Sabina corrió desesperada hacia la mesa de los gryffindors, no podía creerlo, Ginny era su hermana, la había encontrado.
El Gran Comedor se había llenado de gente parada que no dejaba de gritar, Ginny estaba en el medio mientras Ron la agarraba por los hombros, los otros gryffindors rodeándola y sin dejarla moverse. Pero ella no pensaba dejar que nadie la detuviera, y casi a golpes se abrió paso antes de lanzarse con los brazos abiertos sobre la otra bruja.
—Hermione ¿Qué está pasando? ¿Por qué me llama el sombrero? —preguntó ella afectada al verse atrapada por Sabina que no dejaba de llorar.
—Eres mi hermana —respondió entre sollozos ante las miradas incrédulas de todos los estudiantes.
—¡NO! ¡No entiendo! ¿Qué ocurre? —Preguntó Ron alterado que no soltaba a Ginny—. Ella no es tu hermana, es mi hermana —añadió enojado.
—¿Qué es esto? —preguntó otra voz, era Harry que acababa de entrar todo ensangrentado.
—¡Esto es imposible! —Reclamó Ron en respuesta a su amigo—. No sé qué pasa, primero el sombrero llamó a Hermione y la cambió a slytherin, y ahora está llamando a Ginny. —Siguió respondiendo a Harry que miraba todo sorprendido.
—¿Qué? ¿Cómo? Pero Hermione es una gryffindor, Ginny también —preguntó incrédulo.
—No sé, Dumbledore no hizo nada, tiene que ser Voldemort, o Malfoy, quizás ese era el plan de Malfoy.
—¡Tenemos que parar esto! —respondió Harry.
—¡Todos a sus sitios excepto Ginevra Weasley! —exclamó la profesora McGonagall que se había acercado al tumulto.
—Pero profesora, esto no puede ser —reclamó Harry—. Tienen que llamar a los Weasley, al ministerio, alguien debe saber que hacer ¡el director!
—Señor Potter, ni yo misma entiendo lo que está pasando, pero el sombrero sigue llamando a la Señorita Weasley y tenemos que seguir.
—No, no voy a dejar que se lleven a Mione y Ginny —replicó el saltando entre la profesora y las dos chicas.
—Señor Potter, tranquilícese y siéntese ahora mismo antes de que le quite puntos. Usted igual Señor Weasley ¡AHORA!
—Pero… pero… —titubeó Ron.
Sabina no había dejado de llorar abrazada a Ginny.
—Señorita Granger, apártese y permita a la Señorita Weasley usar el sombrero.
Sabina no quería separarse de su hermana, pero la actitud de la profesora era firme.
—Hermione… profesora… ¿Cómo que hermana? No entiendo —preguntó Ginny que también había empezado a llorar.
—Señorita Weasley, por aquí por favor —respondió la profesora sosteniéndola de la mano.
Ginny caminó con los pies arrastrados hacia el sombrero e intercambiando miradas con Sabina, Ron y Harry.
—¡ERES UNA GRYFFINDOR GIN, NO LO DUDES! —grito Ron otra vez de pie.
—¡HERMIONE, VAMOS A ARREGLAR ESTO! —gritó luego Harry al verla caminar hacia la mesa de los slytherin.
Sabina volvió a sentarse, Bulstrode apretó su mano bajó la mesa.
—Lo hiciste —le susurro al oído. Pero ella no podía dejar de mirar a su hermana, Ginny era Corina ¿Quién se lo hubiera imaginado? Era inaudito, los Weasley siempre se habían portado bien con ella, Molly era un amor de persona, maternal y cariñosa, y Arthur un hombre seguro en quien siempre encontraba apoyo.
Un caos, se avecinaba un verdadero caos.
—Hablando de incomodo… —Escucho una voz decir, Zabini otra vez.
Ginny se puso el sombrero visiblemente asustada, era como si el tiempo si hubiera detenido, el silencio era abismal, las lágrimas corrían por sus mejillas, y juraba que podía escuchar cada movimiento de las manecillas del reloj, tic toc tic toc… Sabina miraba, no podía dejar de mover sus piernas de lo agitada y nerviosa que estaba.
—¡SLYTHERIN! —El grito del sombrero fue el punto de partida, en la mesa de gryffindor Ron pegó un grito, Harry se levantó con su varita alzada y sin esperar más comenzó a lanzar hechizos a la mesa de los slytherin, el resto de sus compañeros de casa uniéndose a la batalla campal. Los ravenclaw y hupplepuff apartándose del combate.
—¡MALFOOOOYYYY! ¡Sé que fuiste tú, le hiciste algo al sombrero! —gritó Harry.
—¿Cuál es tu jodido problema Potter? ¡No hice nada! —respondió Malfoy agresivo mientras enviaba un hechizo aturdidor.
Sabina estaba impactada, se había movido detrás de Millicent que había lanzado un escudo para protegerse.
—¡Hermione, ven, nosotros te protegeremos! —dijo Ron alterado mientras le hacia una seña con las manos. Seamus, Neville, Dean, Cormac y Colin atacando. Nott, Zabini, Parkinson, Davies, Goyle, Crabbe, respondiendo ataque con ataque.
—¡ALTOOOOOOO! —Reclamó el profesor Dumbledore que por fin había abierto su boca—. ¡Esto es vergonzoso, un verdadero bochorno, son compañeros, Señor Potter, Señor Weasley, Señor Malfoy, todos a sus puestos de inmediato!
—Pero profesor Dumbledore ¡Malfoy le hizo algo al sombrero! ¡Es un mortífago! —respondió Harry con los ojos llenos de furia.
—¡Señor Potter, siéntese! —insistió. Harry y Ron eran los únicos que seguían de pie, sus caras enrojecidas por la rabia.
—Pero profesor…
—¡Señor Potter, siéntese! ¡Usted también Señor Weasley!
Los dos gryffindor se sentaron, los slytherin hicieron lo mismo.
—¡Que empiece el banquete! —Ordenó Dumbledore—. Señorita Granger, Señorita Weasley, síganme.
Sabina vio a Harry y Ron levantarse seguro que con intenciones de seguirlas, pero una mirada de Dumbledore bastó para hacerlos regresar a sus puestos. Por un momento pensó en ir con ellos y tratar de explicarles, pero al final prefirió caminar apurada a donde estaba su hermana que parecía catatónica.
—Gin, todo va a estar bien hermanita, escúchame, todo va a estar bien —le dijo abrazándola.
Ginny la miró y abrió la boca, pero la volvió a cerrar, era claro que se había quedado sin palabras y que lo único que tenía para dar eran lágrimas.
—RyR—
La oficina del profesor Dumbledore estaba fría como un tempano, Snape y McGonagall habían entrado detrás de ella, ambos serios y claramente sin entender lo que había pasado.
—Señorita Granger… —empezó Dumbledore.
—Rosier.
—Señorita Granger, no tienen que abandonar su identidad o su nombre, sigue siendo usted. —Los otros profesores seguían callados.
—¿Cómo se atreve? —reclamó Sabina aireada—. Soy Sabina Rosier y usted lo sabe, siempre supo quien era —afirmo ella con seguridad—. He estado durante años en esta escuela, se han burlado de mí, me han atacado, me han insultado, me han llamado sangre sucia, impura, inmunda, y usted sabía que no lo era, usted no hizo nada.
—Mi querida chica, tiene que entender que las cosas no son tan sencillas así.
—¿Qué es lo que hay que entender? ¡Me robaron mi nombre, y ahora que lo reclamo, usted me dice que no lo haga, pues lo siento,no voy a seguir cumpliendo el papel de una niña que murió hace años, no, no hay nada que necesite entender! ¡Y no me diga querida que no soy nada suyo!
—Es que usted no comprende, eran tiempos oscuros, hicimos lo que era necesario por el bien común. Nunca quisimos hacerle daño —insistió el viejo profesor.
Dumbledore era un hombre verdaderamente exasperante, era como si fuera incapaz de comprender que había hecho algo equivocado.
—¿Nunca quisieron hacerme daño? ¡Han jugado con mi vida, con la de mi familia, han estado lastimándome durante años y ¿no querían hacerme daño? Usted es… es…
—Nosotros tratamos, de verdad que lo hicimos, yo hable con Evan, le pedí que nos apoyara y él se negó, no podíamos permitir que el poder de su familia cayera en las manos de Voldemort. —McGonagall y Snape escuchaban absortos las excusas de Dumbledore.
—¿Y acaso secuestrar dos niñas eran la respuesta? ¿Qué éramos nosotras? ¿Una herramienta para un chantaje? Perdí a mi hermana, a mi familia ¡NO LO ACEPTO!
Sabina apretó más la mano de Ginny que se mantenía callada.
—Un momento —dijo Dumbledore al tiempo que activaba la red flu para una llamada—. Molly, Arthur, tenemos un problema aquí en Hogwarts, necesito que vengan.
Segundos después los Weasley llegaron por la chimenea. Molly saltando de inmediato hacia Ginny que se movió detrás de Sabina dejándola de por medio.
—Albus ¿Ocurre algo con mis muchachos? ¿Dónde está Ron? ¿y Harry?—preguntó Molly, Arthur a su lado—. Ginny ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras?
Sin embargo Sabina no quería seguir escuchando a Dumbledore, en su mente ya ella había llegado a una conclusión, solo necesitaba saber quien más estaba involucrado.
—Señora Weasley —inició ella, pero repentinamente fue interrumpida por su hermana.
—¿Soy tu hija?
—Ginny ¿Qué cosas son esas? Por supuesto que eres mi hija —respondió nerviosa.
—¿Entonces por qué el sombrero seleccionador me dijo que mi nombre era Corina Rosier?
—Este… bueno... —titubeó viendo hacia los lados, como buscando apoyo de los otros adultos en la oficina.
—Claro que eres nuestra hija Ginny —intervino Arthur tratando de acercarse, pero Ginny alzo su brazo para impedírselo.
—Por favor, díganme la verdad, solo eso —imploró.
Arthur y Molly miraron hacia Dumbledore que masticaba uno de sus amados caramelos de limón.
—¡ME MINTIERON, NO PUEDO CREERLO, ME MINTIERON! —dijo Ginny antes de seguir llorando.
—Pero es que tú eres nuestra hija, te amamos, eres nuestra bebé —insistió Molly con lágrimas.
—¡DEJEN DE MENTIRME! ¡LA ÚNICA FAMILIA QUE TENGO ES HERMIONE!
—Ginny, no digas esas cosas, claro que somos tu familia.
Ambos Weasley miraron hacia ella casi que suplicando que dijera algo por ellos. Quizás era cierto que querían a Ginny, pero era un amor falso, nacido de una mentira, construido sobre la tumba de sus verdaderos padres, no se sentía compasiva.
—¡No esperaba algo así de ustedes! ¡Pensé que eran buenos!—interrumpió ella—. ¿Sabían que yo era su hermana? —añadió asustada por la respuesta.
—No —admitió Arthur—. Albus solo nos dio a Ginny, nunca supimos lo que hizo la Orden con su hermana, contigo supongo.
—¿Cómo pudieron? ¡Nuestros padres estaban vivos! Quizás no fueron sus varitas las que los mataron, ¡pero para mí ustedes son sus asesinos!
Los dos Weasley estaban impactados con la acusación y el odio que se percibía en su voz.
—¡Sabían lo que estaban haciendo, sabían que estaba mal! —siguió ella.
—Pero es que… —comenzó Molly mientras se agarraba de su esposo.
—Era por el bien común señorita Granger, señorita Weasley, incluso por su bienestar ¿no han sido amadas por sus familias? Les dimos buenos hogares, y ahora tenemos una mejor oportunidad para derrotar a Voldemort —interrumpió Dumbledore.
Sabina respiró profundo una vez más podía creer lo que escuchaba, era un objeto para el director, nada más, no sentía ningún tipo de remordimiento.
—Profesora McGonagall ¿Usted lo sabía? —preguntó volteando hacia la vieja profesora, su favorita, esperaba no sentirse traicionada por ella.
—¡No! Todo esto es nuevo para mí —respondió apurada—. Estoy impactada, no puedo creerlo, es insólito. Albus ¿Cómo pudiste?
—¿Profesor Snape? —preguntó al otro profesor que como siempre era imposible adivinar lo que pensaba.
—Me habría encargado de ustedes de haber sabido donde estaban —respondió el profesor en voz baja. Ella reconoció sus palabras por lo que eran, la lealtad de los Prince hacia su familia.
Sabina caminó hacia la chimenea con Ginny aún aferrada a ella. Agarró un poco de polvos flu en sus manos, que Dumbledore hiciera lo que quisiera, ella no pensaba pedir permiso.
—Profesor Snape, regresaremos en una semana, Ginny y yo vamos a nuestra casa. Y a ustedes —añadió mirando a Dumbledore y los Weasley—. ¡Nunca los perdonaré!
