A los pocos minutos de estar en la mesa de póker, es que Crowley ejerce la hermosa tentación sobre una voluptuosa chica, que se le acerca muy sonriente.
—Hello.
Crowley sigue a su rollo con las cartas en la mano, jugando con ellas a abrirlas y cerrarlas porque además de no saber sentarse, no sabe estar quieto.
—Eh?
—Me gustan las gafas... —ella le sonríe un poco. Sonríe de lado.
—No es la primera vez que me lo dicen... y yo pensando que eran ridículas.
—Son diferentes —ella se humedece los labios—. ¿Ganas o pierdes?
—Tú estás aquí, dímelo tú...
—Para mi gusto, todo contigo es ganar-ganar.
Crowley sonríe de lado con eso. Hay una regla básica no escrita en los casinos, la gente está ahí para sacar dinero. Si estás perdiendo te van a invitar a copas para que no te vayas, si estás ganando... te vas a rodear de moscos que quieren un pedazo de esa suerte.
¿Y cuál es la regla para "estar tonteando con Aziraphale, sin besarle como deberías"?
Ser imbécil del culo y viene de fábrica.
—Me llamo Rose...
—Hola, Rose. Yo me llamo Anthony.
Ella le extiende la mano con las uñas pintadas, de una forma casi tan femenina como suele ser Aziraphale. Que va, nadie es más femenino que Aziraphale.
Crowley se la toma y le da un beso suave en los nudillos. (Fíjate, con eso no ha habido problemas)
Casi tan femenina. Casi no. Maldita sea, Crowley. Besos en los nudillos?! De verdad?
Hombre, no le va a meter ya la lengua a la garganta nada más le dice su nombre
¡No estamos hablando de eso! Ella se ríe un poquito
—Un gusto en conocerte, Anthony
—Igualmente.
—¿De dónde es ese acento que no alcanzo a reconocer, Anthony?
—De... abajo. Mucho —e insiste e insiste en esta clase de chistes.
—¿Australia?
—No, pero se parece bastante.
Ella se ríe, sin entender el chiste.
—Pues ahí abajo hacen muy bien su trabajo en hacer hombres apuestos, eso te lo garantizo —asegura la muy poco sutil chica poniéndole una mano en el brazo.
—Ah, sí, claro. Esa parte, ehm... gracias. ¿De dónde me has dicho que eras tú?
—Knoxville, Tennessee... —cariñito en el brazo —. ¿Vienes solo?
—Nah —arruga un poco la nariz y sonríe de lado, encogiéndose de hombros.
—Oh... chica afortunada. ¿Por qué te ha dejado solo?
—Se ha puesto histérico y ha ido por bebida. Y ahora debe estar... leyéndose la carta y aprendiéndose los ingredientes de los cócteles o algo parecido.
—Oh... un él. Ehm... ¿En serio? ¡Que desperdicio! —medio protesta frustradamente.
—¿Desperdicio?
—¿Bueno y por qué se ha puesto histérico? —cambia el tema un poco.
—Yo creo que lo disfruta. ¿Quieres sentarte a jugar conmigo? Te invito a esta partida.
—¡Claro! Puedes... Bueno, contarme si quieres. O... contarme otra cosa. U olvidarte de él y divertirte conmigo —le sonríe.
—¿Contarte... qué? —aparta la silla y la deja sentarse, efectivamente pagando la apuesta inicial para que le repartan cartas.
—No lo sé. ¿Algo interesante? —le coquetea un poco.
Crowley se lo piensa, porque está de vacaciones y lo de recoger almas una a una nunca ha sido santo de su devoción, pero... No podía haber nada tan malo en aprovechar una ocasión.
Es decir, todo ese asunto de su propio lado con Aziraphale y revelarse contra cielo e infierno estaba muy bien y era súper romántico los primeros cinco minutos. Pero luego... ¿qué? El ángel tenía una vida sosegada y acomodada... y... bueno, a fin de cuentas él también.
Si bien el infierno no era ja-ja ningún paraíso, tampoco lo era una vida de constante huida y rebeldía escondiéndose de todo el mundo en la continua paranoia.
Tenía un trabajo, algo en lo que; si bien quizás si Dios hubiera tenido un orientador laboral, no hubiera sido lo que él le hubiera dicho que quería hacer; por lo menos tras todo este tiempo ya se le daba bien, era reconocido entre los suyos y hasta lo disfrutaba a veces.
Además, aunque quería mucho a Aziraphale, todo lo que un demonio puede querer a alguien por mucho que le jodiera que así fuera, al menos de eso no tenía ninguna duda, también era cierto que el ángel en algunas ocasiones era simplemente insufrible.
Todas las cenas en el Ritz y los encuentros casuales en St. James y las salidas variadas eran deliciosos, lo bastante como para casi morir en el intento de preservarlos... pero en parte lo eran porque sabía que había un punto en que él volvería a su casa y el ángel a su librería donde podían ser maniáticos e irracionales cada uno a su manera sin que el otro estuviera constantemente irritándose.
Y aunque no le molestaría que fueran más... asiduos. Sí había un punto en el que necesitaba marcharse y respirar. Aunque fuera para ir a llevar papeleo a Belcebú o para regar las plantas. Salir, despejarse, echarle un poco de menos y luego volver por la noche con ganas de verle y cosas que contarle.
Ese plan, la verdad, entraba un poco en conflicto con una vida de proscritos, así que mal le pesara, aunque había sido muy divertido plantarles cara y dejarlos a todos boquiabiertos, más le valía empezar a congraciarse un poco con ellos de nuevo.
Aunque solo fuera lo justo para que le dejaran seguir a su aire sin hacer demasiadas preguntas.
—Puedo ser buena escuchando... —asegura ella casi como tentándole a él y no al revés.
—Y aun así no estoy seguro de qué quieres oír.
—No lo sé, pareces un chico divertido y un poco mortificado.
—¿Mortificado?
—Sí. Algo frustrado... no sé si en el amor o en el sexo —le hace un "cejas, cejas", y se ríe
Parpadea un par de veces y se medio gira a ella. Oh. Una profesional. Ella le sonríe. Al fin, parece haberlo pillado. Mira que ha costado.
—Yo puedo ayudarte con eso.
—Mmmm... Nah, no creo que necesite ayuda, pero no te vayas muy lejos.
—¿Crees que el chico con el que vienes la requiera? Soy flexible.
—Oh... sí. Indudablemente. Estoy seguro.
—¡Oh! Perfecto. ¿Qué quieres que haga?
—Ve ahí y... proponle como has hecho conmigo. Es un poco duro de mollera, vas a tener que insistir.
—Ohh... ¿quién es?
—Y es posible que te diga que no educadamente, no hagas caso, es bastante vergonzoso —añade—. Es rubio y de ojos azules, va vestido todo de blanco con pajarita. Solo piensa en tu profesor de literatura de tercer curso y le encontrarás.
—Hmm... Vale. Solo es que para hacer eso necesitaría... ya sabes...
—¿Aja? —le pasa un par de fichas de las gordas, porque a quién le importa, de todos modos. La chica levanta un poco las cejas, casi imperceptiblemente.
—Muy bien, perfecto.
Crowley sonríe mostrando los dientes, e imaginándose al ángel cuando vaya a contarle ¡Lo que le acaba de pasar!
Eso es exactamente lo que va a pasar VARIOS minutos más tarde porque mientras Aziraphale está en la barra esperando las bebidas, Gabriel se aparece en uno de los vasos vacíos que alguien ha dejado por ahí, llamándole a gritos y metiéndole el SUSTO DE LA VIDA. Literalmente temblando un poco es que extiende la mano por el vaso.
—¿Aziraphale? ¿Estás ahí?
—G-Gabriel... hello, lovely to see you... —más falso imposible. Sonríe igual
—¿Dónde estás? Me cuesta oírte.
—Un poco lejos...
—Hemos estado en tu biblioteca esa del Soho, pero no estabas.
—¿Y qué necesitan? —Frunce el ceño con eso.
—Tenemos buenas noticias. Tienes que subir aquí. Te esperamos en media hora.
—¿Q-Qué? Gabriel... estoy bastante ocupado.
—Mira, no estamos hablando de las cosas habituales. Se ha revisado tu caso sobre los recientes acontecimientos...
—No me siento especialmente cómodo de subir bajo ese argumento...
—Son buenas noticias, Aziraphale.
—E-Entiendo...
—Están dispuestos a perdonarte, así que no hagas que vayamos a buscarte.
Aziraphale e humedece los labios con eso... Gabriel se mueve en el reflejo de vaso intentar entender qué está pasando alrededor suyo.
—¿Es eso una ruleta?
—Estaré arriba e unos minutos, Gabriel —asegura moviéndose un poco para bloquearle la vista y si fuera un Humano normal está seguro de que estaría sudando como... bueno, una bestia. Lo cual suena un poco absurdo
Gabriel se desvanece del vaso y Aziraphale se gira a buscar a Crowley absolutamente histérico topándose de frente con Rose. Pobre mujer le va a hacer menos doscientos de caso, pero se va a llevar una buena propina y ni siquiera tendrá que hacer nada (Igualmente se la iba a llevar... asegura Aziraphale).
Si, aunque ahí se le va detrás, no crean que no. Igual es que viene corriendo, más pálido de lo que es, seguido de Rose, hasta Crowley, que está muerto de la risa ya imaginándose la escena.
Era buena escena, estoy de acuerdo, de hecho justo es que viene con el pánico que creías que vendría.
—Crowley!
—Eh... ¿Sí, Aziraphale? —la risita.
—Tengo un problema ENORME.
—Venga, no será para tanto —se descarta sin ni mirar las cartas.
—No, no... ¡Es terrible!
—No hay que escandalizarse tanto, te habrán confundido con un humano —toma las cartas nuevas con las que acaba de cargarse su mano entera por no prestar atención.
—No me han confundido con nadie, ¡sabía perfectamente bien con quien hablaba!
—Venga, tanto mejor entonces, le habrás parecido atractivo...
—¿¡Q-Qué?! —pregunta en pánico, Crowley sonríe—. ¡No me ha encontrado atractivo jamás!
—Oh, vamos...
—A saber que han pensado, pero no creo que tenga nada que ver con encontrarme a mi atractivo.
—Bueno, seguramente esto tiene que ver con el dinero, pero venga...
—¿El dinero? ¿Cuál dinero? Ha dicho que son buenas noticias pero dudo mucho que vayan a darme dinero. Han estado en mi librería.
—Hombre, son buenas noticias sí... —asegura y juega la última mano perdiendo estrepitosamente porque ni ha visto las cartas—. ¿Pero qué tiene que ver aquí la librería?
—¡Me estaban buscando!
—Bueno... o sea, sí, pero no te pongas paranoico.
—¿Cómo no voy a estar paranoico? Y si me... ¿y si es mentira? ¿Y si me matan?
—No te vas a morir por esto, ¡ni siquiera esperaba que lo hicieras realmente!
—¡Pues no parece ser pregunta!
—Solo dile que no... —ojos en blanco.
—No le puedo decir que no, Crowley.
—Qué vas a no poder decirle... —se pone de pie y le toma de los hombros—. ¿Puedes calmarte?
—No, no puedo calmarme. Tengo que estar ahí en media hora... —lloriquea volviendo a ponerle una mano en el pecho.
—¿Disculpa?
—¿Qué crees que vaya a hacerme?
—Nada que no le dejes.
—Ojalá fuera tan simple —es que... la forma en la que le mira. ¿Y si es la última media hora que tiene aquí? ¿y si... es la última vez que le ve? Drama queen on.
—Claro que es tan simple. Esto es un trabajo para ella.
—¿Ella quién? ¿Michael? Es que aunque sea un trabajo para ella... ¡No me gusta el resultado! ¿Por qué estás tan tranquilo?
—¿Michael? Dijo que se llamaba... no me acuerdo. Pero no era Michael.
—¡Da igual! Dice que son buenas noticias... ¿y si no lo son?
—Solo dile que no vas a ir.
—No puedo decirle que no así.
—A veeer... —pone los ojos en blancos y ahí va él a decirle. La cara de WTF de Aziraphale.
—¿Qué haces?
—Pues decirle que no por ti.
Varios parpadeos del ángel.
—Crowley, ¡estoy hablando de Gabriel!
—¿Gabriel? —le mira de reojo quedándose paralizado—. Archangel fucking Gabriel?
—¡SÍ!
—¿Qué... Q-Qué...? ¿Qué?
—Insiste en que son buenas noticias, pero... —se lleva las manos a la cara
—¿Pero qué? No estoy entendiendo nada.
—Estaba en el bar, hace unos minutos. Y se apareció en uno de los vasos para decirme eso... que tienen buenas noticias y que vaya. Me ha dado media hora.
Crowley levanta las cejas y da un pasito atrás.
—Insistió que eran buenas noticias... pero las buenas noticias...
—¿Q-Qué buenas noticias?
—Yo qué sé... pueden haber decidido CUALQUIER cosa, Crowley.
—Quieres... ¿Quieres que vaya yo?
Aziraphale le mira desconsolado, porque esta vez si que no tiene ni IDEA de qué pretenden.
—Voy a ir yo —decide frunciendo el ceño.
—No. Esto podría ser cualquier cosa, Crowley.
—¡Podrían volver a intentarlo!
—Ha dicho que estaban dispuestos a perdonarme... y que no hiciera que vinieran a buscarme.
El demonio se humedece los labios nada seguro de eso.
—Quizás van a... no sé. Darme un bono —trata de bromear y falla miserablemente—. Crowley... s-si no vuelvo, yo... —vacila sin encontrar las palabras—. Por favor no uses mis libros solo para descansar los pies. ¡Y no te bebas todos los vinos en una tarde!
—Angel, bloody hell!
Aziraphale le mira a los ojos y levanta una mano para quitarle los lentes, él se deja, cerrando los ojos.
—Disfruta la Tierra, ¿vale?
—No!
—No, no, no. Prométemelo, my dear.
—No te lo pienso prometer. Huyamos. Déjame ir a mí... Aziraphale!
—Donde sea que "huyamos" van a ir por nosotros. This is kind of... Shakespearean. Voy a volver. Esto es solo un IF...
—V-Vamos. Vamos al coche. Te llevo y lo discutimos... Subo contigo si hace falta.
Aziraphale le mira y es que... tampoco quiere prolongar esta despedida y hacerla más dramática pero... es que!
—No vas a subir conmigo... p-pero vamos al coche.
—¡Subo contigo y prendo fuego al bloody paraíso entero si hace falta!
El ángel le sonríe a eso un poquito, porque mira qué mono es.
—Nadie va a... no. No, porque... ahí si es garantía que van a matarte del todo. Voy a volver. ¿No volví la vez pasada? Y del infierno, que debía ser peor...
—¡Pero eso es distinto!
—También esta vez es distinto.
—¡No! Se suponía que iban a dejarnos en paz, ¿qué demonios les pasa?
El ángel suspira con ello.
—Ya, ya lo sé —vacila pensando en si esto no tendrá que ver con los pensamientos de hace rato o con lo que le ha dicho. Vamos, que es que no les cree EN LO ABSOLUTO que ninguno de ellos se haya enfadado con el cielo alguna vez. Y Gabriel había dicho que era buena noticia —. Venga, no es necesario entrar en pánico.
—No estoy en pánico... estoy enfadado.
—Creo que nos estamos ahogando en un vaso de agua —no sé si se lo dice a Crowley o a sí mismo.
—Claro, ¡porque son perfectamente creíbles y confiables! —protesta sarcástico.
—Lo sé. Lo sé. Pero... es lo que hay.
—Y fiables y amigables y encantadores —sigue protestando.
—No echemos más leña al fuego. Necesito que me lo prometas.
—No voy a prometerte una mierda, angel —abre el coche.
—Please? —los ojitos de cachorro en acción
Aprieta los ojos porque eso es BLOODY TRAMPA.
—Puedes... puedes quemar mis cosas de mago y... —se sube al coche—. Y hacer algunas cosas para demostrar tu enfado y después de eso... necesitas disfrutar tu tiempo aquí. ¿Me oyes?
—No hables como si no fueras a volver —es que ya está casi llorando.
—Sí que voy a volver, solo... si no vuelvo. O si no lo hago pronto por cualquier causa. ¡Prométemelo! —Y es que el mismo tiene ya los ojos húmedos de lágrimas. Ehm... chicos, esta es una historia CÓMICA.
—Como no vuelvas voy a QUEMAR TODOS TUS LIBROS. No solo las cosas de mago.
Aziraphale solloza con eso, sonriendo un poco.
—¡Y tu colección de vinos! —exclama pensando que lo que va a hacer va a ser pillar un trancazo de tres pares de narices, caer dormido y no volver a despertarse hasta que las islas británicas queden sumergidas bajo el agua, cosa que va a pasar en aproximadamente un par de horas como Adán no arregle lo de los casquetes polares pronto.
—Crowley, please! —le toma de la mano.
—No me digas please! Y la pastelería de la calle Hopkins... kaboom.
—Listen to me —le acaricia la mano.
—¡No pienso escucharte nada!
—Voy a... negociar. ¿Vale? Cueste lo que cueste.
—Voy a hacer quebrar el Albert hall. Y le daré tus biblias al imbécil de la librería de Charing cross que no sé cómo se llama, pero que es imbécil.
—Vale, vale... ¡voy a volver! —le sonríe un poquito—. Quizás consiga que me hagan demonio y resulte que al fin jugamos en el mismo bando.
—No creo que eso fuera mucho mejor. Ibas a ser un demonio horrible.
—Es muy posible. No digas eso al completar la carta de recomendación.
—No voy a hacerte una carta de recomendación —cuando salen de la ciudad, Crowley vuelve a chasquear los dedos y aparecen en la M25.
—Really?! Aquí nos apareces?! —medio protesta Aziraphale al notarlo.
—Puedes decirles que el tráfico...
—Ya, ya... eso les da IGUAL.
—Pues a mí no.
El ángel le mira de reojo y... es que se le ocurren otras mil y una cosas que hacer con Crowley en estos minutos que no sean... mirarle conducir en el tráfico de la M25.
—Voy a volver. Hagan lo que hagan. Venga... quizás es algo bueno.
—¡Que va a ser algo bueno!
—Crowley, no hagas esto peor. ¿Podríamos mantenernos optimistas, please?
—Voy a subir yo. Dame la mano.
—No. No. No vas a subir tú. No se siquiera lo que pretendan —aleja sus manos.
—¡Pues desaparezcamos! —vuelve a chasquear los dedos y aparecen en Sydney
—¿Cuánto crees que les tome encontrarnos? —pregunta, suavemente, empezando a resignarse del todo—. ¿Y qué crees que hagan una vez nos encuentren?
—Ugh. Shut up —protesta porque detesta su lógica irrefutable. Vueeeeelve a aparecerles en el Soho.
—No está todo perdido, my dear... voy... de hecho quizás deberíamos despedirnos como cualquier otra vez que voy arriba.
—No me importa, ojalá sí te maten, angel. Sería todo más fácil para mí.
Aziraphale se tiene que limpiar los ojos con esa diabólica declaración porque sabe que NO ES VERDAAAAAD.
Crowley se cruza de brazos, sin mirarle. Se le acerca y con bastante suavidad, le da un besito en la mejilla. Deja de fruncir el ceño de golpe, girándose a él, que le mira casi como si no acabara de hacer eso con esa cara de culpable que pone... cuando lo es.
—Llámame.
Crowley le mira todo desconsolado por un segundo.
—Sí, bueno. Whatever. A lo mejor. Si me acuerdo.
Aziraphale también le mira desconsolado con eso.
—No pierdas mi ficha... Te estaré cuidando —asegura abriendo la puerta. La TRA GE DIA ¿Y es que ni siquiera ahora le iba a besar? Vamos... es que si no le besaba ahora no le iba a besar nunca. O quizás debía besarle él... o algo. Al menos un abrazo de despedida. Uno lejanito.
Crowley gira la cara porque está a punto de llorar y prefiere parecer frío de corazón. El ángel se arrastra a bajar del coooooche y el demonio se humedece los labios sosteniéndose a si mismo de girarse a mirarle.
—Ugh... ¡Cómo demonios no vas siquiera a mirarme! —protesta Aziraphale una vez bajo el coche, girándose a mirarle él.
—Fuck, angel! —protesta.
—Al menos dime adiós con la mano con carita de tristeza y desesperación, por no decir despídete un poco mejor de mí...
—Fuck you —se despide arrancando el coche.
Aziraphale da un saltito hacia atrás, dejándole ir y apretando los ojos. Se humedece los labios y... da un chasquido que va a cambiarle a Crowley el color del coche, a blanco y el atuendo completo a uno muy parecido a los que ocupa él. Ugh, y ahí va hacia el cielo.
Crowley casi atropella a alguien por culpa de eso. Bueno Crowley casi atropella a alguien cada vez que se sube al coche así que no nos traten de impresionar con eso.
Ojos en blanco.
¡¿Ugh! ¿Y si se lo lleva atado a la pierna como serpiente? ¿y si lo matan en el proceso?
Él iba a subir contigo, ESTÚPIDO.
Ya, ya... y quizás se iba a morir en el proceso. De hecho quizás le llama al teléfono mientras da vueltas por ahí.
¡Sube al maldito cielo que vas a llegar tarde!
¡Ugh! ¡UGH! Vale. Va a subir de perfecto mal humor, como siempre. O puede, la verdad, que un poco más que de costumbre. Ceño fruncido, ahí está... seguro un poco tarde. Pero no tanto.
Y están todos esperándole en la sala aséptica y de grandes ventanales.
—Hello...
—Aziraphale... muchacho —la sonrisa forzada e insoportable de Gabriel es lo primero en acercársele.
Él sonríe, muchísimo más forzado de que duele sonreír y mira que en general sonríe forzado.
—Acércate, acércate... no tengas miedo, ¡no es como si fuéramos a quemarte! —se muere de la risa como si ese fuera el chiste más divertido que se ha contado nunca.
Aziraphale deja de sonreír con eso casi del todo, dando un pasito hacia atrás.
—¿Qué pasa?
Tras reírse un poquito más, Gabriel se acerca él hasta darle unas palmaditas a la espalda.
La tensión infinita, pero pues no puede hacer nada. Los otros miran a Aziraphale con carita de asco.
—Venga, venga —sonríe como vendedor de coches usados—. Te noto increíblemente tenso. ¿Dónde crees que estás? Está claro que este es el cielo, ¡aquí predicamos el perdón y la misericordia!
—Well... considerando las circunstancias en las que nos vimos la última vez...—murmura y luego sonríe un poco—. P-Pero... me a-alegra oír eso del perdón y la misericordia. Es... tranquilizador.
—Claro, claro, claro... —le menea un poco tomándole de los hombros y acercándole a los otros.
Es que se siente como perro yendo al matadero. Uriel le mira con bastante disgusto y Miguel sonríe un poquitín con esa sonrisa malévola
—Qué milagro que has subido... —le reprocha Uriel. Gabriel le echa una mirada de advertencia.
—Bueno... ehm... y qué es lo que me... bueno, qué... ¿qué hago exactamente aquí? —pregunta Aziraphale.
Uriel aprieta los labios sin decir más, volviendo a sonreír falsamente.
—Cómo te explicaba antes... las altas esferas han estado revisando tu caso arduamente para decidir qué hacer contigo después de tus acciones durante todo el proceso del Armagedón. Y posteriores.
—Me daba la impresión que no había nada más que hacer...—traga saliva.
Gabriel le mira y sonríe un poco falsamente como cada vez que le dice algo que no entiende y que tampoco va a esforzarse por entender.
—¿A-A qué conclusión han llegado?
—Y hemos estado todos de acuerdo en que un ángel puede sufrir mucho tras tanto tiempo siendo expuesto a los humanos—hace un gesto de asco un poco exagerado, como una broma—. Y por supuesto, se verá obligado a tomar decisiones bajo los efectos de delirios y posibles secuelas post traumáticas que no le llevarán a otra cosa que elegir erróneamente cegado por las circunstancias adversas y el estrés.
Aziraphale parpadea.
—E-esto no es precisamente... e-es decir, bueno... ¿y-y entonces?
—El caso, querido amigo —hace un gesto con las manos, con las puntas de los dedos juntas—. Es que estás perdonado y readmitido en el servicio activo celestial.
—E-Ehm... thank you —sonríe y asiente. Gabriel... no quiero describirlo así, pero sonríe como un tiburón haciendo que Aziraphale trague sonoramente.
—Y por eso se te va a asignar una misión de carácter urgente y como tu máxima prioridad.
—Muy bien, he dejado la tetera prendida y... oh...
—Miguel... —pide Gabriel ignorando el comentario de la tetera, ella se acerca con una mirada un poco viperina y le entrega un sobre.
Aziraphale levanta la mano y toma el sobre, intentando por todos los medios no temblar como una hoja.
—Ehm... bien. Bien. Thank you.
—Se te entregará cualquier cosa que requieras para llevar a cabo la misión. Y recuerda, tiene carácter inmediato. El cielo perdona, pero no olvida, así que estás en la cuerda floja, Aziraphale.
Él le sonríe a Miguel, asintiendo un poco y abrazando su sobre.
—L-Les... les. Bueno, les haré llegar la lista de... solicitudes —evidentemente sonrisa ultra-nerviosa aterrorizada.
—No se te tolerará una segunda insubordinación —le advierte Miguel.
—N-Ninguna subordinación. At all. Pero de verdad que he dejado la tetera encendida... y seguro cumpliré con la misión que me han dado. En cuanto sepa lo que requiero... s-sin duda... les diré.
Hay varios gestos de asentimiento.
—¿No vas a leerla aquí? —pregunta Uriel que por lo visto quiere verle la cara.
—En casa. Lo abriré... en casa —sonrisita falsa—. Ehm... bueno, si me disculpan. ¿Puedo irme?
—Buenos días, Aziraphale —se despide Gabriel.
—T-Thank you again —hace hasta como una pequeñita reverencia... y es que casi se va corriendo a las escaleras para irse—. Estoyvivoestoyvivoestoyvivoestoyvivo —va susurrando todas las escaleras, hasta llegar a casa. Aun le tiembla todo, de los pies a la cabeza y claro, lo PRIMERO es hablarle a Crowley mientras abre el sobre como loco.
—Hola, soy Anthony Crowley. Eeh... ahora...
—Crowley! I'm ALIVE! Tienes que venir.
—...no estoy en casa probablemente, o estoy durmiendo, o trabajando o lo que sea, pero...
—What?! Crowley... que... sí que estás, te estoy escuchando... tienes que venir. Me han dejado ir, pero tengo una misión especial y...
—Después de la señal me pondré en contacto contigo. Ciao!
—Cuál... CROWLEY! Listen to me! I'm here! Más clara señal que gritarte que estoy aquí. Estoy en casa. VEN!
Piiiiiiiiiiiiiiii
—What? No es gracioso! Por qué siempre me haces esto cuando te llamo con urgencia!
Crowley?
Le va a llegar todo eso convertido en un millón de sms y le va a costar una fortuna por idiota, por seguir usando el contestador en 2019... ni que estuviéramos en los noventa.
Aziraphale cuelga verdaderamente irritado. Bien, Crowley, bien. ¿Dónde mierdas estás? ¿Bebiendo dónde?
Se hace un té para ir a abrir el sobre ya que este inútil no responde, porque ningún sobre misterioso que se precie se puede abrir sin una taza de té que escupir en caso de ser necesario.
Finalmente se sienta... en su butaca favorita, tomando aire profundamente... y dándole un trago al té y saca el contenido del sobre.
Es una nota en papel blanco de alto gramaje escrita en letras doradas con caligrafía cuidada que bien podría ser una invitación a una boda real, salvo porque el texto no habla de ningún código de vestimenta o da la dirección de un restaurante, si no que se lee:
Misión: Matar al demonio Crowley.
No está firmada.
