El caso es que le llega a Belcebú un mensaje al teléfono. O dos más bien. O puede que tres. O... puedes parar ya, estúpido. Vamos a decir un número indefinido de mensajes
Vale, vale, salta igual y saca el teléfono a ver qué coño es lo que le llega, temiendo igual que sea... alguien de los de aquí necesitando alguna mierda.
Es... no. Son de Gabriel.
Traga saliva. ¿Qué dicen?
Aaaay... "Look what you make me do"
Y luego son una serie de selfies en un espejo de su espalda desnuda con los latigazos. Porque lo salvaje no se le pasa por lo visto.
Gabriel... Belcebú levanta las cejas... y se humedece los labios. Y levanta más las cejas... y no sabe si esto le hace sentir un poco mal por ti o... si le excita.
Haz lo que quieras, querida. O más bien, lo que puedas. Like ever.
"Hmm..."
"Mmm"
Es que está tentada a subir. Suena el teléfono de Gabriel.
Deja que suene.
Belcebú frunce el ceño y vuelve a marcar.
¡Maldita sea! ¡Te dije que insistiría! Vale, vale, responde.
—¡Vaya! ¡Pensé que no me ibas a contestar!
—No quería hablar contigo.
—¿Por?
—Estoy enfadado.
—¿Conmigo? —sube los pies a su escritorio y cierra los ojos.
—Desde luego que contigo.
—¿Por qué habrías de estar enfadado conmigo? —Ella se humedece los labios.
—¿A ti que te parece? No me voy a recuperar nunca de esto. Y como me hagas caer...
—Si te hago caer yo personalmente voy a subirte al cielo otra vez, idiota, ¡no vas a caer!
—Como me hagas caer voy a hacerme con el control del infierno —igual sonríe un poco con eso.
—Pfff... Solo por verte intentarlo puede que lo intente.
—No será tan difícil si tú lo has conseguido y eres un desastre.
—¡Yo no soy un desastre!
Ojos en blanco.
—No te dejé yo con la espalda así.
—Desde luego que sí.
—¡No! La tenías lisita y... —se muerde el labio para no decir perfecta.
—Y así seguiría de no ser por ti.
—De haberte hecho eso yo me acordaría.
—Tus actos tienen consecuencias
—Estos no fueron mis actos, fueron nuestros actos. Te recuerdo que tú también estabas ahí. ¿Con que te has hecho eso? Parece cuero.
—Yo me resistí —se asegura más a si mismo que a nadie, casi en un lloriqueo.
—Sí, te resististe. Vaya que te resististe. ¿Puedo ayudarte a hacerte eso que te has hecho en la espalda?
—No. Es penitencia. Tú deberías hacerlo también.
—He hecho muchas, MUCHAS cosas malas a lo largo de mi existencia, Gabriel...
—Está bien, no te arrepientas si no quieres. Ese es tu problema.
—Lo que sea que hicimos hoy no... Está incluido en esa lista —agrega ella.
—Pues debería. En una posición bastante alta, además.
—Pero... Fue...
—¡No hay peros!
—Sí los hay... las cosas para ti no son iguales que para mi.
—Eso ya me queda claro.
—¿Ni siquiera una pequeña parte de ti no se arrepiente?
—Des luego que no —y si lo hace tampoco va a decírtelo a ti.
—Bueno... entonces quizás debas empezar a acostumbrarte a tener la espalda así... —no sé si es una advertencia o una promesa.
—Desde luego que no, esto ha sido un caso aislado.
Belcebú sonríe de lado. Gabriel traga saliva y puedes oir su nerviosismo
—No me conoces... —susurra hasta casi con voz sensual.
—Claro que te conozco. Mejor que nadie.
—Quizás —Vale, no eres el único que traga saliva.
—Ya, ya... como sea —Ojos en blanco.
—Entonces ya deberías saber.
—¿Qué?
—Esto no ha sido un caso aislado...
—Pues será porque tú irás con otro.
—¿Puedo hacer eso? —se ríe un poco.
—Estaba por aquí tu amigo Azrael hace como veinte minutos, a lo mejor si te das prisa.
—No, hoy no.
—Mira por donde —sonríe un poco igual
—Bueno, es que hoy...
—¿Aja?
—Ya he tenido una tonta cita con un tonto Arcángel arrepentido.
—¿Y?
Belcebú se humedece los labios pensando que aún siente su sabor en su boca y su olor en su piel. Ni por asomo quiere ir con Azrael.
—Aún tengo su sabor y su peste angelical encima.
—No me jodas, yo soy el que va a estar apestando a bloody azufre hasta solo Dios sabe cuándo.
—Eso es porque eres mío —Belcebú sonríe de lado.
—Definitivamente, si algo no soy, es tuyo —se pone más nervioso.
—Tengo un pedacito de tu alma, claro que lo eres.
—Sí se me perdona esta falla, no lo tendrás —es que frunce el ceño y se revuelve más nervioso con eso aun.
—Se te va a perdonar —asegura.
—Claro que se me va a perdonar. Dios es misericordia y yo me arrepiento de corazón.
—Eso ya me lo has dicho demasiadas veces.
—Es... por si se te olvida —Es que necesita convencerse.
—Eres el fucking Arcángel Gabriel, haciendo que el príncipe del infierno deje de hacer lo que hace, por horas, mientras piensa en ti. ¿Qué coño más puede querer Dios?
—¿Deje de hacer lo que hace? —Vacila con eso y parpadea un poco.
—No me salgas ahora con que eres idiota de verdad y no solo pareces —Ella se sonroja.
—Probablemente quiera que no lo logre mancillando mi cuerpo y espíritu. Y probablemente tampoco estés haciendo nada tan importante.
—¿No son los sacrificios la especialidad de la casa, Gabriel? —Belcebú hace los ojos en blanco.
—Hay sacrificios y sacrificios, Belcebú.
—¿Y este es uno muy grande?
—Sí.
—Espera, deja busco como grabarte diciendo que algo es demasiado para ti...
—Estamos hablando de pecado. Claro que es demasiado para mí.
—Igualmente, lo pasaste bien —Belcebú suspira.
—Desde luego que no —aprieta los ojos y espera que empiecen a dolerte los huevos a partir de ahora y verás.
—¿Por qué no... Pasó por ti el jueves y lo repetimos?
—¿Q-Qué? No. Ya te he dicho que es un caso aislado. Por la virgen, ¡si casi lo haces en la iglesia!
—Vamos a evitar las Iglesias de ahora en adelante.
—No tienes el más mínimo respeto por nada, ¿es que acaso no has visto las fotos? ¿Tengo que mandarte más?
—¿T-Te duele?
—Claro que me duele, no es como que vaya yo a curármelas, no es el propósito de esto.
—¿Te gusta que te duela?
—¿Qué? ¡No! ¿A quién le gusta que le duela?
—Quiero verte la espalda.
—¿Por?
—Pues porque quiero.
—A ver, ¿serás capaz de aceptar una video-llamada?
—EHHH... Claro que sí.
—Está bien, espera. A ver si así te arrepientes de eso.
Él le llama en video-llamada. Ella se arregla un poco con un par de chasquidos y contesta.
Y aparece ahí en la pantalla, con las manos libres y todo eso porque ha puesto la llamada en el portátil con la cámara del ordenador, porque así no tiene que estar sujetándolo.
Belcebú sonríe porque así estamos de idiotas.
Está un poco sonrojado ahora, más consciente de que... va a verla otra vez, después que hicieron eso.
A decir verdad ella se sonroja un poco también y se le acelera el corazón.
—Mmmm... hey —trata de sonar considerablemente menos emocionada de lo que está.
—H-Hello —se humedece los labios, un poco... cortado con esto.
—Te ves... bien
La mira y cierra los ojos intentando ponerse en su plan más profesional, respirando con profundidad
La verdad, ella piensa que de tenerle enfrente, solo con esto, le saltaría encima a besarle. Justo ahora que tiene los ojos cerrados. Por satán... hace calor aquí dentro repentinamente.
Suelta el aire y vuelve a abrir los ojos y vuelve a sonrojarse un poquito igual, sin sonreír, porque no está relajado en lo absoluto
—Eso es porque estoy usando el portátil y la cámara es mejor. Yo te veo en la pantalla.
Belcebú se humedece los labios, porque no era eso a lo que se refería propiamente.
—Ya... —responde otra vez un poco plenamente... aunque se sonroja un poco más y tiene la necesidad de cubrirse un poco la cara
—¿Qué pasa? —Inclina un poco la cabeza parpadeando con eso.
—Ehh... nothing. Nothing —responde pensando que... pasa que te ves muy guapo y... hacer esto no está siendo tan fácil como pensó.
Espera a que se ponga de pie y empiece a quitarse la ropa. Que de hecho es lo siguiente que hace, aflojarse la corbata.
Belcebú traga saliva, e inclina la cabeza. ¿Hay forma de grabar esto? Seguramente no y le saldrá mal si lo intenta.
Y ni se te ocurra preguntarle porque se negará.
No, no... Tampoco es tan cínica. Ella no es un ángel. Se echa un poco atrás, humedeciéndose los labios.
—Hmm... ehh...
—Espero que esto te ayude a arrepentirte más de lo que has hecho —la mira empezando a desabotonarse la camisa. ¿En serio tienes que estar haciendo esto así? O sea, really vas a hacerle un striptease?
Vamos, es que Belcebú no podría en este momento pensar en arrepentirse un poco menos. Cuando tiene toda la camisa abierta y va a por los puños es que se acuerda de los gemelos.
Es que está te está comiendo con la mirada, no es por nada.
—Y... ¿ese paquete?
—¿P-Paquete? —creo que está pensando en otro paquete que puede que te esté intentando ver a través de la ropa.
—Ya sabes... el del infierno —se abre ambos botones. Belcebú parpadea saliendo un poco del idilio.
—¿D-Del infierno? El pa... oh... oh... —se sonroja un poco más—. Ehm...
—Me lo ha traído Azrael. He tenido que abrirlo con él aquí para demostrar mi inocencia —se quita la camisa bajándosela de los hombros y le muestra mas manchas de sangre en ella—. Arruinada completamente —protesta.
—L-Lo has abierto con Azrael a... oh... —Belcebú PAGARIA por esa camisa. Se humedece más los labios—. No la tires.
—¿Y qué voy a hacer si no? No puedo ponérmela en este estado, suscitaría demasiadas preguntas, además.
—Ehm... Pues... es que... y si... no tienes más camisas ahí en tu escritorio? —Le estás dando tanta información a la vez...
Él baja la camisa y la mira.
—Yo que sé, alguien tan planchadito como siempre...
Deja la camisa con cuidado sobre el respaldo de la silla. Belcebú se vuelve a humedecer los labios, mirándole de arriba a abajo. Joder... es que no importa lo mucho que la hayas curado, ya se le hizo agua la canoa otra vez.
Los problemas de la frustración acumulada.
Sí, desde hace mucho tiempo. Si al menos la hubieras... dejado completamente satisfecha.
La mira y levanta el brazo pasándose la mano por el cuello y la nuca, apretando los ojos porque le duele aun un poco cuando se mueve.
—Oh, my Satan... —susurra ella. La verdad, es que puede que aproveche la perspectiva de la cámara del teléfono, baje una mano y se la ponga ella a si misma en sus regiones vitales.
—What?
—N-Nothing, nothing. Me estoy... preparando para... —se levanta el maldito vestido que aún trae y es que ni se ha limpiado la muy guarra, todavía tiene... todo lo tuyo que queda ahí.
La mira moverse, sin entender.
—M-Me ibas a mostrar...
—Sí, espera —mueve el portátil echando para atrás la cámara para tener mejor perspectiva
Así una buena perspectiva en escorzo como si fuera a echarasele encima. En serio, posturitas y todo. Vale. Vale. Ya te las verás con Dios. Luego se aparta un par de pasos y se da la vuelta echando adelante y atrás los brazos y los hombros y es que se le marcan completamente los omoplatos.
OMS OMS OMS
—¿Lo ves bien? —pregunta mirando un poco por encima del hombro.
—P-Por todos los infiernos... —susurra ella, pensando que... joder. MALDITA SEA
—Exacto. Es horrible. Me alegra que lo entiendas —asegura ahora moviendo el cuello y la cabeza de lado a lado y adelante y atrás.
Suelta hasta un gemidito. El ángel parpadea un poco con eso volviéndose hacia adelante.
—E-Estás... ¿c-cómo te has hecho eso? —pregunta mordiéndose el labio.
—Y espera, que no lo has visto todo —Gabriel. Really. Empieza a desabrocharse el cinturón
Belcebú parpadea. O sea you've got to be fucking kidding us. Vamos, no se queja pero...
—A-Ah ¿no?
Se abre también los pantalones y mete los pulgares bajándose pantalones y calzoncillos hasta justo donde empieza la raja del culo, echando este un poco hacia afuera. Sí, alguna marca rojiza baja por ahí y quizás hasta más abajo.
—F-Fuck...
—¿Lo ves? Es horrible —repite.
Qué putas va a ser horrible, es la cosa más... estética y jodidamente sexy que ha visto en un BUEN tiempo.
—¿Entiendes ahora cómo no vamos por buen camino con esto?
—E-Espera... espera. Espera... ¿E-eso sirve para arrepentirse dices?
—No, arrepentirse es arrepentirse —apoya las manos en las caderas y se vuelve sin subirse los pantalones que lleva justo al límite de donde empieza... lo interesante. Se le ven los pelitos de ahí—. Esto sirve para no repetirlo, es el castigo.
Se le van los ojos. Se le van, se le van, SE LE VAN los ojos, muy abiertos. Nota donde le mira y se sube los pantalones a la cintura de nuevo, cerrándolos otra vez.
—¡No! —protesta.
—¿Cómo que no? Pues no va a ser tan fácil como solo arrepentirse y ya, así cualquiera.
—Gabriel... si me arrepiento, ¿me ayudarías a castigarme así como tú? —pregunta decidiendo esto de golpe.
—Pues... sí, claro, sería mi deber, de hecho.
Belcebú se humedece los labios bastante obscenamente esta vez. Él inclina la cabeza, brazos en jarras.
—Vale... viendo lo que acabo de ver, creo que sería importante... este asunto del arrepentimiento y castigo.
Gabriel sonríe, relajándose un poco con eso.
—P-Pero necesito que me ayudes.
—Eso no es problema —aparta la silla y se sienta. Belcebú le mira, pasándose una mano por el pelo—. Aunque primero tienes que confesarte.
—¿P-Puedo confesarme contigo?
—Por supuesto.
—Nada de bendiciones.
Eeeeeeel suspiro y los ojos en blanco.
—Tampoco iglesias. ¿Podríamos vernos en la tierra?
—Belcebú, en estas cosas, el oyente es un mero intermediario. Esto es un asunto entre tú y la altísima.
—Entre ella y yo... sí, lo entiendo. Pero las bendiciones duelen un poco y no de la manera agradable.
—Está bien, sin bendiciones.
—Bien, ¿dónde es que podemos hacer este... trámite?
—Ah... —vacila un poco, pensándoselo, porque... confesar al príncipe del infierno en el cielo podría tener su gracia, pero después de los comentarios de Azrael tal vez... evitar que subiera. Especialmente si se trataba de llevar a cabo un procedimiento inocente y completamente santo, pero que tenía que hacerse a puerta cerrada sí o sí. Por la privacidad del confesor.
Claro, claro.
—¿Aja?
El infierno no parece una opción, como para que Dios esté predispuesta a escuchar ahí, especialmente a un demonio.
Belcebú hace los ojos en blanco.
Y no puede volver a llevarla a una iglesia. No pueda confesarla sentada en sus rodillas para que vuelva a intentar... escalofrío.
No, no puede... Un cuarto de hotel, dice ella, sería una buena idea
¡No! No seáis cínicos, es... demasiado obvio.
—Podemos ir a un... café. Como humanos.
—No puedes confesarte en un café. Ni mucho menos hacer penitencia.
—Pues... pensaba en la confesión, después... yo que sé. ¿Qué necesitamos?
—Privacidad.
—Pues... un cuarto.
—Exacto.
—¿En dónde se puede obtener un cuarto?
—¿A qué te refieres?
—En la tierra. Dónde hay un cuarto. Quizás un... edificio abandonado.
—Mmmm...
—¿Casa abandonada? No vamos a ir a una iglesia abandonada.
Aziraphale propone que compren su propia casa del placer
—Un cementerio podría funcionar... —y tú no podrías dar más miedo.
—Un cementerio... vale —se encoge de hombros—. Azrael podría estar satisfecho con eso, sinceramente
—What?
—Pues los muertos son su área de trabajo, pero... ¿en qué cementerio nos vemos? Creo que no es un lugar muy común de visita de los Arcángeles (perfectos) como tú, pero...
—Puedes confesarte con Azrael también si quieres —replica frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.
—Definitivamente no quiero esto con Azrael, Gabriel... ¿en dónde nos vemos? —¿Celooosooo? Belcebú, podrías usar eso a tu favor... just sayin'
Sí, abiertamente esta vez, además. O sea, estos celos los admitiría.
—Vamos, es que no veo por qué puedes pensar que querría propiamente confesarme con Azrael.
—Bueno, tú eres quien le ha mencionado.
—Pues porque tú has dicho hace rato...
—Ni siquiera hablábamos de esto.
Belcebú vacila, realmente sin saber bien cómo sacar provecho de esto que parecen... ¿celos de Gabriel? Con las ganas que le trae a ÉL en este maldito momento.
—¿Podemos hablar de esto en el cementerio?
—¿Por?
—¡Porque no sé qué decirte, te estoy pidiendo ayuda a ti, si quisiera ayuda de Azrael se la pediría a él!
—Vale... vale... —igual bufa un poquito.
—¿Te... molestaría entonces que fuera con Azrael a algo? —pregunta Belcebú con ese bufido, sonriendo un poco.
—Pues a esto, sí.
—¿Por? —pregunta levantándose de la silla y dejando de hacer lo que estaba haciendo, pensando que... desde luego, va a intentar tirárselo por tercera vez en el día.
—Porque soy yo quién se ha trabajado esto como para que ahora se lleve él el mérito, como si no se sintiera ya lo bastante rey de la primavera solo porque tiene asignada Tierra Santa.
Belcebú le sonríe un poco.
—Además, deberías oír como habla de ti.
—¿Qué dice de mí?
—Oh, claro, de repente te importa mucho lo que tenga que decir de ti.
—Tú me has dicho que debería oírlo, no es realmente que... me importe —Belcebú se sonroja, mirándole un poco descolocada.
—Ya, claro. Porque él es tan interesante... —ojos en blanco.
—¿Estás celoso?
—¿Qué? —se detiene a si mismo, notándolo. Belcebú sonríe.
—¿En dónde nos vemos, Gabriel?
—Oh, Dios mío. ¿Lo estoy? ¡Lo estoy!
—¿Podrías enfocarte? Hemos dicho que íbamos a... ¡Hacer esto!
—No, pero espera... ¡es que! — De repente, alguien toca la puerta del despacho de Gabriel.
—¡No hagas un drama de esto! —protesta un poco Belcebú y a él solo le da tiempo a apagar la pantalla para que no se la vea antes de ponerse la camisa y la chaqueta en un revuelo.
—¿Sí?
Belcebú, que tampoco es idiota, se queda a escuchar, por supuesto. De hecho, la cámara sigue encendida.
Ah, aún mejor. Pues observa con atención, créannos.
Miguel mete la cabeza al despacho, sonriendo y levanta un poco las cejas al encontrarlo con la camisa abierta. Se pregunta si va a tener el placer de ver a todos los ángeles desnudos en esta historia.
Por lo visto, sí.
Le pregunta que si acaso tiene calor y Gabriel se ríe nervioso con alguna mala excusa sobre que el aire no funciona. Y que esto empieza a parecer el infierno.
Ella levanta una ceja porque todos estamos hipersensibles con el tema últimamente y ese símil no ayuda, ofreciéndose a llamar al alguien para que se mire el aire.
Belcebú sonríe de lado un poquito.
Gabriel agradece, bendiciones por aquí y por allá, claro, sí, sí, que bien nos llevamos todos cuanto nos queremos y Dios más que nadie.
(Crowley, porque estás narrando tú esto?)
(Whatever)
(Es buen narrador)
Belcebú puede ver a Gabriel pero no a Miguel desde este ángulo, así que sonríe, aprovechando que puede mirarle en su ambiente.
Miguel le explica que Azrael está aquí y ha ido a verla, aunque Gabriel pone la madre de todos los ojos en blanco cada vez que ella le cuenta todo lo que ha dicho. Él le explica qure ha ido verle a él primero y lo ponen verde un poco entre ambos.
Ojos en blanco de Azrael.
Que si las almas de los infieles, que sí que creído se lo tiene, que si tiene que estar diciéndole a todos como hacer su trabajo, que si el trabajo de oficina, que no duraría lidiando con los demonios de Londres ni un día.
Ojos en blanco de Belcebú. Venga, Miguel, ¿de verdad tienes que distraerle para esta cháchara?
Gabriel le cuenta lo que ha dicho sobre que los demonios no tienen alma y que se cree los haría desaparecer así con un chasquido de dedos y Miguel cae en la cuenta que Azrael le ha mencionado algo de un regalo.
Belcebú frunce el ceño con eso. Vamos a... hacer que todos nos sonrojemos, por lo visto.
Gabriel por supuesto se sonroja también y asiente, confirmando. Le explica que Azrael cree que era algo del infierno y que le ha obligado a abrirlo delante de él. Semejante desfachatez. Dejas a no profesionales a hacer el trabajo de otros y se pierde toda la educación y el buen gusto. Todas las formas. ¿Qué hay de la privacidad? (Creo que de aquí viene la falta de curiosidad general de Gabriel. Es deformación profesional)
Belcebú se muerde el labio pensando que... Vamos, es que, obviamente no pretende que nadie más sepa que ella, el PRINCIPE DEL INFIERNO, le ha mandado un REGALO a... alguien. A quien sea. Los demonios no mandaban regalos. Menos aun a ángeles. Menos aún a Arcángeles. Menos aún a Gabriel! Vamos, esto era... una situación... particular. Extraña. Gracias al cielo Gabriel no parecía interesado en contarles.
Miguel de todos modos parece igualmente súper interesada en el contenido y el emisor del mensaje. Gabriel le explica la versión corta sobre los gemelos de abejas.
—Bees?! —La cara de asombro de Belcebú
Y el problema es que no ha cortado el sonido de la llamada así que Gabriel y Miguel se vuelven ambos hacia el portátil.
—¿Has dicho...? —pregunta Miguel y Gabriel frunce el ceño bajando la tapa del portátil, probablemente se corte la llamada.
No! Come the fuck on!
¿Quiere seguir de espía?
¡Sí!
Vale, a lo mejor solo se corta la imagen.
Belcebú se tapa la boca con la mano. Gabriel se excusa con Miguel diciéndole que debe ser alguna aplicación o algún banner de publicidad que se ha encendido sin querer y vuelve al tema de las abejas, de hecho, se las muestra.
¡No son abejas! Protesta Belcebú mentalmente ¿¡Cómo coño van a ser abejas?! Son moscas. Solo falta que crea que se las dio alguien más.
Miguel opina lo mismo, pero Gabriel sigue necio con el asunto del color dorado y le explica a Miguel que venían con una tarjeta de agradecimiento muy bonita, que debe ser de alguien a quien le hizo un favor. Aunque no sabe aún quien, pero ya lo investigará. Tal vez si se las pone en navidad...
¿¡Cómo que no sabe de quién!? ¡Y no le hizo ningún favor!
Miguel opina que esa es una buena idea, aunque aún está un poco insegura con el tema de las abejas porque parecen moscas.
Gracias ¿¡Quién más le regala algo así?!
Gabriel insiste que son abejas sin darle más importancia y le explica como Azrael le obligó a abrir el paquete ahí.
Ha dicho tarjeta de agradecimiento bonita. No era la idea. Era tarjeta de consolación un poco sarcástica.
Miguel suspira y le comenta que además quieren hacer una junta, ya que ha venido, para ponerse todos al día y todo eso, después de la misa, a la que por cierto llegan tarde.
¡No! Tienen que ir a hacer... lo del... Ehm... castigo. Es una misión importante.
Gabriel mira la hora porque se le ha ido un poco el santo al cielo con la otra conversación y pone un poco los ojos en blanco con la prisa de Miguel. O sea, llegan tarde para llegar los primeros como veinte minutos antes que empiece.
Miguel le mira con intensidad y Gabriel se sonroja oyéndose muy culpable con esa forma de ponerlo, no sabe qué le está pasando (lo sabe perfecto) decidiendo que vale, vale, se vayan ya.
Belcebú incrédula ¡Ugh! ¡No! ¿¡Y ella qué!?
Se levantan recogiendo, Gabriel vuelve a vestirse y a abotonarse la camisa mientras Miguel le cuenta, por cierto, que ha subido también un enviado del infierno y que lo tienen esperando.
What?! ¿¡Qué enviado?!
Gabriel opina que claro, deberían ir a verle a la sala de juntas ahora antes de la misa, no puede ser muy largo esto.
¿¡Pero que enviado?! Es que va a colgarle y a marcar a su teléfono.
Así que ahí se van los dos.
Y suena el teléfono de Gabriel. Estás tentando a tu suerte.
Gabriel mira el número y es que ya sabe, SABE lo que quiere.
No estoy segura ¿Qué cree que quiere?
Mira a Miguel de reojo y levanta un dedo, respondiendo mientras van por el pasillo.
—Yes?
—What the hell! ¿¡Cómo me dejas ahí?!
—Contrario que vosotros, aquí sí tenemos trabajo.
—Eso no es trabajo... más trabajo es el plan que tenías conmigo. Y no son abejas, son MOSCAS.
—Eso... tendremos que aplazarlo un poco. Mira que segura estás... Be.
¿B-Be?
Be es como ha firmado la tarjeta.
Igualmente ella no lo entiende así. ¡Le ha llamado un nombre de cariño!
—¡Pues claro que estoy segura, idiot! ¿Aplazarlo para cuándo?
—Te llamaré cuando se deshaga un poco el lío por aquí, ¿vale?
Belcebú bufa, frustrada.
—Una cosa... Ehm... quiero hablar con el enviado del infierno.
—Mira que bien, seguro podrás hacerlo cuando vuelva a bajar. Espero que no sean más tarjetas.
—No. No. lo digo en serio. Pásamelo.
—No, gracias. No voy a dar explicaciones de cómo has tenido tanta suerte de llamar en el momento justo y a mí.
—Bloody hell! No sé... Ugh! ¡Eres jodidamente frustrante!
—Sí, sí... es mi trabajo. Hablamos luego. Piensa en los latigazos... —se despide.
Miguel le mira un poco con cara WTF cuando oye esa palabra al pasar por su lado entrando a la sala. En plan ¿"latigazos"?
Gabriel se encoge de hombros con Miguel porque al menos no ha dicho "En mi espalda desnuda, en lo poco que has podido ver de mi culo y lo mucho que te has imaginado, en mi pecho escultural, mis brazos enormes, mis abdominales y a donde se te han ido los ojos" que es lo que pensaría cualquier persona en el lugar de Belcebú.
Los latigazos son solo un bonito añadido si te van esas cosas, como notamos que es el caso. Pero Gabriel no iba a decir eso por obvias razones... tenía que ser un poco más sutil.
Aunque insisto que lo del coqueteo salvaje no parece haberlo perdido.
Además, no te preocupes Belcebú, que no vamos a privar a Gabriel de tener un número músical trágico-cómico frente al fuego de una chimenea en plan Frolo en "El Jorobado de Notre Dame" tarde o temprano.
En efecto, los latigazos son un añadido. Belcebú, de hecho, fantasea con lamerlos y pasarle los dedos por encima y curárselos o hacerlos más intensos. Por lo visto Belcebú no es de los demonios que no tienen imaginación...
Tal cosa es que, pese a su enfado, porque Gabriel SI es frustrante... y pese a que el prospecto gira alrededor de una flagelación y un castigo, repentinamente nota que todo lo que ella está imaginando son... cosas dulces con Gabriel. Una cama. Gabriel desnudo y despeinado hablando con ella. Hacerle sonreír o reírse un poco. Reseguirle cada músculo con los dedos y buscarle que lugares le gustan a él y cuáles no. Mirarle por horas, solo moverse desnudo. Aprieta los ojos y sacude la cabeza sintiéndose ridícula con todo eso. Ugh!
You're soft
El amor es una cosa estúpidamente poderosa. ¡No lo es! ¡No lo es!
