8
Bella
Por la mañana hago mi mejor trabajo quedándome en la cama, con las cortinas cerradas y las Aspirinas haciendo efecto.
Mi celular vibra con un mensaje y lo alcanzo. Espero que no sea Alejandro. No quiero que mis coqueteos de ayer se vuelvan en mi contra y ahora él esté prendado. No es él, pero es Rosalie. Y está enojada. Y está respondiendo a mis historias.
rosaliehale: ¿por qué no me invitaron?
rosaliehale: perras
rosaliehale: ¿tú hiciste esto?
rosaliehale: ¿sigues enojada?
rosaliehale: ¿Por qué mierda estás enojada conmigo?
rosaliehale: ¿sabes qué? Jódete
rosaliehale: Jódete, Bella Swan.
Frunzo el ceño mientras leo con los ojos entrecerrados.
Ugh, demasiada cruda como para lidiar con Rosalie.
Adiós.
Creo que se encabronará más porque no planeo responderle.
Aunque tiene un punto. En verdad no hay razón por la cual tenga que estar molesta con ella, pero me recuerda demasiado a Emmett y ese idiota es el número uno en mi lista de enemigos.
Si, ahora tengo una lista.
Vuelvo a dormir y alrededor de las doce bajo a la cocina para hurgar en el refrigerador. Llevo mi tazón de noodles instantáneos a la sala y los como sentada en el sofá, frente al televisor, mientras bebo mi Gatorade.
Es un día cálido, así que cuando me siento mejor, voy a mi habitación y me coloco un bikini rosa porque este sol no va a durar para siempre.
Ah, jardín paradisíaco y sol cálido sobre mi piel. Si cierro los ojos y me concentro lo suficiente, puedo fingir que sigo en Ibiza… hasta que un sonido capta mi atención.
Hojas moviéndose. Levanto mis lentes de sol y miro hacia los árboles, intentando descifrar de dónde proviene el ruido.
El sonido viene de mi árbol de duraznos. Con pasos lentos voy hasta allá y subo mi pequeña escalera para mirar sobre la verja.
Ah, desearía que fuera un gato… o tal vez no.
—¿Estás robando mi fruta? —le pregunto a Vecino Demasiado Ardiente Como Para Ser Real. Él luce sorprendido, ¿qué esperaba?
Su mano está suspendida en el aire, a punto de tomar un durazno especialmente redondo que luce jugoso. Oh no, idiota, aléjate de él.
Luego él se compone y, realmente, tiene el descaro de arrancar ese hermoso fruto y echarlo a ¿una canasta? Tienes que estar jodidamente bromeando.
—Técnicamente, estos me pertenecen—señala vagamente con su índice.
Si, bueno, él está lleno de mierda.
—¿De qué hablas? —le frunzo el ceño y luego él sonríe ligeramente, creo que acaba de reparar en el hecho de que estoy usando un bikini.
¡Estoy usando un bikini frente a Vecino Guapo!
Jesús. Esto es pasarse de la raya, pero no puedo simplemente pausar esta discusión para ir a ponerme algo de ropa.
Al diablo, sería tan fácil fingir que el nudo se desató. Dios, quisiera mostrarle mis duraznos.
—Están en mi propiedad, ¿lo ves? —mueve las ramas. Claro que lo veo, pero es mi árbol.
—Estás loco, es mi árbol. Suficiente tengo con haberte cedido involuntariamente mi manzano.
—Oh, si—él sonríe y mira detrás de él, hacia el árbol—. Gracias por eso.
Lo miro enfadada. Quiero que vea que estoy enojada, quiero que vea que estoy deseando que el mismo Satanás lo desolle.
Él se ríe entre dientes.
—¿En verdad vas a pelear conmigo como una señora loca de la fruta?
¿Él acaba de llamarme "señora"?
—¡No soy una señora!
Edward echa la cabeza hacia atrás, riéndose.
—De acuerdo, como una señorita loca de la fruta.
—Por supuesto. Es mi puto árbol. Deja eso ahí—intento arrebatarle la cesta, lo cual es bastante estúpido porque sus manos están demasiado lejos y él fácilmente puede correr y encerrarse en su casa y porque estoy sobre una escalera estirando mi torso por la verja y yo soy la que puede sufrir un accidente. Puedo caerme y abrirme la cabeza o puede pasar lo que está pasando en este momento: mis pechos están a punto de salirse de mi bikini.
Finjo no darme cuenta y regreso a mi sitio. Los ojos verdes de Edward están pegados a mi pecho. Claro que lo notó. Y ahora parece que quiere que vuelva a estirarme… no es como si yo no quisiera.
Cierto, novia, recuerdo.
Eso me hace enfadar más. Mis lentes de sol se deslizan por mi cabello y los quito antes de que se caigan. Entierro la varilla en mi brasier.
—¡No robes mi fruta! —chillo, sacándolo de su estupor. Estoy sonrojada, pero puedo fingir que es por la rabia—. Primero robas mi casa y luego mis duraznos.
Sus ojos van hacia mis pechos otra vez brevemente antes de que vuelva a mirar mi rostro. Se lame los labios.
Dios.
—No robé tu casa—él murmura y luego apoya su hombro en la verja, cruza sus tobillos y saca la cadera. Su cara está peligrosamente cerca de mí y veo que tiene una cicatriz al inicio de su nariz (parece como de varicela o de un accidente de la infancia), también tiene dos lunares pequeños y muy claros en su mejilla izquierda. Su cabello luce tan dorado y brilla con el sol, dios, sus cejas…
—Técnicamente lo hiciste—digo, repitiendo su famosa palabra—. Así que estás en mi lista de enemigos.
Él sonríe ladinamente y luego se mira las manos, tomando la cesta con ambas. Esa cosa está llena de manzanas y de mis duraznos. Odio que robe mi fruta, odio que viva ahí y, al mismo tiempo, amo que viva justo al lado. Es como tener un museo al alcance de tus ojos.
—No parecía estar en tu lista de enemigos ayer por la noche.
Espera, ¿qué?
—¿De qué mierda hablas? —quiero golpearlo en la frente. Su frente es ancha, perfecta para un manotazo y para delinearla con tus dedos después de besarlo. No debería querer besar a un chico con novia.
Él hace una señal con su cabeza, diciéndome que lo siga. Luego camina hacia el lugar en donde la verja es más baja y hay sombra. Podría sólo bajar de la escalera y volver a mi baño de sol, pero quiero saber de lo que habla.
¿Qué hice ayer? Hasta hoy en la mañana estaba segura de que había venido directamente a casa y que había coqueteado con el español. Tengo los mensajes para comprobarlo.
Él espera pacientemente, su codo sobre la barandilla y luego noto cómo me mira mientras bajo la escalera y camino hacia él. Comienzo a sospechar que sólo cambió de posición para verme completa. Su mirada viaja por mi cuerpo y se detiene en mi abdomen, y luego baja a mis piernas y luego sube de regreso.
Dios, me está poniendo caliente.
—¿Y bien?
Él sonríe, sus ojos llenos de burla. ¡Aahh, lo odio tanto y lo quiero besar demasiado! Estoy a punto de lloriquear y echar la cabeza hacia atrás.
Sé jugar mis cartas. Me paso una mano por el cabello y luego lo sacudo, llevándolo a un lado desde la raíz. Él sigue el movimiento y luego contempla mi rostro, mi cabello… hace todo eso antes de volver a lamerse los labios.
Edward Cullen, te odio tanto que sólo quiero que me beses.
Puedo jurar que le gusto. Puedo jurar que quiere besarme también.
—¿Y bien?
Él vuelve a sonreír.
—Me besaste ayer—dice finalmente, observando mi boca.
¿Qué? De ninguna manera. ¿Cuándo? Dios, ¿él estaba en el bar y lo besé?
—¿Qué? Estás… estás de la mierda—jadeo. Él vuelve a sonreír.
—Lo hiciste—frunce el ceño, burlón—. Incluso me invitaste a pasar.
De acuerdo, eso suena a algo que yo haría.
—Estás loco. No te creo.
Él entrecierra los ojos.
—Lo hiciste, Bella.
—Claro que… ¿cómo sabes mi nombre?
—Me lo dijiste ayer—mierda—. Te digo que me besaste—él cruza los tobillos y se pasa su mano libre por el cabello.
—¿Cuándo? —mi voz suena pequeña.
Él está hablando enserio. No hay otra manera… Mierda, él tiene una novia.
—Regresaste de… ¿una fiesta?
—Un bar.
—Bueno, tocaste mi puerta y te me echaste encima, tú loca—me señala—. Me arrojaste contra la pared.
—Bromeas, ¿cierto?
Por los clavos de Cristo, ¿dónde quedó mi moral? Mi interior se retuerce. O sea, si, lo quiero besar, pero tiene una novia. Cristo. Me siento terriblemente. Siento una expresión -que no puedo controlar- de horror en mi cara.
—¡No bromeo! —él insiste—. Y luego dijiste "¿quieres venir a mi casa?" contra mi boca, jadeante y súper caliente y tan, tan borracha—dice con voz baja y ronca, está mirando mi cuerpo otra vez.
—¡No te creo!
—¿Cómo sé tu nombre entonces? —alza las cejas—. Y luego te traje a casa. Sé que tienes un llavero de mariposa—demuestra. Por favor, por favor, no.
—De acuerdo, puede que hayas hecho eso y que casualmente te haya dicho mi nombre, pero ni en mil años te besaría.
—¿No? —su sonrisa burlona ahí.
—¡No! Sé que no lo hice—estoy enojándome conmigo misma. ¿Por qué lo hice? Y peor aún, ¿cómo pude haberlo olvidado?
—Lo hiciste. Incluso trataste de taclearme en tu sillón. Tienes un sillón blanco.
Oh. Oh. Él está diciendo la verdad. Eso también suena a algo que yo haría.
—¡Estás loco y deja de robar mi fruta, planta tu propio árbol! —finalizo en un intento desesperado por hacerlo callar.
Me giro y camino de regreso a mi tumbona.
Y ahora él está viendo mi trasero.
—¡Hey, Bella! —me llama, pero no me giro. Me acuesto y vuelvo a colocar mis lentes de sol sobre mis ojos—. ¡Puedes invitarme cuando quieras!
Mi cara está tan roja ahora. Le muestro el dedo medio y luego se carcajea.
Luego de un rato, escucho la puerta cerrarse. Ha entrado a su casa.
Edward
Nada como un sábado libre. Mi flojo trasero logró terminar el trabajo de la semana ayer y ahora estoy disfrutando de mi primer sábado libre en un mes y medio.
Ha sido un buen día hasta ahora. Salí a correr, tomé una ducha con un poco de acción de mi mano, me tiré en el sofá usando sólo boxers y finalmente iré al bar esta noche.
Bebo de mi cerveza, viendo la televisión en la sala. El juego de los Seahawks contra los Colts está tomando un giro interesante. ¡Vamos, Washington!
Un ruido me distrae. Suena como una herramienta, específicamente una sierra eléctrica. ¿Quién mierda está usando una sierra en esta perfecta tarde de sábado?
Mi mente viaja a Vecina Bonita. Me la imagino inclinada sobre la verja, cortando las ramas de su árbol de duraznos, usando un precioso bikini rosa, sus pechos casi saliéndose.
Mierda, es demasiado sexy.
El domingo pasado fue divertido.
Logré engañarla para que bajara de la escalera y así poder verla completa y luego todo ese jugueteo sobre el beso. Claro, desearía que las cosas se hubieran dado así. Cuando comenzó a dudar saqué la artillería pesada: su sofá blanco.
Lució realmente asustada ante eso. Tal vez Bella debería sumar dos y dos y saber que sólo conozco su sofá porque la mayoría de los días mantiene las cortinas de su sala abiertas.
Y ahora estoy muy seguro de que su casa es un espejo de la mía.
Camino hacia el jardín, poniéndome ropa en el camino.
Sip, es ella, pero no está montada en una escalera. Está cortando placas de madera y me está dando la espalda, su cabello suelto y su hermoso trasero empacado en unos shorts de mezclilla.
—¡Oye, cállate! —le grito, pero ella no se inmuta. ¿Me está ignorando o la sierra no la deja escuchar? Ambas son posibles.
—¡Bella! —nada. Decido jugar un poco—. ¡Hey, sexy!
Nada.
De acuerdo, tal vez es la sierra porque estoy seguro de que me hubiera mostrado el dedo ante eso.
Suspiro y luego decido cruzar el pequeño hueco que divide los jardines. Quiero saber qué está haciendo y por qué me está ignorando.
—Hey—¿por qué mierda no responde? Me coloco a su lado, luce concentrada y está usando lentes de protección.
Luego de un rato salta.
—¡Aahh! —grita, agitando la sierra hacia mí.
Mierda.
Pego un brinco, alejándome del peligro. Esta mujer casi me rebana como jamón.
—¿Qué putas? —jadeo. Eso fue aterrador.
Ella la apaga y luego se arranca sus earpods. Ah, era por eso que no escuchaba.
—¿Qué mierda haces aquí? —gruñe—¿Nadie te enseño a no acercarte a alguien que usa una sierra?
No, de hecho, nadie lo hizo, y ahora veo que debí haberlo pensado mejor.
—Te estaba hablando desde el otro lado—señalo, cruzándome de brazos.
—¿Y? Sólo no… Oye, ¿cómo entraste aquí? —frunce el ceño y se saca los lentes. Luce adorable con su cabello revuelto lleno de aserrín y las marcas rojas en el puente de su nariz.
—Por la puerta—la señaló con mi barbilla—. Olvidaron cerrar esa. Bueno, técnicamente no es una puerta. Sólo es un hueco.
Sigue mi mirada y observamos el pequeño agujero por un momento.
—¿Así que sólo ves puertas y las cruzas? Está es mi propiedad—se cruza de brazos. Sigue con eso. A este punto dejaré de llamarla Vecina Bonita y comenzaré a llamarla Napoleón.
—Ya sé eso, te has encargado de dejarlo claro desde que te conocí.
Su boca tiembla con una sonrisa, pero la contiene. En su lugar, toma una brocha y barre el aserrín de la superficie de la madera.
—Es bueno que lo recuerdes.
Ruedo los ojos y luego miro su proyecto.
—¿Qué estás haciendo?
—Trato de reparar una mesa de centro.
Asiento.
—¿Necesitas ayuda?
—No, gracias—vuelve a colocarse los lentes y los earpods. Entonces enciende la sierra y continúa.
Mis tímpanos están rogando un descanso, pero la observo por un rato. Al menos no me echó.
Tiene pecas sobre su nariz, su cabello tiene mechones rojizos y quiero echárselo hacia atrás. Es guapísima. Quiero besarla… y otras cosas.
Y es buena con la herramienta. Corta perfectamente en una línea recta y eso me pone un poco caliente.
Termina de cortar una placa y me mira.
—¿No tienes algo mejor qué hacer? —pregunta a gritos. Le hago una seña para que se saque los audífonos y obedece.
—Si, pero tu maldito ruido no me deja ver la televisión.
Bella rueda los ojos.
—No veo cómo mi ruido interfiere con tu vista—murmura. Maldita listilla.
—Eres jodidamente grosera, ¿lo sabías? Siempre peleamos por tu culpa.
Ella alza las cejas, luciendo ofendida sin razón alguna. Se lleva las manos a la cadera.
—Eso no es cierto. Dijiste que te había besado.
Uh, recuerdo eso. También recuerdo mi mentira.
—Bueno ese día también peleamos un poco—me encojo de hombros.
Bella entrecierra los ojos, como si no me creyera. Diablos, es buena. Luego se relaja y vuelve a tomar la brocha.
—Creo que tienes razón, lamento eso. También lamento lo del beso.
Luce un poco triste, tal vez más arrepentida que triste.
—¿Por qué lamentas eso? —pregunto, contemplándola.
Yo no lo lamento. Aunque haya sido sólo un beso en la mejilla, no me engaño a mí mismo y acepto que ella coqueteó conmigo.
—Tienes novia, ¿no? Lamento haberte besado. No suelo hacer eso—agrega, como quien no quiere la cosa.
Frunzo el ceño. ¿Habla de Lauren? Seguramente la ha visto por aquí.
—No tengo novia, ¿quién te dijo eso?
Es su turno de fruncir el ceño, veo los engranes moviéndose en su cabeza.
—Claro que sí, ¿qué hay de la rubia?
—Ella es… es Lauren. Es mi ex—alza las cejas, me está juzgando—. Rompimos en marzo.
Y luego ella aprieta los labios, sosteniendo una risa, pero no puede hacerlo y pronto se está apoyando en la mesa de trabajo. Sus hombros tiemblan y tiene una risa como de bebé, un poco ronca al final.
—¿Qué es tan gracioso? —demando saber.
—¿Te metes con tu ex? —arruga la nariz.
—No soy el primero ni el último. Tengo necesidades, ¿sí?
Ella menea la cabeza y continúa barriendo el aserrín.
—Como sea. La conocí hace un tiempo.
Oh oh.
—¿Ah sí? ¿En dónde?
—Me la encontré en un bar. Y dijo cosas… interesantes sobre ti.
¿Qué? Mi pecho se acelera.
—El mundo es un lugar pequeño, ¿verdad? —continúa, dejando salir una risa—. Sólo hay que sumar dos más dos.
Extraño que ella sea la que dice eso.
Le entrecierro los ojos y me cruzo de brazos. Me está dando miedo, ¿qué cosas dijo Lauren? ¿Dijo que me gustaba que rascaran mi espalda durante el sexo? ¿Hablo sobre mi fantasía imposible? ¿O de algo peor? Dios. Mis orejas se están poniendo rojas.
Bella lo nota y se carcajea.
—¿Qué tanto dijo?
—Oh, bueno, ya sabes…—se encoge de hombros y no, no sé nada—. Cosas.
Le entorno los ojos.
—¿Qué cosas?
—Habló sobre un par de cosas que… ¡no puedo decirte! Lo que pasa en el baño de un bar se queda en el baño de un bar.
Le ruedo los ojos.
—¡Dios! No puede ser tan trascendente.
—Yo no lo llamaría "trascendente," más bien "vergonzoso"
La miro rápidamente, asustado, y vuelve a reírse. De acuerdo, suficiente.
—¡Dios, estás tan avergonzado! —se cubre la boca con la mano.
Lo estoy. Tengo que salir de aquí.
—Cierra la boca—finalizo, cruzando el jardín—. Y deja de hacer tanto ruido.
Escucho su risa antes de cruzar la verja.
xxx
Por el resto de la tarde, Bella no enciende más herramientas y un par de horas después echo un vistazo por el balcón.
Sigue ahí. Está sentada sobre una manta, bajo la sombra, moviendo su cabeza al ritmo de la música y está tiñendo la madera.
Por la noche, cuando salgo de la ducha y termino de vestirme noto que está empezando a llover. Me pregunto si resguardó su proyecto. Camino por el pasillo y otra vez miro por el balcón. No lo hizo y la madera se arruinará.
Vecina Bonita no está en casa. En algún punto de la tarde escuché su garaje abrirse y no ha regresado.
Me tomo la libertad de llevar la madera hasta mi casa, esperando que ella no desate otra guerra mundial.
Escribo una nota en una hoja de mi cuaderno.
Espero que no te moleste, pero llevé tu madera a mi casa. Está lloviendo, como puedes ver. Y no queremos que se arruine. Ten una buena noche, Napoleón. – Edward
Antes de ir al bar, meto la nota en el buzón de su puerta.
¡Me encanta este capítulo! Háganme saber qué piensan. Muchas gracias por sus rr.
Nos seguimos leyendo :)
