Y... ahí va el milagro angelical porque no quiere hacerle sentir mal, no quiere eso ni un poco.
Ngk!
Aziraphale aprieta los ojos y se separa del beso con la protesta.
Ahí está con los ojos en blanco porque le está llegando toda la memoria de golpe.
El ángel pega su frente a la de Crowley y aprieta los ojos, asegurándose de no quitarse antes de tiempo, que respira un poco agitadamente todavía, abrazándole.
—¡Lo siento, lo siento, no quería hacerte sentir mal! —le besa la frente
—¿Q-Qué?
—Crowley? —susurra con los labios sobre su frente.
—Ugh... me duele la cabeza.
—Oh... —le pone una mano en la frente ahora e intenta arreglarlo—. ¿Sabes quién soy?
—Ojalá no lo supiera.
—¿Y ahora por qué?
Sonríe un poco.
—¿Eres Crowley... mi Crowley?
—No —miente tras una pausita, humedeciéndose los labios.
—¿Cómo que no? ¿Cómo sabes?
—Recuerdo... ehm... cosas vagas de... hoy y... nada más.
—¿¡Y nada más?! —pregunta un poco estresado el muy inocente.
—N-Nada.
—¿¡Sabes quién soy o no?!
—Mmmmm... no.
—¿N-No? ¡Pero si te he curado del todo!
—No ha funcionado —niega.
—P-Pero... ¿y no recuerdas? ¡Soy yo! ¡Aziraphale!
—Oh... ehm... nice to meet you.
—No, no. ¡Nos conocemos hace milenios!
—Oh, really?
—¡Crowley! —mano al pecho.
—Yes?
—Soy yo, soy angel. ¿¡Cómo no me vas a recordar?!
—Ángel... ¿Así te llamas? Antes has dicho otro nombre... así como... ¿"Aereopostal"?
—Aziraphale —se separa un poco para mirarle, más preocupado. ¿Y si de verdad en el infierno le habían hecho algo para olvidarle? Sería otro golpe macabro genial. Le vuelve a poner una mano en la cabeza
Se aparta porque... a ver si lo va a dejar tonto de tanta curación. Más.
Quizás le quita lo tonto.
—¡No te quites!
—Claro que me quito.
—¡Te estoy curando!
—¿Cómo?
—Pues con la mano, ¿cómo que cómo? Soy un ángel, puedo curarte con el tacto.
—Espera... ¿qué? ¿Eres un ángel?
—W-What?!—se separa un poco más y levanta la cejas.
Crowley le mira de arriba abajo levantando las cejas. Aziraphale se cubre, porque... está desnudo, por el amor de Dios ¡y no podría parecer menos angelical!
—No pareces para nada un ángel...
Se sonroja completo. Hasta el pelo parece rosado, sentándose en el sillón y dándole la espalda. Traga saliva
—Eres demasiado sexy para ser uno —añade antes de que empiece a hacer drama o algo.
—Pero soy un a... whaaaat?!
—Los ángeles no son así —carraspea y sonríe.
—¡Si lo somos! ¡Yo soy uno! —chillonea un poco, apretando los ojos y chasqueando los dedos para vestirse. Vamos, al menos le parece sexy... pero ¡no es el punto!
—Claro que no...
—¡Que si que lo soy! ¡Y tú un demonio!
—Pareces un demonio tú también.
Lo que ha dicho. LO QUE HA DICHO! Aziraphale. exe ha dejado de funcionar. Se gira a mirarle con la boca bien bien bien abierta y Crowley sonríe de lado.
—¡¿Pero qué dices?!
—La verdad.
Saca sus angelicales alas y... ahora son negras. Aziraphale muere de un infarto. Fin de la historia.
Vale, no... venga. Saca las alas, blancas...
—A lo mejor las has teñido.
—¡No las he teñido!
—Bueno, desteñido.
—¡Tampoco he desteñido mis alas! —se las mira de reojo.
—Vamos a ver —se levanta, sin vestirse.
Aziraphale abre los ojos un poco azorado, mirándole el abdomen, los pelitos que trazan el camino a... ahí abajo y los huesitos de la cadera... que es lo que más le gusta de esa zona habitualmente oculta.
—Eh, mis ojos están aquí arriba —igualmente se sonroja un poco. Sacude la cabeza y le mira a la cabeza, porque sí que se había perdido.
—D-Disculpa...
—Sí, claro...
Gira la cara del todo, sintiéndose cada vez en menos control de todo esto... sin notarlo. Si, ha vuelto el Crowley que te maneja mejor, él pasa la mano por encima de sus plumas, acariciándole y le da un ESCALOFRÍO.
El demonio sonríe de ladito y decide hacer que las plumas se cubran de... tinta negra a medida que pasa las manos.
—Se te está yendo el desteñido.
—¿¡Q-Qué?! —le mira de reojo... y ¡casi tiene un Infarto!
—Pues... —pasa la mano rápidamente en un movimiento teatral. Es que los ojos cuando los abre cuando ve NEGRO.
—No... ¡No! ¡NO! No, no... ¡No! —el mega sustazo. Gira más, da dos pasos de lado y se cae sobre la mesita. Crowley levanta las manos, soltándole.
—C-Crowley! ¡Si están negras!
—Ya lo veo...
—Será que...
—¿Qué?
—¡Yo soy un ángel! —le necea—. No soy un demonio, ¡no puedo caer por quererte! ¡Eres mi marido!
—¡Qué voy a ser tu marido si ni te conozco!
Looos ojitos que le echaaaaa, guarda las alas de golpe y empieza a sacar unas conclusiones complejas... quizás Crowley no le reconoce porque está cayendo ¡Porque cuando caiga ya no será Aziraphale! Será un demonio raro con un nombre raro de demonio y quizás ahora tenga otras labores... como lavar los baños en el infierno y Belcebú será su jefa... ugh.
—Demonio —le llama, dejándose caer en el sofá y sonriendo de lado. O sea, el pasatiempo de enloquecer a Aziraphale...
—¡No! ¡No soy un demonio! —inssite
—Estás sacando conclusiones y agobiándote por nada otra vez.
—¿¡Cómo me voy a estar agobiando por nada?! —se lleva las manos a la cabeza, agobiado y sacando conclusiones por nada otra vez.
Ojos en blanco.
—¿Qué?
—Nada, nada... sigue.
—Pero no soy un demonio, ni me siento... ¡un demonio! ¡Ni quiero serlo! ¡Me gusta ser un ángel!
—A todo el mundo le cuesta asumirlo al principio.
El ángel le mira y se tapa la boca. El demonio sonríe un poquito pero es que... mira que agobiado está.
—A-Aunque a lo mejor es otra cosa —eres tan débil a la presión psicológica que te influye él.
—No, seguro, SEGURO es esto. Si hasta me lo advirtieron. Confraternizar con un demonio...
—Disculpa, no sabía que eras TÚ el que tenía experiencia previa en esto.
—¿¡En qué?!
—Caer.
—P-Pues... ¡tú deberías saberlo!
—¡Por eso te digo que no es eso!
—¿Y qué es?
—Quién sabe, alguna enfermedad, como todos esos corazones que tienes en el cuerpo.
—Cuáles corazones que... —se detiene. Le mira a los ojos—. ¡Eeeeespera!
Parpadea
—ANTHONY J. CROWLEY! —Le señala con el dedo.
Abre la boca para llamarle "Principality Aziraphale" como siempreeeee pero no, se supone que le ha olvidado.
—Demon —decide llamarle finalmente como respuesta.
—¡Sí que sabes quién soy si te acuerdas de los corazones! ¡Y no me llames demon!
—No sé si los tenías o no antes, solo los he visto.
—¿Cuándo me los... cómo me los...? —Aziraphale abre la boca sin esperar eso.
—Estabas desnudo hace un segundo.
—¿Cómo sabes que es una enfermedad? —vacila.
—Parecen... como... escorpión o como sea.
—¿¡Escorpión?!
—La enfermedad —se refiere al sarampión y de todos modos creo que la confunde con la varicela.
—¿Escorpión? —parpadea porque aún no le pilla lo que quiere decir—. ¡Has visto que eran corazones! A mí no me engañas.
—Estabas a menos de un palmo de mí.
—¡No estaba tan cerca! —se sonroja un poquito otra vez... y decide ir a por su vasito de whiskey.
—Completamente sobre mí. Desnudo. ¿Qué estábamos haciendo? —sonríe un poco maligno con esa pregunta. Aziraphale aprieta los ojos y se acaba el whiskey de un trago.
—Estábamos... doing the tango just for two.
—Oh... ¿y así quieres que te crea un ángel?
—You are my husband!
—A fucking... angel, you are.
—Ningún... ¡No veo ninguna necesidad de decir esas palabra!
—Pues con las actividades recientes a mí me parece un buen matiz.
—Oh, cierra la boca. Como si tu no fueras... ¡un cachorrito bonachón y suavecito!
—Excuse me? —frunce el ceño.
—Quizás a ti se te estén enrubieciendo las alitas.
—No se me enrubiece nada, no seas ridículo.
—Las alitas se te están haciendo blancas a ti también... ¿tú crees que solo a mí se me pega lo demoníaco contigo? Quizás tú tengas una enfermedad en la que se te pegue lo angelical... como si requirieras.
—Eso quisieras tú, que me devolvieran a mí al cielo.
—¿¡Y para qué iba yo a querer que te devolvieran al cielo?!
—No lo sé, supongo que podrías decir que has... resarcido a un demonio.
—Y luego morirme de la aburrición. Serías TAAAAAAAN buen ángel.
—No sería un buen ángel —frunce más el ceño.
—Serías un perfecto ángel. PERFECTO. Bueno, suave, amable y dulce.
—No soy nada de todo eso.
—Eres mucho más bueno, suave, amable y dulce que yo.
—¡Eso no es verdad!
—¡Es completamente cierto!
—No lo es —sisea incorporándose y acercándosele.
—Lo es por completo... que tengas ojos de demonio, alas de demonio y actitud de demonio no hacen que yo que te conozca no pueda ver tu... real naturaleza —eso ya se lo estás diciendo así porque quieres marcha.
—¡Esta es mi real naturaleza!
—¿Cuál exactamente?
—Solo porque sea yo un poco razonable y no esté intentando matarte...
—Ohh... —sonríe un poco, de lado—. Llevas demasiado tiempo siendo razonable.
—¿Así que ahora vas en plan suicida?
—Kamikaze. Venga... es tu oportunidad.
Chasquea los dedos y se le prende fuego al vaso que Aziraphale tiene en la mano. Aziraphale traga saliva, pero no suelta el vaso. De hecho se lo acerca a la boca un poco.
—Wait!
El ángel se detiene y le mira.
—I am a man!
Aziraphale suspira con eso y deja de sonreír.
—¡No debería! ¿Qué ha pasado?
—Has perdido la memoria... eso ha pasado —Le mira un poco desconsolado con ello.
—Pero... debiste detenerme. No, no... mierda, hice esto al salir del infierno, no estabas ahí. Ugh. Fuck.
—Eras aún una mujer cuando te vi en el infierno... y la siguiente vez... eso es —se mete una mano en el bolsillo y suspira otra vez, sin mirarle—. Supongo, que es lo mejor, zanja todo.
Crowley bufa lastimosamente.
—A quien engañamos... No hubiera ido bien —da un pasito hacia él—. De hecho hubiera ido mal... solo es que…
—A-A lo mejor... no.
—Yo pensé que podría... Si lo... deseábamos lo bastante... pensé que...
El demonio se revuelve mirando su vasito.
—Siempre podemos seguir intentando...Y quizás milagrosamente...
—Milagrosamente —repite mirandole de arriba a abajo.
—Pues... quizás —da un pasito nervioso—. Solo quizás... lo logremos.
—Yo no quiero lograrlo —se humedece los labios y se levanta. El ángel toma aire profundamente con eso.
—P-Pero... ¿Ni siquiera un poquitín? Tú mismo has dicho que a lo mejor no sería tan terrible.
—Me parece una estúpidez y tú un estúpido por pensarlo siquiera.
—No lo estás diciendo en serio —hace un gesto con la mano—. Quizás lo dices para que sea todo más fácil y para sacarme la idea de la cabeza... pero se que no te parece estúpido
—¿Qué? ¡No! Lo estoy diciendo en serio because I'm not nice!—chillonea
—Really? ¿¡Vas a ocupar a nuestro hijo para probar un punto y chantajearme?! —Oooojos en blanco.
—Ugh!
—¡Además haciéndome sentir terriblemente mal, y estrujándome el corazón gratuitamente! —se cruza de brazos.
—¡Pues en eso consiste no ser nice!
—¡No! ¡En eso consiste decir una cosa horrible solo para demostrar un punto!
—¡Eso tampoco es nice!
—Es que es mentira lo que me has dicho. Si fuera verdad sería not nice, pero seguuuuro que hasta culpable te sientes —se le acerca, poniendo en vasito fogoso en la mesa.
Levanta las cejas porque CLARO que se siente culpable y le mira de reojo.
—Y estás pensando... "sí que quiero!" Y "yo no quería hacerme hombre y zanjar el asunto"... —le pone una mano en el brazo con suavidad.
—No.
—Mmm... ¿Entonces? —le aprieta un poquito el brazo.
Se gira y le aprisiona contra el sofá echándosele encima en un movimiento rápido.
Vale, vale, vale... si le metes un susto levanta las cejas sin esperárselo
—Entonces. Para. De. Molestarme.
—Y-Yo... —le mira a los ojos y traga saliva, él le mira de un ojo al otro, intensamente—. También te quiero —susurra.
Es que puedes ver en sus ojos como se DERRITE. Mueve la cabeza y la apoya en su hombro, dejándola caer adelante porque no puede con esto, lo desarmas.
Aziraphale le pone una mano en el cuello y le acaricia un poco, sonriendo, porque ¡mira que mono es!
Hace algunos soniditos raros. Opina que eres lo peor y aun no te recuerda
Le mira de reojo con esos sonidos por ser raros. Que va a ser lo peor... Le da un besito en el cuello... y sonríe.
—Me has pegado un enorme susto cuando no te acordabas de mí... aunque... Confieso que hubiera querido hablar más contigo asi todo... desmemoriado.
—¿Por?
—Porque... traías una carita de inocente que... podía comerte.
—¡Claro que no! ¿En qué sentido?
—Quiero imaginar que... era la misma cara que tenía yo en el Edén.
—¿Eh?
—De inocente por completo. No teníamos ni idea de nada. Ni siquiera sabías si se habían comido la manzana.
—Ah... ya. Ha sido raro.
—Me di cuenta de algo. El horrible demonio si corazón que dices que eres...
—Que soy... —corrije. Aziraphale sonríe un poco.
—Siempre pensé que no podía distinguir entre... tu amor... y el mío pero en el momento en que de verdad no me quisiste...
—¿Eso ibas a preguntarme? —se sonroja.
—¿Qué cosa?
—¿Si... te quería?
—¿C-Cuándo? —Se humedece los labios.
—Pues entonces, no sé, tú has dicho lo del amor.
—Lo que quiero preguntarte, en realidad... es cuanto antes de Roma es que... —le pica un poquito, porque le da curiosidad—. Vamos porque puedo ver que en Roma no fue para nada... algo que no quisieras que ocurriera.
—Whaat?
—Ni siquiera me di cuenta al instante... es decir, es que... cuando no te acordabas de mí, el amor SÍ se sentía un vacío absoluto. Pero en Roma...
—N-No es verdad, solo lo dices para que te diga q-que es cierto.
—Viniste aquí y te acostaste conmigo, my dear... de Rome no tengo ni la más mínima duda.
—Claro que no... O sea, lo hice porque te dejaste.
—Me dijiste que me querías... lo dijiste.
—Eh... Era una... forma de hablar. T-Tú lo habías dicho y... sonaba raro no...
—Eres el único ser en el universo que REALMENTE me quiere, Crowley.
—Ehm... Te... soporto, más bien. Pero ¿ves? Si fueras más agradable tendrías más amigos —traga saliva, sonrojándose.
—Probablemente... Aunque no he dicho que no tenga amigos —se ríe.
—Has dicho que nadie te quiere.
—He dicho que solo tú REALMENTE me quieres.
—O sea, los demás no lo hacen de verdad, por tanto, no lo hacen.
—Que si lo hacen... un poco.
—Vale, vale... la infinita defensa del barbero.
—Bueno, ¿¡y tú qué me dices además?! —Aziraphale se ríe.
—¿Qué?
—Nunca me has presentado a tu larga lista de... amigos.
—No te caerían bien...
—¿Por qué? Me caes bien tú.
—Mmm... No se me parecen.
—¿Quiénes son? ¿Por qué nunca me hablas de ellos? —le mira con curiosidad genuina.
—Te pondrías celoso.
—¿Se parecen a mi? —levanta las cejas.
—Mmm... No todos.
—Pero son tus... amigos. Amigos con los que hablas o sales. Amigos así tengo yo muchos.
Crowley se encoge de hombros. Hace una mueca porque... no crean que lo, los ceeeeeloooooooos.
—Bueno, esto solo deja claro el concepto de que yo no soy la unica persona que te quiere a ti en el mundo... pero tú a mí si —determina —, así que no puedo darme el lujo de que dejes de hacerlo.
Crowley le mira de reojo y Aziraphale se sonroja un poco.
—Vamos, al menos estás tú... ¡imagínate un angel al que no quisiera nadie! ¡Seguro eso si que me haría caer! ¡Oh! ¡Caer!
—What?
Saca las alas, porque se había olviddo de que ahora ya no era un ángel completo y la verdad espera que... le salgan negras, NEGRAS esta vez.
Nah, igual y ya ni tienen la mancha. Aziraphale aprieta los ojos.
—¿Qué tan negras están?
—Completamente.
—Queeeeé?! —abre los ojos y se gira a mirarlas. Vale, solo por estas cosas eres un demonio hecho y derecho. Crowley se ríe.
—Holy... sh... Mother of God! —chilla cuando las ve blancas y relucientes. El demonio se ríe más—. ¡Vas a dormir hoy en el sillón!
—Pero si tú no duermes...
—¿Estás diciéndome que soy incapaz de ocupar la cama para otras cosas?
—Estoy diciendo, que si acaso, la cama es mía.
—¿Y no te puedo mandar a dormir al sillón? Buff...
—No, pero puedes quedarte tú aquí si no quieres venir a la cama conmigo —se levanta.
—¡Me parece completamente injusto no poderte echar de la cama! —protesta porque si no protesta, no es Azirpahale, se levanta y se acerca a una de las pilas de libros—. Espera, deja elijo los libros que voy a leer...
Ooooojos en blanco pero se espera. El ángel analiza un poco unos... mueve otra pila, saca uno de hasta abajo, se le caen, los reorganiza un poco...
Crowley le mira brazos cruzados. Chasquea los dedos y hace desaparecer el que iba a elegir. Aziraphale parpadea.
—¡Eh!
—Ese no.
—¿Por qué? ¿Qué te hizo el pobre libro?
—Censura aleatoria. Es por tu bien —Se encoge de hombros. Por molestarte, basicamente.
—Hombre, como si no ruvieramos bastante con el cielo... —protesta más y se pone de espaldas cubriendo los libros para que no vea el siguiente que va a elegir y se lo robe.
—Ese era un argumento tuyo.
—¿¡Censura aleatoria?! ¿¡Cuándo te censuré algo aleatoriamente?!
—Un millón de veces.
—Eso es un poco tu culpa, la verdad.
—"No sé lo que eso tiene de malo pero lo estás haciendo tú que eres un demonio, así que no necesito más pruebas" —le imita.
—Pero yo soy un ángel, my dear... Yo, sea lo que sea que haga, no requiere censura.
—Eso se gana el premio a la cosa más cínica de la noche.
—¿Qué tiene de cínico? Es una habilidad intrínseca —se gira a mirarle y sonríe cínicamente.
—Que es mentira y todos lo sabemos.
—¿Dime qué hago yo que te parece que merece censura? —pregunta tomando unos cuantos libros... y sus panecillos para adelgazar.
—Sinceramente, practicamente todo, bastard.
—¡Pero qué estás diciendo! ¡Como si no fuera yo un buen ángel! —Abre la boca falsamente ofendido.
—Bueno, ciertamente no eres el peor.
—Aun no me has podido decir una sola cosa que haga yo que realmente sea censurable.
—No puedo creer que aun no te sepas los pecados capitales.
—No estoy cometiendo ninguno realmente, ¡tú siempre lo exageras todo! Y me levantas falsos testimonios, que es también un pecado ¿eh?, que lo sepas.
—Pero yo puedo, de hecho es casi obligatorio.
—Blablablá. ¿Vamos a la cama o no?
—¿Puedes volver a decir eso? —saca su teléfono
—¿Qué? Que si vamos a la cama.
Y de hecho, nota que ha perdido su telefono. Joder. Uno más, ya deberías tenerlos por ahí... como los lentes.
Ugh.
¿Quieres el de Aziraphale? Lo trae en el bolsillo y está casi identico a como... se lo dejó Sandalphon.
No. Quiere el suyo. Bloody hell.
Ugh... quizás lo traigas por ahí.
—Agh... —protesta dejando caer los hombros—. Da igual.
—Veeeenga, no estés frustrado —se pone de puntas y le da un besito en la mejilla.
—Pues... mi telefono...
—Ohhh... puede haberse quedado en el Ritz... ¿no crees?
—En... mi bolso. Sí. Y el coche. También está ahí.
—Vamos al rato... quiero hacer otra cosa.
—Yo quiero dormir por como tres días.
—Puedo... hacerla mientras duermes.
—¿Qué quieres hacer?
—Hablar con Gabriel.
—¡No!
—¿Por? —se muerde el labio.
—Porque es un idiota y... a saber qué te dice.
—Necesito saber qué le ha dicho Sandalphon... de lo que ibamos a hacer en el infierno. Seguro le ha dicho que pretendía acostarme contigo ahí.
—Él ha sido quien lo ha detenido todo.
—¿Sandalphon?
—No... Gabriel.
—W-What? —Vale... cuatrocientos parpadeos...
—Ha bajado ahí como un... ja-ja ángel bajado del cielo a salvaros. Por favor, contén tu excitación —pone los ojos en blanco desde ya. Aziraphale sigue parpadeando.
—¿¡A... salvarnos?! Yo no... cómo es que...
—Lord Belcebú os ha hecho desaparecer, creo... o sea, Gabriel no habría podido hacerlo.
—B-Belce... bú? ¡Oh! Cielos. Y Gabriel vio que... ugh —se sonroja.
—Como me metías la lengua hasta la garganta. Sin que nadie te obligara. Sí.
—¡No hacía eso! —Se cubre la cara con un libro.
—Y la mano en el culo, no creas que no lo noté.
—¡Había que ser convincentes!
—Extremadamente...
—¡Me dijiste que iban a matarte!
—Será eso.
—Y había, ehm, un poco de público —agrega sin mirarle—. No iba yo a dejar que alguien pensara que no habías conseguido lo que has conseguido —Aziraphale el sacrificado.
—¡Un poco! Por lo menos está claro que eso no te corta.
—Todo el infierno SABE ya que estoy... bueno... que me gustas. Mejor que Hastur vea lo que pasa con quien sí me gusta a lo que cree que puede pasar con él.
—¿Ahora resulta que le gustas a Hastur?
—¡No! Hastur quería... introducir sus partes.
—Eso suele querer la gente a la que le gustas.
—Tú crees que yo le gusto a todo el mundo, my dear.
—What? ¡No! —se sonroja.
—Y con trabajos te gusto a ti... aunque digas que estoy gordo.
—Exacto, además, la mayoría de la gente es demasiado idiota.
—¿Para valorar mi incomprendido genio? —Aziraphale se ríe. Crowley abre la boca para decir algo y la cierra sonriendo.
—Definitivamente no.
—Me parece a mi que... —deja todas las cosas sobre la cama—, cómo podemos notar, ni tu lo valoras lo bastante... pero eres el que hace más esfuerzo.
—¿Yo hacer más esfuerzo? Al lado de tu sobervia yo soy un pobre aficionado.
—¡¿Cuál soberbia?! —protesta.
—Tú, creyéndote un genio incomprendido —va a mirarse a un espejo y chasquea los dedos poniéndose el pijama y cambiándose el peinado.
—Pues nadie en el cielo me comprende, pero a mi que no me digan que fraternizar con el enemigo en lugar de hacer que te mate no es una idea genial —¡como si fuera tuya! Se quita el saco con cuidado, porque Aziraphale habitualmente se viste y se desviste, cuando lo hace, a mano. Que Crowley lleve días haciéndolo a chasquidos es otro asunto—. ¿Tendrás algún pijama que puedas prestarme?
Crowley le mira porque... pues para eso tendría que tener... ropa. De algún tipo. Y además tendría que ser... ropa extra. Y grande. Y comfortable.
—Vale, vale... voy a asumir que la respuesta a eso es no —hace los ojos en blanco e igualmente se quita el chaleco. Preparate para verle desvestirse las próximas cuarenta horas, con tantas capas.
Igual el demonio se quita su propia camisa del pijama y se la tiende sin mirarle. Aziraphale sonríe con ojitos de amor proque... es el pijama de Crowley. Aunque no le va a quedar... pero es la de Crowley.
Milagrosamente va a venirle bastante bien. Los pantalones no se los da, por eso. Bueno, tiene unos calzones tan largos que... pasan por pantalones de pijama.
—Thank you, darling.
—No digas eso —se sonroja y gira la cara chasqueando la lengua porque a veces siente que si el ángel se lo pidiera, se podría hasta sacar la comida de la boca para darsela a él. Incluso si se estuviera muriendo de hambre.
—Vale, vale, perdona... —se baja los pantalones y los dobla, quitándose los zapatos y el sosten de la camisa fajada y de los calcetines.
Crowley va a meterse a la cama sintiendo que va a caer dormido antes de que la cara le toque el cojín. Aziraphale acomoda sus cosas en la silla y sonríe, pensando que... a pesar de todo, esto es ridículamente tranquilizador, cómodo y agradable. Por alguna razón, no se siente en lo absoluto extraña la familiaridad con Crowley.
—¿Puedo dejar una lucecita prendida?
El demonio hunde la cara en el cojín y hace un gesto con la mano con un sonido raro como acompañamiento que se puede traducir como... "haz lo que quieras".
—¿Quieres cariñitos? —pregunta sentándose a su lado y abriendo los panecitos el hombre que no va a dejar de hablar hasta que abra el libro
Sileeeeeeeencio. Peeeeero, asiente una sola vez en un movimiento muy muy sutil que podría pasar desapercibido.
Aziraphale sonríe un poco y creo que no lo ha visto la verdad, pero bien que se imagina que sí. Se pone bajo las cobijas acomodando la almohada antes de estirar una mano hacia él y hundirsela en el pelito de la nuca.
—Ven, acercate un poquito...
Crowley se pone de lado y se hace bolita contra él. El ángel le abraza con un brazo acariciándole la espalda, metiéndose un panecillo a la boca.
—Ugh, pide comida de verdad y cómetela en la mesa.
—Mmph? —pregunta mirándole de reojo on la boca llena—. No están tan malos.
—Lo estás llenando todo de miguitas.
—No hay ninguna miguita... —sacude la cama con la mano y un poco las cobijas... igualmente, todo sigue bastante lleno de miguitas—. Ya está. Limpito todo.
—No lo está —protesta con los ojos apretados y sin moverse porque tiene mucho sueño para estar lidiando con esto.
—Shhh... ¿No morías de sueño, tu? —pregunta acariciándole la espalda otra vez. El demonio se acerca más y le hunde la cara.
Aziraphale sonríe un poquito dejando que lo haga y de hecho acomodándose un poco mejor.
—Mmm... Me gusta esto —y no se calla... le tapa bien con las cobijas... ehm, dejando unas cuantas mornonitas más arriba de Crowley por accidente.
—A mi me gustaría más con menos miguitas.
—Si no hubiera miguitas no sabrías que estoy aquí —asegura tomando uno de los libros—. No están tan malos los panecitos como esperaba
—Como si fueras tan silencioso y discreto.
—Como una pantera —se ríe tomando otro panecito—. No como tú que haces sssss todo el tiempo.
—Nnnnn
Se pone los lentes del postureo, le hace un cariñito más a Crowley y sin soltarle se mete el pancito y abre el libro.
Crowley suspira, mirándole un poco de le hace unos cariñitos en la cabeza sin mirarle.
—Me espías —sonríe de lado. Crowley cierra los ojos y se sonroja—. El espionaje demoníaco
—No.
—Has sido tú el que me ha puesto esos corazones, ¿verdad? —suelta una risita y le pasa un dedo por el tatuaje.
—Ngk! —protesta, ojos cerrados.
—Corazones... y no manzanas.
Mueve los pies y hunde más la cara, ¿porque iba a ponerle manzanas? Habría sido demasiado obvio.
—Pensé que las manzanas eran la marca de la casa...
Bueno, la forma de un corazón y de una manzana...
—Aunque los corazones son más dulces... un corazón con una mordida. Eso sin duda es el mío —le acaricia un poco con las uñas el cuero cabelludo, disfrutándolo.
Sileeeeencio. Ademas la manzana de pecado y el corazón de amor. Esto no era para marcar pecados...
—Aunque... he de decir... que me gustan unas mariquitas que indiquen que... Crowley ha estado aquí y... esas zonas son suyas.
¡No es eso para lo que son!
Anda que no.
Son para acordarse de dónde le... gusta y para marcar... este sitio es mío.
—Hasta casi se me antoja ir a la playa a que alguien me las vea…
Crowley vuelve a espiarle y Aziraphale se acomoda un poco y estira las piernas antes de volverse al libro, moviendo las hojas para encontrar la primera.
—¿A la playa? —susurra.
—¿No te gustaría? Algo un poco más al sur... calientito, pasear de la mano con los pies metidos en el agua... leer bebiendo piñas coladas con sombrillitas. Sin nada que hacer, sin... cielo ni infierno ni... nada. Solo tú y yo... ¿no hacen algo así las personas?
—Vacaciones.
—Después de casarse.
—Honey moon.
—Algo así. Como sea, la vida común en la playa con mis corazoncitos y la gente preguntándome como me los hice me parece atractivo.
—La estás teniendo... en el infierno.
—Wonderful! ABSOLUTELY wonderful. Que mejor destino turístico. Un paraíso húmedo, caliente y sucio...
—Pues como la playa, qué te crees... no es mi culpa que seas un desastre eligiendo destinos.
Hace los ojos en blanco.
—¿Cuál destinó elegirías tú? —cierra momentáneamente el libro, mirándole
—No voy a responder a eso para que empieces a sacar pegas. Además, no ibas a contarle la verdad a nadie sobre tus marcas.
—Es decir, no tienes ni idea y solo estás quejándote de mis destinos por quejarte. ¿Y por qué no iba a contar la verdad?
—No eres capaz de decir ni que somo amigos, siempre entras en pánico.
—¡P-Pues porque no somos amigos! —Se sonroja con eso porque... no es mentira.
—Ya... ya. A saber qué dirías si realmente alguien te preguntara.
—N-Nadie me ha preguntado hasta ahora y muchísima gente lo ha visto. Quizás... solo los veo yo —la teoría absolutamente poco probable de Aziraphale—. O quizás les da vergüenza preguntar... Seguro todos llegan a la misma conclusión de que soy a southern pansy... con un novio remilgado y poco cool como yo. Y luego te ven. Nadie en este universo pensaría que tú eres capaz de dibujarme corazones por todos lados.
—Muchísima son... tres personas.
—¡Pues es mucha gente!
—Yo también los veo.
—Tú los pusiste... ¡y me intentabas convencer de que era una horrible enfermedad!
—No, no, no, no, no. Tú dedujiste que eran una horrible enfermedad y no quisiste escuchar ninguna otra opción.
—Que yo... ¿¡qué?! ¡No! ¡Tú me dijiste que lo era! ¡La enfermedad de la vergüenza!
—Yo solo le puse nombre para burlarme. Y funcionó —sonríe. Aziraphale le mira de reojo.
—Por unos momentos pensé que...
—¿Estabas maldito?
—Sí. La maldición de haber caído en la tentación de pecar con un demonio.
—Ya, ya... drama, drama. Favorito.
—Tanto me lo dices que voy a empezarle lo a creer —se ríe un poco con eso.
—Pues es que...
—Ojalá el cielo lo creyera.
—¿A quién le importa eso?, la que importa es ella.
—No es favoritismo... es amor —se ríe un poco.
—Otra vez con eso de que creo que todos tienen que quererte.
—No... Es que te quiero y te quiero bien. A eso me refiero —sonríe un poco—. ¿Tú crees que todos tienen que quererme? Sinceramente si crees eso estamos bastante mal porque no veo a muchos en fila. Hastur es el único al que le veo posibilidades.
—What the fuck!?
—Él y ese fierro ardiente que tiene.
Ojos en blanco, se cambia de postura.
—Bueno y Gabriel me tiene un amor infinito también —levanta el brazo y le deja hacer, bajándolo cuando parece estar en la posición apropiada.
—Menos mal que no conoces a nadie más —le está dando la espalda ahora
Aziraphale le acaricia la espalda un poquito y Crowley mueve los hombros un poco porque le gusta, maldita sea.
—A nadie, nadie —sonríe de lado con ese movimiento, sin parar, volviendo a abrir el libro.
El demonio suspira profundamente, cerrando los ojos. Aziraphale suspira casi a la vez, sonriendo un poco y enfocándose en el libro, pero sin dejar de acariciarle porque venga, no hay necesidad. Aunque... el libro empieza a capturarle con rapidez y Crowley ya duerme.
Solo un poco más tarde, Aziraphale ya come el siguiente panecito (Van a durarle solo diez minutos más). Maldita sea... y le falta un chocolate caliente también. Necesita ir al supermercado.
A lo mejor las cinco de la mañana no es el mejor momento pero puedes ir en un rato, si quieres.
De vuelta de la oficina pasará antes va a terminar este libro que está buenísimo y para entonces serán las nueve de la mañana y ya estará abierto.
