chica y cambiarás de opinión en dos pasillos más, de una vez te subiré al carrito, así evitamos desacuerdos.

― Me estoy sintiendo mal. ―El cuerpo de Azul se desvaneció a propósito hacia un lado.

Edward apretó los labios cuando la vio tocarse la cara con suma preocupación.

― No empieces, que conmigo ya no funciona tu alta presión.

― Ash ―la escuchó rumiar.

Le pareció gracioso cómo cruzó los cortos brazos sobre el regazo y cómo de sus preciosos labios rosas se formaba un puchero de molestia.

― No puedo creer que solo vinimos por los ingredientes para la limonada y llevamos una hora recorriendo el mismo pasillo de bebés.

― A mí me gustan los bebés. Y estoy pensando seriamente en pedir un hermanito para esta Navidad.

Edward detuvo abruptamente el carrito. De nuevo ese duelo de miradas jade entre los dos; una irradiando felicidad y otro con angustia.

― ¿Otra vez ese tema? Azul, no continuemos con lo mismo ¿si?

― ¿Por qué te asusta?

― No me asusta, simplemente no quiere adentrarme en temas complicados. Y un bebé ahora no es una buena idea, créeme.

Azul no quitó el puchero. De hecho frunció las cejas para que Edward notara que estaba molesta. Entretanto, él siguió empujando el carrito por los pasillos fue que se detuvo nuevamente cuando divisó al tipo alto y cabello relamido.

El hombre se notaba concentrado en elegir un bonito arreglo floral.

― Mira, es el amigo de mami ―Azul lo señaló―, está comprando flores ¿crees que tiene novia?

― No sé y no me interesa.

― Acércate, vamos a saludar.

― Claro que no.

― Quería saludarlo.

― No haremos tal cosa, Azul.

― Pero ¿por qué no?

Edward no respondió, solo siguió con la mirada en Alec. El tipo se veía entusiasmado hablando con la dependienta y eligiendo un bonito ramillete de flores rojas.

― Porque no ―él rezongó.

― Esa es una respuesta sin fundamentos. Yo quiero saber la razón o acontecimiento del porqué no debemos acercarnos. Quiero saberlo, papi.

― Nunca entenderé que de toda conversación quieras saber el motivo, Azul. No comprendo el interés que surge en ti.

― Soy curiosa ―sus pequeños dedos jugaban entre sí, retorciéndose―. ¿Te molesta?

Bufó.

― No. Solo que… me preocupa que no te canses de hablar.

― Ah, no. Nunca me canso, me gusta mucho hablar y hablar todo el tiempo. Mami dice que se me acabará la saliva, pero no es cierto, mira ―le mostró la lengua y él solo rio.

Caminó por otro pasillo y fue cuando lo vio frente a él. No había forma que el tipo no lo viera o fingiera no conocerlo cuando se estaban viendo cara a cara.

Edward no haría ninguna señal de querer hablar con él, ni un solo ápice se vería en su rostro.

― Hola, a ti te conozco.

No. No lo hice él, sin embargo su hija se adelantó saludando al tipo de lo más entusiasta.

El hombre sonrió nervioso y saludó.

― Hola pequeña. Me da gusto verte.

Edward pretendía rodar los ojos, sin embargo tampoco lo hizo.

― ¿Tienes hijos? ―Azul indagó. Y quiso maldecir o de plano arrancar con el carrito a toda velocidad porque sabía bien lo que vendría.

― No, no los tengo.

― Qué lástima ―respondió Azul―. Estaré vendiendo limonada en el parque y pensé que podrías ir a comprarme.

― Oh. Suena divertido ―dijo Alec―. ¿Algún evento escolar?

― Es para recaudar fondos para mi vejez.

Edward cerró por un momento los ojos. La sinceridad que brotaba de su hija era un constante subidón de adrenalina, lo comparaba con aprender a andar en bicicleta. El viaje siempre era divertido, pero los raspones estaban a la orden del día.

― ¿Perdón? ―inquirió Alec viéndolo a los ojos―. No entiendo.

― Hay cosas en la vida que no tienen explicación ―gruñó él―. Azul por ejemplo.

― Papi dice que puedes ir al parque a comprar limonada. ¡Estás invitado!

El hombre sonrió como si Azul hubiera dicho que había ganado la lotería. Y él conocía la razón del porqué sonreía de esa manera.

Maldijo por lo bajo.

― ¿En qué parque estarás?

― En uno donde está la resbaladilla en mal estado, también hay muchos árboles alrededor. Está cerca de casa, a la vuelta. Explícale, papi, dile la dirección.

De ninguna jodida manera le daría la dirección. Incluso estaba ideando mandarlo muy lejos, si es posible a otra ciudad, pero se trataba de su hija y tenía que tragarse los celos.

― Es el parque que se ubica a tres bloques de aquí, no tiene pierde ―se escuchó decir.

El hombre le sostuvo brevemente la mirada, asintiendo para volverse a su hija.

― Estaré ahí para apoyar ―prometió con una sonrisa que su niña devolvió con sinceridad―. Hasta mañana, Azul.

― Están bonitas las flores.

― Azul ―Edward mencionó el nombre para que lo dejara marcharse.

― Gracias, también me gustaron. Nos vemos mañana, pequeña.

Alec se alejó mientras su hija agitaba la mano despidiéndose.

― ¿Por qué lo invitaste? ―Protestó.

― Necesitamos clientes. Él tiene cara que le gusta gastar.

― Espero y no vaya.

― ¿Por qué?

― Porque no.

― Esa no es una respuesta.

Exhaló cansino.

Azul no guardaría silencio. No lo haría ni ahora ni en el coche.

Y la muestra fue cuando llegaron al apartamento.

Ella corrió a velocidad y se encontró con Bella en la sala de estar.

― Mami, tu amigo andaba en el supermercado.

Su mujer enarcó una ceja, el rostro descolocado por el comentario.

― ¿Qué amigo?

Azul le dio los brazos y Bella no tardó en anclar su menudo cuerpo en la cadera. Una vez ahí, la niña empezó a jugar con las ondas del cabello castaño, enredando las hebras en su diminuto dedo.

― Ese hombre que papi no quiere y que hace mala cara cuando hablamos de él.

Su mujer volteó a mirarlo y él rodó los ojos.

Edward fue a la cocina dejando las bolsas que habían traído del supermercado, desde ese lugar podía observar lo que sus chicas hacían.

― Te refieres a Alec ―Bella dijo y fue suficiente para que se resolvieran sus tripas, admitía que era celoso y no podía controlarlo.

― Sí, era él y llevaba unas flores ―Azul decía.

― Si quieres saber para quién eran, no tengo idea, Azul.

― Oh, ¿por qué se compran flores, mami?

― Por distintas razones, Azul, pudieran ser por agradecimiento, cariño o conquista. Es un bonito detalle regalar flores y el motivo no importa.

― Oh. Papi se enojó porque lo invité al parque, le dije que estaría vendiendo limonada, ¿crees que vaya?

Sí. Ahora Bella lo estaba viendo con cara de sorprendida. Se limitó a encogerse de hombros.

― ¿Por qué lo invitaste?

― Necesito juntar dinero y él parece ser un buen cliente ―respondió la niña volviendo su atención al libro de música que estaba sobre la mesita de centro.

Bella se puso de pie, la vio acercarse. Se detuvo a media cocina, apoyando la cadera en el mesón se cruzó de brazos sin quitar sus ojos de él.

― Dilo ―la instó.

― Prométeme que te portarás bien y no harás dramas de celos.

― No lo sé, no estoy seguro.

Caminó hacia él de forma melosa, abrazándose a su torso. Edward siguió cada movimiento de las manos traviesas de ella y sonrió cuando se ocultaron debajo del pantalón.

Desde luego que no le prometería nada por mucho cariño que le diera.


Hola, mil disculpas por la demora. No estoy precisamente muy bien de salud, un cuadro gripal me tienen más dormida que despierta, sin embargo no me gusta dejarlas sin capítulo. Espero que sea de su agrado y quieran descubrir la forma en qué Azul y Edward venden limonada.

En el grupo dejaré una imagen de Edward tomándose selfies, es de la pura imaginación de Li.

Infinitas gracias por sus comentarios: Kasslpz, Isis Janet, Elizabeth Marie Cullen, Diannita Robles, Jade HSos, jupy, Flor McCarty-Cullen, Adriana Molina, Jimena, Daniela Masen, ShirlyM. Cullen, Gabby352, marisolpattinson, Celina fic, Ary Cullen 85, Cassandra Cantu, ALBANIDIA, cocoa blizzard, mrs puff, LOQUIBELL, Lore562, patito feo, Noriitha, Adriu, Valeria Sinai Cullen, Daniela, Verónica, piligm, PaolaValencia, rociolujan, Pepita GY, Amaya Cullen, Antonella Masen, Lizdayanna, Vodkakalhua, sandy56, Dulce Carolina, Lili Cullen-Swan, Diana, Patty, Car Cullen Stewart Pattinson m Cary, sandy56, saraipineda44 indii93, Mabelli Masen Grey, Rosemarie28, Y comentarios Guest

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