—A no ser que realmente te metas en la bañera, entonces no es raro.

—Claro, claro. Eso no lo sería —se ríe un poco, otra vez nervioso, pensando que desde luego le está tomando el pelo.

—Sería una buena acción con un enfermo.

—Deja de jugar —medio protesta, nerviosito.

—Lo digo en serio.

—¿Que me meta contigo a la Tina? ¿P-Para qué?

—Pues digo yo que no será para correr la maratón.

—No puedo entender como meterme a la tina contigo sería menos raro que solo quedarme aquí hablando contigo —le mira de reojo.

—Bueno, es una cuestión semántica. Para mí no tiene mucho sentido pero sé que a ti te importan esas cosas. Si te quedas ahí eres un tipo raro mirándome mientras me baño. Si te metes solo nos bañamos juntos como cualquier otro...

—A veces creo qué haces estas cosas solo para demostrar cómo es que eres capaz de hacerme hacer... cualquier cosa imaginable —le mira... y es que quiere. Sí que quiere estar ahí dentro contigo y el agua calientita. Y abrazarte. Aprieta los ojos y se quita la chaqueta.

—Si no es suficiente puedo usar el argumento de que hoy casi me matas y te lo estoy pidiendo, así que de algún modo me lo DEBES.

—Esto es TREMENDAMENTE inapropiado —asegura quitándose la pajarita y desabotonándose la camisa.

—¿Por?

—Pues porque eres un demonio, yo soy un ángel y desde luego que está es una cosa humana del todo. Pero tanto como pasar el rato tomando vino o... —se quita la camisa y la camiseta.

—No te quejas tanto del vino, la verdad... —chasquea los dedos porque de repente quiere vino, esto es como la palabra prohibida.

Vamos a empezar a nombrar la paz mundial, a ver si os poneis todos a trabajar en ello con igual diligencia.

—De lo que me quejo es de ti —determina abriéndose los pantalones. Y bajándoselos.

—¡No! ¿De miii? —se te nota afectado, realmente. Se incorpora sirviendo las copas que acaban de aparecer.

—Sí, de ti. Como siempre... ¡Ugh!

—Vale, no hay vino para ti entonces.

—Sí que quiero vino pero... —es que está notando que tiene los calzoncillos llenos de... bueno, iba a decir mierda, pero no es mierda—. Con que me...

Crowley le mira, tendiéndole la copa.

—¿Y eso no es demasiado terrenal y blablablá?

—¿Qué? ¿El vino? —arruga la nariz e igual se quita los pantalones—. Lo es. Y da igual.

—Sí.

—Pues... es que nunca les ha importado eso hasta ahora —vale, ahí está, desnudo del todo.

—¿Qué tienes ahí, te has corrido?

What?

—Ven.

Aziraphale vacila un poco porque sí sabe que es haberse corrido, vamos, que seis mil años...

—Pe-Pero... yo no hice nada... —se acerca.

Ugh. Crowley toma un... poco de... eso con... dos dedos y se lo lleva a la boca. Las cejas de Aziraphale. ¿¡Podrías enseñarle a ser humano de mejor forma?!

—Sí. Te has corrido.

—¡Desde luego que no he hecho tal cosa! ¿¡Cuando?! ¡Si ni siquiera me he enterado!

—Pues no lo sé, pero esto sabe a lo que sabe. Por lo visto funcionó lo del otro día.

—¿Y cómo sabes tú a qué sabe? —protesta un poco. Gracias por darle ahora el don de la vergüenza a la desnudez. En serio, no teníamos bastante con Miguel y Uriel.

—Pues porque lo probé —excelente, Crowley, algo que nadie necesitaba saber.

—Estás a dos frases de que te ahogue en la tina. Elígelas con cuidado.

Se ríe.

—Puesto que esto está claro que no tiene fines reproductores, pensé que quizás no sabría a lo mismo que los humanos —levanta un dedo de una mano para señalar una frase.

—No quiero saber sobre tu vida sexual con los humanos —murmura frunciendo el ceño, sin mirarse, poniendo un pie en la tina.

—La verdad, no lo hace, en tu caso sabe dulce. No sé por qué... pero me gusta, podría ponerle de eso al café de las mañanas —segundo dedo levantado, ya puedes ahogarle. Gracias.

—Crowley! —medio se cae en la tina, frente a él. Haciéndose bolita.

Le deja espacio, riéndose y el ángel le mira con el ceño fruncidito.

—En seis mil años... ESO nunca había pasado.

—Pero ahora has aprendido a hacerlo.

—No he aprendido nada, Crowley. Ahora algo descompusiste y echa eso... ¡sin que yo me entere! esto es tu culpa.

—Bueno, tú aun no, pero tu cuerpo sí. Al final acabará gustándote más que comer.

—¿Así que esto es un "plan" tuyo? —le fulmina frunciendo el ceño aún más de lo que ya lo tenía, ¡y mira que lo tenía!

—Ah... Nnnn —arruga la nariz y saca los labios moviendo la cabeza de un lado a otro en círculos.

Aziraphale no dice nada, moviéndose... dándole la espalda

—¡No vas a enfadarte por esto ahora! Come on, angel!

—Aun no entiendo como pasas de... un punto a otro.

—¿Qué punto a otro? —vale, se acabaron los tres minutos de te dejo espacio. Necesita desparramarse abriendo las piernas y sacándolas fuera de la bañera porque Aziraphale está donde deberían estar ellas.

Aziraphale se echa atrás y se le acuesta en el pecho. Vamos, y entre las piernas. En cuanto ve que se mueve se echa un poco atrás, recargándosele en el pecho. Tieso, y con las piernas apretadas. Derechito y todo... Pero medio recargado en él.

—Del punto... nos damos un pequeño beso... ehm... por error al otro punto...

—De hecho, si seguimos la cronología exacta, el pase de un punto a otro iría justo al revés.

—¿Al revés? —se mueve un poco, sin acomodarse, y sin mirarle

—El orden...

—¡Pues aún peor! Qué tal... ¿qué tal que no me gusta?

—Lo dices como si no te quejaras perfectamente de TODO lo que no te gusta.

—Pues justamente. Me quejo. Y me quejaré. ¿Qué pasa si no me gusta? Como a ti comer.

—Pues... nada. Como dormir.

—Sé que es una pregunta estúpida... pero, ¿cómo sabes a qué sabe... el de un humano? —le mira de reojo un segundo

—Tú estuviste en sodoma y gomorra, ¿verdad?

—Bastante terrible fue eso... —Aziraphale suspira.

—Se nos fue un poco de las manos. A todos.

—Ya... ya. Bueno, en esos tiempos por lo visto yo era mucho menos blando.

—Desde lo de la espada que... —se ríe.

—¡Siempre me sacas el asunto de la espada!

—Porque siempre funciona —se ríe más y Aziraphale le da un codacito.

—Ya la he devuelto al fin, ¡ya podríamos dejarlo ir!

—¿A quién la has devuelto? Te la tenían que devolver a ti.

—Estabas tú ahí cuando la devolví al cielo. Vino el mensajero.

—Esa era la de guerra... que no sabemos cómo consiguió.

—Yo sospecho que era la mía y eso... escribí en el informe —sonríe un poco tan feliz.

—Alguien debería leerlo y pedirte explicaciones sobre cómo llegó a ella en primer lugar.

—Preferiría, sinceramente, que me pidieran esas explicaciones en lugar de las que me están pidiendo últimamente... —se ríe un poco.

—Sí, claro, esas ya estás acostumbrado a darlas.

Aziraphale asiente, relajándose un poquito igualmente.

—Oh... dejé mi copa allá —recuerda de repente, mirando el lavabo.

—Pues ve por ella.

Los ojitos de cachorro que te va a hacer, incluso antes de que los veas. Vamos, ni siqiuera se ha girado a ti y ya debes SENTIRLOS

Ugh.

—Vale, toma —le da la suya.

El ángel sonríe un poquito y le da un trago, girándose levemente a mirarle.

—¿Estás más caliente ya?

—¿Doble sentido?

—Sí. Al fin me atrapaste —Entrecierra los ojos.

—Sí. En ambos.

Parpadea y se sonroja un poco.

—N-No sé qué... ehm... —aprieta los ojos—. Crowley...

Se ríe y Aziraphale se gira un poquito más hacia el aún, hecho bolita.

—¿Así tientas a la gente en general?

—Nah, no es mi estilo.

—En realidad... —sonríe de lado y se sonroja un poquito—. Solo pensaba. Pero creo que ya he hecho bastantes cosas malas hoy como para darte consejos.

Levanta las cejas, el ángel sonríe un poco más y le da otro traguito a su copa.

—No creerás que te vas a quedar sin decírmelo ahora.

—Tienes potencial, Crowley —se ríe y secretamente piensa que... menos mal que no lo usa del todo.

—Me dijeron que debía tentar a alguien, no a quién, así que me di la vuelta y... ahí estabas tú sobre el muro del Eden —suelta así por las buenas. Aziraphale se sonroja un poco con eso.

—Ya, ya... y después de esa tentación te creíste que me habías tentado todo lo tentable —le pica un poquito otra vez.

—Bueno, iba a decir que "y en eso estamos" pero luego te pones insoportable.

El ángel se sonroja más aún, con todo este asunto, y se ríe un poco porque lleva un buen, BUEN rato queriendo otra vez besarle... o que le bese, pero por lo visto, el que falla MISERABLEMENTE en las tentaciones es él. Aunque no quiera admitirlo.

Crowley sonríe. Sí, sí que fallas un poco.

—¿Qué sentías... e-estando en la plancha de hierro? —intenta por otro lado.

—¿Eh?

—¿T-Te... dolía?

—Wait a moment! Eso me hace pensar...

—Qué raro...

—No, idiot, ¿¡cómo pensabas devolver el alma a mi cuerpo con un apretón de manos!?

—Pues yo qué sé. Nos hemos intercambiado cuatro veces con uno, nunca hemos necesitado un b-beso.

—¡Pero el dramaaaa!

—N-Nunca pensé p-poder besarte ahí... así.

—Y la estética y la narrativa y... tenía que vengarme un poco de todos ellos —sí, vale, hizo esto porque así parecía una peli Disney.

—Así que fue por venganza...

—Ehm... también.

—Y eso no me responde. ¿Te acuerdas de algo en la... tonta plancha o no?

—Sí, claro.

Aziraphale suelta el aire por la nariz con un pequeño jum. Y se vuelve a girar a darle completamente la espalda.

—¿Y? —le pone los dedos a la espalda, en la columna provocándole la madre de los escalofríos

—Y-Y...

Crowley sube los dedos y se los mete en un rizo rubio, enrollándolos en él. Aziraphale tiene otro escalofrío y aparentemente ha perdido la capacidad de habla... o de articular mucho.

—M-Me... yo me... acuerdo también —la realidad, era que no acostumbraban tocarse mucho. No que on se tocaran en lo absoluto, pero llevaban una semana tocándose todo lo que no se habían tocado en seis mil años. Y esto... esto no era un roce accidental. Crowley le estaba acariciando. De hecho, estaba jugando con su pelo pero sí.

—Qué extraño, yo no recuerdo que tú estuvieras encadenado a nada.

—Me acuerdo de que tú estabas... con cadenas —el premio al angel más brillante.

—Insisto en cualquier ocasión para remarcar la encantadora hospitalidad celestial... —Crowley sigue jugando con su pelo e intentando contenerse de hacer un chiste de cabello de ángel. En serio. Cállate.

—Al menos en el infierno sabe uno a qué atenerse —baja un poquito la cabeza.

—¿Ah, sí?

—Al menos eso siento yo... la gente en el infierno técnicamente debería ser mala. Pero nosotros... supuestamente somos los buenos.

—Sigues sintiéndote tan traicionado cada maldita vez que hacen... bueno, lo que ya sabemos que hacen, como si siguieras pensando que ya, que no puede ir a peor, que se habrán equivocado esta vez pero seguro recapacitan...

—Porque siempre me dijeron que nosotros hacíamos las cosas buenas y ustedes las malas. Y ellos no juegan con esas reglas.

—Yo creo que te perdiste en los matices. No creo que ellos te dijeran que hacen las cosas buenas. Si no que las cosas que hacen ellos son buenas porque las hacen ellos.

—¿Eso me incluye a mí? —le mira de reojo levantando las cejas.

—Obviamente no, o no estarías siendo reprendido cada puto cinco minutos.

—Aun así... técnicamente debíamos ser los buenos. Recuerda el Jardín del edén... tú...

—¿Qué?

—Bueno, tú eras el malo y yo el bueno —valora—. Que yo no sé realmente a estas alturas si comer la manzana estuvo TAN mal... mira a donde hemos llegado. Si siguieran ahí, no habrían conocido todo el mundo.

Crowley sonríe con eso.

—Aunque si me escucharan decir eso... —aprieta los ojos—. Era más fácil todo cuando estaba lo bueno y lo malo y yo hacía lo bueno y tú lo malo.

—Es decir, los primeros como... diez minutos. Un cuarto de hora quizás.

Aziraphale sonríe.

—¿Crees de verdad que nos estemos... humanizando?

—Nah —le da un sorbo a su vino, se echa para atrás, arquea la espalda y suelta un sonidito de satisfacción disfrutando del agua caliente como un gesto completamente hedonista muy de ser sobrenatural.

Es decir, ha dejado de tocarle con los dedos, pero le toca con los muslos y otras... partes. Tiene los pies afuera... o a lo mejor no. Pero Aziraphale si está entre sus piernas. El ángel mete una mano al agua y se la pone en el tobillo con suavidad.

—Si pudieras... salirte de todo esto y hacerte humano. Sin los beneficios... y sin los problemas. ¿Lo harías?

Crowley dobla las rodillas...(ah, para esto sí puedes usarlas) y le rodea con las piernas.

—¿Qué significa sin beneficios ni problemas?

Aziraphale se cae hacia atrás ahora si del todo sin poder evitarlo mucho.

—P-Pues... siendo sólo un humano normal.

—No. ¿Qué hay de esto? —chasquea los dedos ilustrativamente.

—Nada. No podrías hacerlo. Pero no habría paraíso ni infierno ni... bueno, nadie que quisiera matarnos.

—Eso no lo sabes. Tal como va esto seguro tú estarías trabajando para la inteligencia británica y yo... sería un espía de quién sabe qué país. Como si los británicos no tuvieran un millón de enemigos. Y tendríamos igual que matarnos pero además con una esperanza de vida de ochenta años... Y sin chasquear los dedos. Por todos los demonios, ¡si a veces ochenta años es lo que tu tardas en leerte un libro pequeño!

—¡Ese serás tú! —protesta sonriendo y le acaricia un poquito la pierna sin pensar mucho—. ¿Un espía británico otra vez? Podría ser el dueño de una bonita librería... y tú mi ayudante.

—Pero si ni siquiera vendes libros, te ibas a morir de hambre y desde luego no ibas a poder pagar a un ayudante.

Suspiiiiira, el demonio vuelve a meterle las manos a los rizos haciendo que cierre los ojos.

—Y menos iba a querer yo trabajar en una librería.

—Serías un desastre, como siempre —sonríe de lado—. Sólo pensaba, si pudiera elegir entre morir en el fuego del infierno y tú el agua bendita... o vivir unos cuantos años más como un humano normal...

—Pues obviamente si la otra opción es la muerte... —le pasa los dedos por el pelo, jugando.

—Lo dices como si eso fuera una posibilidad muy remota e inalcanzable, dear —hace un sonido to de satisfacción

Crowley levanta las cejas al notar que le gusta esto así que empieza a masajearle la cabeza suavecita y cuidadosamente.

—Mmm... —sonríe un poquito pensando que esto es un poquito como comer un delicioso pastel. No tanto como las crepes, pero... uno de chocolate.

Bueno... ya estamos con el ranking de postres.

A ver si algún día consigues algo que alcance a las crepes pero que hayas entrado al ranking ya es algo. Le acaricia las piernas un poquito más con tanta naturalidad que... pareciera esto si lo ha hecho muchas veces.

—C-Crowley...

—Mhm?

—¿A-Así tientas a las personas habitualmente? —Y lo que le pasa es que le cuesta un montonazo callarse en general.

—Sí, claro, esta es la forma rápida... —responde sarcásticamente.

—Tsk... ¿A quién vas a tentar tu así?

—Pues si lo has preguntado es que tan mal no está funcionando —se ríe.

—Iba a hacerte una pequeña crítica constructiva...

—A ver...

—Ehh... —no esperaba esa respuesta, más bien una protesta.

—¿Aja? Espero oír el consejo magistral del experto...

Besarme. Eso necesitas.

Pues díselo... Si te atreves...

Que se va a atrever.

—Necesitas... s-ser más tentador.

—Oh, una instrucción muy útil y precisa. Cómo podría yo equivocarme con ella.

—Porque eres tonto.

—Ya. Vamos, que no tienes ni idea. Pero querías quejarte como de costumbre.

—¡Sí que tengo idea! —pero no se me ocurre como decírtela.

—Se nota, se nota —asiente sonriendo.

—¡Pilla las indirectas, demonio tonto!

—¿Qué indirecta?

Ugh. Shut up!

—Sea lo que sea que creas que fue una indirecta, más bien fue un pensamiento que esperas que lea en tu mente... Aunque...—para y sonríe de lado, pensando.

—¿Qué?

—Si crees que me estás lanzando indirectas para que te tiente...

—¡No te estoy lanzando indirectas para que me tientes!

Crowley se ríe y Aziraphale aprieta los ojos porque aún no puede entender... ¿¡por qué no le besa!?

—Ugh!

Porque está siendo tentador, no llevando a cabo la tentación... Y por idiota.

—Debí traerme un libro para leer entonces.

—Tú quisiste meterte aquí, en realidad —frunce un poco el ceño, tan indignado.

—Porque dijiste que afuera era raro —otra caricia en la pierna.

—Y lo era.

—¿Y adentro no lo es?

—¿Te lo parece?

Aziraphale no responde, porque en realidad... nada nunca de lo que hace con Crowley a estas alturas es ya exageradamente raro. Lo más raro es la cercanía humana.

—¿Lo ves? —se ríe el demonio.

—Tampoco creo que lo hubiera sido afuera. Así que si estoy aquí es porque tu quisiste que lo hiciera.

—Sí, bueno... Ahem.

—Así que no trates de echarme la culpa a mí como si solo yo hubiera querido.

—Anda, si no hizo falta ni que te hablara para que te quitaras los pantalones.

El ángel abre la boca y frunce el ceño.

—¡Eso no fue para nada así! —protesta sonrojándose y pensando que decididamente no vuelve a hacerlo. ¡Eso le pasa por estar tan tranquilo con el tinto de Crowley!

—Claro que sí...

—¿No me iba a meter con pantalones otra vez!

El demonio se ríe otra vez el ángel se gira a él y le echa agua en la cara.

—Estás tratando de avergonzarme a propósito.

Cierra los ojos y deja de reírse de golpe. Aziraphale se ríe ahora. Crowley le mira.

—¿Qué? —vacila después de unos instantes.

—¿Violencia, Angel?

—Esto no es violencia, es... establecer un punto con claridad.

—Defenderte... así. Es bueno saberlo —sonríe—. Es bueno saber que está permitido —se incorpora un poco.

—Tú no lo tienes permitido —se echa un poquito para atrás.

—Mejor, así estaré rompiendo las normas —sonríe más y se le acerca, por encima.

Levanta las cejas sin esperarse eso.

¿Qué? ¿La respuesta? ¿Que se acerque? ¿O la cara de gato a punto de comerse al ratón?

Sin esperarse nada de todo eso... vale, la respuesta un poco. Le pone una mano en el pecho, sintiendo además... el asunto del pecho desnudo y mojado. Estás completamente frito, Aziraphale, lo sabes, ¿verdad?

Crowley no va a pararse ahora que ha tomado carrerilla.

El ángel mueve la mano de su pecho hasta la base de su cuello así medio por instinto. Él dirá que para pararle...

No le va a parar, empieza a cerrar los ojos y a entreabrir los labios.

No, no le va a parar. De hecho es que no va a intentarlo siquiera realmente. Entreabre los labios y le mira, sin cerrar los ojos. Quizás fuera a ser condenado, pero esto... a él... le parecía la cosa menos aberrante en el universo.

Está bien que nadie esté intentando matarle ahora mismo.

¿Está bien? Sí. Eso siempre está bien. ¿O por qué lo dicen?

Para variar...