Notas Iniciales: Y este es el último de hoy.


Capnolagnia


Kazutora no tenía la menor idea de cuándo fue que Baji se apegó al tabaco y la nicotina, pero le encontró el gusto a ver al humo ondular al mismo ritmo que lo hacían los largos cabellos del hombre al que amaba. Recuerda que compartieron el primer cigarro cuando el menor de los dos mostró interés en ello, riendo entre toses secas por su mal manejo, pues aunque Hanemiya lo hubiese probado durante sus años en la correccional, la falta de costumbre lo hizo lucir tan inexperto como Keisuke, quien riendo le recriminó su prepotencia anterior. Años más tarde lo recordarían como una experiencia divertida, más Kazutora no prestó atención a lo frecuente que estaba siendo para el otro fumar hasta que fue normal encontrar entre los artículos de su mochila o los cajones de su habitación al menos una cajetilla de cigarros a la mitad. No preguntó entonces como no lo haría en la actualidad mientras admiraba su figura posada contra el barandal del parque en el que decidieron detenerse, luciendo ensimismado mientras aspiraba con naturalidad y expulsaba una espesa nube gris a la frescura del ambiente.

En ese momento, Baji había dejado de ser humano para convertirse en una pintura, cuyos trazos eran delicados pero sumamente expresivos pese a la indiferencia plasmada en aquel rostro y en esos ojos marrones enfocados a la nada. Kazutora se reconoció fascinado. Tragó grueso saliva.

—Erótico —murmuró impulsivamente, pero para su infortunio esto llamó la atención de Baji.

— ¿Ah?

—Acabas de provocarme una erección, Baji —se burló, ahogando la vergüenza que le provocó ser descubierto en su inspección clandestina—. ¿No piensas hacerte responsable?

—Je, ¿qué te prendió esta vez?

—La manera en la que fumas.

— ¿Acaso me ves fumando con los ojos?

Kazutora liberó una breve risa en respuesta a la broma de Keisuke, procediendo acomodar su cabeza en los brazos que también mantenía recargados en el barandal para admirar más tiempo la forma en que su acompañante sostenía el cilindro blanco entre sus dedos índice y medio para acomodarlo entre sus labios, inhalando y exhalando a un ritmo preestablecido por la costumbre.

—Veo que hablabas en serio.

—A Chifuyu no le va a gustar enterarse de este nuevo vicio tuyo, te dirá que te dará cáncer pulmonar en el futuro si sigues consumiéndolo sin medida.

—Si lo hace, te echaré la culpa a ti. Tú eres la mala influencia.

—Lo dice el tipo que acostumbra quemar carros y golpear transeúntes nada más porque le da la gana. Últimamente he sido yo el que intenta detenerte.

—Vete a la mierda, ¿cuándo has hecho eso?

—La intención es lo que cuenta.

—Te reto a que lo digas de nuevo —espetó divertido—, apagaré la colilla en tu precioso tatuaje.

—Tengo una mejor idea.

Kazutora robó la cajetilla de cigarros que sobresalía del bolsillo de la chaqueta de Baji para tomar uno nuevo con sus labios, entonces le apartó del rostro el cabello y lo colocó tras la oreja para deslizarse hacia su boca, encendiendo su reciente adquisición con lo que quedaba de brasas en el cigarro que sostenía Keisuke. Al sentir el aliento de menta del que Kazutora planeaba deshacerse, Baji no pudo evitar pensar en que esta acción podría considerarse un beso indirecto, un hecho que lo decepcionó un poco, pues él preferiría mil veces rozar sus labios y lenguas en lugar de tenerlo tan próximo sin concretar un contacto más real. Cuando Hanemiya se alejó, Baji lo único que pudo hacer fue mirarlo con curiosidad antes de sonreír.

— ¿Ahora a quién le va a dar cáncer pulmonar?

—A mí no, claramente —se mofó—. ¿Lo sabías? El cáncer es también hereditario, y hasta ahora ninguno de mis familiares cercanos se ha muerto de esa enfermedad. Quizás los atropellaron, balacearon y esas cosas pero nunca han sufrido de cama.

—Como si eso fuera un consuelo, bastardo retorcido.

—Por algo tú y yo nos llevamos tan bien, fue lo que dijiste.

—Oh, ven aquí, desgraciado.

Baji tiró lo que quedaba de su cigarrillo, el cual desapareció bajo la suela de su zapato, acomodándose detrás de Kazutora con el único propósito de inmovilizarlo donde estaba y mordisquearlo del cuello, entrelazando sus dedos apresados en el barandal, y todo mientras Kazutora se esforzaba en fumar sin dejarlo caer de su boca. Cada vez que los dientes de Keisuke apretaban una zona sensible de su carne, el chico un año mayor mordía con fuerza el cigarro, reacio a desperdiciarlo. Si formulaba palabra alguna para quejarse del rudo trato del que era receptor lo soltaría, así que Baji lo tenía completamente a su merced. No era que le desagradara ser impregnado por su aliento a nicotina, probablemente convertiría en un nuevo fetiche sexual ver a su amante fumar. Se recordaría pedirle en el futuro que lo hiciera mientras tenían relaciones, por el momento disfrutaría con la fantasía y lo complacería en este esporádico juego.