[Agosto.2023] Bueno, no voy a mentir y decir que no me desanima no tener reviews nuevos ahora que ando republicando, porque sí jaja, pero supongo que eso me gano por abandonar mis fics por tantos años. Creo seguiré escribiendo por puro amor al arte jaja. O no sé si me convenga cambiarme o también publicar en otra página de fics, pero la verdad soy muy old school y no le entiendo a ao3 o similares :( Lo consideraré seriamente.
Anyways. Empieza la parte 2!
Le prometeré la luna
By Aurum Black
PARTE II. DUDAS
Capítulo 8: Autoengaño
Un coctel de emociones la había estado inundando todo el día, atormentándola. La culpa, la vergüenza, la preocupación, la ansiedad y el terror. El terror de que Harry pudiera enterarse de lo que Ginny... de las imágenes que se habían plantado en su cerebro y se rehusaban a salir de él. Todo se agravaba cada vez que lo notaba mirándola o cada que él intentaba acercarse a ella o encontrar un rato a solas para platicar.
Pero lo había estado evitando a toda costa. Desde escapar a la madriguera bajó la excusa de ayudarle a su mamá a preparar la comida de año nuevo, hasta andar de arriba para abajo ocupada con la comida, la limpieza, y otros quehaceres que sabía solo le estaban dando un poco más de tiempo pero que pronto dejarían de ser suficiente escudo. Luego, estaba el maldito problema de que Harry la conocía tan bien. Como a la palma de su propia mano. Él sabía que algo andaba mal y solo era cuestión de tiempo para que lo descubriera. Estaba jodida. Perdida. Acabada. Era el fin del mundo. Afortunadamente para ella, la madriguera se encontraba a rebosar de cabeza pelirrojas y sus respectivas familias, 3 pequeñas niñas incluidas, quienes le ayudaban a tener a Harry ocupado platicando y revoloteando a su alrededor. Eso le daba a Ginny tiempo y espacio para prepararse para el apocalipsis, pues sabía que sería confrontada por él antes de que el día terminara.
Entre la comida y el postre, aprovechó para encerrarse un minuto en el baño y poder ordenar sus pensamientos sin el revoloteo y ruido alrededor. Se miró al espejo con preocupación. Su rostro decía a gritos qué estaba ansiosa, por mucho que había intentado forzar un buen estado de ánimo. Tal vez sólo eran los efectos de la resaca y la falta de sueño.
Okay, Ginny... enfócate. Pensó para sus adentros.
¿Qué podía hacer?
Necesitaba una buena mentira, alguna excusa para... ¿para qué? Respiró con angustia. No sabía si la mentira era para Harry o para ella misma. Y aún así, aunque se le ocurriera algo, ¿cómo podría aparentar y mentirle a la única persona que podría saber cómo y cuándo ella mentía?
En la cabeza de Ginny sólo había dudas. ¿Cuál sería aquella mentira que necesitaba inventarse? Se dio cuenta que para llegar a esa solución tenía que empezar por descubir algo importante: ¿Cuál era la verdad que tanto necesitaba enterrar? ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Tenía miedo de indagar entre sus propios pensamientos e instintos.
Respiró profundamente una vez más mientras se sentaba sobre el borde de la bañera. Casi instintivamente se tocó el brazalete de plata en la mano y pensó en aquella promesa que aquel objeto guardaba. Ser amigos. Estar juntos por siempre.
Una vez más. Ser amigos. Estar juntos por siempre.
Se repitió esas palabras a sí misma como un mantra. Y entonces fue como si una nueva, o más bien, rejuvenecida resolución la inundara. Necesitaba controlarse. Controlar su mente y sus emociones, lo que sea que fueran estas. Lo que sea que significaran, necesitaba guardarlas, encerrarlas para siempre en algún compartimiento dentro de ella misma. O lo echaría todo a perder. Años de amistad, de acompañamiento, de cariño infinito... se irían a la borda. Y sobre todo... ponía en peligro el futuro juntos. Así que no podía alimentar nada de lo que se había comenzado a plantar en su mente y corazón. Tenía que arrancar de tajo esa semilla como si fuera hiedra venenosa.
No tenía más opción.
Suspiró con angustia anhelando poder sacar el remolino en su interior. Pero la única persona con la que Ginny necesitaba hablar para ayudarle a comprender todo aquello, era la persona con la que menos podía hacerlo. No podía reconocer nada ante él... Pero tampoco quería alejarse, ni seguirlo evadiendo. Necesitaba aparentar de modo que él no notara cambio alguno en ella. Necesitaba actuar de modo que él no pudiera presentir que había ese trasfondo.
Necesitaba ser estratégica y meticulosa. Ir dos pasos antes que él. Ginny trató de ponerse en el lugar de Harry en esos momentos, quien debería estar a nada de confrontarla sin miramientos. Así que la única movida posible para ella era dejar de evadirlo y confrontarlo primero. Dar el primer paso, acercarse a él como si nada de aquello fuera real, y en el camino, convencerse a sí misma de que no lo era. Necesitaba una táctica de distracción, pero no se le ocurría exactamente qué.
Un toque repentino en la puerta del baño la hizo sobresaltarse. Sabía quién era.
– Ocupado – dijo ella sintiendo un sudor nervioso por la columna vertebral
– ¿Todo bien, Gin? – dijo la voz preocupada de Harry
– Estoy cagando ¿Quieres que te de los detalles?
– Muy graciosa
Ginny respiró profundo, dándose valor. Se levantó y abrió la puerta. Se encontró a un Harry enarcando una ceja, pero ella no le dijo nada sólo volvió a entrar al baño. Abrió el pequeño botiquín detrás del espejo y comenzó a sacar frascos de pomadas y pócimas, tratando de actuar lo más natural. Harry cerró la puerta tras de sí y se sentó sobre la orilla de la bañera, tomando el lugar que ella había dejado tan sólo unos segundos atrás, observándola. Ella comenzó a untarse diferentes sustancias debajo de las ojeras, mientras él se mantenía en silencio. Ginny sabía que tenía que decir algo antes de que él la comenzara a cuestionar.
– Me veo terrible – fue lo único que se le ocurrió decir mientras se ponía unos parches para las ojeras – ¿Crees que mamá se haya dado cuenta que tengo resaca?
Harry rió burlón.
– Hasta las niñas saben que tienes resaca.
Ginny rodó los ojos visiblemente.
– Bueno, estoy intentando que mamá no se moleste. O que al menos no me reclame.
Ella continuó esparciendo una pomada verde por el resto de su cara. Cuando terminó, no supo con que más distraerse, así que volteó a verlo cruzada de brazos.
– Calabaza ¿pasó algo?
– ¿Eh?
– Me has estado ignorando y evadiendo
No pudo sostenerle la mirada. De pronto se sintió muy vulnerable. Había sido un error dejar que esa interrogación pasara dentro de aquel pequeño y cerrado espacio. Sintió un deseo muy fuerte de querer escapar.
– ¿De qué hablas?
Tal vez haciéndose la tonta podía ganar tiempo para salir de allí.
– No me has dirigido la palabra en todo el día.
– Ahhh eso...sólo no quiero que hagas mención de la fiesta de anoche. Te agradecería que dejaras de intentar sacarme la conversación del tema mientras estemos aquí.
– Hmmm okay...no entiendo por qué, pero está bien... aunque... pudiste advertírmelo antes... ¿Cuál es la necesidad de–?
– Okay okay, lo siento... mira, me duele mucho la cabeza y tengo sueño. No pensé bien antes de venir para acá.
– Gin, ¿Por qué huiste del departamento tan temprano? - la mirada abrasadora de Harry y su manera tan directa le ponían de nervios.
– No huí, sólo le había prometido a mamá estar aquí temprano
– ¿Antes de las cuatro de la mañana?
Ginny suspiró frustrada. La estaba acorralando. Como en un tablero de ajedrez, moviendo todas sus piezas hacia ella, arrinconándola.
– No era tan temprano.
Harry la miró con desconfianza, sin creerle.
– Claro que lo era, pequeña mentirosa. Yo– carraspeó un poco nervioso– mi cita se fue a esa hora y tu no estabas – Harry suspiró viendo al piso y luego a ella, sosteniéndole la mirada – Mira, lo siento por haberla llevado, no volverá a pasar.
– ¿De qué hablas?
– Entiendo que te haya incomodado. Simplemente no debí ni siquiera... Sé que a veces soy demasiado ruidoso y-
– ¡No, para nada! ni me di cuenta de su presencia...
Harry frunció el ceño más incrédulo que antes. Ginny estaba metiéndose el pie más y más. El corazón le latía con fuerza, sentía que se le saldría por la garganta. Apretó los brazos aún más sobre su pecho para que no le temblaran las manos.
– ¿A qué hora llegaste?
– ¿Aquí?
– Al departamento...
– Amm... pfff la verdad no puse atención a la hora... uhh – balbuceó haciendo amago de recordar.
– Ginny – ella se tocó la frente manchándose la mano de aquella pomada verdosa– ¿no llegaste a dormir, verdad? – Ella asintió. Su cerebro estaba congelado. – ¿Sí?
– No... no llegué —mintió sin pensarlo —lo siento mucho –soltó muy apenada– no pensé que te darías cuenta... y...
– Hey Gin, no pasa nada... no tienes por qué disculparte, no soy tu mamá – le dijo dedicándole una sonrisa leve – Sólo que me preocupó tu actitud, yo pensé que... no sé... sentí que en verdad estabas enojada conmigo.
Ginny se sintió un poco culpable y a la vez enternecida al ver su mirada triste.
— Siempre estoy enojada contigo — le dijo con una sonrisa cariñosa.
– Muy cierto –le dijo respondiéndole la sonrisa cálida, mirándola con alivio.
Cuando Ginny pensó que había ganado la partida, vio a Harry cambiar expresión lentamente. Como si pudiera escuchar los engranes de su cerebro moverse y entender algo nuevo. De pronto, Harry preguntó con curiosidad– ¿Dónde pasaste la noche?
– ¿Eh?
– ¿Dónde estuviste? ¿Por qué no llegaste al departamento?
– Pensé que no eras mi mamá... – musitó sacando su varita y quitándose con un movimiento el producto y los parches de su cara. Sintió que necesitaba escapar en ese instante, antes de que echara a perder el terreno ganado.
– ¿Quieres dejar de hacerte la tonta? –se levantó y con un pañuelo de papel le empezó a limpiar restos de crema que se le habían quedado en el cuello por accidente, haciéndole sentir electricidad. Ella se alejó del contacto sin poder evitar que la ansia, el deseo, y sus imaginaciones de la noche anterior volvieran a plantarse en su cabeza.
– No- no sé de que hablas... – titubeó
Harry entrecerró los ojos y la miró fijamente. Ginny se horrorizó de pensar que él pudiera leerle la mente.
– Ginny... – Estaba arrinconada, no había salida. La tomó suavemente del brazo y ella sólo pudo pensar en las caricias imaginarias de Harry, en sus besos imaginarios y – ¿Pasó algo?
– Me acosté con alguien.
Él la soltó con la misma suavidad con la que la había agarrado del brazo. Vio la cara de Harry palidecer, pasar de la preocupación, a la sorpresa, a la incredulidad, a muchas otras emociones al mismo tiempo. Pero no dijo nada.
Ahí estaba su mentira ideal. Jaque mate de Ginny.
Harry volvió a sentarse al borde de la bañera con lentitud, como si le hubieran dado una noticia impactante.
Ginny no pudo evitar reír ante la situación, y él la volteó a ver confundido, como esperando que le dijera que era una broma. Pero desmentirse significaba decir la verdad. No supo cómo pero la verborrea salió sin planearlo.
– Lo siento, Harry. Quiero decir, no sabía como decirte y... sobre todo después de la plática que tuvimos hace tiempo... yo-
– ¿Estás bien? – la interrumpió con preocupación atravesándole el rostro. Ella no puedo evitar sonreirle.
– Sí... todo bien, quiero decir – titubeó una vez más y luego respiró para recomponerse– No fue la gran cosa, como era de esperarse, pero estuvo muy bien... estoy bien. Sólo... con resaca y cansancio. – Harry asintió y le dedicó una sonrisa de lado – No sé si quieras los detalles morbosos – le dijo traviesa y él rodó los ojos.
– Tal vez después y no ahora que alguno de tus hermanos pueda escucharte... y matarme a mí en el proceso por no cuidarte.
Él se pasó la mano por el cabello y luego se talló los ojos por debajo de los lentes. Ginny lo vio un poco estresado y se sintió culpable.
– ¿Y a ti quién te designó el cuidador oficial de mi virginidad? – dijo ella intentando hacerlo reír, pero él seguía serio. Él no contestó y se quedó en silencio por un momento que a ella le pareció eterno – ¿Estás molesto conmigo?
– ¡No! ... sólo no me lo esperaba... – ella asintió.
– ¿Quieres saber con quién fue? – preguntó de pronto sorprendiéndose a sí misma y casi queriéndose morder la lengua al segundo. Pero él sólo negó con la cabeza, y entonces a ella se le hizo un vacío en el estómago, dándose cuenta que a él no le interesaba. – Me puedes contar después. ¿Vamos por algo de postre? – le dedicó una media sonrisa. Ginny no sabía si estaba molesto, a pesar de negarlo, o si estaba desilusionado.
Tuvo que recordarse que nada de todo aquello era verdad. Se dio cuenta entonces que se había metido en un lío inmenso, sabiendo que la verdad podría salir a la luz en cualquier momento... y entonces sería mil veces más vergonzoso confesar el origen de todo. Encima, Ginny seguía con esas ansias que necesitaba desfogar, antes de que Harry volviera a tocarla. Necesitaba medidas drásticas.
– ¿Ginny? – él la estaba esperando bajo la puerta.
Ella sólo asintió y salió detrás de él con un peso en el estómago.
Apenas un par de días más pasaron para Ginny como si viera la película de su vida desde fuera, intentando desasociarse de su propio cuerpo, para no sentir la piel quemándosele y palpitar de deseo todo el tiempo que estaba con Harry. Tenía un problema mayúsculo. Sentía en el fondo de su ser... estaba convencida de que tener relaciones con alguien, quien fuera, le acomodaría esas ansias y le ayudaría a recomponer su amistad con Harry. Pero no sabía cómo proceder. Para colmo, la única persona quien creía podía ayudarla, su amiga Marie, se encontraba visitando a su familia en Francia y tenía que esperar a que volviera. Por su lado, Harry no había dicho nada acerca de la actitud rara de Ginny, pero tal vez la atribuía a los recientes eventos. Cuando por fin se sentaron solos a platicar, él sólo hizo un par de preguntas, sin querer ahondar en muchos detalles. Ginny se inventó que conoció a un amigo de un amigo de un amigo, lo suficiente lejano como para no volverlo a ver. Que se fueron a su casa, que todo estuvo bien. Ni particularmente decepcionante, ni necesariamente increíble. Sólo bien, a secas. Le inventó que le dolió un poco al principio, pero que luego se sintió a gusto. Básicamente le regurgitó una mezcla de experiencias que había escuchado a sus amigas compartir. Por un momento temió que Harry la atrapara en la mentira, pero él no dijo más ni preguntó más.
La siguiente vez que Harry llevó a una mujer al departamento, Ginny regresaba antes de lo esperado de una cena con Hermione que tuvieron que terminar antes ya que su amiga tenía asuntos que arreglar con Ron. Ginny resopló pensando en que su hermano y cuñada siempre estaban peleando. Eran apenas las nueve de la noche cuando cruzó la puerta y enseguida pudo escuchar ese característico ritmo de la cama de Harry rechinando. Salió de inmediato como si el lugar se estuviera incendiando. Llamó a Marie sin pensarlo, quien ya debía haber vuelto.
– Dime que ya estás aquí – soltó en cuanto su amiga le contestó
– ¡Hola Ginny! ¿Cómo estás?
– Necesito ayuda urgente
– ¿Todo bien? ¿Te pasa algo?
– ¿Ya regresaste?
– Casi voy cruzando mi puerta. ¿Quieres que vaya a verte?
– ¡NO! Puedo... ¿puedo ir a verte a tu departamento?
Hubo un silencio por un segundo.
– Claro, sólo que está todo muy desordenado y vamos llegando...
– No importa... muchas muchas gracias Marie...
Su amiga le pasó la dirección y en unos segundos se apareció afuera del lujoso edificio en la parte más céntrica de Londres. No sabía que Marie vivía en aquel lugar tan caro. La recepción era en extremo elegante; ella sólo preguntó por la señorita Deschamps. Los porteros le pidieron una identificación muggle que Ginny no tenía, por lo que una Marie recién bañada y con el cabello mojado, tuvo que bajar por ella para subir juntas al penthouse donde vivía.
– No sabía que eras millonaria – le dijo al subir en el elevador cuyas paredes eran espejos.
Marie se encogió de hombros
– Es de mis padres...
Al entrar al penthouse se quedó maravillada. Era enorme y hermoso. Las paredes eran de vidrio con vista a los rascacielos y puntos icónicos del centro. Los muebles y la decoración eran minimalistas. Ginny rió.
– ¿A esto le llamas desordenado?
– Me refiero a las maletas y todo esto – hizo un gesto con la mano hacia el montón de equipaje junto a la entrada. De repente recordó que Valerie vivía con Marie y recorrió la mirada por el lugar buscándola. – Val se está bañando...
Le hizo un gesto y las dos se sentaron en el cómodo sofá. Ginny había olvidado sus preocupaciones por un momento. Seguro cualquiera podía olvidar sus problemas viviendo así.
– ¿Y bien? ¿Qué ayuda tan urgente necesitas?
Ginny suspiró viendo el suelo, sintiéndose tonta.
– Va a sonar muy patético.
– Sonabas muy angustiada en el teléfono.
Ella recordó por qué había huido de su departamento.
– Okay, pero intenta no juzgarme mucho – Marie le sonrió asintiendo. Ella respiró para darse valor –Yo... necesito... – suspiró – ¿recuerdas aquella plática que tuvimos la primera vez que salí a comer con ustedes? – Su amiga asintió – Que yo les dije que yo...nunca...lo he hecho
– Que eres virgen
– Que soy virgen – repitió sonrojándose – Pues últimamente he estado muy necesitada de... ya no serlo.
– Oh, Ginny. Espero que no sea por lo que te dijimos...
– No es eso... sino que... — se mordió el labio sintiendo la cara arder— estoy todo el tiempo muy excitada y necesito desfogar todo esto – soltó con frustración y vergüenza.
– Bueno, me halaga mucho que pienses en mí para desfogarte
– Marie – le dijo rodando los ojos ante su amiga que se reía divertida
– Okay, ¿cómo quieres que te ayude?
– Pues... lo he pensado mucho. Pensé que sería fácil sólo emborracharme y dejarme ir con cualquier desconocido, pero no sé si quiero estar borracha y me da un poco de inseguridad hacerlo con cualquiera. ¿Crees que puedas ser como... mi acompañante? — Marie la miró divertida pero no dijo nada — Básicamente alguien que sepa donde estoy y con quien.
— Okay... me quieres de chaperona
— Sólo no quiero acabar con un secuestrador o asesino serial o que se yo...
— ¿Y por qué no lo haces con alguien conocido?
— No lo sé...
— Estoy segura que Derek sigue interesado — dijo encogiéndose de hombros. Ginny sólo se mordió el labio poco convencida. — Hagamos esto. Empezamos a explorar el terreno y tu me dices cómo te vas sintiendo... y entonces decidimos si alguien conocido es buena opción o no.
— Yo creo que si eres sincera con Derek él será gentil y comprensivo — dijo la voz de Valerie llegando junto a ellas, vestida con ropa holgada y cómoda— siento haber escuchado... la acústica en este lugar es mala para los secretos.
Ginny la miró toda avergonzada y un poco preocupada, puesto que en quien confiaba y consideraba su amiga, era Marie, no Valerie. Intentó dedicarle una sonrisa amistosa pero supo que le salió a medias. Observó su cabello normalmente rizado y voluminoso, en ese momento mojado y escurrido, cayendo sobre ambos lados de su rostro. Ginny no pudo evitar sentir que miraba en un espejo cuando recién salía de bañar.
— Gracias — le dijo con una expresión cálida, decidiendo confiar en ella pues no le quedaba de otra.
A partir de ese día Ginny se volvió una acompañante más de Marie y Valerie en sus salidas y actividades. Las estaba viendo tres o más veces por semana, a veces yendo a bares y clubes. La rutina era similar: arreglarse juntas para salir, ir a algún lugar, escanear a los chicos presentes, escoger a alguno del agrado de Ginny y empezar el coqueteo. Varias veces Ginny se agarraba a besos y manoseos con alguno, pero al final le costaba concretar lo que pasara después. A pesar de eso, Ginny sentía que aquellos encuentros con desconocidos le estaban ayudando a saciar sus necesidades fisiológicas, aunque no diera el gran paso de acostarse con ninguno aún.
A inicios de Febrero, empezaron sus entrenamientos de quidditch y Ginny agradeció poder re-enfocar su energía y mente en su carrera y en visualizarse en las arpías de Holyhead en la próxima temporada. La convivencia con Harry fue volviéndose sencilla y natural, aunque en realidad le ayudaba mucho pasar tanto tiempo en entrenamiento. Además tenían un nuevo entrenador físico que intensificó sus horarios y actividades. Ahora se encontraban yendo a un gimnasio muggle tres días a la semana, levantando pesas de todo tipo y usando diferentes aparatos que le hacían entrenar músculos que no sabía que tenía. A veces entrenaba hasta horas después de su horario oficial e incluso fines de semana. Tanto desgaste físico le estaba ayudando a no pensar y sentirse relajada al estar con Harry. Además, por más que Ginny le había jurado y perjurado que no le molestaba que llevara a sus citas al departamento, Harry no volvió a hacerlo, o al menos era tan discreto que Ginny no se enteraba de nada.
La investigación que llevaba el cuartel de aurores acerca de lo acontecido en la casa de Harry había dado resultados mixtos. Por un lado habían descubierto que la dirección de Harry había sido publicada en la revista que dirigía Romilda Vane en su columna "Las cinco de Potter" el día que el accidente sucedió, por lo que habían logrado presentar una queja y hacer que al menos dicha columna quedara cancelada. Por el otro lado sólo habían averiguado que quien quiera que había querido entrar a el número 12 de Grimmauld Place, había activado maleficios ancestrales de la casa de la familia Black, los cuales habían quemado la casa hasta los cimientos. Naturalmente, había cierta magia negra involucrada que el ministerio estaba manejando con mucha delicadeza. Para frustración de Harry, aún no lograban descifrar cómo manejar la reconstrucción, por lo que su estadía en el departamento de Ginny aún tenía duración indefinida.
La primavera llegó en un abrir y cerrar de ojos. Ginny sentía no sólo que todo había ido volviendo a la normalidad con Harry, sino que todo lo demás en su vida iba de maravilla. En especial el quidditch ya que finalmente estaba jugando de forma regular como titular junto a las otras tres personas con las que había entrado a las avispas la temporada pasada: Marie, Valerie y Derek. La química que tenía todo su equipo era envidiable y desde que empezó la temporada habían ganado todos y cada uno de los partidos jugados. Las avispas eran la nueva sensación del torneo.
Todo había ido tomando su cause, hasta que se arruinó por completo.
Un día lluvioso durante su último entrenamiento, el miércoles justo antes del descanso de pascua, Ginny se sintió mareada y débil. Por más que intentó recomponerse, una migraña inesperada fue incapacitándola de seguir volando por lo que tuvo que pedirle a su entrenador que la dejara irse a casa. No hubo necesidad de ver a algún sanador puesto Ginny reconocía aquel malestar relacionado con su regla y se sentía estúpida porque había olvidado tomar la poción que le ayudaba con el dolor durante sus días del mes. Encima, sentía que el intenso entrenamiento físico de los últimos meses hacía que su cuerpo se sintiera aún más abatido en esos momentos. Sus brazos, piernas, torso y espalda baja se encontraban más adoloridos y sensibles de lo normal. Se fue directo a su departamento, sin siquiera cambiarse el uniforme que usaba para entrenar o tomarse unos segundos para secarse. Soltó su maleta en el suelo y se fue hacia el mueble en la cocina donde guardaban las pociones. El frasco que buscaba estaba vacío, lo que la hizo maldecir en voz alta. Buscó entonces dentro de un pequeño libro de pócimas por los ingredientes y las instrucciones para hacerla desde cero, sabiendo que iba a tardar al menos una hora.
– ¿Qué estás haciendo? –La voz de Harry detrás de ella la sobresaltó haciéndola dar un grito y soltar el frasco de vidrio al suelo.
– ¿¡Me quieres matar?!– se tomó el pecho con una mano y cerró los ojos por el dolor de cabeza que no hacía más que intensificarse. Sintió sus piernas flaquear y se tuvo que sostener de la barra de la cocina. Harry se acercó y entonces ella pudo ver que se encontraba semidesnudo, sólo vistiendo sus bóxers. – Harry... – dijo con voz ahogada sin poder quitar la vista de su pecho descubierto.
– ¿Gin, estás bien? – sintió las manos de Harry tomarla de los brazos. Pudo ver su rostro de preocupación mientras ella se estremecía. – Te ves enferma...
– Me siento un poco mal
Harry le puso el dorso de la mano sobre su frente y luego pasó la mano por su cabeza.
– Por Merlin, estás empapada...
– ¿Harry? – interrumpió una voz acercándose hacia la cocina. Una voz de mujer. Una voz lejana y dolorosamente familiar. Entonces un rostro conocido se asomó por la puerta, pero al verla retrocedió de inmediato como espantada. A pesar de los años y los escasos segundos que pudo verla, Ginny reconoció sin problema a una Cho Chang adulta, quien en su juventud fue la primera chica por la que Harry se sintió atraído en Hogwarts; básicamente su primer amor.
– Oh... –Ginny se sintió desfallecer. Fue como una patada en el estómago y un dolor en el pecho que le robaban el aire. Se soltó de él y dio un paso hacia atrás – Lo siento, yo no sabía. Puedo irme a-
– No digas tonterías. Ve a darte un baño y ponerte algo seco.
– Pero... – Ginny intentó decir algo señalando hacia donde Cho había desaparecido, pero Harry la interrumpió y la encaminó hacia la habitación que le pertenecía a ella. Ginny sólo pudo obedecer, sin poder pensar coherentemente, sintiendo ganas de llorar, aguantándose el nudo en el garganta. Sintiéndose inexplicablemente traicionada. El baño no le dio mucho alivio, pero al menos se sentía limpia. No pudo evitar soltar unas lágrimas que no quería explicarse a sí misma, echándole la culpa a las hormonas. Abatida, se puso un tampón, dándose cuenta de lo irritado e inflamado que estaba su útero, sintiendo el vientre hinchado y sensible. Luego, se puso una pijama cómoda y encima la sudadera con el logo del ministerio que le había robado a Harry, se secó el cabello a medias y se metió a su cama casi con desesperación. Estaba intentando entrar en calor debajo de su edredón cuando escuchó un golpe suave en su puerta.
Ella no contestó. No sabía si quería estar con él en esos momentos en que se sentía tan estúpidamente triste. Harry entró y trató de prender la luz de la habitación, pero ella se quejó ya que la luz le lastimaba y empeoraba su dolor de cabeza; entonces le ordenó que volviera a dejar el lugar en obscuridad.
– ¿Qué tienes calabaza? – Sintió a su amigo sentarse junto a ella en la cama y acariciarle la cabeza.
– No es nada – murmuró alcanzando a ver entre la penumbra que Harry se había puesto ropa. –Tu... cita...
– No te preocupes. Le pedí que se fuera...
– Harry...
– ¿Gin, te tengo que llevar a San Mungo?
– ¡No! No seas tonto, no es para tanto
– Pero estás temblando... – él la arropó aún más
– Harry, de verdad. Es normal...
– ¿Cómo va a ser normal esto?
– Es sólo... es mi periodo ¿ok?
– Oh...
– Por lo general tomo una poción para evitar sentirme mal pero... soy una idiota y olvidé hacerlo este mes... y ya no tengo más
– Yo puedo prepararla
– Claro, porque tus habilidades haciendo pociones son muy buenas...
– Igual puedo intentarlo
– Te tardarías demasiado, no va a estar lista a tiempo –no sabía por qué sentía esa imperiosa necesidad de rechazarlo...
– ¿Entonces qué hago? ¿Cómo te hago sentir mejor? – Ginny podía escuchar la angustia en su voz. Se hubiera sentido enternecida de no ser porque su cuerpo comenzaba a pesarle y punzarle a cada minuto, y porque sentía el corazón herido. Un dolor intenso le recorría de las piernas al abdomen, haciéndola doblarse en posición fetal – ¿Ginny? – Pero ella no contestó. Lo quería lejos para poder inundarse en un dolor sin sentido que le nacía del pecho – OK, le hablaré a Hermione
– ¡No!... sólo necesito descansar un poco. Harry...
Pero él ya se había levantado y entonces salió de la habitación. No hubiera podido ir tras de él o detenerlo aunque quisiera, así que sólo se quedó ahí en su cama haciéndose bolita y temblando de frío, tratando de no pensar. No supo cuánto tiempo pasó, pues comenzaba a sentirse mareada, con imágenes del pasado conectándose con el presente. Sus primeros celos adolescentes. Las noches llorando porque Harry sólo tenía ojos para Cho. Los abrazos de Hermione, consolándola, sugiriéndole que saliera con otros chicos. Ella muy abatida, sabiendo en el fondo que nadie le sacaría a Harry del corazón, pero aún así aceptando ser novia de Michael Corner... Lo siguiente que supo fue que Harry volvía a entrar al lugar. Volvió a sentarse junto a ella y esta vez la tomó de las manos ayudándola a erguirse hasta quedar sentada.
– Harry ¿qué haces?
– Tómate esto – le dijo ofreciéndole un vaso de agua y un par de píldoras que Ginny comprendió eran medicina muggle.
– ¿Dónde...?
– Las tengo por si acaso – le dijo y la apuró a tomarlas. Ella le hizo caso sin cuestionarlo. – Ahora date un poco la vuelta
– ¿Eh?
– Voy a secarte el cabello
– ¿Qué?
– Shh, estoy siguiendo instrucciones, necesitamos que tu cuerpo esté calientito.
Ginny no dijo nada más y sólo se giró un poco, dándole la espalda. Harry utilizó su varita para soplar aire caliente sobre su cabeza, pasando los dedos por su cabello, desenredándolo con delicadeza. Un escalofrío recorrió la espalda de Ginny, que ella sabía muy bien no tenía nada que ver con su malestar físico. Ginny estaba como en trance, ida, mirando hacia la obscuridad mientras sentía las manos de Harry recorrer su cabello una y otra vez. Lo siguiente que supo fue que Harry le pedía que volviera a acostarse debajo de su edredón y esta vez él se metió también. Ginny se acostó de lado y Harry se acomodó detrás de ella pegando el pecho contra la espalda de Ginny, y entonces la abrazó por la cintura, apretándola suavemente hacia él. Ginny jadeó sin poder evitarlo, con el corazón latiendo a mil por hora y con una sensación en el estómago que tampoco tenía nada que ver con el dolor. Básicamente permitió todo aquello sin poder oponerse, sin poner resistencia, simplemente ya no tenía voluntad sobre él. Lo que sea que él le pidiera, ella lo haría. Podía sentir el suave aliento de Harry contra su nuca. La respiración de Ginny estaba agitada; ella sólo rogaba que Harry no entendiera que era él quien la estaba descolocando de esa forma.
– Hermione me dijo que un pequeño masaje podía ayudar... – Harry movió con delicadeza su mano hacia la espalda baja de Ginny y comenzó a apretar la zona y masajear en pequeños círculos con su pulgar, provocándole un increíble sentimiento de alivio. Ginny no pudo evitar suspirar a cada movimiento.
– Ahh... Harry... ohhh..
– No sabía que esto se pondría pornográfico – Harry rió divertido. Ginny no contestó y sólo se mordió el labio intentando controlarse, pero soltando jadeos y suspiros de placer y locura a cada movimiento que Harry hacía. La mano de él se movió con suavidad desde la espalda baja de Ginny hacia su cintura y luego bajó hacia su cadera, para luego acariciar el dorso de su pierna con suavidad, y trazar el camino de regreso, de arriba hacia abajo una y otra vez.
Después de un rato en silencio en que ella se fue sintiendo poco a poco mejor aunque somnolienta y delirante, Harry retiró la mano e hizo amago de despegarse de ella, pero algo en su interior la urgió a aferrarse a él.
– No te vayas...
– Dame un segundo, que estoy preparando tu poción – él se levantó y salió, dejándola en medio de la penumbra. Ahí, sintiendo el corazón latiéndole en la garganta, Ginny supo con cada fibra de su ser algo que ya no podía negar más. Eso que llevaba tantos años intentando enterrar bajo la máscara de la amistad y que ahora sabía sólo eran intentos vanos de engañarse a sí misma. Ahora entendía que lo que sentía iba más allá de lo físico o de sus necesidades fisiológicas. Era algo más profundo, más intenso, y más complicado. Y sin embargo tenía todo el sentido del mundo: que tenía sentimientos muy fuertes por Harry, que estaba enamorada de él, como siempre, como desde el primer día, como nunca antes. Ginny Weasley veneraba, adoraba, amaba a Harry Potter. Estaba a sus pies. Y ahora... no sabía qué hacer para enfrentar esa realidad que inevitablemente iba a cambiar su vida como la conocía.
Notas: este capítulo me costó mucho escribirlo x.x
