Notas Iniciales: Y continuamos con esto por un rato más.


Blindfold y Sadismo.


Nunca le habían hecho algo como aquello, pero no quería decir que le desagradara el comienzo; en cualquier caso Hajime estaba expectante por lo que su compañero haría, ya que sólo podía escucharlo caminar cuando su visión yacía bloqueada por la venda negra que le fue instalada no hace mucho. Volvían a tener una tarde sin grandes actividades en la pandilla, por lo que se tomaron la libertad de separarse sólo un momento para cumplir la promesa que se hicieron desde su último momento a solas. Kokonoi tragó saliva con aspereza al darse cuenta que de momentos los silenciosos pasos de Inui se perdían con la distancia y de pronto se percibían cercanos. Aunque conocía su casa lo suficiente, solía ignorar el trayecto que realizaba alguien tan sigiloso como su amante. Todavía estaba tratando de averiguar de qué manera conseguía desplazarse igual a un fantasma en los momentos clave a pesar de los tacones que calzaba todo el tiempo. Aquello le había ayudado ejecutar ataques sorpresa contra sus adversarios después de todo.

—Inopi, ¿todavía no? —se quejó Kokonoi, realmente no pretendía sonar impaciente pero se le notaba al hablar aun cuando había dibujado una sonrisa en sus labios.

Un crujido metálico a un costado suyo lo silenció, obligándole tensar su sonrisa al percibir a la altura de su garganta el filo de una navaja, pero se olvidó de esta en cuanto notó el aliento de Seishu por el lado contrario, repartiendo suaves besos en su cuello para luego entretenerse atendiendo la parte superior de su oreja, haciéndole cosquillas al instante. Apenas se pudo remover un poco, pues Seishu le ató las manos tras la espalda con facilidad. Kokonoi inspeccionó lo mejor que pudo la calidad de aquel lazo con ayuda de sus dedos, riéndose al reconocer el material suave pero firme como una tira de hule.

—Así mantendré tus manos lejos —murmuró Inui en un tono amenazante.

— ¿Qué tiene de malo el contacto físico? —preguntó sólo para fastidiarlo.

—Nada, pero tú eres muy persistente.

—Creí que te gustaba que te pusiera las manos encima.

—Nunca me gustó.

— ¿Molesto por lo que te hice la última vez? ¡Pero si hacías los sonidos más sexys!

Inui lo golpeó en la nuca como única respuesta, inspirando una risa divertida por parte del chico de cabellos negros, el cual sólo dejó de reír hasta que escuchó a su acompañante rodearlo como haría un depredador con su presa herida y sin oportunidad de escape. Por inercia Kokonoi alzó la cabeza, queriendo mirar a quien tenía delante pero recordó con frustración que no conseguiría verlo por mucho que lo intentara. Seishu se sostuvo con una rodilla en el suelo, recargando el codo sobre su otra pierna.

—Haremos un ejercicio sencillo. Tengo aquí unos cuantos frascos de esencias, los rociaré sobre un trapo y lo colocaré a una distancia prudente de ti. Si adivinas el aroma, te daré una recompensa en forma de afecto físico, de esos que tanto te gustan. Pero si fallas, te infringiré dolor. ¿Listo?

—Realmente te gusta esa actividad, ¿no es cierto?

—Considéralo una venganza, de verdad aborrecí que me hicieras gritar como lo hice.

—Supongo que es tarde para disculparme —dijo Kokonoi con ironía.

—Responde ya si estás listo.

—Sólo una cosa. ¿Qué te parece si incrementamos el valor de la experiencia? Si logro resistir a las heridas que me provoques sin lloriquear, me darás cien mil yens. Me parece justo, considerando que no discutimos si existiría una palabra mágica que pueda liberarme de mi suplicio.

—…Si eso quieres, acepto. Codicioso de mierda.

—Oi, oi. El dinero es un buen medio de consuelo en la vida. Y lo mejor de todo es que compra bienes de toda clase.

—Tu respuesta —exigió saber, harto de la habladuría.

Todo Black Dragons sabía que él no se trataba de un hombre muy paciente. Kokonoi inspiró profundo para prepararse mentalmente por lo que vendría, entonces por fin asintió. Inui destapó la primera esencia y vertió sólo un par de gotas en el trapo limpio, colocándolo a la distancia que había informado. Hajime se tomó su tiempo en identificar aquel perfume y una vez seguro de lo que consiguió rescatar del picor en su nariz respondió.

—Rosas.

—…Incorrecto.

Sin remordimiento Inui acomodó un fuerte puñetazo en el rostro de Hajime, quien no pudo evitar quejarse, pues jamás hubiese anticipado que su cara sería la primera elección de su amante, estaba preparado para recibir un golpe en su pecho o en su estómago, incluso en su sus hombros. Que quisiera arruinar su perfecta cara desde el principio era injusto. El simple pensamiento lo incitó reír, en parte de nervios y adrenalina, otro por simple capricho. Por su lado, Seishu experimentó un agradable cosquilleó en sus nudillos tras el golpe.

—Mierda, esto va a dejar marca. ¿Qué excusa pondremos para justificar mi estado, Inopi?

—No lo sé —se sinceró Seishu con gesto pensativo, pues no lo había considerado hasta que Kokonoi lo mencionó—. Diremos que te golpeaste con la puerta reiteradas veces o algo así.

— ¡Que mentira más mala! —Hajime se echó a reír—. Me recuerda a esas personas que sufren de violencia doméstica y prefieren callarse el abuso para ahorrarse la molestia del papeleo que arrastra una denuncia. Y eso sin ser la gran cosa.

—Si te esfuerzas en adivinar, también nosotros nos ahorraremos los interrogatorios.

—A veces eres un completo bastardo, Inopi —comentó mostrando la lengua.

—Así te gusta —lo despreció preparando la siguiente esencia en un segundo trapo limpio.

—Oh, este lo conozco —celebró Hajime con anticipación—, lo usaste en tu ropa durante nuestra primera cogida. No tienes idea lo bien que despertó mi libido por eso sentí curiosidad de ver la etiqueta del frasco. Maderas de cedro.

—…Correcto —dijo un poco impresionado por lo detallado de la respuesta—. ¿Cómo recuerdas estas cosas, Koko? Si no hay dinero de por medio, no suele interesarte mucho.

—Me ofende que te sorprenda cuando trato de hacerte saber cuánto me importas.

—Como sea, ahora te besaré, así que quédate quieto.

Seishu rompió la distancia que los separaba para apoderarse de los labios abiertos que habían estado esperando la calidez de su boca en el instante que expuso sus intenciones. Kokonoi no se resistió gemir complacido, pues incluso ese contacto gozaba del sadismo que vestía a su amante de pies a cabeza. Pocas ocasiones podía probar besos suaves de Inui, más no le incomodaba que siempre cargara con la furia que no aparentaba su semblante desinteresado. Siguieron jugando alrededor de una hora más, y aunque Hajime no cumplió su cometido de reprimir sus gemidos de dolor, la recompensa estándar en cada uno de sus aciertos hizo que valiera la pena el maltrato al que fue sometido.