CLIV
El destino de Sailor Pluto
Plutón, 05 de diciembre de 2992, 06:30a.m. hora terrestre
Sailor Pluto seguía mirando al espejo frente a ella, sin saber qué decir. Sus brazos caían de forma lánguida a cada lado, como si hubiera perdido las ganas de vivir. La información que le había proporcionado el holograma de Sailor Delta le hacía sentir como si tuviera que cargar con el peso de todo el universo sobre sus hombros, más que nada porque debía hacerlo. ¿Verdad?
A veces, Sailor Pluto deseaba no haber hablado con la reina Serenity sobre el secreto en la estación Caronte. Claro, era muy fácil decir o pensar esas cosas cuando ya no podía hacer nada para cambiar lo ocurrido, pero era, por lo mismo, inevitable. Daba igual que el holograma de Sailor Delta mostrara una expresión de simpatía, porque Sailor Pluto sabía que ella no existía realmente, que era un mero eco de una persona que había muerto hace mucho tiempo atrás. La única persona en ese momento con la que realmente podía contar, era Darien. Él, por respeto a Sailor Pluto, no se había adentrado en la habitación de los espejos, pero, después de recibir la información que la tenía en un estado casi catatónico, juzgó muy prudente que debía apoyar, no a Sailor Pluto, sino que a Setsuna Meiō, la persona debajo del uniforme.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó, poniendo una mano sobre el hombro de Sailor Pluto, y ella casi rompió en llanto, pero, pese a que no se encontraba en el mejor de sus estados, sabía que no podía darse el lujo de derramar lágrimas, en aras de la responsabilidad que había caído sobre sus hombros.
—Tu presencia me basta —dijo Sailor Pluto en un tono suave, casi dulce, poniendo una mano sobre la de Darien, la que tomaba su hombro—. Suena cursi, lo sé, pero, como puedes ver, no soy capaz de decir algo más inteligente. Quizás sea la única vez en que me pueda ser realmente honesta contigo.
Darien sabía que Sailor Pluto se refería a lo que ella sentía por él, pero Darien entendía que, en muchas ocasiones, las mujeres necesitaban decir ese tipo de cosas, aunque fuesen obvias. El error que cometían muchos chicos al tratar de entender a una chica era precisamente no dar pie a que ellas vaciaran su corazón en momentos como aquel, por considerarlas obviedades. Darien sabía que ellas se sentían mejor después de haber dicho lo que necesitaban decir, por lo que no dijo nada, dándole la palabra a Sailor Pluto de manera no verbal, y ella lo interpretó de ese modo.
—Tal vez no tenga sentido lo que voy a decirte ahora, pero, cuando te vi por primera vez, fue como si una flecha hubiera dado de lleno en mi corazón —dijo Sailor Pluto en voz baja, reflejando el desánimo causado por la posibilidad de tomar una decisión que afectase al destino de todo el universo—. Seguramente ya sabes que no soy como Serena, a quien le gusta expresar lo que siente, a los cuatro vientos de ser necesario. Yo no puedo darme el lujo de expresarme, o al menos, no podía, porque mi tarea consumía casi todo mi tiempo, y no podía permitirme las indulgencias que sí podían mis compañeras. Pero tenía este sentimiento que no me dejaba tranquila, y que podría hacer que no cumpliera con mis obligaciones como Sailor Senshi. Ni siquiera podía permitirme sentir celos de la princesa de la luna, porque vigilar la línea temporal implica un divorcio casi total de los sentimientos. En un trabajo como el mío, las emociones son defectos que no puedo alimentar ni mostrar. Lo que quiero decir con esto, es que me cansé. Me cansé de estar sola en este lugar, vigilando que los acontecimientos no se desvíen de su curso, si hacerlo implica suprimir o eliminar muchas cualidades que hacen humanas a las personas. Si por mí fuera, dejaría mi responsabilidad de lado, y viviría como una mujer más entre tantas. Y tú fuiste el gran responsable de ese cambio en mí. Hiciste que me enamorara, que despertaras sueños que no sabía que tenía, o sueños que terminé abandonado a causa de mis deberes. Por primera vez en mi vida, sentí un corazón latiendo dentro de mi pecho. Así de importante eres para mí, y nada me gustaría más que me tomaras en brazos y me hicieses tuya en este mismo momento.
Darien, al escuchar hablar a Sailor Pluto, supo que había tomado la decisión correcta al escucharla. Ya no tenía sus brazos lánguidos, y sus ojos adquirieron un brillo que le decía a todos los niveles que ella estaba enamorada de él. Pero, como ambos sabían, la respuesta a esas palabras era predecible.
—Pero no lo vas a hacer —dijo él, y Sailor Pluto asintió con la cabeza.
—No, no lo haré. Tu lugar es con otra mujer, una mujer cuyo destino está íntimamente ligado al tuyo. Creo que muy pronto descubrirás quien es, y, cuando lo hagas, te darás cuenta que ella siempre fue para ti.
Darien no tenía idea de a qué persona se estaba refiriendo Sailor Pluto, pero consideró que aquel difícilmente era el punto en ese momento.
—Y entonces, ¿qué harás?
Sailor Pluto tragó saliva al recordar las palabras que le había dicho Sailor Delta, pero haber vaciado su corazón hace instantes atrás le había dado una nueva perspectiva acerca de la decisión que debía tomar. Crispó los puños para darse ánimo, y alzó la mirada hacia el techo, componiendo una pequeña sonrisa.
—Tú eres la prueba viviente de que el universo no es un mal lugar para vivir —dijo ella, volviéndose hacia Darien, y haciendo más amplia su sonrisa—. Hay buenos y malos en todas partes, pero eso no justifica un ciclo de muerte y destrucción, solamente para hacer borrón y cuenta nueva, y volver a empezar, solamente para cometer los mismos errores, pero de otras formas. Voy a romper el ciclo. Voy a demostrar que el universo puede ser eterno, y que no hay nada de malo en eso.
—¿Y cómo harás eso? ¿De qué forma piensas romper el ciclo?
Por desgracia, Darien no llegó a saber de qué manera Sailor Pluto iba a cambiar las cosas, porque se escuchó un estampido varios metros más arriba, en la entrada a la estación Caronte. Ninguno de los dos podía imaginar quién podría encontrarlos en el planeta más remoto del sistema solar, pero no pasó mucho tiempo para que lo averiguaran, porque una figura negra descendió desde las alturas, cayendo de pie en medio de la habitación circular junto al salón de los espejos.
—Hola, Sailor Pluto, la última Sailor Senshi del sistema solar —dijo Warbringer en un tono burlón, y tanto Sailor Pluto como Darien se dieron cuenta que Warbringer no estaba al tanto de la trampa que le había tendido Sailor Amethyst, por lo que ninguno de los dos hizo alguna mención sobre eso. En su lugar, mostraron caras de desconcierto.
—¿Acabaste con todas ellas? —preguntó Darien, en un tono de shock falso que Warbringer no notó.
—No veo por qué eso debería sorprenderte —repuso Warbringer, poniendo los brazos en jarras y ladeando la cabeza—. Pero yo no fui quien hizo ese trabajo. Fueron los Galthazar. Gracias a ellos, no tuve que enfrentarme a ellas, pero habría dado lo mismo de todas formas. Sin Sailor Silver Moon y Sailor Saturn, ustedes no son rivales para mí.
—Y ahora estás aquí para matarme —dijo Sailor Pluto, tomando su cetro con firmeza, aunque sentía sus manos húmedas a causa del sudor—. Pues no me iré tan fácilmente de este universo. ¡Tú me vas a acompañar!
Sailor Pluto, en un movimiento fluido y rápido, enarboló su cetro, lo apuntó a Warbringer, y con un potente "grito mortal", atacó a su oponente, pero sin tomarlo realmente por sorpresa. Warbringer venía preparado para la batalla, pero su reacción no fue muy rápida, y a duras penas pudo bloquear el ataque. Sin embargo, Sailor Pluto no había atacado a Warbringer para hacerle daño, sino para escapar de la habitación junto con Darien. Tomándolo de la mano, ella pegó un salto bastante elevado, cayendo frente a la puerta que daba a la salida de la estación Caronte. Sin perder tiempo, salió del complejo, avanzando lo suficiente para teletransportarse hacia la Tierra.
Enarbolando su cetro, Sailor Pluto iba a hacer su técnica de teletransportación cuando Warbringer rompió la puerta de acceso a la estación Caronte, y, usando su casi siempre confiable látigo de luz, impidió que Sailor Pluto escapara. El látigo de luz estaba enrollado en uno de sus tobillos, y Warbringer la arrastraba con todas sus fuerzas, de forma de asestarle el golpe final. En un esfuerzo desesperado, Sailor Pluto enterró su cetro en el suelo de Plutón, y, usándolo de soporte, se puso de pie, resistiendo a duras penas los intentos de Warbringer por acercarla a él. Fue cuando supo que no había victoria posible frente a su contrincante. Aunque no le gustara admitirlo, sin Sailor Silver Moon o Sailor Saturn, Warbringer era capaz de acabar con el resto de las Sailor Senshi sin mucho esfuerzo.
A unos diez metros de Sailor Pluto, Darien se había quedado de piedra al ver cómo Sailor Pluto batallaba inútilmente contra Warbringer, pues ardía en deseos de ayudarla, pero, al mismo tiempo, no veía la forma de hacerlo. Por fortuna o por desgracia, fue la misma Sailor Pluto la que le diría en qué podría ayudar.
A Sailor Pluto ya no le quedaba mucha fuerza física para contrarrestar el poder de Warbringer. Recordando la decisión que había tomado después de lo que Sailor Delta le había dicho, decidió que la única forma de seguir avanzando era que ella dejara de existir. Y la manera de hacerlo era bastante simple.
Usando sus últimos gramos de energía, Sailor Pluto tomó su cetro con firmeza, respirando hondo y cerrando los ojos, buscando concentración. Unos segundos después, una esfera de color negro envolvió a Sailor Pluto, mientras que su cuerpo comenzó a estremecerse producto del esfuerzo. Hubo un momento en que sus rodillas se doblaron levemente, y estuvo en peligro de caer al suelo nuevamente, pero consiguió sostenerse con sus manos, los que se aferraban al cetro como quien lo hacía a un salvavidas después de un naufragio. Apretando los dientes y haciendo un último esfuerzo, Sailor Pluto expandió la esfera negra, hasta que todo dentro de ella se detuvo. Warbringer y Darien no se movían en absoluto.
Sailor Pluto sentía que todo su cuerpo estaba a punto de deshacerse en polvo, pero tenía que darse prisa si no quería que todo ese esfuerzo quedara en nada. Caminaba dando tumbos hacia Darien, sabiendo que le quedaba muy poco tiempo de vida, debido a la técnica que había empleado. Muy similar a cuando Sailor Saturn destruía un planeta entero a costa de su propia vida, Sailor Pluto tenía el poder de detener el tiempo por completo, con el mismo precio que Sailor Saturn debió pagar. De todas formas, frenar la entropía, aunque fuese en un área reducida, requería cantidades inconcebibles de energía.
Dando tumbos, Sailor Pluto, quien respiraba de forma muy agitada, llegó hasta donde estaba Darien de pie, y, tocándolo, él volvió a moverse. Al principio, él miró a su alrededor, e iba a hacer varias preguntas, pero Sailor Pluto puso un dedo sobre su boca, dándole a entender que debía escuchar en lugar de hablar.
—Quiero que no tengas dudas en lo que quiero que hagas —dijo Sailor Pluto con voz queda, casi inaudible, mientras tomaba una de las llaves que colgaban de su cintura y se la tendía en una de sus manos—. Encuentra a la chica llamada Serena… hazle saber todo lo que dijo Sailor Delta.
Darien iba a preguntar por qué ella se veía tan débil, pero, nuevamente, Sailor Pluto le puso un dedo sobre su boca, para, a continuación, tomar su mejilla con la mano.
—Debes… decir las mismas… palabras que Rini dijo para que esta llave… te lleve de vuelta a la Tierra. —Sailor Pluto se acercó más a él, y cada vez le era más difícil sostenerse sobre sus piernas—. Es una… pena que deba… acabar así mi vida… pero… pero es necesario. —Sailor Pluto soltó una carcajada triste, tomando ambas mejillas de Darien, y él supo lo que quería hacer… una última indulgencia antes que su corazón dejara de latir—. Pero… pero quiero ser feliz… aunque sea… en el anochecer de mi existencia… aunque sea por un segundo.
Darien no podía decir nada. Tenía sentimientos encontrados dentro de él. Por una parte, quería que Sailor Pluto partiera de este mundo en paz y rápido, pero por otro lado, no quería que lo hiciera sin conocer una pizca de lo que mucha gente llamaba felicidad.
—Ya… no me quedan fuerzas… pero tengo unas últimas palabras para… decir. Son tres palabras… y son para ti. —Sailor Pluto ya no podía sostenerse, pues toda fuerza que poseyeran sus piernas ya había desaparecido, y solamente pudo permanecer de pie porque sus manos se apoyaron sobre los hombros de Darien, pero sus brazos también perdían fuerzas rápidamente—. Yo… —las manos de Sailor Pluto resbalaron un poco por los hombros de Darien—… te… amo.
Sailor Pluto acercó de a poco sus labios a los de Darien. Cada centímetro era un suplicio, porque se sentía como si tuviera que recorrer millones de kilómetros sin descanso. Al final, cuando sus labios estuvieron a punto de tocar los de Darien, las fuerzas en sus brazos fallaron por completo, y cayó de espaldas al suelo, cerrando los ojos un instante después, porque hasta sus párpados ya no tenían fuerzas. Lo último que vio antes de morir fue la expresión de shock de Darien, mientras empuñaba la llave que ella le había dado.
Darien, pese al impacto de ver a una Sailor Senshi perder la vida, sabía que no podía lamentarse en ese momento. Con mucha dificultad, bloqueó la imagen del cadáver de Sailor Pluto, y, con voz temblorosa pero clara, pronunció el hechizo que activaba el poder de la llave, justo cuando la esfera temporal desapareció, y Warbringer recuperó la movilidad y, con ella, las intenciones de matar a Sailor Pluto, solamente para ver su cuerpo tirado frente al hombre que la había acompañado a la estación Caronte.
—¡No escaparás! —exclamó Warbringer, y se lanzó en contra de Darien, con el fin de acabar con él. Por desgracia, Darien ya había dicho las palabras mágicas, y una distorsión gravitacional envolvió su cuerpo por completo, para desaparecer frente a sus ojos. Warbringer se detuvo en medio del yermo congelado de Plutón, mirando al espacio, como si allá se encontrara la respuesta al paradero de Darien. Gruñendo, caminó hasta el cuerpo de Sailor Pluto, deteniéndose frente a éste, mirándolo con una mezcla de diversión y desprecio.
—Al menos las Sailor Senshi son historia —dijo, escupiendo el cadáver de Sailor Pluto, y propinándole una patada—. Es hora de poner a otro grupo de idiotas en su sitio.
Y Warbringer se teletransportó a la Tierra.
Tokio de Cristal, 05 de diciembre de 2992, 12:42p.m.
—¡Amy, eres genial! —exclamó Serena, y las demás la secundaron, solamente que de una forma más sobria.
¿Y qué fue lo que Amy hizo que fue tan genial? Bueno, ella consiguió recuperar los archivos de video de las cámaras de seguridad del palacio, aunque era más preciso decir el archivo, porque se trataba de uno solo. Había otros archivos borrados, pero su importancia en lo que Amy trataba de dilucidar era nula.
—Veamos qué es lo que los Galthazar querían ocultar —apremió Lita a Amy, y ella reprodujo el archivo de video.
Una breve mirada a las imágenes le bastó a Amy y a las demás para entender que la cámara de seguridad estaba posicionada en el salón del trono. En éste, había una mujer que ellas suponían que era la reina, pero no era Aurora en absoluto. Era un mujer de cabello rubio, con unos moños bastante familiares para cualquiera que conociese a Serena. Aquella imagen en sí misma era desconcertante, pero lo fue más cuando vio a las mujeres que flanqueaban el trono. Eran cuatro chicas, cuyos colores de cabello y peinados también eran muy familiares. Pero, lo que era extraño, ninguna de ellas usaba vestimentas normales. Usaban lo que parecían uniformes de diversos colores, con enormes listones en sus pechos y faldas muy cortas.
—Son las Inner Senshi —dijo Michiru, sabiendo cómo iba a terminar aquella historia, pero no por eso iba a dejar de ser desconcertante.
—¿Quién es el tipo que viene caminando hacia el salón del trono? —preguntó Violet con el ceño fruncido, viendo a un hombre de cabello castaño caminar a paso enérgico hacia los reyes de Tokio de Cristal.
—Es uno de los Galthazar —dijo Serena, reconociéndolo como uno de los sujetos que la había rescatado del ataque del antiloquiano—. No sé por qué todo esto me da mala espina.
Las chicas siguieron viendo el video de vigilancia, escuchando al Galthazar hablar sobre un tratado de paz con un planeta llamado Tyros, lugar desde donde él venía. Poco después, otros sujetos con vestimentas similares al hombre que había hablado primero aparecieron en la escena, y Serena y sus amigas se dieron cuenta que ellos eran el resto de los Galthazar. Pero cuando se preguntó qué hacían allí, y por qué la reina era distinta a la que tenían actualmente, el combate comenzó.
Las chicas vieron, con creciente dolor e incomprensión, cómo los Galthazar fueron derrotando a las Inner Senshi con una facilidad inquietante. Ninguna de ellas pudo oponer resistencia frente a ellos, y, después, vieron cómo ellos les quitaban algo de sus cuerpos, lo que parecían ser unos cristales de colores, y las hicieron desaparecer del salón del trono. Pese a que tanto Violet como Michiru sabían lo que les había ocurrido a las Inner Senshi, verlas perder sus poderes a manos de unos desconocidos no era algo a lo que pudieran acostumbrarse a ver.
—¿Nos… reemplazaron? —se preguntó Amy, mirando sin ver la pantalla, recordando una vez más todo lo que había pasado con William, la forma en que progresaba su relación, sin saber que su propio novio había sido la persona que le había arrebatado sus poderes de Sailor Senshi—. ¿Cómo… cómo puede ser eso posible?
—Debe ser porque lo es —dijo una voz que no le pertenecía a ninguna de las chicas presentes. Todas tardaron un poco en reaccionar, debido al impacto que había causado las imágenes en ellas, pero cuando se voltearon para ver quién había hablado, todas contuvieron el aliento, pues se trataba de la reina Aurora.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Serena, sin ningún respeto, pues ya sabía que la mujer frente a ella no era más que una vil usurpadora.
—Debo confesarles que no sospeché de ustedes en un principio, porque, seamos honestas, ninguna puede realmente hacerme daño —repuso Aurora, mirando a todas las chicas con un dejo de diversión—. Tampoco sospeché de las que llegaron después, porque pensé que eran chicas normales. Pero cual fue mi sorpresa cuando uno de mis oficiales de seguridad me informó sobre una violación de acceso en una de las computadoras del laboratorio. Después de comprobar que, en efecto, alguien trataba de obtener información, vine a investigar, y aquí las encuentro.
—Tú eres quien creó a los Galthazar —dijo Michiru, tomando su cetro de transformación. Lo mismo hicieron Taiki, Violet y Sophie—. Saori se dio cuenta de eso.
—Y sin embargo, no la veo por ningún lado —contestó la reina Aurora, haciendo un gesto como de buscarla con la mirada—. Debe estar muerta.
—¿Y cómo sabes eso? —desafió Violet, con el entrecejo arrugado y los puños crispados.
La reina Aurora no dijo nada. Solamente se hizo a un lado, y otra persona apareció en el laboratorio. Se trataba de un hombre con una armadura y capa negras, quien se puso al lado de la reina Aurora, sonriendo burlonamente.
—Porque yo se lo dije —dijo Warbringer, mirando a las chicas como quien enfrentaba a una criatura incapaz de hacer daño a nadie—. Y ahora que su querida Sailor Silver Moon ya no está con ustedes, ¿qué mierda van a hacer ahora?
El silencio en el interior del laboratorio era de muerte.
