Crowley sale corriendo en dirección contraria, hacia el baño o donde sea para entonces, no necesitábamos más exorcismos, gracias.

Y es más o menos el mismo momento en el que Gabriel le pone la mano en el hombro a Aziraphale con su sonrisa de anuncio de pasta de dientes.

La gente ya no tiene respeto, ¿no veis que estaban en mitad de algo aquí? La verdad es que Aziraphale le sonríe poco esta vez.

—Gabriel.

—Aziraphale... ¡aquí estás!

—No he tenido una buena semana, Gabriel.

—Llevas como una semana completamente desaparecido sin que podamos localizarte. Estábamos preocupados.

Le mira de reojo y es que aún puede sentir la mano de Crowley en la suya...

—Estaba en un calabozo en el infierno...

—Oh... ¿de veras?

¿Qué clase de pregunta era esa? Respira profundamente.

—En algún punto fui transferido aquí a la tierra, y es donde conseguí escapar un par de días más tarde.

—¿Cómo? —Gabriel levanta las cejas bastante impresionado y se sienta dónde estaba sentada Crowley.

Aziraphale le mira a los ojos, casi indignado de que esté sentado ahí. Como si fuera un lugar sagrado que solo Crowley podía ocupar. Hace un esfuerzo por sonreír y falla bastante.

—Bueno... supongo que e-el afecto que siento por uno de ellos hizo que se confiaran demasiado. Igualmente tuve que dejarles inconscientes. ¿Sabes que intentaron cortarme las alas?

—Debes estar horrorizado. ¿Qué tal si me lo cuentas de vuelta a tu biblioteca?

Aziraphale suspira. Llevaba días sabiendo que esto iba a pasar, huyendo de ello desesperadamente. Y aun así... sabía que llegaría el momento en que tendría que enfrentarlo. Pero... era muy pronto. MUY pronto. Aún quería darle besos a Crowley y averiguar sobre el huevo y... leer en la sala de Crowley. Ugh, ¿¡cómo había desperdiciado la tarde enfadándose con ella?!

—Ehh... vale. Sí. Aunque estoy agotado, Gabriel, necesito estar solo y... pensar.

—No, no, no... Desde luego que no. Si te han llevado al infierno y casi te matan... lo último que vamos a arriesgarnos es a que te pase de nuevo —se pone de pie.

Aziraphale se humedece los labios y piensa que deben estar aún medio rojos y embarrados del beso. Se limpia con la servilleta y saca dinero para pagar.

—Puedo arreglármelas solo, Gabriel.

—Aziraphale... —le da unas palmaditas en el hombro—. Está claro que estás bajo las secuelas post-traumáticas de un secuestro y la tortura, pero no es necesario ser más valiente de lo que ya has sido. Vamos, déjate ayudar.

Es que le odia. Le odia con ganas y es ese tipo de sentimiento que una vez se tiene es difícil echar atrás. Ni aun siendo un ángel.

Gabriel le hace una sonrisa del millón de dólares y le tiende la mano para que se levante.

Aziraphale se levanta sin tocarle y él hace un gesto con las manos dando una palmada de manera que la mano tendida y no tomada quede natural.

Aziraphale camina hacia la puerta guardándose el teléfono de Crowley en la chaqueta y pensando que tiene que calmarse. De verdad tiene que calmarse antes de meterse en más líos. Toma aire profundamente otra vez.

—Gracias por venir a buscarme. Tenía hambre y... fue el primer lugar abierto que vi después de escapar. ¿Cómo me encontraste? —sonríe otra vez, y esta vez le sale un poco mejor.

—Hace días que te buscábamos, hoy es el primer día que notamos tu presencia en la tierra.

Además, mentiroso.

Ah, no es posible que Crowley tenga algún sistema... de... ocultación o... whatever.

Igualmente si es así Aziraphale no lo sabe y piensa que Gabriel es un mentiroso. Jum!

—¿D-de verdad me buscaban?

—Sí, claro. Uriel y Sandalphon están aquí desde hace días. Las cosas de tu biblioteca han estado desapareciendo y hasta sufrieron el ataque de un demonio.

—D-Desapareciendo... ¡Ugh! ¿Y un ataque?

—Sí, ahora lo verás. Por suerte pudieron ahuyentarlo y no ha vuelto.

—Bueno, ahora que esté yo ahí no volverá a pasar...

—¿Cómo es que pudieron... capturarte? Hacía mucho que esto no sucedía.

—Crowley ha estado... bastante más activo últimamente de lo que había estado en años. Y... bueno, no lo sé. Pero de verdad, mira, estoy bien y entero. Puedo arreglármelas solo, estoy seguro de que tienen todos ustedes cosas mucho más importantes que hacer.

—¿El demonio Crowley fue quien lo hizo?

—Con ayuda de otro.

—Supongo que le habíamos subestimado —asiente Gabriel saliendo del restaurante. Aziraphale le mira de reojo y... es que está tan cansado del cielo y del infierno siendo todos unos idiotas...

—¿Sabes que tiene las mismas instrucciones que tengo yo?

—He sido... recientemente informado de ello. Por eso hemos decidido asignarte un agente para ayudarte en esta misión —mira la calle y para un taxi.

—No quiero un agente.

—Entiendo, pero no podemos arriesgarnos.

—¿Arriesgarse a qué? —frunce el ceño y es que... tiene que calmarse.

—A que ganen ellos, desde luego —abre la puerta del taxi metiéndose dentro primero.

El de ojos azules le mira de reojo un segundo, desde luego que querían que fuera un bonito empate. No que ganara el cielo ni que ganara el infierno.

—No necesito un agente.

—Aziraphale, por favor... entra al coche. Vamos a revisar tus alas y ver como podemos resolver este asunto de la biblioteca, ¿de acuerdo?

No quería que nadie le revisara las alas, Crowley ya se las había revisado. Tampoco quería que nadie estuviera en la librería. No quería nada. NADA que tuviera que ver con ellos y cuando cae en la cuenta de ello... traga saliva, asustándose y metiéndose al coche.

Gabriel le pide al taxista que les lleve a la biblioteca del Soho. Con lo que el taxista se queda un poco pillado por sorpresa.

Aziraphale tarda unos segundos en caer en la cuenta de que tiene el que decirle al taxista que hacer

Ni siquiera suena Queen en este coche.

Ya. Ya. Y está el horrible asunto de pensar que quizás va a CAER por no querer tener que ver con el cielo.

No te va a gustar el infierno tampoco #JustSaying

No, ¡si caer no quiere! ¡De ahí el susto! Susurra en su cabeza una bonita plegaria a Dios, que dice algo en la línea de "Help" Y luego nota al fin que el taxi no se mueve.

"I need sombody... Help. Not just anybody... heeeeeelp" suena en la radio.

—¿Q-Qué pasa? —pregunta al taxista

—No sé dónde está esta biblioteca que dicen.

—Oh... no, no. Es una librería —explica y le da la dirección y ahí se dirigen.

—¿Entonces? —pregunta Gabriel.

—¿Entonces? ¿Entonces qué? —suena tan irritado.

—Pues ¿qué te pasó?

—Estaba investigando cómo matar a Crowley en... la biblioteca pública —Se humedece los labios.

Gabriel asiente.

—Y al salir, ehm... llovía. Me puse a rezar como hago siempre que camino en la calle —si serás absolutamente mentiroso, pero vale, era... una mentirita blanca—. Cuando sentí un golpe fuerte en la nuca y me desvanecí.

—Oh —asiente un poco horrorizado.

—En realidad, creo que es algo que será cada vez más frecuente con esta nueva disposición. Si yo ataco a un demonio, es altamente probable que ese demonio ataque a un ángel. No se necesariamente a mí. Mañana podrías ser tú.

—Entiendo —le mira de reojo.

—No sé... Si valga tanto la pena. En fin, como siempre, haré lo que el cielo pida —le mira de reojo y le sonríe—. Pero te puedo decir que las cosas que le hicieron en el infierno no se las deseo ni a mi peor enemigo.

—¿Qué te hicieron?

—Además de, cómo te he dicho ya, intentar arrancarme las alas una y otra vez de todas las formas posibles, incluyendo fuego infernal, desde luego... Crowley me... asaltó sexualmente —no le mira y se sonroja un montón al decirlo.

Gabriel parpadea... una... y otra... y una tercera vez.

—Además de golpearme, arrancarme los dientes, arrancarme las uñas... sinceramente, Gabriel, pensé que tenían acuerdos con el infierno —le mira de reojo y se aclara la garganta—. No pensé que PUDIERAN hacer eso a un ángel.

—Desde luego que no hay ningún acuerdo con el infierno —carraspea.

—¿Me estás diciendo que el infierno puede hacer esto a cualquier ángel en cualquier momento?

—Por eso debemos protegernos.

—¿Por qué nunca has matado a Belcebú?

—¿Qué? —levanta las cejas tomado por sorpresa con la pregunta.

—Seguro has tenido la oportunidad. ¿Por qué no hacerlo?

—No... —vacila un poco—. No es así como funcionan las cosas, Aziraphale.

—Es exactamente como me estás enseñando que funcionan. Matar a mi contraparte en la tierra —le mira de reojo otra vez.

—¡Según el plan! ¿Crees que esto es algo que he decidido yo?

—Pero no sabemos nada del plan... ¿cómo sabes que el plan es matarle y no usarle?

—No es nuestro deber cuestionar el plan.

—¡Desde luego que no estoy cuestionando el plan! Solo me pregunto... si matarle es realmente el plan.

—El plan es mucho más grande que tú o ese demonio.

—¿Pero no crees que podríamos todos ayudar más al plan estando aquí que no estando? Yo quiero ayudar, Gabriel... quiero hacer feliz a Dios, pero matar... matar es horrible —asegura de manera mucho más sincera de lo que lo ha hecho en toda esta conversación.

—A veces hay que hacer... sacrificios por el bien mayor. Y de todos modos se trata de erradicar el mal. No es como que estés matando a un humano o a un ángel.

—¿Has matado a algún demonio alguna vez? ¿Matarías a Belcebú? —agrega antes de que pueda contestar.

—La integridad del cielo es lo que prima —responde en ese tono solemne y distante.

—Desde luego —suspira porque... hablar con este hombre es imposible. Se acurruca contra la puerta del taxi, pensando que no está listo para nada, para ir a su librería y además tener a un compañero...

Gabriel se lo piensa un poco y enseguida decide que lo que acaba de decirle tiene perfecta lógica y el taxi les deja en la librería.

Aziraphale se baja casi hasta arrastrando los pies. Su librería. Su hermosa librería tomada por el cielo.

Gabriel se baja sin más y el taxista les grita a ambos para que le paguen, a lo que el arcángel no hace ni caso.

Aziraphale saca dinero y le paga después del grito. Vale, vale, perdone buen hombre.

A lo que Gabriel entra a la librería saludando a los otros dos.

Aziraphale arrastra los pies hacia la librería. Hemos visto gente más feliz yendo al paredón que Aziraphale hacia su librería el día de hoy.

Y es que entre uno y otro... no sé qué debe quedar ahí dentro realmente. Aziraphale mira a su alrededor. Un papel con una lista de la compra antigua con letra de Aziraphale debe ser lo único que vuela por ahí "Salmón, mayonesa, chocolate, té, miel, Thylosa, agar-agar, chucherías."

Sandalphon y Uriel intercambian algunas palabras con Gabriel.

—¿Alguno de ustedes puede explicarme dónde están mis cosas? —protesta con el ceño fruncido al notar que no hay... NADA porque él no había llevado EN LO ABSOLUTO todo. Y la librería es un DESASTRE.

Los tres se giran a él.

—Esto no es tener un compañero, esto es... es... ¿¡qué han hecho aquí?!

—Los libros están desapareciendo desde hace tres días —explica Uriel.

—Además fuimos atacados —añade Sandalphon.

—¿Dónde has estado tú? —protesta Uriel hacia el recién llegado.

—¡No toquen mis cosas! ¡No sé ni siquiera que hacen aquí! —chilla Aziraphale usando la rabia de esto como excusa para desahogarse de la rabia que le da todo lo demás.

—Aziraphale... Sandalphon va a ser tu compañero en esta misión —le explica Gabriel, señalándole.

—¡Ha destruido mis cosas!

—En realidad, no sabemos qué ha pasado con los libros y si acaso, lo hizo el demonio que nos atacó —se defiende Sandalphon.

—No tendrían ni siquiera que estar aquí si no estoy yo, ¡esta es mi casa!

—Estábamos esperándote, no se suponía que tardarías tanto en regresar —replica Uriel porque además lleva aquí tres días con Sandalphon y ya está de él hasta los huevos.

—Por lo visto Aziraphale ha sido secuestrado. Es un milagro que esté con vida —explica Gabriel intentando calmar la pelea.

—Pero a nadie le importa nada de esto, están... aquí todos... ¡tocándolo todo! —sigue irritado Aziraphale.

—¿Secuestrado? —pregunta Sandalphon.

—Ha sido un héroe —asegura Gabriel poniéndole las manos sobre la espalda—. Deberías sacar las alas para que Uriel les eche un vistazo.

—Claro que secuestrado. ¡Secuestrado y torturado mientras ustedes están aquí destruyendo mi propiedad! —es que está tan enfadado.

—Calma, calma, ya estas con nosotros, estás bien ahora —más palmaditas de Gabriel.

¡Es que querría matarles a todos! Está a punto de gritarles y de echarles a los tres de aquí. A gritos y golpes si es necesario. Igualmente saca las alas, apretando los ojos.

—Si Sandalphon va a venir a vivir aquí, va a necesitar una casa suya, propia, y un negocio que haga que se mezcle —advierte intentando respirar con calma.

—Será... tu ayudante, cuando recuperéis los... objetos que faltan —explica Gabriel señalando las estanterías vacías.

—No, no será mi ayudante. Va a venderlo todo y no tiene idea de libros. Que tenga un negocio propio.

—Venderá lo que tú le digas, ¿verdad? —Gabriel mira a Sandalphon y luego le hace un gesto a Uriel para que le mire las alas, ella se acerca a regañadientes.

—No, no lo va a hacer. Que venda dulces si quiere, pero ¡NO puede estar aquí! ¡Mira lo mal que cuida todo! ¡Son mis cosas! Además no puedo creer... ¿¡lo que siento es suelo consagrado?!

—Es protección extra, ¡no podíamos creer que no lo hubiera hecho! —chilla un poco Sandalphon.

—Aziraphale, está aquí para ayudarte a protegerte. No es conveniente que estéis en lugares separados —insiste Gabriel.

—¡Esto es un sitio público! ¡No tiene por qué ser consagrado! Es mi librería, mi casa, ¡mis cosas! Gabriel, no podemos vivir juntos. ¡No PODEMOS vivir juntos!

—Sus alas están perfectas —interviene Uriel levantando una ceja porque es que ni una pluma torcida tiene.

Los tres le miran con una ceja levantada porque... ¿no que le acaban de secuestrar?

—Las he arreglado lo mejor posible —se sonroja pensando en Crowley arreglándolas—. Son la cicatrices... ¡me las intentaron cortar, no despeinar!

La verdad, no parecen muy convencidos.

—Míralas, ¡hay cicatrices aquí! ¡Muchas! —protesta señalándose donde.

—Entonces... —Gabriel toma asiento en un sofá que Crowley aseguraría que nunca había visto antes ni sabía que estaba ahí pero que ahora estaba perfectamente despejado—. Mejor cuéntanos lo que te han hecho más detalladamente.

—¡Estuve días en una mazmorra del infierno, siendo golpeado, maltratado y humillado constantemente por Crowley y Hastur! ¿Qué es lo que quieres que cuente? ¿Cómo me arrancaba los dientes a golpes? —protesta sumamente frustrado yendo a buscar una botella de vino y acordándose que se has ha llevado. Vale. Va a preparar te. Y va a ponerle ron al suyo, diga Gabriel lo que diga.

—¿Crowley no es...? —empieza Uriel. Aziraphale recoge sus alas y enciende la tetera, mirándole de reojo.

—El demonio que tiene encomendado matarme. Sí que lo es.

—El demonio del que estás enamorado —replica ella.

Aziraphale se sonroja con eso, dándoles la espalda para hacerse el té. Gabriel acaba de acordarse de eso y Sandalphon se ríe un poquito.

—Golpeado por el demonio al que amas... apuesto que hasta lo disfrutaste.

—¿No es el que has dicho que ha abusado de ti? —pregunta Gabriel.

—No, no lo disfrute —responde escueto Aziraphale, sin mirarles. Son tres contra uno es... ¡esto es bloody injusto!

—Sexualmente, lo has dicho antes en el taxi —insiste.

—Sí, es él —responde entre dientes.

—¿No se supone que él estaba tan enamorado de ti de vuelta? —añade Sandalphon y Uriel levanta las cejas con lo del abuso sexual.

—Evidentemente no lo está —agrega Aziraphale aún sin mirarles, rojo como un tomate—. Nadie enamorado de nadie podría hacer algo así —¡Y es que, habían estado a treinta segundos de casarse! Se toca el anillo en el dedo muy sutilmente, apretando los ojos.

—Pero tú si lo estás —insiste Uriel.

—¿Qué fue exactamente lo que te hizo? —pregunta Gabriel.

Aziraphale piensa en los besos, en ella encima de él. En las caricias y la sonrisas y las risitas de Crowley en su cuello.

—Forzó su... cuerpo en el mío.

—Necesitabas un cuerpo compatible para eso, ¿no? —pregunta Sandalphon que sí se acuerda de Sodoma y Gomorra.

—No quiero hablar de esto —asegura Aziraphale sentándose con su taza de té.

—Es importante que lo sepamos, para saber a qué atenernos —en serio, Gabriel... ¿tú te oyes? Aziraphale le mira.

—Bueno, si va Hastur a abusar de ti, créeme que va a ingeniárselas. Aunque si va Belcebú... —agrega mirándole a ver si... hay alguna reacción.

Gabriel levanta una ceja... y se ríe.

—¿Qué? —parpadeo

—Eso sería digno de verse —se sigue riendo Gabriel y los otros dos sonríen un poco porque aunque no le ven la gracia, pues si Gabriel se ríe...—. Tienes unas ideas muy curiosas, Aziraphale.

—¿Digno de verse? ¿Por?

—De todos modos, bromas aparte... esto os concierne a vosotros dos.

—¿Qué cosa? —pregunta Aziraphale.

—Si volvieran, los que estaríais aquí sois vosotros dos —Gabriel señala a Sandalphon y a él.

—Todo fuera que Crowley le hiciera a Sandalphon lo que a ti —añade Uriel. Aziraphale aprieta los dientes solo con la idea.

—Pues podría pasar. O Hastur.

—Es asqueroso —protesta Sandalphon. Aziraphale piensa que no tienen NI IDEA.

—Por cierto... ¿alguien quiere té? —intenta cambiar un poco o el tema, pensando en qué demonios va a hacer con Sandalphon aquí, por DIOS.

Los tres niegan porque ninguno de ellos come o bebe.

—Entonces, volviendo al tema —pide Gabriel, que no parece haber estado tan interesado en algo en su vida.

—Sandalphon va a necesitar aprender a comer...

—¿Por? —protesta Sandalphon—. He venido otras veces, solo hay que decirles que estoy haciendo el rantamplán.

—Ramadán. Y no, eso no funciona ahora y menos aquí. Necesitas comer y beber.

—Gabriel, hemos hablado de esto... —lloriquea Sandalphon.

—Sandalphon, no te va a pasar nada, puedes incluso escupirlo disimuladamente —responde Gabriel porque eso le da igual y si de algo puede estar seguro Aziraphale, es que esto no es personal... y que a Sandalphon le fastidia tanto como a él—. Aziraphale te enseñará a hacerlo... y si queréis, bajaré un par de veces a la semana a ver como os va —propone.

Aziraphale aprieta los ojos.

—A menos que quieras tener tú casa y vivir en ella y un negocio y no comer si no quieres. Aquí uno come y va al baño.

—No, no, eso está fuera de discusión —replica Gabriel—. No espero que tardéis más de unas semanas en acabar esto.

—No, no vamos a tardar unas semanas. No es fácil, Crowley —Aziraphale se cruza de brazos con esto.

—Pero ahora sois dos. Igualmente, quiero reportes cada dos días. Incluido uno sobre los... sucesos durante el secuestro. Para el archivo. Tan detallado como sea posible.

Aziraphale suspira. Hacer reportes no es tan terrible, el problema de todo es Sandalphon.

—Gabriel... de hecho, después de lo que ha pasado ahora, quería... pedir unos días de vacaciones.

—Una vez termines esta misión, lo organizaremos —responde conciliador.

—No, no una vez termine esta misión. Gabriel, casi me muero...

—Lo entiendo, pero ahora mismo no podemos relajarnos. El éxito de la misión se vería comprometido y es peligroso a lo que pudieras verte expuesto si te damos días libres. Ya casi te matan una vez.

—Quizás si me voy lejos... unos días. No tienen que ser muchos.

—Tendría que ser en el cielo, donde te podamos... proteger —se pronuncia proteger, se escribe vigilar.

—No quiero ir de vacaciones al cielo... —suspira otra vez porque ¡no le dan una sola! —. Vale, olvídalo.

—Bien —se pone de pie dispuesto a irse y... suena el teléfono. El de la rueda.

—¡Yo contesto! —Aziraphale se levanta casi corriendo.

Los otros tres le miran contestar de espaldas a ellos.

—Librería A Zira Fell.

—¿Hola? —es una voz de mujer, con acento americano.

He... llo? —el tono un poco decepcionado.

—Demonios, ¿estoy llamando a A. Z. Fell and Co? ¿Está abierto?

Yes —Suspira.

—¡Aleluya! ¡Llevo como tres días llamando!

—Igualmente acaban de medio destruir la librería y no hay muchas cosas. ¿Que buscaba?

—Creo que... Mire, tengo que contarle algo un poco difícil de explicar. Pero creo que le interesaría venir a verme.

—Bien, bien. Deme sus datos —Suspiiiiira.

—Mi nombre es Anathema Device, vivo en Villa Jazmín, en Tadfield. ¿Sabe dónde está?

—¡Oh! —sonríe—. ¡Claro! Iré... iré en cuanto pueda.

—¿Sabe cuándo será? ¿O le dejo mi número? Es para estar en casa.

—Trataré de que sea pasado mañana, my dear —mira a los otros de reojo.

—De acuerdo, le dejo mi número... ¿Tiene para apuntar?

—Sí —responde escribiéndolo mientras ella se lo da y cuando acaba no puede evitar...—¿Está todo bien?

—¿A qué se refiere?

—Que si estás bien, Anathema —pregunta en un susurro al ver que los otros no le hacen caso.

—¿Yo? Sí, ¿por?

—No, no... Solo me preocupaba lo... bueno, es igual. Te veo pasado mañana.

—Está bien —asiente—. Buenas noches.

—Buenas noches.

Ella le cuelga un poco extrañada porque este hombre sonaba como... si la conociera de algo.

Otro suspiro. Saca el teléfono de Crowley y lo mira.

Debe haber un millón de avisos de cosas variadas.

Ugh. Esta tecnología estúpida. Saca sus lentes para verlo.

Emails, tweets, avisos de instagram, de youtube, alarmas, de facebook, de snapchat, de candycrush, whatsapp y hasta de tinder. Y quién sabe qué otras redes sociales más. Hay hasta del periódico y de flipboard y de las newsletter de gatos y crochet.

¡De Tinder! Aziraphale se ofendería si supiera qué demonios es p ero como tantas cosas en esta vida... ignorance is a bliss. Dios mío con el agobio de teléfono.

Y sigue vibrando y vibrando por quién sabe qué.

—Bueno... creo que voy a irme a dormir.

—¿Ahora duermes? —pregunta Gabriel extrañado. A partir de hoy duermo, piensa para sí.

—Sí —asiente porque lo que pasa es que quiere estar solo unos minutos—. Sandalphon, puedes leer mientras no estoy.

Sandalphon mira a Gabriel porque esto es inaudito e intolerable. Gabriel se encoge de hombros.

—Las noches son muy largas si no... No sé, quizás quieras salir o algo.

—No salgáis solos. No nos arriesgaremos a otro accidente —advierte Gabriel.

—Si no hubieran desarmado todo este lugar podrías tener más entretenimiento, Sabdalphon —Aziraphale se encoge de hombros—. Quizás quieras aprender a dormir.

—¡No voy a aprender a dormir!

—Vale. Uriel, Gabriel. Hablamos luego —camina hacia las escaleras. Puede que se aficione al teléfono ahora que esté... así en las noches.

De repente suena el timbre mientras Gabriel y Uriel van a la puerta. Aziraphale se detiene en el umbral de las escaleras... girándose a la puerta con cara de... "¿y ahora qué?"

—Ehm... pueden...

Ojos en blanco de Sandalphon, pero ahí van a la puerta, los otros dos igual se iban. Aziraphale sonríe de lado pensando que esto puede tener cierta gracia puesto así. Gabriel había dicho que era su AYUDANTE.

Y en la puerta hay un chico con el ya archiconocido uniforme de Uber eats.