Disclaimer: Nada de esto me pertenece, la saga crepúsculo es propiedad de Stephenie Meyer y la trama es del libro "Desaparición para expertos" de Holly Jackson, yo solo busco entretener y que más personas conozcan este libro.


Capítulo 23

La casa de los Potter la miraba sin parpadear con sus ventanas amarillas, pero solo durante un segundo, justo antes de que se abriera la puerta y apareciera Lilly bajo el umbral.

—Estás aquí. —Lilly le hizo un gesto a Bella para que entrara justo cuando Harry llegaba al recibidor—. Gracias por venir tan rápido.

—No hay de qué.

Bella se quitó los zapatos y soltó la mochila. Edward y ella acababan de terminar de grabar la nueva actualización del juicio de Mike Newton —habían hablado dos testigos de la defensa: los amigos de la universidad de Mike— cuando Lilly la llamó.

—Parecía urgente, ¿no? —dijo Bella mirándolos a los dos.

Se oía el sonido del televisor tras la puerta del salón cerrada. Probablemente James Potter estuviese allí, negándose todavía a formar parte de todo eso.

Pero Jamie llevaba ya cuatro días desparecido, ¿por qué su padre no cedía? Bella lo entendía: es muy complicado salir de un agujero una vez que has clavado bien los talones. Pero seguro que estaba empezando a preocuparse…, ¿verdad?

—Sí, lo es. —Lilly le indicó que la siguiera arriba y subieron las escaleras detrás de Harry.

—¿Es el ordenador? —preguntó Bella—. ¿Han conseguido entrar?

—No, no es eso —respondió ella—. Lo hemos intentado. Llevamos ya más de setecientas opciones y nada.

—Vale. Bueno, ayer escribí a dos informáticos, a ver qué me dicen. —Bella continuó subiendo las escaleras, procurando no pisarle los talones a Lilly—. ¿Qué pasa entonces?

—He escuchado el primer episodio que subiste anoche. Varias veces. —Lilly hablaba deprisa y estaba casi sin aliento a mitad de camino—. Se trata de la entrevista que les hiciste a los testigos de la librería, los que lo vieron en Wyvil a las 23.40. Había algo que me inquietaba de la entrevista y por fin he descubierto el qué.

Lilly le indicó que entrara en la caótica habitación de Jamie. Harry ya había encendido la luz y las estaba esperando.

—¿Es Connor Scythe? —preguntó Bella—. ¿Lo conoces?

Lilly negó con la cabeza.

—Es la parte en la que dicen lo que Jamie llevaba puesto. Dos testigos creían haberlo visto con la camisa burdeos, con la que sabemos que salió de casa. Pero esos fueron los dos primeros que lo vieron, ya que supuestamente caminaba hacia ellos. Los otros dos llegaron a la puerta después, cuando Jamie ya había pasado, así que lo vieron de espaldas. Y los dos dijeron que puede que no llevara una camisa burdeos, sino algo más oscuro, con capucha y bolsillos, porque no le vieron las manos.

—Sí, soy consciente de esa discrepancia —dijo Bella—. Pero no es extraño que los pequeños detalles de los testimonios de los testigos no coincidan a la perfección.

La mirada de Lilly estaba iluminada y no la apartaba de la cara de Bella.

—Sí, y nuestro instinto fue creer a los dos que dijeron que lo vieron con la camisa, porque es lo que hemos dado por hecho que llevaba puesto Jamie. Pero ¿y si son los otros dos los que tienen razón? ¿Los que dicen que lo vieron con una sudadera negra? Jamie tiene una sudadera negra —dijo—, con cremallera. Se la pone a todas horas. Si la hubiera llevado abierta, puede que de frente no se viera demasiado y resaltase más la camisa de debajo.

—Pero no llevaba una sudadera negra cuando salió de casa el viernes —argumentó Bella mirando a Harry—. Y no la llevaba encima, no tenía una maleta, ni una mochila, ni nada.

—No, no la llevaba encima —intervino Harry—. Es lo que yo dije al principio. Pero… —Señaló con un gesto a su madre.

—Pero —continuó Lilly— he buscado en todas partes. En todas. En el armario, en los cajones, en todos los montones de ropa, en el cestón de la ropa sucia, en el montón para planchar, en nuestro armario, en el de Harry, en el de Alice. La sudadera negra de Jamie no aparece por ningún sitio. No está en casa.

A Bella se le cortó la respiración.

—¿No está aquí?

—Hemos comprobado más de tres veces todos los lugares en los que podría estar —dijo Harry—. Nos hemos pasado las últimas horas buscando. No está.

—Si ellos tienen razón —dijo Lilly—. Si los testigos tienen razón y vieron a Jamie con la sudadera negra…

—Jamie volvió a casa —dijo Bella, y sintió cómo un escalofrío le recorría el cuerpo, desde el estómago hasta las piernas—. Entre la fiesta destroyer y Wyvil Road, Jamie pasó por aquí —dijo mirando la habitación con otros ojos: los montones de ropa desparramados pueden ser de cuando buscaba desesperadamente la sudadera. La taza rota junto a la mesita de noche tal vez se cayera sin querer durante la búsqueda apresurada. El cuchillo que faltaba en la cocina. Es posible que, si fue Jamie quien lo cogió, fuera el motivo real por el que vino a casa.

—Exacto —dijo Lilly—. Es lo que he pensado. Jamie volvió. —Lo dijo como con un resquicio de esperanza en la voz, un deseo evidente: su hijo regresó a casa, como si lo que pasó después, que se volvió a marchar y desapareció, no pudiera quitarle esa ilusión.

—Entonces, si volvió a casa y se llevó la sudadera —dijo Bella evitando mencionar el cuchillo perdido—, debió de ser, digamos, entre las 22.45, después de marcharse de Highmoor, y las 23.25 aproximadamente, porque habría tardado al menos quince minutos en llegar hasta la mitad de Wyvil.

Lilly asintió aferrándose a cada palabra.

—Pero… —Bella se contuvo y volvió a empezar, dirigiendo la pregunta a Harry. Era más fácil así—. Pero ¿tu padre no llegó del pub sobre las 23.15?

Lilly respondió de inmediato.

—Sí, así es. Más o menos a esa hora. Evidentemente, James no vio a Jamie, así que él debió de llegar y marcharse justo antes de que James entrase en casa.

—¿Le han preguntado a él? —quiso saber Bella con precaución.

—¿El qué?

—Lo que hizo aquella noche.

—Sí, claro —dijo Lilly con determinación—. Volvió del pub a eso de las 23.15, como has dicho. No vio ni rastro de Jamie.

—Entonces, Jamie debió de pasar por aquí antes, ¿no? —preguntó Harry.

—Eso es —dijo Bella, pero no era eso lo que estaba pensando.

Estaba pensando que Tom Nowak dijo que había visto a Jamie entrar en casa de Rose Parkinson en Cross Lane a las 22.50. ¿Le dio tiempo a hacer ambas cosas? ¿Visitar a Rose, volver andando a casa y marcharse de nuevo? No. Se solaparía la línea temporal de Jamie con la de James. Pero este dijo que llegó a casa a las 23.15 y que no había visto a Jamie. Algo no encaja.

O Jamie no fue a casa de Rose, sino que vino más temprano a la suya y se fue antes de las 23.15, cuando llegó su padre; o Jamie fue a casa de Rose muy poco tiempo, vino andando a su casa coincidiendo con la hora a la que volvió su padre, solo que James no se dio cuenta de que Jamie estaba allí ni de que se fue.

O sí que se dio cuenta y, por algún motivo, estaba mintiendo.

—¿Bella? —repitió Joanna.

—Perdón, ¿qué? —dijo esta saliendo de sus pensamientos y volviendo a estar presente en la habitación.

—Decía que, cuando busqué la sudadera de Jamie, encontré otra cosa. —La mirada de Lilly se ensombreció conforme se acercaba al cesto de la ropa sucia de su hijo—. Estaba buscando aquí —dijo apartando de encima una prenda— y me encontré esto colgando del borde.

Lo cogió por la costura de los hombros y se lo enseñó a Bella. Era un jersey de algodón gris. En la parte de delante, a unos trece centímetros del cuello, había gotas de sangre secas, de un color marrón rojizo. Siete en total, todas de menos de un centímetro. Y una mancha más grande en el puño de una de las mangas.

—Joder. —Bella se acercó para mirar mejor la sangre.

—Es el jersey que se puso el día de su cumpleaños —dijo Lilly, y, sí, Bella reconoció enseguida que era el que llevaba en la foto de los carteles.

—Me dijiste que lo escuchaste escabullirse aquella noche, ¿verdad? —le preguntó Bella a Harry.

—Sí.

—¿Y se había hecho antes alguna herida o algo en casa?

Lilly negó con la cabeza.

—Estaba bien cuando se fue a su habitación. Contento.

—Estas manchas parecen gotas de sangre que han caído desde arriba, no es una salpicadura —dijo Bella rodeando con el dedo las manchas de la parte delantera del jersey—. Y parece que con la manga se limpió la zona de origen de la sangre.

—¿Es de Jamie? —Lilly se quedó blanca.

—Probablemente. ¿Le viste algún corte o herida al día siguiente?

—No —dijo esta en voz baja—. No tenía nada a la vista.

—Puede ser de otra persona. —Bella pensó en voz alta y se arrepintió de inmediato.

A Lilly se le arrugó la cara y una única lágrima se le deslizó por la mejilla.

—Lo siento, Lilly —dijo Bella—. No debería haber dich…

—No, no es por ti. —La señora Potter se puso a llorar dejando cuidadosamente el jersey encima de la cesta. Cayeron dos lágrimas más, precipitándose rápidamente hasta la barbilla—. Es que tengo la sensación de que no conozco en absoluto a mi hijo.

Harry se acercó a su madre y le dio un abrazo. Ella se había vuelto a encoger y desapareció entre sus brazos, sollozando contra su pecho. Un sonido tan crudo que, solo con oírlo, Bella pudo sentir el dolor.

—Tranquila, mamá —le susurró Harry mirando a Bella, pero ella tampoco sabía qué decir para mejorar la situación.

Lilly volvió a aparecer sorbiendo por la nariz y secándose en vano los ojos.

—Creo que no lo reconozco. —Miró el jersey de Jamie—. Intentó robarle a tu madre, perdió el empleo y se pasó semanas mintiéndonos. Entró en la casa de alguien en mitad de la noche para robar un reloj que no le hacía falta. Salía a hurtadillas. Volvió con la sangre de otra persona en la ropa, seguramente. No reconozco a este Jamie —dijo cerrando los ojos, como si pudiera imaginar a su hijo delante de ella, al que sí conocía—. Este no es él. Todas estas cosas que ha hecho… No es así. Él es amable, considerado. Me hace té cuando llego del trabajo, me pregunta cómo me ha ido el día. Hablamos de sus sentimientos, de los míos. Somos un equipo, lo hemos sido desde que nació. Lo sé todo de él… Pero es evidente que ya no.

Bella se dio cuenta de que también estaba mirando el jersey ensangrentado y era incapaz de apartar la mirada de él.

—Hay algo detrás de todo esto —dijo—. Tiene que haber un motivo. No ha podido cambiar sin más después de veinticuatro años, como si hubieran pulsado un interruptor. Hay una razón, y la encontraremos. Te lo prometo.

—Yo solo quiero que vuelva. —Lilly apretó la mano de Harry y miró a Bella a los ojos—. Quiero recuperar a Jamie. El que aún me llama Limamá porque sabe que me hace sonreír. Así era como me llamaba cuando tenía tres años y descubrió que tenía un nombre aparte de mamá. Se le ocurrió lo de Limamá para poder llamarme por mi nombre al mismo tiempo que seguía siendo su madre. —Lilly sorbió por la nariz y el sonido retumbó por toda ella, estremeciéndole los hombros—. ¿Y si no vuelvo a escucharlo llamarme así nunca más?

Tenía los ojos secos, como si ya hubiera llorado todas las lágrimas que tenía y se hubiera quedado vacía. Hueca. Bella reconoció la mirada en los ojos de Harry cuando pasó un brazo alrededor de su madre: miedo. La apretó fuerte, como si fuera la única forma que conocía de evitar que se desmoronara.

No era un momento que Bella debiera presenciar, ni en el que entrometerse.

Tenía que marcharse y dejárselo para ellos.

—Gracias por llamarme con lo de la sudadera —dijo retrocediendo despacio hacia la puerta de la habitación de Jamie—. Cualquier información nos lleva un paso más cerca. Voy… Será mejor que vaya a grabar y a editar. Y a ver si consigo hablar con los informáticos. —Echó un vistazo hacia el portátil cerrado cuando alcanzó la puerta—. ¿Tienen bolsas de plástico herméticas?

Harry la miró confuso, pero asintió.

—Metan el jersey en una —indicó—. Y guardenlo en algún lugar fresco y apartado de la luz del sol.

—Vale.

—Adiós —dijo casi con un susurro mientras salía de la habitación y recorría el pasillo.

Pero después de dar tres pasos, algo la detuvo. Un fragmento de pensamiento que rondaba su cabeza tan rápido que no lo podía atrapar. Y, cuando por fin lo consiguió, desanduvo los tres pasos y volvió a la puerta del dormitorio de Jamie.

—¿Limamá? —dijo.

—Sí. —Lilly levantó la mirada hacia Bella, como si pesara demasiado.

—Me refiero… ¿Han probado «Limamá»?

—¿Cómo?

—Ay, perdón. Como contraseña —aclaró.

—N-no —dijo Lilly mirando a Harry horrorizada—. Pensé que con motes te referías a los que tuviéramos nosotros para Jamie.

—No pasa nada. Podría ser cualquier cosa, de verdad —dijo Bella abriéndose camino hasta el escritorio de Jamie—. ¿Me puedo sentar?

—Por supuesto.

La señora Potter se acercó y se puso detrás de ella, Harry se colocó al otro lado y Bella abrió el portátil. La pantalla oscura reflejaba sus caras, estirándolas y dándoles un aspecto fantasmagórico. Bella pulsó el botón de encendido y apareció la pantalla azul de inicio de sesión, con la caja vacía de la contraseña observándola.

Escribió «Limamá» mientras las letras se transformaban en pequeños círculos. Hizo una pausa con el dedo sobre el botón de intro y la habitación se quedó completamente en silencio. Lilly y Harry estaban aguantando la respiración.

Pulsó e inmediatamente:

«Contraseña incorrecta».

Detrás de ella, los dos resoplaron haciendo ondear el pelo medio recogido de Bella.

—Lo siento —dijo Bella sin querer mirarlos—. Pensé que merecía la pena intentarlo.

Y así había sido, y podía que mereciera la pena hacerlo unas cuantas veces más, pensó.

Lo volvió a intentar sustituyendo la i con un 1.

«Contraseña incorrecta».

Lo intentó añadiendo un uno al final. Y luego un dos. Y luego un uno, dos, tres y uno, dos, tres, cuatro. Cambiando la i por el 1 una y otra vez.

«Contraseña incorrecta».

L mayúscula. l minúscula.

Eme mayúscula al principio de Mamá. Eme minúscula.

Bella echó la cabeza hacia delante, suspirando.

—No pasa nada. —Harry le puso una mano en el hombro—. Lo has intentado. Los informáticos sabrán cómo hacerlo, ¿verdad?

Sí, si le respondían algún día al email. Estaba claro que todavía no habían tenido tiempo, cosa que estaba mal porque, en todo caso, todos sus demás clientes podían esperar, pero Bella no se podía permitir ese lujo. Jamie no tenía tiempo.

Pero rendirse era demasiado difícil y a ella nunca se le había dado bien.

Intentó una última posibilidad.

—Lilly, ¿en qué año naciste?

—En el sesenta y seis —dijo—. Aunque dudo que Jamie sepa eso, la verdad.

Bella tecleó «Limamá66» y pulsó intro.

«Contraseña incorrecta». La pantalla se burló de ella y sintió un brote de ira en su interior, ganas de coger el ordenador y tirarlo contra la pared. Ese instinto primitivo e intenso que, hasta hacía un año, ella no conocía. Harry pronunciaba su nombre, pero ya no pertenecía a la persona que estaba sentada en la silla. Se controló, lo contuvo. Se mordió la lengua y volvió a intentarlo, golpeando con fuerza las teclas.

«LiMamá66».

«Contraseña incorrecta».

Joder.

«Limamá1966».

«Incorrecta».

Mierda.

«LiMamá1966».

«Incorrec…».

Joder.

«L1Mamá66».

«Te damos la bienvenida».

¿Cómo? Bella se quedó mirando donde debería poner «Contraseña incorrecta».

En su lugar había un círculo girando una y otra vez, reflejándose en sus pupilas.

Y una palabra: «Te damos la bienvenida».

—¡Lo hemos conseguido! —Saltó de la silla con un ruido que no sabía si era tos o una risa.

—¿Lo hemos conseguido? —Lilly repitió incrédula las palabras de Bella.

—L1Mamá66 —dijo Harry levantando los brazos, victorioso—. ¡Ya está! ¡Lo hemos conseguido!

Bella no sabía cómo había ocurrido, pero, de alguna forma, en algún momento de confusión, empezaron a abrazarse. Los tres fundidos en un abrazo caótico, gritando mientras el ordenador de Jamie se despertaba detrás de ellos.